El 60% de las 356 especies de tortuga cuyo linaje se remonta a más de 200 millones de años están amenazadas o se han extinguido.
Cuando uno piensa en los indicadores del Antropoceno —las cosas que los arqueólogos del futuro lejano identificarán como marcadores de como los procesos básicos de la Tierra adquirieron un matiz característicamente humano— lo que suele venir a la cabeza son las innovaciones. Cuestiones que, para bien o para mal, se han añadido a la biogeoquímica del planeta: cemento, plástico, residuos radioactivos, ciudades, minas, niveles de gases invernadero extremadamente elevados y cosas por el estilo.
Pero el Antropoceno también puede quedar marcado por lo que ha desaparecido. Por ejemplo, las tortugas.
“Las tortugas luchan por subsistir en el mundo moderno y en general ese hecho no se reconoce o incluso se pasa por alto”, escribe un grupo de biólogos dirigidos por Jeffrey Lovich, del Servicio Geológico de EE UU, en la revista BioScience.
De las 356 especies de tortuga cuyo linaje se remonta a más de 200 millones de años, escriben Lovich y sus compañeros, “aproximadamente el 61% de ellas están amenazadas o se han extinguido en tiempos modernos”. Son “supuestamente el más amenazado de los grandes grupos de vertebrados”, y su futuro es aún más precario que “los muy asediados y promocionados anfibios”.
Los investigadores lamentan que ni los conservacionistas ni la opinión pública en general reconozcan la difícil situación de las tortugas, pero su artículo —titulado ¿A dónde han ido todas las tortugas y por qué importa?— no es simplemente un llamamiento para evitar que desaparezca un legado biológico insustituible. El equipo de Lovich más bien enmarca el declive de las tortugas dentro de las funciones ecológicas perdidas.
“Los descensos y las extinciones de poblaciones de tortugas a escala global significan que sus funciones ecológicas se ven ahora enormemente reducidas en comparación con los tiempos en que las tortugas eran más abundantes”, sostienen los autores. “Las consecuencias de la disminución de sus funciones no se valoran debidamente ni se entienden suficientemente”.
El artículo completo en: El País (España)