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6 de enero de 2020

El ser humano comenzó a usar ropa hace 170.000 años


Estudiando el ADN de los piojos, un científico descubrió que el hombre empezó a usar ropa hace 170 mil años y subsistió cerca de 800 mil años sin vello corporal y sin ropa.


Un nuevo estudio en el que se ha rastreado la evolución de los piojos demuestra que los humanos modernos comenzaron a usar ropa hace unos 170.000 años. Esta nueva tecnología les permitió tiempo después marcharse de África y emigrar con éxito a otras partes del mundo.

El investigador principal, David Reed, del Museo de Historia Natural de Florida, en el campus de la Universidad de Florida, estudia los piojos de los humanos modernos para conocer mejor la evolución humana y los patrones de migración. En su último estudio, que ha durado cinco años, utilizó la secuenciación de ADN para calcular cuándo los piojos de la ropa comenzaron a divergir genéticamente de los piojos del cabello humano.

Los datos con los que ha trabajado Reed muestran que los humanos modernos comenzaron a usar ropa unos 70.000 años antes de emigrar hacia zonas de climas más fríos, en latitudes más altas, un proceso éste último que se inició hace unos 100.000 años. Determinar con este grado de exactitud cuándo comenzó el Ser Humano a llevar ropa sería prácticamente imposible disponiendo sólo de datos arqueológicos, porque la ropa de tanto tiempo atrás difícilmente puede conservarse hasta nuestros días en los yacimientos arqueológicos.

El estudio también muestra que el Ser Humano comenzó a usar ropa mucho después de perder el pelaje de su cuerpo, lo cual, según investigaciones previas, sucedió hace alrededor de un millón de años. Esto significa que el Ser Humano pasó una cantidad considerable de tiempo sin pelaje corporal ni ropa.

El motivo de estudiar a los piojos en el marco de la arqueología y la paleontología es que, a diferencia de la mayoría de los otros parásitos, su notable especialización en las especies que parasitan los hace mantener una estrecha relación de coevolución con éstas, hasta el punto de que estudiarlos permite a los científicos obtener datos importantes sobre los cambios evolutivos en el animal parasitado basándose en los cambios detectados en el parásito.

En un estudio de los piojos de la ropa dirigido en 2003 por Mark Stoneking, un genetista del Instituto Max Planck de Leipzig, Alemania, se llegó a la conclusión de que los seres humanos comenzaron a usar ropa hace unos 107.000 años. Pero la investigación de Reed incluye nuevos datos, así como métodos de cálculo más adecuados para este tipo de trabajo.

El nuevo resultado de este estudio es una fecha inesperadamente antigua para el inicio del uso de la ropa, bastante anterior a lo inferible a partir de los indicios arqueológicos disponibles. Sin embargo, esa fecha tiene su lógica, ya que significa que los primeros humanos modernos probablemente comenzaron a usar ropa de forma habitual para protegerse del frío cuando se enfrentaron por primera vez a las duras condiciones de una Edad de Hielo.

Los seres humanos modernos surgieron hace unos 200.000 años. Y la fecha planteada por el estudio sugiere que los humanos comenzaron a usar ropa en la penúltima era glacial, la primera con la que se toparon.

La ropa, junto con el fuego y las herramientas para cazar constituyen las tres tecnologías fundamentales en la evolución epigenética del hombre en sus albores.
 
Fuentes:

Noticias de la Ciencia

Pijama Surf 

23 de abril de 2019

Los humanos aceleraron la extinción de los grandes mamíferos de Sudamérica

Una investigación refuerza la teoría de que no sólo el clima acabó para siempre con la megafauna de América del Sur.
Messineo y Politis sostienen con esfuerzo el fémur del megaterio hallado en un campo de la región pampeana argentina.
Los fósiles de una escena primitiva, hallados con la precisión de una fotografía, demuestran que los seres humanos se comieron a los últimos grandes mamíferos que quedaban en América después de la última glaciación. La evidencia, que figura en un trabajo publicado por Science Advances, fue analizada por un equipo de arqueólogos argentinos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN) junto a investigadores estadounidenses.

El clima contra la depredación humana es (ahora se sabe) una falsa controversia científica respecto a la extinción de los megamamíferos en Sudamérica y en el Mundo. Las sucesivas evidencias han enfatizado una causa sobre la otra, pero en conjunto reflejan que ambas fueron determinantes en la desaparición de los grandes animales del Pleistoceno.

Se trata de un proceso que en América se inició en el deshielo y que el apetito humano probablemente sólo aceleró. “El clima jugó un rol también. Se extinguieron grandes animales en el mundo, no solamente acá aunque se extinguieron más en Sudamérica, también lo hicieron en Norteamérica y Europa. Entonces la discusión es: el clima y algo más. Este algo más creemos que son los seres humanos”, aclara el director de la investigación Gustavo Politis, sentado en su oficina del área de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA), a pocos kilómetros del sitio del hallazgo. Sin embargo, agrega una advertencia para quienes cargan las culpas sobre los seres humanos. “En Sudamérica hay al menos 30 especies de megamamíferos que se han extinguido. Las que han sido cazadas son 5, 6 no más. No se puede explicar toda la extinción por la acción del hombre”. La caza no es el único daño que podríamos haber hecho en el pasado. “También puede haber pasado que los seres humanos hayan hecho disrupciones en el ambiente como la introducción de nuevos parásitos o quemazones en los campos. Si el fuego produjo quemazón en poblaciones de animales con bajas tasas de reproducción, había un clima desfavorable y encima aparecieron seres humanos que los depredaron, los extinguieron” concluye Politis.

 

28 de octubre de 2018

Volumen de agua en nevado Huascarán se redujo a casi su tercera parte

El Ingemmet informó que en los últimos 200 años glaciares del Huascarán han reducido también su área de extensión. Asimismo, en el mismo periodo la temperatura ambiente del nevado se incrementó.


Un grupo de investigadores del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet), mediante estudios de geomorfología, lograron reconstruir glaciares del pasado y estimar su variación física a lo largo del tiempo. Asimismo, precisaron que los glaciares del nevado Huascarán redujeron su volumen de agua a casi su tercera parte en los últimos dos siglos.

El ingeniero Ronald Concha Niño de Guzmán, de la Dirección de Geología Ambiental y Riesgo Geológico, explicó que este hecho está relacionado con la Pequeña Edad de Hielo (PEH), periodo en que los glaciares de todo el mundo avanzaron por última vez, entre los años 1.500 y 1.900, aproximadamente.

El especialista agregó que desde aquel entonces el clima global experimenta un incremento constante de las temperaturas que trae como consecuencia el retroceso de los glaciares. En los Andes peruanos, la evidencia de la PEH ha sido registrada y conservada en geoformas del relieve en los ambientes glaciares.


En el caso del nevado Huascarán, durante la PEH sus glaciares abarcaban un área de 69 km2 y almacenaban un volumen de agua de 3698.1 mm3 a una temperatura ambiente aproximada de 0,9°C. En la actualidad, el área de extensión se redujo a 40,4 km2 (42% de pérdida), su volumen de agua ahora es de 1361.9 mm3 (63% de pérdida), mientras que la temperatura ambiente se incrementó a 1,89°C.

Estas investigaciones realizadas en los Andes peruanos tienen como objetivo fundamental comprender su impacto frente a los cambios climáticos y su relación con los recursos hídricos y peligros geológicos asociados, indicó el Ingemmet.


20 de abril de 2014

Confirmado: El Sol se ‘apagó’ durante la ‘Pequeña Edad de Hielo’

Como reflejan cuadros, crónicas y hechos históricos, Europa vivió entre los siglos XIV y XVIII una concatenación de crudísimos inviernos que arruinó cosechas y extendió el hambre entre sus habitantes. De hecho, a esta época se la conoce como “Pequeña Edad de Hielo”.

Una investigación publicada por la revista Nature Geoscience refuerza la hipótesis de que el máximo responsable fue el Sol, que experimentó una acusada caída en su actividad durante aquella época.

Dirigidos por Paola Moffa-Sánchez, científicos de la Universidad de Cardiff (Gran Bretaña) y Berna (Suiza) han llegado a esta conclusión tras analizar microorganismos fosilizados en el fondo marino al sur de Islandia.

“Analizando la composición química de estos vestigios, que vivieron en la superficie del océano, podemos reconstruir la temperatura y la salinidad del agua en los últimos 1.000 años”, ha declarado Moffa-Sánchez.

De ese modo han podido cotejar los cambios ambientales del Atlántico Norte con el registro de manchas solares, que son un indicador del humor de nuestra estrella: a menos “pecas” en su superficie, menos actividad.

Tras introducir todos los datos en modelos climáticos computerizados, el escenario resultante es que el enfriamiento del Sol generó una zona de altas presiones junto a las islas británicas, barrera que cortó el paso a los suaves vientos del oeste. Y sin el contrapeso de estas corrientes calefactoras, el aire gélido del Ártico campó a sus anchas durante los inviernos de la Pequeña Edad de Hielo, algo parecido a lo ocurrido en 2010 y 2013.

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Muy Interesante

11 de septiembre de 2013

El megaterio: Un enigma para la paleontología

Los restos de la bestia extinta en América hace 8.000 años son un enigma de la paleontología.

El Museo de Ciencias Naturales expone el esqueleto recompuesto en Madrid.
 


Esqueleto del megaterio que se exhibe en el Museo de Ciencias Naturales.

Ese simpático monstruo imponente y desnudo en su osamenta que se posa sobre cuatro patas sobre los pedestales del Museo de Ciencias Naturales en Madrid ha sido un rompecabezas para la paleontología mundial. Megaterio lo llaman y pese a haber pasado a la historia como la primera especie extinta hace al menos 8.000 años montada para su exhibición pública en todo el mundo —antes que los dinosaurios reproducidos en plena época victoriana en Londres—, ahí reposa, discreto, sin que se le dé la importancia debida o sin que Spielberg, pese a ser una criatura genuinamente americana (del sur), la haya considerado para acompañar su parque Jurásico.

El del megaterio es un caso único en el mundo y ha sido cerrado como un callejón sin salida. Es un mamífero. No es un dinosaurio, pero merece haber entrado en la mitología de estas bestias por la atracción que generó. Ha desafíado a la ciencia, la paleontología, el diseño, el imaginario colectivo, la relación entre forma y realidad, designada conjuntamente entre investigadores y artistas para que los pobres mortales nos hagamos una idea de cómo debió ser la vida en este planeta hace millones de años.

“Es un expediente X completo”, dice Juan Pimentel, historiador de la ciencia, espléndido divulgador, amigo de enigmas con razones ocultas para ser desveladas a la vista. Cuando escribió El rinoceronte y el megaterio (Abada Editores), este experto equiparó el caso al de la bestia diseñada por Durero, que se dio por válido como modelo desde el siglo XVI hasta que imágenes más realistas nos presentaran al animal tal cual es.

Pero la vestimenta, la piel, la carne, el contorno del megaterio, nuestro querido monstruo extinto, siempre será un misterio. Habrá que conformarse con imaginarlo. Desapareció del hábitat 8.000 primaveras atrás, después de haber permanecido como parte de un paisaje desafiante para nuestra imaginación al menos 18 millones de años.



Ilustración del megaterio en un diccionario de 1849, según el dibujo de Cuvier.

Corría en el calendario el 1788 cuando llegó a Madrid. Un fraile dominico, Manuel Torres, lo había desempolvado un año antes en las inmediaciones de un barranco cercano a Luján, provincia de Buenos Aires. Allí habían aparecido los enormes huesos que componían la criatura de unos seis metros y que después tendría ocasión de estudiar Charles Darwin en sus viajes por Argentina hacia 1833.

Torres no era un científico, pero venía a ser considerado el erudito en fósiles de la zona. Nada más acabar de desenterrarlo se lo comunicó al virrey y quizás lo vio dibujado por Francisco Javier Pizarro, teniente del cuerpo de artillería que había sido enviado para dar cuenta. Pero fue José Custodio Saá y Faria quien desde luego hizo este trabajo para documentar los datos del ejemplar antes de que fuera trasladado a Madrid.

¿Qué era? ¿Un herbívoro con garras de carnívoro? ¿Un felino del tamaño de un paquidermo? El puzle no casaba. La confusión comienza a intrigar. Los expertos penetran en un túnel oscuro tratando de descifrar qué venía a ser aquello y más tarde en qué momento dejó de existir.

“Resultaba lo más parecido a una quimera, a esos animales que se describían como mezcla de otros ya conocidos en los relatos antiguos”, cuenta Pimentel. Centauros; sirenas; minotauros; elfos; la propia quimera con su vientre de cabra, patas de dragón, cabeza leonina escupiendo fuego… Entraban en el mundo de la fantasía, aplicaban a la ciencia las reglas de lo imaginado por inventores de historias con dragones y princesas para encontrar una explicación digna del fenómeno.

Los interrogantes se amontonaban. ¿Anfibio o acuático? 18 vértebras por encajar formaban la columna de unos 3,5 metros. La cabeza medía unos 70 centímetros. Aquello podía pesar 175 kilos. No es un elefante, no es un rinoceronte. ¿Qué demonios es? “Un monstruo”, acertaba a decir solamente el propio Torres.
Del nuevo mundo tampoco se podía esperar menos que lo ignoto, lo diferente, lo inimaginable. Hasta el rey Carlos III quería saber a toda costa qué era eso de lo que todo el mundo hablaba y nadie acertaba a descubrir. Ya desembarcados los restos, quedan en manos de Juan Bautista Bru de Ramón, pintor y disecador del Real Gabinete de Historia Natural —antecedente del museo de ciencias—, que lo trata como animal muy corpulento y raro.

Lo malo es que, lejos de ser naturalista, Bru de Ramón “no pasaba de pintor y taxidermista con dudosa reputación”, cuenta Pimentel. Así que lo adaptó libremente. “Serró, limó y cortó varios huesos, rellenó de corcho otros, colocó piezas de forma defectuosa, añadió, alteró su anatomía…”. Lo descuajeringó un poco, dicho sea de paso, y finalmente lo dispuso en una postura inadecuada o más bien “pésima”, como años después lo juzgó Mariano de la Paz Graells, gran naturalista de la época isabelina.

De bestia enigmática habíamos pasado directamente a engendro. Había llegado el momento de que entrara en escena un grande en la materia. Georges Cuvier era el hombre.
Lea el artículo completo en:

1 de junio de 2013

Los secretos de los gigantes de la Edad del Hielo

Dientes de sables

Hace 80.000 años, la Tierra comenzó a enfriarse en lo que supuso el inicio de la última Edad del Hielo.

Los científicos están descubriendo los secretos de las bestias gigantes de la Edad del Hielo rebuscando en la tierra que se recolectó en las excavaciones de la construcción de un estacionamiento en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles.
En 2006, después de que unos obreros encontraron el esqueleto casi completo de un mamut lanudo, se construyeron cajas de madera en torno a los depósitos de tierra.

Así se salvaguardaron los restos para entregárselos a los científicos del cercano Museo Page.

Laura Tewksbury

Laura Tewksbury lleva un año trabajando en las excavaciones.

Los 23 cráteres, cada uno con su propio paleontólogo residente, y 327 cubos de material fósil están brindando descubrimientos cruciales. Se espera que el trabajo tardará años en completarse.

Más de tres millones de fósiles prehistóricos de 600 especies han sido encontrados en las canteras de brea de California, cuya tierra milenaria preserva restos de las criaturas.

En el apogeo de la Edad del Hielo, la mitad de Norteamérica estaba cubierta por una enorme capa de hielo, pero las tierras del sur se hicieron más ricas que nunca antes. Conozca a las bestias gigantes que la habitaban:

Felino de dientes de sable

Pese a la notoriedad de los colmillos de 18 centímetros del felino de dientes de sable, puede ser que en realidad fueran sus musculosas extremidades inferiores y sus grandes garras las que lo hacían más mortífero.

Los largos y finos dientes del infame depredador eran sorprendentemente vulnerables y podían quebrarse al quedarse atrapados en los tendones o huesos de sus víctimas.

Eso le forzó a desarrollar una técnica de caza única.

Dientes de Sable

Los dientes de este felino eran más vulnerables de lo que aparentaban.

Los grandes felinos modernos de África, como los leones, suelen matar a sus víctimas mediante el sofoco, asfixiándolos o rompiéndoles la tráquea. Sus dientes apenas rompen la piel.

Pero su predecesor de la Edad de Hielo mataba clavando sus dientes y mordiendo después de haber inmovilizado a sus víctimas con sus poderosas garras y extremidades.

Blaire Van Valkenburgh, de la Universidad de California, descubrió que el felino de dientes de sable tenía un enorme hueso temporal que unía a la mandíbula con el cráneo y le permitía abrir su boca el doble que el león y morder con mucha fuerza la garganta de su víctima.

"Después se echaban para atrás y podían sacar grandes cantidades de carne", explica la científica.

"Probablemente el animal se desangraba en cuestión de minutos", añade.

El felino de dientes de sable prosperó en América del Norte en la Edad del Hielo. Se han encontrado variós especímenes en lo que hoy es Los Ángeles.

Perezoso de Shasta

Perezoso de Shasta

El perezoso de Shasta habitaba el Gran Cañón en la Edad del Hielo.

Los científicos han utilizado el estiércol perfectamente conservado del perezoso gigante de Shasta para rastrear sus movimientos por la tierra desértica del Gran Cañón.

En las cavernas que le servían de guarida a estos animales en lo alto del cañón, todavía se pueden encontrar enormes montones de residuos, gracias a que el clima en esos lugares es demasiado seco para que se descompongan.

El estiércol revela cómo estos animales de más de 220 kilos de peso sobrevivieron en arduas condiciones, masticando plantas duras que otras criaturas no habrían podido digerir.

Sus primos modernos, los perezosos de árbol de América del Sur vive de manera similar. Comen hojas duras y tóxicas que les toma semanas digerir y le proporciona poca energía, lo que le conduce al estilo de vida lento por el que es conocido.

Además de ser tan grande como un oso grizzly (una especie de oso pardo que vive actualmente en Norteamérica), el perezoso terrestre tenía largas garras para ahuyentar a los depredadores que eran tan formidables como las del felino de dientes de sable.

Los científicos analizaron las capas de estiércol para explicar la desaparición del perezoso terrestre.

Los últimos rastros de sus excrementos provienen del apogeo de la última Edad de Hielo, hace 16.000 años. En ese entonces, las condiciones se tornaron demasiado frías y demasiado secas para que sus plantas favoritas pudieran crecer y su metabolismo lento hizo que le quedara muy difícil mantener el calor.

Gliptodonte

Gliptodóntido

El gliptodonte podía nadar y comía plantas acuáticas. 

Del tamaño de un auto pequeño y equipado con un caparazón óseo enorme, una cola acorazada y un tronco, el gliptodonte es para la profesora Alice Roberts "de lejos, el mamífero más extraño" que ha visto en su vida.

Pero además de ser un espectáculo para los investigadores, proporciona datos sobre la vida en aquellas partes del mundo que no eran secas y frías durante la Edad de Hielo.

Grandes áreas de Arizona, donde el gliptodonte vagaba, estaban cubiertas de pantanos y ríos.

En los últimos 2,5 millones de años, ha habido cerca de 20 períodos glaciales y la proliferación del gliptodonte reflejaba el impacto del avance de la capa de hielo en el resto del mundo.

Los pantanos se expandían cada vez que la capa de hielo crecía, lo que llevaba a un aumento en el número de gliptodontes, los que morían conforme el hielo se empezaba a retirar.

Los científicos creen que una placa de hielo de más de tres kilómetros de alto en América del Norte actuaba como una cadena montañosa que empujaba vientos húmedos a través del desierto creando un pantano fértil.

Mamut de Columbia

mamut de columbia

Los mamuts dejaron sus huellas en la actual San Francisco. 

El mamut de Columbia o mamut colombino era el mayor de todos los gigantes de la Edad de Hielo.

Con una altura de 4,27 metros, se habría erguido como una torre sobre el elefante moderno, y se alzaba más de un metro más alto que el mamut lanudo.

Consumía hasta dos toneladas de hierba a la semana, por lo que cuando el hielo reemplazaba al agua de mar, el mamut colombino vagaba en busca de la vegetación.

El nivel del mar global en la Edad del Hielo era unos 120 metros más bajo que el actual.

Grandes rocas costeras al norte de San Francisco le han proporcionado a los científicos pistas vitales acerca de los movimientos del mamut.

Las rocas se desgastaron hasta tener un acabado liso, pulido y con parches que alcanzan varios metros de altura.

Los científicos creen que los mamuts utilizaban las piedras para exfoliar la piel y deshacerse de los parásitos, por lo que dejaron un rastro de su viaje por el mundo en la Edad de Hielo.
Tomado de:
BBC Ciencia

15 de abril de 2013

Las ballenas que sobrevivieron el fin de la Era de Hielo

Ballena de Groenlandia

No sólo son los mamíferos más longevos del globo, con algunos especímenes bordeando los dos siglos de edad, sino también pueden identificarse genéticamente con sus antepasados de hace unos 11.000 años.

A través de pruebas de ADN los científicos comprobaron que las ballenas de Groenlandia rompieron la tendencia al sobrevivir a la última Edad de Hielo.
Andy Foote, investigador del Museo de Historia Natural de Dinamarca, con sede en la Universidad de Copenhague, es co-autor del artículo publicado en la revista Nature Communications.

"Con base en todos los estudios anteriores que utilizan ADN antiguo para estimar el tamaño de la población (...) parece que la tendencia fue que las especies adaptadas al frío se extinguieron o disminuyeron en número al final de la Edad de Hielo, por el aumento de la temperatura", dijo Foote.

Pero mientras que el destino de los ahora extintos animales terrestres de la edad de hielo está bien documentado, poco se sabe sobre cómo los animales marinos se vieron afectados por el rápido aumento de la temperatura.

Las ballenas de Groenlandia hoy habitan los mares del Ártico y dependen del hielo marino donde se alimentan de pequeños crustáceos.

El equipo de investigadores quería descubrir cómo les fue a las ballenas con el rápido cambio climático de la transición Pleistoceno-Holoceno, cuando el hielo marino esencial se retiró de su hábitat en el Mar del Norte.

Los científicos analizaron el ADN antiguo de restos de ballena parcialmente fosilizados encontrados en las aguas entre Gran Bretaña y Holanda, y en torno a Dinamarca y Suecia.

A partir del análisis, los científicos fueron capaces de utilizar los datos para crear un modelo de predicción del hábitat y la construcción de una imagen de los movimientos de las ballenas pasadas y su probabilidad de supervivencia.

En movimiento

Ballena de Groenlandia

La cadena genética de la ballena de Groenlandia no se ha interrumpido por 11.000 años.

El estudio mostró que las ballenas de Groenlandia cambiaron su rumbo, moviéndose hacia el norte, a las aguas árticas más adecuadas.

"El retroceso del hielo, en ese caso concreto, abrió grandes áreas en las que repentinamente apareció un hábitat con condiciones ideales para estas especies del Ártico", dijo Kristin Kaschner, investigadora asociada de la Universidad de Friburgo, Alemania.

Al explicar por qué estos animales marinos pudieron haber prosperado al final de la última Edad de Hielo, mientras que muchas poblaciones de mamíferos terrestres disminuyeron o perecieron, la especialista añadió: "La mayoría de los mamíferos marinos están acostumbrados a migrar grandes distancias de todas maneras (...) creo que es una de las cosas que funcionaron a favor [de las ballenas], que fueron capaces de rastrear su hábitat".

Eso se combinó con el hecho de que el retroceso del hielo les abrió la oportunidad de un nuevo hábitat. "Eso fue muy favorable para ellas", asegura la investigadora.

Según el modelo, el área de hábitat adecuado para las ballenas de Groenlandia se triplicó durante el período de transición y la especie registró un aumento significativo de población al mismo tiempo.

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia

21 de marzo de 2013

¿Qué diferencias hay entre un mamut y un mastodonte?


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Aunque los mamuts y los mastodontes, los grandes titanes de la Era del Hielo, fueron parientes muy cercanos, no forman parte de la misma especie. A pesar de sus grandes similitudes y el hecho de que, en algún momento, supieron caminar juntos sobre la faz de la Tierra, cada una contaba con diferentes características que los distinguían. Te invito a que conozcamos las interesantes diferencias que hay entre un mamut y un mastodonte.

Mamuts y mastodontes: los titanes de la Era del Hielo

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Ambas especies constituyen diferentes ejemplos de Proboscidios, mamíferos placentarios penungulados (casi ungulados), muy similares a los elefantes de nuestros días, la única familia de dicho orden que no está extinta en la actualidad. Las tres especies de Elephantidae que existen son los elefantes africanos (de la sabana y de bosque) y los elefantes asiáticos, uno de los animales más grandes del mundo. Pero nuestros protagonistas, los mamuts y los mastodontes, se han extinto hace ya unos 10.000 años, luego de haber vagado por la Tierra unos 1.8 millones de años antes de su desaparición.

Para aquel entonces, en plena Era del Hielo, estos seres colosales podían encontrarse en las gélidas tierras de diversas zonas de Europa, Asia y América del Norte, tiempos muy duros en los que, según los expertos, desde los más gigantescos mamuts a los más inmensos mastodontes, debían convivir y muchas veces enfrentarse en casi épicas batallas contra temibles osos gigantes o feroces tigres dientes de sable y, aunque los científicos no están absolutamente seguros de ello, quizás a las primeras armas peligrosas y herramientas de los primeros Hombres. Mediante al árduo trabajo científico en excavaciones, análisis y complejos pronósticos, varias diferencias entre las dos especies suelen mencionarse, de hecho, hasta se cree que esas diferencias tuvieron mucho que ver en la extinción de estos maravillosos titanes.

Diferencias entre el mamut y el mastodonte

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(Ilustración de la estructura ósea de un mamut)

Se cree que los mamuts, del género Mammuthus, surgió hace aproximadamente unos 5.1 millones de años atrás sobre el salvaje suelo del continente negro africano. Así lo afirma el doctor Ross MacPhee de la Universidad de Alberta, miembro y conservador del Museo Americano de Historia Natural de EEUU, quien además señala que desde África, los mamuts migraron a lo largo de Eurasia y desde allí a las tierras del norte de América. Durante millones de años de compleja evolución, la especie consolidó al mamut lanudo, el M. primigenius, el cual surgió cerca de unos 250.000 años atrás.

Con el fin de la última glaciación o Era del Hielo, hace unos 10.000 años atrás, el último ejemplar de la especie también desapareció. No obstante, cabe señalar que los científicos creen que una población mínima de estos animales lograron mantenerse con vida hasta incluso unos 3.700 años atrás, en una inhóspita isla de la costa nororiental de la congelada Siberia. Hoy, los miembros de la familia de los Elephantidae son los parientes más cercanos que se conocen. Por otro lado, los mastodontes surgieron mucho tiempo antes que los mamuts, más precisamente entre unos 27 y 20 millones de años atrás.

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(Ilustración de la estructura ósea de un mastodonte)

Ellos vivían en algunas América del Norte y en algunas zonas de América Central. Al igual que sus parientes cercanos los mamuts, comenzaron a desaparecer hace unos 12.000 años y unos 2000 después, prácticamente no quedaba ninguno con vida. Aunque hay científicos que creen que los primeros Hombres incidieron en la extinción de ambas especies, factores como el cambio climático y las variaciones en los hábitats fueron los más incisivos en su desaparición.

Aunque los fósiles de cada una muestran muchas similitudes, los mamuts eran ligeramente más grandes que los mastodontes, éstos últimos tenían piernas más cortas y más bajas y además, cabezas más aplanadas que los mamuts. Cada especie tenía entre unos 2 y 4 metros de largo, estaban cubiertas de un espeso pelaje largo y desgreñado, ideal para protegerlos contra las terribles condiciones climáticas. Una de las diferencias entre mamuts y mastodontes refiere a su alimentación. Aunque ambos eran herbívoros, los mamuts (que tenían una joroba especial de grasa en la espalda para guardar nutrientes adicionales) tenían molares simples que les permitía comer vegetación como hierbas y pasto, muy similar a los elefantes de hoy. Por otro lado, los mastodontes tenían molares más especializados que les hacía capaces de destruir ramas, troncos, hojas y demás.

Interesante, ¿verdad? ¿Qué otras diferencias entre estas especies conoces?

Tomado de:

Ojo Científico

27 de septiembre de 2012

¿Cómo llegó el hombre a América?

En la madrugada del 12 de octubre de 1492, Rodrigo de Triana, un marinero andaluz a bordo de la Pinta, avistó tierra firme por primera vez después de que cinco semanas atrás hubieran dejado el puerto San Sebastián de La Gomera. Aquella tierra no se trataba de las Indias que la expedición de Cristóbal Colón, si no un nuevo continente descubierto.

¿Pero un nuevo continente para quién? La Europa de la época desconocía por completo la existencia de América cuando Colón llegó allí, pero con los datos actuales ya sabemos que Colón no fue el primer europeo en llegar a América. Casi 500 años antes, Leif Ericsson, el hijo de Eric el Rojo, puso el punto álgido al gran viaje vikingo  creando un pequeño asentamiento en la Isla de Terranova.

Tanto el viaje de Cristóbal Colón como el de Leif Ericsson, supusieron un gran descubrimiento para su respectivo tiempo y cultura, pero ambos se encontraron con humanos que habían llegado mucho antes. Pero… ¿cuándo?
 
El mundo durante la última era glacial | Fuente: The Last Ice Age
Para poder barajar esta posibilidad, tenemos que entender cómo era el mundo durante la última glaciación . Este periodo, que abarca aproximadamente desde 100.000 adP hasta 10.000 adP, supuso una gran bajada de las temperaturas que provocaron la creación de grandes bloques de hielo mucho más allá de los límites marcados por los círculos polares. Durante su periodo de máximo apogeo, hace unos 20.000 años, la cantidad de hielo en los casquetes repartidos por todo el mundo era tal, que el nivel del mar llegó a bajar 120 metros de media.

Este gran descenso en el nivel del mar ocasionó que multitud de tierras a día de hoy sumergidas estuvieran por encima de la superficie del mar, creando puentes naturales que permitieron el paso de distintas especies terrestres entre zonas hoy separadas por grandes cantidades de mar y océano.

Sobre el estrecho de Bering, el que actualmente separa Chukotka (en Rusia, Asia) y Alaska (en Estados Unidos, América), emergió uno de esos puentes, formando la región de Beringia, también conocida como el Puente de Bering.
 
Mapa de Beringia. | Fuente
La profundidad actual de Beringia es de entre 30 y 50 metros bajo el nivel del mar, lo que permitió que este territorio se mantuviera emergido durante un largo periodo de la glaciación. Pese a la cercanía del Polo Norte, la temperatura de la región era inusualmente cálida, alcanzando máximas de 10º durante el verano. Esto, unido a la gran sequedad del terreno, impidió la formación de glaciares como en otras zonas de latitudes similares –Siberia, Canadá–, siendo un puente apto para el tránsito de especies durante dos largas épocas de 4.000 años (entre 40.000 adP y 36.000 adP) y de 15.000 años (entre 25.000 adP y 10.000 adP).

Según la teoría del poblamiento tardío esta fue la forma como el hombre llegó por primera vez a América. Los primeros hombres habrían cruzado por el Puente de Bering aprovechando las temperaturas, pasando de Chukotka a Alaska. Desde allí, habrían atravesado la placa de hielo Laurentina (la que cubría toda la zona norte de Norteamérica) a través del corredor Mackenzie  o bien a siguiendo la costa pacífica, ambas rutas abiertas durante casi todo el periodo de glaciación.

La prueba que mantuvo esto en pie fue el descubrimiento en 1929 de un yacimiento en sur de Estados Unidos, un lugar poblado por la Cultura Clovis  en torno a 13.000 adP. La cultura Clovis fue considerada hasta hace pocas décadas como la cultura más antigua de todo el continente americano. Pero a lo largo de la década de los 70 se empezaron a descubrir nuevos yacimientos a lo largo de todo el continente que mostraron que los Clovis pudieron no ser los primeros.

El primero de estos yacimientos fue Meadowcroft Rockshelter, descubierto en la actual Pennsylvania en 1973. Con unos restos humanos datados entre 16.000 adP y 19.000 adP, este yacimiento bate de largo el récord de los Clovis, aunque mantiene intacta la Teoría del poblamiento temprano.

El mayor problema llegó con el yacimiento Monte Verde , descubierto en 1976 en la Región de los Lagos, al sur de Chile. Con unos restos humanos datados en torno a 15.000 adP puso en jaque que la primera llegada a América del hombre fuera a través de Beringia.

En 1978, Alan Lyle Bryan puso sobre la mesa una nueva posibilidad. Si bien es factible que la gran parte de los indígenas americanos llegasen a través de Beringia, es posible que los primeros llegaran a América siguiendo una ruta cirumpacífica, aprovechando los distintos accidentes geográficos para expandirse por el resto del continente americano. Esta propuesta de Bryan explicaría el yacimiento de Monte Verde, otros encontrados en Sudamérica (Lagoa Santa, Cuenca de México) e incluso los desconcertantes yacimientos paleoamericanos de la Baja California.

 
Hipótesis actuales sobre el poblamiento de América | Fuente
A finales de la década de los 90, gracias a los análisis genéticos llevados a cabo en las distintas poblaciones indígenas del continente americano, todas estas hipótesis sobre el poblamiento del continente americano, comenzaron a tener un apoyo científico más allá de los yacimientos. Está probado que no hubo un único movimiento migratorio que poblara toda América y la explicación de que varias rutas fueran utilizadas es plausible.

Algunos científicos defienden también la llegada del hombre atravesando el Océano Pacífico o desde Europa, pero a día de hoy parecen menos plausibles que las otras propuestas.

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Nautas

18 de julio de 2012

Cómo el calentamiento global puede causar la próxima época glacial

Si bastante agua dulce fría que viene de los casquillos de hielo polar y de los glaciares que se derriten en Groenlandia se vierte en el Atlántico norte, esto cerrará la Corriente del Golfo, la cual mantiene Europa y el noreste de Norteamérica calientes.


"Una mirada a las muestras de hielo, sin embargo, dio una sacudida eléctrica a los científicos al descubrir que las transiciones del tiempo glacial al contemporáneo tomaban sólo de dos a tres años. Algo movía de un tirón el tiempo del planeta hacia adelante o hacia atrás con una rapidez asombrosa".

Mientras que el calentamiento global es oficialmente ignorado por el brazo político de la administración de Bush y la reciente conferencia de Al Gore sobre el asunto durante uno de los días más fríos de los recientes años proporcionó materia para bromas a los anfitriones conservadores de la charla, los ciudadanos de Europa y del Pentágono están echando una nueva ojeada al peligro más grande que tal cambio climático podría producir para el hemisferio norte - un cambio repentino en una nueva Época Glacial. Lo qué están encontrando no es en absoluto reconfortante.

En rápido resumen, si bastante agua dulce fría que viene de los casquillos de hielo polar y de los glaciares que se derriten en Groenlandia se vierte en el Atlántico norte, esto cerrará la Corriente del Golfo, la cual mantiene Europa y el noreste de Norteamérica calientes.

El peor escenario sería una verdadera vuelta a la Época Glacial - en un período tan corto como 2 a 3 años de su inicio - y el escenario mediano sería un período como la "Pequeña Época Glacial" de hace algunos siglos que interrumpió los patrones mundiales del tiempo conduciéndolo a inviernos extremadamente fríos, sequías, desertificación mundial, faltas de cosecha y guerras alrededor del mundo.
 
He aquí cómo trabaja

Si usted mira un globo terráqueo, verá que la latitud de Europa y de Escandinavia es igual que la de Alaska y de partes del bloque de permafrost del norte de Canadá y de Siberia central. Con todo, Europa tiene un clima más similar al de Estados Unidos que al de Canadá o al de Siberia del norte. ¿Por qué?

Resulta que nuestro calor es el resultado de las corrientes del océano que traen el agua superficial caliente desde el Ecuador hacia las regiones norteñas que serían de otra manera tan frías que incluso en verano estarían cubiertas con hielo. 

La corriente más concernida es a la cual uno se refiere a menudo como la "Gran Banda Transportadora" que incluye lo que llamamos la Corriente del Golfo.

La Gran Banda Transportadora, mientras que es formada por el efecto de Coriolis de la rotación de la tierra, es conducida sobre todo por la gran fuerza creada por diferencias en temperaturas del agua y de la salinidad. El Océano Atlántico del norte es más salado y más frío que el Pacífico, ya que siendo más pequeño es bloqueado en su lugar por los hemisferios americanos norteños y meridionales en el oeste y la Europa y el África en el este.

Consecuentemente, el agua caliente de la Gran Banda Transportadora se evapora fuera del Atlántico Norte dejando detrás aguas más saladas, y los vientos continentales fríos de las partes norteñas de Norteamérica refrescan las aguas.

Las aguas frescas saladas se depositan en el fondo del mar, la mayoría en un punto a algunos cientos de kilómetros al sur de la extremidad meridional de Groenlandia, produciendo un torbellino de agua de un diámetro de 5 a 10 millas (10 a 20 km), mientras que el torbellino irrumpe raramente a la superficie, durante ciertas épocas del año produce una muesca y una corriente en el océano que puede inclinar las naves y que se puede ver desde el espacio (y puede ser lo que vemos en los mapas de marinos antiguos).

Esta columna de agua fría y cargada de sal se vierte al fondo del Atlántico, donde forma un río submarino 40 veces más grande que todos los ríos de la tierra combinados, fluyendo hacia el sur y alrededor de la extremidad meridional de África, donde finalmente alcanza el Pacífico. Asombrosamente, el agua es tan profunda y (debido a su frío y salinidad) es tan densa que no emerge a menudo en el Pacífico sino que mil años después de haberse primero hundido en el Atlántico Norte de la costa de Groenlandia.

El río submarino de aguas frías y saladas fluyentes hace el nivel del Atlántico levemente más bajo que el del Pacífico, atrayendo en una corriente superficial fuerte y caliente, un agua más dulce del Pacífico para substituir la salida del río submarino. Esta agua más dulce y caliente refluye hacia el norte a través del Atlántico sur, enlazando alrededor de Norteamérica en donde se la conoce como la Corriente del Golfo y termina frente a las costas de Europa.

Para el momento en que llega cerca de Groenlandia, ya se ha refrescado y evaporado bastante agua para llegar a ser fría y salada y se hunde hacia el suelo marino, abasteciendo en una alimentación continua ese río de alta mar que fluye al Pacífico.

Estos dos flujos -agua caliente más dulce del Pacífico, que se convierte en salada y se refresca y que se hunde para formar un río profundo bajo la superficie del mar- se conoce como la Gran Banda Transportadora.

Asombrosamente, la Gran Banda Transportadora es la única cosa entre veranos cómodos y una Época Glacial permanente para Europa y la costa del este de Norteamérica.

Mucha de esta ciencia era desconocida tan recientemente como hace 20 años. Después, un grupo internacional de científicos fue a Groenlandia y utilizó un equipo de taladros nuevamente desarrollados para perforar algunos de los glaciares accesibles más antiguos del mundo. Sus instrumentos eran tan sensibles que cuando analizaban la base del hielo de las muestras que tomaron podían observar años individuales de la caída de nieve. Los resultados fueron como una sacudida eléctrica.

Antes, en las pasadas décadas, se pensaba que los períodos entre las glaciaciones y los tiempos de calor en Norteamérica, Europa y Asia del norte eran graduales. Sabíamos por el estudio de los fósiles que el gran período de la Época Glacial comenzó hace algunos millones de años y durante esos años había épocas donde por centenares y millares de años Norteamérica, Europa y Siberia fueron cubiertas con gruesas capas de hielo a lo largo de todo el año. Entre estas épocas heladas, había períodos cuando los glaciares se deshelaban, la tierra pelada era expuesta, los bosques crecían y los animales de la tierra (que incluyen a seres humanos primitivos) se desplazaron a estas regiones norteñas.

La mayoría de los científicos calcularon que el tiempo de la transición de hielo a caliente era gradual, durando de docenas a centenares de años y nadie estaba seguro exactamente qué lo había causado. (Las variaciones en la radiación solar fueron sospechadas, al igual que la actividad volcánica, junto con tempranas teorías sobre la Gran Banda Transportadora, la cual, hasta hace poco tiempo, era un fenómeno mal entendido).

Pero una mirada a las muestras de hielo, sin embargo, dio una sacudida eléctrica a los científicos al descubrir que las transiciones entre el tiempo glacial al contemporáneo tomaba generalmente solamente de dos o tres años. Algo movía de un tirón el tiempo del planeta hacia adelante o hacia atrás con una rapidez asombrosa.

Resulta que los patrones de edad de hielo contra patrones de tiempo templado no eran parte de un proceso suave y linear, como un regulador de intensidad en una bombilla de luz. Son parte de un delicado equilibrio de balancín, el cual puede existir en un estado u en otro, pero que transita a través de la etapa media casi durante la noche.
Se asemeja más a un interruptor ligero, que está apagado y que usted puede levantar lenta y gradualmente hasta que golpea un umbral del punto mediano o el "punto de quiebre" donde el estado se mueve de un tirón repentinamente de apagado a encendido y la luz se adelanta.

Aparece que (menos que el 1%) las pequeñas variaciones en energía solar se completan en ciclos de 1500 años. Este ciclo, por ejemplo, es lo que nos trajo la "Pequeña Edad del Hielo" que comenzó alrededor del año 1400 y refrescó dramáticamente Norteamérica y Europa (ahora estamos en la fase que se calienta, recuperándonos de eso).

Cuando el hielo en el océano ártico es sólido congelado y está trabado, y los glaciares en Groenlandia son relativamente estables, esta variación calienta y refresca la tierra de una manera muy pequeña, pero no afecta la operación de la Gran Banda Transportadora que trae el agua caliente de moderación al Atlántico Norte.

En los pasados milenios, sin embargo, antes de que el Ártico se congelara y se trabara totalmente, y antes de que una cierta cantidad crítica del umbral de agua dulce fuera trabada en Groenlandia y otros glaciares, estas variaciones de 1500 años en energía solar no calentaron o refrescaron levemente el tiempo de las masas de tierra que circundaban el Atlántico Norte. Sino que se movieron de un tirón a períodos intercalados de glaciación total y a períodos de tiempo templado.
Y estos cambios vinieron repentinamente

Para los seres humanos viviendo en Europa hace 30.000 años - cuando las pinturas de la cuevas en Francia fueron producidas - el tiempo sería bonito como el de hoy en día durante más de mil años, dando a la gente una ocasión de construir la cultura al punto donde podrían producir arte y alcanzar grandes territorios.
Y entonces un invierno particularmente duro golpearía

La primavera se presentaría tarde y el verano nunca parecería realmente llegar, con las nieves del invierno apareciendo desde septiembre. El próximo invierno sería brutalmente frío y la próxima primavera no se presentó, con temperaturas cálidas se alcanzaban solamente para algunos días durante agosto y la nieve nunca derritiéndose totalmente. Después de eso, el verano nunca volvió: por 1500 años la nieve se acumuló y se acumuló simplemente, más profundamente y más profundamente, mientras que el continente llegó a ser cubierto con los glaciares y los seres humanos huyeron o murieron. (El hombre de Neanderthal, quien dominó Europa hasta el extremo de estos ciclos, parece haberse adaptado mejor al tiempo frío que el homo sapiens).

Lo que trajo esta "repentina desaparición del verano" fue que las corrientes de agua caliente de la Gran Banda Transportadora habían sido cerradas. Una vez que la Corriente del Golfo no fluyó más, tomó solamente un año o tres para que el último calor residual conservado en el Océano Atlántico del Norte se disipara en el aire sobre Europa y entonces no había calor para moderar las latitudes norteñas. Cuando el verano paró en el norte, las lluvias pararon alrededor del Ecuador. Al mismo tiempo Europa fue sumergida en una Edad del Hielo, el Oriente Medio y África fueron atacados por sequías e incendios alimentados por los vientos.

Si la Gran Banda Transportadora, la cual incluye la Corriente del Golfo, parara de fluir hoy, el resultado sería repentino y dramático. El invierno se fijaría para la mitad del este de Norteamérica y toda la Europa y Siberia, y nunca se terminaría. En el plazo de tres años, esas regiones llegarían a ser inhabitables y casi 2 mil millones de seres humanos morirían de hambre, congelados a muerte, o tendrían que volver a localizarse. La civilización como la conocemos no podría soportar probablemente el impacto de un soplo tan machacante.

Increíblemente, la Gran Banda Transportadora ha vacilado algunas veces en la última década. Como Guillermo H. Calvin precisa en uno de los mejores libros disponibles en este asunto ("A Brain For All Seasons: human evolution & abrupt climate change"): el refresco precipitado del pasado período caliente demuestra que un tirón puede ocurrir en situaciones como la actual.

¿Qué podría posiblemente parar la correa transportadora de sal que trae calor tropical al norte más lejano limitando la formación de las capas de hielo? Los oceanógrafos están ocupados estudiando fallas actuales de flujo que dan una cierta perspectiva sobre las fallas catastróficas del pasado. "En el mar de Labrador, el flujo falló durante los años 70, fue fuerte otra vez en los 1990, y ahora está declinando. En el mar de Groenlandia en los años 80 el hundimiento de sal declinó en 80%. Obviamente, las fallas locales pueden ocurrir sin catástrofe - es una cuestión de cómo y cuán extenso son las fallas - pero el estado actual de la declinación no es muy tranquilizador".

La mayoría de los científicos implicados en la investigación sobre este asunto convienen que el culpable es el calentamiento global, que derrite los icebergs en Groenlandia y el icepack ártico y haciendo fluir así un chorro de agua fresca, helada bajo el mar de Groenlandia del Norte. Cuando se alcanza un umbral crítico, el clima cambiará repentinamente a una Edad del Hielo que podría durar como mínimo 700 o más años y máximo sobre 100.000 años.
¿Y cuándo se puede alcanzar ese umbral?
 

Nadie lo sabe -la acción de la Gran Banda Transportadora para definir Edades del Hielo fue descubierta solamente en la pasada década. Los modelos preliminares y los científicos de la computadora que quieren especular sugieren que el interruptor podría moverse de un tirón desde el próximo año, o puede estar a generaciones de ahora. Puede bambolear ahora, produciendo los extremos de tiempo que hemos visto en los pocos años pasados.

Lo que es casi seguro es que si no se hace nada sobre el calentamiento global, sucederá más pronto que más tarde.
 
Este artículo fue adaptado de la nueva edición actualizada de "The Last Hours of Ancient Sunlight " por Thom Hartmann, que será editado por la editorial Random House/Three Rivers Press in March.
Revisión por Tania Fernández de Henríquez para Ecoportal.


Fuente:

6 de marzo de 2012

Un meteorito provocó la última Edad de Hielo

Efecto del choque entre dos esferas de material cósmico. |UCSB

Efecto del choque entre dos esferas de material cósmico. |UCSB

Hace 12.800 años el clima en la Tierra sufrió un repentino enfriamiento, que duró 1.300 años, cuyo origen ha estado poco claro para la ciencia. La teoría de que se debió al impacto de un meteorito en Norteamérica vuelve ahora a tomar fuerza, tras haber sido muy discutida, después de que un equipo internacional de investigadores haya logrado identificar el lugar, en México, en el que colisionó un gran meteorito precisamente en esa época.

Los científicos, un equipo de 16 investigadores de varias universidades, han encontrado, en el Lago Cuitzeo, del centro del país, una capa de sedimento muy fino con una composición de elementos muy extraña, y precisamente de hace 13.000 años. Por su estudio, sería el resultado del impacto de un objeto cósmico contra la tierra, según publican en la revista 'Proceedings of National Academy of Science'.

Esta colisión, que dejó una capa negra rica en carbono y nanodiamantes, de unos 10 centímetros, estaría en el origen de ese cambio climático, que inició el periodo gélido conocido como Dryas Reciente. Las últimas hipótesis apuntaban hacia un cambio en la corriente del Golfo de México, que habría descargado demasiada agua dulce en el Atlántico Norte, pero este trabajo 'da alas' a otra posibilidad. De hecho, hace 65 millones de años un impacto, mucho mayor, provocó el cambio atmosférico que acabó con los dinosaurios.

Nanodiamantes en el fondo de un lago

Los científicos, dirigidos por Isabel Israde-Alcántara, de la Universidad de Michoacana (México), recabaron pruebas que consideran concluyentes, a 2,8 metros de profundidad. Los nanodiamantes, argumentan, son de una familia compatible con una gran colisión cósmica; además los investigadores identificaron las huellas de esférulas (pequeñas bolas), que habrían chocado a gran velocidad durante el impacto.

Ningún evento provocado por el ser humano, los volcanes u otros fenómenos naturales pueden explicar estos sedimentos, aseguran. "Estos materiales se forman solamente con un impacto extraterrestre", afirma James Kennett, de la Universidad de California, coautor del trabajo.

Los datos del lago Cuitzeo sugieren que fue un asteroide o un cometa de grandes dimensiones fragmentado en pedazos, algunos de varios cientos de metros de diámetro. Este objeto habría entrado en la atmósfera en un ángulo muy bajo, provocando tanto calor que la colisión quemó toda la vegetación que había alrededor e incluso derritió las rocas de la superficie. Como consecuencia, hubo un importante cambio en el clima.

"Estos resultados son consistentes con otros hallazgos en Norteamérica, como la rápida extinción de la megafauna que había entonces, las modificaciones que hubo en el ecosistema e incluso la reducción de las poblaciones humanas y en las transformaciones culturales que hubo", señala Kennett.

Y es que la capa de sedimento lacustre se encuentra, precisamente, en el nivel Dryas Reciente, que ha sido identificado en todo el hemisferio norte como un momento de gran enfriamiento en la superficie. La única similar que se ha localizado en el planeta es la que está en el límite del Cretácico, tras el que desaparecieron los grandes saurios.

Desaparición de los mamuts

Tras esta segunda gran colisión, hace 12.900 años, habrían desaparecido mamuts, mastodontes, tigres dientes de sable y grandes lobos. "Existe la sincronización entre estos extraordinarios cambios ambientales y bióticos, que también hemos detectado en el mismo lago, y el impacto. Fue una disrupción repentina, muy grande, que ya se conocía, sin conocer la causa", apunta el investigador californiano.

El Dryas Reciente se ha relacionado con la adopción de la agricultura en el Creciente Fértil: el frío y la sequía obligaron a sedentarizarse a las poblaciones humanas, que tuvieron que buscar métodos de subsistencia más adaptables a los cambios ambientales, pero es una de las muchas hipótesis que se barajan.

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El Mundo Ciencia

2 de marzo de 2012

ADN revela que Oetzi, el "Hombre de hielo", tenía intolerancia a la lactosa

oetzi

Así se veía Oetzi antes de morir.

Se descubrieron nuevas pistas sobre el que podría ser el caso de ciencia forense más viejo de la historia: el de Oetzi, el "Hombre de hielo" que fue muerto por una flecha hace 5.300 años y fue encontrado congelado en los Alpes italianos en 1991.

El genoma completo de Oetzi fue publicado en Nature Communications, un portal de física, química y biología.

Entre otras cosas, el informe dice que Oetzi tenía ojos marrones, sangre tipo O, intolerancia a la lactosa y predisposición a las enfermedades del corazón.

Asimismo, el reporte dice que este es el primer caso documentado de infección por una bacteria de la enfermedad de Lyme.

Los análisis de una serie de anomalías en su ADN también revelaron que el "Hombre de hielo" está más relacionado con los habitantes modernos de Córcega y Cerdeña que con las poblaciones de los Alpes, donde fue descubierto.

ADN nuclear

El estudio revela la foto completa de la genética tal y como se establece en los núcleos de las células de Oetzi.

Este ADN nuclear es más raro y por lo general no se conserva tan bien como el ADN dentro de la mitocondria, "las plantas de energía" de las células, que también contienen ADN.

Una reconstrucción muestra cómo se veía Oetzi antes de que una flecha lo derribara.

El ADN mitocondrial de Oetzi ya había revelado algunas pistas de sus orígenes, cuando fue secuenciado en su totalidad en 2008.

'Muy emocionante'

doctores examinan al hombre de hielo

El 'hombre de hielo' ha sido motivo de estudios durante 20 años.

Albert Zink, de la Academia europea de Bolzano, Italia (Eurac, por sus siglas en inglés), dijo que el estudio del ADN nuclear fue un gran salto hacia adelante en uno de los especímenes más estudiados por la ciencia.

"Hemos estado estudiando al "Hombre de hielo" durante 20 años. Sabemos muchas cosas sobre él –dónde vivió, cómo murió–, pero sabíamos poco de la información genética que cargaba", dijo a la BBC.

En efecto, cargaba un "haplotipo" según el cual sus ancestros probablemente migraron desde el Medio Oriente cuando la práctica de la agricultura formal se volvió más común.

Es probable que este período de transición a una sociedad agraria explique la intolerancia a la lactosa de Oetzi.

Zink dijo que las nuevas técnicas de secuencia para el análisis del genoma en su enteridad hicieron posible el estudio.

"La secuencia del genoma completa te permite secuenciar todo el ADN que sale de una muestra; eso no era posible antes.

"Esto fue muy emocionante y creo que es solo el comienzo de estudios más largos y profundos. Todavía nos gustaría aprender de estos datos: apenas los hemos empezado a analizar."

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El Mundo Ciencia

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4 de noviembre de 2011

Una 'ardilla' con dientes de sable en la Patagonia argentina

Los fósiles de los dos cráneos hallados en Sudamérica. | University of Louisville.

Los fósiles de los dos cráneos hallados en Sudamérica. | University of Louisville.

  • Hallan dos cráneos de una especie ya extinta, 'Cronopio dentiacutus'
  • Se trata de un pequeño mamífero emparentado con los marsupiales actuales
  • Es el primer mamífero del Cretácico tardío encontrado en Sudamérica
  • Su hallazgo ayudará a entender la evolución de estos animales en el continente

Su aspecto debía recordar al de una ardilla con grandes y afilados colmillos así que los paleontólogos que han encontrado fósiles de esta especie, ya extinta, la han bautizado como 'Cronopio dentiacutus'. Se trata de un pequeño mamífero que convivió con los dinosaurios hace aproximadamente 96 millones de años en el territorio que hoy ocupa la Patagonia argentina.

Recreación de 'Cronopio dentiacutus'.|J.G

Recreación de 'Cronopio dentiacutus'.|J.G

Un grupo de paleontólogos, liderados por Guillermo Rougier, de la Universidad de Louisville (EEUU), encontraron en 2006 dos cráneos de esta especie. Según aseguran, es el primer mamífero del Cretácico tardío hallado en Sudamérica, por lo que los fósiles aportarán nuevas claves sobre la evolución de estos animales. En concreto, llena un hueco de 60 millones de años en los registros de mamíferos en este continente.

La nueva especie pertenece a un grupo de mamíferos ya extintos denominado drioléstidos y que estaban emparentados con los marsupiales y los animales con placenta actuales. Sus características se describen esta semana en la revista 'Nature'.

Un extraño mamífero

Este pequeño mamífero medía entre 10 y 15 centímetros de longitud, tenía un hocico estrecho y un cráneo pequeño y redondeado. Pero quizás lo más llamativo de su anatomía es el tamaño de sus caninos, a pesar de que los paleontólogos creen que se alimentaba de insectos y gusanos. El investigador Guillermo Rougier no se ha podido resistir a comparar su hallazgo con Scrat, la ardilla protagonista de la película 'Ice Age', a la que cree que debía parecerse.

"'Cronopio' es sin duda alguna el mamífero más extraño que he visto, tanto vivo como extinguido, con su alargado hocico y sus grandes dientes caninos. Lo que hacía con tan extraña morfología quizás pueda averiguarse con posteriores descubrimientos", afirma John R. Wible, conservador de mamíferos en el Museo de Historia Natural Carnegie.

El autor principal del estudio, Guillermo Rougier, asegura que el aspecto de 'Cronopio dentiacutus' era parecido al de Scrat, uno de los personajes de la película 'Ice Age'.

El autor principal del estudio, Guillermo Rougier, asegura que el aspecto de 'Cronopio dentiacutus' era parecido al de Scrat, uno de los personajes de la película 'Ice Age'.

El hallazgo, señalan los autores de este estudio, es particularmente importante ya que los cráneos de los mamíferos son muy frágiles y pequeños y no se encuentran con frecuencia. Los fósiles estaban incrustados en una roca situada en una remota área del norte de la Patagonia, en la provincia de Rio Negro.

Los paleontólogos tardaron varios años en desenterrar los fósiles: "Sabíamos que nos encontrábamos ante un hallazgo importante debido a la antigüedad de las rocas y a que habíamos encontrado cráneos", explica Rougier en una nota de prensa.

Cretácico tardío

"Lo habitual es encontrar dientes o fragmentos de huesos de esta época. La mayor parte de la información que hay sobre los primeros mamíferos la tenemos gracias a los dientes, ya que su esmalte es la sustancia que mejor resiste el paso del tiempo. Sin embargo, el cráneo nos ofrece información sobre la biología del animal, permitiéndonos determinar que estamos ante los primeros restos de este tipo del Cretácico tardío encontrados en Sudamérica", explica.

Los autores de este estudio, entre los que también se encuentran los investigadores Sebastián Apesteguía y Leandro C. Gaetano, de la Universidad Maimónides (Argentina), confían en seguir encontrando en esta zona fósiles de especies endémicas que vivieron durante la época de los dinosaurios.

"'Cronopio' vivió en un mundo completamente diferente al nuestro, dominado por los dinosaurios y con una geografía muy distinta. Estos nuevos fósiles nos proporcionan información sobre lo cambiante que es el mundo en que vivimos", afirma Rougier.

Fuente:

El Mundo Ciencia

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