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29 de junio de 2014

Algunas mentiras mejoran la sociedad

Un modelo muestra que algunas mentiras pueden ayudar a crear diversidad en las sociedades y a permitir una mejor convivencia entre personas con ideas diferentes.


 ¿Algunas mentiras de nuestros políicos podrán haber servido para el bien común?

Desde pequeños, nos dicen que mentir está mal y, sin embargo, los niños aprenden a utilizar el engaño de manera selectiva en lugar de rechazarlo por completo. Por hacerse una idea, en varios estudios sobre la materia se ha calculado que, de media, cada persona dice entre 0,6 y 2 mentiras diarias. Ahora, un trabajo liderado por Gerardo Iñiguez de la Universidad Aalto en Finlandia puede ofrecer una explicación a la omnipresencia de algo aparentemente nocivo para la sociedad.

Según Iñiguez, los resultados de su estudio “sugieren que no todas las mentiras son malas o necesariamente destructivas socialmente”. De hecho, continúa “parece que algunas mentiras pueden incluso mejorar la cohesión de la sociedad y ayudan a crear vínculos con otras personas”.

En especies como la humana, pero también en otros animales sociales como los delfines o los elefantes, la capacidad de adaptación de cada uno viene marcada por las decisiones individuales y por las que toman sus vecinos y le afectan como miembro de un grupo. La posibilidad de defenderse de depredadores o tener acceso a alimentos se incrementa gracias a la cooperación y la cohesión del grupo. En este contexto, la reciprocidad y la confianza es fundamental para que los individuos quieran involucrarse en relaciones de intercambio. La mentira dañaría esa confianza y, al debilitar la red que protege a todos los miembros del grupo, perjudicaría también en cierta medida a todos los individuos.

Para evitar los daños de la mentira, los humanos, como el resto de las especies animales, han desarrollado una batalla armamentística en la que las técnicas para mentir y para detectar el engaño se han ido contrarrestando en una intensa competición. Los autores del trabajo, que han publicado sus resultados en el repositorio online Arxiv, no se han centrado en estos contrapesos como explicación para la pervivencia de la mentira sino en la posibilidad de que en algunos casos la mentira sea buena para la vida en sociedad.

Según cuentan los autores, en muchos estudios de sociedades a pequeña escala, se ha observado que la gente, más que ofrecer una opinión sincera, tiene tendencia a responder a las preguntas de la manera que creen que se espera que contestarán. De alguna manera, una respuesta inesperada se considera una amenaza para la cohesión social y en este caso, la mentira ayuda a mantener la cohesión social y permiten establecer vínculos con personas que piensan diferente.

En este sentido, el modelo empleado por los autores indica que unas interacciones sociales completamente honestas evitan la diversidad mientras unas interacciones completamente deshonestas rompen totalmente la red social porque nadie puede confiar en nadie. Por eso, consideran que “un nivel intermedio de engaño puede ser óptimo para llevar a cabo algunas funciones sociales”, como la protección frente a enemigos externos, proteger recursos o intercambiar información.

Los autores dejan sin ofrecer, de momento, una explicación sobre el modo en que aparecieron las mentiras beneficiosas para la vida en sociedad. No obstante, plantean dos posibles orígenes. Uno lo sitúan en las mentiras que ayudaban a mejorar la cohesión social de las que luego habría surgido la mentira egoísta y antisocial. En el otro escenario, las mentiras “buenas” habrían evolucionado como propiedad emergente beneficiosa una vez que los engaños antisociales ya se habían labrado un espacio en la sociedad.

Tomado de:

MATERIA

15 de febrero de 2013

Una nueva metodología acerca la percepción visual digital a la humana

Un equipo de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) ha ideado un método “preciso, eficiente y robusto” –según sus creadores– para calcular un mapa de profundidad relativa a partir de una secuencia de imágenes o de vídeo capturada por una sola cámara.

La percepción en profundidad es una habilidad biológica inherente a los animales superiores. Gracias a esta capacidad podemos percibir el mundo en tres dimensiones y medir con precisión la distancia que hay entre dos objetos situados más cerca o más lejos cuando los observamos.

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Ahora, una nueva tecnología ha sido desarrollada y los propietarios intelectuales del método son Felipe Calderero  y Vicent Caselles, investigador y director, respectivamente, del Grupo de Investigación en Procesamiento de Imagen (GPI) del Departamento de Tecnologías de la Información y las comunicaciones ( DTIC ) de la UPF. A finales de 2012, se ha presentado la patente europea.
 
La metodología, que se aplica a la visión por ordenador, se basa en un modelo matemático que codifica de una manera cuantitativa las señales de percepción de profundidad a diferentes escalas, como la convexidad-concavidad, la inclusión, y las intersecciones de contornos en forma de T (T-junctions). El resultado es una interpretación consistente con la percepción que lleva a cabo el sistema visual humano.

Captar la profundidad en una escena

La relación de profundidad entre los objetos de una escena, que se suele inferir a partir de una imagen o de un vídeo captado a través de una única cámara, es relativa. Es decir, permite establecer un orden en profundidad de los objetos presentes en un determinado escenario pero no el valor exacto de esta profundidad.

Esto significa que sólo se puede concluir que un objeto está más cerca, más lejos o la misma profundidad a la cámara, pero no la posición de profundidad absoluta.

Según Calderero, “en el contexto de la visión por ordenador, el problema de la estimación de profundidad monocular –a partir de una única vista– es un problema fundamental debido al impacto que la información de profundidad relativa de la escena tendría en aplicaciones de procesamiento de imagen de alto nivel, o de carácter semántico, orientadas a la comprensión de la escena”.

La importancia de esta herramienta es que permite mejorar en precisión y calidad muchas aplicaciones de procesamiento de imágenes sin comprometer su rendimiento, es decir, sin aumentar significativamente la carga computacional y el tiempo de cálculo.

Las aplicaciones, por tanto, son muy amplias. Por ejemplo, se puede usar en los ámbitos de los medios de comunicación, el entretenimiento, la seguridad, las telecomunicaciones, la detección y reconocimiento de objetos, la conversión de contenido de vídeo de 2D a 3D o en la edición de vídeo, por ejemplo.


Fuente:

Solo Ciencia

12 de septiembre de 2012

Las turbinas eólicas pueden proporcionar toda la energía necesaria en el mundo

Investigadores de EEUU calculan que cuatro millones de aerogeneradores cubrirían más de la mitad de las necesidades energéticas planetarias.

Turbinas eólicas

Vista aérea de una instalación de generadores eólicos / Arenamontanus

El viento que sopla en la Tierra es suficiente para cubrir las necesidades energéticas de todo el mundo. Es la conclusión de dos estudios  publicados esta semana que utilizan complejos modelos informáticos para calcular cuánta energía pueden producir las turbinas eólicas llevada a su límite teórico. El primero de estos estudios, publicado ayer en Nature Climate Change y liderado por Kate Marvel del Laboratorio Nacional de Lawrence Livermore, calculó que sería posible extraer hasta 400 Teravatios (TW) de potencia del viento que sopla a pocos metros del suelo y más de 1.800 de turbinas suspendidas en el aire que aprovechasen las corrientes fuertes y continuas a grandes altitudes.

En un segundo estudio, elaborado por dos científicos de las universidades de Delaware y Standford (EEUU), los autores utilizan otro modelo para llegar a cifras algo distintas pero igualmente elevadas si se tiene en cuenta que la demanda mundial de energía ronda, según el primero de los estudios, los 18 TW. Según el artículo, publicado hoy en la revista PNAS, si se cubriese toda la superficie terrestre y marina con molinos eólicos de 100 metros de alto, se contaría con una capacidad de 250 TW. Si además se instalasen turbinas a diez kilómetros de altura para cosechar las corrientes atmosféricas, se obtendrían 380 TW más.

Ambos artículos se ocupan también de una preocupación surgida de otros modelos planteados por investigadores como Alex Kleidon, del Instituto Max Planck para Biogeoquímica de Jena (Alemania). Según el investigador, aunque sería posible extraer hasta 70 TW de la energía eólica, hacerlo tendría graves consecuencias sobre el planeta comparables a doblar las emisiones de dióxido de carbono. Los nuevos estudios aseguran que es posible instalar un número de turbinas suficiente para cubrir al menos la mitad de las necesidades energéticas mundiales sin afectar al clima ni agotar la energía eólica.

Consecuencias para el clima

El grupo de Lawrence Livermore estima que las instalaciones eólicas suficientes para cubrir las necesidades energéticas globales solo afectarían la temperatura terrestre en 0,1 grados, y las precipitaciones, en un 1%. Por su parte, el equipo formado por Mark Jacobson y Cristina Archer hace una propuesta algo menos ambiciosa y calcula el número de generadores necesarios para cubrir algo más de la mitad de la demanda energética mundial. Con cuatro millones de turbinas de 5 MW sería posible, según ellos, proporcionar 7,5 TW de potencia (este grupo estima la demanda energética mundial en poco más de 10 TW) sin efectos negativos sobre el clima.

Para realizar sus cálculos, el equipo que hoy publica su artículo en PNAS introdujo un modelo de tierra, mar y aire (GATOR-GCMOM) en el que se extrajo la energía a los 100 metros de altura a los que estarían situadas en realidad las turbinas. Según este modelo, esa extracción de energía a esa altura determinada no agotaría la energía del aire de la atmósfera por encima y por debajo de ese nivel y no provocaría los efectos sobre el clima calculados por Kleidon en un análisis que tomaba como referencia la extracción de aire a ras de suelo.
 
“No decimos que haya que poner turbinas por todos los lados, pero hemos mostrado que no existe ningún obstáculo fundamental para obtener la mitad o, incluso, varias veces la demanda energética mundial del viento hacia 2030″, dice Jacobson. El espacio cubierto por los molinos, no obstante, sería descomunal. Si su propuesta se llevase a cabo, se instalarían dos millones de turbinas en el mar y las restantes sobre tierra. 

Solo estas últimas ocuparían un territorio similar al de España y Alemania juntas. La distribución de los generadores debería ser, se puntualiza en los dos estudios, lo menos concentrada posible para minimizar el impacto sobre el clima y que las turbinas no se roben viento entre sí.

Los resultados de estos dos estudios contradicen las estimaciones presentadas en otros no tan optimistas respecto al potencial de la energía eólica. Es el caso de un artículo publicado por investigadores de la Universidad de Valladolid, con el investigador Carlos de Castro a la cabeza. Este estudio se afirma que muchos de los estudios que obtenían unos resultados de energía potencial eólica tan optimistas estaban mal planteados. Medían la velocidad del viento en distintos puntos del planeta y después evaluaban dónde se podían colocar molinos y cuánta energía se podía sacar de ellos. Este planteamiento olvidaría, según el equipo español, la extracción de la energía cinética del viento que suponen los molinos eólicos, violando el principio de conservación de la energía. Aplicando esta y otras limitaciones, los autores de este análisis consideran que no sería posible obtener más de 1 TW de la energía eólica de todo el planeta. De este modo, la energía eólica no superaría nunca el 10% del consumo actual de energía fósil.
Algunos autores creen que la energía eólica no proporcionará más del 10% de las energías fósiles actuales
Tras ver el nuevo estudio, De Castro considera que, pese a la mejora de los modelos empleados por los autores, la aplicación práctica de estos cálculos sigue siendo poco realista. “Yo podría llegar a estar de acuerdo con los límites geofísicos que ellos dan para la energía eólica, pero otra cosa es cómo llevas esto a la realidad”, explica. “Alcanzar la concentración de molinos que ellos proponen sería imposible sin reducir la eficiencia mínima que suelen exigir las compañías para instalar”, añade. “Al final, se trataría de obligar a las empresas a que instalasen sus turbinas en determinados lugares sin pensar en la rentabilidad, o llenar de molinos un desierto como el Sáhara, sin tener en cuenta las grandes dificultades tecnológicas de llevarlo a cabo”, señala el investigador de la Universidad de Valladolid.

La discusión entre estos grupos, forma parte del debate sobre cómo hacer la transición energética. Aunque De Castro está completamente de acuerdo en la necesidad de abandonar los combustibles fósiles por las renovables, cree que esa metamorfosis no puede ser tan rápida como creen Jacobson y Archer. “Por un lado, creo que las renovables no nos permitirán continuar con los niveles de consumo energético actuales y por otro, creo que la transición requerirá muchos años”, dice De Castro.

Archer, por su parte, considera que la celeridad del cambio depende solo de voluntad política: “El mundo produjo unos 800.000 aviones en 5 o 6 años durante la Segunda Guerra Mundial, así que producir cuatro millones de turbinas eólicas no es técnicamente difícil 70 años después”.

Fuente:


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