Es tan natural como la evolución misma. Asociamos "evolución" con "antiguo" porque implica amplios periodos de tiempo, y vemos que traspasa eras y épocas. Nuestra obsesión con creer que la evolución es un asunto antiguo podría explicar la enorme fascinación con animales extintos como los dinosaurios.
Pero cuando pensamos en evolución, deberíamos pensar en "joven".
Porque algunas de las mejores evidencias evolutivas no se encuentran en los fósiles, sino en los animales y las plantas vivas: en los peces, caracoles, moscas y flores, entre otros. Estudiando las nuevas especies es que entendemos mejor.
Cambios sutiles
Las especies antiguas tienen su propio espacio. Amamos nuestros fósiles y en particular, nuestros fósiles vivientes, un término usado para describir las especies vivas que han resistido millones de años y continúan relativamente a salvo.Ellas han demostrado ser, en términos evolutivos, las grandes supervivientes: las más fuertes de las fuertes.
Redescubiertos en 1938, los celacantos usan sus aletas lobuladas para nadar en las cuevas profundas del Océano Índico.
Una nueva especie de estos celacantos modernos, que no son muy distintos a sus extintos parientes, fue descubierta en Sudáfrica en octubre de este año.
Los cocodrilos con sus antiguos cuerpos, que lucen como si hubiesen sido maltratados, prácticamente no han cambiado en 230 millones de años, mientras que los nautilos (moluscos) lucen igual que hace 500 millones de años.
El descubrimiento de nuevos fósiles vivientes es motivo de celebración. Un ejemplo son los camarones conocidos como "jurásicos".
Estas especies han evolucionado, sin duda, durante los últimos millones de años, aunque lo han hecho sutilmente.
Sin embargo, su naturaleza relativamente estable sirve para recordarnos que -contra toda lógica- otras especies pueden cambiar muchísimo o bien desaparecer o evolucionar hacia algo nuevo que las vuelva más capaces de sobrevivir: de dinosaurios a aves, por ejemplo.
La evidencia de estas transiciones en el registro de fósiles es una de las mejores pruebas de la evolución misma.
Separación
Ahora los científicos están encontrando cada vez más evidencia de la evolución en acción.Ellos están registrando en detalle cómo las poblaciones de animales similares, desde las lampreas marinas -un tipo de pez- y los erizos de mar, hasta las moscas Drosophilas y los grillos que se separan y dividen en dos o más grupos distintos, impulsados por procesos naturales.
Algunos son alejados por la geografía. Se cree que de esa forma aparecieron la mayoría de las especies endémicas de las islas.
Otras están separadas por la morfología. Un estudio publicado este mes muestra cómo las poblaciones de caracoles poseen penes elaborados y diferentes, que impiden el apareamiento con otras poblaciones de caracol y los aisla.
El medio ambiente también puede influir. Los científicos han aislado diferentes poblaciones de moscas Drosophilas bajo condiciones de laboratorio únicas y han sido capaces de testear la evolución, al probar cómo los ambientes desencadenan nuevas adaptaciones. Las moscas criadas de esta manera durante cientos de generaciones pueden diversificarse y ser menos sedientas, más agresivas o vivir más tiempo, por nombrar sólo algunas características.
Hay especies que son divergentes debido a su comportamiento. Dos subespecies del erizo de mar Heliocidaris erythrogramma ahora desovan en diferentes épocas en los mares de Australia Occidental: una en verano y otra en invierno, según lo informan los científicos en la revista Evolution. Como resultado, son incapaces de aparearse y están destinadas a emprender viajes evolutivos separados, tal vez para convertirse algún día en especies distintas.
Se trata de una evolución tangible, cuantificable, observable.
Pero otras especies están haciendo lo contrario, pues no están siendo impulsadas a separarse, sino a juntarse.
Hace relativamente poco tiempo los científicos descubrieron que la hibridación puede ser el origen de muchas especies.
Varias especies lo hacen. Las ballenas azules y azules pigmeo hibridan en el Océano Antártico. Las diferentes especies de robles rojos se reproducen entre sí en los bosques de América del Norte. Especies similares de lampreas, gaviotas, avispas y girasoles hibridan regularmente y producen descendencia viable.
Estas especies suelen juntarse en respuesta a una presión ambiental.
Generalmente los híbridos son estériles, como la cruza entre un caballo y un burro tendría como resultado una mula estéril.
Pero a veces esta hibridación alcanza un punto diferente, un fin natural: la aparición de nuevas, terceras especies.
Testigos vivos de la evolución
Un estudio publicado en PhytoKeys mostró que esta especie, Mimulus peregrinus, es una de las más jóvenes registradas, aparecida hace menos de 140 años. Una nueva forma de vida, que surgió a la orilla de un arroyo, en Escocia, en el plazo de unas pocas generaciones atas. Tal vez incluso en la época del propio Charles Darwin, uno de los padres de la teoría evolutiva.
Otras especies de plantas incluso rompen ese registro.
En 1880, una flor llamada Spartina anglica se originó en aguas de Southampton en el Reino Unido.
En la década de los 1900, otra flor nueva conocida como Senecio Cambrensis, se formó naturalmente en el norte de Gales en el Reino Unido, mientras que al mismo tiempo dos especies de flor, Tragopogon mirus y T. miscellus aparecieron en el estado de Washington en Estados Unidos.
Estas flores fueron creadas por un proceso de hibridación, donde el material genérico de los padres se fusiona. Por esa razón, la descendencia tiene el doble o el triple de cromosomas y su ADN está dispuesto de tal forma que la fertilidad se restaura.
Otras dos especies de flores han aparecido durante la vida de muchos de nosotros.
Más recientemente, en la última parte del siglo XX, la especie Cardamine schulzii apareció en Suiza. La Senecio eboracensis puede haber evolucionado en una nueva incluso más tarde, en los últimos 40 o 50 años, pues fue descubierta en 1979 en York, Inglaterra. Creció al lado de un estacionamiento y fue descrita formalmente en 2003.
La aparición de estas siete flores sugiere que las especies nuevas surgen con relativa frecuencia en la naturaleza, según un estudio publicado este mes en la revista Molecular Ecology.
Aunque demostrar su origen reciente requiere evidencia documental que puede ser muy difícil de conseguir, los científicos pueden tomar las semillas de estas flores y cruzarlas, tratando de reproducir el momento de la especiación.
Este tipo de estudios nos enseñan mucho sobre el origen de las especies y de cómo la evolución misma puede funcionar.
Son especies tan jóvenes, que es posible ser testigo de su nacimiento. Ahora tenemos algo en qué pensar.