“Tenemos una responsabilidad histórica. Estamos en un momento en que podemos decidir qué tipo de humanidad queremos”. Son palabras mayúsculas, tanto como el reto que se plantea Rafael Yuste. A este neurocientífico español, catedrático de la Universidad de Columbia (EE UU), le susurran en la conciencia los fantasmas de otros grandes científicos de la historia que abrieron la caja de Pandora. Él, que ha impulsado la iniciativa Brain, la mayor apuesta por descubrir los secretos del cerebro, no elude su responsabilidad: “Lo llevo como un deber”. Yuste sabe bien lo que su campo, la neurotecnología, ya es capaz de ver y hacer en nuestras mentes. Y teme que se nos vaya de las manos si no se regula. Por eso reclama a los Gobiernos de todo el mundo que creen y protejan unos derechos de nuevo cuño: los neuroderechos. Chile quiere ser el primer país que los recoja en su carta magna y ya se está negociando para que este espíritu se incluya en la estrategia del Gobierno español para la inteligencia artificial.
Cuando Yuste comenzó hace dos años a trabajar en la
iniciativa de los neuroderechos era casi un planteamiento abstracto, de
ciencia ficción. "Pero ha aumentado la urgencia de la situación, hay
problemas bastante serios que se nos vienen de frente; las compañías
tecnológicas se están metiendo en esto de cabeza porque piensan, de
manera acertada, que el nuevo iPhone va a ser una interfaz
cerebro-computadora no invasiva", advierte Yuste. El hombre que impulsó
un proyecto en EE UU de 6.000 millones de dólares para investigar el
cerebro enumera con preocupación los movimientos de los últimos meses.
Facebook ha invertido mil millones de dólares en una compañía que
comunica el cerebro con los ordenadores. Y Microsoft otros mil millones
en la iniciativa de inteligencia artificial de Elon Musk, que invierte
100 millones en Neuralink, una compañía que implantará finísimos hilos
en el cerebro de sus usuarios para aumentar sus competencias. Y a Yuste
le consta que Google está haciendo esfuerzos parecidos que no son
públicos. Ha llegado la era del neurocapitalismo.
“Estas grandes tecnológicas se están poniendo nerviosas para no quedarse atrás con el nuevo iPhone cerebral.
Tenemos que acudir directamente a la sociedad y a quienes hacen las
leyes para evitar abusos", afirma. La tecnología impulsada por Musk pretende ayudar
a pacientes con parálisis o extremidades amputadas a controlar su
expresión y movimiento o a ver y oír solo con el cerebro. Pero no oculta
que el objetivo final es el de conectarnos directamente con las
máquinas para mejorarnos con inteligencia artificial. La iniciativa de
Facebook es similar: una empresa con el historial de respeto por la
privacidad como la de Zuckerberg, accediendo a los pensamientos de sus
usuarios.