Es probable que todos hemos escuchado en alguna oportunidad hablar sobre las pruebas PISA.
¿Qué significa PISA?
El informe del programa internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés: Programme for International Student Assessment) es un estudio llevado a cabo por la OCDE a nivel mundial que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemáticas, cienbcia y lectura.
Pero...
El informe PISA de ser una herramienta para diagnosticar debilidades y fortalezas de los sistemas educativos se convirtió en una liga de países.
Pero detrás de todo esto se encuentra un negocio millonario.
Un gran negocio
La obsesión por los exámenes educativos es una tendencia contemporánea..
La editorial británica Pearson, dueña de Financial Times y de The Economist, vio una gran oportunidad de negocio en ello. Debido a esto, Pearson logró el contrato para los exámenes PISA 2015, así como la exclusividad de la plataforma digital que los sustentará.
Pearson utiliza PISA y otras pruebas similares como caballito de batalla para manejar los hilos de la educación mundial.
Pearson redacta los exámenes, los corrige y provee herramientas informáticas a los Ministerios de Educación para analizar el rendimiento, casi en tiempo real, como si fuera la Bolsa de Valores, donde los que cotizan no son empresas, sino colegios y, en último término, nuestros hijos.
¿Y esto es bueno o es malo?
Para Pearson todo esto es bueno, ellos manifiestan que su objetivo es revolucionar el concepto de educación en el mundo, personalizarla y reducir costos.
Pero es malo porque las escuelas van a pasar más tiempo examinado que enseñando.
Según Donald Gutstein, académico canadiense, "Pearson consigue el grueso de sus ingresos en textos digitales, herramientas de enseñanza virtual, exámenes on-line... y sigue una serie de estrategias para crecer aprovechando la transición de lo físico a lo digital. Es un plan ambicioso para comercializar sus productos y servicios. Si tienen éxito, convertirán a los estudiantes en simples clientes".
¿Cómo llegamos hasta este punto?
Primero, un poco de historia.
La primera edición de PISA fue en el año 2000, posee un carácter trianual.
En la última prueba PISA, aplicada en el 2018, participaron más de 600 000 estudiantes, de 15 años, de 79 países, entre ellos Perú.
PISA a desbancado a otras pruebas internacionales como TIMMS o PERL.
PISA genera un informe muy detallado, con múltiples análisis. Lo de comparar a los países participantes era una estadística más. Pero la responsabilidad de crear una liga es del periodismo que le encanta hacer competencias de todo tipo para generar ostentosos titulares: "Perú fracasa otra vez", "Finlandia se cae en la tabla", "Los asiáticos golean"...
Y también es culpa de los políticos, que sacan pecho si las cosas van bien (cuando en realidad el mérito es de la gestión anterior), o justifican una reforma educativa a su gusto si las cosas van mal. Pero, ¿podemos confiar en PISA?
¿Los datos de PISA son confiables?
¿Sabía usted que no son las mismas preguntas para todos los países? ¿Y que ni siquiera tienen el mismo nivel de dificultad? No solo eso, en ediciones anteriores hubo pruebas que algunos países se saltaron, como las de comprensión lectora. Y lo que hizo PISA fue realizar una estimación, una proyección de lo que podían haber puntuado esos alumnos, como hacen a veces las compañías eléctricas con los recibos de luz, que nos cobran por lo que suponen que podemos haber gastado y no por el consumo real.
Además, las diferencias económica (a mayor nivel adquisitivo, mejor nota), sociales (a mayor emigración, peor nota) influyen. Pero también las diferencias de mentalidad de los niños en la gestión del tiempo. Son exámenes contra reloj. Los nórdicos y centroeuropeos dan un vistazo general, contestan primero a lo que saben y no tienen apreturas; los mediterráneos van pregunta a pregunta y luego no les da tiempo.
¿Cómo homogenizar todo este revoltijo de datos para realizar el ranking mundial? PISA emplea un complejo sistema matemático llamado método de evaluación de Rasch, método muy discutido por algunos matemáticos, que consideran que contiene errores. Además, un estadístico danés, Svend Kreiner, de la Univesidad de Copenhague y discípulo de George Rasch, ya advirtió que encima PISA no lo está aplicando bien, básicamente porque no se deberían equiparar los resultados si las preguntas no tienen el mismo grado de dificultad.
PISA se defiende
Los responsables de PISA han recibido acusaciones de oscurantismo en el tratamiento de los datos. Se defendieron con un informe de 419 páginas. Andreas Schleicher, director de PISA, reconoció que podían existir discrepancias en la clasificación, dependiendo de cómo se analizan los datos. Pero es que las diferencias pueden ser tremendas, como demostró Kreiner; cambiando algunos parámetros, por ejemplo, Canadá ocuparía el segundo puesto o el 22; Japón el octavo o el 40; y el Reino Unido, cualquiera entre el 14 y el 30.
A las críticas sobre la fiabilidad de PISA, muy fuertes en Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Australia y otros países, hay que sumar ahora las suspicacias: ¿Quién se beneficia de esta competencia entre países? ¿Por qué los asiáticos arrasan? ¿Es mejor su modelo basado en la repetición, la memorización y la obediencia, cuando muchos surcoreanos, que son los mejores del mundo, luego se estrellan cuando van a una universidad estadounidense? Además, hay muchas dudas sobre el juego limpio de China-Shangái. ¿Hacen tranpa? ¿Estamos ante una adulteración de la competición, como pasaba en el deporte con la antigua RDA?
La obsesión se vuelve negocio
En este río revuelto, uno ha sido el más vivo: Pearson.
Y todo gracias una estrategia que diseño su antiguo CEO, Marjorie Scardino. Y que sigue el actual, John Fallon. Hagamos las preguntas. Diseñemos las plataformas digitales para hacer los exámenes. Redactemos los textos para que los niños estudien y saquen buenas notas en esos exámenes. Convenzamos a los políticos para que nos los compren. Pearson dispone de think tanks y expertos a sueldo. Al fin y al cabo, es la mayor editorial educativa del mundo.
Y el catálogo de nuevos productos puede ser inagotable. ¿Por qué no ponemos al alcance del público los test que hacen los países punteros? Imaginen el prestigio que tendría un colegio si pudiera decir: somos mejores en matemáticas que los coreanos... Dicho y hecho: ya empiezan a probarlo en los EE.UU. ¿Y por qué limitarse a estudiantes de quince años? Por qué no sacar pruebas para que los adultos puedan compararse con sus hijos...
La casa matriz de Pearson está en Londres, pero la experiencia en los EE.UU. Pearson consiguió en el 2011 un contrato por cinco años para los exámenes oficiales de las escuelas públicas de Nueva York por 32 millones de dólares. Y se dio una protesta insólita en dicha ciudad: padres de familia, maestros y estudiantes de decenas de centros se quejaban de la cantidad de exámenes, que algunos califican de epidemia. Niños de primaria sometidos a pruebas de tres horas. Muchos se preguntan por qué una empresa privada y con ánimos de lucro tiene tanta influencia en el sector público.
Pearson logró el contrato para las pruebas PISA 2025 a un precio relativamente módico, sólo 1.3. millones de euros.
PISA pretende también medir las destrezas digitales pues representan el futuro de los niños.
El Big Data hace su ingreso en el sector educación
El negocio puede ser redondo, va en la línea de la plataforma digital de Bloomberg, pero aplicado a la educación. Datos continuos que fluyen. Escuelas que suben y escuelas que bajan. Países que cotizan en rojo y en verde. No olvidemos que la galaxia Pearson es uno de los grupos mediáticos más influyentes. En un arranque de sinceridad The Economist señala que la industria de los exámenes internacionales está creciendo, aunque sacra conclusiones de ellos es más difícil.
Para Diane Ravitch, de la Universidad de Nueva York, estamos ante "la irrupción del big data en las escuelas". ¿Es una manera de ayudar a estudiantes y profesores? Puede, "pero también es una fórmula empresarial para desarrollar apps, vender datos de estudiantes y hacer dinero", denuncia.
El capital riesgo ya se ha fijado en este mercado y está entrando a manos llenas en compañías digitales de creación y evaluación de exámenes, como Renaissance Learning Inc,, con participación de Google Capital y donde la firma especulativa Hellman and Friedman inyectó 1 100 millones de dólares solo en el 2013.
PISA son exámenes donde todo está tabulado.
Los cuestionarios son tipo test.
No hay lugar para salirse del guión.
¿Dónde queda la creatividad?
¿Dónde queda la imaginación?
Según Ravitch "estamos perdiendo la habilidad de pensar diferente y premiando el conformismo".
Con información de XL Semanal