Fotos: Theseaweedman.com/C.F:
En las lejanas costas de Maine, lejos del ruido de la civilización, Larch Harson lleva cuarenta años ganándose la vida con un bote de remos. Al otro lado de la bahía de Gouldsboro, mientras dure el buen tiempo, le espera puntualmente por estas fechas su larga cosecha de algas.
Tal día como hoy se levantará posiblemente después de la medianoche. Arropado por su ayudante Dawn, o por alguno de los voluntarios que se acercan a ayudar y a aprender cada verano, Harson remará, y remará, y remará (el motor lo reserva para las largas travesías), hasta llegar a los rompientes y a los islotes de la bahía, donde irán surgiendo entre las rocas sus preciados tesoros. Con un traje isotérmico de buceo, guantes de goma y un cuchillo bien afilado, Lars apurará la faena hasta llenar al menos dos botes...
"Durante la última luna llena, el alga alaria salió al descubierto, y ésa es la primera condición", escribe estos días en su apasionante blog, donde es posible seguir cada uno de sus movimientos. "El alga dulse también se deja ver. Dawn y yo subimos a las rocas, y buscamos en las grietas las oscuras y rojas algas dulse, que necesitan sombra para desarrollar sus colores. Entre la espuma vemos la alaria también oscurecida. Pigmentos igual a minerales. ¡Buena salud para cualquiera!".
Al cabo de tres o cuatro horas entre los rompientes, cuando el peso de las algas recolectadas empieza ya a hundir la popa de su barca, Lars da por concluida la cosecha y recorre a todo remo los más de cuatro kilómetros de vuelta a tierra firme. Hay que apurarse, y colgar las algas como si fueran ropa vieja. En 48 horas se habrán secado a la perfección, y estarán listas para el empaquetado, con todos sus enzimas y sus propiedades alimenticias.
Además de la alaria y la dulse, Lars Harson recolecta también algas kelp, y nori, y digitata, y a los no iniciados les recomendará un paquete "variado" para hacer sopas, o uno de "supervivencia" que asegura una "superinmunidad", más alguna que otra receta propia o de su compañera, Nina, que nos invita a contemplar los bosques de Maina y la asombrosa bahía de Gouldsboro desde lo alto de la casa-faro, autoconstruida por el propio Seaweed Man ("El señor de las algas", como popularmente le conocen).
Los "vegetales" marinos de Larch Harson llegan a toda Norteamérica a través de Maine Seaweed, que funciona también como Agricultura Sostenida por la Comunidad (CSA). La fama de Harson desborda ya las fronteras, pero su sustento sigue siendo esa tupida red que ha ido construyendo con paciencia y sabiduría en la punta noreste de Nueva Inglaterra.
Larch Harson es hombre de pocas palabras y mucha acción. Sabemos de sus ancestros nórdicos, de su llegada a Nueva Inglaterra siguiendo la estela de Helen y Scott Nearing, pioneros del movimiento "back to the land" ("vuelta a la tierra"). Acabó echando el ancla en Harborside y ahí sigue al cabo de cuatro décadas, emboscado entre las coníferas de Maine, recluido en invierno y trabajando a destajo desde mayo en estos días cálidos y eternos en los que casi no existe la oscuridad.
Todos los veranos, su casa se llena de aprendices que quieren saberlo todo sobre el apasionante mundo de las algas. Larch no se entretiene mucho con la teoría.
¿A quién hay que explicarle a estas alturas que los "vegetales" marinos son riquísimos en oligoelementos y minerales, sobre todo el yodo? Para reforzar el sistema inmunológico, nada mejor que la kelp o la digitata, que es muy parecida al kombu. La alaria, tenaz y flexible, es ideal para el sistema digestivo y está emparentada con la wakame, insustituible en las sopas del miso. ¿Cómo hacer un sushi sin el alga nori, riquísima en calcio? Y finalmente el alga dulse, que se puede comer cruda y combina como ninguna otra en los salteados de vegetales o en los guisos de pescado.
Pero ha llegado el momento de ponerse manos a la obra. El propio Larch se levanta sin necesidad de reloj después de la medianoche, tras un sueño corto y reparador, y va preparando los botes a la luz de la luna y mientras despunta el alba. Por delante tiene un duro día de faena que para él tiene algo de práctica espiritual...
"No vine a estos bosques a convertirme en un recolector de algas. Vine a sentarme y a vaciarme. No voy al huerto para recoger los vegetales. Voy para vaciarme y ser receptivo a las pulsaciones de la plantas. La finalidad del barco no es llevarme a las islas. Lo utilizo como si fuera mi cojín de "zazen", sólo que en vez de respirar canto en voz alta...
Row, row, row your boat...
Gently down the stream
Merrily, merrily, merrily, merrily
Life is but a dream
(Rema, rema, rema tu bote
Gentilmente a favor de la corriente
Alegremente, alegremente, alegremente, alegremente
La vida no es más que un sueño)
Fuente:
El Mundo Ciencia