Por muy bien que afronte un enfermo con dolor crónico el sufrimiento
físico permanente, a la larga su cerebro se resiente.
Las alteraciones
más importantes se producen en las conexiones neuronales de una zona de
la corteza frontal vinculada a la gestión de las emociones.
«Si sientes dolor veinticuatro horas al día, siete días a la semana,
hay áreas de tu cerebro que se mantienen constantemente activas»,
explica Dante Chialvo, fisiólogo de la Universidad Northwestern (EE UU)
coautor de una investigación que publicaba The Journal of Neuroscience.
Y cuando las neuronas están a tiempo completo en ‘modo on’ se trastornan o incluso mueren porque no pueden resistir la falta descanso. El resultado es que el cerebro cambia y se daña para siempre, y aparecen trastornos del sueño y dificultades serias a la hora de tomar decisiones.
Mostrando las entradas con la etiqueta toma de decisiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta toma de decisiones. Mostrar todas las entradas
7 de diciembre de 2019
23 de noviembre de 2019
10 cosas que cambian tu cerebro (01/10): Dormir mal, tan dañino par tu cerebro como emborracharte
Estudios previos han relacionado la falta de sueño con un mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares
Su cerebro necesita una mayor cantidad de tiempo para registrar lo que está percibiendo».
Una mala noche nos afecta al día siguiente de muchas maneras: olvidamos las llaves, cometemos errores en el trabajo o echamos una cabezadita en el auto.
Numerosas investigaciones han relacionado la falta de sueño con un mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares pero hasta ahora se sabía qué la falta de sueño modificaba nuestra capacidad cognitiva. Desde ahora ya sabemos por qué. Un trabajo que se publica en « Nature Medicine» es el primero en revelar cómo la falta de sueño interrumpe la capacidad de nuestras células cerebrales para comunicarse entre sí, lo que lleva a lapsos mentales temporales que afectan la memoria y la percepción visual.
«Hemos descubierto que privar a nuestro cuerpo del sueño necesario también limita la capacidad de las neuronas de funcionar correctamente», señala el autor principal, Itzhak Fried, de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA). «Esto explicaría de alguna manera el camino para los lapsos cognitivos que padecemos después de una ‘mala noche’ y afecta nuestra forma de percibir y reaccionar ante mundo que nos rodea».
Pero eso no es todo...
Los 6 principales efectos de la falta de sueño para el cerebro son:
Estos efectos no solo impactan en las personas a nivel físico, sino también a nivel emocional. Por lo que el precio de dormir mal puede ser bastante alto.
¿Cómo vas a dormir esta noche? Después de conocer estos efectos, quizá sería un buen momento para reconsiderar tus hábitos de descanso y proponerte dormir más temprano esta vez.
Fuentes:
ABC
Universia
Su cerebro necesita una mayor cantidad de tiempo para registrar lo que está percibiendo».
Una mala noche nos afecta al día siguiente de muchas maneras: olvidamos las llaves, cometemos errores en el trabajo o echamos una cabezadita en el auto.
Numerosas investigaciones han relacionado la falta de sueño con un mayor riesgo de depresión, obesidad, diabetes, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares pero hasta ahora se sabía qué la falta de sueño modificaba nuestra capacidad cognitiva. Desde ahora ya sabemos por qué. Un trabajo que se publica en « Nature Medicine» es el primero en revelar cómo la falta de sueño interrumpe la capacidad de nuestras células cerebrales para comunicarse entre sí, lo que lleva a lapsos mentales temporales que afectan la memoria y la percepción visual.
«Hemos descubierto que privar a nuestro cuerpo del sueño necesario también limita la capacidad de las neuronas de funcionar correctamente», señala el autor principal, Itzhak Fried, de la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA). «Esto explicaría de alguna manera el camino para los lapsos cognitivos que padecemos después de una ‘mala noche’ y afecta nuestra forma de percibir y reaccionar ante mundo que nos rodea».
Pero eso no es todo...
Los 6 principales efectos de la falta de sueño para el cerebro son:
1) Hace al cerebro más lento
La
actividad cerebral se vuelve más lenta, y por tanto, la persona no
puede pensar tan bien como lo hace normalmente. Esto ocurre porque las
neuronas no pueden recargar la energía que necesitan.
2) Causa síntomas de depresión
Angustia, ansiedad y temores son más frecuentes cuando se duerme menos de 6 horas al día o más de 8 horas, de manera recurrente.
3) Afecta el hipocampo
Esta región del cerebro se asocia con los recuerdos, las emociones y el aprendizaje. De acuerdo a un estudio
realizado en 2016, dormir apenas 5 horas puede afectar la forma en que
se conectan las neuronas en el hipocampo, o sea, dañar la memoria.
4) Afectar el centro emocional del cerebro
¿Te
sentís irritado después de una mala noche? Esto se debe a que privarse
del sueño afecta el centro emocional del cerebro, y por tanto se generan
reacciones desmedidas ante ciertos estímulos. Así lo demostraron científicos de la Universidad de Tel Aviv.
5) Afecta la toma de decisiones
De
acuerdo a un estudio de Forbes, las personas que duermen menos por las
noches toman decisiones más impulsivas y riesgosas, o al menos, la
probabilidad de tomarlas aumenta en estas personas.
6) Afecta la producción de melatonina
La melatonina es la hormona que permite mantener el ciclo del sueño en condiciones óptimas. La falta de sueño afecta la producción de esta hormona, y por tanto es probable que el insomnio vuelva a generarse.Estos efectos no solo impactan en las personas a nivel físico, sino también a nivel emocional. Por lo que el precio de dormir mal puede ser bastante alto.
¿Cómo vas a dormir esta noche? Después de conocer estos efectos, quizá sería un buen momento para reconsiderar tus hábitos de descanso y proponerte dormir más temprano esta vez.
Fuentes:
ABC
Universia
10 cosas que cambian tu cerebro (03/10): Los video juegos de acción
¿El efecto en el cerebro de jugar a videojuegos es positivo o negativo? Examinamos las evidencias científicas.
Las ventas de videojuegos siguen aumentando año tras año. En 2016, la industria de videojuegos vendió más de 24.500 millones de juegos
(en 2015 fueron 23.200 millones). Entre ellos, los géneros de acción y
aventura se llevan los mayores porcentajes de ventas, con juegos como Call of Duty, Grand Theft Auto o Battlefield.
Y es que los videojuegos representan una forma de entretenimiento muy popular entre todos los públicos. Millones de personas se divierten con videojuegos cada día, siendo el jugador promedio un adulto de más de 30 años de edad. Para los más jóvenes, los padres creen que los videojuegos tienen una influencia positiva en la vida de sus hijos. ¿Es así?
Y es que los videojuegos representan una forma de entretenimiento muy popular entre todos los públicos. Millones de personas se divierten con videojuegos cada día, siendo el jugador promedio un adulto de más de 30 años de edad. Para los más jóvenes, los padres creen que los videojuegos tienen una influencia positiva en la vida de sus hijos. ¿Es así?
¿Hay consenso en la comunidad científica?
Un equipo de
científicos de la Universidad Oberta de Cataluña (España) y del Hospital
General de Massachusetts de Boston (EE. UU.), ha realizado un análisis sistemático de 116 estudios científicos distintos respecto a la influencia de los videojuegos en nuestro comportamiento y nuestro cerebro y que recoge la revista Frontiers in Human Neuroscience. Los resultados de los estudios indican que jugar videojuegos no solo cambia el funcionamiento de nuestro cerebro, sino también su estructura, pues se producen cambios en muchas regiones del mismo.
Los videojuegos mejoran la atención
Los estudios incluidos
en la revisión muestran que los jugadores muestran mejoras en varios
tipos de atención, incluyendo la atención sostenida y la selectiva.
Además, las regiones del cerebro que juegan un papel clave en la atención son más eficientes en las personas que juegan a videojuegos en comparación con los no jugadores, y requieren menos activación para mantenerse concentrados en tareas exigentes.
Los videojuegos aumentan el tamaño del cerebro
La evidencia científica también demuestra que jugar videojuegos aumenta el tamaño y el desempeño de partes del cerebro responsables de las habilidades visoespaciales -la capacidad para representar, analizar y manipular objetos mentalmente- . Concretamente, el hipocampo derecho.
Los videojuegos pueden crear adicción
En la parte negativa, los videojuegos pueden generar adicción. En los adictos al juego, existen alteraciones funcionales y estructurales en el sistema de recompensas neuronales -estructuras asociadas al placer, el aprendizaje y la motivación-. Pero, tal y como expresan los autores del estudio, "estos efectos no siempre se traducen en cambios en la vida real".
"Es probable que los videojuegos tengan aspectos positivos (en la atención, visuales y motrices) y negativos (riesgo de adicción), y es esencial que aceptemos esta complejidad", continúa Palaus.
Videojuegos en 3D
Otros estudio publicado en la revista
Nature y desarrollado por científicos de la Universidad de California en
San Francisco (EE. UU.) encontró que
el uso del videojuego 3-D diseñado específicamente para el estudio
mejoró el rendimiento cognitivo en adultos mayores e invirtió algunos de
los efectos adversos en el cerebro asociados con el envejecimiento.
"Este hallazgo es un
ejemplo poderoso de la plasticidad del cerebro. Es alentador que incluso
un poco de entrenamiento cerebral pueda revertir parte de la
disminución cerebral que ocurre con la edad", explica Adam Gazzaley,
líder del trabajo.
En resumen, el efecto de los videojuegos en el cerebro es un nuevo campo de investigación que necesita seguir explorándose. Es probable que aún estemos arañando la superficie de su potencial como herramienta para mejorar la capacidad cognitiva y la prevención de trastornos cognitivos.
En resumen, el efecto de los videojuegos en el cerebro es un nuevo campo de investigación que necesita seguir explorándose. Es probable que aún estemos arañando la superficie de su potencial como herramienta para mejorar la capacidad cognitiva y la prevención de trastornos cognitivos.
28 de marzo de 2019
Cinco claves para darle sentido a tu trabajo (y de paso, sentirte mejor)
¿Qué podemos hacer para trabajar y vivir con un propósito?
Trabajar solo por tener una nómina motiva bien poco. Si no somos millonarios, algo que no le sucede a la mayor parte de los mortales, necesitamos dinero para vivir. Pero no debería ser la única razón si queremos encontrarnos bien con lo que hacemos e, incluso, tener una buena salud. El propósito está relacionado con el "para qué hacemos lo que hacemos". Y no hace falta que sea algo grandioso, como recorrer el mundo con una ONG para salvar vidas (por supuesto, en este caso, no hay duda). El propósito lo podemos experimentar en nuestro día a día. No depende del puesto ni de la función, sino de nosotros mismos, del sentido que le demos y del grado de compromiso que tengamos.
Tal Ben-Shawar y Angus Ridgway en su libro Ser feliz es decisión tuya, analizan los tipos de trabajos conforme a nuestro nivel de sentido o compromiso. El sentido se experimenta cuando existe conexión entre lo que hacemos y nuestros valores, si creo o no en lo que hago. El compromiso es la motivación y energía que ponemos. Conforme a estos dos ejes, podemos ver que existen cuatro opciones:
A la deriva: La peor situación, porque trabajamos sin creer en lo que hacemos ni estamos motivados. Si estamos aquí, es importante hacer algo, porque tiene consecuencias en nuestra felicidad (y la de los que nos rodean).
Soñador: Cuando creemos firmemente en causas como el ecologismo, ayudar a las personas sin recursos… pero hacemos bien poco. Quizá reciclamos, aportamos algo de dinero, pero no tenemos un compromiso firme con ello.
Estancado: Trabajamos duro por responsabilidad, pero no estamos especialmente ilusionados. Esta situación, por cierto, es bastante habitual en las empresas, lo que a la larga produce un desgaste importante.
Alineado con el propósito: ¡El cuadrante ideal! Trabajamos comprometidos y le encontramos un sentido a lo que tenemos entre manos.
¿Qué podemos hacer para trabajar y vivir con un propósito? Sabemos que cambiar de trabajo no siempre es fácil, pero también hemos visto que depende de una decisión personal. Por ello, veamos qué está en nuestras manos para sentirnos mejor con lo que hacemos.
Primero, vale la pena observar el gráfico y ubicarse a uno mismo. ¿En qué cuadrante te encuentras en tu trabajo? (por cierto, esto se podría aplicar a las relaciones de pareja, aficiones, amigos…).
Segundo, podemos encontrar un propósito en cada pequeña tarea que hagamos. No es necesario buscar algo que cambie el mundo o tener una vocación de por vida. Como dice José Luis Llorente, coautor del libro de Vitamina X, existen propósitos vitales, de proyectos o de tareas. Céntrate en el que te resulte más sencillo.
Tercero, el propósito más poderoso está relacionado con los demás, sean clientes, sociedad, familia… Puedo hacer una presentación de resultados, un informe o una llamada a un cliente para que piensen que soy muy bueno y obtener medallas (lo que desgasta a la larga) o porque creo firmemente en ello. Si lo hago por otros, encontraré más fuerza y motivación.
Cuarto, en la medida en que sea posible podemos intentar modificar nuestras tareas para poner más energía en aquellas más gratificantes. No existe ningún trabajo perfecto. Siempre conviven actividades más amables que otras y vale la pena hacer aquellas que no nos gustan de modo eficiente, para disfrutar de las otras.
Quinto, replantearse para qué hacemos lo que hacemos. Puedo pensar que solo hago facturas. Sin embargo, si dedico tiempo a reflexionar en la finalidad última de la empresa o de la organización, como que tengan un mejor servicio los clientes o los ciudadanos, puedo descubrir que contribuyo con mi trabajo a que eso ocurra. De alguna manera supone ganar perspectiva y darle un sentido.
En definitiva, trabajar con un propósito es la situación más motivadora y más satisfactoria para cualquier persona. Algo que ayuda además al sistema inmunológico. Y la buena noticia es que depende de una decisión personal. En la medida en que le demos sentido a lo que hacemos y nos comprometamos con ello, podremos encontrar un propósito en nuestra vida, nuestros proyectos o nuestras metas.
Fuente: Laboratorio de la Felicidad (El País)
Trabajar solo por tener una nómina motiva bien poco. Si no somos millonarios, algo que no le sucede a la mayor parte de los mortales, necesitamos dinero para vivir. Pero no debería ser la única razón si queremos encontrarnos bien con lo que hacemos e, incluso, tener una buena salud. El propósito está relacionado con el "para qué hacemos lo que hacemos". Y no hace falta que sea algo grandioso, como recorrer el mundo con una ONG para salvar vidas (por supuesto, en este caso, no hay duda). El propósito lo podemos experimentar en nuestro día a día. No depende del puesto ni de la función, sino de nosotros mismos, del sentido que le demos y del grado de compromiso que tengamos.
Tal Ben-Shawar y Angus Ridgway en su libro Ser feliz es decisión tuya, analizan los tipos de trabajos conforme a nuestro nivel de sentido o compromiso. El sentido se experimenta cuando existe conexión entre lo que hacemos y nuestros valores, si creo o no en lo que hago. El compromiso es la motivación y energía que ponemos. Conforme a estos dos ejes, podemos ver que existen cuatro opciones:
A la deriva: La peor situación, porque trabajamos sin creer en lo que hacemos ni estamos motivados. Si estamos aquí, es importante hacer algo, porque tiene consecuencias en nuestra felicidad (y la de los que nos rodean).
Soñador: Cuando creemos firmemente en causas como el ecologismo, ayudar a las personas sin recursos… pero hacemos bien poco. Quizá reciclamos, aportamos algo de dinero, pero no tenemos un compromiso firme con ello.
Estancado: Trabajamos duro por responsabilidad, pero no estamos especialmente ilusionados. Esta situación, por cierto, es bastante habitual en las empresas, lo que a la larga produce un desgaste importante.
Alineado con el propósito: ¡El cuadrante ideal! Trabajamos comprometidos y le encontramos un sentido a lo que tenemos entre manos.
¿Qué podemos hacer para trabajar y vivir con un propósito? Sabemos que cambiar de trabajo no siempre es fácil, pero también hemos visto que depende de una decisión personal. Por ello, veamos qué está en nuestras manos para sentirnos mejor con lo que hacemos.
Primero, vale la pena observar el gráfico y ubicarse a uno mismo. ¿En qué cuadrante te encuentras en tu trabajo? (por cierto, esto se podría aplicar a las relaciones de pareja, aficiones, amigos…).
Segundo, podemos encontrar un propósito en cada pequeña tarea que hagamos. No es necesario buscar algo que cambie el mundo o tener una vocación de por vida. Como dice José Luis Llorente, coautor del libro de Vitamina X, existen propósitos vitales, de proyectos o de tareas. Céntrate en el que te resulte más sencillo.
Tercero, el propósito más poderoso está relacionado con los demás, sean clientes, sociedad, familia… Puedo hacer una presentación de resultados, un informe o una llamada a un cliente para que piensen que soy muy bueno y obtener medallas (lo que desgasta a la larga) o porque creo firmemente en ello. Si lo hago por otros, encontraré más fuerza y motivación.
Cuarto, en la medida en que sea posible podemos intentar modificar nuestras tareas para poner más energía en aquellas más gratificantes. No existe ningún trabajo perfecto. Siempre conviven actividades más amables que otras y vale la pena hacer aquellas que no nos gustan de modo eficiente, para disfrutar de las otras.
Quinto, replantearse para qué hacemos lo que hacemos. Puedo pensar que solo hago facturas. Sin embargo, si dedico tiempo a reflexionar en la finalidad última de la empresa o de la organización, como que tengan un mejor servicio los clientes o los ciudadanos, puedo descubrir que contribuyo con mi trabajo a que eso ocurra. De alguna manera supone ganar perspectiva y darle un sentido.
En definitiva, trabajar con un propósito es la situación más motivadora y más satisfactoria para cualquier persona. Algo que ayuda además al sistema inmunológico. Y la buena noticia es que depende de una decisión personal. En la medida en que le demos sentido a lo que hacemos y nos comprometamos con ello, podremos encontrar un propósito en nuestra vida, nuestros proyectos o nuestras metas.
Fuente: Laboratorio de la Felicidad (El País)
26 de marzo de 2019
El riesgo de pensar deprisa. Piensa despacio y acertarás
Entrenar la habilidad del pensamiento de caminante para encontrar buenas soluciones.
Hay personas que destacan por su capacidad de responder rápido y de modo ingenioso. Se observa en las reuniones de empresa, en los grupos de amigos o en el colegio. Cuando el profesor hace una pregunta, suele haber alguien que, en apenas un parpadeo, dice la respuesta correcta. Es una habilidad socialmente admirada y que ahora, en la era de las redes sociales, tiene cada vez más relevancia. Cualquiera puede hacer un comentario a golpe de clic. Sin embargo, ¿resulta esta habilidad tan positiva en el aprendizaje o para encontrar soluciones?
Barbara Oakley, profesora de la Universidad de California, San Diego, sugiere que tenemos dos formas de pensar: el pensamiento de coche de carreras o el del caminante. Los dos pueden llegar a la meta, pero a muy diferente velocidad y con una experiencia bien distinta. Mientras que el pensamiento de coche de carreras no se fija en lo que se encuentra por el camino, el del caminante se entretiene en los detalles. Esto último le permite profundizar mucho más y encontrar pistas a la resolución de problemas que de otro modo pasarían inadvertidos. Así parece que era el padre de la neurociencia moderna, Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906. En palabras del propio científico aragonés, él no era un genio. No fue un comentario humilde, sino que realmente así lo creía. Cajal se rodeaba de genios, con los que compartía los mismos problemas. La diferencia de él con respecto al resto estaba en la velocidad y en la manera de abordar las dificultades. Mientras que los genios tenían mentalidad de coches de carreras y tomaban conclusiones apresuradas, sin cuestionarse; Cajal, con su pensamiento de caminante, reparaba en los detalles y revisaba persistentemente sus conclusiones para ver si estaba equivocado.
Igualmente sucedió con Michael Faraday, el padre de la electricidad. De clase muy humilde, no tuvo acceso de joven a estudios superiores y a través de su persistencia y pasión, descubrió los principios de la electricidad moderna. Faraday también tenía mentalidad de caminante y no daba por sentado ningún hallazgo en su terreno. De hecho, repetía las investigaciones que habían realizado otros científicos para aprender y para analizar los detalles. Solo así descubrió la relación entre la fuerza magnética y la electricidad. Y esta es una de las diferencias entre la mentalidad de coche de carreras y la de caminante. Cuando la premura aprieta, ni hay espacio para cuestionarse ni para entrenar la flexibilidad. Por ello, la mentalidad de coche de carreras suele ser más rígida, con menos capacidad de adaptación a lo que encuentra por el camino, como sucede más allá de la ciencia.
En los procesos de negociación de rehenes es importante que quien esté al mando tenga mentalidad de caminante, en opinión de los expertos Voss y Raz. Cuando las personas con mentalidad de coche de carreras negocian, suelen tener más nociones preconcebidas y obvian la información crítica que se revela durante el proceso, lo que puede tener consecuencias fatales. Y llevado al nuestro día a día, he conocido personas con habilidades de lectura rápida, que devoraban libros pero que luego, no eran capaces de deducir temas o de reconectar ideas nuevas. Sencillamente, se quedaban en el placer de concluir el libro sin haber reparado en su contenido.
En definitiva, en un mundo donde la información va tan deprisa, nos valdría la pena entrenar la habilidad del pensamiento de caminante si queremos encontrar buenas soluciones. El aprendizaje no siempre entiende de prisas. La reflexión requiere tiempo, que no es el que se estila en las redes sociales y en el mundo de la empresa. Y curiosamente, cuando reflexionamos, nos cuestionamos y tenemos la capacidad de ser flexibles hasta con nuestras creencias de partida, podemos encontrar soluciones que a priori ni se nos ocurrían. Por ello, “caminemos” este año que comienza.
Tomado de: El País (España)
Hay personas que destacan por su capacidad de responder rápido y de modo ingenioso. Se observa en las reuniones de empresa, en los grupos de amigos o en el colegio. Cuando el profesor hace una pregunta, suele haber alguien que, en apenas un parpadeo, dice la respuesta correcta. Es una habilidad socialmente admirada y que ahora, en la era de las redes sociales, tiene cada vez más relevancia. Cualquiera puede hacer un comentario a golpe de clic. Sin embargo, ¿resulta esta habilidad tan positiva en el aprendizaje o para encontrar soluciones?
Barbara Oakley, profesora de la Universidad de California, San Diego, sugiere que tenemos dos formas de pensar: el pensamiento de coche de carreras o el del caminante. Los dos pueden llegar a la meta, pero a muy diferente velocidad y con una experiencia bien distinta. Mientras que el pensamiento de coche de carreras no se fija en lo que se encuentra por el camino, el del caminante se entretiene en los detalles. Esto último le permite profundizar mucho más y encontrar pistas a la resolución de problemas que de otro modo pasarían inadvertidos. Así parece que era el padre de la neurociencia moderna, Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906. En palabras del propio científico aragonés, él no era un genio. No fue un comentario humilde, sino que realmente así lo creía. Cajal se rodeaba de genios, con los que compartía los mismos problemas. La diferencia de él con respecto al resto estaba en la velocidad y en la manera de abordar las dificultades. Mientras que los genios tenían mentalidad de coches de carreras y tomaban conclusiones apresuradas, sin cuestionarse; Cajal, con su pensamiento de caminante, reparaba en los detalles y revisaba persistentemente sus conclusiones para ver si estaba equivocado.
Igualmente sucedió con Michael Faraday, el padre de la electricidad. De clase muy humilde, no tuvo acceso de joven a estudios superiores y a través de su persistencia y pasión, descubrió los principios de la electricidad moderna. Faraday también tenía mentalidad de caminante y no daba por sentado ningún hallazgo en su terreno. De hecho, repetía las investigaciones que habían realizado otros científicos para aprender y para analizar los detalles. Solo así descubrió la relación entre la fuerza magnética y la electricidad. Y esta es una de las diferencias entre la mentalidad de coche de carreras y la de caminante. Cuando la premura aprieta, ni hay espacio para cuestionarse ni para entrenar la flexibilidad. Por ello, la mentalidad de coche de carreras suele ser más rígida, con menos capacidad de adaptación a lo que encuentra por el camino, como sucede más allá de la ciencia.
En los procesos de negociación de rehenes es importante que quien esté al mando tenga mentalidad de caminante, en opinión de los expertos Voss y Raz. Cuando las personas con mentalidad de coche de carreras negocian, suelen tener más nociones preconcebidas y obvian la información crítica que se revela durante el proceso, lo que puede tener consecuencias fatales. Y llevado al nuestro día a día, he conocido personas con habilidades de lectura rápida, que devoraban libros pero que luego, no eran capaces de deducir temas o de reconectar ideas nuevas. Sencillamente, se quedaban en el placer de concluir el libro sin haber reparado en su contenido.
En definitiva, en un mundo donde la información va tan deprisa, nos valdría la pena entrenar la habilidad del pensamiento de caminante si queremos encontrar buenas soluciones. El aprendizaje no siempre entiende de prisas. La reflexión requiere tiempo, que no es el que se estila en las redes sociales y en el mundo de la empresa. Y curiosamente, cuando reflexionamos, nos cuestionamos y tenemos la capacidad de ser flexibles hasta con nuestras creencias de partida, podemos encontrar soluciones que a priori ni se nos ocurrían. Por ello, “caminemos” este año que comienza.
Tomado de: El País (España)
1 de marzo de 2019
Procrastinar puede ser bueno
Por Eparquio Delgado
Dejar para mañana lo que podemos hacer hoy es tan común como ocasionalmente peligroso. Sin embargo, también puede ser el indicador de alerta al someternos a un ritmo demasiado exigente.
QUE LEVANTE la mano quien no aplaza de vez en cuando tareas desagradables, difíciles o aburridas mientras dedica el tiempo a otras menos “importantes”. Procrastinar, un verbo que se ha puesto de moda en los últimos años y que se refiere a “dejar para mañana lo que se podría hacer hoy”, es básicamente el nombre que damos a un tipo de conducta de elección. Hablamos de procrastinación cuando alguien opta por hacer aquello que resulta más gratificante o menos aversivo y retrasa otras tareas más fastidiosas.
Aunque algunos autores pretenden diferenciar la procrastinación de la pereza —procurando probablemente no poner a la defensiva a sus lectores—, lo cierto es que hablamos de lo mismo: una negligencia o descuido en las cosas que estamos obligados a hacer. El procrastinador o perezoso no cumple sus tareas, ve mermada su productividad y en última instancia deja de ser un “ciudadano útil” y un “ser humano efectivo”, como nos explica John Perry, profesor de filosofía en Stanford y creador de uno de tantos métodos contra este mal. Para escapar del pecado capital de la pereza, los católicos suelen acudir a la iglesia y ponerse en manos de Dios por mediación del sacerdote. Para escapar de la procrastinación, un pecado mortal en la era de la eficiencia, tenemos que ponernos en manos de supuestos expertos.
Los estudios sobre la procrastinación se caracterizan por abordar el fenómeno en relación con características personales del individuo y buscan establecer qué tienen en común las personas que aplazan sus tareas “importantes”. Desde esta perspectiva, se concibe la procrastinación como un rasgo estable e interno del individuo, que se relaciona con especificidades de su personalidad, determinado funcionamiento cerebral y la acción de ciertos genes. Gracias a estos estudios sabemos que guarda relación con altos niveles de impulsividad y bajos de autodisciplina, cierta incapacidad para regular los estados de ánimo y las emociones, problemas en la función ejecutiva y otras tantas conclusiones curiosas.
Los supuestos expertos, entre los que se cuentan psicólogos, psiquiatras, coaches, neurofisiólogos, especialistas en management y toda clase de vendedores de consejos, suelen citar los resultados de estos estudios con el fin de dar una apariencia de cientificidad a la autoayuda que nos ofrecen en todos los formatos posibles: libros, conferencias motivacionales, programas de radio, blogs personales, revistas de divulgación científica —sí, ahí también hay autoayuda—, podcasts y aplicaciones para móviles. Cabría suponer que si todos ellos se apoyan en los mismos estudios científicos, las estrategias deberían ser también las mismas; sin embargo, encontramos tantas supuestas soluciones como pretendidos expertos: identifica claramente tus objetivos, busca apoyo social, bloquea las distracciones, reestructura tus cogniciones, perdónate, reconoce el estrés, utiliza la procrastinación a tu favor, distribuye bien tus tareas, haz de tu pasión una vocación… Todo un arsenal de alternativas para evitar caer en el terrible pecado de la improductividad.
Esta forma de abordar el asunto es bastante limitada cuando se trata de encontrar razonamientos psicológicos útiles. ¿Cómo se explica que una persona aplace ciertas tareas y no otras? ¿Y que demore una misma tarea en un momento dado pero no en otro? No se puede entender por qué una persona procrastina sin conocer el contexto en el que se produce esa conducta y la historia de la persona en relación a las tareas que pretende abordar. Proponer soluciones sin realizar un análisis funcional de la conducta es soplar para ver si suena la flauta, que es precisamente lo que hacen charlatanes y vendedores de autoayuda. Y, claro, a veces hay suerte, la flauta suena y el burro se cree músico, como en la fábula de Tomás de Iriarte.
Pero podríamos hacernos otra pregunta: ¿Por qué es necesariamente un problema procrastinar? ¿Por qué tenemos que ser productivos, “ciudadanos útiles”, “seres humanos efectivos”? Detrás de la asepsia de los “expertos” y las decenas de estudios, lo que encontramos es la eficacia erigida como valor y norma a seguir, de manera que toda desviación se convierte en una patología o un pecado, dependiendo de quién sea el juez. Procrastinar puede ser en ocasiones un problema, pero también puede ser un indicador de que necesitamos parar, de que nos vemos empujados a requerimientos que exceden nuestra capacidad de afrontarlos, de que estamos sometidos a un ritmo excesivamente severo. El derecho a procrastinar se convierte en una exigencia revolucionaria en tiempos de hiperactividad productiva. Frente a los expertos de la eficacia, reivindicamos con Lafargue el derecho a la pereza.
Fuente: El País (España)
Dejar para mañana lo que podemos hacer hoy es tan común como ocasionalmente peligroso. Sin embargo, también puede ser el indicador de alerta al someternos a un ritmo demasiado exigente.
QUE LEVANTE la mano quien no aplaza de vez en cuando tareas desagradables, difíciles o aburridas mientras dedica el tiempo a otras menos “importantes”. Procrastinar, un verbo que se ha puesto de moda en los últimos años y que se refiere a “dejar para mañana lo que se podría hacer hoy”, es básicamente el nombre que damos a un tipo de conducta de elección. Hablamos de procrastinación cuando alguien opta por hacer aquello que resulta más gratificante o menos aversivo y retrasa otras tareas más fastidiosas.
Aunque algunos autores pretenden diferenciar la procrastinación de la pereza —procurando probablemente no poner a la defensiva a sus lectores—, lo cierto es que hablamos de lo mismo: una negligencia o descuido en las cosas que estamos obligados a hacer. El procrastinador o perezoso no cumple sus tareas, ve mermada su productividad y en última instancia deja de ser un “ciudadano útil” y un “ser humano efectivo”, como nos explica John Perry, profesor de filosofía en Stanford y creador de uno de tantos métodos contra este mal. Para escapar del pecado capital de la pereza, los católicos suelen acudir a la iglesia y ponerse en manos de Dios por mediación del sacerdote. Para escapar de la procrastinación, un pecado mortal en la era de la eficiencia, tenemos que ponernos en manos de supuestos expertos.
Los estudios sobre la procrastinación se caracterizan por abordar el fenómeno en relación con características personales del individuo y buscan establecer qué tienen en común las personas que aplazan sus tareas “importantes”. Desde esta perspectiva, se concibe la procrastinación como un rasgo estable e interno del individuo, que se relaciona con especificidades de su personalidad, determinado funcionamiento cerebral y la acción de ciertos genes. Gracias a estos estudios sabemos que guarda relación con altos niveles de impulsividad y bajos de autodisciplina, cierta incapacidad para regular los estados de ánimo y las emociones, problemas en la función ejecutiva y otras tantas conclusiones curiosas.
Los supuestos expertos, entre los que se cuentan psicólogos, psiquiatras, coaches, neurofisiólogos, especialistas en management y toda clase de vendedores de consejos, suelen citar los resultados de estos estudios con el fin de dar una apariencia de cientificidad a la autoayuda que nos ofrecen en todos los formatos posibles: libros, conferencias motivacionales, programas de radio, blogs personales, revistas de divulgación científica —sí, ahí también hay autoayuda—, podcasts y aplicaciones para móviles. Cabría suponer que si todos ellos se apoyan en los mismos estudios científicos, las estrategias deberían ser también las mismas; sin embargo, encontramos tantas supuestas soluciones como pretendidos expertos: identifica claramente tus objetivos, busca apoyo social, bloquea las distracciones, reestructura tus cogniciones, perdónate, reconoce el estrés, utiliza la procrastinación a tu favor, distribuye bien tus tareas, haz de tu pasión una vocación… Todo un arsenal de alternativas para evitar caer en el terrible pecado de la improductividad.
Esta forma de abordar el asunto es bastante limitada cuando se trata de encontrar razonamientos psicológicos útiles. ¿Cómo se explica que una persona aplace ciertas tareas y no otras? ¿Y que demore una misma tarea en un momento dado pero no en otro? No se puede entender por qué una persona procrastina sin conocer el contexto en el que se produce esa conducta y la historia de la persona en relación a las tareas que pretende abordar. Proponer soluciones sin realizar un análisis funcional de la conducta es soplar para ver si suena la flauta, que es precisamente lo que hacen charlatanes y vendedores de autoayuda. Y, claro, a veces hay suerte, la flauta suena y el burro se cree músico, como en la fábula de Tomás de Iriarte.
Pero podríamos hacernos otra pregunta: ¿Por qué es necesariamente un problema procrastinar? ¿Por qué tenemos que ser productivos, “ciudadanos útiles”, “seres humanos efectivos”? Detrás de la asepsia de los “expertos” y las decenas de estudios, lo que encontramos es la eficacia erigida como valor y norma a seguir, de manera que toda desviación se convierte en una patología o un pecado, dependiendo de quién sea el juez. Procrastinar puede ser en ocasiones un problema, pero también puede ser un indicador de que necesitamos parar, de que nos vemos empujados a requerimientos que exceden nuestra capacidad de afrontarlos, de que estamos sometidos a un ritmo excesivamente severo. El derecho a procrastinar se convierte en una exigencia revolucionaria en tiempos de hiperactividad productiva. Frente a los expertos de la eficacia, reivindicamos con Lafargue el derecho a la pereza.
Fuente: El País (España)
Tags:
comportamiento,
empleo,
pereza,
planificacion,
procastinacion,
productividad,
psicologia,
seres humanos,
tareas,
toma de decisiones
17 de febrero de 2019
¿Cuál es la habilidad profesional más importante a dominar en 2019?
Si estás buscando un nuevo trabajo, un ascenso o planeando alguna ponencia, esto es lo que necesitas para cumplir tus objetivos.
Este
año nuevo inicia con diversos retos en el ámbito personal y laboral.
Este último podría ser uno de los más importantes para muchas personas,
ya que iniciarán una nueva etapa profesional o continuarán creciendo en
sus respectivas áreas.
¿Qué
necesitan los empleadores este 2019? Ya sea que una persona esté
buscando empleo, organizando algún tipo de conferencia o planea
demostrar que merece un ascenso en su empresa, lo mejor es ser un
maestro en una habilidad crucial: el poder responder preguntas.
A diferencia de lo que muchos piensan, algunos estudios
han demostrado que aquellas personas que piensan con los pies en la
tierra y responden sin vacilación, tienen un potencial de convertirse en
líderes y proyectar cierto carisma.
De hecho, la misma investigación
indica que la rapidez de mente es considerada el mejor sistema de
medición para identificar el grado de inteligencia, incluso más de lo
que los análisis de IQ podría ser.
¿Cómo desarrollo esta habilidad? Aquí presentamos algunos datos clave para responder cualquier pregunta con gracia:
1. Estar preparado para todo
Si
bien es cierto que una persona no puede estar lista para cualquier cosa
que le pregunten, es menester estar consciente de los cambios
improvistos que pueden surgir durante una conversación. Es necesario
estar preparado para responder ciertas preguntas como un acto totalmente
espontáneo.
Este
consejo aplica para aquellos que estén buscando trabajo, la
presentación de alguna hoja de desempeño, encuentro con clientes o
presentaciones que contengan una ronda de preguntas y respuestas al
final de la reunión.
Ya
sea que se esté postulando para alguna colegiatura, un puesto de
trabajo o un encuentro con un cliente, lo mejor es escribir las posibles
preguntas que puedan hacer. Luego, preparar los datos más importantes
para así estructurar cada respuesta con la información que busca el
otro.
2. No te apresures en responder
Además
de preparar tus respuestas, lo mejor es tomarse el tiempo que sea
necesario para responder. Escucha la pregunta completa. Si se apresura
para formular una respuesta mientras la otra persona sigue hablando,
perderás el hilo y podrías estar resolviendo una duda que no tiene nada
que ver con la pregunta del otro.
Además,
apurarse podría provocar la interrupción del que habla, que podría
haber hecho una pausa para pensar la segunda parte de la pregunta. Eso
demostraría que la persona está siendo ruda o con pánico.
Te
presentarás como un líder confiado y empático si esperas a la pregunta
completa antes de responder, y aún más si tomas una pausa para pensar en
la respuesta. Esto, a pesar que ya tengas lo que vas a decir, la pausa
te hará ver como si estuvieras tomando la pregunta con seriedad y
juzgando qué cuál sería la respuesta ideal.
Ahora,
solo porque te detuviste a pensar un momento en la respuesta, no quiere
decir que se tenga que rellenar el silencio con alguna frase. No estás
ahí para evaluar las preguntas, sino para responderlas.
3. Estructura tu respuesta
Tercero,
planea cuál va a ser el orden de tu respuesta. Si quieres sonar
inteligente y rápido de mente, tu respuesta debe estar organizada e
incluir los siguientes componentes:
- Empieza siguiendo la pregunta: Por ejemplo, deberías comenzar retomando la pregunta o haciendo alusión de que has pensado en eso anteriormente.
- Exponer tu punto:Toda respuesta debería tener una frase que la resuma, presentándose claramente y con convicción.
- Argumentar tu respuesta:
Agregar de dos a cuatro fundamentos que avalen tus palabras, puede dar más peso a ellas. - Terminar con un llamado a la acción:
Finalizar la entrevista con algún llamado a la acción demostrará a la otra persona que estás interesado en el trabajo o la oportunidad de discutir ciertos temas profesionales con él o ella.
4. Haz preguntas
Finalmente,
lo mejor es tener un acercamiento proactivo y realizar preguntas. Por
ejemplo, en una entrevista de trabajo, preguntar sobre los parámetros
culturales de la empresa puede demostrar que eres activo e interesado.
Existen
muchas preguntas interesantes que pueden utilizarse en estas
situaciones. Dar la oportunidad que la otra persona también comparta su
experiencia y expectativas puede hacer un gran diferencial a la hora de
tomar una decisión.
Realizar
preguntas también te hace ver como un líder, en lugar de un seguidor.
Esto prueba que eres lo suficientemente confiado como ellos lo son al
entrevistarte. Esto también demuestra que quieres estar seguro de que
este es el trabajo, ascenso o proyecto correcto para ti.
23 de septiembre de 2018
"Teoría del empujón": 8 maneras en las que te dejas influenciar en tus decisiones cotidianas
El refuerzo positivo y las sugerencias indirectas son una poderosa manera de influir en nuestra toma de decisiones.
Mary Ann Sieghart es una periodista y locutora que ha estado investigando la teoría del "Nudge" o "teoría del empujón", que explica cómo nuestras decisiones están afectadas por una influencia indirecta.
Ese "empujón" es el que hace que, por ejemplo, queramos ser más ricos y estar en mejor forma sin apenas darnos cuenta.
El concepto del "empujón" podría haber comenzado como un experimento en las ciencias de la conducta. Al fin y al cabo ¿qué padre o madre no ha recurrido al refuerzo positivo y sugerencias indirectas para influir en las acciones y elecciones de un hijo?
Pero Sieghart cree que también puede ser una manera útil de dirigir adultos como "una manera de presionarnos para que nos comportemos un poco mejor, como un suave ajuste para alentarnos a tomar las decisiones correctas".
Lo curioso es que, la mayoría de las veces, ni siquiera nos damos cuenta de que está sucediendo.
Entonces ¿cuáles son las formas en que las podríamos ver en acción la teoría del empujón en nuestra vida cotidiana?
1. Cuando encargas tu comida
"Si describes la comida con una variedad de adjetivos, ya sean geográficos o descriptivos, haces que la comida sepa mejor", dice el autor británico y gurú publicitario Richard Shotton.Y es por eso que la industria de la alimentación nos regala —empujón, empujón— "floridas descripciones" de la comida.
Según una investigación llevada a cabo por el profesor estadounidense Brian Wansink, cuando a un grupo de estudiantes se les pidió que calificaran una "sopa de frijoles" y una "sopa de frijoles de la Toscana", los resultados mostraron que la sopa sabía "un 8% mejor cuando tenía esa bella descripción".
Así que cada vez que eliges salmón de Alaska o crema de Cornualles, ahora sabes que estás experimentando un "empujón".
Igual de persuasivo es eliminar los símbolos de la moneda ($, €...) de sus listas de precios porque hay evidencias que sugieren que "si quitas el dólar, la libra o cualquier signo de moneda, la gente se vuelve menos sensible al precio", dice Shotton.
2. Mientras esperas la fila en la caja
Mientras haces fila en un supermercado te ves empujado a comprar cosas de manera impulsiva: en ese momento siempre vemos artículos baratos, como chicles y caramelos, y tenemos la tentación de meterlos en la cesta."Retiras los dulces de la caja" y "la gente se da cuenta de que está consumiendo menos azúcar", sugiere Sieghart.
¿Qué pasaría si estos dulces tan fácilmente accesibles fuesen sustituidos por multivitaminas, nueces o fruta?
Lea el artículo completo en: BBC Ciencia
13 de septiembre de 2018
El inspirador anuncio de Nike con Colin Kaepernick, explicado
Después de una intensa jornada de quemar zapatillas y pedir un boicot masivo a Nike, la marca deportiva ha optado en cambio por hacer all-in con su decisión de tener a Colin Kaepernick como imagen de su nueva campaña publicitaria. En el anuncio que Nike ha publicado este miércoles aparecen otros deportistas que presentamos en este artículo.
Si la gente dice que tus sueños son una locura...
El skateboarder profesional Nyjah Huston es ganador de numerosas medallas de oro a nivel internacional y el mejor pagado en la actualidad. También es considerado por algunos expertos como uno de los skaters más influyentes de la historia del deporte. En el vídeo, aparece probando a bajar unas escaleras en repetidas ocasiones sin conseguirlo.
... si la gente se ríe de lo que tú crees que puedes hacer:
Isaiah Bird, de 10 años, compite en lucha libre pese a que un defecto al nacer le dejó sin sus dos piernas. Su historia ha inspirado a profesionales de su deporte como Chris Weidman, campeón de peso medio de la UFC, que en 2014 organizó un evento para recaudar fondos para la familia de Bird. En el anuncio, aparece probando sus habilidades con otro luchador y posando frente a la cámara.
Bien, pues sigue así.
Zeina Nassar es una boxeadora alemana de padres libaneses. Es tres veces campeona de boxeo en la ciudad de Berlín y se ha convertido en una de las imágenes clave de Nike en su campaña Nike Pro Hijab por lucir un hijab deportivo mientras compite. En el vídeo, aparece en el gimnasio y lanzando puños a cámara.
Porque lo que los no-creyentes no pueden entender es que llamar loco a un sueño no es un insulto.
Megan Blunk es una jugadora de baloncesto en silla de ruedas estadounidense. A los 18 años, tuvo un accidente de moto que la dejó paralizada de cintura para abajo. Ese mismo año, dos de sus mejores amigos se suicidaron. Blunk se lo dejó todo en la pista y acabó entrando en el equipo paralímpico de Estados Unidos. Compitió en los Juegos de Río de Janeiro en 2016, donde su equipo se alzó con la medalla de oro. En el vídeo, aparece botando dos pelotas de baloncesto desde su silla de ruedas.
Lee el artículo completo en GQ
Si la gente dice que tus sueños son una locura...
El skateboarder profesional Nyjah Huston es ganador de numerosas medallas de oro a nivel internacional y el mejor pagado en la actualidad. También es considerado por algunos expertos como uno de los skaters más influyentes de la historia del deporte. En el vídeo, aparece probando a bajar unas escaleras en repetidas ocasiones sin conseguirlo.
... si la gente se ríe de lo que tú crees que puedes hacer:
Isaiah Bird, de 10 años, compite en lucha libre pese a que un defecto al nacer le dejó sin sus dos piernas. Su historia ha inspirado a profesionales de su deporte como Chris Weidman, campeón de peso medio de la UFC, que en 2014 organizó un evento para recaudar fondos para la familia de Bird. En el anuncio, aparece probando sus habilidades con otro luchador y posando frente a la cámara.
Bien, pues sigue así.
Zeina Nassar es una boxeadora alemana de padres libaneses. Es tres veces campeona de boxeo en la ciudad de Berlín y se ha convertido en una de las imágenes clave de Nike en su campaña Nike Pro Hijab por lucir un hijab deportivo mientras compite. En el vídeo, aparece en el gimnasio y lanzando puños a cámara.
Porque lo que los no-creyentes no pueden entender es que llamar loco a un sueño no es un insulto.
Megan Blunk es una jugadora de baloncesto en silla de ruedas estadounidense. A los 18 años, tuvo un accidente de moto que la dejó paralizada de cintura para abajo. Ese mismo año, dos de sus mejores amigos se suicidaron. Blunk se lo dejó todo en la pista y acabó entrando en el equipo paralímpico de Estados Unidos. Compitió en los Juegos de Río de Janeiro en 2016, donde su equipo se alzó con la medalla de oro. En el vídeo, aparece botando dos pelotas de baloncesto desde su silla de ruedas.
Lee el artículo completo en GQ
4 de julio de 2018
El día en que las máquinas puedan elegir: la paradoja del libre albedrío en robots
Grandes
filósofos como Rousseau o Kant, entendían la libertad como autonomía,
es decir, como darse normas a uno mismo, siempre que esas normas fueran
fruto de una decisión racional
Año 2043. Reino Unido es el último reducto de la WCC (Western Countries Confederation) en Europa, ante el imparable avance del DAESH. Un dron de exploración británico realiza un barrido por las orillas del Támesis. Con su sensor térmico detecta el avance de un grupo de soldados enemigos. Analiza y evalúa: diecisiete soldados, todos hombres (sabe eso debido a que analiza la forma de caminar, y la complexión y proporciones corporales), armados con armamento ligero y un lanzagranadas.
En milisegundos, manda las coordenadas del objetivo a otro dron, esta vez a un bombardero X-54, quien, de nuevo en otros pocos milisegundos, lanzará una lluvia de misiles sobre los desdichados soldados Sin embargo, los sensores del dron de exploración detectan nuevos enemigos. Entre las ruinas de lo que antes fue la abadía de Westminster, avanzan cuatro blindados autónomos de clase T-95. Son un objetivo estratégicamente muy jugoso (cada tanque de este tipo le cuesta al DAESH unos dos millones de dólares), mucho más interesante que el grupo de soldados.
Pero hay un problema. Los estrategas del DAESH descubrieron que había un tipo de blindaje para sus carros de combate, mucho más efectivo que el usual blindaje reactivo: el antiguo escudo humano. El objetivo era confundir la inteligencia artificial de las armas autónomas enemigas o, como mínimo, retrasar sus decisiones.
El cerebro positrónico de un dron de la WCC tomaba decisiones siguiendo a rajatabla la Convención de Massachusetts de 2036, en la que 136 países aprobaron un código ético mundial para armas autónomas, conocido popularmente como BH (el Bushido de HAL).
Según este código, un arma autónoma siempre evitará el mayor número de víctimas humanas posibles, por lo que a la hora de elegir el objetivo para un ataque, siempre elegirá a otra arma autónoma antes que a un grupo de soldados. La táctica del DAESH consistía en atar a unos cuantos prisioneros, si pueden ser civiles mejor, a lo largo de la carrocería de sus tanques.
Entonces el dron tenía dos opciones:
- Dirigir los misiles hacia el grupo de diecisiete soldados. Todo correcto a nivel ético y legal: se mata a personas pero son soldados enemigos ocupando territorio soberano.
- Dirigir los misiles hacia los T-95. Se ocasionarían víctimas humanas del propio bando, generando intencionalmente daños colaterales y, por lo tanto, violando claramente el BH. Sin embargo, eliminar esos carros enemigos supondría una ventaja decisiva en la batalla que, casi con total probabilidad, evitaría más muertes que ocasionaría.
Los oficiales del ejército británico lo tuvieron claro: ganar la batalla era lo primero y unas cuantas bajas humanas, incluso de civiles, se justificaban en función de intereses estratégicos superiores.
El artículo completo en:
Xataka Ciencia
Tags:
ciberguerra,
drones,
guerra,
historia,
libertad,
libre albedrio,
maquinas,
paradojas,
pensamiento,
robot,
robots,
toma de decisiones
15 de abril de 2018
¿Cuál es el secreto para tomar una decisión exitosa? Los consejos basados en el póker
"La mayoría de las decisiones que tomamos en la vida suceden en un entorno como el póker", le dice la estadounidense a BBC Mundo.
"Hay muchas cosas ocultas a la vista, mucha información que no tenemos o no conocemos y cuando se trata de predecir el futuro, la suerte también interviene", tanto en el juego como en la vida, añade.
Pero antes de eso, obtuvo un doctorado en ciencia cognitiva por la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos.
Y esos conocimientos los empezó a aplicar con sus alumnos en las clases de póker en 2002.
"El póker es un lugar único para observar y entender el proceso de la toma de decisiones ya que tiene todos los elementos", señala Duke.
Y de entre ellos, la incertidumbre es fundamental.
Según la consultora y estratega en la toma de decisiones, la incertidumbre tiene dos fuentes.
La primera es la información oculta,ya que "no puedes ver las cartas de otros jugadores y eso también coincide en la mayoría de las decisiones que tomas en la vida".
Y la segunda es la suerte, porque "cada vez que hacemos predicciones sobre el futuro, la suerte puede intervenir. No sabemos cuál será la próxima carta".
Por ello, los jugadores tienen que desarrollar estrategias para hacer frente a la información que desconocen, señala Duke, y eso podría aplicarse a la vida real.
Las dos primeras acepciones del diccionario de la Real Academia Española para el verbo apostar están relacionadas con el juego y la pérdida o ganancia de dinero.
Pero en la quinta opción, la RAE lo define como "depositar su confianza o su elección en otra persona o en una idea o iniciativa que entraña cierto riesgo".
"Por eso tendemos a pensar que apostar está siempre relacionado con el sentido de jugar dinero en el casino. En el póker puedo tener información de mi oponente y por eso puedo apostar por él o contra él", dice Duke.
Pero, ¿cuál es el secreto para tomar una decisión exitosa?
La respuesta en el posteo original en:
BBC Ciencia
"Hay muchas cosas ocultas a la vista, mucha información que no tenemos o no conocemos y cuando se trata de predecir el futuro, la suerte también interviene", tanto en el juego como en la vida, añade.
Elementos clave
Annie Duke comenzó su carrera como jugadora de póker profesional cuando era muy joven y se impuso, entre otros, en el Torneo de Campeones de World Series of Poker en 2004 y el Campeonato estadounidense Heads-Up Poker en 2010.Pero antes de eso, obtuvo un doctorado en ciencia cognitiva por la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos.
Y esos conocimientos los empezó a aplicar con sus alumnos en las clases de póker en 2002.
"El póker es un lugar único para observar y entender el proceso de la toma de decisiones ya que tiene todos los elementos", señala Duke.
Y de entre ellos, la incertidumbre es fundamental.
Según la consultora y estratega en la toma de decisiones, la incertidumbre tiene dos fuentes.
La primera es la información oculta,ya que "no puedes ver las cartas de otros jugadores y eso también coincide en la mayoría de las decisiones que tomas en la vida".
Y la segunda es la suerte, porque "cada vez que hacemos predicciones sobre el futuro, la suerte puede intervenir. No sabemos cuál será la próxima carta".
Por ello, los jugadores tienen que desarrollar estrategias para hacer frente a la información que desconocen, señala Duke, y eso podría aplicarse a la vida real.
Apuestas
Las dos primeras acepciones del diccionario de la Real Academia Española para el verbo apostar están relacionadas con el juego y la pérdida o ganancia de dinero.
Pero en la quinta opción, la RAE lo define como "depositar su confianza o su elección en otra persona o en una idea o iniciativa que entraña cierto riesgo".
"Por eso tendemos a pensar que apostar está siempre relacionado con el sentido de jugar dinero en el casino. En el póker puedo tener información de mi oponente y por eso puedo apostar por él o contra él", dice Duke.
Pero, ¿cuál es el secreto para tomar una decisión exitosa?
La respuesta en el posteo original en:
BBC Ciencia
26 de marzo de 2018
Cómo convertir una debilidad en una ventaja: la técnica del contrapeso
Cuando algo se nos da mal, tenemos tendencia a esforzarnos
mucho y la solución no se encuentra ahí, sino en hacer algo diferente,
una estrategia contrapeso, que nos ayude a conseguir nuestro objetivo, como la denomina Anxo Pérez. Veamos cómo aplicarla a nuestro día a día.
Primero, necesitas aceptar que tienes un área de mejora. Parece obvio, pero suele ser habitual negarlo y esto nos hace perder un tiempo precioso. Si se te da mal algo, no hay que echar balones fuera ni pelearse con la realidad. Tampoco ayuda quejarse de la mala suerte o de lo que sea… ¿o acaso conoces a alguien a quien todo se le dé bien al cien por cien? Cada uno tiene lo suyo, así que reconoce que eres humano, y no perfecto.
Segundo, busca el objetivo último y no lo pierdas de vista. Tomemos el ejemplo de mejorar la mala memoria. El objetivo es ser capaz de disponer de ciertas informaciones, y no tanto ganar el premio al que más recuerda lo que le rodea. Por ello, céntrate en lo esencial.
Y, tercero, define tu estrategia contrapeso. La estrategia habitual es entrenar la memoria con ejercicios y es posible que te ayude a mejorar algo, pero seguramente será difícil que te conviertas en el excelente “recordador de todo”. La otra alternativa es tu estrategia contrapeso, es decir, despertar tu creatividad para identificar qué se te da bien para conseguir tu objetivo último. En este caso, podría ser desde tomar apuntes en un cuaderno o hacerlo en el móvil con notas de voz hasta dibujar las ideas que en ese momento te parezcan relevantes. Con tu estrategia contrapeso, consigues acumular mucha información que luego, a la larga, te permite ser incluso más eficaz que aquel que hace gala de una memoria excelente.
En resumen, cualquier aparente debilidad puede ser el motor de partida para despertar la creatividad y buscar estrategias contrapeso, como sucedió con los vietnamitas o con David. La clave está en centrarse en el objetivo final y en reconocer que una aparente “debilidad” es una oportunidad que te ayuda a despertar la superación de ti mismo. Por ello, pregúntate: ¿qué se te da mal? ¿Qué estrategias contrapeso estás dispuesto a poner en marcha?
Fuente:
El País (España)
Primero, necesitas aceptar que tienes un área de mejora. Parece obvio, pero suele ser habitual negarlo y esto nos hace perder un tiempo precioso. Si se te da mal algo, no hay que echar balones fuera ni pelearse con la realidad. Tampoco ayuda quejarse de la mala suerte o de lo que sea… ¿o acaso conoces a alguien a quien todo se le dé bien al cien por cien? Cada uno tiene lo suyo, así que reconoce que eres humano, y no perfecto.
Segundo, busca el objetivo último y no lo pierdas de vista. Tomemos el ejemplo de mejorar la mala memoria. El objetivo es ser capaz de disponer de ciertas informaciones, y no tanto ganar el premio al que más recuerda lo que le rodea. Por ello, céntrate en lo esencial.
Y, tercero, define tu estrategia contrapeso. La estrategia habitual es entrenar la memoria con ejercicios y es posible que te ayude a mejorar algo, pero seguramente será difícil que te conviertas en el excelente “recordador de todo”. La otra alternativa es tu estrategia contrapeso, es decir, despertar tu creatividad para identificar qué se te da bien para conseguir tu objetivo último. En este caso, podría ser desde tomar apuntes en un cuaderno o hacerlo en el móvil con notas de voz hasta dibujar las ideas que en ese momento te parezcan relevantes. Con tu estrategia contrapeso, consigues acumular mucha información que luego, a la larga, te permite ser incluso más eficaz que aquel que hace gala de una memoria excelente.
En resumen, cualquier aparente debilidad puede ser el motor de partida para despertar la creatividad y buscar estrategias contrapeso, como sucedió con los vietnamitas o con David. La clave está en centrarse en el objetivo final y en reconocer que una aparente “debilidad” es una oportunidad que te ayuda a despertar la superación de ti mismo. Por ello, pregúntate: ¿qué se te da mal? ¿Qué estrategias contrapeso estás dispuesto a poner en marcha?
Fuente:
El País (España)
Si quieres encontrar nuevos puntos de vista, hazte preguntas poderosas
Indagar, evitar los lugares comunes y llevar a la persona a la acción son los objetivos de estas preguntas.
A veces nos atascamos con un tema y no somos capaces de ver más allá. Es entonces cuando una pregunta poderosa nos sería muy útil. Una pregunta poderosa es aquella que nos hace pensar, nos ayuda a contrastar opiniones o nos amplía el punto de vista. El motivo es sencillo: todos tenemos más información de la que somos conscientes; sin embargo, cuando nos obcecamos en algo, se nos escapan otras alternativas que existen y que no vemos. Unas preguntas bien formuladas nos ayudarían a cuestionarnos y a contemplar más opciones. Por este motivo se denominan poderosas, porque son muy útiles y porque nos aportan una reflexión muy rica para encontrar nuevas vías. Veamos cómo podríamos formularlas para aplicarlas en nuestro día a día o para echar una mano a alguien.
Lo primero de todo, son preguntas abiertas. Las preguntas cerradas son las que se responden con un sí o un no. Las abiertas requieren más elaboración. Si formulamos algo del tipo: “¿Te has adaptado bien a tu nuevo trabajo?”, muy probablemente la persona te responda con un “sí” y, con ello, existe poco margen de maniobra. En cambio, si indago con una pregunta abierta: “¿Qué dificultades estás viviendo en tu nuevo trabajo?”, le estoy obligando a meditar algo más y a encontrar nuevas respuestas, más allá de las sencillas.
Segundo, las preguntas poderosas ayudan a clarificar cuestiones o a aterrizar emociones. El objetivo es evitar caer en lugares comunes o en lugares trampa, que no nos ayudan, como la queja o el lamento. Por ejemplo, ante un comentario como: “Me va fatal”, las preguntas que podríamos hacer serían: “¿Qué es lo que te va tan mal? ¿Puedes concretarlo?”. De este modo, invito a la otra persona a aterrizar el problema para así poder abordarlo mejor.
Tercero, las preguntas poderosas sirven para cuestionarse a uno mismo. Por ejemplo, si lo que queremos es desafiar alguna idea preconcebida del tipo “esto se hace así”, las preguntas que servirían serían: “¿Quién lo manda?”, “¿quién te impide conseguirlo?”.
Si el objetivo es relativizar una queja como “no hay manera de convencer al otro departamento”, se le podría inquirir con: “¿Cómo harías para…?”, “¿qué sugerirías…?”.
Si lo que se desea es evitar echar balones fuera, nos sería útil decirle: “¿Qué papel has desempeñado en todo esto?”, “¿qué podrías haber hecho y no hiciste?”. Si se enfrenta a un miedo, una pregunta posible podría ser: “¿Qué sería lo peor que te podría ocurrir?”. Una vez identificado ese punto, se puede construir un plan de acción más adecuado.
En definitiva, las preguntas poderosas tienen como objetivo indagar, evitar los lugares comunes y llevar a la persona a la acción. No es de extrañar que sea la técnica más utilizada por los entrenadores personales (o coaches, como se denominan en el mundo de la empresa), por los jefes que buscan desarrollar el talento de sus equipos o por los profesores que intentan motivar a sus estudiantes. No es algo nuevo, puesto que ya Sócrates enseñaba a través de preguntas. Su método se conocía como mayéutica, nombre que en griego significa “técnica de asistir a los partos”. Su madre era comadrona y debió de encontrar la metáfora en el plano filosófico para dar a luz nuevas ideas. Por ello, vale la pena entrenar el músculo de hacer preguntas antes de lanzarse a ofrecer soluciones. Las personas podemos rechazar las opiniones de otros, los consejos o las recomendaciones. Pero es más difícil que demos la espalda a nuestras propias reflexiones o a aquellas ideas que nosotros hemos dado a luz.
A veces nos atascamos con un tema y no somos capaces de ver más allá. Es entonces cuando una pregunta poderosa nos sería muy útil. Una pregunta poderosa es aquella que nos hace pensar, nos ayuda a contrastar opiniones o nos amplía el punto de vista. El motivo es sencillo: todos tenemos más información de la que somos conscientes; sin embargo, cuando nos obcecamos en algo, se nos escapan otras alternativas que existen y que no vemos. Unas preguntas bien formuladas nos ayudarían a cuestionarnos y a contemplar más opciones. Por este motivo se denominan poderosas, porque son muy útiles y porque nos aportan una reflexión muy rica para encontrar nuevas vías. Veamos cómo podríamos formularlas para aplicarlas en nuestro día a día o para echar una mano a alguien.
Lo primero de todo, son preguntas abiertas. Las preguntas cerradas son las que se responden con un sí o un no. Las abiertas requieren más elaboración. Si formulamos algo del tipo: “¿Te has adaptado bien a tu nuevo trabajo?”, muy probablemente la persona te responda con un “sí” y, con ello, existe poco margen de maniobra. En cambio, si indago con una pregunta abierta: “¿Qué dificultades estás viviendo en tu nuevo trabajo?”, le estoy obligando a meditar algo más y a encontrar nuevas respuestas, más allá de las sencillas.
Segundo, las preguntas poderosas ayudan a clarificar cuestiones o a aterrizar emociones. El objetivo es evitar caer en lugares comunes o en lugares trampa, que no nos ayudan, como la queja o el lamento. Por ejemplo, ante un comentario como: “Me va fatal”, las preguntas que podríamos hacer serían: “¿Qué es lo que te va tan mal? ¿Puedes concretarlo?”. De este modo, invito a la otra persona a aterrizar el problema para así poder abordarlo mejor.
Tercero, las preguntas poderosas sirven para cuestionarse a uno mismo. Por ejemplo, si lo que queremos es desafiar alguna idea preconcebida del tipo “esto se hace así”, las preguntas que servirían serían: “¿Quién lo manda?”, “¿quién te impide conseguirlo?”.
Si el objetivo es relativizar una queja como “no hay manera de convencer al otro departamento”, se le podría inquirir con: “¿Cómo harías para…?”, “¿qué sugerirías…?”.
Si lo que se desea es evitar echar balones fuera, nos sería útil decirle: “¿Qué papel has desempeñado en todo esto?”, “¿qué podrías haber hecho y no hiciste?”. Si se enfrenta a un miedo, una pregunta posible podría ser: “¿Qué sería lo peor que te podría ocurrir?”. Una vez identificado ese punto, se puede construir un plan de acción más adecuado.
En definitiva, las preguntas poderosas tienen como objetivo indagar, evitar los lugares comunes y llevar a la persona a la acción. No es de extrañar que sea la técnica más utilizada por los entrenadores personales (o coaches, como se denominan en el mundo de la empresa), por los jefes que buscan desarrollar el talento de sus equipos o por los profesores que intentan motivar a sus estudiantes. No es algo nuevo, puesto que ya Sócrates enseñaba a través de preguntas. Su método se conocía como mayéutica, nombre que en griego significa “técnica de asistir a los partos”. Su madre era comadrona y debió de encontrar la metáfora en el plano filosófico para dar a luz nuevas ideas. Por ello, vale la pena entrenar el músculo de hacer preguntas antes de lanzarse a ofrecer soluciones. Las personas podemos rechazar las opiniones de otros, los consejos o las recomendaciones. Pero es más difícil que demos la espalda a nuestras propias reflexiones o a aquellas ideas que nosotros hemos dado a luz.
Tomado de:
El País (España)
4 de marzo de 2018
Foro Económico Munndial: 10 hábitos que mejorarán dramáticamente tu vida
Vamos en
búsqueda de cosas que creemos que nos harán felices y no nos damos
cuenta de que esta actitud nos está llevando a un camino peligroso.
Debemos ser muy cuidadosos en elegir nuestros propósitos, porque nuestros hábitos los hacen. Cultivar los hábitos que se presentan a continuación te llevarán a la dirección correcta. Ellos te ayudarán a dirigirte a una vida significativa y plena por la cual cultivas lo mejor de ti.
Debemos ser muy cuidadosos en elegir nuestros propósitos, porque nuestros hábitos los hacen. Cultivar los hábitos que se presentan a continuación te llevarán a la dirección correcta. Ellos te ayudarán a dirigirte a una vida significativa y plena por la cual cultivas lo mejor de ti.
1. Mantente alejado de las personas que erosionan tu calidad de vida
Si ver un logo de comida rápida puede hacerte sentir impaciente,
piensa cómo puede impactar una persona tóxica en tu vida. Seguramente
estas personas serán infelices con tu decisión de alejarte de ellas y te
lo dirán con voz fuerte, ¿pero no vale la pena alejarte de los efectos
negativos que acumulaste durante años con su influencia? Siempre van a
haber personas tóxicas que tienen una forma de meterse debajo de tu piel
y quedarse allí. Cada vez que te encuentres a ti mismo pensando en un
colega o una persona que te hace hervir la sangre, practica ser
agradecido por alguien más en tu vida. Hay muchas personas afuera que
merecen tu atención y la última cosa que quieres hacer es pensar en
gente que no lo vale.
2. No más teléfono, computadora o tablet en tu cama
La gente no se da cuenta del daño que daño que esto hace a su
descanso y productividad. La luz azul de longitud de onda corta juega un
papel importante en la determinación de su estado de ánimo, nivel de
energía y calidad del sueño. La luz azul de longitud de onda corta juega
un papel importante en la determinación de tu estado de ánimo, nivel de
energía y calidad del sueño.
En la mañana, la luz de sol contiene grandes concentraciones de esa
luz azul. Cuando los ojos se exponen directamente a esta, detiene la
producción de la hormona que induce al sueño, la melatonina, y te pone
alerta. En la tarde, los rayos de sol pierden luz azul, lo que permite
que tu cuerpo produzca melatonina y esto empiece a hacerte sentir
somnoliento. En la noche tu cerebro no espera ninguna exposición a la
luz azul y es muy sensible a ella. Muchos de nuestros aparatos nocturnos
favoritos (laptops, tablets y celulares) emiten luz azul de onda corta
brillando en tu cara. Esta exposición perjudica la producción de
melatonina e interfiere con tu habilidad para dormir, así como en la
calidad de tu sueño. Así como todos experimentamos, las noches con un
sueño pobre tiene efectos desastrosos. Lo mejor que puedes hacer es
evitar estos dispositivos después de la cena (la televisión está bien
para mucha gente, sólo si se sientan lejos de ella).
3. Aprecia el aquí y el ahora
La gratitud es fundamental para la paz y la felicidad, no la
riqueza, el glamour, la aventura o los carros rápidos, sino la simple
apreciación de lo que tienes. Sólo porque no puedes costear una champaña
o comer caviar, no significa que no puedas disfrutar un platillo.
Hot-dogs y cerveza en la cubierta trasera con tus amigos puede ser muy
bueno. Así que no te vuelvas loco pensandp que necesitas algo que aún no
tienes para ser feliz, porque la verdad si no puedes ofrecer lo que
tienes ahora, no podrás apreciar la “buena vida” incluso si la tienes.
El artículo completo en:
27 de febrero de 2018
El secreto para tomar buenas decisiones
La regla de oro, 10-10-10, para acertar cuando tenemos dudas sobre qué hacer.
¿Estudio esto que me gusta o me pongo ya a trabajar? ¿Rompo
una relación o continúo? Vivir es decidir y decidir es renunciar. Y es
ahí donde surge el problema.
Nos atenazamos porque nos enfrentamos a varias alternativas y no tenemos claro qué nos pide el cuerpo. O queremos todo o no nos apetece nada. Nos llenamos de dudas, caemos en el impulso y quizá, luego, cuando miramos hacia atrás nos arrepentimos de lo que hicimos. Y la solución pasa por tomar perspectiva. Cuando estamos deshojando la margarita sobre qué hacer, solemos estar muy apegados al momento presente, a lo que nos angustia en esos instantes, y se nos olvida su impacto futuro. Por ello, necesitamos una técnica sencilla que nos ayude a contemplar el problema desde otro enfoque más amplio. Y esa técnica puede ser 10-10-10.
10-10-10 es la fórmula que propone Suzy Welch, quien fuera editora de la Harvard Business Review, para tomar decisiones tomando en cuenta el plazo inmediato, el medio y el largo plazo. Su idea surgió a raíz de tener que compaginar su vida profesional exitosa, no cabe duda, con ser madre de cuatro hijos. Los problemas en ambas esferas le tensaban la cuerda de tal manera que llegó a la conclusión de que podemos tomar decisiones demasiado impulsivas si no contemplamos el medio plazo; o que podemos centrarnos en el largo, olvidándonos de lo inmediato. Por ejemplo, ¿asisto a un evento social o me quedo en casa tan tranquila? La decisión puede ser errónea si nos dejamos llevar por la responsabilidad de ser “superwoman y estar en todos los sitios” o la de la culpa, en este caso.
Para resolverlo, Welch propone antes de tomar una decisión filtrarla por la regla 10/10/10, es decir, analizar cuál va a ser su impacto y cuáles van a ser sus consecuencias para los próximos diez minutos, los siguientes diez meses y los futuros diez años. Si me voy al evento, ¿me sentiré mal en los próximos 10 minutos?, ¿y en los próximos diez meses?, ¿o me acordaré, incluso, dentro de 10 años? De hecho, si hacemos una revisión de las cosas que nos agobiaban hace tiempo, como ciertos exámenes, decir algo incómodo o hablar en público, nos damos cuenta de que no es para tanto, que nuestra mente exagera cuando se enfrenta a los problemas y que cuanta más capacidad tengamos de tomar perspectiva, más acertaremos con nuestras decisiones.
En definitiva, el tiempo posiblemente sea uno de los recursos más escasos que tengas. Piensa que te puede hacer vivir malas pasadas y antes de tomar cualquier decisión en la que te sientas en una encrucijada aplícale la regla 10/10/10. Responde a las tres sencillas preguntas: ¿Qué impacto tendrá esta decisión en los próximos 10 minutos? ¿Y dentro de 10 meses? ¿Y de 10 años? Es un buen hábito para contemplar el tiempo desde la triple dimensión a tu favor, no en tu contra, y ganar un 10.
Fuente:
El País (España)
Nos atenazamos porque nos enfrentamos a varias alternativas y no tenemos claro qué nos pide el cuerpo. O queremos todo o no nos apetece nada. Nos llenamos de dudas, caemos en el impulso y quizá, luego, cuando miramos hacia atrás nos arrepentimos de lo que hicimos. Y la solución pasa por tomar perspectiva. Cuando estamos deshojando la margarita sobre qué hacer, solemos estar muy apegados al momento presente, a lo que nos angustia en esos instantes, y se nos olvida su impacto futuro. Por ello, necesitamos una técnica sencilla que nos ayude a contemplar el problema desde otro enfoque más amplio. Y esa técnica puede ser 10-10-10.
10-10-10 es la fórmula que propone Suzy Welch, quien fuera editora de la Harvard Business Review, para tomar decisiones tomando en cuenta el plazo inmediato, el medio y el largo plazo. Su idea surgió a raíz de tener que compaginar su vida profesional exitosa, no cabe duda, con ser madre de cuatro hijos. Los problemas en ambas esferas le tensaban la cuerda de tal manera que llegó a la conclusión de que podemos tomar decisiones demasiado impulsivas si no contemplamos el medio plazo; o que podemos centrarnos en el largo, olvidándonos de lo inmediato. Por ejemplo, ¿asisto a un evento social o me quedo en casa tan tranquila? La decisión puede ser errónea si nos dejamos llevar por la responsabilidad de ser “superwoman y estar en todos los sitios” o la de la culpa, en este caso.
Para resolverlo, Welch propone antes de tomar una decisión filtrarla por la regla 10/10/10, es decir, analizar cuál va a ser su impacto y cuáles van a ser sus consecuencias para los próximos diez minutos, los siguientes diez meses y los futuros diez años. Si me voy al evento, ¿me sentiré mal en los próximos 10 minutos?, ¿y en los próximos diez meses?, ¿o me acordaré, incluso, dentro de 10 años? De hecho, si hacemos una revisión de las cosas que nos agobiaban hace tiempo, como ciertos exámenes, decir algo incómodo o hablar en público, nos damos cuenta de que no es para tanto, que nuestra mente exagera cuando se enfrenta a los problemas y que cuanta más capacidad tengamos de tomar perspectiva, más acertaremos con nuestras decisiones.
En definitiva, el tiempo posiblemente sea uno de los recursos más escasos que tengas. Piensa que te puede hacer vivir malas pasadas y antes de tomar cualquier decisión en la que te sientas en una encrucijada aplícale la regla 10/10/10. Responde a las tres sencillas preguntas: ¿Qué impacto tendrá esta decisión en los próximos 10 minutos? ¿Y dentro de 10 meses? ¿Y de 10 años? Es un buen hábito para contemplar el tiempo desde la triple dimensión a tu favor, no en tu contra, y ganar un 10.
Fuente:
El País (España)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)