La razón por la que los humanos y otros organismos cooperan es un
misterio, aunque gracias a esto se van creando sociedades más justas o
se lucha por un bien común. Pero lo increíble es que se haga a costa del
individuo que algunas veces no gana nada o incluso es penalizado por
ello. Quizás el dicho de “ninguna buena acción se queda sin castigo” sea
aplicable en algunos de estos casos.
Esta cuestión ha intrigado a los expertos durante siglos, especialmente
desde que se sabe que la base de la evolución es la supervivencia de los
mejor adaptados (o más bien el éxito reproductor). Bajo este punto de
vista sería el egoísmo y no el altruismo el que se propagaría por la
población.
Ahora, en un artículo publicado en Nature por tres físicos teóricos
portugueses se propone un modelo matemático que explica, o se trata de
explicar, esta paradoja a través de la diversidad social (una
característica ubicua de las modernas redes sociales) y que cuando se
tiene en cuenta ésta el número de los que cooperan aumenta en relación
directa a la diversidad del sistema. Más aún, de acuerdo a este modelo,
la cooperación se extiende más rápido cuando el acto de cooperación es
considerado más importante que el monto dado, consiguiéndose sociedades
con una distribución de la riqueza más justa.
Este modelo de evolución social es particularmente interesante porque no
sólo revela la lógica detrás de un gran número de cooperadores, que
sabemos que existen en toda sociedad humana, sino que además nos da
pistas de los principios que les empujan hacia ese comportamiento.
La teoría de juegos evolutiva es una modalidad matemática que estudia y
trata de predecir la evolución de las interacciones sociales. En ella se
estudia el conflicto y la decisión como si fuera un juego.
Un ejemplo de este tipo de juegos son los juegos de beneficio público (
public good games
o PGG), que frecuentemente se usan para el estudio de la cooperación.
En ellos se mide el comportamiento social hacia el bien común del cual
todos nos podemos beneficiar, como la educación y sanidad públicas,
independientemente de con cuánto se haya contribuido a su creación.
Como el beneficio del individuo es independiente de su contribución la
estrategia más racional es ser egoísta (tanto en la vida real como en el
juego) y elegir no contribuir, cosa que no pasa en la vida real. Esto
es un buen ejemplo de lo difícil que ha sido entender y crear un modelo
teórico capaz de explicar la emergencia y prevalencia de la cooperación,
no sólo entre humanos, sino entre individuos de otras especies.
Para poder resolver esta paradoja los físicos Jorge M. Pacheco y Marta
D. Santos, de la Universidad de Lisboa, junto a Francisco C. Santos, de
la Universidad Libre de Bruselas, introdujeron por primera vez en el
PGG una nueva variante: la diversidad social. En los modelos anteriores
se consideraba a todos los individuos equivalentes.
Aclaremos que aquí la diversidad social se refiere a las características
típicas de la mayoría de las redes sociales: la existencia de
individuos con diferentes números y tipos de contactos sociales, con
algunos altamente relacionados y muchos pobremente relacionados.
Como los PGG están representados con una formulación matemática, la
diversidad es introducida como unan variable en las ecuaciones. Estos
investigadores usaron una nueva formulación para calcular el porcentaje
de colaboradores dentro de una comunidad en función de la diversidad de
la población. Encontraron que en poblaciones con alta diversidad la
colaboración crece según aumenta ésta.
La forma en la que un PGG funciona se basa en que cada individuo paga
una cantidad para jugar y luego el bote común se divide entre todos que,
a veces, de algún modo debe de haber aumentado según las reglas del
juego. También se suele permitir en otras ocasiones el pago de castigos
hacia individuos no cooperativos. Si aparece el comportamiento egoísta
entonces algunos individuos no cooperativos en principio no pagarán (no
cooperarán) y, sin embargo, serán beneficiados en el reparto.
La razón por la que la diversidad aumenta la cooperación tiene que ver
con que unos pocos individuos con muchos contactos y que juegan más
(cooperadores) tienen además altas ganancias y esto lleva a los demás a
imitar su comportamiento (aunque el comportamiento
per se no
parece mejorar directamente su propio beneficio) dándose al final un
aumento exponencial de la cooperación. Esto es similar a cuando en la
vida real los individuos más populares son emulados y pasan a ser
modelos a seguir.
Igualmente, el modelo predice que cuando aparecen los no cooperadores, y
esto lleva una mayor cantidad de estos individuos, el beneficio final
disminuye, hay menos éxito y se llega a la extinción de los mismos,
salvo por unos pocos parásitos ocasionales.
La cooperación se acelera cuando todos los individuos contribuyen al
juego con la misma contribución, independientemente del número de
jugadores. Esto correspondería, en la vida real, a decir que si el acto
de contribuir al bien común es visto como más importante que el monto
con el que se contribuye, el porcentaje de colaboradores dentro de una
comunidad aumenta más rápido.
El modelo se podría aplicar, bajo una perspectiva económica, para
predecir el comportamiento de las sociedades reales, sugiriendo que en
las comunidades con alta diversidad, en las que el acto de cooperación
importa, la distribución de la riqueza será mucho más justa.
Aunque este modelo es muy simple proporciona una nueva perspectiva de
cómo estudiar este tipo de sistemas, e incluso de cómo crear sociedades
más justas en las que se haga un buen reparto de la riqueza o se
conserve el medio ambiente, rebajando con ello el nivel de conflictos y
de destrucción.
Fuentes y referencias:
Fuente:
Neo Teo