- Se inventó como un apaño casero para proteger pequeñas heridas
- Los primeros modelos comerciales eran largas tiras enrolladas
La
chispa para el nacimiento de la tirita, esa tira
adhesiva por una cara con un apósito esterilizado en el centro que se
coloca sobre heridas pequeñas para protegerlas, fue Josephine. Era la
patosa esposa de Earle Dickson, un empleado de la compañía estadounidense de productos de higiene y sanitarios Johnson & Johnson.
Corría
el año 1920 y la pareja de recién casados vivía en New Brunswick, en el
estado de New Jersey. Earle trabajaba comprando el algodón para Johnson
& Johnson y ella era ama de casa, no muy mañosa. A menudo
sufría pequeños accidentes domésticos, sobre todo cocinando. Se hacia rozaduras, se quemaba o hacía pequeños cortes cuando preparaba algún guiso.
Él,
preocupado por su amada, se dio cuenta de que los vendajes
tradicionales eran grandes y aparatosos para heridas menores y
entorpecían los movimientos de su esposa. Por eso, a partir de ellos,
preparó lo que poco tiempo después se convertiría en la tirita.
Cortó y dobló muchos trozos de gasa que pegó en el centro de una larga
tira de esparadrapo que cubrió, para evitar que se pegara a sí mismo,
con tela de corpiño. Luego volvió a enrollar el apaño y lo dejó en el
aseo junto a unas tijeras para que su mujer cortara lo que necesitaba en
el momento de la cura.
Regalaron tiritas a las tropas de Boy Scouts
Le
comentó a un colega su invento, que le animó a enseñárselo a los jefes.
Así lo hizo. En principio estos no estaban demasiado entusiasmados
hasta que vieron la facilidad con la que se aplicaba la primitiva
tirita.
Así,
decidieron fabricar los novedosos vendajes bajo el nombre de Band-Aids.
Eran largas tiras de 45 x 7 centímetros. A pesar de que la empresa ya
era conocida por aquel entonces por sus vendajes para soldados, que
suministraba a la mayoría de los hospitales, no tuvieron demasiado éxito
y tan solo ganaron con las tiritas en un año 3.000 dólares.
No tiraron la toalla. Insistieron en
tratar de introducir el producto en el mercado regalando tiritas a las tropas de Boy Scouts
de todo el país. La estrategia tuvo buenos resultados y aumentó la
demanda. En 1924 empezaron a producir las tiritas de distintos tamaños y
longitudes. En 1938 se vendían esterilizadas y en 1951 en unidades
sueltas y no en rollos. Fue tal el éxito que Dickins fue ascendido a
vicepresidente de la compañía. Cuando murió, la empresa ganaba 30
millones de dólares al año con las ventas de tiritas.
Llegaron a España tras la Guerra Civil
A nuestro país
el apósito llegó en 1939, tras la Guerra Civil, de la mano del valenciano Gerard Coll,
fundador de la empresa Laboratorios Unitex, que desde 1988 forma parte
del grupo Hartmann. El primer nombre comercial fue Espárapractic Unitex,
que un año después pasaría a llamarse
'Tiritas', tan sencillo y pegadizo que se ha convertido en el nombre común de este instrumento. La Real Academia de la Lengua
incluyó en 1984 la palabra tirita en el diccionario.
Hoy en día es
imprescindible en los botiquines de medio mundo.
El diseño básico sigue siendo el mismo y se han añadido elementos como
el color adaptado a los distintos tonos de la piel o los dibujos
divertidos en el plástico para hacer más alegre el trance de sufrir una
herida a los niños. También hay
versiones con antibiótico en la gasa central para minimizar las infecciones.
Los científicos especializados en el desarrollo de tecnología médica han fijado la mirada en las tiritas como posibles
soportes de dispositivos que vigilen nuestra salud a distancia.
Por ejemplo,
incluirían un microchip que mediría la temperatura y las pulsaciones por minuto
de aquel que la lleve puesta y enviarían la información a un centro de
recepción de señal vigilado por un médico. De esta manera, los galenos
obtendrían la información cuando fuera necesario, a distancia y a
cualquier hora, sin necesidad de molestar al paciente si está, por
ejemplo, durmiendo en su casa o en el hospital.
Fuente:
RTVE Ciencia