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13 de julio de 2011

Si todos piensan diferente, yo pienso igual

Generalmente tendemos a creer que somos racionales en extremo. Que todo lo que hacemos, decimos y pensamos ha sido creado por nosotros, decidido por nosotros sin influencia alguna del medio que nos rodea. Esta idea se incrementa si hablamos de nosotros mismos, si tratamos de valorarnos y medirnos. Siempre nos valoramos por encima de los demás, tanto en valores éticos, morales, como en simples decisiones racionales.

¿Cuántas veces nos encontramos con bocadillos que nos enaltecen en cuestiones de valores éticos y morales, o bajo el mismo problema o situación, pensamos que actuaríamos diametralmente opuestos a lo que alguien más haría? Todo esto, considerando que nuestro punto de vista sería el más racional y acertado.

Lo interesante de todo esto, y que ya hablaré en otra oportunidad, es que estos pensamientos, estas ideas de ser el único absoluto racional se pueden derrumbar sin mucho esfuerzo (Bueno, tampoco es tan fácil, pero no es un mundo de complicado).

En todo caso, corría el año 1958 y Solomon Asch, psicólogo norteamericano realizó una serie de experimentos sobre la presión social y cómo esta afecta el nivel de conformidad de los individuos ante determinadas situaciones donde se veía, el sujeto, enfrentado a un grupo que presentaba una opinión distinta a la de este.

Lámina utilizada en el experimento

El experimento era muy simple. Un grupo de personas se encontraba en una sala y se le mostraba una diapositiva o lámina similar a la de la imagen Luego, se les pedía a todos los sujetos que respondieran preguntas como: - Teniendo la línea original (Izquierda). ¿Cuál de las líneas de la derecha (A, B y C) es del mismo tamaño que la original?

Uno a uno, los asistentes iban respondiendo, hasta llegar al último de ellos. Lo que uno de estos asistentes no sabía era que él, era el único que estaba siendo puesto a prueba, mientras que todos los demás estaban confabulados con el investigador para responder de forma incorrecta, todos con la misma respuesta. Así, el primero decía que la línea A era igual a la presentada, y los demás repetían la misma afirmación. Curiosamente, el último de los asistentes, o sea, el sujeto principal del experimento, después de mirar asombrado las respuestas, optaba por la misma que el grupo, o incluso llegaba a estar totalmente convencido de que la línea A era, efectivamente, igual a la presentada.

Este experimento se realizó varias veces más con algunas variaciones en el mismo para analizar cuanto podía llegar a influir en la toma de una decisión de una persona el grupo que la rodeaba, así como la posición que ocupaba en la cadena de respuestas, o si contaba con alguien que apoyara su opinión.

The tendency to conformity in our society is so strong that reasonably intelligent and well-meaning young people are willing to call white black. This is a matter of concern. It raises questions about our ways of education and about the values that guide our conduct.

El punto que quiero tratar es cómo, sin darnos cuenta, en el cotidiano de nuestras vidas podemos estar aceptando o tomando diferentes puntos de vista solo porque el grupo lo ve de una forma determinada, sin importar si es la mejor o peor respuesta, incluso suprimiendo nuestra respuesta y tomando automáticamente la del grupo.

En las universidades, por ejemplo (Y es a donde quería llegar), se puede ver este tipo de conflictos entre alumnos y profesores. Por supuesto en este caso no solo se pone en juego el elemento que planteamos al principio, pero lo reduciremos al mínimo para ver cómo podemos observarlo en nuestro medio y, por supuesto, estar atentos en momentos que pudiéramos ser víctimas, sin darnos cuenta, de este fenómeno llevándonos a aceptar ideas poco agraciadas solo porque el grupo lo aprueba.

En el caso de una clase universitaria, es normal encontrar todo tipo de profesores, desde aquellos que tienen conocimientos profundos en la temática que encaran, hasta aquellos que no tienen mucho más que el equivalente a un alumno novel pero que, sumado al desconocimiento general de los alumnos sobre la misma temática, suelen pasar desapersibidos. Para el último caso, el del profesor novel, he podido comprobar como el poder del grupo suele modificar las respuestas, tanto de algún alumno con conocimientos como el de un profesor sin los mismos.

Imaginemos una situación donde, por cuestiones en que los alumnos están en una fase de aprendizaje y no cuentan con las herramientas intelectuales para defenderse, un profesor podría estar dando datos completamente erróneos sobre la temática X. Más allá de la influencia del profesor como sinónimo de autoridad (También hablaré de esto en otro momento), si miramos una de estas clases desde afuera, podremos ver como muchos alumnos, para obtener aceptación por parte del profesor o cómo método de defensa, asienten con la cabeza en señal de, por un lado, comunicar que están entendiendo el contenido, y por otro para validar al profesor en cuestión. Esto último sirve como una retroalimentación positiva hacia el profesor, lo que le da la posibilidad de seguir dando rienda suelta al despilfarro de ignorancia.

Aquí es donde entra en juego alguien que sepa de la temática. Si esta persona plantea su discrepancia con el profesor y pone sobre la mesa los conocimientos que lo autorizan a tener esta discrepancia (En los casos más divertidos) podremos ver cómo si la mayoría de los alumnos deja de asentir y aceptan la postura del compañero, el profesor rápidamente cambiará su punto de vista, tratará de retraerse a algún punto de su discurso que le permita encausarlo con el objetivo de acoplarse al del alumno que ahora tiene el apoyo de la masa. Si por el contrario, el grupo no aprueba al interviniente y sigue aceptando lo que el profesor dice, este se remitirá a, de diferentes formas, censurar la idea y seguir campando a sus anchas y desinformando descaradamente.

Esto resulta de caracter altamente sensible, ya que el conocimiento que pudiera estar impartiendo este profesor será aceptado tal cuál es planteado, e incluso, como veíamos en el experimento de Asch, haciendo que el que lo acepte esté totalmente convencido de que lo hizo con absoluta libertad.

Fuente:

Matías Lacono

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