La Premio Nobel de Medicina cree que las políticas sociales son cruciales para mejorar la salud de los ciudadanos
La bioquímica australiana pide más recursos para la investigación para conocer mejor la biología del cáncer y poder combatirlo
La premio Nobel de Medicina 2009, Elizabeth Blackburn
(1948, Hobart, Australia), recaló recientemente en Madrid por el Día
Mundial de la Investigación contra el Cáncer, gracias al Centro Nacional
de Investigaciones Oncológicas (CNIO), La Sexta y Fundación Axa. En una
conversación con los medios, antes de presentar su conferencia Resolviendo las paradojas entre la biología de los telómeros y el cáncer,
la bioquímica australiana, que fue premiada por descubrir la
telomerasa, una enzima que replica y alarga los telómeros –estructuras
que protegen los cromosomas y cuyo acortamiento está vinculado con el envejecimiento y el riesgo de padecer enfermedades, entre ellas cáncer–, advirtió sobre la influencia del estilo de vida, el estrés crónico y las malas condiciones sociales en el deterioro de los telómeros y, por tanto, de la salud.
De ahí que destacó la importancia de contar con políticas públicas
–tener un buen sistema educativo o una buena planificación urbanística–
que favorezcan la calidad de vida de los ciudadanos. Y dio un toque de
atención: “La financiación nunca es suficiente, debemos seguir
invirtiendo en investigación; cuanto más sepamos sobre la biología del cáncer, mejor preparados estaremos para atacarlo”.
Pregunta: Algunos estudios han demostrado que tener
telómeros largos reduce, en ciertos casos, el riesgo de padecer
enfermedades, cáncer incluido, aunque otras investigaciones apuntan,
paradójicamente, que influye en la aparición de tumores.
Respuesta: Los estudios en poblaciones grandes
indican que, efectivamente, de media, unos telómeros largos reducen los
riesgos de mortalidad, pero en investigaciones recientes de genética se
ha observado que, si se mantienen activos los telómeros y la telomerasa
está muy presente, hay un mayor peligro de padecer algunos tipos de
cáncer, como los melanomas, gliomas o algún tipo de tumor de pulmón. Lo
que supone, en efecto, un dilema.
¿En qué porcentaje pueden ayudar los telómeros largos a prevenir el cáncer?
Se necesita más investigación para poder
contestar de forma más precisa. Hay que determinar qué tipo de cáncer
se ve afectado por los telómeros y quién es más propenso a padecerlo.
Por un lado, tenemos el cáncer desde un punto de vista de salud pública
y, por el otro, desde los individuos concretos. Hay que combinar las
mediciones de los telómeros con otros estudios genómicos, epigenéticos o
clínicos para comprender más la biología del cáncer. Y hoy tenemos
mayores probabilidades de entenderlo gracias a la tecnología. Pero como
nos encontramos aún en el inicio de esta investigación y no puedo dar un
porcentaje preciso, pongo un ejemplo de un estudio que se ha hecho en enfermos de cáncer de vejiga en Texas,
con 440 pacientes. En el momento del diagnóstico se realizaron dos
pruebas: una extracción de sangre para medir los telómeros de las
células de los glóbulos blancos, que se clasificaron en un rango de
mayor a menor longitud; por otro lado, se hizo un estudio en una escala
de 32 puntos, de mayor a menor, para saber el estado de regresión en el
que se encontraban estos pacientes. Una vez terminado, se formuló la
siguiente pregunta: ¿qué tipo de personas presentó un mayor riesgo de
fallecer? Se observó que si tenían telómeros cortos pero no sufrían
depresión, no había mucha diferencia. Si tenían depresión, pero tenían
los telómeros largos, tampoco. Sin embargo, cuando se daba el caso de
telómeros cortos y depresión, había más posibilidades de morir, ya que
tenían una media de supervivencia de 30 meses en comparación con la
media de 200 meses si solo se daba una de las condiciones.
¿Se ha utilizado la inhibición de la telomerasa en alguna terapia contra el cáncer?
Sabemos que hay tipos de cánceres
diferentes y alrededor del 80%-90% de ellos está en etapa avanzada.
Estas ratios registran, además, una gran actividad de telomerasa, lo que
sugiere que podríamos tratar el cáncer si se inhibiese esta enzima. Sin
embargo, ensayos clínicos en fases tempranas en marcha evidencian que
esto es difícil, porque las células madre de nuestro cuerpo, que son las
que envían después la información al resto, necesitan telomerasa
natural para funcionar. Por tanto, si la inhibiésemos en las células con
cáncer, a lo mejor también la estaríamos inhibiendo en las células
normales. Es un enfoque que debemos tener en cuenta ahora que hay
mayores conocimientos de la biología, ya que no se ha explorado lo
suficiente, y que no deberíamos descartar en el tratamiento contra el
cáncer al igual que en el de otros medicamentos.
¿Qué relación hay entre los telómeros, el estrés crónico y el cáncer, un tema de abordaje en su conferencia?
Todavía hay un gran desconocimiento en
este campo, necesitamos investigar más, aunque su conocimiento es mayor
respecto a las enfermedades cardiovasculares. Lo que puedo decir es que
existe dependencia, es decir, cuanto más nivel de estrés, más cortos
serán nuestros telómeros y tendremos más riesgos de sufrir enfermedades
cardiovasculares. Lo recomendable es introducir cambios en nuestro
estilo de vida: en la dieta, la gestión del estrés, hacer ejercicio,
pero también en las condiciones sociales, porque se ha determinado
estadísticamente que afecta a la longitud de los telómeros. Estudios en
niños que han estado expuestos a una gran violencia de pequeños,
demuestran unos telómeros más cortos de mayores. La exposición a eventos
traumáticos, el bajo nivel educativo o vivir en un barrio inseguro, con
pocos espacios verdes y accesibilidad, está relacionado con el
acortamiento de los telómeros y aumenta las posibilidades de sufrir
enfermedades. Las políticas sociales y de urbanismo pueden intervenir,
su implicación es clave, se pueden cuantificar sus efectos.
¿Cuál es el riesgo-beneficio de intervenir artificialmente los telómeros vía fármacos o suplementos?
Estamos aún en una etapa muy temprana de
la investigación como para poder recomendar el empleo de fármacos para
alargar los telómeros, porque no sabemos el riesgo que conlleva y dado
que el cáncer tarda muchos años en desarrollarse. Es verdad que en
algunas enfermedades raras extremas, donde se ha visto que los telómeros
son muy cortos, sí es posible justificar el empleo de fármacos para su
tratamiento. Pero solo en estos extremos.
Entonces, ¿qué recomienda para mantener los telómeros largos?
Los cambios en nuestro estilo de vida
marcan la diferencia, como he dicho: realizar ejercicio, tener una dieta
mediterránea sana, consumir menos azúcar y refrescos azucarados –un mal
hábito en EE UU– y dejar de fumar. Además, tener unos buenos patrones
de sueño, relaciones sociales y controlar el estrés, modificar nuestra
reacción ante estas situaciones, porque la ansiedad crónica está
asociada a unos telómeros más cortos y, por tanto, el riesgo de padecer
cáncer es mayor.