Don
Fausto Llerena fue el principal cuidador del Solitario Jorge durante
tres décadas. Fotos: gentileza Dirección del Parque Nacional Galápagos
Con la muerte del
Solitario Jorge, el mundo perdió al último sobreviviente de una
subespecie y Ecuador al gran símbolo de las islas Galápagos. Pero don
Fausto Llerena perdió a su mejor amigo.
El Solitario Jorge había sido hallado en el 72 en la Isla Pinta.
Durante tres décadas, Llerena fue el cuidador
principal de la tortuga gigante de más de 100 años, último sobreviviente
de la subespecie Chelonoidis Abingdoni. Y su devoción al solitario
Jorge y a la conservación fue reconocida incluso en el nombre del centro
donde habitaba el quelonio, el Centro de Crianza de Tortugas Gigantes
Fausto Llerena, en la isla Santa Cruz.
El pasado domingo, cuando el
guardaparque de 72 años fue a visitar a su amigo, como solía hacer
incluso en sus días libres, notó que no fue a recibirlo como siempre y
lo halló muerto en un sitio en su corral.
"Yo estuve cuidándolo desde el año 1983, siempre venía a dar el encuentro", dijo Llerena a BBC Mundo.
El solitario Jorge tenía una "personalidad
compleja", y sólo "aceptaba hasta tres personas en su corral a un mismo
tiempo, si no, se retiraba. Si estaba yo solo era cuando se quedaba más
tiempo".
"Yo sentía mucho afecto por él, incluso lo iba a
visitar los fines de semana. Venía a mi encuentro, se paraba enfrente y
estiraba el cuello y abría la boca. Y ahí se quedaba parado con la boca
abierta un buen momento, con la mirada fija, sin parpadear, como si
quisiera decirme algo".
"Yo lo acariciaba en la cabeza, le daba unas
palmaditas y él estiraba más el cuello, y cuando yo salía del corral él
se iba al lugar donde descansaba".
Para Llerena, cuando subía la cabeza y estiraba
el cuello, el solitario Jorge "quería comunicar un saludo, darme la
bienvenida, como si me preguntara, ¿cómo estás?".
"¿Qué te pasa?"
El cuidado de la tortuga incluía la limpieza del
corral y la laguna donde se bañaba, así como proveer su dieta de
vegetales como porotillo y otoy.
"Comunicaba mucho con la mirada". El Solitario Jorge tenía más de 100 años y murió sin dejar descendencia.
Llerena cuidó al solitario Jorge las dos veces
en que la tortuga gigante sufrió quebrantos de salud. "Una vez estaba
más lento, no se movía, y yo le decía, ¿qué te pasa? Y él sólo alzaba la
cabeza y miraba". En una primera ocasión un episodio de indigestión fue
curado con papaya. "Le dimos primero un cuarto de papaya, luego una
mitad y finalmente una entera hasta cuando estaba bien y se suspendió la
papaya".
"Otra vez se le cayo una uña. No se movía, fui a
verlo y tenía inflamado el brazo. Los veterinarios le pusieron unas
inyecciones y ya se compuso".
La fascinación de Llerena con las tortugas
comenzó a los 12 años, cuando el guardaparque, que había nacido en la
provincia de Tungurahua, en el centro del país, llegó por primera vez
con su familia a Galápagos.
"Mi ambicion era tener una tortuga en mi casa,
en aquellos tiempos no había todavía un parque nacional. Yo traje una
tortuga y la tuve en mi casa 20 años, hasta que se escapó del corral".
Llerena conoció al solitario Jorge desde que fue
rescatado en 1972 en la isla Pinta, durante una misión para remover
cabras, una especie introducida por el hombre que devastó el hábitat de
las tortugas.
Se cree que en el pasado existieron cerca de
300.000 tortugas gigantes en las Galápagos, pero fueron diezmadas por
piratas que las cazaban por su carne y que introdujeron especies
depredadoras.
Desde que fue hallado en la Pinta, Jorge
integraba el programa de crianza en cautiverio del Parque Nacional
Galápagos, pero no logró dejar descendencia.
"Yo siempre tuve en mi pensamiento que alguna
vez se iba a morir pero no se sabía cuando, siempre estaba pensando en
eso. Tenía la esperanza de que dejaría un descendiente de él pero no fue
así", dijo Llerena a BBC Mundo.
Los científicos batallaron para evitar la
extinción de la subespecie a la que pertenecía la tortuga gigantes y se
intentó cruzarlo con hembras de características genéticas similares,
como las de la especie del volcán Wolf en la isla Isabela.
Pero la tortuga se tomó su tiempo. Sólo después
de 15 años de contacto con las hembras Jorge se apareó con una de ellas,
pero los huevos no fueron fértiles.
El legado de Jorge
El solitario Jorge murió sin dejar descendencia, pero no sin dejar un gran legado para la lucha por la conservación de especies.
"Hay que ser fuerte y continuar con el mismo
ánimo nuestro trabajo porque aquí hay muchas tortugas, tenemos 70
adultas y más de mil pequeños, entonces no tenemos que decaernos.
Tenemos que coger más fuerza porque tenemos más especies que recuperar.
No están perdidas todavía pero si nos descuidamos puede suceder algo
grave con esas especies, todavía están en peligro".
Llerena cree que la muerte del solitario Jorge
es una perdida no sólo para Ecuador sino para todo el mundo y tiene un
mensaje especialmente para la juventud. "Tenemos que tener más
conciencia sobre las especies naturales, especialmente aquí en
Galápagos".
El guardaparque no oculta su sensación de
soledad. "Yo le tenia mucho cariño, la primera visita al centro siempre
era a él, y ahora ya no hay quien reciba".
"Siento como que se ha ido el mejor amigo, hay
un vacío y me da mucha pena, especialmente cuando veo las fotos. En mi
corazón es como que no estoy convencido que se ha muerto".
"Pero hay que resignarse y seguir adelante y tener al solitario Jorge siempre en el corazón y en el pensamiento toda una vida".
"Hay que resignarse y seguir adelante y tener al Solitario Jorge siempre en el corazón y en el pensamiento toda una vida".
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