Debutó
en 1989 y tras 24 temporada, con algunos altibajos, “Los Simpsons”
siguen dispensando un sinfín de argumentos que han mantenido la serie en
un éxito constante. Sin embargo, no se caracteriza por estrecho el
número de ocasiones en las que Homer, su indiscutible epicentro, se ha
visto al borde de la muerte debido a las arriesgadas apuestas de los
guionistas. En “Un pez, dos peces, pez fugu, pez azul”
(”Aviso de muerte” en los países latinoamericanos) fue cuando nuestro
antihéroe pudo haber sufrido el más fatal de los destinos al consumir
“fugu”, palabra japonesa que designa la carne y el animal del que
procede: el pez globo, recipiente del tóxico de origen animal más
potente conocido hasta nuestros días. Finalmente Homer sobrevivió una
vez más a la muerte pero, ¿qué hubiese ocurrido si hubiese sucumbido al
envenenamiento?
El fugu es uno de los platos más celebrados de la cocina japonesa. El pez globo, a partir del cual se prepara el manjar, contiene concentraciones de una potente neurotoxina denominada “tetradotoxina”
en sus vísceras (principalmente en las órganos sexuales – o gónadas -
y el hígado) que al contrario de lo que puede parecer, no se trata un
mecanismo de defensa. Para este fin, el animal infla el estómago,
impidiendo ser ingerido. Sin embargo, el tóxico no es más que un
“regalo” que este pez, que ya no nos parece tan simpático, deja a sus
depredadores. Se trata de un químico 10000 veces más mortífero que el cianuro
y de 10 a 100 veces más letal que el veneno de la araña viuda negra,
por lo que la preparación de esta carne, desde 1958, está restringida a
profesionales formados para tal fin. Pero ¿Y si nuestro experto tiene
las manos ocupadas y nos toca un aprendiz incompetente como a Homer?
Nuestro
Sistema Nervioso se vale de impulsos eléctricos para transmitir de un
lado a otro información relevante para su funcionamiento. Esto
es posible gracias el flujo que acontece en las neuronas y en el
exterior de éstas, permitiendo que moléculas (iones) eléctricamente
cargadas (aniones de ser positivos y cationes en el caso negativo)
viajen a través de las membranas neuronales gracias a poros acuosos
denominados “canales iónicos”. Que haya actividad eléctrica entre el
ambiente del interior celular y el externo se ve afectado por la
desigual distribución de cargas eléctricas (negativas y positivas) en
ambos lados de la célula nerviosa, a cada lado de la membrana. En
neurofisiología esta diferencia es conocida como “potencial de membrana”
y representa el voltaje (carga eléctrica) generado a través de la ésta,
que limita ambos entornos. Si la comunicación se mantiene inactiva, la
célula se encuentra en el “potencial de reposo”, pero si este estado se
ve alterado, ocurre el “impulso nervioso” o “potencial de acción”
(estado activo de la comunicación) hasta el restablecimiento del estado
“inactivo” de reposo. Uno de los aniones que intervienen en este proceso
es el sodio (representado como
Na+), que viajará a través de los poros acuosos situados para él en la
membrana: los ya nombrados canales iónicos. Pero estas vías no están
siempre abiertas.
Algunas de ellas dependen de la misma misma carga
eléctrica que produce la actividad, por lo que son denominadas “canales
de Na+ dependientes del voltaje”.
Pero ¿qué relación tiene esto con el animal que aterra a la familia Simpson? La “tetradotoxina” (TTX), cuya estructura fue por Robert Burns Woodward en 1964, recibiendo el Premio Nóbel de Química al año siguiente, bloquea los “canales
de Na+ dependientes del voltaje” con una cantidad tan ínfima como 1
micromolar, ¡la millonésima parte de un mol! (peso molecular expresado
en gramos). Así las cosas, esta sustancia impide la producción
de potenciales de acción e interrumpe la comunicación del Sistema
Nervioso, inhibiendo la actividad neuromuscular y paralizando las
constantes vitales. Tan solo 0.51
mg son suficientes para provocar la muerte instantánea y la cantidad de
tóxico que contiene un único ejemplar de este pez es suficiente para
acabar con 30 individuos. Hasta la fecha no se conoce antídoto, por lo
que Homer hubiese experimentado parestesia (hormigueo, acorchamiento y
entumecimiento) en las extremidades y el rostro, temblor muscular,
convulsiones, arritmia (irregularidad en las contracciones del corazón)…
Finalmente, la agonía terminaría con parada respiratoria. No obstante,
la parálisis de todo el cuerpo la hubiese experimentado en plena
conciencia ya que el tóxico no cruza la barrera
hematoencefálica, un sofisticado producto evolutivo que aísla al cerebro
de muchas sustancias extrañar, siendo permeable a las necesarias para su funcionamiento y a otras como la cafeína, el alcohol, la heroína o el éxtasis.
Aun
con todo esto, la “tetradotoxina” se explora por sus efectos
analgésicos y parece que la cocina japonesa ha dado con el procedimiento
para sortear su amenaza. Afortunadamente los guionistas de “Los
Simpsons” fueron benévolos y no nos hicieron experimentar una escena que
a muchos fans nos hubiese traumatizado. ¡Parece que todavía queda mucho
Homer por delante!
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