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29 de febrero de 2012

El Tiranosaurio rex poseía el mordisco más potente de todos los tiempos

Cráneo de un 'T-rex' expuesto en el Museo CosmoCaixa de Barcelona. | Jordi Soteras

Cráneo de un 'T-rex' expuesto en el Museo CosmoCaixa de Barcelona. | Jordi Soteras

De todos los animales que han caminado alguna vez sobre la Tierra, el mítico Tiranosaurio rex, recreado en películas como la trilogía de 'Parque Jurásico', es el que poseía el mordisco más potente. Así lo demuestra un estudio recién publicado por la revista de la Royal Society británica 'Biology Letters'.

La fuerza de la mandíbula del dinosaurio ha dividido durante años a la comunidad científica, hasta el punto de que algunos expertos han defendido que el mordisco del Tiranousaurio rex era tan débil que el animal debía limitarse a comer despojos de presas muertas.

Una simulación por ordenador ha determinado, sin embargo, que el saurio, que vivió hace 65 millones de años, podía ejercer una fuerza con su mandíbula de entre 20.000 y 57.000 newtons, hasta cuatro veces más que el animal vivo con el mordisco más potente, el águila americana.

El estudio, desarrollado por un equipo de la Universidad de Liverpool, sugiere que el Tiranosaurio rex, que podía alcanzar doce metros de largo y cuatro de altura, era capaz de cazar grandes animales para alimentarse y partir los huesos de sus presas con los dientes.

Simulación por ordenador

Los músculos de la mandíbula de los dinosaurios no se conservan entre los restos fósiles con los que trabajan los científicos, por lo que los responsables de la investigación han evaluado distintos modelos posibles de tejido muscular para calcular la fuerza que ejercía la mandíbula de un Tiranosaurio.

Incluso en los modelos en los que los músculos eran más débiles, la simulación por ordenador determinó que la potencia de la mandíbula del dinosaurio era dos veces mayor de la que se había determinado hasta ahora.

"El poder de la mandíbula del Tiranosaurio rex ha sido un tema muy debatido durante años. Los científicos solo cuentan con su esqueleto, ya que los músculos no se fosilizan, así que en muchas ocasiones tenemos que confiar en análisis estadísticos o bien en comparaciones cualitativas con animales vivos", explicó el responsable del estudio, Karl Bates.

Para contextualizar sus resultados, el equipo de Bates calculó la fuerza que ejercerían una mandíbula humana y una de águila si tuviera el tamaño de la de un Tiranosaurio.

En ambos casos, la potencia era mayor respecto a una mandíbula de tamaño natural, si bien el "enigmático dinosaurio gigante" continuaba poseyendo el mordisco más poderoso.

"Nuestros resultados muestran que el rex tenia un mordisco extremadamente potente. Es uno de los depredadores más peligrosos que han habitado nuestro planeta, y su esqueleto y su sistema muscular continuarán fascinando a los científicos durante años", explicó Bates.

Fuente:

El Mundo Ciencia

21 de febrero de 2012

Desentierran un bosque prehistórico enterrado por cenizas como Pompeya

Reconstrucción del bosque del Pérmico. | Ren Yugao / PNAS

Reconstrucción del bosque del Pérmico. | Ren Yugao / PNAS

Un bosque de hace 300 millones de años conservado bajo ceniza volcánica al estilo de la ciudad romana de Pompeya ha sido desenterrado en una mina al norte de China. El yacimiento fósil, de una extensión inusualmente grande, ha permitido reconstruir la composición botánica y la estructura de un primitivo bosque del Pérmico, una época geológica anterior incluso a la época de los dinosaurios.

Se trataba de un terreno pantanoso, similar a una turbera actual, en la que prosperaban plantas primitivas como helechos arborescentes y otras formas vegetales de grandes dimensiones pero poco parecidas a los árboles actuales, ya que, por ejemplo, las coníferas actuales y las plantas con flor no existían todavía.

El estudio del bosque fósil ha sido publicado en la revista científica PNAS y ha sido llevado a cabo por investigadores chinos y estadounidenes, que descubrieron el bosque en una mina de carbón de Mongolia interior. La extracción del mineral, realizada en la mina con maquinaria pesada, permitió acceder a grandes extensiones de la capa inferior del terreno, realizando así una cata muy superior a la que los paleontólogos pueden llevar a cabo normalmente, pues estudiaron unos 1.000 metros cuadrados de bosque fósil.

Lo hicieron accediendo a tres grandes parches cercanos entre sí del estrato donde se encontraba el bosque, que estaba enterrado en ceniza y separado de los estratos superiores de carbón por una capa de piedra de toba volcánica. Sobre la ubicación del bosque bajo una mina de carbón, hay que tener en cuenta que los depósitos de ese mineral no son más que la materia orgánica de los bosques y pantanos del pasado que crecieron durante millones de años y fueron acumulándose, comprimiéndose y convirtiéndose en roca.

Los investigadores han datado el bosque fósil en una edad de 298 millones de años, al comienzo del Pérmico, cuando los continentes derivaban en distribuciones muy distintas a las de hoy. Las actuales Europa y América estaban unidas y China era un continente aparte. El clima era similar al del momento actual.

Reconstrucción del bosque fósil del Pérmico. | Ren Yugao

Reconstrucción del bosque fósil del Pérmico. | Ren Yugao

El trabajo lo firman tres investigadores chinos, Jun Wang, de la Academia China de Ciencias, Yi Zhang de la Universidad de Shenyang y Zhuo Feng, de la Universidad de Yunnan; y Hermann Pfefferkorn de la Universidad de Pennsylvania. Según este último, el yacimiento es extraordinario: "Está maravillosamente conservado", afirma, "podemos plantarnos allí y encontrar una rama con todas las hojas, y después encontrar la siguiente rama, y la otra, y la otra, hasta llegar finalmente al tocón principal del árbol". Pfefferkorn y sus colegas asiáticos han encontrado también hojas, ramas, troncos y conos fructíferos conservados íntegramente.

Además, los investigadores pudieron usar la ubicación actual de cada una de las plantas para entender cómo se distribuían en el bosque originario. Identificaron cada especimen y lo localizaron en un mapa, reconstruyendo así la estructura y ecología de la formación vegetal de la antigüedad. Los autores creen que esas excepcional condiciones de consercvción se deben a que la erupción volcánica cubrió con grandes cantidades de ceniza todo el bosque en apenas unos días. Eso hizo que todos los árboles cayeran rápidamente en la ubicación donde crecían y quedaran protegidos de toda perturbación posterior. En consecuencia, lo que quedó es como una fotografía exacta de aquel pantano del Pérmico.

Un gran estado de conservación

Los investigadores han identificado seis grupos de plantas, con helechos arborescentes formando el estrato más bajo y un dosel más alto compuesto por especies del grupo Cordaites - una conífera primigenia- y del grupo Sigillaria, un tipo de plantas relacionadas con los actuales musgos, productora de esporas y que alcanzaba tamaño arbóreo. Las copas más altas podían estar a 25 metros de altura, aseguran los investigadores.

Los paleontólogos también han desenterrado ejemplares casi completos de tres especies del grupo Noeggerathiales, un tipo de árboles productores de esporas que no han dejado descendientes en la actualidad.

El fragmento de bosque desenterrado alcanza los 1.000 metros cuadrados lo que ha permitido ver que las especies no se distribuían de forma homogénea, sino que en ciertos lugares predominaban los Noeggerathiales y en otros lugares no.

"Es como una cápsula del tiempo", asegura Pfefferkorn, quien considera que el bosque permitirá conocer más sobre la dinámica de los ecosistemas antiguos y sobre los cambios en la vegetación de nuestros días.

Fuente:

El Mundo Ciencia

Reviven una planta que estuvo enterrada 30.000 años bajo el hielo de Siberia

Flores de 'Silene stenophylla' de una planta obtenida con material del permafrost. | PNAS

Flores de 'Silene stenophylla' de una planta obtenida con material del permafrost. | PNAS

  • Las semillas y frutos estaban a 38 metros bajo el permafrost

Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la laboriosa tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto enterrado en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.

La clave de esta 'resurrección está en el permafrost, la capa de suelo helado que ocupa millones de kilómetros cuadrados de las latitudes boreales y donde se almacena un gran banco de semillas y organismos congelados desde largos periodos de tiempo. Los científicos han logrado 'reanimar' muchos microorganismos, pero hasta el momento, sin embargo, no habían conseguido encontrar restos viables de plantas con flor .

El avance obtenido ahora por David Gilichinsky y sus colegas de la Academia Rusa de Ciencias ha sido publicado en la revista PNAS en un artículo que explica cómo desenterraron frutos y semillas de 'Silene stenophylla' una planta herbácea del Pleistoceno. Los restos formaban parte de la 'despensa' de un roedor prehistórico, una especie de ardilla terrestre que enterró su comida en un lugar cercano al río Kolyma, en el noreste de Siberia.

Las semillas y frutos estaban conservados a una profundidad de 38 metros, en sedimentos que permanecen siempre a temperaturas bajo cero. Una vez recogidas las muestras, datadas por el método del radiocarbono en unos 30.000 años, los investigadores de la Academia Rusa de Ciencias replicaron la planta por el método de cultivo de tejidos y de micropropagación, lo que les ofreció clones del ejemplar obtenidos de la parte germinativa de los frutos congelados bajo el hielo. Trasplantados los jóvenes vástagos a macetas de crecimiento, las resucitadas Silenes crecieron, florecieron un año más tarde y dieron frutos de nuevo.

Según los investigadores, las plantas regeneradas tienen un fenotipo distinto al de los ejemplares existentes en nuestros días de la misma especie. Sostienen que el trabajo demuestra que el permafrost es una rica fuente de material genético de plantas silvestres y una reserva de genes antiguos.

Fuente:

El Mundo Ciencia

17 de febrero de 2012

¿Por qué los dinosaurios morían en posturas tan raras?

La llaman la «postura de la bicicleta», porque el animal aparece retorcido, y ahora han descubierto qué provoca esta deformación.


¿Por qué los dinosaurios morían en posturas tan raras?

Fósil del dinosaurio Composognathus longines, en la «postura de la bicicleta

Cuando los paleontólogos descubren restos completos de dinosaurios fosilizados, muchas veces se los encuentran en una postura retorcida. Hasta ahora, los científicos han interpretado estas enrevasadas posiciones como señales de los espasmos de la muerte. Sin embargo, una nueva investigación realizada por paleontólogos europeos viene a echar por tierra tan tétrica creencia. Estas deformaciones extrañas, según explican en la revista especializada Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments, son provocadas después de la muerte de los dinosaurios, durante la descomposición de sus cuerpos.


No es difícil contemplar imágenes de esqueletos más o menos completos y articulados de dinosaurios de cuello largo y cola que presentan una postura extraña. La cabeza y el cuello se curvan sobre el lomo del animal y la cola parece alargarse hacia afuera, como si todo el cuerpo formara una «c» invertida. Esta postura, en la que por ejemplo ha aparecido el Archaeopteryx, ha fascinado a durante más de 150 años a los paleontólogos, que la han bautizado como opistótonos -un síntoma de los que sufren tétanos o un envenamiento, muy conocido en la medicina humana- o «postura de la bicicleta». Según esta hipótesis, existe la presunción de que trastorno cerebral genera espasmos musculares antes de la muerte. Si el cerebelo deja de funcionar, los músculos se aprietan con toda su fuerza, volteando la cabeza y la cola, y contrayendo las extremidades.

Sumergidos en agua

Científicos de las universidades de Basilea (Suiza) y Mainz (Alemania) han examinado los famosos dinosaurios bípedos Compsognathus longipes de las calizas de Solnhofen, un yacimiento alemán de 150 millones de años especialmente extraordinario. Según explican, la teoría del opistótonos requiere que el animal sea enterrado inmediatamente después de la muerte sin que su cuerpo se mueva, pero la postura también se observa en dinosaurios que han acabado hundidos en el mar. Por este motivo, los científicos están convencidos de que los fósiles de los dinosaurios tenían la espalda arqueada no por los espasmos de la agonía sino por la descomposición de los cadáveres.

En un experimento realizado con cuellos de pollo desplumados y sumergidos en agua, los investigadores comprobaron que los cuellos se arquean hacia atrás de forma espontánea más de 90°. El grado de la postura incluso aumenta con el paso de los meses. Esto se debe a un ligamento especial de conexión de las vértebras en los cuellos. Creen que con los dinosuarios de cuello largo ocurría lo mismo.

Fuente:

ABC Ciencia

29 de diciembre de 2011

Huellas fósiles de hace más de 500 millones de años permiten saber cómo se movía el animal que las produjo

El análisis de unas huellas fósiles de hace más de 500 millones de años ha permitido saber cómo se movía el animal que las produjo.


Foto
Dibujo de Tegopelte gigas. Fuente: Marianne Collins.

Hay fósiles que no están hechos de los restos de cuerpo de un animal o del hueco que dejó ese cuerpo en los sedimentos. Pero, a veces, un fósil está constituido por las huellas que algún animal dejó en el pasado mientras andaba.
A este tipo de fósiles se les denomina icnitas y las más famosas suelen ser (¿cómo no?) las de los dinosaurios. A través de esas huellas se pueden saber muchas cosas, como el peso del animal o cómo era su locomoción. Es decir, a veces podemos saber la dinámica de un ser vivo o su comportamiento y no sólo su forma.
Hace poco investigadores del la Universidad de Saskatchewan y el Museo real de Ontario publicaron un estudio en el que analizaban unas de las primeras icnitas conocidas. Estos fósiles de huellas que fueron encontrados en Burgess Shale, uno de los mejores yacimiento que describen la explosión del Cámbrico. Burgess Shale está declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y está en Yoho National Park, en la Columbia Británica.
La mayor parte de estas icnitas fueron encontradas en una expedición de 2008, pero hay fragmentos que proceden de otra expedición ocho años antes. En total suman varios metros de trazas con huellas, el mayor de los fragmentos mide 3 metros.

Foto
Foto de uno de los fósiles. Fuente: Royal Ontario Museum.

Hace 505 millones de años una artrópodo anduvo sobre los sedimentos del fondo de un primitivo mar tropical. Sobre el blando suelo dejo las marcas con sus múltiples patas que fosilizadas nos han llegado a nuestros días y, gracias a las fuerzas tectónicas, llegaron a los 2300 metros sobre el nivel de mar, en lo que hoy es el frío Canadá. Estas marcas nos hablan no solamente del animal que las produjo, sino que además pueden tener cierto impacto sobre la comprensión que tenemos de ese remoto ecosistema.
Además de icnitas puede haber pruebas fósiles de otro tipo de actividades, como huellas de mordiscos, escarbaduras o cropolitos (heces fosilizadas). A veces no se sabe qué animal produjo estos restos fósiles de actividades. Pero en este caso de las icnitas cámbricas se contó con una ventaja: el número de patas. En total 33 pares de patas, así que estas huellas probablemente corresponden a Tegopelte gigas, un artrópodo de unos 30 cm de longitud. En esa época no había otros animales de ese tamaño con ese número de patas. Tegopelte gigas tenía un caparazón blando y carecía de segmentos, está levemente emparentado con los cangrejos de herradura y los milpiés y que pertenece al mismo grupo que los trilobites.
El análisis de estas huellas ha permitido a los investigadores averiguar cómo caminaba este animal. Tegopelte era capaz de moverse rápidamente por el fondo del mar mientras sus patas tocaban el sedimento sólo brevemente. Éstas formaban una onda u oscilación que se desplazaba a lo largo de su cuerpo y que le permitía andar (ver animación). Estos restos fósiles también indican que era capaz de hacer giros bruscos.
El estudio apoya la idea de que este animal era un carnívoro activo en la cumbre de la pirámide alimenticia. Este tipo de actividad tuvo que tener un gran impacto sobre las comunidades marinas durante la explosión del Cámbrico y tuvo que provocar una carrera de armamentos entre cazadores y sus presas, lo que, probablemente y en última instancia, dio lugar a la gran diversidad de vida animal que llamamos explosión del Cámbrico.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3703

Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.
ROM.
Burguess Shale en ROM.
Burguess Shale NeoFronteras.
Animación: University of Saskatchewan/Royal Ontario Museum.

Tomado de:

NeoFronteras

14 de diciembre de 2011

El buen olfato, clave en la evolución de los humanos

Markus Bastir y Antonio Rosas, del CSIC, con los cráneos del estudio. | CSIC

Markus Bastir y Antonio Rosas, del CSIC, con los cráneos del estudio. | CSIC

El olfato nos hizo más humanos, o al menos favoreció en nuestra especie procesos cognitivos como la percepción o la intuición, según revela un análisis de decenas de cráneos de humanos actuales, ancestros y otros primates liderado por un equipo de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El trabajo, publicado en la revista 'Nature Communications', lo inició hace años el investigador de origen alemán Markus Bastir, un paleontólogo especializado en el estudio de la morfología de los cráneos humanos para determinar algunas de sus capacidades funcionales. En concreto, en el análisis se compararon 80 cráneos de 'Homo sapiens', 30 de chimpancés y otros 14 de otras especies de homínidos, como los neandertales, 'Homo ergaster', 'Homo erectus' y ' Midpleistocene Homo'.

Los investigadores se centraron en la base del cráneo, que estudiaron en tres dimensiones, y concluyeron que los bulbos olfativos, donde está la estructura que recibe la información del olfato, son un 12% mayor en nuestra especie que en el resto de las especies estudiadas.

"Fue una sorpresa descubrir esta capacidad humana porque los primates no se caracterizan precisamente por su olfato excepcional. Pero estas funciones olfativas superiores están relacionadas con procesos cognitivos, porque nos permiten percibir de modo inconsciente algo del entorno que se integra en los circuitos cerebrales y nos ayuda en la toma de decisiones", explica Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), coautor del análisis.

Estos bulbos olfativos se sitúan, según explica Bastir, muy cerca de los lóbulos temporales, que también son más grandes en los 'sapiens' y que se relacionan con el lenguaje, la memoria y algunas funciones sociales. "Esta combinación nos permite interpretar que el mayor tamaño tiene una función emotiva y cognitiva y modula actos conscientes y otros que no lo son", argumenta Bastir.

Funciones sociales

Así, el olfato ha favorecido el desarrollo de algunas funciones sociales que no tienen otros primates. En palabras de Rosas, "nos permite captar un olor indirecto que ayuda a elegir a la pareja, a los amigos y que genera incompatibilidades que tienen que ver más con la intuición que con lo que realmente olemos".

Un ejemplo claro, como añade Markus, sería el de las madres, capaces de identificar a su bebé por el olor. "Es un sentido del olfato que creíamos que tenía poca importancia en nuestra especie y que ahora descubrimos que ayuda a establecer y profundizar relaciones, que tiene un sentido social", concluye.

De ahí, comentan, vendrían algunas de las frases repetidas en muchas culturas: "Tal cosa huele mal", aunque en realidad sea absolutamente inodora, como una corruptela urbanística o los negocios de Iñaki Urdangarin, sin ir más lejos.

Fuente:

El Mundo Ciencia

9 de diciembre de 2011

Hace 77.000 años, los humanos ya usaban ropa de cama, colchones y repelentes de insectos

Un equipo internacional de arqueólogos ha descubierto camas de plantas preservadas y evidencias del uso de plantas repelentes de insectos de hace 77.000 años en un refugio de piedra en el sur de Africa.

Imagen de las excavaciones

Este descubrimiento, que se remonta 50.000 años más que los informes anteriores sobre ropa de cama conservada, ofrece una fascinante visión de las prácticas de comportamiento de los primeros humanos modernos en Africa.

El equipo, dirigido por el profesor Lyn Wadley, de la Universidad de Witwatersrand, en Sudáfrica, en colaboración con Christopher Miller, de la Universidad de Tübingen, en Alemania, Christine Sievers y Marion Bamford también de Witwatersrand, y Pablo Goldberg y Francesco Berna de la Universidad de Boston en Estados Unidos, han descrito el descubrimiento en la revista científica 'Science'.

La ropa de cama antigua fue descubierta durante excavaciones en Sibudu, un refugio de roca en la provincia de KwaZulu-Natal (Sudáfrica), donde Lyn Wadley, profesor de la Universidad de Witwatersrand, ha estado excavando desde 1.998. Por lo menos 15 capas diferentes contienen ropa de cama, de entre 77.000 y 38.000 años.

La ropa de cama se compone de capas de varios centímetros de espesor de tallos y hojas compactas de juncos, que se extienden durante, al menos, un metro cuadrado y un máximo de tres metros cuadrados en el área excavada. Christine Sievers, de la Universidad de Witwatersrand, identificó núculas de varios tipos de juncos utilizados en la construcción de dicha ropa de cama.

La ropa de cama, que se encuentra muy bien conservada, consiste en una capa de tallos de juncos y hojas fosilizados cubiertos por una capa delgada de hojas, identificadas por el botánico Marion Bamford como pertenecientes al Cryptocarya woodii; las hojas de este árbol contienen químicos insecticidas, adecuados para repeler a los mosquitos.

La selección de estas hojas para la construcción de camas sugiere que los primeros habitantes de Sibudu tenían un gran conocimiento de las plantas que rodean el refugio, y estaban al tanto de sus usos medicinales. Según Lyn Wadley, "los antiguos habitantes recogían juncos en el río uThongathi, situado justo debajo del lugar, y disponían las plantas en el suelo de la vivienda. La ropa de cama no se utilizaba sólo para dormir, sino que, además, proporcionaba una superficie cómoda para la vida y el trabajo".

El análisis microscópico de la ropa de cama, dirigido por Christopher Miller, profesor de Geoarqueología de la Universidad de T~bingen, sugiere que los habitantes reformaron la ropa de cama repetidamente durante el curso de la ocupación. El análisis microscópico demostró que los habitantes de Sibudu quemaban la ropa de cama después de su uso. "Se quemaba la ropa de cama usada posiblemente como una forma de eliminar las plagas", explica Miller.

La ropa de cama conservada también está asociada a restos de chimeneas y numerosos depósitos de cenizas. Hace 58 mil años, el número de chimeneas, ropa de cama y cenizas se incrementó dramáticamente; los arqueólogos creen que esto se debe a una ocupación intensiva. En el artículo, los arqueólogos sostienen que el aumento de la ocupación se corresponde con los cambios demográficos del momento, en Africa; hace 50 mil años, los humanos modernos comenzaron a expandirse fuera de Africa, sustituyendo a los seres humanos arcaicos de Eurasia, incluyendo a los neandertales.

Este descubrimiento se suma a una larga lista de importantes hallazgos en Sibudu en la última década, incluyendo conchas perforadas -utilizadas como cuentas- y puntas de hueso afilado -probablemente utilizadas para la caza.

Fuente:

La Razòn

7 de diciembre de 2011

El primer gran predador de los océanos veía muy bien


Ilustración del gran predador marino Anomalocaris.- KATRINA KENNY/UNIVERSITY OF ADELAIDE.

El hallazgo de las lentes fósiles del extraño Anomalocaris indica que tenía ojos con decenas de miles de lentes.

Unos ojos grandes y muy complejos hallados por paleontólogos en Australia han resultado pertenecer al Anomalocaris, el primer gran predador marino de la historia, que es todo un símbolo de las extrañas formas de vida del Cámbrico, hace más de 500 millones de años.

Ojo fósil
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Uno de los ojos prominentes de Anomalocaris hallados en el sur de Australia.Las flechas indican el límite con la superficie visual y (en la imagen pequeña) las complejas lentes.- JOHN PATERSON

Ojo de libélula
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Ojo de libélula actual, con decenas de miles de lentes distintas.-

Nunca antes se habían encontrado lentes conservadas de Anomalocaris, ni en Burgess Shale ni en Chengjiang ni en Fezouata, tres de los yacimientos más importantes del mundo de esta época, indica Diego García Bellido, del CSIC y miembro del equipo de científicos que han estudiado los fósiles en el yacimiento de Emu Bay (sur de Australia). Se infería la composición compleja del ojo a partir de su tamaño y forma, lo único observable en otros fósiles, explican los investigadores, liderados por John Paterson, de la Universidad de Nueva Inglaterra, en la revista Nature.

Además, el hallazgo es espectacular porque muestra que el Anomalocaris tenía una agudeza visual extraordinaria, ya que los pares de ojos (pedunculares) tienen entre dos y tres centímetros de diámetro y al menos 16.000 lentes hexagonales cada uno. Son comparables a los ojos más complejos de los artrópodos actuales. Esta agudeza refuerza los indicios de que estos animales, de hasta un metro de longitud, eran predadores que utilizaban su buena visión para moverse rápidamente en el agua y alcanzar sus presas.

"En vida, sus ojos pedunculares hubieran tenido forma similar a la de un chupachups, por lo que el fósil comprimido sólo muestra una mitad y suponemos que el número total de lentes podría ascender hasta las 30.000", añade García Bellido. Cada lente proporciona el equivalente a un píxel en una imagen digital, por lo que este nivel de resolución es comparable al de los artrópodos con la vista más aguda de la actualidad, las libélulas, con unas 28.000 lentes. La cifra es, a su vez, muy superior al de la mosca del vinagre (Drosophila melanogaster) y el cangrejo cacerola (Limulus), con entre 800 y 1.000 lentes en cada ojo. Además, el Anomalocaris es el animal más grande descubierto en el Cámbrico, y por su desarrollado par de apéndices frontales cazadores, una boca circular armada de afiladas placas y su gran capacidad visual, se le atribuye un hábito depredador: "Sería el gran tiburón blanco de los mares de aquella época" afirma García-Bellido.

Los fósiles indican que los ojos complejos evolucionaron antes que los exoesqueletos duros y confirman que estas criaturas están relacionadas con los artrópodos (como los insectos y crustáceos actuales). Curiosamente la composición de los fósiles no es única, unos ojos se preservan como óxidos de hierro y otros como fosfato cálcico.

Algunos fósiles de tipo Burgess Shale ya se habían encontrado en Emu Bay Shale en la década de los setenta, pero solo se conocían de los afloramientos de la costa (ahora protegidos por ley). A unos 400 metros tierra adentro está la nueva localidad, que ya ha producido más de 5.000 ejemplares y unas 50 especies distintas, la mayoría nuevas para la ciencia.


Fuente:

El País Ciencia

1 de diciembre de 2011

El rastro de piedra de los primeros 'sapiens' emigrantes

Algunas de las herramientas atribuidas a 'Homo sapiens' en Omán. | 'PLUS ONE'

Algunas de las herramientas atribuidas a 'Homo sapiens' en Omán. | 'PLUS ONE'

El hallazgo de un buen número de herramientas de piedra en el Sultanato de Omán, en la esquina sudeste de la Península Arábiga, ha revelado pistas de la que podría ser la primera salida de los humanos modernos que emigraron de África buscando nuevas tierras.

Un equipo de arqueólogos y geólogos ha encontrado, en las Montañas Dhofar, miles de piezas líticas que, según aseguran, fueron realizadas por miembros de la especie ‘Homo sapiens’ hace más de 100.000 años. En total, los investigadores, liderados por Jeffrey Rose, de la Universidad de Birmingham, encontraron más de un centenar de yacimientos con utensilios elaborados por la tecnología denominada ‘Nubia de la Media Edad de Piedra’ (MSA, por sus siglas en inglés).

Esta técnica, conocida por otros yacimientos a lo largo del valle del Nilo, nunca se había encontrado fuera de África, según destacan los investigadores en un artículo publicado en ‘PLoS One’ esta semana, por lo que se convierte en la primera evidencia de este viaje.

Para datar los yacimientos, utilizaron la moderna técnica de la Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL), que determinó que tenían al menos 106.000 años de antigüedad. Es una fecha bastante anterior a la que se maneja con datos genéticos, que apunta que la dispersión de nuestra especie fuera del continente africano ocurrió hace entre 70.000 y 40.000 años.

Parte del trabajo consistió en determinar que había en esta zona, hoy totalmente desértica, en aquel lejano periodo, dado que algunos asentamientos están a más de 100 kilómetros de la costa. Los restos de animales y flora encontrados apuntan que era mucho menos seca que ahora. Han averiguado que había grandes corredores con pastos en los que abundaban los herbívoros.

«Era un paraíso verde rico en agua fresca, antílopes y buenas rocas de pedernal para hacer herramientas», señala Rose, que atiende a ELMUNDO.es desde Indonesia, donde está pasando unas vacaciones. Por ello, considera más que probable que los cazadores se aventuraran más allá de su tierra conocida en busca de alimento. Los que vivían más cerca de la costa, además podían aprovechar los recursos marinos.

No está claro si estos grupos son los que luego viajaron hacia Asia o si acabaron por volver a África cuando el clima empeoró. «Esa es la pregunta del millón», nos dice Rose, que seguirá investigando en la zona.

Investigadores españoles han puesto en duda estas conclusiones. "La datación no se ha hecho en el mismo lugar donde se encontraron las piezas a las que hacen referencia, así que no sabemos cómo han llegado a estas conclusiones", afirma el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, que dirige un proyecto de investigación sobre evolución humana en la Garganta de Olduvai (Tanzania).

Fuente:

El Mundo Ciencia

26 de noviembre de 2011

Los anzuelos de los primeros 'sapiens' pescadores

Uno de loas anzuelos realizados con conchas en el Pleistoceno. | 'Science'

Uno de loas anzuelos realizados con conchas en el Pleistoceno. | 'Science'

  • Encuentran en una cueva de Timor Oriental más de 40.000 restos de peces
  • La tecnología pesquera ayudó a la especie a llegar a Australia

La colonización del ser humano moderno de las lejanas tierras de Australia está rodeada de incógnitas, aunque existen muchas pruebas, paleontológicas y genéticas, de que hace 50.000 años la especie ya era que cruzar las largas distancias marítimas que separan a este continente. El hallazgo, en la lejana isla de Timor Oriental, de restos de grandes peces y anzuelos revela que aquellos antepasados ya eran grandes pescadores, capaces de hacer sus capturas en aguas muy profundas, alejadas de la costa.

Los paleontólogos descubrieron hace pocos años, en unos yacimientos en Gibraltar, que los neandertales aprovechaban, hace 28.000 años, los recursos marinos para su supervivencia, pero siempre los que eran más accesibles desde la costa. También se encontraron restos de conchas y de peces de aguas bajas en la Cueva de Blombos (Sudáfrica), de hace unos 75.000 años. En este caso fueron capturados por humanos modernos. Pero ni en Gibraltar ni en Cabo de Buena Esperanza había rastro de la tecnología que utilizaron para ello.

Estas pruebas son las que han localizado en el yacimiento de Jerimalai, en la isla de Timor Oriental, tres paleontólogos australianos, dirigidos por Sue O'Connor, de la Universidad Nacional de este país. Allí aparecieron, en la campaña de 2005, restos de grandes peces pelágicos (de aguas oceánicas) de hace 42.000 años, hallazgo que publican ahora en 'Science'.

Cueva de Jerimalai, en Timor Orienta. |'Science'

Cueva de Jerimalai, en Timor Orienta. |'Science'

Miles de utensilios

Jerimalai se encuentra en unas terrazas coralinas que corren paralelas a la costa de Timor, una zona en la que hay numerosas cuevas que fueron lugar de asentamiento de los humanos modernos del Pleistoceno. Estos ocupantes dejaron infinidad de utensilios de piedra (más de 9.700) y casi 40.000 huesos de diferentes pescados, además de fósiles de otros animales terrestres del entorno, de los que también se alimentaron.

Fue el posterior estudio de todo este material el que sorprendió a los investigadores. Frente a lo que ocurría en Blombos y otros yacimientos, en Jerimalai no sólo había más pescado que en cualquier otro (un 56%), sino que casi la mitad correspondía a grandes peces oceánicos, como el atún.

Tras un arduo trabajo de recomposición de las piezas, concluyeron que allí había restos de 2.822 especímenes de 22 taxones diferentes, una variedad mayor de la que se encuentra hoy en la mayoría de las pescaderías. Además, 15 de estas especies fueron explotadas en el periodo más primitivo de ocupación de la cueva, hace entre 42.000 y 38.000 años.

No hay indicios de cómo pudieron capturar tan grandes presas en alta mar, pero los autores apuntan que lo más probable es que utilizan redes hechas con piel y practicaran la pesca al cerco. Los restos de huesos de ejemplares relativamente pequeños indican que seguramente eran atrapados de este modo, y no con una especie de caña.

Dos anzuelos primitivos

Los dos anzuelos encontrados son más recientes. Aún así, uno de ellos es de hace unos 20.000 años, el más primitivo que se conoce. El otro, tiene unos 11.000 años. Ambos fueron hechos de conchas y no parecen adecuados para la pesca del atún y ejemplares de gran tamaño aunque, como dicen O'Connor y sus colegas, pudieron hacer otros más grandes que no se han conservado.

"Estos hallazgos demuestran el alto nivel de tecnología pesquera que tenían los humanos modernos que colonizaron las islas de Wallacea, instrumentos que facilitaron la temprana colonización de Australia", señalan.

Durante el Pleistoceno se sabe que el nivel del mar era bajo, pero aún así entre Eurasia y Australia había 1.500 kilómetros en los que sólo había islas, hasta 17.000, que no estaban unidas por tierra.

La única posibilidad de ir de una a otra era utilizando balsas, aunque no ha quedado ningún resto que lo confirme. Y, además, ¿cómo conseguían comida cuando viajaban hacia costas que no se veían en el horizonte? Las redes y los anzuelos son la respuesta.

Fuente:

El Mundo Ciencia

Las brutales palizas del hombre del Pleistoceno

Cuatro posiciones del mismo cráneo, en el que se observa la fractura. | PNAS

Cuatro posiciones del mismo cráneo, en el que se observa la fractura. | PNAS

La especie humana, desde sus más tempranos orígenes, no ha podido reprimir su agresividad. El estudio de un cráneo de hace 126.000 años, encontrado en un yacimiento de la provincia china de Guangdong, así lo confirma. Según el nuevo análisis del fósil, el boquete de 14 centímetros que tenía aquel individuo en su cráneo no es fruto de un accidente, sino de una pelea con un congénere en la que recibió un fuerte golpe con un objeto pesado.

Los investigadores apuntan, en un trabajo publicado en la revista 'Proceedings of National Academy of Science' (PNAS), que la herida fue realizada con un arma roma. "Es un pequeño ejemplo de cómo los humanos de la Edad de Hielo se pegaban, posiblemente el ejemplo más antiguo de agresión documentada en nuestra especie", afirma Lynne Schepartz, de la Universidad del Witwatersrand (Sudáfrica), uno de los comentarios de autores del artículo.

Los paleontólogos reconocen que no es posible tener la certeza absoluta de si la agresión fue accidental o intencionada, ni si fue fruto de un desacuerdo coyuntural o fue planificada y premeditada. Sin embargo, como reconoce Schepartz, identificar una lesión traumática es de gran interés para ayudar a conocer el comportamiento humano en aquellos tiempos y, además, aporta datos sobre la capacidad que tenían de sobrevivir con una grave herida en la cabeza.

Ayuda del grupo social

"El herido de Maba tuvo que necesitar ayuda de su grupo social, y eso quiere decir que alguien tuvo que cuidarle y proporcionarle comida hasta que se curó su herida", señala el investigador, que ha trabajado con el chino Xiu-Jie Wu y con Erik Trinkaus, de la Universidad de Washington.

Cuando se encontró el cráneo de Maba, en 1958, también se descubrieron restos de otros mamíferos en la misma cueva. Fueron unos campesinos quienes se toparon con los huesos cuando quitaban sedimentos dentro de la cavidad para echar fertilizante. El cráneo se encontraba partido en varias piezas, que fueron ensambladas por los paleontólogos de hace medio siglo.

Sin embargo, aquellos investigadores no supieron determinar a qué se debía la lesión curada que se apreciaba, si había sido causada por una infección, un tumor, quemaduras o golpes. Es por ello que ahora se retomó su estudio. Los investigadores utilizaron técnicas de estereomicroscopía y un escáner topográfico de alta resolución para analizar la estructura interna del hueso.

La conclusión fue que el golpe en la parte derecha frontal se debía a un impacto localizado, suficientemente fuerte como para producir ir un agujero. "Con anterioridad, se han encontrado heridas en restos de neandertales y otros homínidos, pero no se sabe si fueron accidentes de caza o agresiones. También se sabe que los neandertales practicaban el canibalismo, así que agredían a otros individuos para comérselos, pero en este caso es la guerra por la guerra y eso marca la diferencia", explica el paleontólogo Jordi Agustí, del Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES).

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El Mundo Ciencia

10 de noviembre de 2011

Los caballos realistas del arte rupestre en el Paleolítico

Pinturas rupestre de caballos prehistóricos.en cuevas de Francia.| PNAS

Pinturas rupestre de caballos prehistóricos.en cuevas de Francia.| PNAS

Durante mucho tiempo se ha especulado que algunas de las pinturas prehistóricas, especialmente las de caballos de colores poco habituales, son prueba de la capacidad simbólica de aquellos primeros humanos modernos. Ahora, un estudio realizado con ADN antiguo ha puesto de manifiesto que estos caballos existieron realmente, y por tanto los habitantes de estas cuevas se limitaron a retratar lo que veían a su alrededor.

El equipo, dirigido por Melanie Pruvost, del Instituto Leibniz para la Investigación de la Vida Salvaje (Alemania), publica en esta semana en la revista 'Proceedings of National Academy of Science' (PNAS) que todas las variaciones en el pelaje de los equinos predomésticos que se ven en las pinturas de las cuevas paleolíticas existieron, incluido el caballo con manchas de leopardo.

Hasta ahora, otros estudios genéticos habían probado que en aquella época había caballos color canela y negros, pero no con manchas, por lo que algunos arqueólogos atribuían pinturas en las que éstos aparecen a creaciones simbólicas. Así se explicaba el caso de los caballos con manchas negras de las cuevas de Pech-Merle, en Francia, de hace unos de 25.000 años, similares a los modernos 'caballos leopardo'.

Los investigadores, entre los que está Arturo Morales-Muñiz, de la Universidad Autónoma de Madrid, analizaron el ADN rescatado de fósiles de caballos, de hace 35.000 años, encontrados en Siberia, Europa del este y en la Península Ibérica, en total en 15 yacimientos diferentes.

Cuatro de las muestras del Pleistoceno y dos de la Edad del Cobre compartían un gen asociado a las manchas del leopardo, una evidencia de que los caballos con manchas existían entonces. Otros 18 caballos eran marrones y siete negros, una muestra completa del catálogo que fue retratado en las cavernas.

Manchas en la piel

"Nuestros resultados sugieren que, por lo menos para los caballos salvajes, las pinturas de cuevas paleolíticas, incluyendo las pinturas notables de caballos manchados, se basaron en el aspecto de la vida real de animales", confirma el profesor Michi Hofreiter, otro de los autores, de la Universidad de York. "La conclusión es que las pinturas son reflexiones sobre lo que los seres humanos de entonces veían en su entorno", añade.

Para Pruvost se trata de los primeros pasos en la aplicación de las herramientas genéticas en estudios sobre la vida en el pasado, incluso en temas tan dispares como el arte.

No se sabe con exactitud cuantos yacimientos paleolíticos contienen pinturas de animales, pues de algunas imágenes aún se discute su especie, pero sí que al menos hay 40 enclaves en la región de Dordogne-Périgord (Francia) y en la cornisa Cantábrica española. En casi todos ellos hay caballos.

La motivación que llevó a los artistas a retratar estos animales está todavía en discusión. Las pinturas de Pech-Merle particularmente han generado mucha discusión. "La gente dibujó lo que vio, y eso nos da mayor confianza en la comprensión de las pinturas paleolíticas de otras especies como si fueran ilustraciones", señala Pruvost.

Hoy la variación del caballo manchado sigue siendo popular, con razas como Knabstrupper, Appaloosa y Noriker. El hecho de que cuatro de cada 10 caballos europeos en el Pleistonceo fueran de este genotipo nos dice que no era raro, aunque el más común, como ahora, sí era el de color marrón, que también es el más habitual en las pinturas rupestres.

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El Mundo Ciencia

4 de noviembre de 2011

Una 'ardilla' con dientes de sable en la Patagonia argentina

Los fósiles de los dos cráneos hallados en Sudamérica. | University of Louisville.

Los fósiles de los dos cráneos hallados en Sudamérica. | University of Louisville.

  • Hallan dos cráneos de una especie ya extinta, 'Cronopio dentiacutus'
  • Se trata de un pequeño mamífero emparentado con los marsupiales actuales
  • Es el primer mamífero del Cretácico tardío encontrado en Sudamérica
  • Su hallazgo ayudará a entender la evolución de estos animales en el continente

Su aspecto debía recordar al de una ardilla con grandes y afilados colmillos así que los paleontólogos que han encontrado fósiles de esta especie, ya extinta, la han bautizado como 'Cronopio dentiacutus'. Se trata de un pequeño mamífero que convivió con los dinosaurios hace aproximadamente 96 millones de años en el territorio que hoy ocupa la Patagonia argentina.

Recreación de 'Cronopio dentiacutus'.|J.G

Recreación de 'Cronopio dentiacutus'.|J.G

Un grupo de paleontólogos, liderados por Guillermo Rougier, de la Universidad de Louisville (EEUU), encontraron en 2006 dos cráneos de esta especie. Según aseguran, es el primer mamífero del Cretácico tardío hallado en Sudamérica, por lo que los fósiles aportarán nuevas claves sobre la evolución de estos animales. En concreto, llena un hueco de 60 millones de años en los registros de mamíferos en este continente.

La nueva especie pertenece a un grupo de mamíferos ya extintos denominado drioléstidos y que estaban emparentados con los marsupiales y los animales con placenta actuales. Sus características se describen esta semana en la revista 'Nature'.

Un extraño mamífero

Este pequeño mamífero medía entre 10 y 15 centímetros de longitud, tenía un hocico estrecho y un cráneo pequeño y redondeado. Pero quizás lo más llamativo de su anatomía es el tamaño de sus caninos, a pesar de que los paleontólogos creen que se alimentaba de insectos y gusanos. El investigador Guillermo Rougier no se ha podido resistir a comparar su hallazgo con Scrat, la ardilla protagonista de la película 'Ice Age', a la que cree que debía parecerse.

"'Cronopio' es sin duda alguna el mamífero más extraño que he visto, tanto vivo como extinguido, con su alargado hocico y sus grandes dientes caninos. Lo que hacía con tan extraña morfología quizás pueda averiguarse con posteriores descubrimientos", afirma John R. Wible, conservador de mamíferos en el Museo de Historia Natural Carnegie.

El autor principal del estudio, Guillermo Rougier, asegura que el aspecto de 'Cronopio dentiacutus' era parecido al de Scrat, uno de los personajes de la película 'Ice Age'.

El autor principal del estudio, Guillermo Rougier, asegura que el aspecto de 'Cronopio dentiacutus' era parecido al de Scrat, uno de los personajes de la película 'Ice Age'.

El hallazgo, señalan los autores de este estudio, es particularmente importante ya que los cráneos de los mamíferos son muy frágiles y pequeños y no se encuentran con frecuencia. Los fósiles estaban incrustados en una roca situada en una remota área del norte de la Patagonia, en la provincia de Rio Negro.

Los paleontólogos tardaron varios años en desenterrar los fósiles: "Sabíamos que nos encontrábamos ante un hallazgo importante debido a la antigüedad de las rocas y a que habíamos encontrado cráneos", explica Rougier en una nota de prensa.

Cretácico tardío

"Lo habitual es encontrar dientes o fragmentos de huesos de esta época. La mayor parte de la información que hay sobre los primeros mamíferos la tenemos gracias a los dientes, ya que su esmalte es la sustancia que mejor resiste el paso del tiempo. Sin embargo, el cráneo nos ofrece información sobre la biología del animal, permitiéndonos determinar que estamos ante los primeros restos de este tipo del Cretácico tardío encontrados en Sudamérica", explica.

Los autores de este estudio, entre los que también se encuentran los investigadores Sebastián Apesteguía y Leandro C. Gaetano, de la Universidad Maimónides (Argentina), confían en seguir encontrando en esta zona fósiles de especies endémicas que vivieron durante la época de los dinosaurios.

"'Cronopio' vivió en un mundo completamente diferente al nuestro, dominado por los dinosaurios y con una geografía muy distinta. Estos nuevos fósiles nos proporcionan información sobre lo cambiante que es el mundo en que vivimos", afirma Rougier.

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El Mundo Ciencia

21 de octubre de 2011

La científica argentina que va tras los enigmas de la Antártida

Paleontólogos trabajando en la Antártida Foto: gentileza Claudia Tambussi

¿Cómo era el continente blanco cuándo estaba poblado por bosques, pingüinos de 1,60 metros de altura y aves gigantes no voladoras?

Las preguntas permiten amar pieza a pieza el complejo rompecabezas de la historia antártica y son el motor que impulsa a la paleontóloga argentina Claudia Tambussi, que trabaja en el Museo de La Plata.

Tambussi es una de las investigadoras que descubrió recientemente los restos fósiles de una ballena primitiva de 49 millones de años de antigüedad. La científica, que prepara ahora su proxima expedición a la Antártida en enero, en el verano austral, respondió a las preguntas de los lectores de BBC Mundo y compartió cómo es el trabajo de los paleontólogos en el continente helado.

Claudia Tambussi Foto gentileza Claudia Tambussi

"Buscamos fósiles en lo único que queda descubierto de nieve en el verano".

"Buscamos fosiles en lo único que queda descubierto de nieve en el continente antártico en el verano, el 10% de todo el continente" dijo Tambussi a BBC Mundo.

Tambussi y sus colegas desarrollan un proyecto de paleontología de vertebrados en dos lugares, un grupo trabaja en la isla Marambio (Seymour en inglés) y otro en sedimentos más antiguos en la isla James Ross.

"Yo voy a ir a la Isla Marambio. Mi foco de estudio son las aves fósiles y en particular las que son más modernas que los dinosaurios, del período llamado Cenozoico, las que tienen 50 millones de años de antigüedad".

Bosques y pingüinos gigantes

La Antártida de hace 50 millones de años no era la Antártida de ahora. "El Pacífico y el Atlántico no estaban conectados, la corriente circumpolar antártica, que es la que brinda las condiciones extremas de clima actuales no estaba todavía instalada y si bien las aguas no eran tropicales sino templadas frias, las condiciones no eran las actuales".

Mandíbula de ballena primitiva de 49 millones de años Foto gentileza Claudia Tambussiit

Tambussi y sus colegas hallaron la mandíbula de una ballena primitiva de 49 millones de años.

"De hecho, en el continente en tierra había bosques y una fauna de vertebrados que hoy no existen. En la Antártida no hay hoy en día vertebrados viviendo sobre el continente, lo que hacen es reproducirse en el verano y después esa fauna se va en la época no reproductiva".

"Pero en aquel entonces hace 50 millones de años sí había fauna terrestre, entre ellos ungulados (parientes lejanos de guanacos, camellos), aves gigantes que no eran voladoras, es decir, aves adaptadas totalmente al hábitat terrestre. Cuando hablamos de aves gigantes no voladoras, pensamos en aves más grandes que el ñandú, con 1,40 o más de altura".

"También había muchísimos pingüinos, hasta 15 especies hemos identificado, desde muy pequeñitas hasta gigantes, de 1, 60 metros de altura".

¿Por qué había animales tan grandes? "El gigantismo en general está asociado a ambientes que son climáticamente estables durante periodos muy prolongados, y esto se da tanto en animales como en plantas. Cuando las condiciones ambientales cambian, son los primeros que desaparecen y se extinguen ya que no se adaptan fácilmente a condiciones cambiantes".

Claudia Tambussi Foto gentileza Claudia Tambussi

Los paleontólogos argentinos partirán nuevamente en enero en búsqueda de fósiles de vertebrados.

La datación de los fósiles se hace por varios métodos, por ejemplo con isótopos, y en general se data la roca que contiene el fósil. "La datación más conocida para la gente es la del carbono 14, pero no funciona para antigüedades tan grandes como las que trabajamos nosotros, así que se utilizan otros isótopos como por ejemplo argón o potasio. El carbono 14 funciona hasta los diez mil años de antigüedad".

Para hallar fósiles los paleontólogos buscan evidencias, como trozos de hueso, en la superficie. "Hay que caminar y mirar, los paleontólogos miramos más al piso que al cielo, aunque los paisajes sean hermosisimos".

"En el caso, por ejemplo, de la ballena que encontramos había una concentración grande de esquirlas de hueso en superficie, nos detuvimos a evaluar la situación y se decidió que era conveniente empezar a excavar y a un metro de profundidad apareció la mandibula."

Buenas preguntas

Tambussi junto a sus colegas en una carpa en la Antártida

En una carpa en la Antártida. Una de las tareas es "hacer agua", derretir témpanos de agua dulce con calor para tener agua potable.

Tambussi llegó a la paleontología a partir de una fascinación con la historia evolutiva de la naturaleza.

"Me gustaron siempre las aves y me interesaba conocer los mecanismos que dieron origen a las aves modernas. Quise trabajar en evolución y una de las formas de hacerlo es a través de los fósiles".

"Cada vez me enamoré más de mi trabajo porque lo que me gusta es tener buenas preguntas y buscar respuestas. La Antártida es un lugar fascinante porque hay mucho para preguntarse y muchas cosas difíciles de explicar. Y ese es el mejor impulso en la ciencia, tener curiosidad y buenas preguntas".

Una de las preguntas para las que Tambussi busca respuestas tiene relación con las aves terrestres. "¿Cómo llegaron allí? ¿Qué relación tendrían con las aves sudamericanas y australianas con las cuales aparentemente están relacionadas?".

Antártida en la noche Foto gentileza Claudia Tambussi

En el verano antártico no oscurece. Sólo en febrero comienza a haber unas horas de penumbra.

Los ancestros de todas las aves que vemos hoy en día eran voladores, explicó la investigadora. Un ave terrestre que perdió capacidad de vuelo como el ñandú tenía ancestros voladores o sea que en algun momento de su historia evolutiva perdió esa capacidad de vuelo.

"Las aves terrestres que encuentro en la Antártida perdieron la capacidad de vuelo y me interesa muchísimo saber cuáles eran sus ancestros y cómo llegaron a la Antártida. Si llegaron caminando, Australia, Sudamerica y la Antártida tendrían que estar conectadas, cosa que sabemos que ocurrió. Si llegaron volando, esto quiere decir que su transformación en animales terrestres ocurrió totalmente en la Antártida".

"No se la respuesta", dijo Tambussi a BBC Mundo. "Es mi motor de búsqueda".

Fuente:Enlace

BBC Ciencia

16 de octubre de 2011

Conozca el kamasutra del paleolítico

Especial: Sexo y Sexualidad

¿Cómo era el sexo en la Prehistoria?



Los hábitos sexuales de los hombres han evolucionado a lo largo de la historia, pero sobre todo la visión que se tiene sobre las diferentes prácticas sexuales se ha visto fuertemente condicionada por las diferentes morales que ha ido adoptando el hombre.

Ahora la fundación Atapuerca nos muestra como fueron las relaciones sexuales en el Paleolítico, para darnos cuenta de que la concepción del sexo hace 25.000 años no era tan diferente a como lo vemos hoy.

Hábitos como la masturbación, el sexo oral,el voyeurismo,los tríos, la homosexualidad o la zoofilia eran prácticas comunes entre nuestros abuelos del paleolítico y socialmente aceptadas.

¿A qué ya no parecemos tan "modernos"...?

Podemos disfrutar de esta exposición, "Sexo en piedra" hasta el 8 de diciembre en la fundación Atapuerca, Ibeas de Juarros, Burgos.


1. Venus de Willdendorf


Esta famosa estatuilla fue encontrada en 1908 a orillas del Danubio Austria. Tallada por el hombre del paleolítico superior, ha creado expectación entre los científicos por sus formas voluptuosas (más bien obesas) y vulva exagerada.

Unos apuntan a que representa un ideal de belleza basado en la fortaleza y la buena capacidad para reproducirse y otros la identifican como una imagen de la madre tierra. Incluso hay quién defiende que este tipo de figuras podrían ser amuletos para ser introducidos en la vagina en rituales de fertilidad.


2. Priappo de Laussel



Al igual que las venus representan el ideal de mujer, también encontramos figuras que representan la masculinidad. Esta figura de unos 22.000 años (actualmente perdida, de la que se conserva su calco) nos muestra un pene erecto de dimensiones desproporcionadas que representa la masculinidad y, probablemente, la potencia reproductora de los hombres.


3. Practicas homosexuales


Enlace
aEsta placa de 12.000 años, encontrada a las orillas del Rin, ha sido bautizada como "las bailarinas" por mostrar a dos mujeres entrelazadas en actitud cariñosa. Es un hallazgo más que nos muestra la homosexualidad en el paleolítico como algo natural. Se ha encontrado también en excavación francesa de La Marche una representación de un coíto anal.

Accede al artículo completo en:

QUO

14 de octubre de 2011

Argentina: Hallan en la Antártida el fósil de ballena más antiguo del mundo


Imagen artística de la ballena primitiva hallada en la Antártida Imagen Marcelo Reguero/AFP/Getty

Así se habría visto la ballena primitiva que vivió en la Antártida hace 49 millones de años. Imagen: Marcelo Reguero/AFP/Getty

Un equipo internacional de paleontólogos halló en la Antártida restos fósiles de una ballena que vivió hace 49 millones de años.

Se trata de los restos más antiguos de una ballena primitiva o arqueoceto en el mundo y son los primeros encontrados en territorio antártico.

Los fósiles fueron descubiertos durante una expedición en la formación conocida como La Meseta, cerca de la base argentina en la Isla Marambio, cerca del mar de Weddell, en el noreste de la península antártica.

El hallazgo fue realizado por los paleontólogos argentinos Claudia Tambussi y Marcelo Reguero, del Museo de la Plata, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el Instituto Antártico Argentino. También participaron en la investigación los científicos suecos Thomas Mörs y Jonas Hagström, del Museo de Historia Natural en Estocolmo.

La pieza fundamental es "una mandíbula reconstruida, de unos 60 centímetros, que permite saber que el origen del linaje de esta ballena estaba más atrás que lo que se pensaba", dijo Tambussi. La mandíbula se encuentra en preparación y restauración en los laboratorios del CENPAT, Puerto Madryn.

Totalmente acuática

El arqueoceto antártico pertenece al grupo Basilosauridae, del que se originaron todos los cetáceos actuales.

"La relevancia de este hallazgo es que esta ballena es el especimen totalmente acuático más antiguo que se conoce", explicó Marcelo Reguero.

En la región indopaquistaní se hallaron fósiles de parientes primitivos de los cetáceos que datan de 53 millones de años, pero se trata de ballenas anfibias, semiacuáticas, Protocetidae, con cuatro patas.

El hallazgo podría indicar que los arqueocetos evolucionaron antes de lo que se pensaba de sus orígenes semiacuáticos en lo que es hoy India y Pakistán, según señaló Paul Sereno, paleontólogo de la Universidad de Chicago, quien no participó en la expedición.

Pingüino gigante

Los restos fósiles fueron presentados por la Dirección Nacional del Antártico en el marco de Tecnópolis, una gran muestra en la periferia de Buenos Aires sobre logros científicos argentinos.

Restos de la mandíbula hallada en la Antártida Foto: Marcelo Reguero/AFP/Getty

La pieza fundamental es una mandíbula hallada en la Isla Marambio, cerca de la base argentina. Foto: Marcelo Reguero/AFP/Getty

Tambussi señaló que, si bien su trabajo consiste en la búsqueda de vertebrados marinos y de tierra, hay "infinidad de invertebrados" en el continente blanco.

"Cada resto que encontramos es incunable porque son sedimentos de la época en que el continente antártico no estaba englaciado y había bosques y animales", dijo la científica argentina.

La Dirección Nacional del Antártico también informó que otro grupo de paleontólogos logró extraer en la isla James Ross restos de un dinosaurio sauropodomorfo, un dinosaurio ankylosaurio, reptiles marinos (plesiosaurios) y peces óseos.

También recogieron muestras de dientes de tiburones y un esqueleto casi completo de un pingüino gigante, que vivió hace 34 millones de años y medía entre 1,50 y 1,60 metros.

Los resultados de la expedición serán presentados en el congreso de la Sociedad de Paleontología de Vertebrados, Society of Vertebrate Paleontology, que tendrá lugar en noviembre en Las Vegas, en Estados Unidos.

Fuente:

BBC Ciencia

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13 de octubre de 2011

Los eslabones que nos hicieron humanos (1)

La historia del linaje humano es un apasionante trabajo de conexión de puntos hacia atrás en el tiempo, todavía repleto de misterios y preguntas sin resolver. La reconstrucción de este puzzle no debemos verla como una autopista con un principio y un final, sino como un árbol que crece y cuyo tronco se divide con el paso del tiempo en múltiples ramas: distintas especies, de las cuales, algunas convivieron en el tiempo y muchas se extinguieron.

Reproducción de un esqueleto de Proconsul en el Museo de Antropología de Zúrich (imagen: Guérin Nicolas / Wikimedia Commons).

Para comenzar esta historia, nos remontamos hasta la época comprendida entre unos 32 y 5 millones de años atrás. A esta franja, a caballo entre el Oligoceno y el Mioceno, se la considera la edad de oro de los primates ya que según los trabajos de John Kappelman, antropólogo de la Universidad de Texas, se han encontrado fósiles de hasta 30 géneros diferentes pertenecientes a dicho periodo. Es en este momento cuando emprendemos nuestro viaje por la historia evolutiva de nuestra superfamilia, el grupo de los hominoideos, que incluye a los gibones, a los grandes simios y a nosotros, los humanos.

Los primeros hominoideos que conocemos se encontraron en Kenia y se clasifican dentro del género Proconsul, que incluye a cinco especies y cuyos restos fosilizados son de una antigüedad de entre 20 y 18 millones de años. Estos son importantes porque nos permiten saber cómo fueron los primeros simios, que posteriormente se convertirían en los primeros antepasados humanos. La característica principal que los distingue de otros primates es la ausencia de cola y los ojos en posición frontal, ya dirigidos hacia adelante. Pero aún comparten muchos rasgos primitivos, como son un tamaño del cráneo reducido o una locomoción todavía cuadrúpeda, adaptada a la vida en los árboles, donde obtenía las frutas de las que se alimentaba.

Expansión de los hominoideos

En el periodo que va desde los 17 hasta los 12 millones de años, los hominoideos salieron del continente africano y se expandieron por el territorio de las actuales Europa y Asia. Como veremos más adelante, las salidas de África con destino hacia otros continentes constituyen una dinámica que se repete en varias ocasiones a lo largo de la evolución de nuestros antepasados.

Con posterioridad, a causa de un cambio climático en el que se enfrió la superficie terrestre, las selvas tropicales y subtropicales que cubrían gran parte del planeta se fragmentaron. En ese momento, las sabanas y los pastos se extendieron, lo que ejerció una considerable presión sobre las especies que habitaban los bosques.

Al desaparecer gran parte de esas vías arbóreas para algunos tipos de primates, surgió el reto de colonizar el suelo. Pero para poder llevar una vida terrestre, se necesita una postura más erguida y una dentición más resistente para poder procesar las semillas y hierbas que se encuentran en los espacios abiertos; algo que conseguirán los homínidos unos pocos millones de años después.

Lo que todavía no sabemos con exactitud es cuándo se produce la escisión en dos líneas a partir del último ancestro común de los grandes simios y los homínidos; un primate del que no poseemos fósil alguno. Existen muchas hipótesis sobre las fechas de dicho acontecimiento, siendo entre hace 7 y 5 millones de años, la fecha más probable, según Robert Boyd, antropólogo de la Universidad de California en Los Ángeles.

De hominoideo a homínido

En la actualidad, homínidos es el término por el que se conoce a los representantes de nuestra familia biológica, es decir, a los seres humanos. A lo largo de la historia evolutiva ha habido diferentes especies de esta familia, incluso periodos en los que varias han compartido el mismo territorio de manera simultánea, aunque sólo la nuestra continuó el viaje hasta el día de hoy.

Es hace unos 6 millones de años cuando da comienzo la historia evolutiva de los homínidos, justo en el momento en el que se produjo un nuevo enfriamiento y el clima se volvió más seco, tal y como opina el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga. En esta época aparece el género Ardipithecus, popularizado con el nombre de Ardi, que significa “tierra” o “suelo” en la lengua Afar.

Una de las innovaciones más distintivas del Ardipithecus respecto a los primates primitivos son unos dientes caninos más pequeños, un esmalte algo más grueso y una mano más reducida que sus predecesores, aunque todavía más apta para la vida arbórea que para utilizarla como una pinza. Sin llegar a ser completamente terrestre, es muy probable que fuera capaz de una forma primitiva de locomoción bípeda, ya que se ha encontrado una falange de un dedo del pie compatible con esta hipótesis.

Aunque existe un gran debate sobre si Ardi es un antecesor directo de los humanos, el paleoantropólogo de la Universidad de California Tim White cree que estos caracteres indican que, efectivamente, estamos ante el eslabón conocido más antiguo de la evolución humana. De ser esto cierto, como también opina Arsuaga, con Ardi tendría comienzo la historia de nuestro linaje.





Tomado de:

Somos Primates

29 de septiembre de 2011

Escarabajos prehistóricos con caparazones multicolor

Tienen entre 15 millones y 47 millones de años.


Fósil de unos 40 millones de años de antigüedad. | Fotos: M. McNamara.

Tienen entre 15 millones y 47 millones de antigüedad pero nadie lo diría. Paleontólogos de EEUU han encontrado diez espectaculares fósiles de escarabajos que conservan perfectamente su forma y, más sorprendente aún, los intensos colores de sus caparazones.

Los científicos han podido averiguar que estos colores que vemos ahora son ligeramente distintos a los que lucían cuando estaban vivos. El hallazgo les ayudará a determinar con más exactitud qué aspecto tenían estas criaturas hace millones de años.

El estudio, publicado esta semana en 'Proceedings of the Royal Society B', se centra en el análisis de 10 de estos fósiles. La mayoría fue encontrado en yacimientos de Alemania y EEUU. A diferencia de los pigmentos, los colores estructurales (como los de estos escarabajos) se producen por la interacción de la luz con las finísimas capas de material que conforman su exoesqueleto.

La finalidad del color

Los investigadores, liderados por Maria McNamara, de la Universidad de Yale (EEUU), querían averiguar cómo se originan estos colores estructurales. Asimismo, la científica se preguntaba si la gama cromática que vemos en los fósiles es la misma que los escarabajos tenían hace millones de años.

Para averiguarlo, utilizaron sofisticados instrumentos, como microscopios de electrones, con los que pudieron determinar cómo el proceso de fosilización había podido afectar a los colores originales.

Según este estudio, los tonos verdosos observados en los fósiles debían ser azules cuando el escarabajo vivía. De la misma forma, creen que los que eran violetas se transformaron en azul al fosilizarse.

Respecto a la utilidad que podrían tener estos colores, Maria McNamara cree que cumplían varias funciones visuales. Según explicó a la BBC, los colores podrían haber servido a los escarabajos para comunicarse o para regular su temperatura.

Fuente:

El Mundo Ciencia

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