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2 de septiembre de 2015

Revelan el verdadero origen de los indígenas de América del Sur

Los análisis a gran escala de ADN de varias tribus indígenas de América del Sur han revelado que los nativos amazónicos están emparentados con los polinesios y que no solo los antiguos habitantes de Siberia eran sus antepasados. 



De acuerdo con un artículo publicado en la revista 'Science', durante mucho tiempo los científicos creyeron que los antepasados ​​de los primeros habitantes de Sudamérica emigraron al continente procedentes de las regiones de Siberia y Altái, actualmente en Rusia, durante una sola ola de migración que se produjo hace entre 14.000 y 15.000 años.

Sin embargo, cuando en 2012 se resolvió el misterio del hombre de Kennewick, cuyos datos genéticos lo aproximan a los aborígenes de Oceanía y Australia, muchos investigadores empezaron a creer que los antepasados ​​de los nativos americanos llegaron al Nuevo Mundo en al menos tres oleadas migratorias.

Por su parte, David Reich, de la Universidad de Harvard (EE.UU.), y sus colegas, entre ellos una docena de genetistas rusos, compararon genomas de indígenas antiguos y modernos con el ADN de los polinesios, melanesios y otros pueblos del mundo. Y descubrieron que los genomas de algunas tribus del Amazonas y otras regiones de América del Sur además del genoma siberiano contenían manchas pequeñas pero claramente visibles de ADN melanesio y austronesio no procedente de Asia o Europa, sino de las islas Andamán y Nueva Guinea.

Reich explica que esto demuestra que sus antepasados estuvieron en contacto con los indígenas de Oceanía y Australia, lo que parece confirmar la teoría de varias olas migratorias. Pero, por otro lado, según el científico, el gran número de mutaciones en los segmentos de ADN melanesio significa que fueron adquiridas por los antepasados de estas tribus mucho antes de cruzar el puente de tierra de Bering y se convirtieran en los actuales indígenas.

Así, el reciente análisis hizo que entre los investigadores volviera a tomar fuerza la teoría de una sola migración. Sin embargo, todavía sigue siendo un misterio cómo los antiguos austronesios y melanesios, que vivían en zonas de clima cálido en los trópicos y el ecuador, pudieron alcanzar el sur de las regiones de Siberia y Chukotka, mezclarse con sus habitantes y junto con ellos emigrar a América del Sur. 

Fuente:

Actualidad RT

11 de abril de 2014

Científicos: Indígenas de América y Siberia hablaban la misma lengua

La relación genética de los nativos de América del Norte y los pueblos indígenas de la Siberia rusa ya fue establecida por los científicos. Ahora un nuevo estudio afirma que también existe una conexión lingüística entre ellos.


Un equipo de investigadores de la universidad de Georgetown, Washington D. C., llegó a la conclusión de que los indígenas de América de Norte y los pueblos que habitaron en tiempos antiguos Siberia central hablaban la misma lengua, informa 'Daily Mail'.

Los científicos utilizaron el método de la filogenética lingüística, la cual ayudó a establecer una conexión directa entre las lenguas na-dené, difundidas entre los indígenas de América del Norte, y las lenguas yeniseicas, un grupo de lenguas en peligro de extinción de los pueblos de Siberia central.

La investigación también hizo más claras las rutas de migración de los pueblos desde Asia central hasta América del Norte, la cual tuvo lugar hace aproximadamente 13.000 años. "Tal vez no fue un viaje solo de ida, algunos regresaban a Siberia conservando su lengua", supusieron los autores del estudio.

En 2012 los científicos gracias a una investigación genética revelaron las similitudes entre los norteamericanos y los residentes de la república rusa de Altái a nivel de ADN. El reciente descubrimiento lingüístico ha servido de sólido argumento que corrobora la teoría de migración de los habitantes de Siberia a América del Norte durante una fase de glaciación mundial, cuando el llamado puente de Beringia (una faja de tierra firme) unía los dos continentes.

Fuente:

Actualidad RT

21 de febrero de 2012

Reviven una planta que estuvo enterrada 30.000 años bajo el hielo de Siberia

Flores de 'Silene stenophylla' de una planta obtenida con material del permafrost. | PNAS

Flores de 'Silene stenophylla' de una planta obtenida con material del permafrost. | PNAS

  • Las semillas y frutos estaban a 38 metros bajo el permafrost

Una planta con flores que vivió hace 30.000 años ha vuelto a vivir gracias a la laboriosa tarea de un grupo de investigadores rusos que han desenterrado un fruto enterrado en el suelo helado de Siberia y han conseguido replicar nuevos ejemplares utilizando los tejidos conservados bajo cero durante milenios.

La clave de esta 'resurrección está en el permafrost, la capa de suelo helado que ocupa millones de kilómetros cuadrados de las latitudes boreales y donde se almacena un gran banco de semillas y organismos congelados desde largos periodos de tiempo. Los científicos han logrado 'reanimar' muchos microorganismos, pero hasta el momento, sin embargo, no habían conseguido encontrar restos viables de plantas con flor .

El avance obtenido ahora por David Gilichinsky y sus colegas de la Academia Rusa de Ciencias ha sido publicado en la revista PNAS en un artículo que explica cómo desenterraron frutos y semillas de 'Silene stenophylla' una planta herbácea del Pleistoceno. Los restos formaban parte de la 'despensa' de un roedor prehistórico, una especie de ardilla terrestre que enterró su comida en un lugar cercano al río Kolyma, en el noreste de Siberia.

Las semillas y frutos estaban conservados a una profundidad de 38 metros, en sedimentos que permanecen siempre a temperaturas bajo cero. Una vez recogidas las muestras, datadas por el método del radiocarbono en unos 30.000 años, los investigadores de la Academia Rusa de Ciencias replicaron la planta por el método de cultivo de tejidos y de micropropagación, lo que les ofreció clones del ejemplar obtenidos de la parte germinativa de los frutos congelados bajo el hielo. Trasplantados los jóvenes vástagos a macetas de crecimiento, las resucitadas Silenes crecieron, florecieron un año más tarde y dieron frutos de nuevo.

Según los investigadores, las plantas regeneradas tienen un fenotipo distinto al de los ejemplares existentes en nuestros días de la misma especie. Sostienen que el trabajo demuestra que el permafrost es una rica fuente de material genético de plantas silvestres y una reserva de genes antiguos.

Fuente:

El Mundo Ciencia

9 de diciembre de 2011

Intentarán clonar a un mamut lanudo


Representación artística de una manada de mamuts

Científicos rusos y japoneses están emprendiendo un experimento digno de Jurassic Park en un esfuerzo por recuperar al mamut lanudo, ya extinguido.

Los científicos consideran que un hueso del muslo encontrado en agosto contiene células de la médula excelentemente conservadas que podrían ser el punto de partida del experimento.

El equipo cree que la clonación podría completarse dentro de los próximos cinco años. Pero otros, siembran dudas de si tal cosa es posible.

Madre vaca

El equipo, formado por miembros del Museo del Mamut de Siberia y de la Universidad Kinki de Japón, aseguró que planean extraer un núcleo de la médula ósea del animal y lo insertarán en el huevo de un elefante africano.

Procedimientos similares se han llevado a cabo anteriormente con diferentes resultados.

En 2009 se dijo que la recientemente extinta cabra pirenaica fue devuelta a la vida brevemente usando un ADN de diez años de la piel del animal. La criatura clonada murió a los minutos de haber nacido, debido a dificultades respiratorias.

El Instituto Roslin, famoso por la clonación de la oveja Dolly, ya no realiza más este tipo de trabajos pero ha publicado algunas reflexiones sobre las posibilidades de recuperar especias extinguidas.

Aseguran que es extremadamente improbable que tal experimento sea exitoso, especialmente utilizando como sustituto a un elefante.

"Primero, se necesita una madre sustituta apropiada. Para el mamut debería ser una vaca (por su compatibilidad biológica) pero aun así la diferencia de tamaño podría imposibilitar la gestación", aseguran desde el instituto.

La tasa de éxito para un experimento como este estaría entre el 1% y el 5%, se estima. El segundo inconveniente sería la necesidad de células viables.

"Si hay células intactas en el tejido se han 'guardado' congeladas. Sin embargo, si pensamos lo que realmente sucedió al animal, aún cuando haya muerto por el frío, habrá tomado un tiempo que las células del cuerpo se hayan congelado. Este lapso permitiría la descomposición de las células, lo que normalmente ocurre cuando el animal muere. Entonces, se congela el cadáver del animal. Por ello es improbable que las células sean viables", explican.

Asumiendo que se encontraran células viables nos encontraríamos con un juego de números. "Digamos que una célula en mil fuese viable, asuntos prácticos entran en juego. Dado que tenemos una eficiencia del 1% en clonación de especies vivas y si sólo una en mil es viable entonces alrededor de 100.000 células deberían ser transferidas", aseguran desde el Instituto Roslin.

Híbrido

Charles Foster, investigador del Green Templeton College de Oxford, pareció más optimista. "La idea de clonar un mamut no es completamente ridícula. Cómo les irá a los embriones resultantes más allá de la etapa de unas pocas células, es más o menos desconocido", considera.

Mientras la mayor parte del código genético del embrión vendría del mamut, algunas vendrían del óvulo del elefante. "Realmente no sabemos como contribuirá ese material citoplasmático, o cómo podría interactuar con el ADN extraño", explicó.

Sin embargo, eso significaría que, aun siendo exitosa, la clonación sería híbrida, más que un mamut puro.

Fuente:

BBC Ciencia

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26 de marzo de 2010

Una especie humana desconocida vivió hace 40.000 años en Siberia


Viernes, 26 de marzo de 2010

Una especie humana desconocida vivió hace 40.000 años en Siberia


Una especie humana desconocida vivió hace 40.000 años en Siberia

Arqueólogos en el interior de la cueva Denisova, donde fueron hallados los restos del nuevo homínido / Johannes Krause

El hallazgo en el sur de Siberia de los restos de una clase de homínido desconocido de hace 40.000 años está destinado a revolucionar algunos de los conceptos clave de la paleontología moderna. De hecho, se trata de
una especie contemporánea a la nuestra y de la que no había noticias hasta ahora. Una especie humana, otra, inteligente y que vivió al mismo tiempo que nuestros antepasados y que los neandertales, el otro grupo humano que en aquél momento habitaba en Asia y Europa. El excepcional descubrimiento se publica hoy en Nature.

Un espectacular y poco frecuente descubrimiento acaba de alterar para siempre lo que sabemos (o creíamos saber) sobre cómo el hombre moderno consiguió poblar el mundo a partir de su continente natal, África. Durante largas décadas, los paleontólogos han ido dibujando un cuadro en el que, durante los últimos 40.000 años, aparecían dos únicos protagonistas: los neandertales, que en aquél tiempo ocupaban la mayor parte de Europa y extensas zonas de Asia (hasta que se extinguieron hace unos 15.000 años); y los humanos modernos, nuestros antepasados directos, que tras abandonar África unos veinte mil años antes de esa fecha, se multiplicaban y extendían por toda Eurasia.

En 2003, el panorama cambió tras la aparición de una tercera especie humana, un pequeño homínido aparecido en Indonesia y bautizado como Hombre de Flores. Y ahora, en un estudio que hoy mismo publica la revista Nature, Johannes Krause, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, de Leipzig, en Alemania, añade a la «familia» humana
una cuarta especie, un nuevo miembro que obligará a replantearse lo que creíamos saber hasta ahora.

Pero el descubrimiento de Krause y sus colegas pasará a la historia, también, por otra razón: se trata de
la primera vez que se describe una nueva especie de homínido a partir de su ADN y no de la morfología de alguno de sus huesos fosilizados. Un ADN que procede de un fragmento del hueso de un dedo descubierto en la Cueva de Denisova, en los montes Altai, al sur de Siberia. La cueva fue ocupada de forma intermitente por grupos de humanos desde hace por lo menos 125.000 años pero, a pesar de que han aparecido numerosas herramientas de piedra de diferentes periodos, en ella se han encontrado muy pocos restos humanos, totalmente insuficientes como para realizar los estudios morfológicos habituales.

Análisis de las mitocondrias

Es precisamente sobre estos escasos y fragmentarios restos fósiles que Krause ha llevado a cabo sus análisis genéticos. Análisis que han llevado al sorprendente e inesperado descubrimiento de una especie humana totalmente desconocida. El fragmento de dedo procede de una capa de sedimento cuya datación arroja
una antiguedad de entre 48.000 y 30.000 años. Y analizar el ADN de una muestra tan antigua es ya, de por sí, todo un reto para la Ciencia, que ha podido ser abordado gracias a las nuevas técnicas que el Instituto Max Planck está utilizando para otro gran proyecto (dirigido por Svante Pääbo, que también ha participado en esta investigación), el de secuenciación del genoma de un hombre de Neandertal.

Para realizar su trabajo, los investigadores se centraron en un tipo muy particular de ADN, el contenido en unos orgánulos del interior de la célula llamados
mitocondrias. Para enfrentarse a unas muestras tan escasas y antiguas, el ADN mitocondrial resulta mucho más adecuado, ya que cada célula contiene cerca de 8.000 copias (una en cada mitocondria) frente a las dos únicas copias que posee de ADN nuclear. Utilizando los mismos métodos de secuenciación ya usados con neandertales y mamuts, Krause consiguió ensamblar, a partir de varios fragmentos, una secuencia completa de ADN mitocondrial del dedo de Denisova.

Pero Krause no fue consciente de su hallazgo hasta que comparó esa secuencia con otras análogas de humanos modernos y de neandertales y se dio cuenta de que era única. ¿A quién podía pertenecer ese ADN de hace 40.000 años si no era de un neandertal ni de un Homo sapiens? Una posibilidad era que se tratara de un descendiente directo de Homo erectus, la especie que abandonó Africa hace ya casi dos millones de años y que sobrevivió en Indonesia hasta hace cerca de cien mil... pero nada hacía suponer que esa excepción pudiera aplicarse a Siberia, geográficamente tan alejada de Indonesia.

Una especie humana desconocida vivió hace 40.000 años en Siberia

El exterior de la cueva Denisova / Bence Viola

Los científicos se dedicaron entonces a la tarea de establecer comparaciones genéticas entre su nueva y flamante secuencia de ADN y las de las dos especies humanas que le fueron contemporáneas, la nuestra y los neandertales. El objetivo era buscar relaciones entre las tres especies humanas y construir un árbol evolutivo que las incluyera a todas. El resultado fue que todas ellas tienen (tenemos) un antepasado común que vivió hace cerca de un millón de años.

Pero si los humanos modernos evolucionaron en Africa, entonces este antepasado común de un millón de años de antiguedad también debía proceder del continente negro. Sin embargo, resulta imposible que el antecesor del hombre de Denisova fuera un Homo erectus, especie que comenzó a poblar Europa más de 900.000 años antes... Y la secuencia genética de Denisova tampoco se parecía a la de los antepasados directos de los neandertales, cuyo linaje se separó del que dio lugar a Homo sapiens hace 450.000 años, mucho después que la rama que desembocó en el hombre de Denisova.

Por lo tanto, y descartadas esas posibilidades, la única conclusión lógica era que la secuencia genética de Denisova perteneció a una clase desconocida de homínido que abandonó Africa en un proceso de migración (también desconocido) hace alrededor de un millón de años, y que ese homínido logró sobrevivir (por lo menos) en algunas zonas de Eurasia hasta hace 40.000 años.

ADN nuclear

Ahora, el siguiente reto para los investigadores es el de conseguir ADN nuclear de las muestras de Denisova. Algo, como hemos visto, mucho más complicado de obtener que el ADN mitocondrial, pero que aclararía mucho las relaciones de esta nueva especie con nuestros antepasados y con los neandertales. Por no hablar, claro, de que el método utilizado por Krause y sus colegas podrá ahora ser aplicado a un gran número de muestras fósiles procedentes de yacimientos de todo el mundo.

Con lo que el número de nuevas especies humanas desconocidas por nuestros científicos podría incrementarse de una forma espectacular, aclarando de una vez por todas el complejo y aún misterioso proceso que llevó a que una única especie, la nuestra, sobreviviera a todas las demás variedades humanas y colonizara por completo nuestro planeta.

Fuente:

ABC.es

Al respecto leo en el blog del Paleo Freak que no deberiamos de ser tan optimistas, pues la mujer X de Soberia no tendría que ser necesariamente una nueva especie.

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