¿Se ha parado alguna vez a pensar en la cantidad de música de fondo con
la que nos bombardean a diario en las tiendas, en los restaurantes, en
la empresa o al teléfono, y sobre la cuál no tenemos capacidad de
elección? En el vocabulario musicológico, esta música ambiental recibe
el nombre de "muzak".
El término muzak es, en
realidad, el nombre comercial de una empresa creada en Estados Unidos en
los años 20 por George Squires para ofrecer música por vía telefónica.
Se conoce también como “música de ascensor”, porque al
principio se usaba en los rascacielos, dentro de los ascensores, para
calmar a sus ocupantes mientras subían o bajaban. En los años 40 se
empezó a utilizar en fábricas y empresas con el fin de aumentar los índices de productividad de sus empleados.
Para conseguir este objetivo los expertos aseguran que debían escogerse
canciones que pudieran ser “oídas pero no escuchadas”, evitando las
partes cantadas para que el texto no fuese motivo de distracción. Su
volumen era moderado, y la música no se circunscribía a un género en particular, aunque se evitaban los grandes éxitos, así como las frecuencias muy altas o muy bajas.
Tomado de:
Muy Interesante
Quizás usted fue uno de los
tantos niños que alguna vez, voluntariamente o por el deseo de sus
padres de tener un Beethoven o un Mozart en la familia, asistió
religiosamente a las clases de flauta dulce, piano, timbales, violín o
percusión, aun sabiendo que había nacido sin la menor capacidad de
distinguir un "re" de un "do", una corchea de una semicorchea.
Los autores de la investigación encontraron que los niños que tocaron un instrumento, aunque no haya sido durante toda su infancia, han desarrollado respuestas cerebrales a sonidos complejos.
Por ejemplo, si usted tiene la capacidad de seguir sin problemas una conversación en un ambiente muy ruidoso, sin perder el hilo de lo hablado ni permitiendo que nada lo distraiga, quizás se lo deba a aquella flauta dulce, cuya relación con sus dedos y su soplido fue más bien amarga.
Incluso habiendo estudiado durante un período de uno a cinco años, estos niños, hoy adultos, son mejores reconociendo diferentes frecuencias que aquellos que jamás entraron a una clase de música.
"Basados en lo que ya sabíamos de cómo la música ayuda a desarrollar el cerebro, el estudio sugiere que lecciones de música durante un periodo breve pueden beneficiar la forma que escuchamos y aprendemos para toda la vida", explicó la autora del estudio, Nina Krauss.
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BBC Ciencia