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6 de noviembre de 2017

Científicos descubren una rana gigante 'diabólica' que devoraba dinosaurios

Su mordedura poseería una fuerza de unos 2.200 newtons, equivalente a la de mamíferos depredadores como el tigre o el lobo.


Un equipo internacional encabezado por científicos de la Universidad de Adelaida (Australia) ha descubierto que una 'diabólica' rana gigantesca que habitaba en Madagascar hace 68 millones de años era capaz de comer dinosaurios.

Los investigadores estimaron que esa especie extinta, conocida como 'Beelzebufo', podría cazar y devorar pequeños ejemplares de esos reptiles debido a que su mordedura poseería una fuerza de unos 2.200 newtons, equivalente a la de mamíferos depredadores como el tigre o el lobo.

Gracias a esta característica, ese anfibio "habría sido capaz de masticar los dinosaurios pequeños o jóvenes que vivían en su medio ambiente", según ha explicado Marc Jones, investigador de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Adelaida.

Estos especialistas realizaron su descubrimiento mientras analizaban la fuerza de mordedura de varias especies de ranas cornudas carnívoras 'Ceratophrys', que hoy en día habitan en Sudamérica y aseguran que han obtenido resultados sin precedentes.

"A diferencia de la gran mayoría de ranas, que tienen mandíbulas débiles y normalmente consumen presas pequeñas, las ranas cornudas emboscan a animales tan grandes como ellas" —desde otras ranas hasta serpientes o roedores— y "sus fuertes mandíbulas desempeñan un papel esencial a la hora de agarrar una presa", asegura Jones.

Asimismo, el colectivo investigador calculó que pequeñas ranas cornudas cuya cabeza mide alrededor de 4,5 centímetros de ancho poseen una fuerza de mordedura que ronda los 30 newtons, mientras que los anuros que habitan los subtrópicos de America del Sur y tienen una testa que mide hasta 10 centímetros de anchura alcanzarían hasta 500 newtons, como otros mamíferos carnívoros de tamaño similar.

Fuente:

RT 

4 de septiembre de 2015

Los primeros seres complejos de la Tierra se reproducían como las fresas




Recreación de una colonia de 'Fractofusus', seres complejos que vivieron en los lechos marinos hace más 500 millones de años. / C. G. Kenchington


A los primeros seres complejos que habitaron la Tierra no les interesaba el sexo. Un análisis de fósiles de hace más de 500 millones de años sugiere que los organismos pluricelulares más antiguos del registro fósil se reproducían como muchas de las actuales plantas: para las grandes distancias usaban propágulos, como las patatas o los lirios. Para las distancias cortas, proliferaban mediante estolones, como las fresas.

Hasta hace unos 635 millones de años, las bacterias y otros organismos unicelulares reinaban en el planeta. Pero, en un misterio aún por resolver, desde entonces el registro fósil recoge la presencia de una gran cantidad de seres vivos complejos. Los científicos aún discuten si eran animales o algún otro clado del árbol de la vida. No tenían huesos o alguna estructura ósea exterior, pero sí tienen claro que eran organismos multicelulares. Fue el principio de la vida compleja sobre la Tierra. Ahora, un grupo de investigadores británicos cree haber descubierto cómo se reproducían uno de aquellos extraños seres.

Los investigadores han estudiado una serie de fósiles encontrados en tres zonas sedimentarias de lo que hoy es Terranova (Canadá), pero entonces estaba cubierta por el mar. Los registros están datados en torno a 580-541 millones de años atrás, en la parte final de lo que es el periodo Ediacárico. Son los organismos complejos más antiguos descubiertos hasta la fecha. Se trata de poblaciones de dos especies de Fractofusus, pertenecientes al grupo de los rangeomorfos. Por su apariencia fosilizada, recuerdan a algunas plantas y por sus reconstrucciones asemejan a las lapas marinas, pero eran otra cosa. Muchos científicos sostienen que fueron los primeros animales, aunque otros se conforman con llamarles protoanimales y los más prudentes reconocen que no lo saben.

Estos macroorganismos eran lo que los biólogos llaman sésiles, es decir, que no se movían, se quedaban fijados en el lecho marino. Entonces, ¿cómo se reproducían y colonizaban nuevos territorios? Usando un enfoque original, apoyado en mediciones milimétricas por GPS de la posición en que las poblaciones de Fractofusus quedaron grabadas para la historia, los científicos han descubierto dos patrones que no pueden deberse a la casualidad.

Los 'Fractofusus' no eran ni animales ni plantas, pertenecían a un reino extinguido

Por un lado, los ejemplares más grandes, supuestamente los adultos, presentan una distribución aleatoria pero marcada por la orientación de las corrientes marinas. Sin embargo, a su alrededor, hay Fractofusus de tamaño medio y otros aún pequeños, que podrían ser una especie de crías. Aquí, la distribución espacial sigue un patrón propio de muchas plantas modernas. Tal y como explican en la revista Nature, los científicos creen que estos organismos usaban una estrategia doble de reproducción: algún mecanismo de propágulos (ya fueran esporas, bulbos, tubérculos...)  para las distancias mayores y, como hacen las fresas, estolones para las pequeñas.

"La reproducción por estolones o propágulos tienen patrones espaciales diferentes", dice la investigadoras del departamento de Geología de la Universidad de Cambridge y coautora del estudio, Emily Mitchell. "Hemos comprobado que la gran mayoría de los Fractofusus surgieron de estolones, estaban agrupados en radios muy pequeños y estas agrupaciones no presentaban un patrón de dirección. En cambio, los especímenes más grandes muestran un patrón muy diferente. No forman grupos, están distribuidos aleatoriamente en el lecho marino, pero sujetos a la direccionalidad de la corriente", añade.

Esta combinación, explica Mitchell, "solo puede encajar con que los Fractofusus grandes se formaron de propágulos fuera de la columna de agua mientras que los medianos y más pequeños crearon agrupaciones por una reproducción de tipo estolón". El hecho de que este doble patrón lo hayan comprobado en los tres yacimientos alejados entre sí por decenas de kilómetros, da más fuerza a sus conclusiones.



Usando un receptor propio de GPS, los investigadores pudieron establecer la distribución espacial de las colonias de 'Fractofusus'. / EG Mitchell

El uso de propágulos o estolones son dos de las estrategias más usadas en el reino vegetal, junto a la de las semillas, para la reproducción. Pero en otros reinos, los ejemplos escasean. Sin embargo, usar dos estrategias de reproducción combinadas no es tan excepcional entre los seres vivos actuales. Las esponjas y los corales, por ejemplo, combinan la reproducción asexual por medio de fragmentos o brotes con la sexual por medio de esporas.

Sin embargo, a pesar de esta aparente ventaja adaptativa, los Fractofusus, como todos los rangeomorfos y el resto de la vida del Ediacárico se extinguieron hace unos 540 millones de años. No se sabe el porqué, pero Mitchell da algunas posibles pistas: "Debido a que la gran mayoría de los Fractofusus eran clones de sus padres, el resultado de una reproducción asexual por estolones, su capacidad para adaptarse con agilidad pudo ser menor que la de los animales cámbricos".

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El País Ciencia

26 de noviembre de 2014

La (gran) historia evolutiva de los insectos

Por difícil de creer que parezca, la historia de los insectos y la forma en que se multiplicaron en variedad y formas por nuestro planeta estaba por explicar. El trabajo de Bernhard Misof y su equipo, publicado este jueves en la revista Science, es una primera reconstrucción de este largo camino gracias al análisis de los datos genéticos.

WEl trabajo ha requerido los esfuerzos de más de un centenar de  investigadores especialistas en biología molecular, paleontología, taxonomía, embriología y procesamiento de datos. Juntos, y dentro del proyecto 1KITE (para analizar el transcriptoma de cientos de insectos) han analizado 1.487 genes codificadores de proteínas de todos los grandes órdenes de insectos que existen hoy en día y los han comparado con el registro fósil. El laborioso trabajo les ha permitido concluir que estos artrópodos aparecieron sobre la faz de la Tierra hace unos 479 millones de años, en los albores del período Ordovícico, una época en la que el oxígeno aún escaseaba en la atmósfera y los mares estaban plagados de trilobites.

 

Así era la Tierra cuando aparecieron los insectos. (Imagen: Ron Blakey, NAU Geology)

La capacidad para volar, aseguran los científicos, no apareció en estas criaturas hasta hace aproximadamente 406 millones de años y la mayoría de las especies que conocemos hoy en día se originaron hace unos 345 millones de años. Los trabajos sugieren que los insectos y las plantas moldearon los ecosistemas primitivos de la Tierra juntos y que estos desarrollaron el vuelo mucho antes que otras criaturas al tiempo que las plantas iban creciendo y abriéndose paso. Un poco más tarde, afirman los autores del trabajo, la aparición de plantas capaces de florecer generó una explosión de formas entre los insectos voladores, desde las abejas a las mariposas.

Otro interesante resultado del análisis genético es que la aparición de los primeros insectos parásitos parece remontarse al momento en que progresaron las aves y los primeros mamíferos y no vivieron en las plumas de los primeros dinosaurios, como pensaban algunos autores.  Otra de las conclusiones interesantes es que la variedad de cucarachas y termitas que conocemos hoy apareció después de la extinción masiva del Pérmico, la única en la que estuvieron implicados los insectos, que han seguido evolucionando y multiplicando sus colores, formas y variedades hasta hoy. 

"Cuando imaginas un gigantesco mapa de la evolución de la vida en la Tierra, los insectos ocupan de lejos la mayor parte de la foto", asegura Michelle Trautwein, coautora del trabajo e investigadora de la Academia de ciencias de California. "las nuevas técnicas nos han permitido comparar enormes cantidades de datos genéticos y, por primera vez en la historia, podemos rellenar los huecos en nuestro conocimiento. La ciencia está más cerca que nunca de revelarnos los misterios de la evolución".

Referencia:  Phylogenomics resolves the timing and pattern of insect evolution (Science)

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3 de julio de 2014

Así fue el choque brutal que formó la Luna

  • Un estudio respalda la teoría de que nuestro satélite se originó a partir de los escombros producidos tras un impacto entre la Tierra y otro planeta

  • Se analizaron los isótopos de oxígeno de rocas traídas por las misiones 'Apolo'


Hace unos 4.500 millones de años, la Tierra colisionó contra un objeto celeste, posiblemente otro planeta de menor tamaño, al que se le ha dado el nombre de Theia. A partir de los escombros que se produjeron durante ese choque brutal se formó la Luna. Esta hipótesis, conocida como la Teoría del Gran Impacto, es la más aceptada entre los científicos para explicar el origen de nuestro satélite. Sin embargo, hasta ahora no tenían pruebas para demostrarlo. 

Los astrofísicos creen que cada planeta del Sistema Solar tiene una composición isotópica distinta. La mayoría de los modelos científicos estiman que la Luna está compuesta en un 70-90% por material procedente de Theia (que creen que tendría un tamaño parecido a Marte) y en un 10-30% por escombros terrestres. 

Si nuestro satélite se formó a partir de material procedente de dos cuerpos planetarios, tendría que tener una composición diferenciada a la de la Tierra, pero hasta ahora los análisis realizados habían mostrado que era casi idéntica. Así que el principal obstáculo para validar la hipótesis del Gran Impacto es que no habían encontrado huellas de los escombros del planeta Theia con el que supuestamente se produjo el choque. 


Meteorito lunar hallado en 1999 en el desierto de Kalahari, en...
 
Meteorito lunar hallado en 1999 en el desierto de Kalahari, en Botsuana, y analizado en este estudio.
Ahora, un equipo de científicos alemanes ha hallado por primera vez diferencias en su composición, un resultado que, según explican esta semana en la revista Science, respalda esa teoría sobre la formación de nuestro satélite.

El equipo liderado por Daniel Herwartz realizó un análisis de los isótopos de oxígeno que contienen las rocas que recogieron de la superficie lunar los astronautas de las misiones Apolo entre 1969 y 1972. «Las diferencias son pequeñas y difíciles de detectar, pero existen», ha declarado Herwartz. 

Según explican en este estudio, que será presentado la próxima semana en la Conferencia de Geoquímica Goldschmidt de California, primero analizaron muestras lunares que habían llegado a la Tierra en forma de meteoritos. Sin embargo, estas muestras estaban contaminadas por el contacto con nuestro planeta, por lo que decidieron usar muestras recogidas directamente en la Luna. En concreto emplearon rocas traídas durante las misiones Apolo 11, 12 y 16.

Lea el artículo completo en:

El Mundo Ciencia

6 de junio de 2014

Este es el esperma más antiguo del mundo


Esperma fosilizado

En la foto se ven las espirales del esperma fosilizado más antiguo hallado hasta ahora.

Tiene 17 millones de años y, además, es más grande que el cuerpo de su dueño, un pequeño crustáceo.

El esperma más antiguo del mundo fue hallado en una cueva australiana, en el yacimiento de Bitesantennary en Riversleigh, Queensland.
Allí encontraron los científicos ostrácodos fosilizados, unos diminutos crustáceos de agua dulce.

Estos animales apenas miden unos pocos milímetros y tienen un cuerpo blando protegido bajo sus caparazones.

Pero sus órganos reproductores ocupan un tercio del cuerpo cuando son adultos y la longitud de sus esperma –enroscado y comprimido dentro de estos órganos– puede igualar e incluso superar el tamaño del animal.

El artículo completo en:

BBC Ciencia

20 de abril de 2014

Confirmado: El Sol se ‘apagó’ durante la ‘Pequeña Edad de Hielo’

Como reflejan cuadros, crónicas y hechos históricos, Europa vivió entre los siglos XIV y XVIII una concatenación de crudísimos inviernos que arruinó cosechas y extendió el hambre entre sus habitantes. De hecho, a esta época se la conoce como “Pequeña Edad de Hielo”.

Una investigación publicada por la revista Nature Geoscience refuerza la hipótesis de que el máximo responsable fue el Sol, que experimentó una acusada caída en su actividad durante aquella época.

Dirigidos por Paola Moffa-Sánchez, científicos de la Universidad de Cardiff (Gran Bretaña) y Berna (Suiza) han llegado a esta conclusión tras analizar microorganismos fosilizados en el fondo marino al sur de Islandia.

“Analizando la composición química de estos vestigios, que vivieron en la superficie del océano, podemos reconstruir la temperatura y la salinidad del agua en los últimos 1.000 años”, ha declarado Moffa-Sánchez.

De ese modo han podido cotejar los cambios ambientales del Atlántico Norte con el registro de manchas solares, que son un indicador del humor de nuestra estrella: a menos “pecas” en su superficie, menos actividad.

Tras introducir todos los datos en modelos climáticos computerizados, el escenario resultante es que el enfriamiento del Sol generó una zona de altas presiones junto a las islas británicas, barrera que cortó el paso a los suaves vientos del oeste. Y sin el contrapeso de estas corrientes calefactoras, el aire gélido del Ártico campó a sus anchas durante los inviernos de la Pequeña Edad de Hielo, algo parecido a lo ocurrido en 2010 y 2013.

Fuente:

Muy Interesante

30 de septiembre de 2013

Perú: el desierto que guarda el origen de las ballenas




Paleontólogos en Perú descubrieron una joya: fósiles de ballenas antiguas nunca antes vistas por esta zona de la Tierra.

Los descubrimientos podrían proporcionar una pista sobre la relación entre los mamíferos marinos y sus antepasados terrestres.

La colección fue descubierta en el desierto de Ocucaje.

Los científicos creen que los restos podrían datar de más de 40 millones de años.

Conozca los detalles del descubrimiento en este video de BBC Mundo.

16 de septiembre de 2013

Científicos descartan teoría planteada en el filme Parque Jurásico

Parque Jurásico

Se concluyó que no es posible obtener dinosaurios a partir de ADN de insectos fosilizados en ámbar.

Científicos han descartado la idea de que los dinosaurios podrían ser resucitados mediante la extracción de ADN de insectos fosilizados en ámbar, una teoría popularizada por la película de 1993 Parque Jurásico (Jurassic Park). 

Investigadores de la Universidad de Manchester, en Reino Unido, utilizaron técnicas biológicas avanzadas para buscar rastros de ADN de hasta 10.000 años de antigüedad en la resina de ámbar, pero no pudieron detectar ninguna.

Los expertos llegaron a la conclusión de que el ADN no puede sobrevivir en esa sustancia.

Esto sugiere que las posibilidades de hallar ADN en muestras más antiguas, de millones de años, son aún más remotas. Uno de los investigadores, el experto en ámbar David Penney, dijo que el escenario de Parque Jurásico debe permanecer en el terreno de la ficción.

Tomado de:

BBC Ciencia

28 de agosto de 2013

La vuelta a la vida después de una extinción masiva

Reconstrucción de 'Dicynodon lacerticeps', que vivió durante el Pérmico.| Marlene Donnelly.
Reconstrucción de 'Dicynodon lacerticeps', que vivió durante el Pérmico.| Marlene Donnelly.
  • Un estudio concluye que las especies que sobreviven a una extinción masiva muestran una gran variedad de respuestas y evolucionan de manera distinta
  • Se analizó cómo se adaptaron los anomodontos, un linaje de reptiles de gran tamaño que sobrevivieron a la mayor extinción masiva de la Historia
Hace 252 millones de años, al final del periodo Pérmico, se produjo la mayor extinción que ha sufrido la Tierra. Aunque se desconocen las causas concretas que la causaron, los científicos creen que desaparecieron el 90% de las especies marinas y el 70% de las terrestres.

¿Qué ocurrió con los animales que sobrevivieron a aquella extinción masiva? ¿Cómo evolucionaron y se adaptaron a las nuevas condiciones ambientales tras esta hecatombe biológica? Una investigación publicada esta semana en 'Proceedings of the Royal Society B' intenta responder a estos interrogantes examinando los fósiles disponibles de los anomodontos.

Se trata de un linaje de los terápsidos (reptiles de los que se cree que descienden los mamíferos), de gran tamaño y herbívoros en su mayoría, que lograron sobrevivir a la extinción masiva del Pérmico. No obstante, y pese a que llegaron a ser muy abundantes en amplias zonas del planeta, también terminaron por desaparecer, a finales del Triásico, millones de años después de aquel evento catastrófico.

Los fósiles de anomodontos, dicen los paleontólogos, son ideales para realizar investigaciones sobre la evolución de especies, pues son abundantes, muy diversos y han sido bien estudiados. "El mejor registro de fósiles de anomodontos procede de los depósitos de Karoo, en Sudáfrica, donde se han encontrado unas 1.500 especímenes de anomodontos (desde huesos aislados a esqueletos completos). También fueron abundantes en algunas zonas de Brasil, Tanzania y Zambia, aunque se han encontrado fósiles de estas criaturas en todos los continentes", explica a ELMUNDO.es Kenneth Angielczyk, investigador del Museo de Historia Natural Field de Chicago.

Oportunidades tras una extinción

Hasta ahora, los trabajos realizados sobre este tema sugerían que las extinciones masivas ofrecían nuevas oportunidades y ventajas a los seres vivos que lograban sobrevivir. Y es que la pérdida de muchas especies en sus comunidades les permitía desarrollar nuevos estilos de vida y evolucionar anatómicamente para ocupar los 'papeles' que habían quedado vacantes con su desaparición.

Sin embargo, según sostiene este nuevo trabajo, no todos los supervivientes responden de la misma forma y algunos no fueron capaces de sacar provecho de las oportunidades que se les presentaban tras la extinción masiva. Marcello Ruta, investigador de la Universidad de Lincoln, y su equipo afirman que en la anatomía de los anomodontos no se produjeron muchos cambios mientras el número de especies volvía a aumentar durante el periodo de recuperación.

Poco antes del fin del Pérmico, había una gran cantidad de especies de anomodontos que presentaban una gran variedad de tamaños y adaptaciones ecológicas: había herbívoros terrestres, especies anfibias, animales que vivían en madrigueras o incluso en los árboles, según este estudio. "El grupo más exitoso de anomodontos [los dicinodontos] tenían colmillos parecidos a los caninos en su mandíbula superior y un pico como el de las tortugas, y fueron los herbívoros terrestres más importantes de su época", señala Angielczyk.

Evolución de varias especies de anomodontos halladas en Rusia, Zambia y Sudáfrica. | Museo de Historia Natural Field.

Evolución de varias especies de anomodontos halladas en Rusia, Zambia y Sudáfrica. | Museo de Historia Natural Field.

Cada especie evoluciona de forma distinta

Para este estudio, detalla Angielczyk, han utilizado una base de datos que incluye a 87 especies de anomodontos: "Una reciente recopilación incluía 128 especies, aunque esa cifra ha cambiado un poco tras varias revisiones taxonómicas", explica.

Los registros fósiles disponibles han permitido a los paleontólogos determinar cómo evolucionó el número de especies de anomodontos: aumentó durante el Pérmico, disminuyó de forma drástica durante la extinción masiva que se produjo al final de ese periodo, volvió a aumentar durante el Triásico Medio (hace unos 240 millones de años) hasta que terminaron por extinguirse, al final del Triásico.

Pese a ello, sostiene este estudio, la variedad de rasgos anatómicos que han encontrado en los ejemplares desenterrados, (su diversidad anatómica o disparidad morfológica) fue disminuyendo de manera constante. Incluso en el periodo inmediatamente posterior a la extinción masiva, cuando debía haber grandes extensiones de espacio ecológico vacías, no surgió en los anomodontos ninguna nueva característica anatómica fundamental: "Esto sugiere que el cuello de botella evolutivo que sufrieron durante la extinción limitó su evolución durante el periodo de recuperación", señala Marcello Ruta en una nota de prensa.

Según recuerda el científico, se suele considerar que los grupos de organismos que sobreviven a una extinción masiva pasan por un periodo evolutivo 'de cuello de botella', es decir, su población se vuelve más homogénea y hay poca diversidad. El proceso, compara, sería análogo al "cuello de botella" genético que puede ocurrir en una población en la que muchos de sus miembros han muerto. En ocasiones, señala, propicia un nuevo proceso evolutivo del grupo, pero en otras lo contiene.

¿Qué causó la extincón masiva del Permico

Kenneth Angielczyk apunta, no obstante, que todavía hay controversia sobre el periodo en que desaparecieron estos animales de la Tierra: "Los fósiles más jóvenes que pertenecen sin duda a anomodontos tienen unos 208 millones de años y se encontraron en Polonia. Además, se han hallado restos del Cretácico temprano (hace unos 110 millones de años) en Australia. Se trata de especímenes que muestran similitudes con los anomodontos, y así han sido registrados en la literatura, pero su análisis no se ha completado. Sería extremadamente interesante si los anomodontos hubieran sobrevivido durante el Cretácico, aunque hace falta más material para dar esto por cierto", explica.

Por lo que respecta a la causa que propició la extinción masiva del Pérmico, el investigador afirma que es útil diferenciar entre la causa última y las causas próximas. "Las causas últimas serían el fenómeno o los fenómenos que provocaron la crisis globalmente, y podrían ser las erupciones volcánicas masivas que ocurrieron en Siberia en aquella época o el impacto de un asteroide. Qué fenómeno lo provocó sigue siendo objeto de debate, aunque parece que la erupciones volcánicas de Siberia probablemente fueron las que causaron la extinción en parte", afirma. A este fenómeno se unirían otras causas próximas, como el rápido calentamiento global que tuvo lugar durante el Pérmico, cambios en la química de los océanos y en los patrones de circulación, y posiblemente cambios en los niveles de oxígeno de la atmósfera.

¿Se puede hacer algún pararelismo entre lo que ocurrió hace 250 millones de años y la progresiva extinción de especies que se está produciendo en nuestros días, muchas de ellas antes de ser descritas por el hombre? "Los resultados [de este estudio] ponen de relieve que las recuperaciones tras una extinción masiva pueden ser impredecibles, un hallazgo que tiene importantes implicaciones para la extinción de especies causada por la actividad humana hoy en día. No podemos asumir que la vida volverá a renacer cómo era antes de que se interrumpiera", advierte Michael Benton, coautor del estudio.

Fuente:

El Mundo Ciencia

1 de junio de 2013

Los secretos de los gigantes de la Edad del Hielo

Dientes de sables

Hace 80.000 años, la Tierra comenzó a enfriarse en lo que supuso el inicio de la última Edad del Hielo.

Los científicos están descubriendo los secretos de las bestias gigantes de la Edad del Hielo rebuscando en la tierra que se recolectó en las excavaciones de la construcción de un estacionamiento en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
En 2006, después de que unos obreros encontraron el esqueleto casi completo de un mamut lanudo, se construyeron cajas de madera en torno a los depósitos de tierra.

Así se salvaguardaron los restos para entregárselos a los científicos del cercano Museo Page.

Laura Tewksbury

Laura Tewksbury lleva un año trabajando en las excavaciones.

Los 23 cráteres, cada uno con su propio paleontólogo residente, y 327 cubos de material fósil están brindando descubrimientos cruciales. Se espera que el trabajo tardará años en completarse.

Más de tres millones de fósiles prehistóricos de 600 especies han sido encontrados en las canteras de brea de California, cuya tierra milenaria preserva restos de las criaturas.

En el apogeo de la Edad del Hielo, la mitad de Norteamérica estaba cubierta por una enorme capa de hielo, pero las tierras del sur se hicieron más ricas que nunca antes. Conozca a las bestias gigantes que la habitaban:

Felino de dientes de sable

Pese a la notoriedad de los colmillos de 18 centímetros del felino de dientes de sable, puede ser que en realidad fueran sus musculosas extremidades inferiores y sus grandes garras las que lo hacían más mortífero.

Los largos y finos dientes del infame depredador eran sorprendentemente vulnerables y podían quebrarse al quedarse atrapados en los tendones o huesos de sus víctimas.

Eso le forzó a desarrollar una técnica de caza única.

Dientes de Sable

Los dientes de este felino eran más vulnerables de lo que aparentaban.

Los grandes felinos modernos de África, como los leones, suelen matar a sus víctimas mediante el sofoco, asfixiándolos o rompiéndoles la tráquea. Sus dientes apenas rompen la piel.

Pero su predecesor de la Edad de Hielo mataba clavando sus dientes y mordiendo después de haber inmovilizado a sus víctimas con sus poderosas garras y extremidades.

Blaire Van Valkenburgh, de la Universidad de California, descubrió que el felino de dientes de sable tenía un enorme hueso temporal que unía a la mandíbula con el cráneo y le permitía abrir su boca el doble que el león y morder con mucha fuerza la garganta de su víctima.

"Después se echaban para atrás y podían sacar grandes cantidades de carne", explica la científica.

"Probablemente el animal se desangraba en cuestión de minutos", añade.

El felino de dientes de sable prosperó en América del Norte en la Edad del Hielo. Se han encontrado variós especímenes en lo que hoy es Los Ángeles.

Perezoso de Shasta

Perezoso de Shasta

El perezoso de Shasta habitaba el Gran Cañón en la Edad del Hielo.

Los científicos han utilizado el estiércol perfectamente conservado del perezoso gigante de Shasta para rastrear sus movimientos por la tierra desértica del Gran Cañón.

En las cavernas que le servían de guarida a estos animales en lo alto del cañón, todavía se pueden encontrar enormes montones de residuos, gracias a que el clima en esos lugares es demasiado seco para que se descompongan.

El estiércol revela cómo estos animales de más de 220 kilos de peso sobrevivieron en arduas condiciones, masticando plantas duras que otras criaturas no habrían podido digerir.

Sus primos modernos, los perezosos de árbol de América del Sur vive de manera similar. Comen hojas duras y tóxicas que les toma semanas digerir y le proporciona poca energía, lo que le conduce al estilo de vida lento por el que es conocido.

Además de ser tan grande como un oso grizzly (una especie de oso pardo que vive actualmente en Norteamérica), el perezoso terrestre tenía largas garras para ahuyentar a los depredadores que eran tan formidables como las del felino de dientes de sable.

Los científicos analizaron las capas de estiércol para explicar la desaparición del perezoso terrestre.

Los últimos rastros de sus excrementos provienen del apogeo de la última Edad de Hielo, hace 16.000 años. En ese entonces, las condiciones se tornaron demasiado frías y demasiado secas para que sus plantas favoritas pudieran crecer y su metabolismo lento hizo que le quedara muy difícil mantener el calor.

Gliptodonte

Gliptodóntido

El gliptodonte podía nadar y comía plantas acuáticas. 

Del tamaño de un auto pequeño y equipado con un caparazón óseo enorme, una cola acorazada y un tronco, el gliptodonte es para la profesora Alice Roberts "de lejos, el mamífero más extraño" que ha visto en su vida.

Pero además de ser un espectáculo para los investigadores, proporciona datos sobre la vida en aquellas partes del mundo que no eran secas y frías durante la Edad de Hielo.

Grandes áreas de Arizona, donde el gliptodonte vagaba, estaban cubiertas de pantanos y ríos.

En los últimos 2,5 millones de años, ha habido cerca de 20 períodos glaciales y la proliferación del gliptodonte reflejaba el impacto del avance de la capa de hielo en el resto del mundo.

Los pantanos se expandían cada vez que la capa de hielo crecía, lo que llevaba a un aumento en el número de gliptodontes, los que morían conforme el hielo se empezaba a retirar.

Los científicos creen que una placa de hielo de más de tres kilómetros de alto en América del Norte actuaba como una cadena montañosa que empujaba vientos húmedos a través del desierto creando un pantano fértil.

Mamut de Columbia

mamut de columbia

Los mamuts dejaron sus huellas en la actual San Francisco. 

El mamut de Columbia o mamut colombino era el mayor de todos los gigantes de la Edad de Hielo.

Con una altura de 4,27 metros, se habría erguido como una torre sobre el elefante moderno, y se alzaba más de un metro más alto que el mamut lanudo.

Consumía hasta dos toneladas de hierba a la semana, por lo que cuando el hielo reemplazaba al agua de mar, el mamut colombino vagaba en busca de la vegetación.

El nivel del mar global en la Edad del Hielo era unos 120 metros más bajo que el actual.

Grandes rocas costeras al norte de San Francisco le han proporcionado a los científicos pistas vitales acerca de los movimientos del mamut.

Las rocas se desgastaron hasta tener un acabado liso, pulido y con parches que alcanzan varios metros de altura.

Los científicos creen que los mamuts utilizaban las piedras para exfoliar la piel y deshacerse de los parásitos, por lo que dejaron un rastro de su viaje por el mundo en la Edad de Hielo.
Tomado de:
BBC Ciencia

16 de febrero de 2013

Extinción de especies: ¿Señal del fin del mundo?


dodo

La extinción de especies suele verse como algo negativo que va en detrimento de la riqueza y biodiversidad de nuestro planeta.

En un intento por mostrar el lado menos evidente de este fenómeno, el Museo de Historia Natural de Londres, en Reino Unido, inauguró el viernes pasado una exposición titulada "Extinción: ¿no es el fin del mundo?".

"Todos piensan en los dinosaurios y en los dodos al hablar de extinción. Tendemos a ignorar que se trata de una parte natural de la vida en la Tierra", le explica a BBC Mundo Alex Fairhead, comisario de la exposición.

"Muchas veces, cuando un ser muere, puede generar vida. El ejemplo más claro es la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Si no hubiese ocurrido, probablemente no contaríamos con la biodiversidad que existe en la actualidad".

Los científicos calculan que en nuestro planeta viven entre dos y diez millones de especies, pero sólo conocemos con certeza a alrededor de 1,9 millones.

Por cada millón de especies en la Tierra se estima que hay una que desaparece cada año debido a lo que se conoce como extinción de fondo, que ocurre cuando las especies no se logran adaptar a los cambios que se dan en su hábitat.

Según la exposición, más del 90% de las especies extintas desaparecieron por estas causas. El resto, tuvieron un final más alífero: murieron en los períodos de extinción masiva.

"Lo interesante es saber que, por encima de todos estos cambios, existen especies que han logrado sobrevivir a la extinción, muchas de ellas sin presentar grandes cambios evolucionarios", cuenta Alex Fairhead.
Los supervivientes 
Cangrejo herradura

El cangrejo herradura ha logrado sobrevivir a la extinción durante alrededor de 450 millones de años, conservando su forma.

La exposición recopiló algunos ejemplos de especies que han logrado sobrevivir contra viento y marea, con la intención de generar interrogantes a tener en cuenta en el futuro.

¿Qué podemos aprender de los "afortunados"? ¿De qué manera sobreviven?

Y, teniendo en cuenta a los ganadores y perdedores en el pasado, ¿se puede deducir cuales serán los del futuro?. Son preguntas que el Museo de Historia Natural de Londres pretende generar en sus asistentes.

El cangrejo herradura, un quelicerado de la clase Merostomata, es uno de los supervivientes. 

La exposición compara a un ejemplar actual con fósiles ancianos de la especie, que datan de hace aproximadamente 450 millones de años. Su semejanza es sorprendente.

"Creemos que su sangre a base de cobre, capaz de sanar con rapidez sus heridas, ha sido fundamental para su supervivencia. Es interesante observar cómo no ha necesitado evolucionar para seguir viviendo", dice Alex Fairhead.

Otro ejemplo es la tortuga laúd. Perteneciente a la familia Dermochelyidae, lleva en la Tierra más de 110 millones de años, sin haber sufrido mayores cambios. 

La fortaleza de su caparazón y su capacidad para pasar hasta 12 meses sin comer, son algunas de las explicaciones que, según sugiere la exposición, sirvieron para su supervivencia.

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia

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22 de enero de 2013

Ingredientes para la vida (bacteriana) en rocas de un cráter marciano

El cráter McLaughlin en una perspectiva en tres dimensiones. | HRSC/MarsExpress/Freie Universität Berlin

El cráter McLaughlin en una perspectiva en tres dimensiones. | HRSC/MarsExpress/Freie Universität Berlin
El subsuelo de Marte aún conserva páginas de su historia que en la Tierra se han perdido debido a los movimientos de las placas tectónicas. Así describe un equipo de investigadores del Museo de Historia Natural de Londres (NHM) la importancia de unas rocas que se encontraban a varios kilómetros por debajo de la superficie del Planeta Rojo. Y es que su análisis constituye un nuevo indicio que respalda la teoría de que Marte pudo haber albergado en el pasado algún tipo de vida microbiana. Si alguna vez hubo vida bacteriana, sostienen, probablemente fue bajo tierra.

Según explican en un estudio publicado en 'Nature Geoscience', los resultados del análisis de la composición de estos restos minerales constituyen la prueba más sólida hallada hasta ahora de que Marte pudo haber tenido alguna forma de vida. No obstante, señalan que las pruebas geológicas muestran también que el entorno marciano parece haber sido sido inhóspito para la vida durante los últimos miles de millones de años.

Los meteoritos que han impactado contra la superficie de Marte han actuado como sondas naturales, pues gracias a ellos hemos podido obtener rocas que se encontraban a varios kilómetros de profundidad, hasta 5 kilómetros, según señalan los autores. Las sondas de exploración y las misiones de los vehículos robóticos, como 'Curiosity', enviados a Marte han aportado nuevas pistas sobre la composición del planeta. En concreto en este estudio se ha analizado la información recabada por la sonda de la NASA 'Mars Reconnaissance Orbiter' (MRO) en el cráter McLaughlin, que tiene un diámetro de unos 92 kilómetros y una profundidad de 2,2 kilómetros.

La sonda MRO fue lanzada en 2005 y está equipada con seis instrumentos que están ofreciendo datos en alta resolución sobre el Planeta Rojo.

Estudiar Marte para conocer la Tierra

El análisis de las muestras minerales ha revelado que contienen arcillas y minerales carbonados que se debieron formar en un antiguo lago marciano. Los científicos creen que probablemente este lago se alimentaba de agua subterránea.

Averiguar cómo fue el pasado de Marte, cómo se originó y evolucionó ofrece información muy valiosa sobre cómo se formó la Tierra y cómo se originó la vida. Los científicos especulan con que hasta el 50% de las formas de vida que hay en nuestro planeta son bacterias que se encuentran bajo la superficie, en rocas depositadas a varios kilómetros de profundidad. Las formas más antiguas de vida encontradas son microbios muy simples que podrían haberse originado bajo tierra. Y este equipo de investigadores propone que es posible que lo mismo ocurriera en Marte.

"No sabemos cómo se formó la vida en la Tierra, pero es concebible que fuera bajo tierra, y que estuviera protegida de las duras condiciones que habría en la superficie terrestre durante las primeras etapas. Sin embargo, debido a las placas tectónicas, apenas se conservan los primeros registros geológicos de nuestro planeta, por lo que es posible que nunca podremos conocer los procesos que condujeron al origen de la vida y a su temprana evolución", afirma Joseph Michalski, geólogo del Museo de Historia Natural de Londres y autor principal de este estudio, en un comunicado de prensa.

Por ello, el investigador considera que para los científicos, estudiar estas rocas marcianas que conservan pistas sobre su pasado geológico en mejor estado de conservación que las de la Tierra equivale a encontrar las páginas arrancadas del libro de la historia geológica de nuestro planeta.

Para John Parnell, coautor de este artículo y geoquímico en la Universidad de Aberdeen (Escocia), esta investigación demuestra cómo los estudios sobre Marte y sobre la Tierra están estrechamente relacionados: "Es lo que hemos observado en los microbios que viven bajo los continentes y en los océanos terrestres. Nos permiten especular sobre la posibilidad de que en Marte hubo hábitats que albergaron vida en el pasado, que a su vez nos muestran cómo las primeras formas de vida pudieron sobrevivir en la Tierra", explica.

Durante las futuras misiones de exploración para buscar indicios de vida, los investigadores tendrán que decidir si se centran en el estudio de las rocas que se encuentran en la superficie o buscan restos bajo tierra. "Personalmente no creo que debemos intentar taladrar bajo la superficie para buscar pruebas de vida en el pasado. En lugar de hacer esto, podemos estudiar las rocas que de forma natural han salido a la superficie por el impacto de un meteorito y buscar en los depósitos profundos en los que los fluidos se filtraron a la superficie", opina Joseph Michalski.

Para este investigador, con independencia de que los registros geológicos marcianos contengan agua o no, los análisis de estos tipos de rocas "nos enseñan muchísimo sobre los primeros procesos químicos que tuvieron lugar en el Sistema Solar".


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El Mundo Ciencia

11 de diciembre de 2012

El gen que transforma una aleta de pez en una pata

Reconstrucción de un Acanthostega, un tetrápodo primitivo. | G. Bechly
Reconstrucción de un Acanthostega, un tetrápodo primitivo. | G. Bechly

La transición de los vertebrados acuáticos hacia las primeras colonizaciones de la tierra firme es una de las imágenes que mejor ilustra en el imaginario popular la historia de la evolución de los seres vivos. Pero esa instantánea en la que un organismo a medio camino entre un pez con aletas firmes transformadas en patas primitivas y un anfibio con miembros terrestres aún por desarrollar que sale del agua y se adentra hacia el continente duró alrededor de 10 millones de años durante el Devónico, hace más de 360 millones de años.

Embrión de pez cebra modificado.

Embrión de pez cebra modificado.

La hipótesis de que un conjunto de cambios genéticos condujo al árbol de la vida hacia la colonización de la tierra firme desde el medio acuático era algo más o menos aceptado en la comunidad científica, pero que aún no había sido demostrado. Un trabajo liderado por investigadores españoles ha demostrado por primera vez que las aletas de los peces cebra ('Danio rerio'), uno de los organismos de laboratorio más utilizados por la ciencia, pueden transformarse en estructuras parecidas a las patas de los tetrápodos si se incrementa la actividad de un gen denominado hoxd13.

Los resultados de la investigación, que aparecen publicados en el último número de la revista científica 'Developmental Cell', demuestran funcionalmente esta teoría clave para entender el paso de los animales acuáticos a los terrestres. Según los autores del experimento, en esta transición fue crítica la aparición de estructuras óseas distales que formaron lentamente los dedos y la muñeca en los apéndices precursores de las patas de los tetrápodos.

La clave del paso evolutivo hacia tierra firme

La investigación ha sido llevada a cabo por los investigadores José Luis Gómez-Skarmeta, Fernando Casares y Renata Freitas, en el Centro Andaluz de Biología del Desarrollo, un centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Pablo de Olavide.

"Nuestros experimentos demuestran por primera vez que, si aumentamos los niveles del gen hoxd13 en aletas de peces cebra, se incrementa la aparición de tejido óseo de carácter distal similar al que genera los dedos en animales con patas como nosotros”, explica Gómez‐Skarmeta. Sin embargo, los científicos no han podido saber hasta qué punto afecta la mutación a la formación de estas 'protopatas'. Sólo han podido llevar el desarrollo de los organismos modificados hasta el cuarto día de vida debido a que llegado ese punto las larvas necesitan alimentarse por sí solas y para ello necesitan nadar, algo que no pueden hacer con estos miembros modificados artificialmente.

"Hemos acelerado un proceso de 10 millones de años hasta hacerlo en 24 horas", asegura Fernando Casares. "Pero este cambio evolutivo ocurrió muy lentamente y acompañado de otros muchos cambios fisiológicos que hicieron que estos cambios no fuesen deletéreos, como sí lo son en los peces cebra de laboratorio", explica.

Los genes Hox, que forman parte de una familia encargada de distinguir las partes del cuerpo durante el periodo embrionario y son esenciales para la formación de los dedos y la muñeca, cuentan con unos niveles de expresión mucho mayores en la zona distal del rudimento embrionario de las patas que en la región de la aleta equivalente.

En los últimos años, varios estudios han comprobado que las grandes cantidades de expresión de los Hox en las patas dependen de elementos de ADN reguladores que actúan conjuntamente potenciando su expresión. "Es muy interesante que algunos de estos elementos reguladores no se encuentren en el genoma de los peces, lo que sugiere que ha sido la aparición de nuevos elementos reguladores lo que ha facilitado alcanzar los niveles de expresión de genes Hox requeridos para la formación de los dedos y la muñeca", indica Gómez‐Skarmeta.

De forma resumida, el trabajo liderado por los científicos españoles buscaba comprobar si el pez cebra tabién es capaz de activar esta función de la misma forma que lo hacen los tetrápodos. Según su hipótesis, de ser así, el ancestro común de ambos linajes también era capaz de activar este programa 'diseñado' para la formación del cartílago que da lugar a las muñecas y tobillos. "Estos datos indican que el ancestro común de los peces y los tetrápodos tenía un genoma preparado para adquirir progresivamente nuevos elementos reguladores que fueron aumentando los niveles de los genes Hox que permitieron el desarrollo de las manos y los pies", dice Casares.

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El Mundo Ciencia

10 de diciembre de 2012

Un video sensacional: La historia del planeta Tierra en 90 segundos

Aunque estemos hace muy pocos años en la Tierra, podemos decir que su historia es nuestra historia.

Los 13.700 millones de años de evolución de nuestro planeta y la especie humana bien podrían llenar miles de tomos de enciclopedia pero quizás lo más sorprendente es lograr resumirla en menos de dos minutos.

Este es el trabajo realizado por el músico John Boswell , creador de Simphony of Science, un proyecto musical que busca acercar el conocimiento científico y la filosofía al público, a través de una experiencia musical novedosa. Este proyecto fue la base para la edición de “Our Story in 1 minute”, el video que acompaña a una de sus canciones y nos lleva desde el Big Bang hasta la actualidad en apenas 90 segundos.




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ArroBlanco

8 de diciembre de 2012

Identifican restos de un dinosaurio que puede ser el más antiguo


Nyasasaurus parringtoni

Nuevas investigaciones sugieren que unos huesos fosilizados que se guardan en el Museo de Historia Natural de Londres desde los años 30 pueden ser los restos del dinosaurio más antiguo conocido por la ciencia.

Tras nuevas investigaciones y pruebas, científicos de Estados Unidos y Reino Unido dicen que la criatura vivió hasta unos 15 millones de años antes que sus más cercanos rivales para el título de antigüedad.

Esto retrasa la fecha en la que los dinosaurios comenzaron a deambular por la tierra hasta hace unos 243 millones de años atrás.

Los investigadores creen que la criatura tenía alrededor de 80 centímetros de altura, una cola larga y gruesa, caminaba erguida y pesaba entre 20 y 60 kilos.

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BBC Ciencia

Lluvia fosilizada revela la atmósfera del pasado


Lluvia Foto SPL

La presión atmosférica en el pasado pudo deducirse a partir de las marcas dejadas por la lluvia.

Huellas dejadas por gotas de lluvia preservadas en rocas de 2.700 millones de años de antiguedad están permitiendo descifrar la composición temprana de la atmósfera.

Midiendo los hundimientos o marcas dejadas en las rocas por la lluvia, los científicos lograron calcular la velocidad de las gotas en el momento de impacto.

Y esa velocidad ha permitido a su vez determinar la densidad del aire.

Esta nueva técnica de "paleobarometría", presentada en el actual encuentro de la Unión Geofísica de Estados Unidos, AGU por sus siglas en inglés, en San Francisco, contribuirá a la precisión de los modelos que buscan simular las condiciones en el pasado.

Hace 2.700 millones de años, la Tierra era muy differente del planeta que habitamos actualmente.

El planeta rotaba mucho más rápido, la Luna estaba más cercana y el Sol era mucho más débil. Y no había ni plantas ni animales porque el aire no era "respirable".

"Había probablemente bastante nitrógeno en la atmósfera, como ahora, pero no había oxígeno", explicó Sanjoy Som del Centro Ames de Investigación de la NASA.

"En lugar de oxígeno había probablemente gases de invernadero como dióxido de carbono y metano".

"Mi trabajo en paleobarometría no permite determinar exactamente de qué gases se trataba, pero ayudará a quienes trabajan con modelos de composición atmosférica al darles ciertos parámetros", dijo Som a la BBC.

La clave de las gotas

Las gotas de lluvia fosilizadas fueron descubiertas en Ventersdorp, en Sudafrica en la década del 80.

Marcas en roca volcánica

Las gotas cayeron sobre ceniza volcánica cuando las condiciones en la Tierra eran muy diferentes.

Consisten en huellas en la superficie de roca que inició su vida como ceniza volcánica. La lluvia que caía sobre la ceniza dejó pequeños hundimientos, que luego fueron cubiertos por nuevos depósitos de ceniza y litificados, es decir, convertidos en piedra. Hoy en día podemos ver las marcas sólo porque la capa superior de la roca se ha erosionado.

Som y sus colegas creen que estos hundimientos contienen claves sobre la presión atmosférica en el pasado.

El diámetro de las marcas depende de la velocidad máxima de las gotas cuando impactaron el suelo. Este número –velocidad terminal- depende de la densidad del aire y en la atmósfera actual es de 9m/s.

"Si el aire fue más denso en el pasado, la gotas cayeron más lentamente y los hundimientos en la ceniza habrían sido más pequeños. Por el contrario, si el aire era menos denso las gotas habrían caído más rápido y dejado marcas más grandes", explicó el Dr. Som, quien trabaja también con el Instituto de Ciencias Espaciales Blue Marble, en Seattle.

El factor que podría alterar ese razonamiento es que las gotas de lluvia hubieran sido mucho más grandes en el pasado. Pero afortunadamente el tamaño máximo que puede alcanzar una gota es controlado por fuerzas aerodinámicas independientes de la densidad del aire.

Las gotas más "gordas" hace 2.700 millones de años habrían sido iguales a las de ahora, con un tamaño de cerca de 7 mm.

Densidad atmosférica

Som y sus colegas condujeron experimentos en los que, usando una pipeta, dejaron gotear volúmenes controlados de agua en una bandeja de ceniza volcánica desde una altura aproximada de 25 metros.

El experimento permitió a los científicos relacionar el momentum de las gotas con el tamaño de las marcas que dejaban y realizar cálculos para diferentes tamaños de gotas en distintas densidades de aire.

Los científicos concluyeron que las marcas más grandes en la roca en Ventersdorp fueron dejadas por las gotas de mayor tamaño. La densidad del aire en tiempos del Eón Arcaico (división geológica que comienza hace 3.800 millones de años y finaliza hace 2.500 millones de años) no habría sido superior al doble de la actual, "pero sabemos que las gotas de máximo tamaño no eran frecuentes".

"Si las gotas menores formaron las marcas más grandes en Ventersdorp, entonces la densidad atmosférica era probablemente similar a la nuestra, sino menor", explicó Som.

El estudio sugiere que la atmósfera temprana debe haber tenido una alta concentración de gases de invernadero.

Si la presión atmosférica era la misma o menor que la actual, no hay otra forma de explicar por qué la Tierra no estaba cubierta de nieve a pesar de un Sol más débil.

Sin mayor densidad en la atmósfera para atrapar calor, las propiedades de los gases mismos deben haber provisto una cobertura para el planeta.

Fuente:

BBC Ciencia
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