- El viento sopla con fuerza y riza sobre la superficie del mar
- Cualquier cambio brusco de presión atmosférica produce olas
- La ola más grande de España se registró en 2008 en el Cantábrico
La inmensa mayoría de las olas del mar se forman por fricción del viento en la superficie del agua. Este arrastra ligeramente el agua y se forman pequeñas rizaduras, de escasos milímetros -estas olitas también las podemos apreciar en las piscinas- que pueden seguir deformándose hasta superar el par de metros. Suelen ser olas agudas y de longitud de onda corta, como las que forma una cuerda cuando se sacude repetidas veces a gran velocidad.
Tanto afecta el viento al mar que “cualquier cambio brusco de presión atmosférica provoca una oscilación en la superficie del mar que se propaga y da lugar al típico oleaje. Es un efecto parecido al que sucede cuando tiramos una piedra en medio de un estanque: desde el punto del impacto se propaga la onda”, explica el meteorólogo José Miguel Viñas.
La naturaleza odia los desequilibrios
En general, cuanto más fuerte sopla el viento más alta es la ola que se forma. Pero no siempre es tan sencillo y para que se produzca el adecuado efecto bola de nieve para que la ola crezca en altura entran en juego muchos más factores, como la distancia del viento de la superficie del agua, su velocidad y el tiempo que mantiene estable su dirección.
Otro tipo de olas muy bajas y redondeadas de longitud de la onda muy superior a su altura y que nunca rompen en alta mar son las que forman el llamado mar de fondo.
“Los océanos y el mar están llenos de desequilibrios en forma de diferencias de temperatura, presión y salinidad entre las distintas zonas”, comenta a RTVE.es Paco Castejón, de la Real Sociedad Española de Física. “La naturaleza odia los desequilibrios, así que para intentar homogeneizarlos o al menos disminuirlos, genera turbulencias, en forma de corrientes y olas”, explica.
Así, estas olas mueven agua para transportar la información (los parámetros fisicos) que hay que igualar entre las distintas partes del océano. Mientras esto sucede, el agua de las olas no se desplaza aunque lo parezca. En realidad, se mueve de arriba hacia abajo, como cuando hacemos una ola en la grada de un estadio de fútbol. Por eso, las boyas no se mueven.
Rompen al llegar a la orilla
Las olas se rompen al acercarse a la orilla porque la profundidad disminuye. Como consecuencia la ola viaja más despacio y la cresta aumenta su altura. Llega un momento en el que la parte de la ola sobre la superficie viaja más rápido que la que viaja bajo agua, la cresta de desestabiliza y cae contra el suelo produciendo ese ruido sordo y constante que tanto nos relaja.
Nada sosegada fue la rotura de la ola más grande hasta el momento sucedida en España. Se registró en 2008, en el mar Cantábrico. Alcanzó los 20 metros de altura, “una barbaridad que difícilmente se volverá a repetir”, valora Viñas. Las circunstancias fueron excepcionales: “Se juntaron un mar de fondo generado por fuertes vientos en la zona de Terranova, al norte de Canadá, con una marea viva producida por una gran borrasca”, asegura el experto.
Fuente:
RTVE Ciencia