El análisis de unas huellas fósiles de hace más de 500 millones de años ha permitido saber cómo se movía el animal que las produjo.
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Hay fósiles que no están hechos de los restos de cuerpo de un animal o del hueco que dejó ese cuerpo en los sedimentos. Pero, a veces, un fósil está constituido por las huellas que algún animal dejó en el pasado mientras andaba.
A este tipo de fósiles se les denomina icnitas y las más famosas suelen ser (¿cómo no?) las de los dinosaurios. A través de esas huellas se pueden saber muchas cosas, como el peso del animal o cómo era su locomoción. Es decir, a veces podemos saber la dinámica de un ser vivo o su comportamiento y no sólo su forma.
Hace poco investigadores del la Universidad de Saskatchewan y el Museo real de Ontario publicaron un estudio en el que analizaban unas de las primeras icnitas conocidas. Estos fósiles de huellas que fueron encontrados en Burgess Shale, uno de los mejores yacimiento que describen la explosión del Cámbrico. Burgess Shale está declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y está en Yoho National Park, en la Columbia Británica.
La mayor parte de estas icnitas fueron encontradas en una expedición de 2008, pero hay fragmentos que proceden de otra expedición ocho años antes. En total suman varios metros de trazas con huellas, el mayor de los fragmentos mide 3 metros.
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Hace 505 millones de años una artrópodo anduvo sobre los sedimentos del fondo de un primitivo mar tropical. Sobre el blando suelo dejo las marcas con sus múltiples patas que fosilizadas nos han llegado a nuestros días y, gracias a las fuerzas tectónicas, llegaron a los 2300 metros sobre el nivel de mar, en lo que hoy es el frío Canadá. Estas marcas nos hablan no solamente del animal que las produjo, sino que además pueden tener cierto impacto sobre la comprensión que tenemos de ese remoto ecosistema.
Además de icnitas puede haber pruebas fósiles de otro tipo de actividades, como huellas de mordiscos, escarbaduras o cropolitos (heces fosilizadas). A veces no se sabe qué animal produjo estos restos fósiles de actividades. Pero en este caso de las icnitas cámbricas se contó con una ventaja: el número de patas. En total 33 pares de patas, así que estas huellas probablemente corresponden a Tegopelte gigas, un artrópodo de unos 30 cm de longitud. En esa época no había otros animales de ese tamaño con ese número de patas. Tegopelte gigas tenía un caparazón blando y carecía de segmentos, está levemente emparentado con los cangrejos de herradura y los milpiés y que pertenece al mismo grupo que los trilobites.
El análisis de estas huellas ha permitido a los investigadores averiguar cómo caminaba este animal. Tegopelte era capaz de moverse rápidamente por el fondo del mar mientras sus patas tocaban el sedimento sólo brevemente. Éstas formaban una onda u oscilación que se desplazaba a lo largo de su cuerpo y que le permitía andar (ver animación). Estos restos fósiles también indican que era capaz de hacer giros bruscos.
El estudio apoya la idea de que este animal era un carnívoro activo en la cumbre de la pirámide alimenticia. Este tipo de actividad tuvo que tener un gran impacto sobre las comunidades marinas durante la explosión del Cámbrico y tuvo que provocar una carrera de armamentos entre cazadores y sus presas, lo que, probablemente y en última instancia, dio lugar a la gran diversidad de vida animal que llamamos explosión del Cámbrico.
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Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.
ROM.
Burguess Shale en ROM.
Burguess Shale NeoFronteras.
Animación: University of Saskatchewan/Royal Ontario Museum.
Tomado de: