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1 de octubre de 2018

José Adolfo Quisocala Condori: un niño que dirige su propio banco en Arequipa (Perú)


El poeta César Vallejo en su poema “Los Heraldos Negros” afirma que en la vida hay golpes muy fuertes. Premisa que conocen aquellas personas que apostaron por hacer algo diferente a riesgo de ser incomprendidos. José Adolfo Quisocala Condori, natural de Arequipa, es un niño que enfrentó aquello a los 7 años cuando fundó el Banco del Estudiante Bartselana, entidad que empezó con 20 niños y que en la actualidad cuenta con más de 2 mil clientes.
El funcionamiento del Banco del Estudiante Bartselana es simple. Recolecta residuos sólidos de los clientes que son vendidos a una papelera, donde se transforma en papel higiénico. El dinero por la venta va a la cuenta, y solo puede ser utilizado a disposición del niño cuando cumple su meta de ahorro y no por el padre.

Su idea de negocio nació cuando observó que sus compañeros gastaban el dinero en figuritas o golosinas, cuando podrían cubrir parte de sus necesidades. Es así que cuando fue elegido alcalde del colegio Luis H. Bouroncle, cuando cursaba el cuarto año de primaria, planteó el proyecto de crear un banco ecoeficiente a sus profesores. Hecho que fue tomado a la broma por algunos, mientras otro número reducido le brindó su apoyo.

Banco para niños. Tenía siete años cuando se le ocurrió la idea: crear un banco que compra papel reciclado a niños de su edad y depositar ese dinero en cuentas de ahorros. José Adolfo estudia virtualmente, todo el tiempo lo dedica a su empresa.

Antes de entrevistar a José Adolfo Quisocala Condori, busqué su nombre en internet. Google arroja varios titulares elogiosos: "Niño funda su propia empresa", "Arequipeño conocerá a reina de Inglaterra", "Hacen documental sobre niño emprendedor". A sus 13 años, Quisocala tiene la cobertura de casi una celebridad.

Su mérito, fundar el Banco del Estudiante Bartselana, destinado a atender niños, adolescentes y jóvenes menores de 29 años. La entidad compra papel reciclado de sus socios y deposita su dinero en cuentas de ahorro.

La idea se le ocurrió a los 7 años. Pudo cristalizarla en segundo de primaria, cuando fue alcalde escolar. Comenzó con 20 socios, sus proyecciones prevén cerrar el año con tres mil ahorristas. Cada día sus oficinas reciben hasta 20 llamadas y visitas pidiendo ser miembros.

Mantener a flote su emprendimiento no fue fácil. Le costó sangre, sudor y lágrimas. Estuvo a punto de tirar la toalla. No solo tenía presión, también sus compañeros se burlaban de él.

Conocí personalmente a José Adolfo el último viernes. Fui parte de sus reuniones de negocios buscando nuevos socios en colegios y orientación de una ONG que le ayude a crecer como empresa.

Él esperaba conversar con el director de una institución educativa emblemática para hacer una sociedad y que sus estudiantes puedan generar beneficios a través del reciclaje y el ahorro. Pero no lo dejaron hablar a José Adolfo. Se dirigieron solo a su padre. Les decían que su iniciativa era genial. Pero debían revisar su proyecto en documentos. La reunión se postergó.

"Ya estoy acostumbrado, porque soy niño no me toman importancia. A veces cuando contesto el teléfono mi voz es delgada y me preguntan por la edad. Les digo 13, y me cortan el teléfono", dice con una leve sonrisa de resignación.

Su nombre se hizo conocido en 2013, cuando tenía 8 años. La Municipalidad Provincial de Arequipa lo distinguió como el mejor municipio escolar que él presidía.

Su fama poco a poco llamó la atención de las autoridades nacionales e internacionales, a tal punto que varios medios de comunicación fueron a buscarlo a su colegio, incluso sin avisar.

Ya para 2016 la atención que recibía no fue muy bien recibida por algunos de sus compañeros. Comenzaron a molestarlo, física y verbalmente. La agresión fue tal que una vez lo empujaron por las gradas provocándole una herida en la oreja y en otra ocasión un compañero hirió su pierna con un lápiz. Las agresiones provocaron que entrara en una etapa de depresión.

"Eso me generó que el último mes del año escolar ya no quería ir. Cuando me dejaba la movilidad y apenas sentía que ya estaba cerca me ponía a llorar, estaba en el cole y me salía sangre de la nada. Pasaba todo el tiempo en enfermería", cuenta desde su escritorio en la empresa.

Las secuelas del maltrato lo llevaron a recibir terapia psicológica. En 2017 dejó el proyecto, pues su estado de salud se deterioró. Dejó la escuela pública y por recomendación profesional, siguió en una escuela virtual. 

Poco a poco entendió que no debía importarle lo que los demás pensaran de él. Con el apoyo de su familia, logró sobreponerse y en noviembre volvió al mundo de los negocios y con sueños de expandir sus fronteras. 

"Si lo que hago está generando un cambio, para que los niños no tengan problemas económicos y luchemos contra la pobreza, voy a seguir. Yo pienso que Dios tiene una meta para cada uno y si mi meta es poder ayudar a que los niños podamos vivir felices y que nuestra voz importe a los adultos, la voy a cumplir", dijo.

José Quisocala espera ampliar su empresa a nivel nacional y luego en el extranjero en poco tiempo. 

Las modalidades de la banca de José Adolfo

La empresa de José ofrece cuatro productos a sus socios. El primero es el banco del estudiante: los niños tienen dos tipos de cuentas; la primera a plazo fijo, donde pueden depositar hasta llegar a su meta de ahorro, y la otra, una cuenta corriente donde pueden retirar su dinero con tarjetas Visa en cualquier cajero. 

La segunda es una escuela de educación financiera para enseñar planes de ahorros, cómo funciona la banca, cómo sacar un crédito y qué tienen que tomar en cuenta.

La tercera es la escuela de emprendimiento para mujeres Construyendo un Sueño, para que tengan que generar ideas de negocios. Ofrecen 12 cursos virtuales y anualmente les dan premios de mil dólares a los mejores planes de negocios. Son 7 ganadoras.

El cuarto es la bodeguita ecológica: los chicos compran alimentos de primera necesidad, útiles escolares y electrodomésticos. Pueden sacar microcréditos en alimentos de primera necesidad, útiles y otros productos, los niños firman un documento y pagan con residuos sólidos.




Fuente: La República (Perú)

Más información en: Correo (Perú)

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