La cronología del censo de Publio Sulpicio Quirino, es mencionada por
Flavio Josefo en Antigüedades de los judíos XVIII 1,1, y lo sitúa en los
años 6 de nuestra era tras el destierro de Arquelao por Augusto. El
censo tenía una finalidad puramente fiscal / tributaria. He aquí el
texto:
“Entonces Quirinio (Cirenio), senador romano, que había tenido
varias magistraturas y que había llegado a cónsul fue enviado por el
César (Augusto) a Siria como juez de esta nación y para hacer una
estimación de sus riquezas. Con él fue también Coponio, varón del orden
ecuestre, para que se hiciera cargo del poder romano sobre los judíos.
Quirinio en persona se presentó en Judea, que formaba entonces parte de
la provincia de Siria para hacer esa estimación de la riqueza de la
nación y para disponer de los dineros de Arquelao. Al principio los
judíos llevaron muy a mal este censo. Pero finalmente dejaron de lado
cualquier tipo de oposición ya que fueron persuadidos por las palabras
de Joazar, hijo de Beeto, que era el sumo sacerdote. Así que convencidos
por esas palabras dieron cuenta de sus haberes sin mostrar ulterior
oposición”.
Como es sabido, este censo supuso una revuelta armada (¡no en
Judea, sino en la nacionalista Galilea!) dirigida por Judas de Gamala
(denominado también probablemente Judas el Galileo y el fariseo Sadoc).
Esta revuelta fu aplastada por Coponio y costó mucha sangre. En mi
novela, junto con J. L. Corral, “El trono maldito” (Planeta 2014)
aparece este episodio novelado, pero siguiendo muy al pie de la letra lo
que se puede saber por la historia.
El texto de Lucas es el siguiente:
“1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto
ordenando que se empadronase todo el mundo. 2 Este primer
empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. 3 Iban
todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. 4 Subió también José desde
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se
llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, 5 para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.”
Las dificultades de que este censo fuera a) universal y b) que
estuviera dispuesto por tribus (es decir, que los pertenecientes a una
estirpe o tribu debiera ir a censarse no donde vivía habitualmente, sino
en el lugar de origen de su familia, son muy grandes.
1. La historia antigua no registra censo universal alguno ordenado
por Augusto durante su reinado. Aparte del texto de Lucas, los antiguos
anales del Imperio Romano no han conservado ninguna noticia de un censo
universal durante el principado de Augusto, lo cual hace muy improbable
que hubiera ocurrido. Es sumamente extraño que ninguna fuente histórica
de la antigua Roma imperial de la época, y son bastantes, se haya hecho
eco de un aconteci¬miento tan importante como debió de ser un
empadronamiento general de todo el Imperio, que hubiera movido a
millones de personas. Autores cristianos muy tardíos, como Casiodoro
(siglo VI), Isidoro de Sevilla (siglo VII), y un diccionario bizantino
llamado la “Suda” (siglo X), en la voz “censo”, dan sin embargo
testimonio de ese censo imperial e universal. Pero lo más probable es
que tales autores hayan tomado la noticia ¡del propio evangelista Lucas!
Por consiguiente, su testimonio no tiene valor independiente.
2. La segunda dificultad: es inverosímil que en Israel pudiera
llevarse a cabo un censo imperial durante el reinado de Herodes.
Entonces habría habido dos censos, uno en tiempos de Herodes el Grande y
otro después del desierro de Arquelao: Flavio Josefo presenta, tanto
en sus Antigüedades de los judíos (XVII 355; XVIII 1-2.26.102) como en
su Guerra de los judíos VII 253), el censo de Quirino como algo nuevo y
sin precedentes.
Lucas afirma sin duda alguna que este censo ocurrió siendo
gobernador de Siria Quirino y que a la vez eran los tiempos del rey
Herodes el Grande. Ahora bien, esta situación resulta inverosímil. ¿Cómo
iba a permitir este monarca soberano que un legado de Augusto hiciera
un censo en su territorio? Tal posibilidad iba en contra de los derechos
de un rey “socio y amigo del pueblo romano”, según las normas del
Imperio.
Respecto a Quirinio: fue legado de Siria entre Volusio Saturnino y
Cecilio Crético (por tanto en los años 6/7). Algunos investigadores
–movidos por el deseo de no dejar en mal lugar al evangelista Lucas e
intentar compaginar los datos de este con los de Flavio Josefo– se
preguntan si pudo haber sido Quirinio dos veces legado de Siria y haber
hecho dos censos
Pero esto que es teóricamente posible (aunque solo para Judea; de
ningún modo para un censo universal) resulta de hecho de muy poca ayuda
para la concordancia entre Lucas y Josefo ya que, en todo caso solo
Quirinio solo pudo ser legado de Siria por vez primera en los años 3/2
a.C. (ya que es el único año del que no nos consta el nombre del legado
de Siria. Luego, ¡¡no en tiempos de Herodes el Grande, que había muerto
en el año 4 a.C.!!
Mi juicio sobre Lucas es que actúa en este pasaje como hagiógrafo y
no como historiador concienzudo que controla todos sus datos. Y como
hagiógrafo en ese momento está en el plano de la leyenda, no en el
histórico. Casi seguro que Lucas se equivocó en la fecha del censo de
Quirinio.
3ª dificultad: un censo romano no hubiera obligado a José a
trasladarse a Belén. Además, su esposa no habría tenido necesidad alguna
de acompañarlo. La razón ofrecida por el evangelista Lucas, la
necesidad de que José se trasladara a Belén, al lugar de donde
procedía la familia, es también inverosímil. Porque, como hemos dicho
ya, un empadronamiento tenía motivos fundamental¬mente impositivos, de
pagos fiscales a la hacienda imperial. Cada uno debía censarse y pagar
sus tasas allí precisamente donde residía, no en donde era oriunda su
familia. Los romanos no hacían censos tribales.
Además, María no era davídida, sino aarónida, si era pariente de
Isabel (Lucas: José no era su padre biológico; y ella, María, era
aarónida. Véase Lc 1,5: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un
sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer
descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel”.
O Flavio Josefo se equivoca o se equivoca Lucas: el lector debe escoger…
Por otro lado, Lucas es además inexacto con el sacerdocio de Anás:
ni lo era en el año 29 (= año 15 de Tiberio), pues fue sumo sacerdote
del 6-15… ni tampoco lo era con Caifás, sino simplemente su suegro
influyente (Caifás fue sumo sacerdote del 18 al 36 d.C.). No era posible
un sumo sacerdocio oficiado por dos sumos sacerdotes a la vez. Por
tanto la formulación lucana es inexacta y no cuadra con las fechas del
sumo sacerdocio de Anás.
En conclusión, Lucas como hagiógrafo solo sabe más o menos que
Jesús nació en tiempos de Herodes y a partir de ahí fabula.
Además, los primeros cristianos no tuvieron interés… así que las
leyendas debieron de formarse más bien tardíamente. Según el historiador
judíos de los siglos XIX-XX Salomo Reinach y Ch Guignebert (que lo cita
en su obra “Jesús”, hubo cristianos que tomaron al pie de la letra el
texto de Jn 8,57 (véase la postal del día anterior: “Aún no tienes
cincuenta años… y ya has visto a Abrahán…”) y pusieron la muerte de
Jesús en tiempos de Claudio (entre el 41 y el 54)!. Otros, en tiempos de
Nerón hacia el 58. Otros situaron el nacimiento en el año 9 ( después
de Arquelao!!!), y otros pensaron que la crucifixión fue muy pronto,
hacia el 21 (cuando aún no gobernaba Poncio Pilato en Judea, que comenzó
en el 26!!!). Es decir, tenemos aquí otras fabulaciones cristianas
primitivas que tampoco hacen caso de la cronología de Lucas o la
interpretan muy a su manera.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Tomado de:
Tendencias 21
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22 de octubre de 2017
25 de marzo de 2016
Judas no traicionó a Jesús
En la tradición cristiana solamente hay admitidos cuatro evangelios que se escribieron entre cincuenta y ochenta años después de haber muerto Jesús.
Entre los personajes bíblicos que han pasado a la historia como
malditos, sobresalen en el ámbito religioso, Caín, que mató a su hermano
Abel, y Judas Iscariote, el discípulo que traicionó a
Jesucristo con el famoso beso en el Huerto de los Olivos en Jerusalén.
Fue la señal para entregarle al poder religioso y político de Israel.
¿Pero fue realmente así? ¿Fue una “traición”, como nos han hecho ver los
Evangelios?
En la tradición cristiana solamente hay admitidos cuatro evangelios que se escribieron entre cincuenta y ochenta años después de haber muerto Jesús, conocidos como los evangelios canónicos y sinópticos, es decir, inspirados por Dios. Canónicos porque son los únicos admitidos y aprobados por la Iglesia desde el siglo IV, y sinópticos, porque, sin ser exactos, coinciden en muchos aspectos entre ellos, y bastantes de sus parajes son comunes, cuando no copiados del primigenio que fue el original de Marcos, con sus pequeñas variantes, salvo el último, el Evangelio de Juan, que parece inspirado en otras fuentes.
Pero no solamente los libros del Nuevo Testamento -los 4 atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, además de las Epístolas, los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis- componen la colección sobre los hechos y dichos de Jesús en su paso por la tierra, hay también otros documentos de esa misma época que nos hablan de Jesús y de sus discípulos, y que también se intitulan “evangelios”, son los llamados “Evangelios Apócrifos”, es decir, aquellos que aun narrando hechos y mensajes del mismo Jesús o de sus andanzas y las de sus apóstoles, no están reconocidos por la iglesia, pero fueron también utilizados entre las primeras comunidades cristianas. Según la doctrina, solamente los enumerados son admitidos como “inspirados por Dios” y constituyen “la palabra de Dios”, así quedó fijado por los llamados “Padres de la Iglesia”, San Ambrosio, San Ireneo de Lyon, San Agustín de Hipona, San Dámaso, etc. que atribuyeron a esa colección la autenticidad y la ortodoxia, y fueron declarados como “dogma” a lo largo de varios concilios a partir de siglo IV. Durante cuatro siglos fueron manejados por las primeras comunidades cristianas para saber del Maestro y sus enseñanzas, esos cuatro evangelios sinópticos junto a los que se conocen como apócrifos, los cuales, posteriormente, con el paso del tiempo, esos jerarcas dieron por no admitidos y fueron apartados, ocultados y condenados. Entre los evangelios apócrifos sobresalen El Evangelio de Tomás, uno de los más antiguos, que contiene no tanto hechos de Jesús cuanto sus dichos, así figura en el comienzo: este papiro trata de “las palabras secretas de Jesús”, su redacción es anterior a la de los cuatro evangelios canónicos.
Otro “apócrifo” (apartado, oculto) es el Evangelio de María Magdalena, otro personaje denostado y denigrado por la iglesia católica hasta hace poco. Era considerada como prostituta y adúltera, quizá por la influencia negativa, en cierto modo envidiosa, del apóstol Pedro al que no le caía nada simpática por sus confianzas con el Maestro; una relación que debía ser tan importante y afectiva como para tener el valor de asistir a su crucifixión junto a su madre; una relación estrecha que se demuestra en el hecho de que después de la Resurrección, según los evangelios canónicos, a quien primero se aparece Cristo, antes que a sus discípulos, es a María Magdalena. Por esta razón, los Padres de la Iglesia de los primeros siglos, nunca hicieron referencia alguna a María de Magdala como prostituta, sino que hacían hincapié como testigo importante, el primero, de la resurrección. La interpretación como pecadora/adúltera es bastante tardía, basada erróneamente, por una exégesis equivocada, en el pasaje de Lucas VIII-2, donde la describe lavando los pies de Jesús y enjuagándolos con sus largos cabellos. Este acto era un signo de hospitalidad, demostraba una acogida con especial deferencia al invitado, y normalmente lo realizaba un esclavo no judío, o una mujer, que si además pertenecía a la casa o formaba parte de la familia, imprimía mayor respeto y complacencia, pero nunca este tipo de actos en el mundo judío los realizaba una “mujer pública”.
La figura de la Magdalena comenzó a ser denigrada tardíamente en la tradición cristiana, cuando debía ser considerada todo lo contrario, pues era una seguidora que amó mucho al Maestro, del que no se apartó jamás, contrariamente a otros discípulos. Pese a todo, posteriormente la iglesia católica, quizá para limpiar esa mala imagen y fundada ya en una hermenéutica correcta, ha acabado denominándola “Apóstola de los Apóstoles”.
Algo semejante sucede con la figura de Judas Iscariote. Igual que Tomás y María Magdalena, también cuenta con su “evangelio”, que como los anteriores fue utilizado como palabra santa entre las primeras comunidades seguidoras de Cristo, y es uno de los escritos más antiguos; en el año 180 el Padre de la Iglesia San Ireneo lo cita a menudo en su obra Contra las Herejías, haciendo hincapié precisamente en este evangelio:
El Evangelio de Judas
El artículo completo en:
Nueva Tribuna
En la tradición cristiana solamente hay admitidos cuatro evangelios que se escribieron entre cincuenta y ochenta años después de haber muerto Jesús, conocidos como los evangelios canónicos y sinópticos, es decir, inspirados por Dios. Canónicos porque son los únicos admitidos y aprobados por la Iglesia desde el siglo IV, y sinópticos, porque, sin ser exactos, coinciden en muchos aspectos entre ellos, y bastantes de sus parajes son comunes, cuando no copiados del primigenio que fue el original de Marcos, con sus pequeñas variantes, salvo el último, el Evangelio de Juan, que parece inspirado en otras fuentes.
Pero no solamente los libros del Nuevo Testamento -los 4 atribuidos a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, además de las Epístolas, los Hechos de los Apóstoles y el Apocalipsis- componen la colección sobre los hechos y dichos de Jesús en su paso por la tierra, hay también otros documentos de esa misma época que nos hablan de Jesús y de sus discípulos, y que también se intitulan “evangelios”, son los llamados “Evangelios Apócrifos”, es decir, aquellos que aun narrando hechos y mensajes del mismo Jesús o de sus andanzas y las de sus apóstoles, no están reconocidos por la iglesia, pero fueron también utilizados entre las primeras comunidades cristianas. Según la doctrina, solamente los enumerados son admitidos como “inspirados por Dios” y constituyen “la palabra de Dios”, así quedó fijado por los llamados “Padres de la Iglesia”, San Ambrosio, San Ireneo de Lyon, San Agustín de Hipona, San Dámaso, etc. que atribuyeron a esa colección la autenticidad y la ortodoxia, y fueron declarados como “dogma” a lo largo de varios concilios a partir de siglo IV. Durante cuatro siglos fueron manejados por las primeras comunidades cristianas para saber del Maestro y sus enseñanzas, esos cuatro evangelios sinópticos junto a los que se conocen como apócrifos, los cuales, posteriormente, con el paso del tiempo, esos jerarcas dieron por no admitidos y fueron apartados, ocultados y condenados. Entre los evangelios apócrifos sobresalen El Evangelio de Tomás, uno de los más antiguos, que contiene no tanto hechos de Jesús cuanto sus dichos, así figura en el comienzo: este papiro trata de “las palabras secretas de Jesús”, su redacción es anterior a la de los cuatro evangelios canónicos.
Otro “apócrifo” (apartado, oculto) es el Evangelio de María Magdalena, otro personaje denostado y denigrado por la iglesia católica hasta hace poco. Era considerada como prostituta y adúltera, quizá por la influencia negativa, en cierto modo envidiosa, del apóstol Pedro al que no le caía nada simpática por sus confianzas con el Maestro; una relación que debía ser tan importante y afectiva como para tener el valor de asistir a su crucifixión junto a su madre; una relación estrecha que se demuestra en el hecho de que después de la Resurrección, según los evangelios canónicos, a quien primero se aparece Cristo, antes que a sus discípulos, es a María Magdalena. Por esta razón, los Padres de la Iglesia de los primeros siglos, nunca hicieron referencia alguna a María de Magdala como prostituta, sino que hacían hincapié como testigo importante, el primero, de la resurrección. La interpretación como pecadora/adúltera es bastante tardía, basada erróneamente, por una exégesis equivocada, en el pasaje de Lucas VIII-2, donde la describe lavando los pies de Jesús y enjuagándolos con sus largos cabellos. Este acto era un signo de hospitalidad, demostraba una acogida con especial deferencia al invitado, y normalmente lo realizaba un esclavo no judío, o una mujer, que si además pertenecía a la casa o formaba parte de la familia, imprimía mayor respeto y complacencia, pero nunca este tipo de actos en el mundo judío los realizaba una “mujer pública”.
La figura de la Magdalena comenzó a ser denigrada tardíamente en la tradición cristiana, cuando debía ser considerada todo lo contrario, pues era una seguidora que amó mucho al Maestro, del que no se apartó jamás, contrariamente a otros discípulos. Pese a todo, posteriormente la iglesia católica, quizá para limpiar esa mala imagen y fundada ya en una hermenéutica correcta, ha acabado denominándola “Apóstola de los Apóstoles”.
Algo semejante sucede con la figura de Judas Iscariote. Igual que Tomás y María Magdalena, también cuenta con su “evangelio”, que como los anteriores fue utilizado como palabra santa entre las primeras comunidades seguidoras de Cristo, y es uno de los escritos más antiguos; en el año 180 el Padre de la Iglesia San Ireneo lo cita a menudo en su obra Contra las Herejías, haciendo hincapié precisamente en este evangelio:
El Evangelio de Judas
El artículo completo en:
Nueva Tribuna
3 de marzo de 2015
Cuando los jesuitas rezaban y oraban contra los átomos
Rastro de un protón dejado en una cámara de burbujas de Fermilab
La idea de que el universo está compuesto de partículas indivisibles que se combinan entre sí se remonta al siglo V a.C. cuando los filósofos griegos Leucipo y Demócrito especulaban con que incluso las cosas inmateriales estaban compuestas por estos corpúsculos invisibles. Durante muchos siglos, y gracias entre otras cosas a la influencia de Aristóteles, la teoría fue desterrada y no sería hasta el Renacimiento cuando comenzara a estar de nuevo en el ambiente y contribuyera a fraguar un cambio que terminaría siendo una conmoción en el pensamiento de la época.
El escritor Stephen Greenblatt describe en su libro "El Giro" la influencia que tuvo en este cambio la obra del poeta romano Lucrecio "De rerum natura" en la que recogía las ideas de Epicuro y describía el mundo en términos físicos con un atomismo primitivo. Redescubierto en 1417, el texto comenzó a distribuirse a pesar su confrontación con la doctrina de la Iglesia y contribuyó a la aparición de nuevas ideas sobre la naturaleza del mundo. Según se descubrió hace unos años, al propio Galileo le trajeron casi tantos problemas sus ideas sobre el atomismo que su defensa del heliocentrismo, y fue acusado por sus adversarios de defender una teoría que atentaba contra una de las bases de la religión católica: el rito de la eucaristía.
Si el universo estaba compuesto de átomos, razonaban los jesuitas, la idea de la transubstanciación (la conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo) carecía de sentido, así que aquello era una herejía. La persecución de las ideas atomistas fue tal que se prohibió su enseñanza en las escuelas de la Compañía de Jesús y como relata Greenblatt en su libro se llegaron a recitar oraciones contra los átomos en algunos centros de enseñanza. Estaoración en latín se recomendaba recitar a diario a los jóvenes de la Universidad de Pisa:
"Nada sale de los átomosLa idea era impedir que los jóvenes cayeran en la tentación de explicar las cosas por lo que veían sus sentidos. Todo era una obra de perfección de Dios y cuestionarlo era una herejía. El 1 de agosto de 1632 la Compañía de Jesús prohibió y condenó al doctrina de los átomos. En un documento del Santo Oficio encontrado a principios de los años 80 por el estudioso italiano Pietro Redondi se detallaban las herejías encontradas en la obra de Galileo "El ensayador" a propósito del atomismo. Aquellas afirmaciones, según Redondi, ponían en peligro los dogmas católicos y pudieron ser uno de los detonantes por el que se abrió todo el proceso contra él. Aunque hay distintas visiones sobre el tema, parece fuera de duda que pensar en un mundo hecho de átomos también le trajo problemas.
Todos los cuerpos del mundo resplandecen con la hermosura de sus formas.
Sin ellas el orbe sería solo un caos inmenso.
Al principio creó Dios todas las cosas, para que ellas pudieran engendrar algo.
Ten en nada aquello de lo que no puede salir nada.
Tú, Demócrito, no formas nada nuevo a partir de los átomos.
Los átomos no producen nada, luego los átomos no son nada".
Fuente
Fogonazos
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13 de enero de 2015
¿De dónde salió el cromosoma Y de Jesucristo?
La duda es la obligación metodológica del pensamiento científico. En un momento en el que ascienden nuevas y viejas corrientes irracionales, Estupinyà explica cómo funciona la ciencia y describe la peligrosa tentación de sacar la conclusión que más nos conviene.
Para hablar del pensamiento acientífico nada mejor que comenzar hablando sobre los abogados. Científicos y abogados utilizan un orden opuesto de pensamiento: los científicos primero obtienen evidencias empíricas y después obtienen conclusiones supuestamente objetivas, mientras que los abogados parten siempre de una conclusión predeterminada que defender, y más tarde buscan las pruebas o argumentos subjetivos que la sostengan. Si un abogado está hablando con su cliente y descubre un punto débil, su objetivo será esconderlo. Un científico está en condiciones de hacer lo mismo cuando un resultado no encaja con su teoría, pero entonces será un mal científico. Y los malos trabajos científicos, con el tiempo, son descubiertos.
Imaginemos la siguiente escena: un abogado se encuentra a mitad de un caso; después de escuchar al fiscal, se detiene a meditar, duda un poco, y de repente se gira hacia el juez y dice: “Oiga, ahora que lo pienso, quizás este hombre tenga razón y mi cliente sea culpable.” La opinión general sería que se trata de un mal abogado. Su obligación es luchar y hacerlo de manera dogmática por defender la posición de su cliente, tenga o no razón. “Hay dos verdades, la real y la del caso”, dicen en las facultades de derecho. Si un científico tuviera esta última actitud y se empecinara en defender sus ideas, incluso si las evidencias lo contradicen, entonces diríamos de él que se trata de un pésimo científico.
Admito que mi descripción del trabajo del abogado raya en la caricatura, pero intelectualmente me sirve, en términos generales, para plantear este orden entre conclusiones y pruebas, que distingue el pensamiento científico del acientífico. El ejemplo de los transgénicos puede ilustrar muy bien esta oposición. Alguien que está de manera sistemática en contra de los organismos genéticamente modificados –se trate o no de un investigador– seleccionará solo la información y los estudios que insinúen algún riesgo para la salud o el medio ambiente, y desechará los resultados que no gusten a sus oídos. Por el contrario, el buen científico seguiría un proceso inverso. En un principio no tomaría una posición ni sacaría conclusiones antes de tiempo. Analizaría todas las pruebas de manera objetiva, y después discutiría en qué condiciones un transgénico determinado puede ser conflictivo, absolutamente inocuo o incluso beneficioso. La objetividad es una obligación del buen científico, aunque sea muy difícil mantenerla.
Pensemos que lo que define el pensamiento científico, en términos intelectuales, no es solo los estudios que lo respaldan, sino también su manera de actuar. Nada tan alejado del pensamiento científico como defender algo por fe o dogmatismo. Para la religión las dudas son algo que debe superarse gracias a la fe, mientras que para el científico la duda es una obligación metodológica. La responsabilidad del científico es poner en duda lo que le diga su maestro e intentar corregirlo. De otro modo, los libros de ciencia terminarían siendo biblias intocables, nunca habría creación de nuevo conocimiento y los paradigmas no evolucionarían.
¿De dónde salió el cromosoma Y de Jesucristo?
Un caso ilustrativo de este conflicto entre fe y ciencia es el del reconocido físico Frank J. Tipler, profesor de la Tulane University y autor de un famoso libro de texto de física que se estudia en las universidades. Tipler, por otro lado, es un ferviente religioso convencido de que la ciencia puede congeniar perfectamente con la religión. (Mucha gente piensa lo mismo. Yo no, pero no pretendo discutir ahora esa cuestión.) Si nos atenemos a conceptos generales –si pensamos en un Dios, como el de Spinoza, que diseñó el universo en un momento inicial y dejó que la naturaleza hiciera el resto– la fe y la ciencia podrían coexistir en dimensiones separadas. En cambio, si tratamos de justificar todos los detalles que aparecen en la Biblia, sin duda habrá momentos de fricción entre la creencia religiosa y el pensamiento científico.
Tomemos el caso de la virginidad de María: según lo que sabemos hasta ahora de biología, es absolutamente imposible que María tuviera un hijo varón, dado que ningún hombre introdujo el cromosoma Y en su sistema reproductivo. Si Jesucristo hubiera sido mujer, se podría pensar en una reproducción por partenogénesis, un proceso en que el material genético de un óvulo se duplica espontáneamente sin que haya división celular y luego de alguna manera se activa y empieza a dividirse como si hubiera sido fecundado. La partenogénesis existe en algunos reptiles, e incluso se puede inducir artificialmente en primates. No sería imposible que sucediera de modo espontáneo en alguno de los miles de millones de humanos que han aparecido sobre la Tierra a lo largo de nuestra historia. Pero, en cualquier caso, este humano sería hembra, con dos cromosomas X. Una mujer virgen podría tener una hija, pero nunca un hijo. No obstante, la mayor parte de los católicos está convencida de que María engendró a Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Algunos admitirán que la mágica multiplicación de panes y peces podría tener un sentido figurado, no así la virginidad de María; esa es incuestionable. Es un dogma de fe. O, para mí, de irracionalidad.
Aquí es donde Frank Tipler entra en escena. Hace unos años este gran matemático y físico publicó un libro llamado ThePhysics of Christianity, donde intentaba explicar científicamente todos los “milagros” aparecidos en la Biblia, entre ellos la virginidad de María. Tipler argumentó algo absolutamente inverosímil, como que algunos genes del cromosoma Y del padre de María pudieran haberse traslocado a uno de los cromosomas X de María, de manera que no estuvieran activos en ella, pero que en una eventual partenogénesis se hubieran duplicado y hubiesen pasado a activarse en su futuro hijo. De esta manera Jesucristo tendría dos cromosomas X, pero con los genes clave del cromosoma Y que le darían la condición masculina. Si analizamos el razonamiento de Tipler, su hipótesis es una burda jugarreta para intentar defender sus ideas. Y es aquí donde el físico Tipler está siendo –de modo muy lamentable– anticientífico. Quiere creer que María tuvo un hijo varón siendo virgen, porque así se lo dicta su fe. Ante el conflicto, en lugar de enfrentarse a su fe, se enfrenta a la ciencia al grado de tergiversarla para acomodar las explicaciones científicas a sus creencias. En el caso de Tipler, la fe se encuentra por encima de la ciencia. Podrá ser un buen físico, pero es un mal científico..
Lea el artículo completo en:
18 de abril de 2014
Confirman autenticidad de antiguo papiro que sugiere que Jesús estaba casado
Harvard confirma que antiguo papiro que menciona una cita de Jesús hablando de su esposa es auténtico y reaviva el debate sobre el celibato en el cristianismo.
En septiembre del 2012 el descubrimiento
de un antiguo papiro que mencionaba a la esposa de Jesús conmocionó a
la comunidad cristiana. Los creyentes, incluyendo autoridades del
Vaticano, desestimaron este documento como una falsificación, pero esta
semana la Universidad de Harvard anunció que el documento histórico que
tiene alrededor de 1,600 años de antigüedad (y posiblemente más) es auténtico.
Escrito en lengua copta, el papiro cita
las palabras de Jesucristo haciendo mención a su esposa como “posible
discípulo”. El fragmento recuperado y traducido por la investigadora
Karen King reaviva la polémica sobre temas tabú en el cristianismo, como
el celibato, la sexualidad y el matrimonio en las autoridades
religiosas. “El fragmento sugiere que algunos de los primeros cristianos
tenían una tradición en la que Jesús estaba casado”, dijo Karen King.
Esto evidentemente tampoco es una prueba de que Jesús tenía una esposa,
pero, ya que la creencia difundida de su celibato tampoco está
sustentada en bases muy sólidas, genera una interesante discusión.
Especialmente cuando en el tiempo de Jesús, y dentro de su tradición,
era común que los sacerdotes tuvieran esposas.
Según varios de los Evangelios Apócrifos
y los textos gnósticos, Jesús tenía una esposa (generalmente se
menciona a María Magdalena) con la que tuvo hijos –de aquí surge el
misterio del santo grial o sangre real. Cabe la posibilidad de que la
Iglesia, como una forma de detentar con mayor rigor el poder sobre las
masas, haya considerado más apta la imagen de un Jesús célibe, de esta
forma limitando la expresión de la sexualidad sagrada o el sendero del
éxtasis, que algunas otras religiones han utilizado como una vía central
para acceder a lo divino. La Iglesia se convirtió en el intercesor
entre Dios y el hombre y como tal guardó celosamente sus canales de
comunicación.
Hace tres años también se difundió
información presentada por la investigadora de la Universidad de Exeter,
Francesca Stavrakopoulos, que apunta a que originalmente las grandes
religiones abrahámicas –que son hoy los tres grandes
monoteísmos−adoraban también a la diosa Asherah, junto a Yahveh (Asherah
es a veces llamada Astarot, y es la misma deidad adorada como Ishtar
por los babilónicos y Astarte por los griegos, arquetipo del divino
femenino: Luna, Tierra, Venus). Es decir que la “esposa” o pareja de
Dios, la Diosa Madre fue editada fuera de la Biblia.
Fuente:
Las diez causas de la muerte de Jesús, según la ciencia
Cristo no murió por un solo motivo, sino por diez causas diferentes según explica la ciencia. Enterate en esta nota y sorprendete.
Después de sufrir la flagelación, el largo vía crucis y la dolorosa crucifixión, Jesucristo murió de asfixia, insuficiencia cardiaca aguda y finalmente un infarto al miocardio, pero si hubiera necesidad de realizar una ficha o informe final de las causas clínicas de su fallecimiento, serían al menos 10 los diferentes aspectos médicos que le causaron la muerte.
Así lo expuso el doctor Jorge Fuentes Aguirre en una conferencia, de acuerdo a lo revelado por el blog Padre Biológico.Los 10 puntos que contemplaría la ficha completa serían, dijo Fuentes Aguirre: síndrome de estrés agudo, hipertensión arterial de origen sicosomático, anemia aguda por pérdida sanguínea, insuficiencia cardiaca congestiva, insuficiencia respiratoria aguda, síndrome pleural con derrame, shock por hipotensión, infarto al miocardio, ruptura de ventrículo y muerte súbita.
Después de iniciar con una serie de argumentos y explicaciones sobre las incongruencias jurídicas de la crucifixión y de diferentes aspectos que vivió Jesús en sus últimas horas, el médico expuso que clínicamente sí tiene explicación para el hecho de que a Cristo le haya brotado agua de su costado, al momento de recibir la lanzada por parte del gladiador.
Expuso que los gladiadores estaban entrenados para dar la lanzada por el lado derecho y atravesar así el corazón, porque dijo que con la mano izquierda sostenían un escudo que los protegía y tenían tanta práctica por las guerras como por los torneos, que eran muy certeros en sus lanzamientos, y así lo fueron con Jesucristo, porque la herida fue sumamente profunda, ya que “atravesó piel, tejido subcutáneo, músculos, pleura, pulmón, pericardio y finalmente el corazón, y ahí empieza la explicación del porqué le salió sangre y luego agua”.
“Le salió sangre porque al romperse el corazón derrama sangre en el pericardio, se acumula ahí y le brota, y agua porque Jesús estaba sufriendo insuficiencia cardiaca congestiva, desde el momento del vía crucis, y ello provoca un edema en el pulmón que produce agua dentro de la pleura, y por eso salió agua”, dijo el ponente al describir el hecho clínicamente.
“Podemos llegar a tres conclusiones sobre las causas clínicas por las que murió Jesucristo: por asfixia, insuficiencia cardiaca e infarto al miocardio, pero si hiciéramos una ficha completa serían 10 esos causales que finalmente lo llevaron a la muerte”, expresó.
Las 10 causas
Síndrome de estrés agudo.
Hipertensión arterial de origen sicosomático.
Anemia aguda por pérdida sanguínea.
Insuficiencia cardiaca congestiva.
Insuficiencia respiratoria aguda.
Síndrome pleural con derrame.
Shock por hipotensión.
Infarto al miocardio.
Ruptura de ventrículo.
Muerte súbita.
Fuente:
17 de abril de 2014
Un forense describe de manera técnica la tortura y pasión de Cristo
El forense cuenta lo que pudo experimentar Jesús desde un triple enfoque: forense, criminológico y judicial.
El forense José Cabrera ha descrito las
lesiones sufridas por Jesús de Nazaret desde el momento de su detención
hasta su muerte en la cruz, analizando la documentación de la época y
las improntas de la Sábana Santa, y ha recogido sus conclusiones en "CSI: Jesús de Nazaret. El crimen más injusto".
Cabrera ha asegurado que ha elegido para su libro, publicado por
Neverland Ediciones, ese título llamativo "para que la gente se acerque a
descubrir la figura de Jesús" y conozca cómo fue su muerte desde un
triple enfoque: forense, criminológico y judicial.
Aun sin cuerpo se puede efectuar un "análisis forense retrospectivo"
basado en testimonios y documentación de la época, como los Evangelios y
otros textos apócrifos, que no falsos sino no ortodoxos, y que fueron
descartados en el Concilio de Nicea, y en las improntas de la Sábana
Santa, cuyo valor "nadie ha desmentido", según el forense.
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La documentación histórica romana establece que desde la detención
hasta la muerte en la cruz de Jesús transcurrieron 24 horas, y que, una
vez crucificado, sobrevivió dos horas, cuando algunos
crucificados duraban incluso varios días, señal, según Cabrera, de la
intensidad de las torturas previas de las que fue objeto.
Las punciones en todo el cuero cabelludo señalan que no fue una corona sino un casco tupido de espinas
lo que llevó en la cabeza, espinos que, según Cabrera, los legionarios
romanos no tuvieron que buscar, sino que tenían cerca porque eran los
utilizados para prender el fuego, al igual que en algunas zonas de
España se utilizan sarmientos.
La nariz la tenía fracturada por un golpe y el hombro derecho desollado por el peso del "patibulum" o
palo corto de la cruz, cuyo peso era de entre 40 y 50 kilos, ya que no
transportó toda la cruz -la parte grande permanecía clavada en el suelo,
a la espera del crucificado-. Los latigazos los recibió de un
"flagelum" romano o látigo que partía de un palo o asidero y cuyas colas
terminaban en bolas de plomo.
La ley prohibía golpear con este látigo en la cabeza o en otros
órganos vitales para provocar sufrimiento pero no la muerte, de modo que
Jesús, que recibió hasta 300 impactos de esas bolas de plomo -el triple de lo permitido en la ley judía-, ya llevaba varias costillas fracturadas en el momento de acarrear el "patibulum".
También se desolló ambas rodillas hasta la rótula por
el efecto de las caídas y el peso del palo de la cruz. Los clavos le
atravesaron las muñecas pasando entre los huesos, mientras que para los
pies, superpuestos, se empleó un solo clavo que entró por los empeines,
donde el pie es más ancho. Según Cabrera, habitualmente se ataba a los
crucificados y los clavos, por ser muy caros, se reservaban para
"ocasiones especiales".
El centurión de la guarnición romana, antes de abandonar el lugar del
sacrificio, tenía la misión de asegurarse de que el crucificado estaba
muerto para garantizar que nadie lo descolgaba con vida, por lo que en
el caso de Jesús le atravesó el corazón clavando la lanza
de abajo a arriba y de derecha a izquierda. Y de la herida, según las
Sagradas Escrituras, brotó agua y sangre -el agua era el suero que rodea
el corazón cuando la agonía se prolonga durante horas, según Cabrera-.
El forense efectúa igualmente un análisis criminológico de los elementos que acompañaron las torturas y otro judicial de
los "saltos" que se dieron en el proceso entre las dos leyes vigentes
en Palestina, la romana y la judía, con la idea de perjudicar al reo.
"Pilatos, al final, no tuvo ningún elemento objetivo para condenar a
Jesús, y lo condena por razones políticas", ha concluido.
Cabrera ha recordado que fue al papa Pío XII en el siglo XX al
primero al que un cirujano, Pierre Barbet, le describió estas lesiones y
los sufrimientos que conllevan desde el punto de vista científico, y ha
asegurado que el Papa lloró al admitir que "no lo sabíamos, nadie nos lo había contado así".
Fuente:
Libertad Digital
- Seguir leyendo:
http://www.libertaddigital.com/ciencia-tecnologia/ciencia/2014-04-13/un-forense-describe-de-manera-tecnica-la-tortura-y-pasion-de-cristo-1276515802/
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Fuuuu
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21 de marzo de 2013
Cómo calcular la fecha del Domingo de Resurrección
Introducción
Se inicia la Semana Santa planteo la siguiente pregunta: ¿sabéis qué criterio se sigue para asignar la fecha del Domingo de Resurrección cada año?Yo me he hecho esa pregunta en más de una ocasión viendo que la variedad de fechas para ese día es relativamente grande. ¿Hay algún criterio para asignar fecha a ese día? En el caso de que lo haya (que por otra parte era lo más lógico), ¿en qué se basa ese criterio? ¿Su base es meramente religiosa o hay algo más?
Pues parece que hay algo más. Y, cómo no, lo que hay son matemáticas. Sí, matemáticas, aquí también están. Veámoslo.
Historia
A principios del siglo IV habían surgido varios grupos que calculaban a su manera la fecha del día de la Pascua de Resurrección. No había consenso, cada uno de ellos daba una fecha distinta, por lo que la confusión que rodeaba este asunto era grande.En el Concilio de Arlés (año 314) se obligó a todos los cristianos a celebrar la Pascua el mismo día (que sería fijado por el Papa), aunque no todos los grupos estuvieron de acuerdo en ello. Fue en el año 325, en el Concilio de Nicea, donde se alcanzó un principio de acuerdo.
Las normas que debía cumplir el día de Pascua de Resurrección eran las siguientes:
- La Pascua debía celebrarse en domingo.
- No podía coincidir con la Pascua judía (que conmemora la salida del pueblo judío de Egipto) para evitar confusiones entre ambas religiones.
- Que los cristianos no celebrasen la Pascua dos veces el mismo año.
La solución final no llegó hasta el año 525, en el que Dionisio el Exiguo (cuyo nombre proviene de su pequeña estatura) sentó las bases del cálculo de la fecha de Pascua (que eran las del método alejandrino). Las premisas iniciales del método son las siguientes:
- La Pascua ha de caer en domingo.
- Este domingo ha de ser el siguiente a la primera luna llena de la primavera boreal (si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía).
- La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene lugar en el equinoccio de primavera (vernal) del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
- Este equinoccio tiene lugar el 21 de marzo.
- Llamamos epacta a la edad lunar. En concreto nos interesa para este cálculo la epacta del año, la diferencia en días que el año solar excede al año lunar. O, dicho más fácilmente, el día del ciclo lunar en que está la Luna el 1 de enero del año cuya Pascua estamos calculando. Este número (como es lógico) varía entre 0 y 29.
Durante el Renacimiento se construyeron tablas de cálculo para esta fecha, algunas de ellas relacionadas con el número aúreo. En la actualidad el método más sencillo para realizar este cálculo se debe a nuestro admirado Gauss.
Cálculo del Domingo de Resurrección
Como hemos dicho antes, el método más sencillo para el cálculo de esta fecha se lo debemos a quien da nombre a este blog, Carl Friedrich Gauss (como podéis consultar en el extra que encontraréis más adelante, éste no es el método oficial, pero siempre da el mismo resultado). La base del mismo es la aritmética modular. Vamos a explicar en qué consiste:Definimos diez variables que denotamos así: . Siendo el año del que queremos calcular la fecha del Domingo de Resurrección, veamos cómo se define cada una de ellas:
- es el resto de la división de entre , es decir, .
- es el resto de dividir entre , es decir, .
- es el resto de la división de entre , esto es, .
- es el resultado de redondear por defecto el resultado de la división de entre , es decir, .
- es el resultado de redondear por defecto el resultado de la división de entre $25$, esto es, .
- es el resultado de redondear por defecto el resultado de la división de entre , es decir, .
- es el resto de la división de entre , esto es, .
- es el resto de la división de entre , es decir, .
- es el resto de dividir entre , o lo que es lo mismo, .
- es el resto de la división de entre , es decir, .
- Si , la fecha de Pascua de Resurrección será el día de marzo.
- Si , la fecha de Pascua de Resurrección será el día de abril.
- Si obtenemos el 26 de abril (nos salimos del rango establecido), la Pascua será el 19 de abril.
- Si obtenemos el 25 de abril con , entonces la Pascua será el 18 de abril.
Para el año los valores de las variables son los siguientes (como los cálculos son sencillísimos os dejo a vosotros la comprobación):Lea el artículo completo en:
Como , entonces la fecha es el de abril, como en realidad es.
Gaussianos
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