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17 de abril de 2014

Un forense describe de manera técnica la tortura y pasión de Cristo

El forense cuenta lo que pudo experimentar Jesús desde un triple enfoque: forense, criminológico y judicial.

El forense José Cabrera ha descrito las lesiones sufridas por Jesús de Nazaret desde el momento de su detención hasta su muerte en la cruz, analizando la documentación de la época y las improntas de la Sábana Santa, y ha recogido sus conclusiones en "CSI: Jesús de Nazaret. El crimen más injusto".

Cabrera ha asegurado que ha elegido para su libro, publicado por Neverland Ediciones, ese título llamativo "para que la gente se acerque a descubrir la figura de Jesús" y conozca cómo fue su muerte desde un triple enfoque: forense, criminológico y judicial.

Aun sin cuerpo se puede efectuar un "análisis forense retrospectivo" basado en testimonios y documentación de la época, como los Evangelios y otros textos apócrifos, que no falsos sino no ortodoxos, y que fueron descartados en el Concilio de Nicea, y en las improntas de la Sábana Santa, cuyo valor "nadie ha desmentido", según el forense.

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La documentación histórica romana establece que desde la detención hasta la muerte en la cruz de Jesús transcurrieron 24 horas, y que, una vez crucificado, sobrevivió dos horas, cuando algunos crucificados duraban incluso varios días, señal, según Cabrera, de la intensidad de las torturas previas de las que fue objeto.

Las punciones en todo el cuero cabelludo señalan que no fue una corona sino un casco tupido de espinas lo que llevó en la cabeza, espinos que, según Cabrera, los legionarios romanos no tuvieron que buscar, sino que tenían cerca porque eran los utilizados para prender el fuego, al igual que en algunas zonas de España se utilizan sarmientos.

La nariz la tenía fracturada por un golpe y el hombro derecho desollado por el peso del "patibulum" o palo corto de la cruz, cuyo peso era de entre 40 y 50 kilos, ya que no transportó toda la cruz -la parte grande permanecía clavada en el suelo, a la espera del crucificado-. Los latigazos los recibió de un "flagelum" romano o látigo que partía de un palo o asidero y cuyas colas terminaban en bolas de plomo.

La ley prohibía golpear con este látigo en la cabeza o en otros órganos vitales para provocar sufrimiento pero no la muerte, de modo que Jesús, que recibió hasta 300 impactos de esas bolas de plomo -el triple de lo permitido en la ley judía-, ya llevaba varias costillas fracturadas en el momento de acarrear el "patibulum".

También se desolló ambas rodillas hasta la rótula por el efecto de las caídas y el peso del palo de la cruz. Los clavos le atravesaron las muñecas pasando entre los huesos, mientras que para los pies, superpuestos, se empleó un solo clavo que entró por los empeines, donde el pie es más ancho. Según Cabrera, habitualmente se ataba a los crucificados y los clavos, por ser muy caros, se reservaban para "ocasiones especiales".

El centurión de la guarnición romana, antes de abandonar el lugar del sacrificio, tenía la misión de asegurarse de que el crucificado estaba muerto para garantizar que nadie lo descolgaba con vida, por lo que en el caso de Jesús le atravesó el corazón clavando la lanza de abajo a arriba y de derecha a izquierda. Y de la herida, según las Sagradas Escrituras, brotó agua y sangre -el agua era el suero que rodea el corazón cuando la agonía se prolonga durante horas, según Cabrera-.

El forense efectúa igualmente un análisis criminológico de los elementos que acompañaron las torturas y otro judicial de los "saltos" que se dieron en el proceso entre las dos leyes vigentes en Palestina, la romana y la judía, con la idea de perjudicar al reo. "Pilatos, al final, no tuvo ningún elemento objetivo para condenar a Jesús, y lo condena por razones políticas", ha concluido.

Cabrera ha recordado que fue al papa Pío XII en el siglo XX al primero al que un cirujano, Pierre Barbet, le describió estas lesiones y los sufrimientos que conllevan desde el punto de vista científico, y ha asegurado que el Papa lloró al admitir que "no lo sabíamos, nadie nos lo había contado así".

Fuente:

Libertad Digital
- Seguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/ciencia-tecnologia/ciencia/2014-04-13/un-forense-describe-de-manera-tecnica-la-tortura-y-pasion-de-cristo-1276515802/

Fuuuu 

- Seguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/ciencia-tecnologia/ciencia/2014-04-13/un-forense-describe-de-manera-tecnica-la-tortura-y-pasion-de-cristo-1276515802/

21 de octubre de 2012

¿Hay lugar para Dios en el Big Bang?

Big Bang

El descubrimiento del bosón de Higgs está tan fresco que la exhibición en el museo de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (Cern) no se ha actualizado todavía.

En la obra expuesta -un cortometraje que proyecta imágenes del nacimiento del Universo en una enorme pantalla- el narrador pregunta: "¿Encontraremos el bosón de Higgs?" 

Ahora que finalmente ha sido visto -un descubrimiento científico que nos acerca más que nunca a los primeros momentos después del Big Bang- Cern ha abierto sus puertas a eruditos que toman un enfoque muy diferente hacia la pregunta de cómo se creó el Universo.

El 15 de octubre, un grupo de teólogos, filósofos y físicos se reunió dos días en Ginebra para hablar sobre el Big Bang.

¿Qué ocurrió cuando personas de tan distintas visiones del Universo se sentaron a discutir?

"Me di cuenta que era necesario discutirlo", dijo Rolf Heuer, director general de Cern.

"Necesitamos, como científicos ingenuos, discutir con filósofos y teólogos la época anterior al Big Bang".

clic Vea también: dentro de la máquina del Big Bang

Antes del Big Bang

Uno de los organizadores de Cern de esta inusual reunión fue Wilton Park, un foro global establecido por Winston Churchill.

Es una organización usualmente asociada con discusiones de alto nivel sobre política global e incluso intercambios confidenciales sobre asuntos de seguridad internacional, lo cual quizás enfatiza cuán seriamente toma Cern este encuentro.

Pero la misma idea de un "tiempo antes del Big Bang" es un territorio imposible para los físicos.
Es una zona de pura especulación; antes del tiempo y el espacio como los científicos los entienden, y donde las leyes de la física se rompen completamente.

Entonces ¿lo hace eso un ámbito en el que se puedan entender la ciencia y la religión?

Uno de los participantes más francos, Lawrence Krauss, un físico teórico y director del Proyecto Orígenes en la Universidad Estatal de Arizona, afirma que definitivamente no.

"Uno tiene la impresión de una reunión como esta que a los científicos les importa Dios; pero no", indica.

"No puedes refutar la teoría de Dios".

"El poder de la ciencia es incierto. Todo es incierto, pero la ciencia puede definir esa incertidumbre".

"Por eso la ciencia progresa y la religión no".

Pero la sugerencia de que ciencia y religión son fundamentalmente incompatibles fue un motivo de discordia durante la reunión.

John Lennox, profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, también se declara cristiano. Él piensa que le solo hecho de que los seres humanos puedan hacer ciencia es evidencia para Dios.

"Si los ateos tienen razón en que la mente hace ciencia... es el producto de un proceso no guiado sin sentido".

"Ahora, si supieras que tu computadora es producto de un proceso no guiado sin sentido, no confiarías en ella".

"Por eso, para mí el ateísmo socava la racionalidad que necesito para hacer ciencia".

Pero este debate aparentemente insoluble de Dios versus ciencia fue sólo una parte del encuentro.

Heuer expresó que deseaba que los participantes "desarrollaran un entendimiento común" de la visión de los demás.

Pero incluso intercambiar ideas fue por momentos engorroso; científicos y filósofos suelen hablar lenguajes muy diferentes.

Educarse mutuamente

Partícula de Higgs

El descubrimiento de una "partícula de Higgs" precedió este encuentro de religiosos y científicos.

Andrew Pinsent es director de investigación en el Centro Ian Ramsey para la Ciencia y la Religión de la Universidad de Oxford. También es un físico entrenado que alguna vez trabajó en Cern.
"Tenemos que educarnos mutuamente en los términos que usamos", dice.

Por ejemplo, explica, "los filósofos han estado discutiendo el significado de la [palabra] verdad durante siglos".

Pero para muchos físicos, usar esa palabra es un territorio incómodo cuando hablan de lo que sabemos sobre el Universo y el Big Bang.

Krauss afirma que la palabra está en el centro de "una de las diferencias fundamentales entre ciencia y religión".

"Quienes son religiosos creen que conocen la verdad", indica.

"Y saben la respuesta antes de que se haga la pregunta. En cambio, con los científicos es exactamente lo contrario".

"En la ciencia, aunque usamos la palabra verdad, lo que realmente importa es si funciona".

"Por eso es un asunto sensible, porque si sabes la verdad, no necesitas lidiar con esta preguntita de si algo funciona o no".

A pesar de la barrera de visiones opuestas del mundo y léxicos incompatibles, Pinsent cree que colaborar con la filosofía podría ayudar a la ciencia a enfrentar mejor las preguntas muy grandes.

"No ha habido nuevos avances conceptuales en la física en un cuarto de siglo", afirma.

Agrega que esto es en parte porque la ciencia en aislamiento "es muy buena para producir cosas" pero no para producir ideas".

Invoca a Einstein como ejemplo de un científico verdaderamente filosófico.

"Empezó formulando las preguntas que haría un niño", puntualiza Pinsent, "como '¿qué sería cabalgar sobre un rayo de luz?'"

Y Heuer acepta la idea de llevar filosofía al mismo Cern.

"No iría tan lejos como dejarlos hacer experimentos aquí", bromea, "pero no tendría ningún problema en tener un filósofo residente".

¿Demasiado especializado?

Big Bang

La misma idea de un "tiempo antes del Big Bang" es un territorio imposible para los físicos.

La principal conclusión del evento fue simple: seguir hablando.

"Enfrentamos un problema en nuestra cultura de hiperespecialización", señala Pinsent.

"Esta ignorancia de otros campos puede causar problemas, como una carencia de cohesión social".

Y aunque Krauss dijo que la reunión se sintió a ratos como "gente que no se puede comunicar al tratar de comunicarse", incluso ve algún valor en este intercambio algo esotérico.

"Mucha gente de fe ve la ciencia como una amenaza", indica.

"No creo que la ciencia sea una amenaza, así que es útil para los científicos mostrar que no lo ven necesariamente de esa manera".

Como dijo un colaborador durante el encuentro: "la religión no agrega a los hechos científicos, sino da forma a nuestra visión del mundo".

Y como Cern está buscando pistas sobre cómo existió el mundo para empezar, desea ver cómo sus descubrimientos encajarían en cualquier visión del mundo.

Fuente:

BBC Ciencia

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18 de octubre de 2012

Científicos que han sido perseguidos por la religión

La religión no suele pisar el jardín de la ciencia so pena de perder su estatus: cuando la religión afirma hechos y éstos entran en conflicto con la evidencia científica, entonces la religión empieza a perder adeptos.



Sin embargo, algunas veces en que la religión ha tomado partido en las afirmaciones científicas, sus maneras han sido, digámoslo suavemente, un tanto agresivas. Quemar, torturar, matar, esa clase de agresividad.

Por ejemplo, Miguel Servet las pasó canutas por poner en duda la trinidad (a la vez que fue el que hizo una descripción pormenorizada de la circulación de la sangre y de cómo se mezcla con el aire en los pulmones). Giordano Bruno más de lo mismo por creer (entre otras cosas) que la Tierra giraba alrededor del Sol y no a la inversa, como aseguraban determinados credos religiosos. Bruno estuvo 8 años preso mientras se desarrollaba el juicio en el que se le acusaba de traición y herejía. Muchas veces se le ofreció retractarse de sus opiniones pero él siempre se negó. Sabiendo que iba a ser quemado vivo, siguió con su firme apego a lo que él consideraba cierto.
Wiliiam Tyndale también lo pasó un poco mal por traducir la Biblia al inglés. Y también fueron perseguidos o prohibidos por la Iglesia científicos e investigadores como Copérnico, Kepler y Descartes.

La víctima más famosa de la Inquisición probablemente sea Galileo, aunque, al final, tuvo un final bastante “afortunado”: sólo le “enseñaron” los instrumentos de tortura (el potro, para más señas) y le concedieron la oportunidad de retractarse por “haber creído y defendido que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve”.

Es natural que Galileo se retractara. Muchos de nosotros lo hubiera hecho ante la simple visión del potro. Por si os creéis muy valientes, prestad atención a la descripción que hace del potro el escritor y viajero William Lightgow, contemporáneo de Galileo:
Al accionar la palanca, la fuerza central de mis rodillas contra las dos tablas me partió por la mitad los tendones de los músculos, y las cápsulas de las rodillas acabaron aplastadas. Se me empezaron a salir los ojos de las órbitas, echaba espuma por la boca y me castañeaban los dientes como el redoble de un tambor. Me temblaban los labios, gemía con vehemencia, y la sangre me brotaba de los brazos, manos, rodillas y tendones rotos. Tras liberarme de esos pináculos del dolor, me dejaron en el suelo con las manos atadas y esa incesante imploración: “¡Confiensa! ¡Confiesa!”.
Esgrimir creencias con un sustento epistemológico débil y una carga sentimental añadida (como ocurre con el patriotismo, la lengua o el fútbol) tiene mucho de espinoso, porque las razones que las defienden no se pueden discutir racionalmente y porque resultan muy frágiles a los nuevos descubrimientos, de modo que, tal y como explica el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro, no importa la creencia, al final el fundamentalismo puede alcanzar a cualquier individuo:
Aunque muchos protestantes eran víctimas de tales torturas, cuando gozaron de la posición dominante las infligieron con el mismo entusiasmo a otros, incluidas cien mil mujeres que, entre los siglos XV y XVIII, murieron quemadas en la hoguera acusadas de brujería. (…) La tortura institucionalizada en la cristiandad no era solo una costumbre irreflexiva; tenía fundamentos morales. Si uno cree de veras que no aceptar a Jesús como salvador supone un billete para el abrasador castigo eterno, torturar a una persona hasta que admita esta verdad equivale a hacerle el mayor favor de su vida: mejor unas horas ahora que la eternidad más adelante. Y acallar a una persona antes de que corrompa a otras, o convertirla en un ejemplo para disuadir a los demás, es una medida responsable de salud pública.
Afortunadamente, esos tiempos oscuros ya han pasado. La gente se siente ofendida en sus creencias, por supuesto (ofenderse es un efecto secundario de la libertad expresión), pero ya no decide torturar o matar a quienes afirman algo que no les parece oportuno (aunque aún existan algunas teocracias donde eso todavía no es así). La mayoría de los cristianos devotos en las sociedades modernas son personas completamente tolerantes.

Por eso tenéis los comentarios de aquí abajo para ciscaros todo lo que queráis en este artículo. Es vuestro derecho, como lo es el mío hacerlo posteriormente en vuestros argumentos.

Fuente:

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