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4 de julio de 2018

El día en que las máquinas puedan elegir: la paradoja del libre albedrío en robots

Grandes filósofos como Rousseau o Kant, entendían la libertad como autonomía, es decir, como darse normas a uno mismo, siempre que esas normas fueran fruto de una decisión racional

Año 2043. Reino Unido es el último reducto de la WCC (Western Countries Confederation) en Europa, ante el imparable avance del DAESH. Un dron de exploración británico realiza un barrido por las orillas del Támesis. Con su sensor térmico detecta el avance de un grupo de soldados enemigos. Analiza y evalúa: diecisiete soldados, todos hombres (sabe eso debido a que analiza la forma de caminar, y la complexión y proporciones corporales), armados con armamento ligero y un lanzagranadas.

En milisegundos, manda las coordenadas del objetivo a otro dron, esta vez a un bombardero X-54, quien, de nuevo en otros pocos milisegundos, lanzará una lluvia de misiles sobre los desdichados soldados Sin embargo, los sensores del dron de exploración detectan nuevos enemigos. Entre las ruinas de lo que antes fue la abadía de Westminster, avanzan cuatro blindados autónomos de clase T-95. Son un objetivo estratégicamente muy jugoso (cada tanque de este tipo le cuesta al DAESH unos dos millones de dólares), mucho más interesante que el grupo de soldados.

Pero hay un problema. Los estrategas del DAESH descubrieron que había un tipo de blindaje para sus carros de combate, mucho más efectivo que el usual blindaje reactivo: el antiguo escudo humano. El objetivo era confundir la inteligencia artificial de las armas autónomas enemigas o, como mínimo, retrasar sus decisiones.

El cerebro positrónico de un dron de la WCC tomaba decisiones siguiendo a rajatabla la Convención de Massachusetts de 2036, en la que 136 países aprobaron un código ético mundial para armas autónomas, conocido popularmente como BH (el Bushido de HAL).

Según este código, un arma autónoma siempre evitará el mayor número de víctimas humanas posibles, por lo que a la hora de elegir el objetivo para un ataque, siempre elegirá a otra arma autónoma antes que a un grupo de soldados. La táctica del DAESH consistía en atar a unos cuantos prisioneros, si pueden ser civiles mejor, a lo largo de la carrocería de sus tanques.

Entonces el dron tenía dos opciones:
  1. Dirigir los misiles hacia el grupo de diecisiete soldados. Todo correcto a nivel ético y legal: se mata a personas pero son soldados enemigos ocupando territorio soberano.
  2. Dirigir los misiles hacia los T-95. Se ocasionarían víctimas humanas del propio bando, generando intencionalmente daños colaterales y, por lo tanto, violando claramente el BH. Sin embargo, eliminar esos carros enemigos supondría una ventaja decisiva en la batalla que, casi con total probabilidad, evitaría más muertes que ocasionaría.
¿Qué hacer? ¿Violar tu propio código ético, o ser práctico y ganar la batalla haciendo, quizá, un mal menor? El dron piensa y actúa: los blindados enemigos son destruidos. Los programadores de la empresa Deep Mind encargados de diseñar el cerebro computerizado de la máquina dejaron una puerta trasera mediante la que los compradores podían reprogramar la conducta de su arma a su antojo.

Los oficiales del ejército británico lo tuvieron claro: ganar la batalla era lo primero y unas cuantas bajas humanas, incluso de civiles, se justificaban en función de intereses estratégicos superiores.

El artículo completo en:

Xataka Ciencia

25 de enero de 2016

John Carlin: "El estudiante eunuco"

Cuando se anunció el fin de la historia, tras la caida del muro, se cacareaba por todos los medios de una nueva época de libertad para toda la Humanidad. Ahora, 25 años después, vemos que la generación que creció en esta era de pax económica está practicando una especie de fascismo lite donde no se puede expresar lo que uno piensa o siente con libertad, pues el cargamontón mediático le viene a uno encima; donde desaparece el discurso político objetivo y multilateral por un discurso psicologista, subjetivo y unilaterla. Aquí les dejo un buen artículo (de octubre de 2015) sobre lo que pasa en la actualidad en las universidades anglosajonas. 




Un estudiante de Harvard, en su graduación. / B. SNYDER (REUTERS)
“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” (Voltaire)

Por cierto que la frase no es de Voltaire, es de Evelyn Beatrice Hall, que escribió una biografía de Voltaire.
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Hace unos días hubo un debate en la BBC entre el presidente del consejo de estudiantes de una universidad británica y un señor mayor que escribe columnas para The Times de Londres. El tema era la libertad de expresión. ¿Quién estaba en contra? ¿El columnista del Times, cuyo dueño es el reaccionario Rupert Murdoch? No. El líder estudiantil.

Algo raro está ocurriendo en las universidades de Reino Unido, y en las de Estados Unidos también. El estudiante que hablaba en la BBC es síntoma de una tendencia represiva en un sector de la sociedad donde uno suponía que se daba un alto valor al principio del pensamiento libre.

El motivo del debate entre el joven y el periodista, que por edad podría haber sido su abuelo, había sido una petición firmada por 3.000 estudiantes de la Universidad de Cardiff exigiendo que a Germaine Greer, antiguo icono de la revolución feminista, se le prohibiese dar una conferencia en su campus. Greer, como algunos o algunas recordarán, es la autora del influyente y provocador libro La mujer eunuco, publicado en 1970. El libro, tan irreverente como iconoclasta, exhortaba a las mujeres a desencadenarse de los estereotipos represivos de antaño.

El problema de los estudiantes de Cardiff con Greer, que hoy tiene 76 años, es que la consideran una “misógina”. Lo cual, a primera vista, es como llamar a Martin Luther King racista. ¿Cómo se explica? De la siguiente manera. Greer escribió un texto en 2009 en el que argumentó que a las transexuales no se les podía considerar mujeres. Tal afirmación fue considerada lo suficientemente ofensiva como para declararla persona non grata en el campus. Greer se rindió, pero no sin antes declarar en la radio: “Solo porque te cortas la polla y te pones un vestido no significa que te conviertas en mujer”.

El tema aquí no es si Greer tiene razón o no. El tema es que la censura de personas cuyas ideas no confluyen con las nuevas percepciones de lo que es o no aceptable se está extendiendo por las universidades anglosajonas. Algunos ejemplos.

La semana pasada un profesor de la universidad de Yale, en Estados Unidos, fue rodeado por un grupo de estudiantes que le gritaron, entre otros improperios, “¡cállate la puta boca!”. Su pecado: haber aconsejado a sus alumnos que si veían a alguien vistiendo un disfraz de Halloween “ofensivo” que no les hicieran ningún caso.

A finales de septiembre, la Universidad de Warwick, en Inglaterra, canceló una conferencia de una mujer nacida en Irán llamada Maryam Namazie. Esta es una marxista conocida por su virulento desprecio por la religión, empezando por la suya de nacimiento, el islam. La universidad explicó que su comparecencia en el campus incitaría “el odio”.

Y un ejemplo más entre miles: una profesora de Derecho en la Universidad de Harvard escribió un artículo el año pasado lamentando la presión que recibía del cuerpo estudiantil para que no diera clases sobre cómo la ley responde a casos de violación. La profesora, Jeannie Suk, comparó esta actitud con intentar enseñar cirugía a un estudiante de medicina sin exponerle a la angustia de ver sangre.

Según Suk, los organismos estudiantiles estaban en contra de clases sobre la ley y la violencia sexual porque temían que la experiencia podría resultar “traumática”. Y aquí, aparentemente, está el grano de la cuestión. Explicaba el líder universitario que habló en la BBC que el objetivo de la censura era siempre dar prioridad a “la seguridad” de los universitarios. Un reciente artículo escrito por dos académicos en la revista estadounidense The Atlantic profundizó en el tema. Explicó que para los que se apuntan a esta nueva corriente la meta final era proteger “el bienestar emocional” de los estudiantes, convirtiendo los campus en “lugares seguros” donde “jóvenes adultos están protegidos contra palabras e ideas que les hagan sentirse incómodos”. “Se está creando una cultura”, agregaba el artículo, “en la que todo el mundo debe pensar dos veces antes de abrir la boca”.

Alguien que ha optado por no abrir la boca nunca más en foros estudiantiles es el famoso cómico estadounidense Chris Rock, que ha construido una brillante carrera a base de ridiculizar tabúes raciales, sexuales y políticos. Rock, que es negro, dijo en una entrevista reciente que ya no comparece en las universidades porque son “demasiado conservadoras”. Su principal preocupación, estimó, es “no ofender nunca a nadie”.

¿A qué se debe tanta susceptibilidad entre los estudiantes del mundo anglosajón? En parte tendrá que ver con la presión conformista ejercida por la policía religiosa de las redes sociales, el miedo a la crucifixión verbal que padecerá cualquiera que discrepe de la ortodoxia de la manada. Pero, como también sugiere el artículo de la revista The Atlantic, la juventud de hoy, especialmente la que ha tenido la suerte de ir a la universidad, pertenece a una generación mimada. Es verdad que hoy los jóvenes lo tienen difícil para conseguir trabajo pero, al menos en los países ricos de Occidente, sus padres tuvieron la mejor y más pacífica calidad de vida que ha conocido la especie humana. Estos afortunados padres se han esforzado de una manera nunca vista para no herir los sentimientos de sus hijos, para protegerles de lo feo, lo duro y lo difícil de la vida.

La consecuencia ha sido la aparición de una generación de adolescentes y veinteañeros psicológicamente delicados que detectan ofensas donde sus padres —y más aún los padres de los padres, que vivieron guerras— no se las hubieran imaginado. Antes, cuando el columnista del Times era joven, los estudiantes censuraban a los que llamaban fascistas. Para bien o para mal, lo hacían a partir de un proceso de razonamiento político. Los militantes universitarios anglosajones de hoy censuran sobre la base de lo que sienten. Practicantes de una especie de fascismo lite, ellos son los que mandarán dentro de no mucho tiempo. Si la cosa no cambia, uno tiembla por la democracia.
Tomado de:

29 de diciembre de 2012

¿Se están perdiendo los valores? ¿Qué valores?

No hay día en que se oiga en un medio de comunicación la letanía “se están perdiendo los valores” o “los jóvenes de hoy ya no respetan nada”, un mantra que todo el mundo parece aceptar y que sirve, entonces, para introducir toda clase de falacias estadísticas: como que los jóvenes de ahora son más violentos que los de antes, o que la sociedad en general está sumida en decadencia moral. 

Basta con echar un ojo a los índices de homicidios de cualquier país civilizado para comprobar que las personas tienden, cada vez menos, a matar al prójimo. Si bien es cierto que en 1960 hubo un repunte brutal de homicidios en Estados Unidos y Europa, la curva, en general, siempre ha sido descendente. 

Los jóvenes de antes, pues, eran más violentos y faltos de empatía que los de ahora. Y, bueno, siempre han existido voces que hablaban de la decadencia moral, sobre todo de las nuevas generaciones: Aristóteles decía “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.” Platón abundaba en ello: “¿Qué está ocurriendo con nuestros jóvenes? Faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”. Incluso podemos ir 4.800 años atrás en el tiempo y leer las siguientes inscripciones de una tablilla asiria: “En estos últimos tiempos, nuestra tierra está degenerando. Hay señales de que el mundo está llegado rápidamente a su fin. El cohecho y la corrupción son comunes”.

A esto se suma la dificultad que implica definir qué son los valores. Si asumiéramos esta supuesta pérdida de valores, ¿a qué valores nos estaríamos refiriendo? Tal vez se estén sustituyendo unos valores por otros, ¿sabemos a ciencia cierta que los de antaño eran mejores que los de hogaño? Si partimos de la base de que los valores correctos no deben sustituirse por otros valores, ¿entonces habría existido alguna clase de evolución en los valores vigentes de cualquier época? ¿Dejar de tratar a los negros o a las mujeres como infrahumanos no supuso la pérdida de determinados valores?

Lea el artículo completo en:

Xakata Ciencia

2 de marzo de 2012

FBI y la cultura del miedo: “el hacking reemplazará al terrorismo como la preocupación más importante”




En un futuro no muy lejano la amenaza cibernética se planteará como la amenaza número uno para nuestro país…

Resulta difícil saber hasta donde se refiere el director del FBI, Robert Mueller, tras su locución de hace unas horas. Si tenemos en cuenta que hasta ahora su organización se ha dedicado mayoritariamente en la red a participar del circo de la industria del entretenimiento, quizá sus palabras resulten más apocalípticas de lo que pudieran parecer. Mueller nos advierte del futuro que nos viene en la red, un futuro marcado por el liderazgo de su agencia y los federales contra los “enemigos digitales”. Una frase lo resume todo: “la amenaza cibernética será la número uno, debemos tomar las lecciones del terrorismo y aplicarlas a la ciberdelincuencia”.

Y es que el jefe del FBI habla de la red y la seguridad como un todo. El director habló largo y tendido hace unas horas durante una reunión anual entre profesionales de la seguridad cibernética.

Durante su locución, Mueller habló de Internet en términos apocalípticos, situando el hacking o cualquier ciber-amenaza como el actor principal a erradicar en los próximos años, muy por encima del terrorismo, hasta ahora la principal fuente de preocupación en el país.

Habló de delincuencia organizada, estafas, robos de datos, fraudes, explotación infantil o incluso reclutamiento de terroristas. Puede que el primer nombre que nos venga a la mente sea Anonymous si hacemos caso a las últimas detenciones e intervenciones de la agencia, o incluso de la propia WikiLeaks cuando habló de hacktivistas, pero también podemos imaginar que tras el cierre de Megaupload y la detención de Dotcom, el esfuerzo se dirige por erradicar nuestros hábitos actuales. Mueller no se “olvidó” de recalcar que se está perdiendo “dinero, ideas e innovación”, curioso enlazar estos tres términos de la misma forma que lo hacen asociaciones como la RIAA.

Coincidencia o no, también incluye la lacra de la pornografía infantil en un momento donde el Senado de Estados Unidos debate la introducción de la regulación H.R. 1981, ley impulsada por Lamar Smith, el “visionario” de SOPA, que pretende escudarse en la explotación infantil para introducir el firewall que no pudo con SOPA.

Les dejo con las palabras de Mueller, el futuro en la red según el FBI, o cómo inculcar el miedo para aplicar la “ley”:

En un futuro no muy lejano la amenaza cibernética se planteará como la amenaza número uno para nuestro país. Tenemos que tomar las lecciones aprendidas del terrorismo y aplicarlos a la ciberdelincuencia. Séneca decía que mientras más conectadas estuvieran las sociedades, era más probable que los individuos se convirtieran en esclavos de la conectividad. Quizá ahora pasa lo mismo en las sociedades modernas. Si los sistemas electrónicos en los que basamos la sociedad se eliminan, el resultado sería el caos y la anarquía.

Como sociedad, no podemos volver atras ni debemos intentarlo. En su lugar, debemos compartir información y tácticas para vencer al enemigo en el futuro. Por ello haremos una serie de cambios.

Estamos perdiendo datos, perdiendo dinero, perdiendo las ideas e incluso estamos perdiendo la innovación. Juntos tenemos que encontrar una manera de detener la hemorragia. Delincuencia organizada, delincuentes hacktivistas, infracciones informáticas respaldadas por gobiernos extranjeros… pero también tenemos en cuenta otros crímenes como son el fraude hipotecario online, la explotación infantil o el reclutamiento de terroristas en la red.

Vamos a intentar que cada empresa que sea atacada no tenga mala publicidad por una denuncia, respetaremos su privacidad sin interrumpir sus actividades mientras investigamos, no queremos que se sientan víctimas por segunda vez.

El momento será pronto, y será cuando ninguna compañía pueda presumir de ser inmune a las incursiones digitales. Hoy sólo hay dos tipos de empresas: las que han sido hackeadas y las que serán hackeadas.

Fuente:

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9 de diciembre de 2011

Las ratas son solidarias con sus compañeras

Las ratas de laboratorio son solidarias con sus compañeras, según revela un estudio publicado esta semana en 'Science', que demuestra que también son capaces de desarrollar empatía con sus pares.

La empatía ha sido con frecuencia considerada como propia de los primates, pero, según revela este estudio realizado por Inbal Ben-Ami Bartal, profesora del departamento de Psicología de la Universidad de Chicago, también las ratas pueden ponerse en el lugar del otro.

Bartal y su equipo analizaron el comportamiento de una rata cuando estaba sola en su jaula con un contenedor vacío y su reacción cuando colocaron en el contenedor otra rata o un objeto cualquiera.

La rata actuó de forma más agitada cuando su compañera estaba encerrada que cuando estaba sola en la jaula, lo que asocian a un "contagio emocional" por la inquietud de la rata encerrada.

La empatía es un fenómeno observado en hombres y algunos animales cuando ven a algún otro sujeto sufrir miedo, estrés o dolor, pero que hasta ahora no estaba claro que sucediera en roedores. Según el estudio, tras varias sesiones, la mayoría de las ratas aprendieron rápidamente a abrir el contenedor en el que estaba encerrada su compañera y liberarla.

El hecho de que las ratas fueran capaces de liberar a sus compañeras indica que reconocieron la angustia de la otra y además fueron capaces de mantener la suficiente calma como para abrir la reja, en vez de quedarse estáticas o correr alrededor, explican.

Por el contrario, las ratas no abrieron contenedores que estaban vacíos o que contenían otros objetos.

Los investigadores destacan que, aun cuando las ratas libres tuvieron acceso a un poco de chocolate como señuelo, que podrían haber comido ellas solas, primero liberaron a sus compañeras atrapadas y compartieron el chocolate con ellas.

Según Bartal, el contagio emocional es la forma más simple de la empatía, pero esta respuesta muestra una expresión más compleja de empatía, ya que "la rata no tiene otra acción para hacer esto, más que acabar con la angustia de las ratas atrapadas", indicó.

Los autores subrayan que hubo una mayor proporción de ratas hembra que abrieron la puerta a la rata atrapada que los machos, enfatizando que las hembras son más empáticas que los machos.

Aunque el comportamiento empático se había observado de manera anecdótica en los primates no humanos y en alguna especie salvaje, esta es la primera vez que se ve en ratas de laboratorio, lo que indica que el origen de esta conducta pro-social podría darse en el árbol evolutivo antes de lo que se pensaba.

Fuente:

El Mundo Ciencia

13 de julio de 2011

Si todos piensan diferente, yo pienso igual

Generalmente tendemos a creer que somos racionales en extremo. Que todo lo que hacemos, decimos y pensamos ha sido creado por nosotros, decidido por nosotros sin influencia alguna del medio que nos rodea. Esta idea se incrementa si hablamos de nosotros mismos, si tratamos de valorarnos y medirnos. Siempre nos valoramos por encima de los demás, tanto en valores éticos, morales, como en simples decisiones racionales.

¿Cuántas veces nos encontramos con bocadillos que nos enaltecen en cuestiones de valores éticos y morales, o bajo el mismo problema o situación, pensamos que actuaríamos diametralmente opuestos a lo que alguien más haría? Todo esto, considerando que nuestro punto de vista sería el más racional y acertado.

Lo interesante de todo esto, y que ya hablaré en otra oportunidad, es que estos pensamientos, estas ideas de ser el único absoluto racional se pueden derrumbar sin mucho esfuerzo (Bueno, tampoco es tan fácil, pero no es un mundo de complicado).

En todo caso, corría el año 1958 y Solomon Asch, psicólogo norteamericano realizó una serie de experimentos sobre la presión social y cómo esta afecta el nivel de conformidad de los individuos ante determinadas situaciones donde se veía, el sujeto, enfrentado a un grupo que presentaba una opinión distinta a la de este.

Lámina utilizada en el experimento

El experimento era muy simple. Un grupo de personas se encontraba en una sala y se le mostraba una diapositiva o lámina similar a la de la imagen Luego, se les pedía a todos los sujetos que respondieran preguntas como: - Teniendo la línea original (Izquierda). ¿Cuál de las líneas de la derecha (A, B y C) es del mismo tamaño que la original?

Uno a uno, los asistentes iban respondiendo, hasta llegar al último de ellos. Lo que uno de estos asistentes no sabía era que él, era el único que estaba siendo puesto a prueba, mientras que todos los demás estaban confabulados con el investigador para responder de forma incorrecta, todos con la misma respuesta. Así, el primero decía que la línea A era igual a la presentada, y los demás repetían la misma afirmación. Curiosamente, el último de los asistentes, o sea, el sujeto principal del experimento, después de mirar asombrado las respuestas, optaba por la misma que el grupo, o incluso llegaba a estar totalmente convencido de que la línea A era, efectivamente, igual a la presentada.

Este experimento se realizó varias veces más con algunas variaciones en el mismo para analizar cuanto podía llegar a influir en la toma de una decisión de una persona el grupo que la rodeaba, así como la posición que ocupaba en la cadena de respuestas, o si contaba con alguien que apoyara su opinión.

The tendency to conformity in our society is so strong that reasonably intelligent and well-meaning young people are willing to call white black. This is a matter of concern. It raises questions about our ways of education and about the values that guide our conduct.

El punto que quiero tratar es cómo, sin darnos cuenta, en el cotidiano de nuestras vidas podemos estar aceptando o tomando diferentes puntos de vista solo porque el grupo lo ve de una forma determinada, sin importar si es la mejor o peor respuesta, incluso suprimiendo nuestra respuesta y tomando automáticamente la del grupo.

En las universidades, por ejemplo (Y es a donde quería llegar), se puede ver este tipo de conflictos entre alumnos y profesores. Por supuesto en este caso no solo se pone en juego el elemento que planteamos al principio, pero lo reduciremos al mínimo para ver cómo podemos observarlo en nuestro medio y, por supuesto, estar atentos en momentos que pudiéramos ser víctimas, sin darnos cuenta, de este fenómeno llevándonos a aceptar ideas poco agraciadas solo porque el grupo lo aprueba.

En el caso de una clase universitaria, es normal encontrar todo tipo de profesores, desde aquellos que tienen conocimientos profundos en la temática que encaran, hasta aquellos que no tienen mucho más que el equivalente a un alumno novel pero que, sumado al desconocimiento general de los alumnos sobre la misma temática, suelen pasar desapersibidos. Para el último caso, el del profesor novel, he podido comprobar como el poder del grupo suele modificar las respuestas, tanto de algún alumno con conocimientos como el de un profesor sin los mismos.

Imaginemos una situación donde, por cuestiones en que los alumnos están en una fase de aprendizaje y no cuentan con las herramientas intelectuales para defenderse, un profesor podría estar dando datos completamente erróneos sobre la temática X. Más allá de la influencia del profesor como sinónimo de autoridad (También hablaré de esto en otro momento), si miramos una de estas clases desde afuera, podremos ver como muchos alumnos, para obtener aceptación por parte del profesor o cómo método de defensa, asienten con la cabeza en señal de, por un lado, comunicar que están entendiendo el contenido, y por otro para validar al profesor en cuestión. Esto último sirve como una retroalimentación positiva hacia el profesor, lo que le da la posibilidad de seguir dando rienda suelta al despilfarro de ignorancia.

Aquí es donde entra en juego alguien que sepa de la temática. Si esta persona plantea su discrepancia con el profesor y pone sobre la mesa los conocimientos que lo autorizan a tener esta discrepancia (En los casos más divertidos) podremos ver cómo si la mayoría de los alumnos deja de asentir y aceptan la postura del compañero, el profesor rápidamente cambiará su punto de vista, tratará de retraerse a algún punto de su discurso que le permita encausarlo con el objetivo de acoplarse al del alumno que ahora tiene el apoyo de la masa. Si por el contrario, el grupo no aprueba al interviniente y sigue aceptando lo que el profesor dice, este se remitirá a, de diferentes formas, censurar la idea y seguir campando a sus anchas y desinformando descaradamente.

Esto resulta de caracter altamente sensible, ya que el conocimiento que pudiera estar impartiendo este profesor será aceptado tal cuál es planteado, e incluso, como veíamos en el experimento de Asch, haciendo que el que lo acepte esté totalmente convencido de que lo hizo con absoluta libertad.

Fuente:

Matías Lacono

28 de junio de 2011

Anonymous y la Operación "Andes Libres": La guerra digital llegó al Perú


Anonymous. Hizo caer webs de siete instituciones del estado peruano y una privada. Famoso grupo de ciberactivistas mostró su protesta por el supuesto control del gobierno peruano sobre las redes sociales. PNP pide ayuda a FBI.



1. ¿Qué es Anonymous?

Este colectivo de ciberactivistas es uno de los más potentes hoy en día. Su nombre, Anonymous, hace referencia a la palabra que aparece cuando alguien participa en el foro “4chan” (donde se gestó el grupo) sin identificarse. Según sus integrantes, su única ideología es la libertad de expresión, entendida en su forma más pura y radical.

Anonymous es famoso por sus ataques a páginas importantes como las de Visa, MasterCard, Amazon y PayPal. Esto ocurrió en apoyo a la organización Wikileaks. También son conocidos sus ataques a páginas de gobiernos árabes por la censura a Internet que aseguran se ha implementado en esos países.

Estos ciberactivistas están en contra del proyecto de ley conocido como PROTECT IP, que propone darle vía libre al gobierno de los Estados Unidos para obligar a los proveedores de servicios de internet y a los motores de búsqueda a que censuren y bloqueen aquellos sitios web que los federales crean que infrinjan las leyes de derechos de autor.

El blog "Conocer Ciencia" se auna a los principios que inspiran y guían a Anonymous.


2. La declaratoria de guerra




El grupo Anonymous ha anunciado un ataque contra los gobiernos de Piñera en Chile y García en Perú por la decisión de monitorear los debates de los ciudadanos en las redes sociales.

La reclamación de los 'hacktivistas', disponible en Youtube, subraya que la operación 'Andes Libres' consistiría en cibertaques a los sitios webs oficiales por "vulnerar abiertamente la libertad de expresión y privacidad de los cibernautas".

"Los gobiernos de Chile y Perú siguen vulnerando los derechos de sus pueblos, esta vez vigilando todas sus conversacion en blogs, Twitter y Facebook, incluso identificando geográficamente a quienes emiten opiniones", aseguran en el comunicado.

En Chile

La medida de Anonymous surge tras conocerse que el gobierno de Piñera había seguido 'online' los comentarios de los ciudadanos en las redes sociales.

La ministra Ena von Baer se defendió asegurando que "Lo único que estamos haciendo, y es lógico que un gobierno lo haga, es saber lo que opina la gente".

La funcionaria, bajo cuyo mando se enmarca la operación gubernamental, añadió que "las redes sociales son públicas y no estamos haciendo nada que no sea mirar opiniones públicas".

La operación, que en Chile tiene como uno de sus objetivos identificar a los principales actores sociales en medios de Internet, provocó incluso la reacción del Colegio de Periodistas.

La entidad gremial optó por pedir al Consejo de Trasparencia, órgano que vela por la información pública, que exija al gobierno revelar qué investiga en Internet y qué hace con esa información.

La vigilancia, utilizada también por empresas, se realiza a través de un 'software' que permite saber en tiempo real de qué hablan las personas, localizar geográficamente dónde es emitida la información y luego "gestionar los incidentes", es decir, provee de herramientas para intervenir las opiniones que no sean favorables a quien adquirió estos 'softwares'.

En Perú

Lo que no está claro es el motivo de incluir al gobierno peruano en el ataque, ya que en en este país no hay una norma de control de contenidos ni de monitoreo de redes, pero según Anonymous ya se estaría "cocinando" un seguimiento a usuarios de Facebook, Twitter y Blogger que posteen en contra del gobierno de García, por lo tanto, y tal como el grupo postea en su página de Facebook, esta medida sería un disuasivo para Alan, ya que que, conocedores de su vena autocrática, no sería anormal que se dedicará a espiar a usuarios de Internet.

Por el momento, el gobierno peruano no se ha pronunciado al respecto.

En Brasil

En Brasil los objetivos atacados fueron páginas Presidencia, el Senado, los ministerios de Deporte y Cultura, la petrolera Petrobras, el ente de control aéreo Infraero y el instituto IBGE de estadística. Fuentes oficiales, sin embargo, afirman que en ningún caso fue afectada información que no estuviera ya disponible para el público.

Al menos tres grupos, uno de ellos reivindicando asociación con los mediáticos LulzSec, se adjudicaron la responsabilidad por una serie de interferencias en páginas del gobierno y empresas estatales.


3. El ataque

“Ustedes, gobernantes, deberían temernos a nosotros, no nosotros a ustedes”. La amenaza, lanzada el 21 de junio con un video colgado en la web de Youtube, anunciaba el inicio de la operación Andes Libre, contra una supuesta política de los estados de Chile y Perú por el control de la Internet y las redes sociales. El sábado 25 la amenaza se cumplió. El grupo de ciberactivistas llamado Anonymous inició la guerra digital en el Perú e hizo caer siete portales web del Estado peruano y una privada.

Las páginas fueron bloqueadas a través de un ataque de negación de servicio (DDoS), que consiste en sobrecargar los servidores con el envío del flujo de información y miles de peticiones de acceso a la vez. Así se afectaron las páginas web del Congreso de la República, la Oficina Nacional de Procesos Electorales, el Ministerio de Economía y Finanzas, Oficina Nacional del Gobierno Electrónico e Informática, portal del Estado Peruano, Instituto Peruano del Deporte (IPD) y la Policía Nacional del Perú.

Una a una las webs fueron cayendo, causando asombro entre los usuarios. Sin embargo, a pesar de la conmoción, la mayoría de sitios web atacados por Anonymous ya se encuentran habilitados nuevamente. Hasta el cierre de esta edición, solo la web del IPD presentaba algunos problemas de acceso.

Ataque no sería de Anonymous

Estos ataques provocaron que la Policía peruana pida ayuda al FBI estadounidense para ubicar a los piratas informáticos que se encuentran detrás de la ofensiva.
“Este es un ataque de mayor nivel, no podemos precisar de dónde viene, pero el servidor donde se está alojando la información hurtada está fuera del país”, indicó el coronel Óscar Gonzales, jefe de la División de Alta Tecnología de la Dirincri. Según Gonzales, este no es un ataque del grupo Anonymous, sino de los integrantes de la organización Piratas en la Red, quienes se han sumado a la iniciativa del colectivo.

El coronel precisó que estos ‘piratas’ peruanos ya habían atacado por cuenta propia sitios como el del Ministerio de Salud y aseguró que si bien Piratas en la Red no es parte de Anonymous sí comparten su forma de pensar, por ello se suman a la operación Andes Libre.

Ataque directo a Telefónica

Ayer (26 de junio) se efectuó el ataque DDoS (denegación de servicio) contra las páginas principales de Telefónica y Movistar, en España. Alrededor de las cinco de la tarde, la página web de Movistar estuvo bloqueada durante media hora y la web www.telefonica.es tardó en cargarse, aunque luego se mantuvo en funcionamiento. Representantes de la operadora declinaron realizar comentarios sobre el ataque a su página web y señalaron que no había producido incidencias de importancia.

El ataque de Anonymus contra la compañía Telefónica fue anunciado también a través de un video en Youtube, y es una medida de protesta ante los despidos masivos que ejecuta dicha multinacional. En el video, uno de sus miembros, cubierto con la máscara de Guy Fawkes, conspirador inglés del siglo XVI que inspiró la imagen del héroe del cómic V de Vendetta, afirmó que “debido a los acontecimientos de los últimos meses, hacemos un llamado a actuar en contra de los grandes de las telecomunicaciones, en este caso Telefónica, por su política de despidos masivos y su censura sobre la información”. La empresa de telefonía tomó medidas de prevención para hacer frente al ataque, las cuales no quiso detallar.

“Somos uno, somos todos, somos Anonymous, somos legión (...) Esperadnos”, es la frase con la que estos activistas del ciberespacio terminan cada uno de sus anuncios. La guerra digital está declarada.

4. A modo de colofón

Por otro lado, el blog Anonymous Hispano difundió recientemente una encuesta en la que ponía a votación qué objetivo atacar: La ONGEI o el MEF. El primero fue elegido.

Operación Andes Libre Segunda Fase: ¿Qué webs han caído?

Pronunciamiento de Anonymous Iberoamérica sobre la operación. Clic a la imagen para ampliar.

No es un hackeo

Vale resaltar que lo vivido este sábado es un ataque de denegación de servicio (DDOS), el cual consiste en sobrecargar una web determinada con peticiones de acceso, lo cual termina por afectar a las webs. No es un hackeo propiamente dicho.

Esto fue confirmado por Billy Colonia, coordinador de desarrollo del Grupo La República. “Lo único que se hace es recargar mediante pedidos los servidores, que al recibir una carga fuerte de solicitudes, no pueden responder adecuadamente a ellas y por lo tanto colapsa”, dijo.

Así, basta con comulgar con las ideas difundidas por Anonymous y tener acceso a una computadora para ser parte de estas actividades. La guerra virtual llegó a nuestras tierras y no estuvimos preparados para afrontarla.

Dato:

Esta Operación ha sido promovida por AnonOps Perú, Anonymous Colombia, y Anonymous Perú, así como varios usuarios de Internet identificados con la organización.

Fuentes:

La República 1

La República 2

¿Desea apoyar a Anonymouys Perú? Descargue y difunda el siguiente afiche

Lea también:

ABC: Policía Peruana afectada

El Mundo: Anonymous anuncia ataque

Terra Peru: Revelan datos de 2800 agentes “Águilas Negras"


Lea en los archivos de "Conocer Ciencia":

Hackers amenazan con sabotear el sistema judicial británico si fundador de Wikileaks es extraditado

El plan fallido de empresas de seguridad para atacar a WikiLeaks

Android, Facebook y Anonymous, protagonistas de los incidentes de seguridad más graves

5 de mayo de 2011

¿Existe el libre albedrío?

Intente no pensar en un oso blanco. Inténtelo con ganas: no piense en un oso blanco. ¿A que no puede evitarlo? Este es el experimento al que sometió a sus alumnos Daniel Wegner, un profesor de psicología de Harvard. Después les pidió que hablaran durante cinco minutos sobre cualquier cosa que se les ocurriera. “Mencionaron un oso blanco enseguida”, comenta Wegner. “Si después les pedía que pensaran en cualquier cosa, mencionaban más veces a un oso blanco que a los que les dije que pensaran en él”. Un experimento tan sencillo como éste nos revela lo difícil que resulta cumplir con lo que consciente y libremente hemos escogido.

El libre albedrío, que viene a ser la relación entre nuestros pensamientos y nuestras acciones, es una posesión muy querida. E, irónicamente, es lo primero que intentamos sacudirnos de encima para exculparnos de ciertos actos, por supuesto negativos. También resulta curioso cómo ponemos el grito en el cielo por cualquier alusión a un determinismo biológico –no nos gusta que nos digan que parte de lo que somos se encuentre en los genes- pero aceptamos con agrado el determinismo ambiental que pulula por telediarios, consultas de psicoterapeutas y juzgados. Lo usamos como excusa de todo: nuestras malas acciones son causa de los malos tratos en la infancia, de la pornografía, del alcohol, las drogas, las letras de ciertas canciones…

La revista New Yorker publicaba hace unos años una viñeta donde una mujer decía ante un tribunal: “Es verdad, mi marido me pegaba por la infancia que tuvo; pero yo le maté por la que tuve yo”. En los juicios, los famosos atenuantes que alega la defensa son legión. En 2007 el abogado de Ricardo, un hombre que disparó dos cargadores sobre un conductor por atropellar levemente a su hija, adujo que padecía una “patología psicológica grave” desde pequeño, derivada de que presenció el atropello mortal de un hermano suyo. Este hecho, señalaba el abogado, había marcado su vida “y pudo influir en su actitud cuando vio a su hija tendida en el suelo”. ¿Dónde queda aquí el libre albedrío?

El experimento del oso blanco de Wegner –que se ha repetido hasta con animales imposibles como un conejo verde- se engloba en lo que se conoce como supresión del pensamiento, dejar de tener en la mente ciertas ideas. Como técnica de control mental, puede crear obsesiones. Dicho de otro modo: si nos pasamos el día apartando de nuestra mente la idea de comida porque estamos a dieta, no dejaremos de pensar en ella. Es mucho peor que tenerla todo el día en la cabeza: “Puedes llegar a cansarte si piensas siempre en algo. Intentar no hacerlo es lo que lo mantiene en nuestra cabeza”, sentencia este físico metido a psicólogo que colecciona gafas con narices y mostacho de Groucho Marx. Nuestra libertad de acción con lo que sucede dentro de nuestro cerebro no es tan amplia como creemos. Y al parecer, tampoco la tenemos fuera.

En 1983 Benjamin Libet y sus colegas de la Universidad de California en San Francisco realizaron un peculiar ensayo. Los participantes debían observar un reloj cuya manecilla daba una vuelta completa cada 2,56 segundos. Mientras estaban atentos a la manecilla, eran libres de flexionar la muñeca en el momento que quisieran. Lo único que debían hacer era tomar nota mentalmente de la posición de la manecilla cuando decidían mover la mano. En otra variante del experimento, los sujetos debían estimar en qué momento habían movido realmente la mano. Por su parte, Libet medía con electrodos la actividad eléctrica en las áreas motoras del cerebro –lo que se llama el potencial de alerta- y en los músculos implicados en el movimiento de la muñeca. Dicho de otro modo: podía determinar cuándo el cerebro mandaba la señal a los músculos para actuar y cuándo éstos se ponían en marcha.

Libet encontró que, como era de esperar, el deseo de mover la mano aparecía antes de que el sujeto tuviera conciencia subjetiva de que había realizado el movimiento. Sin embargo, la sorpresa surgió cuando descubrió que la preparación nerviosa real para el movimiento, el potencial de alerta, aparecía entre 0,3 y 0,5 segundos antes de que el sujeto decidiera conscientemente que quería mover la mano. Según los psicólogos S. S. Obhi, de la Universidad de Ontario Occidental, y P. Haggard, del Colegio Universitario de Londres, especialistas en acción y percepción humanas, “el sentimiento de intención puede ser efecto de la actividad de preparación motora del cerebro y no una de sus causas”.

El experimento de Libet fue el primer impacto en la línea de flotación del libre albedrío. Los realizados desde entonces demuestran que el cerebro va por delante de nuestra intención consciente a la hora de realizar un movimiento; sale con ventaja antes de sentir que hemos decidido hacer algo. Aún más, los experimentos de Libet muestran que creer que estamos empezando a mover la mano empieza 86 milisegundos antes de que realmente suceda. Para este psicólogo el cerebro responde a los estímulos exteriores y la consciencia es la forma que tiene de racionalizar las acciones que ya ha decidido realizar. Esto no quiere decir que no ejerzamos ningún control sobre ellas: podemos modificar las que están en marcha. Así, Libet sustituye el libre albedrío por la libre censura: el cerebro propone y la mente dispone.

El problema no puede ser más interesante: Si no estamos al tanto de lo que hacemos cuando lo estamos haciendo ¿qué percibimos? Es más, ¿cómo surge la idea de que controlamos nuestras acciones? Para estudiarlo Wegner diseñó, junto a Emily Pronin de Princeton, un experimento vudú. Un voluntario realizaba la clásica maniobra de pinchar con agujas un muñeco mientras su ayudante, otro voluntario que secretamente estaba conchabado con los investigadores, o bien mostraba desagrado o apoyaba efusivamente la acción.

Como en todo vudú que se precie, al cabo de un rato la víctima empezaba a decir que sufría dolor de cabeza. A partir de este momento, en el caso en que el ayudante se mostraba en desacuerdo, el hechicero tendía a responsabilizarse del dolor de cabeza. Es un claro ejemplo de pensamiento mágico y supersticioso, como creer que por usar cierto bolígrafo se aprueba un examen. Estamos ante lo que se llama una ilusión de control. ¿Pasa lo mismo con el libre albedrío? Para Wegner la situación es clara. Percibimos dos situaciones, el pensamiento y la acción, y nuestro cerebro une los puntos independientemente de que exista una relación causa-efecto. El cerebro la asume y punto.

Otro descubrimiento llamativo es que nuestro cerebro percibe más próximos en el tiempo de lo que en realidad están el acto de volición consciente y la acción. Esto lo probó Patrick Haggard con un peculiar experimento. El voluntario debía pulsar con la mano izquierda un botón. Al hacerlo se disparaba una estimulación magnética transcraneana que le producía un tic en el índice de la mano derecha. Mirando un reloj el voluntario debía fijarse cuándo pulsaba el botón y cuándo sentía el tic. En otra tanda de experimentos la estimulación magnética la provocaba una palanca accionada por un motor que obligaba al voluntario a pulsar el botón de manera involuntaria.

Pues bien, el intervalo de tiempo transcurrido entre pulsar el botón y aparecer el tic era percibido de forma distinta en el caso de que la pulsación fuera voluntaria o involuntaria. Si creemos que hemos decidido nosotros, la causa y el efecto son percibidos como temporalmente más cercanos. ¿Será que el cerebro crea una intensa sensación de asociación temporal entre nuestros deseos y las acciones subsiguientes? ¿Querrá así afianzar la idea de nuestra responsabilidad consciente en esa acción?

Para Wegner el sentimiento del libre albedrío requiere, primero, ser consciente de que las intenciones preceden a las acciones; segundo, que las intenciones han de ser consistentes con las acciones y, tercero, no ha de haber otra causa perceptible de la acción. Para comprobar que estos tres requisitos bastan para provocar la ilusión de control en las personas Wegner diseño otro experimento peculiar. Dos sujetos debían desplazar el cursor sobre la imagen de uno de los objetos presentados en la pantalla del ordenador al oír el nombre correspondiente. Pero lo que uno de ellos no sabía es que era el otro quien movía su cursor. Pues bien, si la palabra relevante, por ejemplo pan, la escuchaba entre 1 y 5 segundos antes de moverse el cursor hacia la imagen, creía que él lo había movido. Pero si se la escuchaba 30 segundos antes o un segundo después, no existía esa falsa sensación de control. La moraleja es que el cerebro decide que es el causante de lo sucedido después de realizar una acción. No obstante, otros trabajos indican que para que surja esa sensación de control tanto las acciones como sus efectos deben coincidir con las intenciones del sujeto. Si no es así, la ilusión de control desaparece.

Todos estos resultados hacen pensar a muchos científicos que el libre albedrío no es más que un espejismo creado por el cerebro. Mark Hallett, del National Institute of Neurological Disorders and Stroke, dice: “El libre albedrío existe, pero es una percepción, no una fuerza rectora. La gente experimenta el libre albedrío. Creen que son libres. Pero cuanto más escudriñas, más te da cuenta de que no lo tenemos”. A los investigadores como Wegner no les interesa decidir si existe o no, sino por qué creemos que lo tenemos. Sus experimentos le indican que nuestro cerebro está programado para creer que si pensamos en algo, ese algo va a suceder; nos hace creer que controlamos nuestras acciones.

Para ilustrar este punto veamos qué sucedió cuando Wegner llevó al laboratorio un número clásico de los cómicos. Una persona, delante de un espejo, viste un traje, pero son los brazos de otra persona situada detrás los que pasan por las mangas. Lo curioso es que si lleva puestos unos cascos que le predicen un momento antes cómo se van a mover los brazos, aparece en el sujeto una sensación de control sobre ellos. El cerebro, automáticamente, asumía que controlaba esos brazos.

¿A qué conclusión nos llevan todos estos trabajos? Suponiendo que existiera el libre albedrío, no hay manera de distinguir cuándo nuestras acciones responden a nuestros deseos (por ejemplo, estirar la mano para coger una galleta) de aquellas en las que se trata de una ilusión. Si nuestro cerebro es incapaz de diferenciar ambas, ¿Cómo podemos estar seguros de que existe el libre albedrío? ¿Es siempre esta sensación de control una quimera? No lo sabemos. Wegner compara la elección consciente con un mago realizando su espectáculo. Aparentemente, los efectos que realiza el ilusionista son causados por el movimiento que percibimos de sus manos, pero no es así. Ahí algo más que no vemos y es la verdadera causa. Del mismo modo, la simple decisión consciente de hacer algo no tiene por qué ser la causa de que lo hagamos.

Tanto si es una ilusión como si no, la noción de libre albedrío es útil y adaptativa, esto es, da ventaja evolutiva. Lo necesitamos para vivir; el mundo no tendría sentido para nosotros si creyésemos que los comportamientos de los demás no estuviesen causados por ellos mismos. Diversos investigadores, como Elizabeth Spelke de Harvard, en experimentos con bebés con tan solo unos pocos meses, han demostrado que poseen diversas habilidades mentales, como estimar si hay muchos o pocos objetos en una imagen, o que tienen (o creen tener) algo parecido a una noción de libre albedrío.

Sin embargo no todo está perdido. En 2007 Bjorn Brembs, de la Universidad Libre de Berlín parece haber encontrado la tabla de salvación en una de las mejores amigas de los biólogos, la mosca de la fruta. Los animales, y particularmente los insectos, suelen compararse con robots que solo responden a estímulos externos. ¿Qué pasaría si no los tuvieran? Para explorarlo Brembs colocó la mosca en una habitación blanca, sin ningún tipo de pista visual.

En lugar de volar siguiendo un patrón totalmente aleatorio, como el ruido blanco de una radio no sintonizada, “el análisis de los datos descubrió una variabilidad en las elecciones de la mosca que revelaba una firme componente no-lineal, propia de los procesos biológicos”: el cerebro de la mosca iba generando espontáneamente un plan de vuelo predeterminado. “La decisión de torcer a la izquierda o la derecha de la mosca, que cambiaba todo el tiempo, provenía del cerebro”, dice. ¿Ha encontrado una base biológica para el libre albedrío? Brembs lo cree así. Para él es una función básica del cerebro. “No hemos demostrado que exista el libre albedrío, sino que puede existir”, sentencia George Sugihara, el matemático del The Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California en San Diego que analizó los datos. “Hemos eliminado las dos propuestas clásicas contra el libre albedrío: la aleatoriedad y el determinismo puro”. Esto no implica, por supuesto, que la simpática mosca tenga conciencia.

Otro golpe al anti-libre albedrío ha venido de la Facultad de Psicología de la Universidad de Queensland, Australia. Allí los trabajos desarrollados en 2007 por Derek Arnold sobre cómo enfermedades como el autismo, la esquizofrenia o la dislexia modifican la percepción del tiempo, ponen en duda una cuestión que subyace a los experimentos de Libet y compañía: la percepción subjetiva del paso del tiempo. Arnold ha descubierto que detectamos los grandes cambios más rápidamente que los pequeños. No sólo eso, también nos parece que tienen lugar antes que los cambios pequeños. “La magnitud del cambio tiene un mayor impacto en la percepción del tiempo transcurrido en una secuencia de hechos (timing) que en la capacidad para detectar ese cambio”, comenta Arnold. Dicho de otro modo, somos conscientes de que algo ha cambiado (por ejemplo, si hemos tenido un tic) cuando estamos seguros de ello, no cuando lo detectamos por primera vez.

¿Qué implica este descubrimiento sobre el libre albedrío? Los experimentos de Libet parten de una suposición básica: tenemos un acertado sentido del timing. Pero los experimentos de Arnold sugieren todo lo contrario. “Somos conservadores; nuestra valoración del timing refleja cuándo estamos seguros de la detección, no de cuándo lo detectamos por primera vez”. El retraso encontrado por Libet puede estar relacionado con este hecho: no nos fijamos en la hora del reloj cuando decidimos por primera vez mover la mano, sino cuando estamos convencidos de que lo hemos decidido. “Somos responsables de nuestras decisiones –dice Arnold-. Simplemente no estamos muy seguros de cuándo las hemos tomado”.

En dos experimentos recientes, los psicólogos Kathleen Vohs de la Universidad de Minnesota y Jonathan Schooler de la Universidad de Columbia Británica han puesto a prueba el efecto que tiene creer en el libro albedrío sobre nuestro comportamiento ético. Para ello, propusieron a varios estudiantes realizar un examen de matemáticas ante un ordenador, pero se les advertía que el programa no funcionaba del todo bien porque a veces las respuestas aparecían en la pantalla. Para evitar verlas debían presionar la barra de espaciado tan pronto como asomaran. En definitiva, se apelaba a la honradez de los estudiantes. Previo al examen se les habían dividido en dos grupos. A uno se les había entregado un texto donde se afirmaba que estaba científicamente demostrado que el libre albedrío era una ilusión, un efecto espurio de la química cerebral. A la otra mitad no se les dijo nada. ¿Qué grupo copió más en el examen? El primero. En un segundo ensayo los psicólogos dieron a sus estudiantes un test cognitivo muy difícil. Debían resolverlo sin ayuda y al final les cantaban las respuestas para que se autocorrigieran. Por cada acierto podían levantarse y coger un dólar de un sobre situado en el otro extremo de la habitación. Aquellos que creían en el libre albedrío fueron más reticentes a autorregalarse el dólar.

Ahora bien, para estos investigadores sus resultados no son generalizables ni explican nuestras formas de conducta éticas, mucho más importantes que el mero hecho de copiar en un examen. Sin embargo, muchos creen que si no existe el libre albedrío nos dedicaríamos a hacer lo que quisiéramos por obra y gracia del mantra “qué importa”. No tiene por qué ser así, del mismo modo que no creer en un ser superior deviene en una falta de moral absoluta. ¿No es más probable que dudar de la existencia del libre albedrío nos sirva para proporcionar una excusa ante los demás por haber hecho lo que nos dio la gana? Dice un viejo aforismo que el carácter es hacer aquello que debes hacer aún sabiendo que puedes hacer cualquier otra cosa. El problema fundamental se encuentra, como apunta el psicólogo Steven Pinker, en que acabamos confundiendo explicación con exculpación. ¿Saben que es lo más curioso? Sea el libre albedrío una ilusión o no lo sea, todo seguiría como hasta ahora.

Fuente:

La Ciencia de tu Vida

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