Entrenar la habilidad del pensamiento de caminante para encontrar buenas soluciones.
Hay personas que destacan por su capacidad de responder rápido y de
modo ingenioso. Se observa en las reuniones de empresa, en los grupos de
amigos o en el colegio. Cuando el profesor hace una pregunta, suele
haber alguien que, en apenas un parpadeo, dice la respuesta correcta. Es
una habilidad socialmente admirada y que ahora, en la era de las redes
sociales, tiene cada vez más relevancia. Cualquiera puede hacer un
comentario a golpe de clic. Sin embargo, ¿resulta esta habilidad tan
positiva en el aprendizaje o para encontrar soluciones?
Barbara Oakley, profesora de la Universidad de California, San Diego, sugiere que tenemos dos formas de pensar: el pensamiento de coche de carreras o el del caminante. Los dos pueden llegar a la meta, pero a muy diferente velocidad y con una experiencia bien distinta. Mientras que el pensamiento de coche de carreras no se fija en lo que se encuentra por el camino, el del caminante
se entretiene en los detalles. Esto último le permite profundizar mucho
más y encontrar pistas a la resolución de problemas que de otro modo
pasarían inadvertidos. Así parece que era el padre de la neurociencia
moderna, Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906. En palabras
del propio científico aragonés, él no era un genio. No fue un
comentario humilde, sino que realmente así lo creía. Cajal se rodeaba de
genios, con los que compartía los mismos problemas. La diferencia de él
con respecto al resto estaba en la velocidad y en la manera de abordar
las dificultades. Mientras que los genios tenían mentalidad de coches de
carreras y tomaban conclusiones apresuradas, sin cuestionarse; Cajal,
con su pensamiento de caminante, reparaba en los detalles y revisaba
persistentemente sus conclusiones para ver si estaba equivocado.
Igualmente sucedió con Michael Faraday, el padre de la electricidad.
De clase muy humilde, no tuvo acceso de joven a estudios superiores y a
través de su persistencia y pasión, descubrió los principios de la
electricidad moderna. Faraday también tenía mentalidad de caminante y no
daba por sentado ningún hallazgo en su terreno. De hecho, repetía las
investigaciones que habían realizado otros científicos para aprender y
para analizar los detalles. Solo así descubrió la relación entre la
fuerza magnética y la electricidad. Y esta es una de las diferencias entre la mentalidad de coche de carreras y la de caminante. Cuando la premura aprieta, ni hay espacio para cuestionarse ni para entrenar la flexibilidad. Por ello, la mentalidad de coche de carreras suele ser más rígida, con menos capacidad de adaptación a lo que encuentra por el camino, como sucede más allá de la ciencia.
En los procesos de negociación de rehenes es importante que quien esté al mando tenga mentalidad de caminante, en opinión de los expertos Voss y Raz. Cuando las personas con mentalidad de coche de carreras
negocian, suelen tener más nociones preconcebidas y obvian la
información crítica que se revela durante el proceso, lo que puede tener
consecuencias fatales. Y llevado al nuestro día a día, he conocido
personas con habilidades de lectura rápida, que devoraban libros pero
que luego, no eran capaces de deducir temas o de reconectar ideas
nuevas. Sencillamente, se quedaban en el placer de concluir el libro sin
haber reparado en su contenido.
En definitiva, en un mundo donde la información va tan deprisa, nos valdría la pena entrenar la habilidad del pensamiento de caminante si queremos encontrar buenas soluciones. El aprendizaje no siempre entiende de prisas. La reflexión requiere tiempo,
que no es el que se estila en las redes sociales y en el mundo de la
empresa. Y curiosamente, cuando reflexionamos, nos cuestionamos y
tenemos la capacidad de ser flexibles hasta con nuestras creencias de
partida, podemos encontrar soluciones que a priori ni se nos ocurrían.
Por ello, “caminemos” este año que comienza.
Tomado de: El País (España)