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21 de junio de 2022

"Perdiendo la Tierra" o el Apocalipsis Climático

En el año 1967, un satélite soviético -la sonda espacial Venera 4- envió la primera señal a la Tierra. Las altas temperaturas del planeta Venus eran causadas por el dióxido de carbono con el que estaba compuesta su atmósfera. Por eso, la vida en Venus es imposible. Si alguna vez la hubo, se perdió a medida que la luz del sol fue aumentando y las aguas se evaporaron. Con el ejemplo de Venus empezaron las predicciones poco favorables para el planeta Tierra. Desde ese momento ya estaba comprobado: de seguir con el uso indiscriminado de combustibles fósiles, acabaríamos sin origen ni destino, como los protagonistas de una novela distópica.

La voz de alarma llegaría tras la primera Conferencia Mundial sobre el Clima, celebrada en Ginebra en 1979. Entonces se supo que cuando duplicásemos la cantidad de dióxido de carbono, el mundo aumentaría tres grados centígrados su temperatura. Pero no sirvió de mucho la advertencia. Es más, cada vez que surgía alguna voz crítica ante la creatividad destructiva de nuestra especie, la persona portadora de la denuncia quedaba marcada como aguafiestas o fatalista. Porque si se cuantificaba el grado de incertidumbre de tales afirmaciones, se llegaba a la conclusión de que existía una previsibilidad imperfecta de los hechos.

Poco después de la citada conferencia, en 1981, cuando Ronald Reagan fue elegido presidente de los Estados Unidos, la producción de carbón en el suelo norteamericano se incrementaría. Cuando desde el Consejo de Calidad Ambiental se realizó un informe para alertar al presidente de que los combustibles fósiles podrían alterar la atmósfera de la Tierra hasta convertirla en el erial de un mal sueño, el presidente Reagan consideró la posibilidad de eliminar el Consejo de Calidad Ambiental.

De esta manera, como si la realidad hiciese trampas, Reagan siguió jugando con políticas  destructivas, no sólo medioambientales sino también económicas. Pero lo que más irrita ahora es saber que el desastre se pudo haber evitado, que hubo un momento de nuestra historia en el que estuvimos a tiempo para librar a nuestros herederos del apocalipsis climático. Sí.

Estas cosas las recoge el escritor estadounidense Nathaniel Rich en su ensayo Perdiendo la Tierra, recientemente publicado por Capitán Swing. Aunque se trata de un libro de historia y denuncia ecológica, hay veces que Nathaniel Rich parece operar desde la ficción, desde una de esas novelas apocalípticas que ya forman parte de un género bautizado como Ficción Climática (Cli-Fi) y donde siempre aparece el cadáver de un mundo en el que los perros ladran en señal de duelo.


 

19 de febrero de 2020

HFC-23, el gas 12.000 veces más potente que el CO2 que viene de China

Una red de vigilancia global detecta máximos históricos de emisiones de este compuesto de efecto invernadero.


Desde India y especialmente desde China se están emitiendo grandes cantidades de un gas de efecto invernadero (GEI) miles de veces más potente que el CO2. Aunque las autoridades de ambos países se habían comprometido a reducir estas emisiones al mínimo, una red de estaciones repartidas por todo el planeta viene detectando año tras año máximos históricos de fluoroformo, también conocido como trifluoruro de carbono, Freón 23, Arcton 1 o HFC-23.

El HFC-23 se usa (o usaba) en la fabricación de semiconductores, como refrigerante o agente extintor de incendios. Pero la mayoría procede, como subproducto, de la producción de otro gas, el HCFC-22, hasta no hace mucho el principal ingrediente de los aires acondicionados e instalaciones de refrigeración. Como otros hidroclorofluorocarburos, el HCFC-22 es un destructor neto de la capa de ozono, así que fue regulado por el Protocolo de Montreal y sus sucesivas enmiendas. En Europa apenas se produce y en otros países avanzados se hace bajo estrictas condiciones que eviten la emisión de su peligroso derivado. Pero las naciones en vías de desarrollo aún tienen margen para su producción, que debería de cesar por completo en 2040. En la actualidad, China e India elaboran más del 75% del HCFC-22 y, por tanto, de HFC-23.

Ambas naciones se habían comprometido con la ONU a reducir la liberación del segundo gas hasta mínimos históricos, pero la realidad es que, desde 2015, la emisión y concentración de fluoroformo no deja de aumentar. Un estudio recién publicado en Nature Communications muestra que las emisiones de HFC-23 marcaron su máximo a finales de 2018, con 15.900 toneladas, y apenas el 10% procederían de EEUU y Rusia, los otros dos países que aún fabrican HCFC-22 en cantidades relativamente significativas.

"China es el mayor productor de HCFC-22 del mundo, por lo que no es sorprendente que, en ausencia de una política firme y mecanismos de aplicación robustos, veamos emisiones masivas de este potente destructor del clima como ya anticipamos y advertimos", denuncia Avipsa Mahapatra, responsable de la campaña para el clima de la organización Environmental Investigation Agency. Ya en 2013 (PDF), activistas de la EIA comprobaron cómo muchas empresas chinas seguían emitiendo HFC-23. Mahapatra concluye: "Con la firma de la enmienda Kigali [al Protocolo de Montreal] en 2016, los países acordaron que, para el 1 de enero de 2020, todas las empresas que manufacturan HCFC-22 capturarían e incinerarían el HFC-23 para evitar su liberación a la atmósfera. Pero las discrepancias reveladas por este estudio suponen que con esto probablemente no sea suficiente".

Lea el artículo completo en: El País (España)



20 de agosto de 2019

“Las plantas están estresadas, florecen en épocas en las que no toca”

Botánica y genetista del Instituto Salk, es una de las ganadoras del Premio Princesa de Asturias de Investigación por su revolucionario proyecto sobre el empleo de cultivos en la reducción de CO2 


Joanne Chory cree que una de las herramientas más efectivas para frenar el cambio climático está delante de nosotros. No hay que fabricar nada. Es algo que naturalmente se lleva perfeccionando millones de años y solo hay que dirigir el proceso un poco para que tenga un importante impacto en la reducción de CO2 . Con una modificación genética, las plantas pueden desarrollar raíces más duras y profundas que contengan parte del CO2 que normalmente expulsan a la atmósfera al pudrirse. A gran escala, si se aplica en los grandes cultivos de cereal en el mundo, podría reducir en un 20% la emisión de dióxido de carbono que está provocando el cambio climático. La idea de Chory (Boston, 63 años) le ha valido el Premio Princesa de Asturias de Investigación de este año. Chory recibió a EL PAÍS en su despacho del Instituto Salk en La Jolla, California. Los síntomas del párkinson que le diagnosticaron hace 15 años son ya muy visibles. Aun así, sigue acudiendo a diario a trabajar. Si acaso, es un estímulo para correr más deprisa en la batalla por el planeta.

PREGUNTA. Cuando empezó a estudiar la genética de las plantas, hace 30 años, el calentamiento global solo lo estudiaban los expertos en el clima, no preocupaba a otras disciplinas.
RESPUESTA. Sí, el resto de la comunidad científica estaba dormida. Los periódicos apenas hablaban de ello. El debate estaba circunscrito a la climatología. Como en todo, en la ciencia hay un mainstream. No sé de quién es la culpa, o si hay una culpa. Quizá la gente no tenía suficiente información para darse cuenta de que el problema lo estábamos causando nosotros.

P. ¿Qué efecto tiene el cambio climático en las plantas?
R. Todas las plantas están estresadas. Es fácil de ver desde hace 20 años. Yo lo noto en mi jardín: todo florece cuando no toca. Tengo una magnolia china que está dando flor en medio del invierno, no tiene ningún sentido. Y luego se muere en verano, cuando debería estar verde y bonita. Suelo decir que mi magnolia vive en la zona horaria de China y tiene jet lag.

P. Su proyecto en cuestión, ¿cómo favorece que las plantas participen en la lucha contra el cambio climático?
R. El objetivo es ayudar a las plantas a redistribuir parte del dióxido de carbono que absorben normalmente con la fotosíntesis. Es decir, toman CO2 del aire y agua de la tierra, y por medio de la fotosíntesis lo convierten en azúcares. Cuando la planta muere, esos azúcares vuelven a la atmósfera transformados de nuevo en dióxido de carbono. Nuestro proyecto trata de que la planta guarde ese CO2 en una parte que sea resistente a la descomposición. Los niveles de CO2 son más altos en invierno, cuando sucede la descomposición, y más bajos cuando las plantas están creciendo. Eso nos indica que hay una forma de facilitar que las plantas ayuden a reducir el dióxido de carbono.

P. ¿Cómo son esas plantas modificadas?
R. Tienen raíces más profundas y producen más suberina, que es básicamente corcho. Ahí almacenan carbono. En sequías, eso evita que se seque la planta. Y si hay mucha agua evita que se ahogue. Le hacemos fabricar más corcho, en raíces más grandes y más profundas. La planta absorbe la misma cantidad de CO2, y nuestro trabajo afecta solo a la manera en que lo distribuye. En vez de ponerlo en las hojas, que se descomponen y lo devuelven a la atmósfera, lo ponemos en ese tejido, dentro del suelo y estable. Para reducir el nivel de dióxido de carbono de la atmósfera puedes utilizar máquinas muy grandes y caras. O puedes dejar que las plantas hagan lo que saben hacer y llevan perfeccionando durante 500 millones de años. Solo queremos entrenarlas para que una parte del CO2 lo entierren en lugar de soltarlo todo a la atmósfera.

El artículo completo en: El País (Ciencia)
 

6 de mayo de 2019

¡A cazar el CO2!

El calentamiento global necesita que se frenen las emisiones de gases contaminantes y también retirar los que ya están en la atmósfera.



El calentamiento global es el gran reto medioambiental de este siglo. La previsión de aumento de la temperatura se debe a la concentración de gases contaminantes, principalmente metano y dióxido de carbono (CO2). El Acuerdo del clima de París se comprometió a reducir estas emisiones, pero los expertos indican que no es suficiente. “Hay que retirar el CO2 que ya está en la atmósfera”, asevera el profesor de Química ambiental de la Universidad de Barcelona (UB), Xavier Giménez. Su equipo de investigación trabaja en el desarrollo de materiales porosos que capturen este gas. El docente también es autor del libro Matemáticas y cambio climático. Cuidar el planeta con cálculo superior, que pertenece a la colección de EL PAÍS Grandes Ideas de las matemáticas.

La atmósfera contiene un 0,04% de CO2. Parece muy poco, pero Giménez advierte que impera deshacerse de él. “Es muy complicado porque estamos hablando de muy poco y limpiar algo que casi está limpio, cuesta mucho energéticamente hablando”. Su grupo se encuentra analizando qué materiales retienen mejor este gas mediante simulaciones computacionales. La propuesta de uso será la de crear grandes árboles que configuren un bosque artificial. “Si se exponen al viento, al pasar a través del material, se capturaría el CO2”, explica. Este gas puede utilizarse como aditivo para bebidas o componente de combustibles, entre otras opciones.

El desarrollo de este tipo de soluciones se viene investigando desde hace décadas, aunque la captación de dióxido de carbono no compensaría su emisión. La clave, además de dar con un compuesto capaz de absorber el gas, sino que no sean precisas grandes cantidades de energía. Tampoco productos contaminantes, como las aminas, compuestos derivados del tóxico amoniaco, que actualmente se emplean en técnicas que evitan las emisiones de carbono.

Algunas industrias que liberan este gas con su actividad han implementado acciones para retenerlo y devolverlo a su origen. En 1996 se inauguró el proyecto Sleipner CCS (carbon capture and storage), en Noruega, el primero que tenía como objetivo almacenar CO2. La empresa Statoil Hydro comenzó a explotar un yacimiento de gas natural, el cual contiene hasta un 9% de este compuesto. La compañía lo depura y vuelve a inyectarlo bajo el lecho marino de la zona, de donde extrae el gas natural.

A nivel mundial se capturan más de 30 millones de toneladas de CO2 anualmente gracias a instalaciones de este tipo, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA en sus siglas en inglés). Más del 70% de estas capturas ocurre en Norteamérica. La IEA calcula que los costes de extracción varían desde los 20 dólares por tonelada (unos 17,50 euros) —si la fuente es de alta pureza, como un yacimiento de gasta natural— hasta los 100 dólares por tonelada (87,70 euros). EE UU, frente a la paradoja negacionista del cambio climático de su presidente, Donald Trump, impulsó el pasado abril ventajas fiscales para quienes aplicasen estas técnicas.

 El origen es químico

La comprensión del funcionamiento del cambio climático, así como el desarrollo de soluciones para combatirlo tiene su origen en la química y las matemáticas. “La química participa en toda una serie de casos y procesos absolutamente críticos para poder entender cómo se comporta el clima”, explica el profesor Giménez. “Sin conocer la estructura química de los gases invernadero y su comportamiento no se puede entender el problema”.

Una vez identificados estos fenómenos, la formulación físico-química se produce en lenguaje matemático. “Es lo que permite tener capacidad predictiva”, apunta Giménez. Los modelos no son infalibles y solo se demuestra su eficacia con el tiempo. En los años 70 se describió el desarrollo del deterioro de la capa de ozono. Las siguientes décadas fueron las que confirmaron que los modelos eran correctos. Por este motivo los modelos matemáticos que estiman un aumento de temperatura de entre 1,5 y 2 grados se revisan continuamente. “Se puede discutir si son más acertados o no, pero el cambio climático existe, eso es incuestionable”, zanja. Reconoce que lo que no se puede asegurar es cuánta culpa tiene la acción del ser humano sobre él, pero matiza que este “no puede perturbar el ambiente de tal forma que pueda llegar a causar un problema grave”.

Giménez considera que todos los problemas de este tipo “o se han resuelto o están en vías de hacerlo”. Aunque advierte: “Excepto el calentamiento global. Es el único problema que aún no tiene un horizonte de solución y eso es porque aún no estamos haciendo lo suficiente”.

Tomado de: El País (España)

8 de octubre de 2018

Por qué 2030 es la fecha límite de la humanidad para evitar una catástrofe global


La extinción total de los arrecifes de coral, diez millones de personas más expuestas a inundaciones, cada vez menos zonas aptas para el cultivo de cereales...

Una diferencia de solo medio grado de temperatura tendría consecuencias devastadoras para nuestro planeta, por lo que cada vez es más urgente limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 grados centígrados, advirtió este lunes el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC).

Y el tiempo para actuar se nos está acabando, se asegura en el último informe del IPCC, el que ha sido descrito como "un último llamado" para salvar a la Tierra de una inminente catástrofe.

De hecho, según el reporte, actualmente vamos camino a un aumento de 3 °C, muy por encima del máximo de 2 °C contemplado por los Acuerdos de París sobre cambio climático.

Un máximo que, según los científicos, parece además cada vez menos deseable. 

Para el corresponsal de temas ambientales de la BBC, Matt McGrath, la de este lunes es la advertencia más comprehensiva hasta la fecha de los riesgos del aumento de las temperaturas globales.

"A los científicos probablemente les hubiera gustado escribir en letras mayúsculas 'ACTÚEN YA, IDIOTAS', pero necesitaban decirlo con hechos y números", dijo por su parte Kaisa Kosonen, de la ONG Greenpeace, quien estuvo de observadora en las negociaciones que precedieron a la publicación del reporte.

"Y eso fue lo que hicieron", dijo del informe, titulado "Calentamiento global de 1,5 grados centígrados".

Una diferencia crucial

El estudio, que se basa en más de 6.000 referencias científicas, explica los efectos que tendría un incremento de temperaturas del 1,5 y los compara con los de una subida de 2 grados.

Ambas temperaturas están mencionadas en los Acuerdos de París, en el que la mayor parte de países del planeta se comprometieron a "mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C". 

Y es que, hasta ahora, se pensaba que al mantener el calentamiento por debajo de 2 grados este siglo se podrían manejar los cambios que sufrirá el planeta. 

Pero según el nuevo informe, ir más allá de los 1,5 grados es poner en riesgo la habitabilidad de la Tierra.

"Limitar el calentamiento a 1,5 grados conlleva muchos beneficios en comparación con limitarlo a 2 grados. Esto reduciría el impacto del cambio climático de maneras muy importantes", explicó el profesor Jim Skea, copresidente del IPCC.

Pero, según el IPCC, este límite podría superarse en tan sólo 12 años.

Consecuencias devastadoras

El IPCC proyecta que un aumento de la temperatura global de 2 grados acabaría con todos los arrecifes de coral

Mientras que un incremento de 1,5 los reducirá entre un 70% y un 90%, dos grados los extinguirían casi por completo.

Otra diferencia importante es que el nivel del mar aumentaría 10 centímetros más al pasar de 1,5 a 2 grados. Puede parecer poco, pero esta diferencia implica que diez millones de personas más estarían expuestas a inundaciones. 

También tendría un impacto significativo en la temperatura y acidez del océano, y en la capacidad de cultivar cultivos como el arroz, el maíz y el trigo.

Y el IPCC afirma que limitar el calentamiento a 1,5 frente a los 2 grados supondría reducir el número de personas expuestas a los riesgos climáticos y la pobreza en varios cientos de millones. 

También limitará la prevalencia de enfermedades como el dengue y la malaria.

Por lo pronto, las emisiones de gases de efecto invernadero ya han elevado aproximadamente un grado centígrado la temperatura global respecto a los niveles preindustriales. 

"Ya estamos en la zona de peligro", explica Kaisa Kosonen, de Greenpeace.

"Ambos polos se están derritiendo a un ritmo acelerado; árboles antiguos que han estado allí durante cientos de años están muriendo repentinamente y acabamos de tener un verano en que gran parte del mundo estaba en llamas".

¿Qué se puede hacer a nivel individual?

Y el reporte también incluye medidas que se pueden tomar a nivel individual.
Estas incluyen:
  • Comprar menos carne, leche, queso y mantequilla y más alimentos de temporada producidos localmente (además de desperdiciar menos comida).
  • Conducir automóviles eléctricos y caminar o usar la bicicleta para desplazamientos cortos
  • Tomar trenes y buses en lugar de aviones
  • Recurrir a videoconferencias en lugar de viajar por razones de trabajo
  • Secar la ropa al sol en lugar de utilizar secadoras
  • Aislar mejor las casas para reducir la dependencia de calefacción y/o acondicionadores de aire
  • Exigir una baja huella de carbono en todos los productos de consumo
"Uno puede creer que no puede controlar el uso que se la da a la tierra, pero uno sí puede decidir qué come y eso determina el uso de la tierra", explicó la Dra. Debra Roberts, la otra copresidente del IPCC.

"Podemos elegir como nos movilizamos dentro de las ciudades, garantizar que elegimos a gobernantes que le apuestan al transporte público", ejemplificó Roberts.


El artículo completo  aquí: 

BBC: 2030, fecha límite para la humanidad

Más información en;:

CNÑ: 2030, año de la catástrofe climática

FayerWayer: en el 2040 habrán menos alimentos para la humanidad

El País: debemois tomar medidas drásticas contra el cambio climático

7 de octubre de 2018

La acidificación de los océanos: el enemigo silencioso de la vida


Investigadores de la Universidad de Cardiff temen que la acidificación de los océanos podría alcanzar niveles sin precedentes en futuro próximo.

Oceanógrafos británicos advierten que la emisión continuada de dióxido de carbono puede derivar en un nuevo peligro para los océanos y organismos vivos, según se desprende de un estudio publicado en la revista Earth and Planetary Science Letters.

En concreto, los investigadores de la Universidad de Cardiff estiman que la acidificación de los océanos podría alcanzar niveles sin precedentes en un futuro próximo. Según Sindia Sosdian, coautora del estudio, las condiciones oceánicas en los próximos años cambiarán mucho y "serán distintas de las que han conocido los ecosistemas marinos durante 14 millones de años".

Según el estudio, una tercera parte de CO2 liberada mediante la combustión de carbón, petróleo y gas se disuelve en los océanos, lo que amenaza la vida marina. El agua ácida ha comenzado poco a poco a disolver conchas y caparazones de organismos marinos en determinados lugares.

Los científicos advierten que, de momento, el pH (medida de acidez o alcalinidad de una disolución) del agua en el Océano mundial es de UN 8.1, pudiendo disminuir a menos de 7.8 en 2100. El descenso de solo el 0,1 pH representa un 25% de aumento de acidez, según los investigadores.

Además, si no disminuyen las emisiones de CO2, al final de este siglo la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzará 930 partes por millón. Asimismo, actualmente la concentración de CO2 es de unas 400 partes por millón.

Tomado de: RT

21 de agosto de 2018

El efecto dominó que puede convertir a la Tierra en un invernadero de forma irreversible

Puede parecer el título de una película de ciencia ficción de bajo presupuesto, pero para los científicos que estudian el planeta Tierra, el "efecto invernadero" es un concepto mortalmente serio.
Los investigadores creen que no estamos lejos de cruzar un umbral, en los siglos venideros, que conducirá a temperaturas calientes y un altísimo nivel del mar.

Incluso si los países logran cumplir con sus metas de reducción de CO2, todavía podríamos avanzar hacia ese "camino irreversible".

Un reciente estudio muestra qué podría suceder si las temperaturas globales aumentan 2 ºC.

Un equipo internacional de investigadores del clima, escribiendo en la revista Asuntos de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS, de sus siglas en inglés), de Estados Unidos, dice que el calentamiento esperado en las próximas décadas podría convertir algunas de las fuerzas de la naturaleza -que nos protegen en la actualidad- en nuestras enemigas.

Cada año, los bosques, los océanos y los suelos de la Tierra absorben alrededor de 4.500 millones de toneladas de carbono que, de otro modo, terminarían en nuestra atmósfera y aumentarían las temperaturas.

Pero a medida que se experimenta el calentamiento global, estos sumideros de carbono podrían convertirse en fuentes de carbono y empeorar de manera significativa los problemas del cambio climático.

Entonces, ya sea el permafrost -la capa del suelo permanentemente congelado, como la tundra- en las latitudes septentrionales -que ahora contiene millones de toneladas de gases que se calientan-, o la selva amazónica, el temor es que cuanto más nos acercamos a los dos grados de calentamiento por encima de los niveles preindustriales, mayores son las posibilidades de que nuestros hoy aliados acaben arrojando más carbono del que absorben en la actualidad.

En 2015, los gobiernos del mundo se comprometieron a mantener los aumentos de temperatura muy por debajo de los dos grados y a esforzarse por conservarlos por debajo de 1,5. Según los autores, si su análisis es correcto, los planes actuales para reducir las emisiones de carbono pueden no ser suficientes.

"Cuando alcancemos los dos grados de calentamiento, podemos estar en un punto donde le entregamos el mecanismo de control al mismo planeta Tierra", dijo a la BBC el profesor Johan Rockström, coautor del informe y perteneciente al Centro de Resiliencia de Estocolmo.

"Nosotros somos los que tenemos el control ahora, pero una vez que pasamos los dos grados, vemos que el sistema de la Tierra pasa de ser un amigo a un enemigo. Entregamos por completo nuestro destino a un sistema del planeta, que comienza a perder el equilibrio".

En la actualidad, las temperaturas globales han aumentado cerca de un grado por encima de los niveles preindustriales y están aumentando alrededor de 0,17 ºC por década.
En su nuevo estudio, los autores analizaron diez sistemas naturales, que denominan "procesos de retroalimentación".

En este momento, estos ayudan a la humanidad a evitar los peores impactos del carbono y los aumentos de temperatura. Entre ellos se cuentan los bosques, el hielo marino del Ártico e hidratos de metano en el fondo del océano.

La preocupación es que si uno de estos sistemas se inclina y comienza a empujar grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, el resto podría seguirlo, como una fila de fichas de dominó.

Y, ¿qué es el efecto invernadero? En resumen, no es bueno.

Siga leyendo el artículo en BBC Ciencia


3 de agosto de 2018

¿Por qué a algunas personas les pican más los mosquitos que a otras?

Los mosquitos eligen a sus víctimas en función de la cantidad de dióxido de carbono (CO2) que emiten al respirar y no, como afirma la creencia popular, por la "dulzura" de la sangre, según revelaba un estudio publicado recientemente en Nature.

Un ser humano produce cada día aproximadamente un kilogramo de CO2, y cada vez que exhala -unas 13 veces por minuto- emite más de cien miligramos de este gas. Los mosquitos detectan una corriente con pulsaciones de CO2, de la que deducen que detrás hay "sangre fresca" para chupar. El dióxido de carbono emitido al respirar es mayor en los adultos que en los niños, y su cantidad varía en función de la dieta y del ejercicio físico que se sigan.

De hecho, entomólogos de la Universidad de Florida (EE UU) han desarrollado trampas para estos insectos que emiten dióxido de carbono como lo haría una persona o un animal.

El ácido lactico que emitimos al respirar o a través del sudor también atrae a estos insectos. Las personas más altas y las mujeres embarazadas emiten más ácido láctico y CO2, por lo que son "blancos" perfectos de los mosquitos. Las personas que acaban de hacer ejercicio físico intenso también resultan muy atractivas para los insectos.

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1 de junio de 2018

Nuevo récord en la medición de CO2

El Observatorio de Izaña, en Tenerife, registra de nuevo la máxima concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra.


Hace por lo menos 800.000 años que no se acumulaba tal cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera del planeta Tierra. Aunque la cifra no diga gran cosa, las 413,9 partes por millón (ppm) registradas el 7 de abril en la estación de Izaña, junto al Teide, son una medición récord, otra más, para ese observatorio puntero. Récord de acumulación del mayor responsable del efecto invernadero y por tanto, del calentamiento del planeta. Esos 413,9 ppm también son la advertencia de lo que le estamos haciendo al planeta, alterando de forma irreversible sus ciclos naturales; saturando el aire con gases de efecto invernadero; provocando que ya estemos sufriendo un calentamiento global, con 400 meses seguidos por encima de la media histórica.

Esa medición histórica es una noticia triste, pero alguien tiene que hacerla. “Me fastidia tener que anunciar otro récord, es desagradable tener que dar malas noticias, pero las tengo que dar. La ciudadanía se merece que la informemos de este crecimiento incesante”, lamenta Emilio Cuevas-Agulló, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña. Cuevas (Santa Cruz de Tenerife, 1961) llegó en el año 1990 a esta estación meteorológica, cuando se medía un máximo de 360 ppm, y entonces ni se imaginaba lo que depararía el futuro: “Aunque conozcas la física que hay detrás, no lo esperas. Y yo creo que no queremos esperarlo porque esto a nosotros nos desagrada”. En aquella época la curva de acumulación de CO2 en la atmósfera iba hacia arriba, pero todavía fluctuaba. 

“Ahora es clarísimo”, dice mientras señala con el dedo la gráfica, “la curva se está acelerando”. “No solo aumenta sino que aumenta cada vez a mayor ritmo, eso es lo que está ocurriendo. A nosotros, a mí personalmente, me agobia un montón ver esta curva. Me produce desazón, tristeza”, asegura.

Durante los últimos 800.000 años y hasta la Revolución Industrial, el CO2 fluctuó entre unos 180 y 280 ppm dependiendo de las épocas gélidas o los períodos cálidos interglaciales. Sin embargo, hoy la tasa de aumento de hoy en día es más de 100 veces más rápida que el aumento que se dio cuando terminó la última glaciación.

Cuevas señala en su ordenador el récord global de dióxido de carbono en la atmósfera.
La nota completa en:

El País (España)

6 de noviembre de 2017

OMM alerta nuevo récord de concentración de CO2 en la atmósfera

Según la organización, este "aumento peligroso de la temperatura" se debe a actividades humanas y al potente fenómeno de "El Niño", que aumenta las temperaturas del océano Pacífico, provocando sequías y fuertes precipitaciones.


La concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera aumentó a una velocidad récord en 2016 y alcanzó el nivel más alto en 800.000 años, advirtió este lunes la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

Tras actividades humanas y un potente fenómeno de "El Niño", los niveles de concentración de CO2 pasaron de 400 partes por millón (ppm) en 2015, a 403,3 ppm en 2016, un incremento jamás visto en la atmósfera en un solo un año.

"La última vez que la Tierra conoció una cantidad de CO2 comparable fue hace cinco millones de años: la temperatura era entre 2 y 3 °C más alta y el nivel del mar era 10 o 20 metros más alto que el nivel actual", sostuvo la agencia en su Boletín mundial de Gases de Efecto Invernadero.

El aumento del CO2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera tienen el potencial de iniciar cambios sin precedentes en los sistemas climáticos, que conlleva a "graves perturbaciones ecológicas y económicas", acota el informe.

Ante esto, el director de la OMM, Petteri Talas, exigió a los Gobiernos cumplir con el Acuerdo de Paris, firmado en 2015, para reducir el calentamiento global.

"Si no reducimos rápidamente las emisiones de gases con efecto invernadero, y principalmente de CO2, nos enfrentaremos a un peligroso aumento de la temperatura en lo que queda de siglo, muy por encima del objetivo fijado en el Acuerdo de París sobre el clima", alertó el finlandés.

“Esto demuestra que no nos estamos moviendo en la dirección correcta, de hecho, estamos haciendo exactamente lo contrario si pensamos en la implementación del Acuerdo de París. Esto demuestra que existe una necesidad urgente de elevar el nivel de ambición en la lucha contra el cambio climático”, afirmó.

De acuerdo a un estudio realizado por la World Resources Institute, en el 2015, en el mundo se emiten 43.286,2 toneladas métricas de dióxido de carbono producido por actividad humana.

En la investigación, China se encuentra en el primer lugar del ranking de 186 países emisores de CO2, y contamina tanto como Estados Unidos, India, Rusia y Japón juntos. 

Fuente:

TeleSur

5 de abril de 2014

Perú posee el primer árbol artificial que elimina CO2

El primer árbol artificial viable en el mundo se instaló en Lima para purificar el aire de esta contaminada ciudad, que podrán disfrutar de los 200 mil metros cúbicos de aire limpio que el esperado purificador emite cada día.

Un sueño hecho realidad es el desarrollo de máquinas para extraer dióxido de carbono del aire , y al parecer, ha dejado de ser una utopía. Algunos ejemplos recientes, inspirados en sistemas de limpieza de gases que se usan en grandes industrias, demuestran que la idea no es tan descabellada.

Los elementos que se han inventado para satisfacer estas necesidades de purificar el aire que respiramos son variadas, por ejemplo está el AirDrop, que es un purificador de aire que funciona de manera natural. O la bicicleta que literalmente, se come el smog mientras pedaleas. Y si queremos hablar de arboles artificiales que nos aportan algo, no podemos dejar de nombrar al árbol LED que ocupa energía solar. Una buena idea que debería estar disponible ya.



Pero ahora queremos hablarle del primer árbol artificial viable en el mundo que se instaló en Lima para purificar el aire de esta contaminada ciudad. De acuerdo con un estudio del Banco Mundial hecho público en 2008 es una de las ciudades más contaminadas de Latinoamérica, podrán disfrutar de los 200 mil metros cúbicos de aire limpio que el esperado purificador emite cada día.

Se trata del purificador de aire urbano PAU-20, una especie de árbol metálico que a pesar de carecer de ramas, tronco y hojas es capaz de imitar artificialmente la fotosíntesis y convertir las partículas de dióxido de carbono en oxígeno.

El artículo completo en:

Veo Verde

8 de marzo de 2014

“Nos gastamos millones en defensa, pero contra el cambio climático no hacemos nada”

El 8 de agosto de 1975, Wallace Broecker publicó en la revista Science un texto profético. Con el título Cambio Climático: ¿Estamos al borde de un calentamiento global pronunciado?, advertía de que la temperatura del planeta se incrementaría durante las décadas siguientes. El motivo de ese “calentamiento global”, un término acuñado por el propio investigador de la Universidad de Columbia, sería la acumulación en la atmósfera de dióxido de carbono y otros gases por la quema de combustibles fósiles.

Casi cuatro décadas después y miles de estudios científicos ha quedado claro que tenía razón. Pese a la satisfacción que haya podido extraer de su logro profesional, el investigador se siente abrumado por la certeza de que la continua emisión de CO2 provocará problemas medioambientales serios y los que podrían evitarlo no muestran determinación para evitarlo.

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Wallace Broecker fue galardonado con el premio Fronteras del Conocimiento en cambio climático en 2008. Crédito: FBBVA

Conociendo lo que han descubierto los científicos sobre el cambio climático, ¿cree que nos lo tomamos lo bastante en serio?

Hay mucha incertidumbre sobre la magnitud del cambio, pero aunque los científicos aceptamos eso, nuestra mejor estimación es que si se dobla la cantidad de CO2 en la atmósfera, vamos a incrementar la temperatura del planeta en unos 3 grados centígrados. Podrían ser cinco o dos, pero en cualquier caso, si continuamos lanzando CO2 al aire, estamos haciendo algo estúpido. El problema es que el precio de los combustibles fósiles se mantiene bajo y eso hace difícil que la energía solar o el viento puedan competir, así que la transición va extraordinariamente lenta y si uno extrapola, para hacer la transición, van a ser necesarios 50 o 60 años.
“El problema es que el precio de los combustibles fósiles se mantiene bajo y eso hace difícil que la energía solar o el viento puedan competir”.
Con la crisis, en países como España, el cambio climático ha descendido en la lista de prioridades. ¿Hay alguna forma de convencer al público de que preste atención a un problema tan importante pese a que no parezca tan urgente?

Ese es el reto. Vamos a tener que hacerlo, pero también ha habido mucha propaganda diciendo que no se trata de un problema serio. Como el ciudadano medio tiene la esperanza de que no sea un problema, hicieron muchos conversos. Lo malo es que lo único que ha disminuido es la percepción pública, no el problema.

No obstante, recientemente, en EEUU, algunas grandes compañías como Exxon han asumido que en sus planes futuros es necesario incluir un precio para el carbono. Si emitimos carbón, tendremos que hacer algo para capturarlo y tendremos que incluir esos costes en el precio de la energía. Eso es un gran cambio, porque Exxon antes no admitía que el CO2 es un problema.

Además, nuestro secretario de Estado [encargado de la política exterior estadounidense], Kerry, ha dicho recientemente que su principal preocupación durante los próximos dos años va a ser qué hacer respecto al clima.

Algunos políticos plantean que una lucha global contra el cambio climático podría suponer un impulso para la economía mundial similar al que supuso la II Guerra Mundial.

Para mí, lo que sea que hagamos, si vamos a cambiar hacia la solar o la nuclear o vamos a retirar de la atmósfera el CO2 que producimos, va a crear una gran industria y habría grandes oportunidades.
Aún no estamos preparados para capturar y enterrar el CO2 que hemos lanzado a la atmósfera. Deberíamos saberlo todo sobre esa tecnología para saber si podemos usarla o no, cuánto costaría o cuál sería el impacto medioambiental. Todo este tipo de cosas que no estamos haciendo. Vivimos en un mundo en el que gastamos grandes cantidades en seguridad interna, ejércitos o prevenir enfermedades que pueden afectarnos, por miedo, pero respecto a la mayor amenaza a la que nos enfrentamos no estamos haciendo prácticamente nada. Hay algo equivocado en que EEUU se gaste todos los años 500.000 millones de dólares en defensa y solo mil en problemas medioambientales.

“Aún no estamos preparados para capturar y enterrar el CO2 que hemos lanzado a la atmósfera”
Cree que los científicos pueden hacer algo más para convencer a la gente de que el cambio climático puede ser más peligroso que, por ejemplo, el terrorismo.

Hay que afronta este problema de la misma manera que afrontamos el de la basura o las aguas residuales, que se convirtieron en problemas enormes en áreas urbanas y la gente decidió que tenía que gastar dinero en gestionarlos. Esto es a una escala totalmente diferente. Afecta a todo el mundo y mientras las ciudades tienen un gobierno que puede tomar decisiones, el mundo no tiene un gobierno global capaz de tomar estas decisiones.

¿Cree que sería posible resolver el problema del CO2 en la atmósfera con alguna tecnología de captura, aunque se tardase mucho en empezar a aplicarla?

Estoy convencido de que se puede hacer con un incremento razonable en el precio de la energía que se produce con combustibles fósiles, subiendo entre un 10% y un 15% el precio.

Hay muchas razones por las que deberíamos capturar el CO2 y hacerlo inmediatamente, porque cuanto más tardemos será más caro y más difícil. Además, si lo logramos, podríamos mantener la gasolina como combustible para algunas aplicaciones en las que la electricidad no sería tan práctica, como los vuelos o la conducción de larga distancia.

¿Cree que estos cambios son posibles antes de que lleguemos a una situación demasiado crítica?

No creo que vayamos a cruzar necesariamente un umbral para sufrir grandes problemas. Pero cuanto más CO2 haya en el ambiente, más problemas tendremos, los glaciares se derretirán más, habrá regiones como España que serán más secas… No creo que si seguimos así, en 2030 tendremos un desastre, no  pienso en absoluto en esos términos, pero creo que el problema será cada vez más serio.

¿Qué es necesario para que la búsqueda de la solución al cambio climático sea vista como una oportunidad por los emprendedores?

De momento, el negocio es muy pequeño porque no se ha puesto un precio al carbono. Para que alguien se encargue de retirar el CO2 de la atmósfera es necesario pagar por delante el coste de su retirada junto con el del uso de la energía. Una vez que se haga eso, habrá todo tipo de oportunidades para la industria.

¿Cree posible que China o India estén  dispuestos a poner un precio en el carbono?

Si China pusiese un precio al carbono, eso incrementaría el precio de sus exportaciones inmediatamente y China está prosperando sobre las exportaciones. Las industrias en China no querrán ese coste extra y en una época en la que el dinero está más justo en el planeta, la gente no va a querer pensar en este problema. Y eso es lo que está pasando y es muy desgraciado y es muy estúpido, porque el problema no va a dejar de crecer y nos golpeará con fuerza.

Tomado de:

Open Mind

15 de septiembre de 2013

La Energía Química y la Combustión

Energía química

La humanidad ha utilizado desde su existencia reacciones químicas para producir energía. Desde las más rudimentarias, de combustión de madera o carbón, hasta las más sofisticadas, que tienen lugar en los motores de los modernos aviones o naves espaciales.

Las reacciones químicas, pues, van acompañadas de un desprendimiento, o en otros casos de una absorción, de energía.

¿Cuánta energía puede producir una reacción química? ¿De dónde procede esa energía? ¿Cómo puede medirse y calcularse?

Energía química almacenada
 
La energía es una propiedad inherente a la materia. La materia posee energía almacenada que se debe, por una parte, a la posición o a la altura de un cuerpo (energía cinética) y, por otra, a la naturaleza o las sustancias de que esté hecho el cuerpo al que se hace referencia, ya que a cada elemento o compuesto le corresponde cierta cantidad de energía química almacenada a la que se le denomina contenido energético.

Cuando se lleva a cabo un fenómeno químico, éste va acompañado por una manifestación de energía, ya sea que haya absorción o desprendimiento de ella, debido a la energía química que almacenan las sustancias
Lo anterior significa que, cuando la energía química almacenada de los reactivos es mayor que la energía de los productos, hay un excedente de energía que se libera, pues la energía se mantiene constante, es decir, no se crea ni se destruye.

Por ejemplo, al reaccionar metano (gas combustible) con el oxígeno (gas comburente), hay desprendimiento de energía como producto, porque el contenido energético del metano y del oxígeno es mayor al que posee el dióxido de carbono y el agua, que son las sustancias que se forman durante la reacción:

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Por lo tanto, si, al reaccionar, una o varias sustancias producen otras con mayor contenido energético, habrá absorción de energía por parte de los reactivos, como lo muestra la siguiente reacción de fotosíntesis:

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Las sustancias de gran contenido energético se utilizan como combustible, ya que al reaccionar con el oxígeno se genera una gran cantidad de energía en forma de luz y calor.

Alimentos
 
Los alimentos también almacenan energía química y mediante éstos los organismos obtienen la energía necesaria para vivir, es decir, para formar y renovar tejidos, mantener su temperatura, realizar trabajo muscular, etcétera.

Los alimentos contienen nutrientes tales como los carbohidratos, los lípidos (grasas), las proteínas y las vitaminas, a los cuales se les denomina biogenésicos (por ser de origen orgánico); otros nutrimentos de origen inorgánico son el agua y los minerales como el sodio, el fósforo, el azufre, el cloro, el cobalto, el manganeso y el zinc.

Los organismos utilizan los alimentos para obtener de ellos energía y nutrimentos; estos últimos son descompuestos para ser utilizados en el crecimiento y restauración celular. A este proceso de transformación se le denomina metabolismo.

La energía que se puede metabolizar a partir de los carbohidratos es de 4 kcal por gramo; de los lípidos, de 9 kcal por gramo y, de las proteínas, de 4 kcal por gramo. Se recomienda que en una dieta adecuada se ingieran alimentos que proporcionen aproximadamente 3.000 kcal por día (según la actividad física que se desempeñe), que contengan, de manera balanceada, todos los nutrimentos. Por ejemplo: 75 g de proteínas, 80 g de lípidos y de 400 a 500 g de carbohidratos. Además, se debe considerar que el agua es muy importante como nutrimento y que los seres humanos necesitan de 2 a 2,5 litros  por día, aunque los alimentos también proporcionan una cantidad proporcional de ella que se conoce como agua metabólica.
Es necesario recordar que los organismos obtienen energía a través de un mecanismo autotrófico o heterotrófico.

El mecanismo autotrófico es propio de las plantas, algas y cianobacterias que, a partir de dióxido de carbono y energía luminosa del Sol, producen oxígeno y glucosa. De esta última se forman moléculas más complejas.

El mecanismo heterotrófico es propio de organismos como los de los animales; éstos ingieren el alimento previamente elaborado (carbohidratos, lípidos, etcétera), sus células lo oxidan mediante la respiración y con ello producen CO2, vapor de agua y otras sustancias de desecho.

Eficiencia de un motor de combustión interna
 
Las reacciones químicas de combustión de compuestos de carbono con oxígeno para liberar energía son bien conocidas por todos. Ocurren, por ejemplo, al quemar madera o gas en el horno o bien cuando la bencina de un auto proporciona la energía necesaria para su funcionamiento. Estas reacciones son demasiado violentas y poco controladas para que los organismos vivientes las puedan usar dentro de una célula.

Para que un motor funcione, éste requiere de combustible que, al reaccionar, desprende energía. En el caso del motor de combustión interna, la energía del combustible se transforma en potencia y movimiento, de tal forma que la fuerza producida sirve para hacer funcionar un autobús, una hélice y un generador, entre otras cosas.

El motor de cuatro tiempos es el motor de combustión interna más conocido, y su funcionamiento se lleva a cabo en cuatro etapas, las cuales son:

Primer tiempo (admisión): tiene lugar la penetración de una mezcla de combustible y aire a la válvula de admisión, al bajar el pistón.

Segundo tiempo (compresión): el pistón sube y comprime la mezcla al reducir el volumen.

Tercer tiempo (explosión): al encender la bujía, ésta provoca la explosión de la mezcla; en este momento el pistón es empujado y baja.

Cuarto tiempo (expulsión): los gases producidos por la explosión son expulsados a través de la válvula de expulsión; en este momento el pistón baja.

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Representación esquemática del funcionamiento de un motor de cuatro tiempos.

La combustión

La combustión es una oxidación violenta, la cual, a su vez, desprende energía en forma de calor y luz. Los principales productos de ella son: el CO2, el vapor de agua y la energía.

Ejemplos de este proceso son la combustión del gas de la estufa, de la leña, y del carbón. En todos estos fenómenos se presenta una oxidación y, por lo tanto, también tiene lugar una reducción, ya que cuando se produce la combustión de una de estas sustancias, el oxígeno se reduce ganando electrones y el elemento que se oxida los pierde.

En el organismo de los seres vivos existen procesos de "combustión orgánica", los cuales se denominan así por la similitud que guardan con los productos obtenidos. Sin embargo, no son propiamente combustiones, pues no son, oxidaciones violentas.

Un ejemplo de éstas es la degradación de la glucosa que, durante la respiración celular, produce CO2, H2O y energía, de acuerdo con la siguiente reacción:

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En esta ecuación se observa que cada átomo de oxígeno "gana" 2 electrones (se reduce) y el carbono "pierde" 4 electrones (se oxida).

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La oxidación del gas butano es una combustión inorgánica, ya que no se efectúa en los seres vivos. Su reacción es la siguiente:

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Energía química en el organismo

Las células requieren energía para llevar a cabo la mayoría de los procesos biológicos. La energía proviene de los alimentos que ingerimos.

El oxígeno presente en el aire que respiramos se combina con los átomos de carbono e hidrógeno presentes en las moléculas de los alimentos liberando energía y formando después de numerosos pasos dióxido de carbono y agua.

La fuente original de alimentos son las plantas verdes. Estas son capaces de utilizar la energía solar, dióxido de carbono del aire y agua para crear moléculas orgánicas complejas formadas mayormente por carbono, hidrógeno y oxígeno y ricas en energía.

Estas moléculas son de tres tipos básicos: carbohidratos, lípidos y proteínas. Cualquiera de estos grupos puede combinarse con oxígeno y generar la energía necesaria para la vida.

Los animales no pueden generar carbohidratos, lípidos o proteínas a partir de las simples moléculas de dióxido de carbono, agua y usando la energía solar. En cambio, se alimentan de plantas que ya han hecho este trabajo o de otros animales que ya se han devorado plantas.

Bioquímica de la respiración celular

La conversión de los nutrientes en energía ocurre durante los llamados procesos de catabolismo. La moneda fundamental de energía dentro de las células es una molécula denominada ATP. La estructura de esta molécula es tal que contiene uniones químicas capaces de liberar mucha energía al partirse.

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Dos ejemplos fundamentales de catabolismo son:
 
1. Fermentación.
2. Respiración.

La fermentación es un proceso de generación de energía que no depende de la presencia de oxígeno. Los productos finales del proceso son moléculas orgánicas pequeñas como el etanol. Este es el proceso mediante el cual se generan las bebidas alcohólicas.

La respiración es un proceso que sí requiere de oxígeno y que genera mayores cantidades de energía mediante una oxidación completa liberando dióxido de carbono y agua. La energía proviene en definitiva de los alimentos que comemos. Estos son sometidos a diversos procesos enzimáticos que los convierten en moléculas más pequeñas que forman la base de los mecanismos generadores de energía.

Tomado de:

Profesor en Línea
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