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22 de junio de 2022

Por qué muchos bebés comparten su comida incluso cuando tienen hambre

En un laboratorio de La Universidad de Washington, Estados Unidos, bebés de un año y medio miraban con ganas de comer los pequeños trozos de fruta que extraños dejaban caer frente a ellos. Aunque era la hora de la merienda, algunos pequeños devolvían las frutas a los desconocidos.

Para los investigadores de la universidad, esas pueden ser las señales iniciales de una característica positiva muy específica de los seres humanos: el altruismo, o sea, la voluntad de ayudar y ceder ante los demás.

En un estudio recientemente publicado, un equipo del Instituto del Aprendizaje y Ciencias del Cerebro de esa universidad estadounidense analizó el comportamiento de casi 100 bebés de 19 meses frente a algo que a ellos les suele gustar: pedacitos de frutas apetitosas, como fresas, bananos, arándanos y uvas.

En una primera fase del estudio, uno de los investigadores (hasta entonces desconocido para los niños) mostraba a los pequeños pedacitos de fruta que fingía soltar sin querer. Después, extendía las manos, indicando que quería los trozos de vuelta, pero sin pedirlo verbalmente.

De los bebés que participaron de esa primera fase, 58% devolvieron las frutas al investigador en lugar de comérselas.

Luego, un segundo grupo de menores participó en el mismo experimento, esta vez con un cambio importante: con este grupo, el experimento se llevó a cabo a la hora de la merienda, cuando los bebés probablemente tenían más hambre.

El resultado de esa segunda fase fue que 37% de los bebés devolvieron las frutas. La mayoría, entonces, optó por comérselas.

A pesar de eso, hay un número considerable de bebés que ejercen un comportamiento altruista hacia un extraño, afirma Rodolfo Cortés Barragán, investigador de post doctorado y principal autor del estudio.

"Generalmente, en las discusiones sobre el altruismo, uno piensa: '¿Será que le cuesta a uno mismo beneficiar a alguien?' En ese caso, ellos (los niños) su hubieran beneficiado y deseaban la comida, aun así la cedieron. Lo que demuestra que actuaron de manera altruista", explica Barragán a BBC Brasil.

El señala que, a los 19 meses, "los bebés ya tienen mucha habilidad para caminar, agacharse y recoger cosas del piso, y entienden las intenciones de su interlocutor".

"Estudiar el altruismo a esa edad nos puede ayudar a explicar las raíces (de ese comportamiento), para poder entender por qué los humanos practicamos el altruismo y cuándo comienza, y de esa manera poder promoverlo e incentivarlo a medida que los niños crecen y se convierten en adultos".

Lea el artículo completo en: BBC Mundo

28 de junio de 2019

Perú, país con mayor deshonestidad cívica del mundo

Un reciente estudio, publicado en la revista Science por economistas norteamericanos y europeos, publica los resultados de un estudio sobre la honestidad en 355 ciudades de 40 países, incluido el Perú. Hoy haremos un resumen de tan importante e interesante estudio.

Por el Dr. Elmer Huerta


Un reciente estudio, publicado en la revista Science por economistas norteamericanos y europeos, publica los resultados de un estudio sobre la honestidad en 355 ciudades de 40 países, incluido el Perú. Hoy haremos un resumen de tan importante e interesante estudio.

La honestidad cívica, definida como el cumplimiento de las normas de buena conducta en una sociedad, es considerado un elemento esencial del capital social y el desarrollo económico de una nación. En una sociedad deshonesta, las promesas no se cumplen, los contratos no se ejecutan o se fraguan, la gente no paga impuestos y la corrupción campea. Los costos de la deshonestidad son inmensos, en el Perú, la Contraloría ha estimado que la corrupción le cuesta al país, S/ 17 mil millones de soles al año. Es por eso que estudiar y entender la honestidad de un país es importante para poder prevenir el comportamiento deshonesto de sus habitantes.

Sembrando billeteras

En el estudio, un investigador voluntario le entregaba una billetera “que acababa de encontrar en la calle” a un empleado de cinco tipos de instituciones: bancos, cinemas, oficina de correos, hoteles y estaciones de policía. Sin esperar respuesta, ni identificarse, el voluntario le dejaba al empleado la “billetera encontrada” y arguyendo que estaba muy apurado, le pedía que haga lo posible para devolver la billetera a su dueño y se retiraba rápidamente.

Todas las billeteras eran iguales, de plástico transparente, contenían una llave, un papel con una lista de víveres y tres tarjetas de presentación idénticas con el nombre y el correo electrónico del dueño de la billetera. Algunas billeteras no contenían dinero y otras contenían el equivalente a $13.45 dólares (S/ 20.50 en Perú). En tres países (EE.UU., Polonia e Inglaterra), algunas billeteras contenían además, el equivalente de $94.15 dólares.

Imagine la situación estimado lector, un empleado recibe una billetera encontrada y no hay nadie -excepto su honestidad- que lo obligue a devolver la billetera a su dueño, en otras palabras, el empleado podía quedarse con la billetera y no pasaba nada, no había como probar que no la había devuelto. Antes de continuar, quiero pedirle una predicción: ¿qué billeteras cree usted amable lector que fueron las billeteras mas devueltas? ¿Las que tenían dinero o las que no tenían dinero? Y de las que tenían dinero, ¿se devolvieron mas aquellas con mas dinero o menos dinero?

Países estudiados

El experimento se hizo (por orden alfabético) en Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Chile, China, Croacia, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, España, Estados Unidos, Francia, Ghana, Grecia, Holanda, India, Indonesia, Inglaterra, Israel, Italia, Kazajistán, Kenia, Malasia, Marruecos, México, Noruega, Nueva Zelanda, Perú, Polonia, Portugal, República Checa, Rumania, Rusia, Serbia, Sudáfrica, Suecia, Suiza, Tailandia y Turquía.

En total, se repartieron 17,303 billeteras, 400 de ellas en Perú. Se escogieron las ciudades mas importantes de cada país para hacer el experimento, las que sumaron 355 (en Perú fueron Arequipa, Chiclayo, Cusco, Iquitos, Lima, Piura y Trujillo).

El artículo completo en: El Comercio (Perú)
 

1 de diciembre de 2018

Mujeres y hombres: ¿la igualdad de género permite expresar nuestras diferencias?

Un estudio publicado hoy en la revista Science defiende que cuando hombres y mujeres tienen un acceso igualitario a los recursos, las preferencias de cada género en cuestiones económicas relacionadas con el riesgo, la confianza y el altruismo difieren más. Los autores, que han analizado datos de 80.000 individuos recogidos en 76 países, consideran que el desarrollo económico permite prestar atención a las ambiciones y deseos personales.


Las preferencias personales relacionadas con el riesgo, la paciencia, la confianza y el altruismo no son iguales entre hombres y mujeres. Además, estas diferencias aumentan al mismo tiempo que lo hace el desarrollo económico y la igualdad de género de un país. Es la principal conclusión de un estudio publicado hoy en la revista Science, llevado a cabo por economistas alemanes, a partir de datos tomados de 80.000 individuos de 76 países.

Cuando alguien nos hace un favor, ¿lo devolvemos? Si nos tocaran 100.000 euros ahora mismo, ¿cuánto donaríamos a una buena causa? Si alguien nos trata mal, ¿nos vengaríamos a cualquier coste? Este tipo de cuestiones gobiernan el comportamiento humano, pero hombres y mujeres no contestan lo mismo en todos los países. Para intentar explicar estas diferencias de género, la hipótesis del rol social asegura que la separación se atenúa en lugares más desarrollados e igualitarios,  debido a que los roles de género no serían tan fuertes.

La hipótesis de los recursos asegura lo contrario. Según esta, el desarrollo personal solo alcanza su cénit en países con suficientes medios, donde sus habitantes tienen cubiertas sus necesidades básicas. Por lo tanto, las diferencias en las preferencias que muestran hombres y mujeres serían mayores en estos lugares. El estudio publicado en Science apoya esta segunda explicación.

“Los datos indican que estas diferencias de género en las preferencias personales no son iguales en los distintos países”, explica a Sinc el investigador de la Universidad de California en Berkley (EE UU) y coautor del estudio, Johannes Hermle. Esta variación “sustancial”, asegura, está “altamente asociada” con la variación en los niveles de desarrollo económico y de igualdad de género.

Lea el artículo completo en: Agencia SINC 
 

13 de septiembre de 2018

El inspirador anuncio de Nike con Colin Kaepernick, explicado

Después de una intensa jornada de quemar zapatillas y pedir un boicot masivo a Nike, la marca deportiva ha optado en cambio por hacer all-in con su decisión de tener a Colin Kaepernick como imagen de su nueva campaña publicitaria. En el anuncio que Nike ha publicado este miércoles aparecen otros deportistas que presentamos en este artículo.

 

Si la gente dice que tus sueños son una locura...
El skateboarder profesional Nyjah Huston es ganador de numerosas medallas de oro a nivel internacional y el mejor pagado en la actualidad. También es considerado por algunos expertos como uno de los skaters más influyentes de la historia del deporte. En el vídeo, aparece probando a bajar unas escaleras en repetidas ocasiones sin conseguirlo.

... si la gente se ríe de lo que tú crees que puedes hacer:
Isaiah Bird, de 10 años, compite en lucha libre pese a que un defecto al nacer le dejó sin sus dos piernas. Su historia ha inspirado a profesionales de su deporte como Chris Weidman, campeón de peso medio de la UFC, que en 2014 organizó un evento para recaudar fondos para la familia de Bird. En el anuncio, aparece probando sus habilidades con otro luchador y posando frente a la cámara.

 
Bien, pues sigue así.
Zeina Nassar es una boxeadora alemana de padres libaneses. Es tres veces campeona de boxeo en la ciudad de Berlín y se ha convertido en una de las imágenes clave de Nike en su campaña Nike Pro Hijab por lucir un hijab deportivo mientras compite. En el vídeo, aparece en el gimnasio y lanzando puños a cámara.


Porque lo que los no-creyentes no pueden entender es que llamar loco a un sueño no es un insulto.

Megan Blunk es una jugadora de baloncesto en silla de ruedas estadounidense. A los 18 años, tuvo un accidente de moto que la dejó paralizada de cintura para abajo. Ese mismo año, dos de sus mejores amigos se suicidaron. Blunk se lo dejó todo en la pista y acabó entrando en el equipo paralímpico de Estados Unidos. Compitió en los Juegos de Río de Janeiro en 2016, donde su equipo se alzó con la medalla de oro. En el vídeo, aparece botando dos pelotas de baloncesto desde su silla de ruedas.


Lee el artículo completo en GQ

14 de junio de 2018

Mundial de Rusia 2018: "Hay un país hermoso": la canción que la selección de Dinamarca le escribió a Perú


"Querido… querido… ¡es difícil!", dice entre sonrisas Lasse Schone, jugador de la selección de fútbol danesa. 

Es que le cuesta pronunciar la palabra "querido".

Pero el futbolista del Ajax de Ámsterdam continúa y lo logra: "Querido Perú, gracias por su saludo".

El 23 de mayo, la nación europea recibió un saludo de Perú en un emotivo video en el que la selección peruana se presenta a sus contrincantes después de 36 años de ausencia en la cita mundialista.

La respuesta de la nación europea es una canción: "Es el himno nacional de Dinamarca reescrito para ustedes", dice el video antes de dar paso a un coro de mujeres vestidas de negro.


La letra de la canción:

Hay un país hermoso,con la cordillera de los Andes, cerca de la playa del océano Pacífico.
Se extiende por ríos y bosques. Su nombre es el orgulloso Perú y es el país de los incas.
Sufrieron ustedes en tiempos pasados y las luchas eran muchas.
Ahora ustedes han vuelto. Esperamos con mucha ilusión el primer partido.
Jugamos por el país, los puntos y el honor. En los colores rojo y blanco.

Tras culminar la canción, aparece la frase: "El 16 de junio, dos países hermosos se enfrentarán en la Copa Mundial".

Después, Eriksen se despide: "Hasta luego", pero lo interrumpen y lo corrigen: "Muy cerca, sin 'h', solamente 'asta'".

Y repite: "Hasta luego". 

Fuentre: BBC 

14 de agosto de 2017

El error que cometes y que hace que tus hijos sean unos malcriados

Es muy difícil conseguir al mismo tiempo que nuestros hijos confíen en nosotros y sean responsables. Para lograr este objetivo, hay algo que no se debe hacer jamás.


De entre todo lo que atormenta a los padres primerizos, desde lo material hasta lo relacionado con la educación pasando por lo psicológico, quizá no hay nada más preocupante que lo siguiente: ¿cómo conseguimos no malcriar a nuestros hijos? Es caminar sobre la cuerda floja, puesto que el equilibrio entre proveer a nuestros descendientes con todo lo que necesitan materialmente, apoyarles emocionalmente y hacer que se sientan seguros pero que al mismo tiempo no piensen que el universo gira en torno a ellos es delicado.

No hay receta infalible, obviamente, pero nunca viene de más escuchar lo que tienen que decir los especialistas sobre esta cuestión tan peliaguda, sobre todo teniendo en cuenta que cada vez más (supuestos) adultos se comportan como niños malcriados. Por ejemplo, Hal Runkel, terapeuta familiar y autor de 'Choose Your Own Adulthood: a Small Book about the Small Choices that Make the Biggest Difference' (Greenleaf Book Group), un manual para millennials que intenta guiarles a la hora de tomar las decisiones que determinarán su futuro.
Cuando dices 'como hagas eso otra vez te lo voy a quitar' y no se lo quitas, estás malcriando a tu hijo
Su carácter, no obstante, se ha forjado mucho tiempo atrás, y el resultado está tremendamente influido por la actitud de sus padres hacia ellos. En opinión de Runkel, hay algo que nunca debería hacerse con un hijo: mentirle. En concreto, a la hora de que entiendan cómo funciona el mundo y de qué manera toda acción tiene sus consecuencias. Lo confiesa a 'Business Insider': “lo que malcría a los niños es no dejarles que prueben las consecuencias naturales de sus errores”. Como el dicho español de “aprende a base de golpes”, pero con una sustancial diferencia.

Fuente:

El Confidencial

3 de agosto de 2017

El sentido del humor es un comodín fantástico a la hora de educar


A la hora de valorar que hacer frente a un “mal comportamiento” de un niño o niña, invito a una primera reflexión sobre si lo ocurrido es un mal comportamiento y para quien, y después planteo no quedarnos solo en cómo intervenir para enseñarles la forma adecuada de resolver un conflicto, sino ir más allá y tratar de entender por qué se provocó y qué está detrás de un mal comportamiento.

Y digo esto porque detrás de algunas “malas” conductas lo que hay es simplemente una falta de herramientas y/o de información que hubieran permitido al niño o niña actuar de otra manera.

Otras veces, las “malas” conductas encierran emociones dolorosas a situaciones para las que no tienen otra forma de gestionar ni de expresar, ni siquiera de identificar.

Por eso, como padres, como educadores, tenemos que trabajar en las dos direcciones paralelamente: la intervención y la reflexión. Y dado que está sobradamente demostrado que el castigo no sirve para crear aprendizajes a largo plazo, no cambia las causas que provocan la conducta inapropiada y conduce a emociones negativas hacia quien lo impone, tenemos que habilitar otras maneras de enseñar a nuestros hijos a manejarse de formas más constructivas, tanto para ellos como para los demás. Esto exige, desde luego el empleo de una gran dosis de inteligencia emocional por nuestra parte y también de creatividad. Dejarnos llevar por el impulso, por el castigo cargado de impotencia, por la falta de alternativas, por la agresividad que algunas situaciones nos generan, es lo fácil, lo automático, para lo que estamos programados. Pero eso no es educar. Eso es reaccionar.

Educar requiere un máximo de paciencia, empatía y de creatividad. Requiere una intención voluntaria de desprogramarnos, requiere muchas veces una “silla de pensar” para nosotros. Un lugar donde, a solas y apartado de nuestro hijo, seamos capaces de calmarnos y recuperar un lugar de serenidad. A partir de ahí, podremos “accionar” en lugar de “reaccionar”, podremos conectarnos con la situación objetiva y valorar con suficiente distancia lo que de verdad ocurrió y hasta qué punto era tan importante. Podremos ejercer como educadores, no como parte del problema.

Así pues, este sería el primer paso ante un conflicto que nos provoca emociones intensas de ira o agresividad: no actuar. Si se trata de una agresión entre hermanos, poner a salvo al agredido y tratar de hacer lo posible por no formar parte del círculo vicioso y añadir más agresividad y tensión. Parar. Buscar nuestra silla de pensar. Conectarnos con un lugar en calma porque es indispensable recuperar el equilibrio, por precario que sea, para poder ofrecérselo a ellos.

El siguiente paso sería neutralizar también la intensa emoción que tiene tanto el agresor, como el agredido, priorizando a este último. Si se trata de otro tipo de mal comportamiento, también suele desatar emociones muy fuertes en ellos y cuando su cerebro está inundado de cortisol (hormona del estrés) no escucha, no ve, no aprende. Está literalmente borracho de negatividad y nuestras palabras serán incluso contraproducentes, aún en el caso de que remotamente sean escuchadas.

El abrazo, si se deja, el acompañamiento tranquilo y silencioso, las palabras calmadas que no buscan culpables ni respuestas, hacer un chiste, unas cosquillas, ayudan a ir recuperando un estado donde sí será posible entenderse y tal vez, aprender algo.

Una comunicación efectiva, tras un conflicto requiere pautas muy sencillas pero que solo fluyen desde un estado de ánimo sereno y con ganas de construir:
  • Pedir al niño que describa lo ocurrido y escuchar sin corregirle, sin juzgarle.
  • Si no es capaz de hacerlo (por edad, por falta de recursos lingüísticos, etc.), ayudarle a la reconstrucción de lo que ocurrió, tratando de bajar el lenguaje de forma que nos podamos entender.
  • Que intente identificar la emoción que le llevó a hacerlo y la que sintió después de haberlo hecho: “me enfadé tanto con mi hermano que le di con la caja”.
  • Reconocer la emoción y darle importancia. No queremos inhibir el sentir, sino enseñarles a identificar sus emociones para poderlas manejar. No está mal sentir cualquier cosa, es parte de la naturaleza humana y juzgarlas como malas o buenas invita a la culpa e impide su canalización.
  • Explicarle cómo nos hemos sentido nosotros frente a su mal comportamiento, con palabras certeras, llamando a cada emoción por su nombre: frustrado, enfadado, triste… Desde el “yo me he sentido”, jamás utilizaremos “me has hecho sentir”. Debes hacerte cargo de tus emociones, son tuyas, no suyas. Bastante tiene él o ella con empezar a conocerlas como para además ocuparse de las tuyas. Se supone que eres el que tiene la mayor cantidad de información.
  • Ayudarle a empatizar, buscando ejemplos muy cercanos, cotidianos, que le conecten con una emoción parecida. Sirven los dibujos animados, los cuentos, algún incidente en clase… Recordemos que para educar necesitamos altas dosis de creatividad.
  • Algunas veces, tal vez más de las que nos damos cuenta, el conflicto se puede evitar. Ello implica estar presente, estar atento, y ser capaz de adelantarse a la situación. Y aquí quiero hacer una aclaración: la profecía autocumplida.
  • Prevenir un conflicto no significa decir “cuidado porque se te va a caer el agua”, porque hay muchas más posibilidades de que se caiga después de haberlo advertido. La profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
  • La prevención en este caso es evitar la situación que hará más que posible que “se le caiga el agua”: acción, no reacción.
  • Otra cosa a tener en cuenta cuando educamos es saber que nuestro cerebro tiene serias dificultades para procesar el “No”. Por tanto, tengo muchas más opciones de ser escuchado cuando enuncio frases en positivo que en negativo: “no debes pegar a tu hermano” es mucho menos eficaz que “me gustaría que cuidaras a tu hermano un poco más”… hay mil ejemplos.
  • Tener conciencia de que costará una y mil veces aprenderlo, de que parecerá que no ha servido de nada. Estamos sembrando, compañeros, estamos sembrando. Grandes dosis de paciencia, dije al principio. También para no caer en la inmediatez de algo tan difícil.
  • Reconoceremos cada éxito, pero también (o más) cada intento. Y, si es posible, haremos una “marcha atrás” donde le damos al botón que vuelve a empezar para darles la oportunidad de hacerlo de otra manera, con la nueva, con la recién aprendida.
  • El sentido del humor es un maravilloso comodín a la hora de educar. La risa desbloquea y sustituye el cortisol por endorfinas, creando un cerebro abonado para el aprendizaje, el que perdura. Solo aprendemos aquello que está asociado a una emoción. Entonces, tratemos de hacerlo en positivo.
  • Confía, confía, confía… si mandas el mensaje emocional de que no crees que será capaz de cambiar, de hacerlo mejor, no lo hará. Y lo peor, esa sensación le acompañará el resto de su vida. Te necesita para construirse. CONFÍA, con el corazón, con honestidad. Tiene todo el potencial para hacerlo, solo necesita tu mirada positiva.
  • Recuerda lo hablado o vuelve a hablarlo las veces que hagan falta, cada vez que lo necesite. Sin caer en el hastío, en el “ya te lo he dicho” o peor, en el “te lo dije”.
  • Es esencial también tomar conciencia de que esto es una carrera de fondo, de que somos padres y educadores 24 horas al día siete días a la semana y que nadie hemos aprendido en un solo ensayo. Que es más fácil enseñar a leer o a hacer un logaritmo que enseñar comunicación emocional, estrategias de aprendizaje vital, recursos para preservar y construir su autoestima, poner los andamiajes del adulto feliz y pleno que pretendemos sea algún día.
No debemos nunca olvidar que están aprendiendo cómo vivir y construyendo como ser, sin apenas recursos, inundados de estímulos y de emociones intensas. Le educación emocional le enseñara a ser quien quiera ser, en libertad, sin depender de los otros en su trayecto personal y vital.

Fuente:

El País (España)

25 de agosto de 2016

¿La felicidad se encuentra en tu ADN?

Un nuevo estudio expone que los genes determinan que los ciudadanos de un país sean más felices que los de otro.





Una población feliz, más que asociada a los factores socioeconómicos de un país (a la estabilidad, a la riqueza, a la situación política o incluso a la prevalencia de enfermedades), viene determinada por la genética. Así lo expone el último estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Gestión de Varna (Bulgaria) y Michael Bond, de la Universidad Politécnica de Hong Kong (China), cuyos resultados publica la revista The Journal of Happiness Studies.


Fuera de todos estos factores externos, la investigación ha descubierto una variable claramente relacionada con la felicidad del ser humano y no es otra que la genética. Los expertos acudieron a los resultados del World Values Survey, una encuesta sobre felicidad realizada a nivel global entre 2000 y 2014, con objeto de resumir en porcentajes la felicidad según cada uno de los países de nuestro planeta. También recabaron datos genéticos poblacionales así como información sobre prevalencia histórica de enfermedades del Banco Mundial.

Luego, comparando la felicidad observada por los ciudadanos de cada país con las secuencias de su ADN, descubrieron que los ciudadanos que se consideraban a sí mismos más felices eran justamente los que contaban con la variante genética “rs324420”, responsable del aumento de la percepción de placer y la disminución de la sensación de dolor.

Teniendo en cuenta este factor genético, los habitantes de Ghana y Nigeria en África Occidental así como como México y Colombia en América Latina representaban el grado más alto de felicidad. En el extremo opuesto, los habitantes más infelices y que contaban con menos presencia del gen rs324420 eran Hong Kong, China, Tailandia y Taiwán, además de Irak y Jordania. En Europa, los que contaban con mayor presencia de esta variante genética eran los suecos.

 Tomado de:
 

27 de noviembre de 2014

Para tu cerebro, lo que le pasa a un ser querido te pasa a ti mismo

La neurociencia descubre que en el cerebro humano lo que le sucede a un ser querido se experimenta como si nos sucediera a nosotros mismos. 


No le pregunto a la persona herida cómo se siente,
yo mismo me transformo en esa persona herida.
-Walt Whitman, Song of Myself 


El amor, el cariño, el respeto por el otro y la amistad podrían agruparse en torno a una habilidad que poseemos los seres humanos: la empatía. Indudablemente esta capacidad empática es materia prima fundamental de nuestra existencia y, tal vez, apela al sentimiento más auténtico que una persona puede gestar. Incluso podríamos especular sobre el papel que juega la empatía en la evolución y la supervivencia de nuestra especie o, como advertía Roger Ebert, “creo que la empatía es la máxima virtud de una civilización”.
Si bien los alcances de la empatía son, creo, plenamente comprobables mediante la experiencia individual, lo cierto es que la nitidez de este fenómeno se manifiesta tangiblemente incluso a nivel neuronal. Hace unos meses, investigadores de la Universidad de Virginia concluyeron, tras una serie de experimentos con escáneres de resonancia magnética para monitorear la actividad cerebral, que cuando existe un lazo de afecto y familiaridad con otra persona, nuestro cerebro la experimenta como si fuésemos nosotros mismos. 

Lo primero que descubrieron fue que nuestro cerebro distingue tajantemente entre los extraños y aquellos a quienes ‘conocemos’. Y luego hallaron que aquellas personas que asignamos a nuestra red social se funden con nuestro sentido de ser a un nivel neuronal –fenómeno que se intensifica entre mayor es el lazo de afecto. James Coan, uno de los psicólogos involucrados en el estudio, advierte al respecto:

Notamos que, mediante la familiaridad, otras personas pasan a formar parte de nuestro propio ser [...] Nuestro yo termina por incluir a esas personas con quienes experimentamos cercanía. Esto posiblemente se debe a que los humanos necesitan de amigos y aliados con quienes puedan unir fuerzas y concebirlos de la misma manera en que se autoconciben. Y cuando las personas pasan más tiempo juntas, entonces esta similaridad se refuerza. 

El experimento consistió en escanear la actividad cerebral de 22 personas. Los voluntarios eran advertidos de que recibirían sutiles shocks  eléctricos. Ante esta amenaza, sus reacciones fueron contrastadas con aquellas en que existía la posibilidad de que un ser querido fuese a recibir el mismo tratamiento. La respuesta neuronal era casi idéntica en ambos casos, lo cual no ocurría cuando se trataba de una virtual amenaza contra un desconocido (consulta aquí el estudio completo).  

Esencialmente se diluye la frontera entre el “yo” y el “otro”. Nuestro ser pasa a incluir aquellas personas que nos son cercanas. Si un amigo está bajo amenaza, en nuestro interior ocurre lo mismo que si nosotros estuviésemos amenazados. Somos capaces de entender el dolor o la contrariedad que él puede estar atravesando, tal como podemos entender nuestro propio dolor. 

In Lak’ech (tú eres mi otro yo)
Saludo tradicional Maya
Algunas reflexiones al respecto

Al leer el estudio en cuestión, además de emocionarme, no pude evitar preguntarme qué sucede, entonces, cuando lastimamos a un ser querido. Seguramente al estar molesto con un amigo, porque a su vez nos sentimos ofendidos, nuestro cerebro es capaz de removerlo temporalmente de esa región neuroafectiva y por lo tanto podríamos infligirle un daño. Sin embargo, para que eso ocurriese primero él habría tenido que hacer lo propio, previo a incurrir en el acto que produjo nuestra reacción. Y en este sentido sólo quedaría apelar al sentimiento de autodestrucción, es decir, el concebir a alguien como un “yo mismo” no le exime de mi deseo de, en ciertas circunstancias, lastimarlo, pues ni siquiera mi propio “yo” está a salvo de mi propia destrucción. Consecuentemente, si yo dejase a un lado las prácticas autodestructivas, difícilmente lastimaría a mis seres queridos. 

La segunda reflexión que podría detonar este fenómeno es cómo podríamos llegar a ese paraíso empático en el cual realmente concibiésemos a cualquier persona, querida o no, como un propio yo. Cómo eliminar esa distinción entre aquellos a quienes me une el afecto y esas personas a quienes considero simples desconocidos. Lo anterior no para demeritar los lazos de afecto que experimento por “los míos”, sino para derramar este mismo sentimiento de forma incluyente, y así consumar una postura, asumo, impecable, en lo que respecta a la tolerancia, la comprensión, y el respeto por el otro.

En fin, supongo que nos toca, a cada uno, encontrar este tipo de respuestas, pero no por ello deja de resultar fascinante la simple idea de concebir que, más allá de la poesía o la metáfora, realmente tenemos la capacidad de fundir el yo con el otro. 

Twitter del autor: @ParadoxeParadis

Tomado de:

Pijama Surf

26 de agosto de 2014

Matemáticas: Encuentran la clave de la felicidad (o "como jugar con nuestras expectativas")





Vista así, de golpe, y para quien no sea muy aficionado a las matemáticas, la fórmula de la imagen puede provocar más de un espasmo cerebral ( reocnozco que a mi si que me lo ha producido). Pero, pasada la impresión inicial e investigando un poco más el asunto, se puede comprobar que se trata de la ecuación de la felicidad, elaborada por un equido de investigadores de la Universidad de Londres, dirigido por Robb Rutledge, y que ha servido de base para desarrollar una aplicación de movil que sirve para medir el grado de felicidad de las personas.


Dicha aplicación se utilizó para un experimento bautizado The Great Brain Experiment, en el que los investigadores pidieron a dieciocho mil voluntarios de todo el mundo que la utilizaran para responder a un test que permitiría evaluar su grado de bienestar y satisfacción personal y vital. Además, veintiséis personas escogidas de entre todos los participantes, fueron utilizadas como cobayas humanas para que los científicos pudieran monitorizar su actividad cerebral mientras relizaban el test.

Puede parecer que todo lo anterior es un juego. Y si, como reconoce el profesor Rutledge: "Hay mucho de ello en nuestro estudio. ¿Qué mejor manera de analizar la felicidad que a través de algo tan placentero como jugar?" Pero, más allá del aparente divertimento, el estudio ha arrojado interesantes datos que deben ser tenido en cuenta a la hora de analizar como funciona algo tan complejo, intangible y difícil de definir como es la felicidad.

"Parte del test consistía en una serie de pruebas que, si se resolvían positivamente, acarreaban una reconpensa o gratificación", explica Robb Rutledge. "Evidentemente, el premio activaba los circuitos de recompensa del cerebro haciendo que als persoans afirmaran sentirse dichosas. Pero, lo más sorprendeten, fue descubir que los mayores índices de felicidad que sentían los voluntarios no s eproducían al recibir o saborear el premio, sino en la etapa en la que acariciaban la posibilidad de recibirlo. Es decir... La expectativa de ser premiados o de experimentar algo agradable, resultaba mucho más placentera que el premio o la experiencia en si misma".

Este hallazgo abre interesantes conclusiones que funcionan en dos direcciones. "Por un lado", explica el investigador, "parece confirmar esa creencia popular que dice que cuanto más bajas sean tus expectativas sobre algo, más placentera o positiva resultará una experiencia. Por ejemplo, si vamos a comer a un restaurante del que no esperamos gran cosa, y la comida resulta ser buena, nos acabará pareciendo mucho mejor que si hubieramos acudido al local con unas expectativas más altas".

Pero, por otro lado: "Si estamos esperando a que llegue el día de la semana en que hemos quedado para ir a cenar a un gran restaurante con una persona muy especial, las expectativas que desarrollamos durante el tiempo que pasa antes de que se produzca ese momento tan importante , nos producen un bienestar tan enorme que, en muchas ocasiones es superior al que al final acaba produciendo la propia cita".

Tal y como reconoce el profesor Rutledge, las situaciones de la vida cotidiana son demasiado complejas como que pueda medirlas una simple aplicación, pero: "El estudio nos demuestra que la felicidad depende en gran parte de las expectativas que tengamos de la vida en cada momento. Aprender a jugar con ellas en cada situación concreta, y a manejarlas y graduarlas de la manera adecuada, podría ayudarnos a ser más dichosos".

Fuente:

QUO

15 de julio de 2014

Las personas consumistas son más propensas a estar deprimidas

Una investigación ha concluido que las personas más materialistas (consumistas), esto es, más preocupadas por comprar el último modelo de móvil recién salido de fábrica, un coche de gama alta, una casa más grande, vestuario de marca... estar siempre a la última, en definitiva, están destinadas a tener un estado de insatisfacción continuo en su vida.

El estudio, publicado en la revista Personality and Individual Differences, ha sido desarrollado por un equipo de científicos de la Universidad de Baylor (EEUU) que contó con un total de 246 participantes con una edad media de 21 años y a quienes se les sometió a una encuesta online de 15 minutos orientada a medir el nivel de materialismo, la gratitud, la satisfacción de necesidades y la satisfacción general en la vida.
Los resultados revelaron que quienes habían tenido una calificación baja en gratitud y alta en la satisfacción de sus propias necesidades eran más propensos a ser materialistas y a sentirse menos felices con su vida.
¿Por qué esta correlación? Esto sucede porque a las personas materialistas les resulta más difícil ser felices con lo que tienen, siempre necesitan más porque centran su vida en lo que no poseen, por lo que se convierten en personas insatisfechas y con tendencia a la depresión. Por el contrario, la gratitud conforma un estado de ánimo positivo en el que lo importante son las personas que nos rodean en lugar de nosotros mismos y nuestras posesiones.

Tomado de:

Muy Interesante

29 de junio de 2014

Algunas mentiras mejoran la sociedad

Un modelo muestra que algunas mentiras pueden ayudar a crear diversidad en las sociedades y a permitir una mejor convivencia entre personas con ideas diferentes.


 ¿Algunas mentiras de nuestros políicos podrán haber servido para el bien común?

Desde pequeños, nos dicen que mentir está mal y, sin embargo, los niños aprenden a utilizar el engaño de manera selectiva en lugar de rechazarlo por completo. Por hacerse una idea, en varios estudios sobre la materia se ha calculado que, de media, cada persona dice entre 0,6 y 2 mentiras diarias. Ahora, un trabajo liderado por Gerardo Iñiguez de la Universidad Aalto en Finlandia puede ofrecer una explicación a la omnipresencia de algo aparentemente nocivo para la sociedad.

Según Iñiguez, los resultados de su estudio “sugieren que no todas las mentiras son malas o necesariamente destructivas socialmente”. De hecho, continúa “parece que algunas mentiras pueden incluso mejorar la cohesión de la sociedad y ayudan a crear vínculos con otras personas”.

En especies como la humana, pero también en otros animales sociales como los delfines o los elefantes, la capacidad de adaptación de cada uno viene marcada por las decisiones individuales y por las que toman sus vecinos y le afectan como miembro de un grupo. La posibilidad de defenderse de depredadores o tener acceso a alimentos se incrementa gracias a la cooperación y la cohesión del grupo. En este contexto, la reciprocidad y la confianza es fundamental para que los individuos quieran involucrarse en relaciones de intercambio. La mentira dañaría esa confianza y, al debilitar la red que protege a todos los miembros del grupo, perjudicaría también en cierta medida a todos los individuos.

Para evitar los daños de la mentira, los humanos, como el resto de las especies animales, han desarrollado una batalla armamentística en la que las técnicas para mentir y para detectar el engaño se han ido contrarrestando en una intensa competición. Los autores del trabajo, que han publicado sus resultados en el repositorio online Arxiv, no se han centrado en estos contrapesos como explicación para la pervivencia de la mentira sino en la posibilidad de que en algunos casos la mentira sea buena para la vida en sociedad.

Según cuentan los autores, en muchos estudios de sociedades a pequeña escala, se ha observado que la gente, más que ofrecer una opinión sincera, tiene tendencia a responder a las preguntas de la manera que creen que se espera que contestarán. De alguna manera, una respuesta inesperada se considera una amenaza para la cohesión social y en este caso, la mentira ayuda a mantener la cohesión social y permiten establecer vínculos con personas que piensan diferente.

En este sentido, el modelo empleado por los autores indica que unas interacciones sociales completamente honestas evitan la diversidad mientras unas interacciones completamente deshonestas rompen totalmente la red social porque nadie puede confiar en nadie. Por eso, consideran que “un nivel intermedio de engaño puede ser óptimo para llevar a cabo algunas funciones sociales”, como la protección frente a enemigos externos, proteger recursos o intercambiar información.

Los autores dejan sin ofrecer, de momento, una explicación sobre el modo en que aparecieron las mentiras beneficiosas para la vida en sociedad. No obstante, plantean dos posibles orígenes. Uno lo sitúan en las mentiras que ayudaban a mejorar la cohesión social de las que luego habría surgido la mentira egoísta y antisocial. En el otro escenario, las mentiras “buenas” habrían evolucionado como propiedad emergente beneficiosa una vez que los engaños antisociales ya se habían labrado un espacio en la sociedad.

Tomado de:

MATERIA

26 de abril de 2014

¿Sirve de algo desahogarse si estamos enfadados?

Una de las ideas más arraigadas en la cultura popular, sobre todo a raíz del estreno de películas, es que la forma más adecuada de reconducir la ira o el enfado es a través de una catarsis en forma de golpes, patadas o un ejercicio físico considerable. De ese modo, agotándonos, sudando, y poniendo en marcha todos nuestros músculos, parece que nos desahogamos, que la ira disminuye, que la paz llega a nosotros. Si estás enfadado, busca un punching ball, en definitiva.

Otra variable a esta catarsis es gritar con todas nuestras fuerzas, gritar hasta que los planetas cambien de órbita. O dejándonos atrapar por el arte: quizá escribiendo toda nuestra frustración. Pero ¿hasta qué punto esta idea tiene algún sustento científico?


La verdad es que la grioterapia o la destructoterapia tienen más de mito que de ciencia. De hecho, más bien es al contrario. Diversos estudios llevados a cabo desde 1959 sugieren que dar rienda suelta a la ira, uno acaba sintiéndose peor, como éste. El más célebre sociólogo que se ha pronunciado al respecto de ello se realizó es Albert Bandura, conocido por el experimento del muñeco Bobo, que sugería como la agresión es aprendida por la imitación.

Según Bandura, expresar la ira puede reforzar sin quererlo tendencias agresivas. Incluso si simplemente salimos a correr porque estamos enojados con algo y necesitamos sacarlo fuera. Incluso si uno cree que realmente se siente mejor después. Lo cual puede ser cierto a corto plazo, pero ello no resuelve el problema, y a largo plazo no reduce la agresividad.

Lo cierto es que estos temas son difíciles de desentrañar y la literatura científica al respecto acostumbra a ser contradictoria, porque a menudo no se controlan todas las variables. Pero en lo tocante a airear la ira, en general, los psicólogos tienden a cierto consenso en su falta de utilidad. Parece más útil tratar de relajarse, contar hasta diez, enfrentarse a los problemas con temple.

Fuente:

Xakata Ciencia

14 de abril de 2014

Somos más felices cuando cumplimos los ochenta años...

  • La felicidad llega a los ochenta, a pesar de los achaques de salud y la pérdida de calidad de vida

  • Así lo asegura un estudio realizado entre 10.000 adultos en Gran Bretaña

  • Muestra que los octogenarios están más satisfechos que los que tienen 50 o 60 años


Cuanto más viejos, más felices. A pesar de los achaques de salud y de la pérdida de la calidad de vida, los mayores de ochenta años son por lo general más felices que los que se encuentran entre la franja de los cincuenta y los setenta, de acuerdo con un estudio realizado entre 10.000 adultos en Gran Bretaña y publicado esta semana en Journals of Gerontology.

"Nuestro estudio tira por tierra el mito de que la vejez es un momento inevitable de infelicidad", sostiene el doctor Stephen Jivral, de la Universidad de Londres y autor del estudio realizado con hombres y mujeres mayores de cincuenta años.

"Las dificultades en la vida diaria y la disminución del bienestar a partir de cierta edad no influyen aparentemente en el grado de felicidad que se tiene en el estado avanzado de la vida", asegura Jivral. "Lo que más parece pesar a esa altura es la sensación de logro en la vida".

Balance de la vida

"Al cumplir los ochenta años, uno suele mirar hacia atrás y pasar revista a todo lo vivido", añade el doctor Jivral. "Cuando a alguien se le pregunta a esa edad por el nivel de satisfacción, lo normal es que responda que es bastante alto. También puede estar probablemente relacionado con la percepción de la fragilidad y de la propia mortalidad".

El estudio confirma de alguna manera y da incluso más relevancia a las conclusiones de la psicología positiva. Según Martin Seligman, autor de La auténtica felicidad, el "sentido de la vida" (vinculado a la sensación de logro personal) es un factor más decisivo que la salud y el dinero para contribuir a la sensación de bienestar subjetivo.

"Nuestra investigación demuestra que el significado de felicidad, entendida como la manera en que juzgamos nuestro grado de satisfacción con la vida, va cambiando con la edad", concluye el doctor Stephen Jivral. "Las prioridades de la gente varían con los años. Todos aprendemos de alguna manera a apreciar o valorar más lo que hemos conseguido".

Fuente:

El Mundo Ciencia

11 de marzo de 2014

Modelo matemático sobre el altruismo


La razón por la que los humanos y otros organismos cooperan es un misterio, aunque gracias a esto se van creando sociedades más justas o se lucha por un bien común. Pero lo increíble es que se haga a costa del individuo que algunas veces no gana nada o incluso es penalizado por ello. Quizás el dicho de “ninguna buena acción se queda sin castigo” sea aplicable en algunos de estos casos.

Esta cuestión ha intrigado a los expertos durante siglos, especialmente desde que se sabe que la base de la evolución es la supervivencia de los mejor adaptados (o más bien el éxito reproductor). Bajo este punto de vista sería el egoísmo y no el altruismo el que se propagaría por la población.

Ahora, en un artículo publicado en Nature por tres físicos teóricos portugueses se propone un modelo matemático que explica, o se trata de explicar, esta paradoja a través de la diversidad social (una característica ubicua de las modernas redes sociales) y que cuando se tiene en cuenta ésta el número de los que cooperan aumenta en relación directa a la diversidad del sistema. Más aún, de acuerdo a este modelo, la cooperación se extiende más rápido cuando el acto de cooperación es considerado más importante que el monto dado, consiguiéndose sociedades con una distribución de la riqueza más justa.

Este modelo de evolución social es particularmente interesante porque no sólo revela la lógica detrás de un gran número de cooperadores, que sabemos que existen en toda sociedad humana, sino que además nos da pistas de los principios que les empujan hacia ese comportamiento.

La teoría de juegos evolutiva es una modalidad matemática que estudia y trata de predecir la evolución de las interacciones sociales. En ella se estudia el conflicto y la decisión como si fuera un juego.

Un ejemplo de este tipo de juegos son los juegos de beneficio público (public good games o PGG), que frecuentemente se usan para el estudio de la cooperación. En ellos se mide el comportamiento social hacia el bien común del cual todos nos podemos beneficiar, como la educación y sanidad públicas, independientemente de con cuánto se haya contribuido a su creación.

Como el beneficio del individuo es independiente de su contribución la estrategia más racional es ser egoísta (tanto en la vida real como en el juego) y elegir no contribuir, cosa que no pasa en la vida real. Esto es un buen ejemplo de lo difícil que ha sido entender y crear un modelo teórico capaz de explicar la emergencia y prevalencia de la cooperación, no sólo entre humanos, sino entre individuos de otras especies.

Para poder resolver esta paradoja los físicos Jorge M. Pacheco y Marta D. Santos, de la Universidad de Lisboa, junto a Francisco C. Santos, de la Universidad Libre de Bruselas, introdujeron por primera vez en el PGG una nueva variante: la diversidad social. En los modelos anteriores se consideraba a todos los individuos equivalentes.

Aclaremos que aquí la diversidad social se refiere a las características típicas de la mayoría de las redes sociales: la existencia de individuos con diferentes números y tipos de contactos sociales, con algunos altamente relacionados y muchos pobremente relacionados.

Como los PGG están representados con una formulación matemática, la diversidad es introducida como unan variable en las ecuaciones. Estos investigadores usaron una nueva formulación para calcular el porcentaje de colaboradores dentro de una comunidad en función de la diversidad de la población. Encontraron que en poblaciones con alta diversidad la colaboración crece según aumenta ésta.

La forma en la que un PGG funciona se basa en que cada individuo paga una cantidad para jugar y luego el bote común se divide entre todos que, a veces, de algún modo debe de haber aumentado según las reglas del juego. También se suele permitir en otras ocasiones el pago de castigos hacia individuos no cooperativos. Si aparece el comportamiento egoísta entonces algunos individuos no cooperativos en principio no pagarán (no cooperarán) y, sin embargo, serán beneficiados en el reparto.

La razón por la que la diversidad aumenta la cooperación tiene que ver con que unos pocos individuos con muchos contactos y que juegan más (cooperadores) tienen además altas ganancias y esto lleva a los demás a imitar su comportamiento (aunque el comportamiento per se no parece mejorar directamente su propio beneficio) dándose al final un aumento exponencial de la cooperación. Esto es similar a cuando en la vida real los individuos más populares son emulados y pasan a ser modelos a seguir.

Igualmente, el modelo predice que cuando aparecen los no cooperadores, y esto lleva una mayor cantidad de estos individuos, el beneficio final disminuye, hay menos éxito y se llega a la extinción de los mismos, salvo por unos pocos parásitos ocasionales.

La cooperación se acelera cuando todos los individuos contribuyen al juego con la misma contribución, independientemente del número de jugadores. Esto correspondería, en la vida real, a decir que si el acto de contribuir al bien común es visto como más importante que el monto con el que se contribuye, el porcentaje de colaboradores dentro de una comunidad aumenta más rápido.

El modelo se podría aplicar, bajo una perspectiva económica, para predecir el comportamiento de las sociedades reales, sugiriendo que en las comunidades con alta diversidad, en las que el acto de cooperación importa, la distribución de la riqueza será mucho más justa.

Aunque este modelo es muy simple proporciona una nueva perspectiva de cómo estudiar este tipo de sistemas, e incluso de cómo crear sociedades más justas en las que se haga un buen reparto de la riqueza o se conserve el medio ambiente, rebajando con ello el nivel de conflictos y de destrucción.

Fuentes y referencias:


Fuente:

Neo Teo

30 de enero de 2014

La reciprocidad en el uso del teléfono móvil durante una emergencia



Quienes viven en primera persona una emergencia, lo primero que hacen es llamar por teléfono móvil a sus familiares o amigos; estos contactan con terceros o con las autoridades para recabar ayuda y devolver la llamada a los primeros para darles consuelo y apoyo moral. Así lo indica un estudio realizado por el experto en teoría de redes Albert-Laszlo Barabási tras un análisis automatizado de las llamadas de voz y los mensajes de texto de unos 10 millones de usuarios durante 4 años. Su objetivo es cuantificar el flujo de información a través de la red de telefonía móvil para buscar patrones que puedan ser relevantes para las autoridades y que permitan diferenciar entre las emergencias y otros eventos que generan gran tráfico (eventos deportivos o espectáculos). El artículo técnico es Liang Gao et al., “Quantifying Information Flow During Emergencies,” Subm. Scientific Reports, arXiv:1401.1274 [physics.soc-ph].

Los testigos de la emergencia (grupo G0) se comunican con sus “vecinos” en la red (grupo G1), normalmente familiares o amigos no afectados por la emergencia, que les sirven de puente bidireccional para canalizar la información relevante del suceso hacia el resto de la red (grupo G2), en especial quienes deben gestionar la emergencia. Ciertos miembros del grupo G1 retornan las llamadas al grupo G0, produciendo un intenso tráfico bidireccional. El pico característico de actividad en las comunicaciones por teléfono móvil en caso de emergencia se caracteriza por un 25% de comunicación C01 (entre los grupos G0 y G1), un 5% de C11 y un 70% de C12 (entre los grupos G1 y G2). Un patrón realmente curioso que demuestra que somos animales sociales.

El artículo completo en:

La Ciencia de la Mula Francis

8 de enero de 2014

¿Se puede enseñar a ser compasivo?

El crimen de Kitty Genovese
  • Kitty Genovese, de 28 años, fue asesinada a puñaladas el 13 de marzo de 1964 en Nueva York.
  • Los informes iniciales indicaron que 38 personas escucharon o vieron partes del ataque, pero ninguno intervino.
  • Una versión posterior de los hechos determinó que los testigos no habían estado conscientes del incidente en su totalidad.
  • Eso, no obstante, impulsó una investigación en lo se conoce como el "efecto espectador".

Abrazo compasivo

La gente puede ser entrenada para tener mayor voluntad de ayudar a otros.

¿Le cedería su asiento a alguien que no puede mantenerse en pie o protegería a un extraño de un ataque? Podemos decir que sí lo haríamos, aunque no siempre lo hagamos. ¿Acaso es parte de la naturaleza humana o podemos aprender a ser amables?

Una mañana de marzo de 1964, una joven llamada Kitty Genovese, de regreso a su apartamento en Nueva York, fue atacada y asesinada por un asaltante armado.
Según informes de prensa de la época, decenas de vecinos vieron el asesinato que tuvo lugar justo frente a sus ventanas, pero nadie acudió en su ayuda.

El destino de Genovese, afirmaron, fue un símbolo de la sociedad fría y descuidada que terminamos por habitar y trazó un cuadro sombrío de la decadencia social.

clic Lea también: Sus historias para sonreír

Kitty Genovese

El crimen de Kitty Genovese en 1964, en Nueva York, dio pie a la idea del "efecto espectador".

Aunque los detalles precisos han sido puestos en duda, el caso llegó a representar lo que los científicos sociales llaman "el efecto espectador" o el "dilema del voluntario".

La teoría sugiere que cuando estamos rodeados de otras personas, nos volvemos menos propensos a intervenir y ayudar a nuestros semejantes.

No obstante, investigaciones en Estados Unidos y Reino Unido están evaluando si este tipo de comportamiento está cableado en nuestra naturaleza o si se puede modificar mediante la formación.

La importancia de la compasión

En un experimento reciente, un equipo de científicos de la Universidad Northeastern, en Boston, promocionó una sesión de meditación y reclutó a un grupo de voluntarios. La mitad de los encuestados entró a las sesiones, mientras que a la otra mitad se le dijo que estaba en una lista de espera.

Para aquellos que asistieron, el curso constó de varias formas de meditación sobre la compasión, la cual tiene sus raíces en el budismo tibetano. En esencia, las clases fueron diseñadas para estimular a la gente a enfocarse en las características comunes en lugar de sus diferencias, dice el profesor de psicología social David DeSteno, que ayudó a llevar a cabo la investigación.

Una vez que las clases se completaron, todos los encuestados -incluyendo aquellos que estaban en la lista de espera- fueron sometidos a un test en el mundo real que ellos no sabían que estaba ocurriendo.

Uno a uno, fueron llamados para una reunión. Antes de que la reunión diera inicio, entraron en una sala de espera con tres sillas. Dos fueron ocupadas por actores, lo que llevó a los participantes a sentarse en la tercera.

Test Superman

El test de realidad virtual "Superman" fue realizado por Jeremy Bailenson y su equipo.

"Después de un par de minutos, una mujer empezó a andar en muletas, haciendo una mueca de dolor y luego apoyándose en la pared. Los actores miraron hacia otro lado y se quedaron en sus sillas ", dice DeSteno.

Entre los que habían recibido el entrenamiento de la compasión, cerca de la mitad se puso de pie para ofrecer su silla a la mujer. Y entre los que no lo había hecho, la cifra fue de sólo 15%.

Concluyeron que nuestra voluntad para ayudar a los extraños es flexible y puede ser moldeada por pequeños cambios en la percepción.

"El argumento subyacente en todo esto es que si podemos hacer que la gente vea las similitudes en lugar de las diferencias, su voluntad de ayudar aumentará", sostiene.

Lea el artículo completo en:

BBC Ciencia
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