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5 de marzo de 2020

¿Existieron dinosaurios en el antiguo Perú?


, en Perú se han encontrado muchas especies de dinosaurios. 


Hace 135 millones de años, Lima, la capital del Perú, se encontraba debajo del mar, y en la zona del actual Morro Solar (Chorrillos) se ha encontrado, a fines del año 2019, una aleta de Plesiosaurio.




Investigadores del museo y de la Universidad Marshal, en Huntington (EE UU), han corroborado, en el año 2011, que los plesiosaurios daban a luz a crías vivas, y que no incubaban huevos en la tierra.
En Bagua (Amazonas), que pertenece a la selva peruana, se han encontrado fósiles de un dinosaurio de largo cuello: el titanosaurio. Pero sin duda el dinosaurio más popular que vivió en Bagua fue bautizado como Carnotaurio, una réplica a escala natural de este dino se encuentra en el Museo de Historia Natural de Lima, Perú.



El Carnotauro (nombre que significa toro carnívoro) fue un dinosaurio que vivió en toda sudamérica hace 70 millones de años. Medía de 8 a 9 metros de longitud y pesaba entre 1350 y 2100 kilo
En Sicuani (Puno) vivieron los carnotauros y velociraptors. En Huallanca (Huánuco) vivieron los pteranodontes, que eran unos reptiles voladores gigantes, no tenían plumas pero si un gran parecido con los murciélagos actuales.



En la siguiente imagen. a la izquierda el pteranodon en pleno vuelo, a la izquierda el temible carnívoro: el velociraptor.

Y cerca de aquí, por la laguna de Conococha (Áncash)se han encontrado más de cien huellas de iguanadontes y terosaurios. Y en las aguas vivían los enormes ictiosaurios. En la imagen siguiente un iguanodote (o iguandon) que era herbívoro; y en la siguiente imagen un ictiosaurio, un carnívoro que podía llegar a medir hasta 26 metros de longitud.



Iguanadon. Su nombre significa dientes de iguana, era un herbívoro que vivía en la zona de Conococha (Áncash)
Y en las aguas de la laguna de Conococha vivían los ictiosaurios (su nombre significa "lagrto-pez"). Estos carnívoros fueron en un inicio terrestres, pero evolucionaron para vivir en el agua. Estos dinosaurios tenían un parecido con los delfines actuales.
Y estos restos de ictiosaurios, animales marinos, se han encontrado en Conococha (que está a más 4000 m.s.n.m) porque hace 120 millones de años en esa zona existía un mar. Sí, la zona de Conococha era un mar con extensas zonas de playa. 


También se han encontrado numerosas huellas de dinosurios en la zona de los Conchucos (Cerca a San Marcos, Áncash). En esa época no existí la Cordilera de los Andes y la zona de los Conchucos está poblada por bosques de coníferas y helechos.


Otro lugar con huellas de dinosaurios se encuentra en Querulpa (Castilla, Arequipa). Allí encontrarán nuestro Parque Jurásico, versión peruana, con algunas reproducciones, a escala real, de los dinosaurios que vivieron en esa zona.


Finalmente ingresa a esta web para conocer más detalles de cómo conocer a los dinosaurios que vivieron en Perú. 


Hasta pronto


Mag. Leonardo Sánchez Coello
leonardo.sanchez.coello@gmail.com

3 de septiembre de 2019

Pioneras de la ciencia (05/08): Mary Anning (1799-1847), madre de la paleontología


Un dicho popular afirma que “la historia la escriben los vencedores”. Durante siglos, esos vencedores solo podían ser hombres y cualquier aportación o logro obtenido por mujeres solía quedar sepultada o desacreditada por una simple cuestión de sexo. Mary Anning, nacida el 21 de mayo de 1799, es un excelente ejemplo de esta triste realidad ya que su nombre pasó años sin aparecer en los libros ni formar parte del imaginario colectivo a pesar de los grandes descubrimientos que llevó a cabo en vida. El olvido impidió que su merecido título de ‘madre de la paleontología’ le fuera reconocido.
Al contrario que otros científicos de su época, hombres o mujeres, Mary Anning no tenía la vida resuelta. Para ella el coleccionismo de fósiles no era un pasatiempo, sino una actividad con la que su padre complementaba sus exiguos ingresos como carpintero, vendiendo las piezas halladas a los turistas. Cuando el padre murió, la familia tuvo que sobrevivir de la caridad. Mary y su hermano Joseph, los únicos supervivientes de diez hermanos, continuaron arriesgando sus vidas en la búsqueda de fósiles en los peligrosos acantilados de Dorset (Inglaterra), que era también su lugar de nacimiento. En una ocasión, Mary estuvo a punto de morir por un deslizamiento de tierra que se llevó a su perro Tray. 

La tragedia llegó a la vida de Mary cuando, durante una noche de tormenta, su padre resbaló y cayó por un acantilado. Aunque no murió en el accidente, sus heridas le debilitaron enormemente y falleció al poco tiempo de tuberculosis. Mary Anning, con tan solo once años, se responsabilizó de la economía familiar y convirtió la recogida de fósiles en su principal ingreso.

Al año siguiente, Mary y Joseph descubrieron un extraño espécimen que parecía el fósil de un cocodrilo. Resultó ser un ictiosaurio, un reptil marino de la época mesozoica del Triásico inferior. El descubrimiento del esqueleto completo de esta criatura atrajo la atención de geólogos consumados y supuso un primer paso para aceptar la idea, contraria al creacionismo, de la extinción de las especies. También fue de las primeras personas en reconocer los coprolitos, excrementos fosilizados de criaturas prehistóricas. Con veintidós años encontró el primer esqueleto de plesiosaurio, cuyo nombre significa “cercano al lagarto”, y en 1828 los primeros restos de pterodáctilo hallados fuera de Alemania. Muchos de sus descubrimientos se pusieron en duda o se declararon como falsos, pero se acabaría comprobando que todos ellos eran auténticos.

Mary Anning nunca tuvo acceso a una formación científica. Solía vender sus piezas a reputados expertos, por lo que ella apenas recibía crédito por sus hallazgos. Poco importó que los científicos viajaran desde América para consultarla; nunca fue admitida en la Geological Society of London, y su único trabajo publicado en vida fue una carta al director del Magazine of Natural History. En su tiempo era difícil para una mujer abrirse camino en el mundo de la ciencia. Pero ser como Anning, pobre además de mujer, fue una condena que limitó su reconocimiento general hasta tiempo después de su muerte.

En 2010, Mary Anning fue declarada una de las diez mujeres científicas más influyentes de la historia por la British Society y, hoy en día, los fósiles que descubrió están expuestos en la Galería Paleontológica del Museo de Historia Natural de Londres y en su homónimo parisino.

Fuentes: Open Mind 

Muy Interesante

Half Arsed History 

9 de abril de 2019

La ballena con 4 patas que vivó en el Perú

La recién descubierta ballena vivió hace aproximadamente 43 millones de años. 
 
Con cuatro patas, membranas entre los dedos y pezuñas: así era la ballena que se reconstruyó a partir de un fósil encontrado en Perú.

Los paleontólogos creen que el cuerpo de este mamífero marino, de cuatro metros de longitud, estaba adaptado para nadar y también para caminar sobre la tierra.

Con cuatro extremidades capaces de soportar su peso y una potente cola, se podría comparar a esta ballena semiacuática con una nutria o un castor.

El fósil se excavó en 2011 en unos sedimentos marinos a 1 kilómetro tierra adentro de la costa del Pacífico de Perú, en un yacimiento llamado Playa Media Luna (en Lambayeque, Perú)

El análisis de los huesos lo llevó a cabo un equipo internacional formado por paleontólogos de Perú, Francia, Italia, los Países Bajos y Bélgica liderado por el investigador Olivier Lambert, del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales. 

El artículo completo en: BBC Mundo 

 

2 de enero de 2019

Stephen Jay Gould, el mejor paleontólogo del siglo XX


¿Por qué ningún animal se desplaza sobre ruedas? ¿Las cebras son blancas con franjas negras, o negras con franjas blancas? Con preguntas como estas, el paleontólogo, biólogo evolutivo y divulgador científico Stephen Jay Gould (10 de septiembre de 1941-20 de mayo de 2002) provocaba a sus colegas y a sus lectores, para luego explicar algunas de las ideas más complejas de la evolución. Así como Charles Darwin, Gould se dedicó a entender todos los aspectos de la naturaleza y desveló enigmas que atormentaban a sus compañeros desde que el maestro inglés publicara “El origen de las especies”, en 1859. Él completó las teorías de Darwin con nuevas hipótesis e inició tres debates científicos que llevaron a sus colegas a repensar las ideas del padre de la evolución y que le convirtirían en el mejor paleontólogo del siglo XX.

En la década de 1970, durante su doctorado en la Universidad de Columbia, Gould y Niles Eldredge analizaban fósiles para entender cómo operaba la evolución, hasta que ambos dieron con un problema aparentemente irresoluble. No encontraban cambios graduales en las especies, como preveía Darwin. Según su teoría los organismos de una misma especie compiten entre sí y el mejor adaptado al ambiente sobrevive y pasa a sus descendientes sus características; y así, de manera lenta y gradual, se van produciendo cambios en las generaciones futuras. Gould y Eldredge encontraron largos períodos de casi total estabilidad, sin cambio alguno, eventualmente interrumpidos por brotes de nuevas especies que aparecían de repente.

Darwin ya se había enfrentado al mismo problema más de un siglo antes, pero argumentó que la falta de fósiles se debía a la dificultad de encontrarlos. Gould y Eldredge llegaron a otra conclusión y publicaron en 1972 la teoría del equilibrio puntuado, según la cual las especies dan saltos evolutivos y cambian profundamente de un momento a otro, después de permanecer estables por mucho tiempo. Gracias a la controvertida tesis, Gould se ganó las críticas de grandes científicos como los biólogos evolutivos John Maynard Smith y Richard Dawkins.
El Equilibrio puntuado frente al Gradualismo. Fuente: Wikimedia

Lea el artículo completo en: El País (España) 

16 de agosto de 2018

Megalodón, el depredador del cine que vivió en Perú hace miollones de años

Rodolfo Salas - Gismondi, del Museo de Historia Natural de la UNMSM, detalla qué se sabe desde la academia sobre este tiburón prehistórico que hoy es protagonista del último taquillazo de Hollywood. También da cuenta de impresionantes restos hallados en Ocucaje (Ica, Perú).

Esta ilustración recrea al megalodón cazando ballenas en el Mioceno. (A. Gennari, 2015).

Carcharocles megalodon es el nombre científico con el que se conoce a uno de los depredadores más grandes y feroces que ha existido jamás en la historia de la Tierra. Este gigantesco tiburón midió hasta 14 metros de longitud, tuvo dientes más grandes que las palmas de las manos humanas y se alimentó, como quien no quiere la cosa, de unos bocadillos llamados ballenas. Los investigadores creen que se extinguió hace dos millones de años, pero Hollywood ha revivido un ejemplar en una cinta que viene siendo el taquillazo del verano estadounidense (en el Perú se estrena hoy, 16 de agosto de 2018). “Megalodón” es protagonizada por el actor Jason Statham y tiene como punto de tensión en la trama el pánico que cunde en un submarino de observación atacado en lo más profundo del mar por una de estas criaturas en pleno siglo XXI.

Está la película, claro, sus efectos especiales y las licencias que se tomaron para hacer sostenible la ficción. Pero está, también, la alucinante premisa de fondo real: la existencia del animal. Para hablar sobre lo último y los restos encontrados en el Perú, Somos conversó con Rodolfo Salas- Gismondi, jefe del departamento de Paleontología de Vertebrados del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. “Efectivamente fue uno de los más grandes depredadores que ha existido en cualquiera de los mares del mundo en toda la historia. Un tiburón enorme que vivió durante el Mioceno, específicamente en el periodo comprendido entre los 14 millones de años y los dos millones de años aproximadamente”, detalla.

Arriba. El paleontólogo Rodolfo Salas- Gismondi sostiene dos dientes de megalodón hallados en el Perú. Algunos pueden ser más grandes que una mano. Abajo. Un diente de megalodón comparado en tamaño con el de un tiburón blanco, uno de los depredadores marinos más feroces en la actualidad.

Aunque el animal ha tenido presencia en todos los océanos, es en el Perú donde se han hallado importantes restos para la investigación. “Aquí hay una variedad increíble de fósiles en la zona de Ocucaje (Ica) y Sacaco (Arequipa). De hecho, estos desiertos del sur son considerados algunos de los yacimientos paleontológicos en especies marinas más ricos del mundo”. Salas-Gismondi indica, además, que nuestro mar ha sido clasificado como uno de los siete más peligrosos del mundo debido a la presencia de extraordinarias criaturas depredadoras en el pasado. Así, se sabe desde el 2010 que junto al megalodón también habitó en nuestras costas el Livyatán, un enorme cachalote carnívoro, de unos 14 metros de largo.

El experto y también investigador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia cuenta a Somos que no existen fósiles completos de la criatura protagonista de esta historia debido a que los tiburones tienen el esqueleto cartilaginoso, el cual no se conserva. Sin embargo, sí se han encontrado dientes por separado. “Cada uno puede medir hasta 14 centímetros. Los bordes se asemejan a las sierras de un cuchillo para cortar carne. Es difícil de calcular cuántos tuvo, pero se pueden hablar de cientos, cincuenta de ellos funcionales al mismo tiempo”.

Dato clave a continuación: la única mandíbula completa de un megalodón en el planeta podría estar en este momento guardada en uno de los almacenes del Museo de Historia Natural en Jesús María. “Está dentro de una roca que aún no ha sido limpiada. La halló Mario Urbina en Ocucaje en el 2017 gracias al apoyo del Instituto de Investigación para el Desarrollo de Francia. Esta es más antigua que los restos del megalodón al que nos referimos, pero la forma de los dientes es igual. Calculamos que data de unos 20 millones de años. Sospechamos, pues, que sería la mandíbula de una forma ancestral del megalodón. Estamos entusiasmados por lo que podríamos estudiar”, narra. Y, ¿por qué el fósil no ha sido examinado aún? Salas -Gismondi explica que la roca es muy dura y el cartílago muy frágil, por lo que necesitan especialistas extranjeros que asistan el trabajo. “Lo ideal sería aliarnos con una institución que nos ayude a preparar este fósil para ver qué tan conservado esta. Evaluarlo podría darnos nueva luces para el conocimiento de este impresionante animal”. Paleontólogos del mundo, ya saben. El Perú necesita socios.
SOBRE LA PELÍCULA:
Título original: The Meg.
Director: Jon Turteltaub​.
País: Estados Unidos.
Duración: 113 minutos.
Elenco: Ruby Rose, Jason Statham, Rainn Wilson, Jessica McNamee , Bingbing Li.
​La trama: Un submarino de aguas profundas - parte de un programa internacional de observación submarina - ha sido atacado por una criatura que se creía extinta, y ahora se encuentra averiado en lo más profundo del océano Pacífico ... con su tripulación atrapada en su interior. Jonas Taylor (Jason Statham), un experto en rescate en alta mar, es reclutado por un visionario oceanógrafo chino (Winston Chao), en contra de los deseos de su hija Suyin (Li Bingbing), para salvar a la tripulación y al océano de esta amenaza: un tiburón prehistórico conocido como el megalodón.


Tomado de:

Somos (El Comercio) 

El megalodón (artículo del 2013)

26 de julio de 2014

El dinosaurio con cuatro alas

Los primeros pasos de la aviación deben rendir homenaje inexcusable a los hermanos Wright. Fueron pioneros al construir un aeroplano propulsado y controlable por un piloto, con unas grandes alas acompañadas de otro par de "alas" más pequeñas, capaz de planear tras ser impulsado. En su mejor vuelo, recorrió un cuarto de kilómetro en 59 segundos. Con el tiempo, los diseños de los eficaces aviones modernos han primado el desarrollo de un par de grandes alas, como las aves, si bien nuestras aeronaves no aletean.



El Wright Flyer de 1903 en el National Air and Space Museum (Washington). Se aprecia la gran superficie disponible para poder planear / Luis Alcalá


¿Cómo surgió el vuelo en los vertebrados y cuál fue la configuración de los voladores más primitivos? El registro fósil ofrece dinosaurios con plumas que no eran capaces de volar y otros emplumados que podían hacerlo. Hasta no hace mucho, estos últimos sólo se conocían con un par de alas pero en los últimos años se han encontrado varias especies que tenían cuatro, pues estaban caracterizadas por poseer plumas robustas en las extremidades posteriores además de las presentes en las extremidades anteriores (como sucede en las aves voladoras actuales). Hay un grupo de dinosaurios terópodos -carnívoros- cuyos representantes resultan esenciales para establecer el origen y las primeras etapas de la evolución del vuelo en las aves; se trata de los microrraptorinos, que son dromeosáuridos depredadores con adaptaciones aerodinámicas. Y un nuevo microrraptorino se suma ahora a la lista, Changyuraptor yangi, singular por su gran tamaño (pues sobrepasa los 1,3 m de longitud) y por el gran desarrollo de las plumas de su cola, que alcanzan casi un tercio de la longitud del animal.



Changyuraptor yangi, el dinosaurio no aviano con las plumas de la cola más largas conocidas. / Han, Chiappe, Ji, Habib, Turner, Chinsamy, Liu y Han-Nature Communications

El magnífico fósil procede de la inagotable cantera de dinosaurios conocida como Jehol Biota, del Cretácico Temprano de Liaoning en China y se le atribuye una antigüedad de unos 125 millones de años. Fue adquirido gracias a la financiación conseguida por el rector de la Universidad de Bohai, el profesor Yang Yandong, cuya intervención se ha visto recompensada con la dedicatoria del nombre de la nueva especie. El fósil, que corresponde a un dinosaurio volador o planeador "tetra-alado", aparece entre dos lajas de roca sedimentaria y el estudio detallado de la estructura ósea de su fémur izquierdo revela que el animal ya era adulto -pues tenía, al menos, cinco años- cuando murió. 




Reconstrucción del aspecto en vida de Changyuraptor yangi. / Han, Chiappe, Ji, Habib, Turner, Chinsamy, Liu y Han-Nature Communications

Los autores de la investigación interpretan que las plumas especialmente grandes de la cola constituirían una estructura para controlar el cabeceo durante el vuelo  (como lograron por primera vez los hermanos Wright en su aeroplano) y reducir así la velocidad de un animal bastante grande durante el aterrizaje o el ataque a alguna presa, sin descartar que también pudieran tener un papel de exhibicionismo. Por otra parte, el análisis de parentesco indica que estos voladores 4x4 no se sitúan en el punto de partida del camino que originó el típico vuelo de las aves con un par de alas, sino que representan una rama evolutiva colateral.

Fuente:

El Mundo Ciencia

15 de junio de 2014

Dinosaurios: quién lo tiene más grande...

La fascinación por los dinosaurios está con nosotros desde antes incluso de que fuésemos conscientes de que existían. Históricamente cualquier excusa ha sido buena para inventar extraños animales imaginarios que, casi siempre, cumplen dos requisitos: ser grandes y feroces. Y así, en ese concepto, tenemos hermanados a tipos tan dispares como un europeo medieval con sus dragones, un babilonio esculpiendo a los defensores de la puerta de Ishtar o un aguerrido hombre azul del desierto atemorizando a sus niños con los jobarias.
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Por lo tanto, ¿cómo no íbamos a ver el cielo abierto cuando los naturalistas del XIX nos dijeron que habían existido unos enormes reptiles millones de años atrás? Y, aún mejor, que habían dominado la Tierra y que eran grandes y feroces. Ambas condiciones necesitan algunos matices: algunos dinosaurios nunca superaron el tamaño de una gallina y muchos sólo formaron rebaños de tranquilos consumidores de vegetales. Pero no estamos para miramientos, los dinosaurios nos permiten satisfacer nuestras necesidades de monstruos. Necesitamos someterlos al enciclopédico y preciso seguimiento científico, ahí está la paleontología. Necesitamos que sigan alimentando nuestras pesadillas, ahí está el relato fantástico o el cine. [Ahora llega Godzilla a la cartelera]. Sólo tenemos que darnos un vuelta por la red para confirmar que los dinosaurios siguen teniendo enorme poder de atracción, y no es necesario desempolvar a Jung y recurrir a la psicología profunda para encontrar dos razones primarias para la fascinación: eran grandes y feroces.

Los 7 patagónicos

Y en esto estábamos cuando la paleontología de dinosaurios nos lanza una noticia magnífica. Un grupo de paleontólogos argentinos ha hallado en el Cretácico Superior de Patagonia un yacimiento con restos de hasta siete de los dinosaurios más grandes que hayan pisado este planeta. La imagen es espectacular, los fósiles se exhiben en la superficie del yacimiento ofreciendo una barra libre de información tanto sobre las faunas del Cretácico de Patagonia, como sobre la evolución del grupo de dinosaurios al que pertenecen o la biología de los animales más grandes que han habitado la tierra.
Pero no debería extrañarnos que la fascinación por los dinosaurios conviva con otro de los rasgos que caracteriza a los humanos: la competitividad. Con estos elementos, el coctel está servido y, ante tamaño espectáculo de huesos en un descampado en Patagonia, se nos cuela otra vez el titular (no necesariamente no provocado por los propios investigadores): ¡Encontramos el dinosaurio más grande del mundo!

El caldo de cultivo en el que se mueven los paleontólogos de dinosaurios es particular. Tipos que pueden hacer el más preciso de los trabajos de investigación para desentrañar una mínima fracción de la historia de la vida o que son capaces de manejar con soltura los más complejos conceptos de la evolución, de repente, ante el espectáculo de una excavación (que probablemente han consumido años de preparación previa y semanas de durísimo trabajo físico) no resisten la tentación de parar, tumbarse al lado del hueso más grande y, con una sonrisa pánfila, pasar a su imaginario personal haciéndose una foto con el gigante recién cazado (dragón, jobaria o cualquier otro monstruo). Y no puedo culparles... yo tampoco puedo evitarlo. Pero, volviendo al tema. Ser un gigante, y más aún ser el mayor de los gigantes, marca un hito. Nos permite precisar uno de los límites de la viabilidad de los vertebrado terrestres.

El artículo completo en:

El Mundo Ciencia

26 de octubre de 2013

Los seres humanos evolucionaron "de una especie única"

Los homínidos de Dmanisi

Homínidos

  • Los homínidos de Georgia vivieron hace unos 1,8 millones de años y representan una expansión temprana de los ancestros humanos fuera de África.
  • Se trata de la colección de fósiles más completa de más de 300.000 años encontrada de la especie Homo
  • Ellos tenían columnas similares a las humanas y sus extremidades inferiores habían sido bien adaptadas para viajes de larga distancia
  • El macho de la especie era mucho más grande que la hembra
  • También tenían cerebros relativamente pequeños y las extremidades superiores eran bastante primitivas, rasgos que comparte con el anterior H. habilis, e incluso con los Australopithecus más primitivos

Cráneo 5

La calavera tiene una caja craneana muy pequeña.

La llaman "cráneo 5". Un nombre simple para la calavera que dio un golpe de timón en la teoría de la evolución.

Un equipo de científicos que analizó el cráneo homínido más completo jamás encontrado, descubierto en Dmanisi, Georgia, asegura que los primeros fósiles humanos encontrados en África y Eurasia podrían haber formado parte de la misma especie.
Esto contradice la teoría evolutiva, hasta ahora aceptada, de que varias y diversas especies humanas caminaban sobre la Tierra hace dos millones de años.

Escribiendo en la revista Science, el equipo dice que el Homo habilis, Homo rudolfensis y el Homo erectus, son parte de un único linaje evolutivo, que derivó en los humanos modernos.

El "cráneo 5"

La calavera analizada tenía una pequeña caja craneana, dientes grandes y una cara larga, características que comparte con H. habilis. Sin embargo, muchas características de la caja craneana fueron también "únicas" del H. erectus.

La pieza ósea tiene unos 1,8 millones de años y proviene de un sitio donde se han encontrado la mayor colección de restos bien preservados de los inicios del ser humano en el mundo.

La colección de Dmanisi también representa la evidencia más temprana de los humanos primitivos fuera de África, un grupo que surgió poco después de los primeros Homo que se diferenciaron del Australopithecus o "Lucy".

"Ahora tenemos la mejor prueba de lo que los primeros Homo realmente fueron", asegura David Lordkipanidze del Museo Nacional de Georgia en Tiflis, autor principal de la investigación.

"Una de las cosas más importantes es que tenemos una colección tan extraordinaria, muy rara de encontrar en un solo sitio".

Los restos fósiles mostraron una gran variación que desconcertó a los investigadores al principio, pero el profesor Lordkipanidze dice que lo estaba claro era que estas características eran de una sola población.

Cráneo homínido

El cráneo homínido de Georgia es el más completo jamás descubierto.

"Cuando nos fijamos en esta variabilidad y la comparamos con los humanos modernos, se puede ver es un rango normal de variación", le comenta Lordkipanidze a la BBC.

El cráneo fue descubierto hace ocho años y desde entonces el equipo lo ha comparado con otros fósiles de Homo encontrados en África hace 2.400.000 años.

El análisis comparativo del cráneo homínido reveló similitudes suficientes como para considerar que los antiguos de Homo eran de la misma especie que los homínidos de Dmanisi.

Christoph Zollikofer del Instituto de Antropología y el Museo de Zúrich, Suiza, y coautor del estudio dijo que si se hubieran encontrado la caja craneana y el rostro del "Cráneo 5" como fósiles separados en diferentes lugares de África, podrían haber sido atribuidas a diferentes especies.

"Eso es porque el cráneo 5 reúne algunas de las características clave, como la pequeña caja craneana y la cara grande, que no se había observado juntos en un fósil de Homo temprano hasta ahora".

"Es más, ya que vemos un patrón y rango de variación similar en los registros de fósiles de África, es razonable suponer que había una sola especie de Homo en África en ese momento", agrega el profesor Zollikofer.

"Y puesto que los homínidos de Dmanisi son tan similares a los africanos, suponemos además que ambos representan la misma especie".

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia

30 de septiembre de 2013

Perú: el desierto que guarda el origen de las ballenas




Paleontólogos en Perú descubrieron una joya: fósiles de ballenas antiguas nunca antes vistas por esta zona de la Tierra.

Los descubrimientos podrían proporcionar una pista sobre la relación entre los mamíferos marinos y sus antepasados terrestres.

La colección fue descubierta en el desierto de Ocucaje.

Los científicos creen que los restos podrían datar de más de 40 millones de años.

Conozca los detalles del descubrimiento en este video de BBC Mundo.

18 de septiembre de 2013

Fósiles con 110 millones de años serán exhibidos en Lambayeque


Restos fósiles con 110 millones de años serán exhibidos en Lambayeque
Créditos: RPP/ Rosario Coronado
La muestra incluye restos fósiles con más de 100 millones de años desde el cretácico inferior hasta la época del cuaternario, dijo el arqueólogo Walter Alva.
Un total de 100 restos fósiles que tienen hasta 110 millones de años serán exhibidos desde este 5 de septiembre en el museo Tumbas Reales de Sipán de Lambayeque, informó su director de este recinto cultural, Walter Alva Alva.

Manifestó que todo ello forma parte de la Primera Exposición de Paleontología Biregional Amazonas – Lambayeque, que se organiza en coordinación con el Museo de Ciencias Naturales de Chiclayo y cuyo principal atractivo será el reciente hallazgo del fósil de un pez, realizado en el sector San Nicolás del distrito de Zaña.

“La muestra incluye restos fósiles de todo orden con más de 100 millones de años.  Desde el cretácico inferior hasta la época del cuaternario. Entre las novedades tenemos el descubrimiento efectuado en San Nicolás de huellas de aletas de peces y partes de una espina dorsal, que nos indica que esta región fue un fondo marino hace 110 millones de años (…). Además se presentarán restos de dinosaurios, peces, piedras de ámbar donde hay insectos fosilizados, entre otros”, dijo.

Alva Alva precisó que la exposición se encuentra en etapa de montaje en una de las salas del recinto arqueológico lambayecano y tiene como propósito promover el interés por los estudios paleontológicos.

Fuente:

RPP Noticias

11 de septiembre de 2013

El megaterio: Un enigma para la paleontología

Los restos de la bestia extinta en América hace 8.000 años son un enigma de la paleontología.

El Museo de Ciencias Naturales expone el esqueleto recompuesto en Madrid.
 


Esqueleto del megaterio que se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales.

Ese simpático monstruo imponente y desnudo en su osamenta que se posa sobre cuatro patas sobre los pedestales del Museo de Ciencias Naturales en Madrid ha sido un rompecabezas para la paleontología mundial. Megaterio lo llaman y pese a haber pasado a la historia como la primera especie extinta hace al menos 8.000 años montada para su exhibición pública en todo el mundo —antes que los dinosaurios reproducidos en plena época victoriana en Londres—, ahí reposa, discreto, sin que se le dé la importancia debida o sin que Spielberg, pese a ser una criatura genuinamente americana (del sur), la haya considerado para acompañar su parque Jurásico.

El del megaterio es un caso único en el mundo y ha sido cerrado como un callejón sin salida. Es un mamífero. No es un dinosaurio, pero merece haber entrado en la mitología de estas bestias por la atracción que generó. Ha desafíado a la ciencia, la paleontología, el diseño, el imaginario colectivo, la relación entre forma y realidad, designada conjuntamente entre investigadores y artistas para que los pobres mortales nos hagamos una idea de cómo debió ser la vida en este planeta hace millones de años.

“Es un expediente X completo”, dice Juan Pimentel, historiador de la ciencia, espléndido divulgador, amigo de enigmas con razones ocultas para ser desveladas a la vista. Cuando escribió El rinoceronte y el megaterio (Abada Editores), este experto equiparó el caso al de la bestia diseñada por Durero, que se dio por válido como modelo desde el siglo XVI hasta que imágenes más realistas nos presentaran al animal tal cual es.

Pero la vestimenta, la piel, la carne, el contorno del megaterio, nuestro querido monstruo extinto, siempre será un misterio. Habrá que conformarse con imaginarlo. Desapareció del hábitat 8.000 primaveras atrás, después de haber permanecido como parte de un paisaje desafiante para nuestra imaginación al menos 18 millones de años.



Ilustración del megaterio en un diccionario de 1849, según el dibujo de Cuvier.

Corría en el calendario el 1788 cuando llegó a Madrid. Un fraile dominico, Manuel Torres, lo había desempolvado un año antes en las inmediaciones de un barranco cercano a Luján, provincia de Buenos Aires. Allí habían aparecido los enormes huesos que componían la criatura de unos seis metros y que después tendría ocasión de estudiar Charles Darwin en sus viajes por Argentina hacia 1833.

Torres no era un científico, pero venía a ser considerado el erudito en fósiles de la zona. Nada más acabar de desenterrarlo se lo comunicó al virrey y quizás lo vio dibujado por Francisco Javier Pizarro, teniente del cuerpo de artillería que había sido enviado para dar cuenta. Pero fue José Custodio Saá y Faria quien desde luego hizo este trabajo para documentar los datos del ejemplar antes de que fuera trasladado a Madrid.

¿Qué era? ¿Un herbívoro con garras de carnívoro? ¿Un felino del tamaño de un paquidermo? El puzle no casaba. La confusión comienza a intrigar. Los expertos penetran en un túnel oscuro tratando de descifrar qué venía a ser aquello y más tarde en qué momento dejó de existir.

“Resultaba lo más parecido a una quimera, a esos animales que se describían como mezcla de otros ya conocidos en los relatos antiguos”, cuenta Pimentel. Centauros; sirenas; minotauros; elfos; la propia quimera con su vientre de cabra, patas de dragón, cabeza leonina escupiendo fuego… Entraban en el mundo de la fantasía, aplicaban a la ciencia las reglas de lo imaginado por inventores de historias con dragones y princesas para encontrar una explicación digna del fenómeno.

Los interrogantes se amontonaban. ¿Anfibio o acuático? 18 vértebras por encajar formaban la columna de unos 3,5 metros. La cabeza medía unos 70 centímetros. Aquello podía pesar 175 kilos. No es un elefante, no es un rinoceronte. ¿Qué demonios es? “Un monstruo”, acertaba a decir solamente el propio Torres.
Del nuevo mundo tampoco se podía esperar menos que lo ignoto, lo diferente, lo inimaginable. Hasta el rey Carlos III quería saber a toda costa qué era eso de lo que todo el mundo hablaba y nadie acertaba a descubrir. Ya desembarcados los restos, quedan en manos de Juan Bautista Bru de Ramón, pintor y disecador del Real Gabinete de Historia Natural —antecedente del museo de ciencias—, que lo trata como animal muy corpulento y raro.

Lo malo es que, lejos de ser naturalista, Bru de Ramón “no pasaba de pintor y taxidermista con dudosa reputación”, cuenta Pimentel. Así que lo adaptó libremente. “Serró, limó y cortó varios huesos, rellenó de corcho otros, colocó piezas de forma defectuosa, añadió, alteró su anatomía…”. Lo descuajeringó un poco, dicho sea de paso, y finalmente lo dispuso en una postura inadecuada o más bien “pésima”, como años después lo juzgó Mariano de la Paz Graells, gran naturalista de la época isabelina.

De bestia enigmática habíamos pasado directamente a engendro. Había llegado el momento de que entrara en escena un grande en la materia. Georges Cuvier era el hombre.
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2 de septiembre de 2013

El megalodón, el mayor depredador del océano

  • Hallan en Canarias dientes del tiburón más grande que ha habitado los océanos
  • El megalodón podía medir hasta 20 metros y pesar unas 100 toneladas
  • También encontraron fósiles de otros mamíferos marinos, todos ellos extintos

Se llama megalodón y está considerado el mayor tiburón que ha habitado los océanos. Desde que se extinguió, hace unos dos millones de años, no se ha conocido un depredador como él, pues podía alcanzar los 20 metros de longitud y pesar hasta 100 toneladas.

Este auténtico monstruo del mar, capaz de devorar grandes presas como ballenas, delfines y focas además de tortugas y peces, vivió también en aguas canarias, como demuestra el hallazgo de 15 piezas dentales anunciado por un equipo de científicos del Instituto Español de Oceanografía (IEO).

Según detalla por teléfono desde Tenerife Pedro José Pascual Alayón, biólogo marino del Centro Oceanográfico de Canarias, los fósiles se encontraron a 1.000 metros de profundidad, en un yacimiento al pie de la montaña submarina conocida como Banco de Concepción, situada al norte de la isla de La Graciosa.

Recreación del aspecto del tiburón megalodón.|Museo de Historia Natural de San Diego.

Recreación del aspecto del tiburón megalodón.|Museo de Historia Natural de San Diego.
El descubrimiento se produjo el pasado mes de octubre durante la campaña INCOECO 1012 ( en el marco del Proyecto Life+Indemares, aunque han esperado a tener identificados los fósiles para anunciar el hallazgo. Y es que junto a los restos de megalodón, pertenecientes a la especie 'Otudus (Megaselachus) megalodon' encontraban fósiles de otros animales marinos, todos ellos extintos.

Un yacimiento de animales marinos

Hay fósiles de otras especies tiburones, huesos de ballenas y fragmentos del cráneo y costilla de un sirénido (un mamífero marino pariente del actual manatí). El paleontólogo italiano de la Universidad de Parma Franco Cigala trabajó con Pascual en la identificación de los fósiles.

"El megalodón vivió en el Mioceno durante más de 15 de millones de años, un periodo durante el que fue cambiando su linaje evolutivo. Los dientes más grandes, de unos 17 centímetros, se han encontrado en California y Chile", detalla Pascual.

El registro fósil de este tiburón gigante se extiende desde hace 20 millones hasta hace dos millones de años y también incluye restos hallados en otras zonas, como Japón. Por los datos que tiene Pascual, en España no se habían encontrado fósiles del megalodón (los más próximos se hallaron en aguas de Marruecos) aunque considera probable que aparezcan nuevos restos en la costa atlántica española: "Eran unos animales cosmopolitas. Tuvieron un éxito considerable por su poderío y su tamaño", señala el biólogo.

Los dientes hallados en Canarias pertenecen a varios ejemplares jóvenes, quizás de cinco o seis metros de longitud (al nacer debían medir unos dos metros). Datar su antigüedad es muy complejo, porque no tienen suficiente material biológico y habría que tomar muestras del suelo volcánico para ser más precisos. Pese a ello, cree podrían haber vivido hace unos 15 millones de años. "Era la época en la que se estaba originando el archipiélago canario y el paisaje era muy distinto al de ahora. Las islas apenas eran islotes y debían estar cerca del continente". Aquí, estos tiburones encontraban abundante comida, pues se cree que era una importante zona de cetáceos.

A medida que se han ido hallando más fósiles se han podido descartar algunas teorías. Por ejemplo, se pensaba que se trataba de una sola especie pero el estudio de los fósiles ha confirmado que había varias. "Antiguamente, cuando no había mucha información, se consideraba que el megalodón era antecesor del actual tiburón blanco, pero se ha demostrado que no es así", explica.

Pese a su poderío acabó extinguiéndose como tantos otros animales. "Hay varias teorías sobre la causa. "La que más se menciona es debido a un cambio climático. Hubo una gran glaciación que llegó a la Península y cambiaron las pautas de migración de las ballenas, que se concentraron más en las zonas polares. Parece que el megalodón no se adaptó bien a los cambios".

Fuente:

El Mundo Ciencia

1 de junio de 2013

Los secretos de los gigantes de la Edad del Hielo

Dientes de sables

Hace 80.000 años, la Tierra comenzó a enfriarse en lo que supuso el inicio de la última Edad del Hielo.

Los científicos están descubriendo los secretos de las bestias gigantes de la Edad del Hielo rebuscando en la tierra que se recolectó en las excavaciones de la construcción de un estacionamiento en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
En 2006, después de que unos obreros encontraron el esqueleto casi completo de un mamut lanudo, se construyeron cajas de madera en torno a los depósitos de tierra.

Así se salvaguardaron los restos para entregárselos a los científicos del cercano Museo Page.

Laura Tewksbury

Laura Tewksbury lleva un año trabajando en las excavaciones.

Los 23 cráteres, cada uno con su propio paleontólogo residente, y 327 cubos de material fósil están brindando descubrimientos cruciales. Se espera que el trabajo tardará años en completarse.

Más de tres millones de fósiles prehistóricos de 600 especies han sido encontrados en las canteras de brea de California, cuya tierra milenaria preserva restos de las criaturas.

En el apogeo de la Edad del Hielo, la mitad de Norteamérica estaba cubierta por una enorme capa de hielo, pero las tierras del sur se hicieron más ricas que nunca antes. Conozca a las bestias gigantes que la habitaban:

Felino de dientes de sable

Pese a la notoriedad de los colmillos de 18 centímetros del felino de dientes de sable, puede ser que en realidad fueran sus musculosas extremidades inferiores y sus grandes garras las que lo hacían más mortífero.

Los largos y finos dientes del infame depredador eran sorprendentemente vulnerables y podían quebrarse al quedarse atrapados en los tendones o huesos de sus víctimas.

Eso le forzó a desarrollar una técnica de caza única.

Dientes de Sable

Los dientes de este felino eran más vulnerables de lo que aparentaban.

Los grandes felinos modernos de África, como los leones, suelen matar a sus víctimas mediante el sofoco, asfixiándolos o rompiéndoles la tráquea. Sus dientes apenas rompen la piel.

Pero su predecesor de la Edad de Hielo mataba clavando sus dientes y mordiendo después de haber inmovilizado a sus víctimas con sus poderosas garras y extremidades.

Blaire Van Valkenburgh, de la Universidad de California, descubrió que el felino de dientes de sable tenía un enorme hueso temporal que unía a la mandíbula con el cráneo y le permitía abrir su boca el doble que el león y morder con mucha fuerza la garganta de su víctima.

"Después se echaban para atrás y podían sacar grandes cantidades de carne", explica la científica.

"Probablemente el animal se desangraba en cuestión de minutos", añade.

El felino de dientes de sable prosperó en América del Norte en la Edad del Hielo. Se han encontrado variós especímenes en lo que hoy es Los Ángeles.

Perezoso de Shasta

Perezoso de Shasta

El perezoso de Shasta habitaba el Gran Cañón en la Edad del Hielo.

Los científicos han utilizado el estiércol perfectamente conservado del perezoso gigante de Shasta para rastrear sus movimientos por la tierra desértica del Gran Cañón.

En las cavernas que le servían de guarida a estos animales en lo alto del cañón, todavía se pueden encontrar enormes montones de residuos, gracias a que el clima en esos lugares es demasiado seco para que se descompongan.

El estiércol revela cómo estos animales de más de 220 kilos de peso sobrevivieron en arduas condiciones, masticando plantas duras que otras criaturas no habrían podido digerir.

Sus primos modernos, los perezosos de árbol de América del Sur vive de manera similar. Comen hojas duras y tóxicas que les toma semanas digerir y le proporciona poca energía, lo que le conduce al estilo de vida lento por el que es conocido.

Además de ser tan grande como un oso grizzly (una especie de oso pardo que vive actualmente en Norteamérica), el perezoso terrestre tenía largas garras para ahuyentar a los depredadores que eran tan formidables como las del felino de dientes de sable.

Los científicos analizaron las capas de estiércol para explicar la desaparición del perezoso terrestre.

Los últimos rastros de sus excrementos provienen del apogeo de la última Edad de Hielo, hace 16.000 años. En ese entonces, las condiciones se tornaron demasiado frías y demasiado secas para que sus plantas favoritas pudieran crecer y su metabolismo lento hizo que le quedara muy difícil mantener el calor.

Gliptodonte

Gliptodóntido

El gliptodonte podía nadar y comía plantas acuáticas. 

Del tamaño de un auto pequeño y equipado con un caparazón óseo enorme, una cola acorazada y un tronco, el gliptodonte es para la profesora Alice Roberts "de lejos, el mamífero más extraño" que ha visto en su vida.

Pero además de ser un espectáculo para los investigadores, proporciona datos sobre la vida en aquellas partes del mundo que no eran secas y frías durante la Edad de Hielo.

Grandes áreas de Arizona, donde el gliptodonte vagaba, estaban cubiertas de pantanos y ríos.

En los últimos 2,5 millones de años, ha habido cerca de 20 períodos glaciales y la proliferación del gliptodonte reflejaba el impacto del avance de la capa de hielo en el resto del mundo.

Los pantanos se expandían cada vez que la capa de hielo crecía, lo que llevaba a un aumento en el número de gliptodontes, los que morían conforme el hielo se empezaba a retirar.

Los científicos creen que una placa de hielo de más de tres kilómetros de alto en América del Norte actuaba como una cadena montañosa que empujaba vientos húmedos a través del desierto creando un pantano fértil.

Mamut de Columbia

mamut de columbia

Los mamuts dejaron sus huellas en la actual San Francisco. 

El mamut de Columbia o mamut colombino era el mayor de todos los gigantes de la Edad de Hielo.

Con una altura de 4,27 metros, se habría erguido como una torre sobre el elefante moderno, y se alzaba más de un metro más alto que el mamut lanudo.

Consumía hasta dos toneladas de hierba a la semana, por lo que cuando el hielo reemplazaba al agua de mar, el mamut colombino vagaba en busca de la vegetación.

El nivel del mar global en la Edad del Hielo era unos 120 metros más bajo que el actual.

Grandes rocas costeras al norte de San Francisco le han proporcionado a los científicos pistas vitales acerca de los movimientos del mamut.

Las rocas se desgastaron hasta tener un acabado liso, pulido y con parches que alcanzan varios metros de altura.

Los científicos creen que los mamuts utilizaban las piedras para exfoliar la piel y deshacerse de los parásitos, por lo que dejaron un rastro de su viaje por el mundo en la Edad de Hielo.
Tomado de:
BBC Ciencia

15 de abril de 2013

'Australopithecus sediba': el ancestro con sonrisa humana y andares de chimpancé

Reconstrucción de A. sediba junto a un esqueleto humano y otro de chimpancé. | L. Berger

Reconstrucción de A. sediba junto a un esqueleto humano y otro de chimpancé. | L. Berger
El homínido que pudo dar lugar a la rama evolutiva del ser humano era un puzle biológico imprevisible con sonrisa humana y andares de chimpancé. Hasta que su descubrimiento en 2008 permitió a los investigadores reconstruir la anatomía de la especie 'Autralopithecus sediba', la comunidad científica daba por asumidos algunos rasgos que debía tener el ancestro que dio paso al género Homo (al que pertenece la especie humana actual, Homo sapiens). Sin embargo, el estudio de los restos fósiles de tres individuos -dos bastante completos y una tibia de un tercero- encontrados en una sima en Malapa, cerca de Johannesburgo (Sudáfrica), le han dado un vuelco a los prejuicios de los paleontólogos.

A. sediba. | L. Berger

A. sediba. | L. Berger

Desde la publicación del hallazgo y de las primeras conclusiones en 2010, ya ha habido 11 estudios publicados en la revista 'Science' analizando sus características y las implicaciones que tiene la especie para la evolución humana. Los seis últimos, referentes a la investigación de sus órganos locomotores y de su boca y que se acaban de publicar, suponen una "mirada sin precedentes a la anatomía y la posición en el árbol de la vida de este primitivo ancestro humano", en palabras de Lee Berger, líder de la investigación y autor principal de las seis investigaciones.

"Este último examen nos aporta una visión nueva de una especie que parece un mosaico anatómico que presenta una serie de complejos funcionales que son diferentes tanto a los que pensábamos que eran propios de los Australopithecus, como a los de los primeros Homo", explica este investigador del Instituto de Evolución Humana de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo.

Un mosaico entre humanos y australopitecus

'A. sediba' era una extraña criatura que caminaba erguida, pero de una forma muy primitiva, tenía un cerebro muy pequeño, unas manos hábiles y, sorprendentemente, una dentadura muy similar a la humana. Pero algunas de estas características ya se conocían de anteriores estudios.

Las principales conclusiones que se pueden extraer de las seis investigaciones recién publicadas en 'Science' al alimón son la 'sonrisa humana' y una morfología de su talón parecida a la de los chimpancés actuales que le obligaba a caminar bamboleándose de un lado a otro. De hecho, esta última característica ha sido un descubrimiento reciente hecho por el equipo de Berger durante una reunión en mayo de 2012.

Cráneo de 'A. sediba'. | L. Berger

Cráneo de 'A. sediba'. | L. Berger

Desde hace muchos años, la comunidad científica se preguntaba cómo podría esta especie caminar erguida. La clave está en el talón preservado en uno de los ejemplares que corresponde con el de una hembra adulta. El hueso está retorcido y tiene forma apuntada, al contrario del humano, que es plano y ancho. Por ese motivo, la especie debía caminar retorciendo el pie tras el apoyo para poder dar el siguiente paso, de una forma parecida a la que usan los chimpancés, haciendo para ello un bamboleo obligatorio.

"Los talones estrechos ofrecen menos mucha menos superficie sobre la que distribuir el peso cuando los pies tocan el suelo", asegura el antropólogo de la Universidad de Boston Jeremy DeSilva, autor principal del estudio sobre el mecanismo locomotor de la especie.

¿Es de verdad el eslabón perdido?

Todos los investigadores coinciden con las conclusiones de Berger y su equipo sobre el modo de andar de A. sediba y remarcan que definitivamente su modo de caminar es muy diferente que el del resto de los homínidos.

Lo que no parece estar tan claro es que esta especie sea definitivamente el eslabón perdido, la pieza clave que falta en la evolución del ser humano moderno. Una mandíbula de 2,4 millones de años de antigüedad encontrada en Etiopía es el primer fósil atribuido al género 'Homo'. Lo que deja la edad de 'A. sediba' -cerca de 2 milones de años- como muy joven para ser el primer ancestro del género. "Sediba es único y muy interesante, pero llegó demasiado tarde a la fiesta como para ser el ancestro", asegura Brian Richmond, de la Universidad George Washington de Washington D.C..

Sin embargo, Berger defiende con uñas y dientes la posición en el árbol de la vida de la especie que él mismo descubrió junto a su hijo en una sima cercana a la ciudad en la que viven. Para el investigador sudafricano, esa mandíbula aislada de la calavera o de otros huesos no tiene por qué pertenecer al género 'Homo'. La bonita sonrisa de A. sediba podría haber engañado a los descubridores de la mandíbula de Etiopía haciéndoles pensar que era del género humano.

Fuente:

El Mundo Ciencia
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