Por muy bien que afronte un enfermo con dolor crónico el sufrimiento
físico permanente, a la larga su cerebro se resiente.
Las alteraciones
más importantes se producen en las conexiones neuronales de una zona de
la corteza frontal vinculada a la gestión de las emociones.
«Si sientes dolor veinticuatro horas al día, siete días a la semana,
hay áreas de tu cerebro que se mantienen constantemente activas»,
explica Dante Chialvo, fisiólogo de la Universidad Northwestern (EE UU)
coautor de una investigación que publicaba The Journal of Neuroscience.
Y cuando las neuronas están a tiempo completo en ‘modo on’ se trastornan o incluso mueren porque no pueden resistir la falta descanso. El resultado es que el cerebro cambia y se daña para siempre, y aparecen trastornos del sueño y dificultades serias a la hora de tomar decisiones.