Quizás usted fue uno de los
tantos niños que alguna vez, voluntariamente o por el deseo de sus
padres de tener un Beethoven o un Mozart en la familia, asistió
religiosamente a las clases de flauta dulce, piano, timbales, violín o
percusión, aun sabiendo que había nacido sin la menor capacidad de
distinguir un "re" de un "do", una corchea de una semicorchea.
Los autores de la investigación encontraron que los niños que tocaron un instrumento, aunque no haya sido durante toda su infancia, han desarrollado respuestas cerebrales a sonidos complejos.
Por ejemplo, si usted tiene la capacidad de seguir sin problemas una conversación en un ambiente muy ruidoso, sin perder el hilo de lo hablado ni permitiendo que nada lo distraiga, quizás se lo deba a aquella flauta dulce, cuya relación con sus dedos y su soplido fue más bien amarga.
Incluso habiendo estudiado durante un período de uno a cinco años, estos niños, hoy adultos, son mejores reconociendo diferentes frecuencias que aquellos que jamás entraron a una clase de música.
"Basados en lo que ya sabíamos de cómo la música ayuda a desarrollar el cerebro, el estudio sugiere que lecciones de música durante un periodo breve pueden beneficiar la forma que escuchamos y aprendemos para toda la vida", explicó la autora del estudio, Nina Krauss.
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BBC Ciencia