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14 de diciembre de 2011

El buen olfato, clave en la evolución de los humanos

Markus Bastir y Antonio Rosas, del CSIC, con los cráneos del estudio. | CSIC

Markus Bastir y Antonio Rosas, del CSIC, con los cráneos del estudio. | CSIC

El olfato nos hizo más humanos, o al menos favoreció en nuestra especie procesos cognitivos como la percepción o la intuición, según revela un análisis de decenas de cráneos de humanos actuales, ancestros y otros primates liderado por un equipo de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El trabajo, publicado en la revista 'Nature Communications', lo inició hace años el investigador de origen alemán Markus Bastir, un paleontólogo especializado en el estudio de la morfología de los cráneos humanos para determinar algunas de sus capacidades funcionales. En concreto, en el análisis se compararon 80 cráneos de 'Homo sapiens', 30 de chimpancés y otros 14 de otras especies de homínidos, como los neandertales, 'Homo ergaster', 'Homo erectus' y ' Midpleistocene Homo'.

Los investigadores se centraron en la base del cráneo, que estudiaron en tres dimensiones, y concluyeron que los bulbos olfativos, donde está la estructura que recibe la información del olfato, son un 12% mayor en nuestra especie que en el resto de las especies estudiadas.

"Fue una sorpresa descubrir esta capacidad humana porque los primates no se caracterizan precisamente por su olfato excepcional. Pero estas funciones olfativas superiores están relacionadas con procesos cognitivos, porque nos permiten percibir de modo inconsciente algo del entorno que se integra en los circuitos cerebrales y nos ayuda en la toma de decisiones", explica Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), coautor del análisis.

Estos bulbos olfativos se sitúan, según explica Bastir, muy cerca de los lóbulos temporales, que también son más grandes en los 'sapiens' y que se relacionan con el lenguaje, la memoria y algunas funciones sociales. "Esta combinación nos permite interpretar que el mayor tamaño tiene una función emotiva y cognitiva y modula actos conscientes y otros que no lo son", argumenta Bastir.

Funciones sociales

Así, el olfato ha favorecido el desarrollo de algunas funciones sociales que no tienen otros primates. En palabras de Rosas, "nos permite captar un olor indirecto que ayuda a elegir a la pareja, a los amigos y que genera incompatibilidades que tienen que ver más con la intuición que con lo que realmente olemos".

Un ejemplo claro, como añade Markus, sería el de las madres, capaces de identificar a su bebé por el olor. "Es un sentido del olfato que creíamos que tenía poca importancia en nuestra especie y que ahora descubrimos que ayuda a establecer y profundizar relaciones, que tiene un sentido social", concluye.

De ahí, comentan, vendrían algunas de las frases repetidas en muchas culturas: "Tal cosa huele mal", aunque en realidad sea absolutamente inodora, como una corruptela urbanística o los negocios de Iñaki Urdangarin, sin ir más lejos.

Fuente:

El Mundo Ciencia

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