En Latinoamérica es común cocinar frituras: una familia de cinco personas consume, en promedio, alrededor de 1 litro de aceite al mes. Una mitad de éste se queda en los alimentos y la otra es vertida directamente en el sistema de alcantarillado. ¿El problema? Un litro de aceite de cocina usado puede contaminar hasta 1.000 litros de agua y obstruir las cañerías, según el Instituto Nacional de Tecnología Industrial de Argentina (INTI). En el mar, esta capa de aceite bloquea la luz y el oxígeno, impide la fotosíntesis y mata la flora y fauna. Con lo cual la economía circular, aquel modelo que se basa en reducir, reciclar y reusar, se vuelve clave.
Pero hoy, los avances de la tecnología permiten evitar esta contaminación y reciclar el aceite para convertirlo en biocombustible. Ya cientos de personas en el mundo utilizan biodiésel (también conocido como biocombustible) realizado a partir de aceite reciclado que Bioils Perú comercializa con diferentes empresas generadoras de energía sustentable.
Esta empresa ofrece un servicio de recolección de aceites vegetales de fritura en Latinoamérica. En cuatro años su volumen de venta se ha incrementado a más 30 mil toneladas de aceite al año, con más de 20 mil restaurantes colaboradores.
Si bien trabaja en la mayoría de distritos de Lima, tiene mayor presencia en Miraflores, San Isidro y San Borja. “Las normas y fiscalización en restaurantes y lugares donde expenden comida es más estricto y obligan a los restaurantes a segregar los recursos, uno de ellos el aceite de cocina”, explica Jason Maravil, Jefe Comercial de Bioils Perú.
Maravil dice que ha sido testigo de la mayor concienciación ecológica sobre el descarte de residuos. “El peruano está tomando más conciencia del medio ambiente. Ya no es solo monetario el intercambio del aceite, ahora están pidiendo certificado de calidad”, explica.
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