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9 de mayo de 2013

Las raíces del vínculo materno: El amor de la madre primate

Una hembra de gorila protege a su cría, escoltada por dos machos. | Bioparc Valencia

Una hembra de gorila protege a su cría, escoltada por dos machos. | Bioparc Valencia
Pronto se celebrará el Día de la Madre y es el momento perfecto para repasar lo fundamental que este rol social ha supuesto en la historia evolutiva de nuestra especie.

Según la Teoría de la Eva mitocondrial, todos los humanos actuales descendemos de un pequeño grupo de mujeres que vivieron hace unos 190.000 años en la zona oriental del continente africano. La evidencia se encuentra en un pequeño fragmento de ADN que poseemos todas las etnias del planeta tierra, transmitido por vía materna. Pero la historia de este fantástico viaje que ha supuesto la relación madre-cría en la evolución de los humanos y otros primates comenzó varios millones de años antes.

En los mamíferos, la responsabilidad del cuidado recae principalmente en las madres (95% de las especies conocidas). Las teorías clásicas apuestan por la aparición del cuidado materno debido a que los hombres no somos fiables. La tendencia a cazar, luchar e irnos con otras mujeres nos convierte en unos progenitores que proporcionan escasa seguridad a la hora de aportar los 13 millones de calorías que, el antropólogo Hillard Kaplan, ha calculado que son necesarias para criar a un humano hasta el momento de su independencia.
                 
La maternidad es un sistema de inversión parental clave para nuestra adaptación que no poseen todas las especies del Reino Animal. En peces, es frecuente que sea el padre el encargado del cuidado y crianza de la descendencia. En el caso de las aves, predomina el modelo en el que ambos sexos cooperan por igual. Pero estos animales no dependen tanto de los conocimientos de otros individuos para sobrevivir como nosotros.

Sin la existencia del cuidado maternal, los primates probablemente nos hubiéremos extinguido hace millones de años o simplemente no seríamos la especie tan exitosa que representamos hoy en día. A diferencia de otros animales, los grandes simios nacemos con pocas habilidades para comportarnos en grupos tan complejos como en los que vivimos. Las primeras lecciones sociales las aprendemos de nuestras madres.

En una visita reciente al Bioparc de Valencia, el biólogo responsable de primates Rubén Pardo, me contó que Mirinda, una hembra chimpancé solía poner límites al comportamiento de su cría Kimbo. Kimbo tenía la mala costumbre de hacer demostraciones de fuerza que copiaba de los adultos, pero que eran peligrosas ya que no correspondían a su edad ni poder. Mirinda solía parar de raíz estas conductas agarrándole, dándole a entender que no era lo adecuado. Es peligroso despertar la agresividad de otros machos adultos si no puedes hacerles frente.

Además, es necesario aprender a defenderse y obtener recursos del entorno. Esta flexibilidad tan característica de la especie humana supone una ventaja en ambientes cambiantes y complejos, ya que podemos aprender de la experiencia de otros, pero también es una desventaja porque dependemos muchos años de individuos que deben invertir gran cantidad de tiempo y energía en nosotros.



En la relación madre-cría también se produce un desarrollo emocional que jugará un papel clave en el futuro, tanto en la vida social como personal. En varios experimentos realizados por Harry Harlow sobre la importancia del apego con las madres para los primates, se demostró que unos macacos recién nacidos preferían estar con una falsa madre de trapo a una de frío metal, aunque esta última portaban un biberón.

Los resultados obligaron a modificar protocolos de trato en orfanatos y hospitales, con el objetivo de proporcionar mayor contacto físico a los bebés. Pero este papel afectivo no lo ha de cumplir necesariamente la madre biológica. En los casos de chimpancés huérfanos, suele ocurrir que una hermana de la madre u otra hembra no emparentadas asumen el cargo con gran entusiasmo.

Muchos primates mantenemos el vínculo con nuestras madres de por vida. Los bonobos continúan el contacto con sus madres pasados muchos años. En la mayoría de las sociedades humanas ocurre lo mismo. Las visitamos de manera periódica o mantenemos el contacto por teléfono e internet. En chimpancés, también hay registrados casos de relaciones de larga duración entre madres y sus hijos.
Sobre la base de la experiencia de la relación madre-cría, interpretamos y exploramos el mundo que nos rodea. Se ha demostrado que el estilo de apego que mantenemos con nuestras madres influye en la curiosidad, la creatividad, las ganas de vincularnos con otras personas y la tendencia a explorar el mundo. En una conversación que mantuve hace varias semanas con Jane Goodall, me contó el caso de madres chimpancés que aplican una fórmula muy exitosa: afectividad, ser juguetonas, tolerantes y dispuestas a poner límites.

En el fenómeno de la maternidad pueden rastrearse los orígenes del entendimiento mutuo y la empatía. La bióloga evolutiva Sarah Blaffer Hrdy cree que debido a la gran dependencia de las crías humanas, las madres del Paleolítico tuvieron que ser ayudadas por otros miembros de grupo: tías, abuelas, niños más maduros, etc. Gracias a esta organización en torno a los bebés, la sociabilidad de nuestra especie se vio favorecida.

La cooperación de todos era necesaria para sacar adelante a la descendencia, lo que generó mayor cohesión de los grupos y se favorecieron los mecanismos de entendimiento. De hecho, aún hoy en día, podemos comprobar como en sociedades menos industrializadas que la nuestra, la implicación de toda la familia en la crianza es frecuente. En España aún quedan algunas reminiscencias y puede que la crisis que haya hecho florecer de nuevo esta tendencia tan ancestral.
                    
De lo que sí podemos estar seguros es que la maternidad ha cambiado la historia evolutiva del ser humano para siempre. A partir de ese vínculo tan especial se han desarrollado o potenciado otras capacidades cognitivas que hacen de nuestra especie un animal excepcional. Además, pocas cosas en común son tan fáciles de entender para cualquier ser humano del planeta, por diferente que sea, que la experiencia vital de haber tenido una madre.

Fuente:

Yo Mono (El Mundo)

23 de abril de 2013

Las raíces de la agresividad: Los primates terroristas

Los dos hermanos chechenos, presuntos autores del atentado de Boston. | Reuters

Los dos hermanos chechenos, presuntos autores del atentado de Boston. | Reuters
En los atentados terroristas, como el ocurrido en Boston el martes pasado, en el que varias bombas estallaron al paso de los corredores de una maratón, se puede extraer mucha información a partir de la cual generar debate sobre el simio bipolar que es el ser humano, como dice el primatólogo Frans de Waal.

Por un lado están los autores del atentado, los cuales, presuntamente han sido dos jóvenes estudiantes chechenos con permiso de residencia en los Estados Unidos. Sea cual sea el mantra que se repitieron a sí mismos para justificarlo, uno de los elementos esenciales es que estamos ante grupos de personas que utilizan el miedo como elemento de persuasión, debido a que apuestan por causas que no pueden ser defendidas mediante las palabras y el debate.

Los chimpancés carecen de lenguaje hablado y de afiliación religiosa, pero existen comunidades en los que un individuo o varios pueden llegar a comportarse como verdaderos terroristas. Algunos individuos muestran comportamientos xenofóbos, motivados una ansiedad que, tanto a ellos como a nosotros los humanos, nos genera "el otro" o "lo diferente". Por esta razón hay que tener mucho cuidado cuando se forman grupos de primates de manera artificial, ya que siempre es un momento de gran tensión.

El resentimiento del macho expulsado

Pero también hemos identificado otras causas. En varias especies de primates, algunos machos jóvenes son expulsados del grupo a la fuerza. Estos suelen aliarse con otros machos que están en su misma situación, creando así una tropa compuesta exclusivamente de machos expulsados o periféricos. Este tipo de alianzas pueden ser peligrosas.

De modo similar y sin ser en caso alguno una justificación para realizar tales atrocidades, muchos terroristas y asesinos en serie tienen en común un sentimiento de rechazo o expulsión, ya sea en su país de origen o destino.

En Sudáfrica, por ejemplo, se han producido más de cien muertes de rinocerontes por ataques de elefantes en tiempos recientes, una especie con la que no se tenía noticia de que entraran en conflicto. Cuando se estudió el historial de los agresores, todos tenían en común el que eran huérfanos macho que habían presenciado la muerte de sus madres, en la mayoría de los casos por armas de fuego, a manos de cazadores furtivos. La solución consistió en introducir individuos adultos de elefantes que controlaran la agresividad de los más jóvenes.

Hasta tiempos recientes, se pensaba que los terroristas eran psicópatas, pero en estudios de personalidad quedó reflejado que no poseen trastornos de la personalidad diferentes a los de las personas 'normales'. Posteriormente se hicieron estudios en barrios donde habían nacido y habitado tradicionalmente los terroristas. Tampoco se encontró una mayor tasa de este desorden.

El lado positivo de nuestro instinto tribal

Pero por otro lado está la reacción de las víctimas y la sociedad a la que pertenecen. Tanto en el 11-S como el 11-M, la actitud de la ciudadanía fue ejemplar. Boston no ha sido una excepción. En estas circunstancias es cuando más comportamientos altruistas por segundo se producen. Es el momento en el que se activa el lado más positivo del instinto tribal que todos llevamos dentro, responsable de los actos más bellos de nuestra especie.

Gente que se queda sosteniendo la mano de víctimas hasta que una ambulancia libre pueda atenderles, personas que comparten su poco o mucho conocimiento para afrontar este tipo de situaciones, grupos de vigilancia que se organizan de manera espontánea para vigilar los barrios y un largo etcétera.
Del mismo modo, entre primates no humanos es frecuente que se consuelen los unos a otros tras un suceso que ha generado angustia. Estos suelen abrazarse, lo que disminuye el estrés. Y es que la cohesión es una buena estrategia ante las consecuencias psicológicas del miedo.

Cohesión y unidad frente al dolor

Pero los humanos, además del uso del contacto físico, también somos capaces de contener la ansiedad del grupo mediante la palabra, lo que nos permite llegar a más gente de manera simultánea. El discurso pronunciado por Obama es un intento de aliviar el dolor psicológico en forma de estrés, tristeza o angustia que estos atentados terroristas han generado. La llamada a la cohesión, la unidad y la corresponsabilidad en superar estos sucesos es lo mismo que haría un líder de una tribu africana tras un asesinato de uno de sus miembros.

Algunos expertos en psicología del terrorismo, como Clark McCauley, creen que debemos aceptar que todos podemos ser terroristas bajo determinadas circunstancias. Aceptemos o no esta hipótesis, esta ínfima minoría violenta representa lo peor del ser humano. El límite extremo negativo de lo que es capaz de hacer el simio bipolar que representa el ser humano.

Aún así, no podemos permitir que acontecimientos como el de Boston nos hagan centrar la atención en el lado más oscuro y eclipsen el hecho de que por cada gramo de metralla emergen miles de acciones altruistas, las cuales ponen al descubierto nuestro mejor lado como especie.

Fuente:

El Mundo Ciencia

18 de abril de 2013

¿Qué animales se automedican como los hombres?


Chimpancé

El concepto de automedicación no es exclusivo del Homo sapiens. Se conocen muchas especies de animales que deciden ingerir ciertas sustancias por su interés farmacológico y no solo por cuestiones de nutrición. No obstante, es un fenómeno poco estudiado en la naturaleza.
 
Varios expertos en ecología y biología evolutiva analizan las causas de este comportamiento en un artículo publicado en Science, y centrado en el uso de la automedicación para curar o prevenir enfermedades parasíticas. 

Aunque los chimpancés buscan hierbas medicinales para purgarse de posibles parásitos, no solo se automedican las especies de animales con una alta capacidad para observar y aprender. De hecho, muchos lo hacen mediante comportamientos innatos, no aprendidos. 

En el artículo, los autores exponen varias consecuencias de la automedicación, que incluso pueden afectar al ser humano de manera indirecta. 

En primer lugar, influye en la transmisión y virulencia del parásito. Por ejemplo, cuando la mariposa monarca deposita sus huevos en asclepias –plantas herbáceas–, tóxicas para los parásitos, estos aumentan su virulencia. 

La respuesta inmune de estos animales –que tiene un costo muy alto–, puede reducirse o incluso eliminarse por efecto de la automedicación. Es el caso de las abejas, que al utilizar antimicrobianos en sus nidos han evolucionado hasta perder ciertos genes inmunológicos. 

Además, los autores se atreven a pronosticar que, si se llevan a cabo más estudios, podrá observarse que los huéspedes han adaptado su comportamiento a sus parásitos, y que la automedicación está más extendida de lo que se creía. 

El estudio de la automedicación también afecta a la producción de comida y medicamentos por parte del ser humano. Algunas enfermedades animales pueden ser peores si se interfiere en la capacidad de los animales para medicarse, como puede pasar con las abejas seleccionadas para producir poca resina en sus panales –sustancia antimicrobiana que reduce la producción de miel–, y que se ven expuestas a infecciones. 

Por último, dado que el Homo sapiens es también un animal ‘farmacéutico’, y muchas medicinas modernas derivan de plantas y productos naturales, estudiar la medicación animal puede ayudar a descubrir nuevos fármacos de utilidad.

¿Existen las farmacias entre los animales?

Desde que en 1978 se describiera este comportamiento aplicado a la eliminación de parásitos, la lista de animales ‘farmacéuticos’ ha crecido hasta incluir polillas, hormigas, abejas e incluso la mosca de la fruta Drosophila

Las plantas medicinales pueden emplearse para curar o prevenir parásitos en el propio animal –como hacen babuinos y algunas orugas–, pero también se utilizan con la misma intención de manera social –como hace Drosophila con sus crías, o ciertas hormigas con sus compañeras–. 

Las investigaciones sobre esta medicación social o transgeneracional indican que el estudio de la automedicación no debe centrarse en el ‘auto’, sino en la eficacia biológica que estos comportamientos aportan a la población.

Fuente:

GeoMundo

12 de abril de 2013

'Esperamos que la genética no se use para diseñar seres humanos' - Libro: "El sello indeleble"

Arsuaga (i) con una copia de un cerebro de 'australopithecus'. Martín-Loeches con el de un 'sapiens'.| Alberto Cuellar

Arsuaga (i) con una copia de un cerebro de 'australopithecus'. Martín-Loeches con el de un 'sapiens'.| 

Los avances en genética de los últimos años están cambiando lo que los científicos creían saber de nuestra especie. Por ejemplo, han permitido averiguar lo mucho que nos parecemos a los grandes primates. Tanto, que humanos y chimpancés comparten más del 98% de sus genes: "Fue una enorme sorpresa averiguarlo. Para empezar, nadie imaginaba que un organismo tan complejo como el nuestro tuviera tan pocos genes, pues se pensaba que tendríamos más de 100.000. Es impresionante que tan pocos genes [pocos más que algunos gusanos] produzcan tales capacidades. Cuando comento con gente joven lo sorprendente que es que tengamos tan poca distancia genética con el resto de mamíferos a ellos no se lo parece, porque lo han aprendido. Pero es que yo estaba ahí cuando se descubrió, y sé la conmoción que supuso". El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, director del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos (UCM-ISCIII), recuerda así lo que supuso para la ciencia la secuenciación del genoma humano, y posteriormente el de nuestros parientes más cercanos.

¿Qué es lo que hace entonces única a nuestra especie? Junto con el psicólogo Manuel Martín-Loeches, también investigador del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos, han intentado encontrar una definición para el 'Homo sapiens'. Sus conclusiones han quedado plasmadas en 'El sello indeleble. Pasado, presente y futuro del ser humano' (editado por Debate), una obra en la que elaboran una lista sobre las señas de identidad que hacen única a nuestra especie y reflexionan sobre su origen a partir de las aportaciones de científicos de los siglos XIX y XX. No obstante, Arsuaga subraya que "queda tanto por investigar que la lista de rasgos únicos del hombre es más un proyecto que un resultado definitivo".

Los rasgos que nos hacen únicos

Los rasgos más llamativos, según Martín-Loeches, son los sociales: "Uno que me llama mucho la atención es la gran cantidad de energía que consume el cerebro, aproximadamente el 20% de la energía que ingerimos. Este coste tan elevado no puede ser sino para permitir la convivencia social y en circunstancias complicadas. Por eso el cerebro tiene que trabajar tanto", explica.

"Por ejemplo, se dice que son característicos rasgos con los que podríamos estar de acuerdo, como la previsión o la planificación a largo plazo. Pero hay emociones como la vergüenza, la culpa o el orgullo, que hay que investigar si son exclusivamente nuestras", señala Arsuaga.

[foto de la noticia]

"[Charles] Darwin decía que sonrojarse era la única emoción exclusivamente humana, y es una señal social de que algo no estás haciendo bien", apunta Martín-Loeches. "Es un tipo de emoción muy curiosa porque uno desearía que no ocurriera y eso nos lleva a plantearnos cuál es su función", añade Arsuaga.

El codirector del yacimiento de Atapuerca (Burgos) cita como otro ejemplo de lo mucho que queda por investigar un estudio que señalaba como atributo clave para la evolución "el lanzamiento de proyectiles con puntería y fuerza, y destreza para evitarlos, especialmente en los machos": "La nuestra es la única especie que lanza objetos con puntería y fuerza. Los chimpancés, por ejemplo, no lo hacen, les falta coordinación. Y seguramente es imprescindible para fabricar utensilios porque hay que tallar, golpear una piedra con la otra y hay que tener puntería. Tiene que haber sido muy útil para la supervivencia y la capacidad de alejar depredadores arrojando piedras con puntería", reflexiona Arsuaga. "Esto requiere adaptaciones en el cerebro para coordinar lo que se ve con lo que se hace", añade Martín-Loeches.

Lea el artículo completo en:

El Mundo Ciencia

21 de marzo de 2013

El "dilema del prisionero" al estilo de los chimpancés

Chimpancé

"No encuentras un montón de gente trabajando con chimpancés en las escuelas de negocios".

La frase, entre en broma y en serio, se la dice a BBC Mundo Alicia Melis, profesora de ciencias del comportamiento de la británica Warwick Business School.

Sin embargo, como los grandes logros de la humanidad han ocurrido gracias al trabajo en equipo, la profesora decidió estudiar cómo se relacionan la cooperación, reciprocidad y el trabajo en equipo en nuestros parientes primates más cercanos: los chimpancés.

"Quisimos saber de dónde viene la capacidad humana de cooperación y trabajo en equipo y si este es un elemento único nuestro o no", explicó la doctora Melis, investigadora a cargo del proyecto.

La investigación arrojó que los chimpancés no sólo pueden coordinar acciones con los demás, sino también comprender que la necesidad de ayudar a un compañero puede ser fundamental a la hora de lograr un objetivo común.

El estudio, realizado en conjunto por los científicos de Warwick Business School, Reino Unido, y el Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, fue publicado en la revista Biology Letters.

Cooperar o morir. O al menos, perder

Chimpancé

¿Cooperar o no cooperar? He ahí el dilema.

Un rastrillo, un palo, una caja cerrada y, por supuesto, un trofeo dentro de ella, compusieron los elementos del experimento.

El estudio se realizó con 12 chimpancés del Santuario de Agua Dulce en Kenia, refugio de chimpancés "huérfanos", que han sido comercializados ilegalmente como mascotas o salvados de convertirse en "carne de monte" del comercio.

Los animales fueron puestos en pares, frente a una caja de plástico sellada. El chimpancé de la parte trasera debía empujar las uvas sobre una plataforma, utilizando un rastrillo. El chimpancé en la parte delantera debía empujar un bastón grueso a través de un agujero para inclinar la plataforma. Si ambos hacían su parte de la tarea, las uvas caían al suelo y ambos podían disfrutar del trofeo.

Las herramientas eran entregadas a uno de los primates del equipo, el cual debía cuál de ellas le entregaría a su pareja. Diez de los 12 individuos lograron entender que debían compartir las herramientas y el en el 73% de los casos la decisión sobre cuál herramienta ceder fue la correcta.

Cuando se trata de acceder a alimentos, los chimpancés son generalmente bastante competitivos y "prefieren trabajar solos y monopolizar todas las recompensas de comida", explica la profesora. Sin embargo, el experimento demostró que "están dispuestos y son capaces de soportar un socio estratégico en el desempeño de su papel cuando su propio éxito depende de la pareja".

Ayuda interesada

Ni los humanos ni los chimpancés son especies únicas a la hora de cooperar para lograr objetivos conjuntos. ¿Cuál sería entonces la novedad?

Según Melis, en otros grupos de animales, "el nivel de coordinación intencional que subyace a estas acciones de grupo no está claro y el éxito podría deberse a acciones independientes pero simultáneas hacia la misma meta".
"Utilizaron un nivel de razonamiento mucho mayor del que pensábamos"

Alicia Melis, profesora de Warwick Business School

Sin embargo, según el equipo a cargo del estudio, este proporcionaría por primera vez una relación de coordinación y trabajo en equipo que pasa por la comprensión.

"Lo sorprendente es que en un punto entendieron que su pareja necesitaba ayuda y que, si no cooperaban, no lograrían el objetivo", le comentó Melis a BBC Mundo.

Esto demuestra que pueden trabajar estratégicamente juntos, al igual que los humanos

"También nos sorprendió que cometieron muchos menos errores de los presupuestados. Utilizaron un nivel de razonamiento mucho mayor del que pensábamos", aseguró la investigadora.
Fuente:
BBC Ciencia 

2 de marzo de 2013

La chimpancé que ayudó a hablar por primera vez a un niño autista

Un niño ante un chimpancé en el Zoo de Colywn Bay (Gales, Reino Unido). | EM

Un niño ante un chimpancé en el Zoo de Colywn Bay (Gales, Reino Unido). | EM
Es común que los niños con autismo no comiencen a hablar hasta pasados varios años tras su nacimiento. En una ocasión, un grupo de chicos con esta enfermedad visitó a Gina, una hembra de chimpancé que vive en el Zoo de Sevilla, a la que ya dedicamos un blog anterior debido a su sorprendente afición a ver ciertos programas de televisión. Los padres estaban acompañando a sus hijos cuando pasado un buen rato llegó la hora de marcharse. Los chicos comenzaron a recoger, pero Gina y uno de los niños autistas se quedaron inmóviles, pegados contra el cristal sin dejar de mirarse fijamente el uno al otro.

El padre le intento apresurar:"¡Vamos, ya es hora de irnos!" Fue entonces cuando se produjo un hecho asombroso. El niño, que nunca había pronunciado palabra, giró la cabeza y le dijo al padre: "quiero quedarme un rato más papá...". En aquel instante, se erizaron los pelos de emoción a todos los asistentes y su padre comenzó a llorar de emoción. Hasta entonces nadie sabía cómo era su voz.

Esta semana se ha publicado en la revista 'Plos ONE' una investigación cuyos resultados demuestran que los niños con autismo mejoran sus interacciones sociales con otros compañeros cuando estos están en contacto con conejillos de indias (cobayas) frente a los datos obtenidos cuando solo tenían juguetes.
Otros estudio publicado en el 'Journal of Psychoneuroendocrinology' en 2010 también concluía que los perros ayudaban a estos niños a sentirse mejor, ya que se relajaban más a la hora de expresar sus sentimientos y necesidades.

Esto es fundamental para que se socialicen con su entorno familiar y de amistades, además de desarrollar habilidades psicomotrices. Los niveles de cortisona en saliva -una hormona asociada al estrés-, se medían antes y después de la interacción con los perros. Los resultados ponían de manifiesto que los niveles de esta hormona descendían enormemente gracias a la presencia de los canes.

¿Pero por qué sucede esta increíble conexión entre los animales y las personas con autismo? La profesora de conducta animal de la Universidad Estatal de Colorado, la doctora Temple Grandin, sufre de síndrome de Asperger, que es una variante de autismo. Al igual que otras personas con este diagnóstico, Grandin mantiene relaciones estrechas y afectuosas con los animales.



Sus investigaciones han provocado en el pasado cambios drásticos en algunas granjas y mataderos de Estados Unidos para convertirlos en lugares un poco menos aterradores. Ella misma probó algunos de los mecanismos que se utilizan con el ganado para comprobar qué sentían los animales. Los detalles que los que es capaz de percibir nos ayudan a desvelar algunas claves del por qué de esta habilidad para conectar con otros seres vivos.

Grandin sostiene que al igual que los autistas, los animales tienen emociones sin contradicciones, lo cual genera una comunicación sin interferencias. Los animales no son capaces de usar metáforas o dobles sentidos que los humanos solemos crear mediante el lenguaje. Estos son difíciles de interpretar para las personas con esta problemática. Es sabido que en algunos casos los niños autistas toman de manera literal expresiones que son inofensivas para el resto, como por ejemplo "te voy a comer", las cuales les aterra hasta que aprenden que no se trata de algo real.



Según Grandin, su habilidad se basa en el pensamiento visual, manera en la que probablemente piensan muchos animales. Debido a que su memoria se basa en fotografías, el pensamiento mediante imágenes le permite percibir detalles que aterrorizan o agradan a los animales, como sombras, refugios, pasadizos, reflejos metálicos o instalaciones oscuras. Esta manera de percibir la realidad de algunos autistas les sirven de puente para conectar con un mundo de criaturas de cuatro patas los cuales proporcionan confianza y seguridad.

Pero los efectos beneficiosos de los animales sobre las personas no se restringen al autismo. Del mismo modo, ya se ha probado en numerosas ocasiones que la presencia de animales provoca grandes mejoras en casos de depresión, baja autoestima o fobia social.

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El Mundo Ciencia 

26 de febrero de 2013

Mono en EE.UU. controla mentalmente a un robot en Japón

monobot1

El investigador de interfaces cerebro-máquina Miguel Nicolelis presentó un experimento bastante inusual en una charla TED, publicada recientemente por la organización: Una mona en Estados Unidos que puede controlar a un robot en Japón sólo con el pensamiento.

“Esta es la liberación completa del cerebro de las limitaciones físicas del cuerpo”, afirma Nicolelis, pionero en el campo de las neuroprótesis. Junto a su equipo en la Universidad de Duke desarrollaron una tecnología para “escuchar” al cerebro, que permite detectar cuando las neuronas están activas enviando una instrucción y encontrar patrones en “sinfonías cerebrales”, que luego se pueden conectar con máquinas para reproducir un movimiento. El resultado es que un animal como Aurora (la mona) puede aprender a controlar avatares virtuales y máquinas en el mundo real sin contacto físico.

Nicolelis entrenó a Aurora en 2003 para jugar un videojuego usando un joystick (con jugo de naranja como recompensa al hacerlo bien), mientras se registraban las señales enviadas por su cerebro con las instrucciones que enviaba a su brazo. Esas instrucciones eran luego procesadas por un computador, ya que la idea era que Aurora pudiera reproducirlas en un brazo robótico sólo con su pensamiento. Y eso es lo que se logró: Aurora luego podía jugar el videojuego sin tocar el joystick, sino que enviando instrucciones mentales al brazo robot para que hiciera los movimientos por ella. “El modelo de sí misma que Aurora tenía en su mente se expandió para obtener un brazo más”, dice Nicolelis – Aurora no perdió el uso de sus otros dos brazos, que podía seguir usando para hacer otras cosas mientras controlaba el tercer brazo robot.

El siguiente paso fue crear un avatar virtual de Aurora que ella pudiera controlar con la mente, y explorar objetos que aparecen en el mundo virtual. Cuando la mona tocaba algo en el mundo virtual, se enviaba una señal a su cerebro, provocando una sensación de tacto pero sin pasar por la piel. “El cerebro aprende a procesar esta nueva sensación y obtiene un nuevo camino sensorial, es como un nuevo sentido”, dice Nicolelis. De este modo el control del avatar se hace directamente con el cerebro, y el sistema envía feedback directo al cerebro, sin pasar por acciones en el mundo físico.

El investigador decidió llevar esto al siguiente nivel tiempo después al hacer que Aurora corriera sobre una trotadora en la Universidad de Duke para controlar a un robot en Kioto, Japón.

“Lo que sucede aquí es que la actividad cerebral que genera el movimiento en el mono fue transmitida a Japón, y se hizo caminar a este robot, mientras se enviaba de vuelta a Duke el video del robot caminando, para que el mono pudiera ver las piernas de este robot caminando frente a ella, y pudiera ser recompensada no por lo que su cuerpo estaba haciendo, sino por cada paso correcto que diera el robot al otro lado del mundo”, afirma.

El tiempo en el que la señal viajó desde el cerebro de Aurora hasta Kioto, más el tiempo que le tomó al video llegar de vuelta a Duke fue 20 milisegundos menos que lo que le toma a una señal viajar desde nuestro cerebro hasta nuestras piernas, indica Nicolelis, lo que según el investigador implica que “nuestro concepto de nosotros mismos no termina en las células de nuestro cuerpo, sino que en la última capa de electrones de la herramientas que hemos estado comandando con nuestro cerebro”.

Si bien podemos pensar en varias aplicaciones de ciencia ficción a una tecnología como ésta, el objetivo de Nicolelis está en restaurar la habilidad de personas cuadrapléjicas y parapléjicas de controlar sus propios miembros de nuevo, saltándose el daño de la médula espinal y enviando las señales cerebrales a un “nuevo cuerpo” – un exoesqueleto robótico. El proyecto “Walk Again” reúne a científicos de Europa, Estados Unidos y Japón.



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FayerWayer

18 de febrero de 2013

Las luchas de poder en la 'manada' del Vaticano

El papa Benedicto saluda a los fieles en la Plaza de San Pedro del Vaticano. | Reuters

El papa Benedicto saluda a los fieles en la Plaza de San Pedro del Vaticano. | Reuters
Shaun Ellis es un experto en la conducta de los lobos que llevó a cabo un experimento muy interesante. Su objetivo era enseñar a unas crías huérfanas a ser verdaderos lobos, como sus propios padres hubieran hecho. Para ello, Ellis vivió las 24 horas del día con la manada de la cual se erigió como líder. Durante meses usaba la misma ropa para conservar el olor que le identificaba y también mostraba su dominancia a la hora de comer, como cualquier otro lobo alfa hubiera hecho.

Les paseaba por el bosque para enseñarles a cazar, defenderse e incluso les dio sus primeras lecciones sobre cómo aullar. Un día Ellis tuvo que hacer un viaje a Polonia durante unas semanas. Al volver se percató de que la organización de la manada estaba viviendo cambios profundos. Otros machos de la manada le habían comenzado a retar. Lejos de enfrentarse, decidió ceder el liderazgo y aceptar su nuevo papel de subordinado. Entendía que esto era lo natural y debía ser así dado el momento crítico en el que se encontraba la manada. La lección que nos proporciona esta hermosa historia es que las sociedades están en constante cambio y ninguna posición es eterna. Nuestra especie no es una excepción.

Benedicto XVI ha anunciado esta semana su intención de renunciar al cargo a finales de este mes. Todo grupo llega a un punto en el que es necesario relevar al líder y sustituirle por otro que sirva mejor al colectivo. Es ley de vida. Las causas pueden ser varias. Entre las más frecuentes se encuentran el desgaste y la falta de empatía con los subordinados, pero también se puede deber a una necesidad del colectivo de mostrar una gran fortaleza y desarrollar la innovación en momentos difíciles.


Vídeo 1: Chimpancés compitiendo por el liderazgo

Todos sabemos que las jerarquías pueden llegar a ser asfixiantes y en ocasiones se intentan mantener de manera agresiva, pero también poseen diversas funciones sociales que no conviene olvidar para evitar los posibles excesos. Su ventaja es que evitan muchos de los conflictos intragrupales que podrían acabar con el grupo. La igualdad en sociedades compuestas por miles o millones de personas es complicada de alcanzar.

Las jerarquías determinan lo que en etología llamamos «orden del picoteo» (pecking order), mediante el cual los individuos conocen cuáles son sus límites a la hora de repartir los recursos. De esta manera tenemos una idea aproximada de la parte del pastel que nos corresponde a cada uno en ámbitos como la alimentación o la reproducción. Existe un «pecking order» en las familias, las empresas y cualquier otro tipo de organización. Este favorece la armonía del grupo a pesar de que en ocasiones conduzcan a graves injusticias si el líder es muy autoritario y egoísta.

Por otro lado, sabemos que en las jerarquías en las que se compite demasiado se dificulta la innovación. En un experimento realizado con niños se escogieron a dos grupos para ver los efectos de la competición en la creatividad. A uno de ellos se le dijo que se premiarían a los mejores dibujos realizados. Al otro se le informó de que solo el mejor podía ganar. La calidad y creatividad de los dibujos era mayor en el primer grupo, donde la competencia y la presión eran de menor intensidad que en el segundo. Estas consecuencias negativas de la competición exacerbada también suceden en otros primates. Por ejemplo, unos macacos que habitan la Isla de Khosima (Japón) aprendieron a lavar patatas. Debido a que los machos siempre están en tensión los unos con los otros, estos fueron los últimos en aprender la técnica.



Vídeo 2: Macacos lavando patatas

Las jerarquías estrictas también suponen una ventaja en la defensa del territorio y la conquista de nuevos. Esta parece ser una de las misiones fundamentales para la Iglesia del siglo XXI: no perder más adeptos en Europa, mantener la influencia en países como México, Brasil y Filipinas y lanzarse a la conquista de otros como el continente africano y asiático. El perfil conservador y el estado de salud de Joseph Ratzinger no facilitaban esta estrategia.

Sabemos gracias a la investigación con primates que en momentos de crisis en los que hay que conquistar nuevos territorios o hacer frente a peligros que amenacen la continuidad de la organización, las jerarquías estrictas conducidas por un líder fuerte son eficaces. Las denuncias por casos de pederastia que ya se acumulan por miles en los jugados han debilitado mucho a la Iglesia. Este es el otro gran desafío al que se enfrenta la élite eclesiástica y razón por lo que la sucesión puede haberse adelantado.

Para los primates y otros mamíferos, el ostracismo es el peor de los castigos posibles. Cuando la presión se hace insoportable, el macho alfa puede acabar expulsado pero también puede aceptar una posición relegada y continuar viviendo en el grupo, al igual que ocurrió en el caso de los lobos y Ellis. En las próximas semanas y meses seremos testigos de cuál es el resultado final y las consecuencias para Ratzinger.

En las sociedades de chimpancés, los cambios en las posiciones sociales de sus miembros son procesos constantes, similares al gotear de un grifo, los cuales conllevan una gran cantidad de maniobras políticas mucho antes de que se produzca una verdadera sucesión. Alianzas, facciones, bandos, manipulaciones y presiones son moneda común en la política de los primates humanos y no humanos. De lo que somos testigos no es más que el desenlace final. La punta de un iceberg del cual solo es visible 1/9 de su verdadera masa. El cónclave será el acto final de un proceso que pudo comenzar hace varios años y solo ahora se ha hecho visible para el resto de la sociedad.

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Yo Mono (El Mundo)

4 de febrero de 2013

Seres humanos: Las raíces de la lucha por el poder



Vídeo 1: El líder de la manada pierde el trono

En la obra de William Shakespeare 'El Rey Lear', el anciano monarca bretón es traicionado por su hija Cordelia, quien junto a su nuevo marido el Rey de Francia, le engañan para robarle el trono a modo de venganza por haberla desheredado previamente. Este tipo de maniobras políticas que realizamos los humanos para alcanzar o mantenernos en el poder existen hace millones de años, mucho antes de que surgiera el género 'Homo'.

A pesar de que la compleja cultura en la que vivimos en ocasiones nos impiden visualizar la esencia de algunos fenómenos sociales, lo cierto es que existen grandes similitudes con los animales en cuanto a las estrategias de poder de la monarquía y las tensiones que se producen con el 'pueblo'.

En una investigación sobre los macacos, se encontraron políticas muy similares a los matrimonios de conveniencia que tradicionalmente han realizado las monarquías europeas. En esta especie, la organización social está jerarquizada por niveles muy bien delimitados. Debido a que las hembras se quedan a vivir en el grupo natal existe algo similar a una 'aristocracia': familias enteras ocupan posiciones sociales elevadas por el solo hecho de haber nacido en un grupo determinado.

Pero lo interesante es que las madres que ocupan los lugares más bajos tienen una estrategia muy peculiar de ascender socialmente a su familia. Éstas tratan de juntar a sus pequeños con crías del estrato más alto abrazándoles con fuerza a ambos varias veces durante la infancia.

Los resultados demostraron que hay más probabilidades de que los macacos que compartieron dichos abrazos tengan descendencia común que otras parejas posibles. Un dato adicional interesante es que las 'suegras' candidatas tratan de impedirlo siempre que pueden, interponiéndose entre ambos para evitar el contacto físico.

El proceso de sucesión o destitución de un líder de avanzada edad por uno más joven es otra de las dinámicas sociales del poder más frecuentes e importantes en los grupos, tanto en primates humanos como en no humanos. Este inevitable proceso lo tienen que vivir desde las corporaciones más cotizadas del Ibex 35 hasta las comunidades de chimpancés en Tanzania.

En la colonia de chimpancés de Arhem (Holanda), donde Frans de Waal estudió el comportamiento político de los chimpancés durante años, se vivió un proceso similar al que puede estar entrando nuestro país en la actualidad con el caso del Rey Juan Carlos I. En este grupo de animales el líder era un viejo chimpancé llamado Yeroen.

Su liderazgo se basaba en la experiencia y en la alianza con otros viejos chimpancés. Cada año que pasaba, a Yeroen le costaba más demostrar su poder al resto del grupo y conseguir los saludos de sumisión típicos de los subordinados; un ritual que deja claro cuáles son las posiciones de cada uno.

Salvando las distancias culturales, estos acontecimientos poseen elementos en común con el incremento de las críticas hacia el Rey en la calle y en los medios de comunicación, algo inaudito hasta hace bien poco debido a que existía un pacto de caballeros al respecto que los últimos sucesos han puesto en peligro.




Vídeo 2: La pelea por la sucesión del líder destronado

Yeroen continuaba envejeciendo. Cuando hacía exhibiciones de fuerza las finalizaba antes de lo habitual y acababa exhausto. A veces resbalaba o tropezaba, algo que no pasaba desapercibido para el resto del grupo. Su energía estaba en claro declive y pronto fue aprovechado por otros rivales. De Waal cree que hubiera sido un grupo estable, de no haber llegado Nikkie, un joven enérgico y con un espíritu alborotador.

Desde ese momento se produjo una batalla por el poder que duró varios años hasta que Nikkie ascendió a la posición de líder del grupo, gracias a que gradualmente varios miembros se fueron poniendo de su lado. Aunque no podemos acceder directamente a la mente de los grandes simios para saber cuál es su motivación, el por qué evolutivo del apoyo a un líder de menor edad puede deberse a una necesidad de estabilidad y continuidad en el grupo ante momentos de crisis.

Los procesos de inversión de roles en los colectivos son lentos y suelen durar varios meses o años. Se llevan a cabo mediante sutiles movimientos en el día a día que acaban con el líder depuesto debido a la cambios en la actitud del colectivo, como por ejemplo la retirada del respeto que le ocurrió a Yeroen.

Pero antes de que esto ocurra en España, seremos testigos de numerosas estrategias en una y otra dirección, en la que las diferentes facciones demostrarán, una vez más, que la lucha por obtener el poder al igual que nuestra resistencia ante él, son poderosos instintos que están impresos a fuego en lo más profundo de nuestro ADN como primates.

Fuente:

Yo Mono (El Mundo)

28 de enero de 2013

Las raíces evolutivas del 'buen samaritano'



El policía que salvó a una mujer de ser arrollada por el metro. | EFE.

El policía que salvó a una mujer de ser arrollada por el metro. | EFE.

El pasado martes por la noche, cuando un hombre saltó a las vías del metro de Madrid sin pensarlo dos veces para rescatar a una mujer que había caído accidentalmente, los modelos mentales que ven al hombre como una especie con tendencia a la maldad y el egoísmo se pusieron en entredicho una vez más.

Desde que éramos bien pequeños, en la 2 de TVE han predominado los documentales de animales en los que se trasladaba una imagen de la naturaleza cruel, donde impera la ley del más fuerte y todos compiten contra todos. Manadas que se ven forzadas a abandonar a crías heridas, violencia entre especies, batallas incesantes por obtener el poder y un largo etcétera, forman parte del imaginario colectivo sobre las motivaciones e instintos que imperan en el Reino Animal. Afortunadamente, cada vez son más los científicos que se ven atraídos por el otro lado de la moneda, es decir, por comportamientos prosociales como son el altruismo, la cooperación o el auxilio.

Cada vez que una persona pone en peligro su supervivencia para salvar a otra con quien no comparte parentesco ni gen alguno, está desafiando una de las leyes con más vigencia en el mundo de la ciencia: la Teoría de la Evolución de Charles Darwin y la Selección por Parentesco, elaborada por William Hamilton y Maynard Smith. De manera resumida, éstas vienen a decir que los seres vivos sólo somos altruistas con otros si compartimos genes con ellos o si esto incrementa nuestra capacidad de adaptación. Pero estas teorías tienen algunos matices importantes que aún no hemos sido capaces de aclarar de manera satisfactoria.

Cada vez poseemos más pruebas de que el impulso que nos hace correr riesgos por desconocidos e incluso miembros de otras especies es algo relativamente frecuente en los seres humanos, pero también en otros animales.

Hace unos años, un niño cayó al foso de los gorilas en un zoo de Chicago. Antes de que los machos se abalanzaran sobre él con dudosas intenciones, una hembra corrió a toda prisa y agarrando al niño con sus brazos, consiguió ponerle a salvo. Después le llevó hasta el lugar desde donde los cuidadores tenían acceso a la instalación, pudiendo así salvar al pequeño.


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El Mundo Ciencia

29 de diciembre de 2012

Las raíces evolutivas del 'sexo, drogas y rock and roll'

Un grupo de amigas celebra la Nochevieja del año pasado en Madrid. | Roberto Cárdenas 
Un grupo de amigas celebra la Nochevieja del año pasado en Madrid. | Roberto Cárdenas

Casi dos millones de kilos de uvas, varios cientos de miles de toneladas de carnes, millones de litros de alcohol, junto a otros tantos cientos de miles de preservativos para los más afortunados, son los elementos que no pueden faltar en la despedida del año que será celebrada por casi todos los españoles en pocas horas. Aunque con menor intensidad, ningún festejo multitudinario carece de ellos. Y es que a los primates humanos nos gusta comer, beber y practicar el sexo, algo que también les sucede al resto de los grandes simios.

El ritual de despedida del año y recibimiento del nuevo comenzará con una gran comida en la que no faltarán las carnes, los mariscos, y para finalizar una buena tarta y/o surtido de turrones. El autocontrol y las dietas no se impondrán hasta días después. Los seres humanos, junto a otros primates, somos algunos de los animales que más engordamos, ya que poseemos mecanismos de acumulación de grasa que han sido favorecidos por selección natural para mantener reservas en épocas de escasez.

Ahora tratamos de evitar la obesidad a toda costa, pero gracias a que engordamos -y por ello somos capaces de no comer durante días-, hemos sobrevivido como especie. Los primates estamos adaptados como ningún otro organismo a la ingestión de grasas y azúcares, algo que otros animales no pueden con tanta facilidad. Esto permite que nuestro cerebro se alimente con mayor eficacia.

De esta manera, comiendo poco podemos obtener las calorías que nuestro cerebro necesita. Es por esta razón que los humanos perseguimos lo graso y lo dulce. Este tipo de alimentos nos producen más placer en el cerebro porque nos aportan la energía fundamental que nos ha hecho falta para sobrevivir durante los últimos millones de años.

A continuación, el cava y las copas serán los protagonistas de la celebración. A los monos también les gusta el alcohol y se emborrachan, como muchos harán en las próximas horas. Este es el caso de los monos vervet, los cuales han desarrollado una adicción al alcohol. Los turistas extranjeros, cuando descansan sobre la arena de las playas en la isla caribeña de Saint Kitts, dejan sus bebidas descuidadas. Los monos, se acercan con sigilo y se apropian de ellas.




Pero hay más casos similares. En la India, donde los macacos son sagrados, no son raros los saqueos que incluyen la ingesta de algún tipo de bebida fermentada. Las consecuencias del alcohol en su organismo es muy parecida a las que nosotros sufrimos: fallos en la locomoción, caídas y finalmente somnolencia.

Los más marchosos, continuarán la fiesta en los diferentes cotillones y discotecas que se prolongarán hasta al amanecer. Los datos de la FAD (Fundación Anti Droga) y el Ministerio del Interior demuestran que en estas fechas aumenta el consumo de todo tipo de drogas. En los años 30, se realizaron unos experimentos sobre la adicción a las drogas con chimpancés. Hasta entonces se creía que la adicción era un fenómeno exclusivamente social y se negaba su enganche físico.




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Yo Mono

20 de noviembre de 2012

Los simios también sufren la crisis de la mediana edad


Un estudio sugiere que los chimpancés y los orangutanes podrían padecer de la famosa "crisis de los 40" como los seres humanos.

Un equipo internacional de investigadores evaluó el bienestar y la felicidad de los simios.

Y encontraron que los animales gozaban de mayor bienestar en la juventud, la que disminuía un poco en la mediana edad y resurgía en la vejez, similar a la curva en forma de "U" en la felicidad en los humanos.

El estudio fue llevado a cabo por psicólogos, economistas y especialistas en primates.

Los resultados fueron publicados en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

"Lo que examinamos es si la curva en forma de U también podía describir el vínculo entre edad y bienestar en los primates, así como lo hace en los seres humanos", le explicó a la BBC el psicólogo y principal autor del trabajo, el doctor Alexander Weiss, de la Universidad de Edimburgo.

Weiss esperaba que los resultados mostraran una curva similar por la relación tan cercana que existe entre humanos, chimpancés y orangutanes.

La investigación comprobó que ambos sexos en todas estas especies muestran la misma U a pesar de las diferencias en los roles sociales y que, por lo tanto, el fenómeno no es exclusivo del hombre.

Observación

Orangután

Las similitudes con los seres humanos van más allá de la genética y la fisiología.

Durante el estudio se evaluaron 508 chimpancés (Pan troglodytes) y orangutanes (Pongo sp.) de distintas edades, provenientes de zoológicos, santuarios y centros de investigación. 

Fueron observados por empleados de zoológico, voluntarios, científicos y cuidadores que habían trabajado con primates en un período de por lo menos dos años y que conocían su comportamiento.

Se evaluó con puntaje el bienestar y la felicidad de los animales, usando un breve cuestionario basado en modelos para medir la dicha humana pero modificados para ser usados en primates.

El Dr. Weiss dice que las similitudes entre seres humanos, chimpancés y orangutanes van más allá de la genética y la fisiología.

Por ejemplo, los simios enfrentan presiones sociales y situaciones de estrés similares a las de los hombres.

"Tampoco es que un chimpancé pasa por la crisis de la mediana edad y de repente quiere un carro deportivo rojo", explica el científico.

"Pero hay otras cosas que quieren, como formar pareja con mas hembras o ganar acceso a mas recursos".

El doctor Andrew Oswald, coautor y profesor de economía de la Universidad de Warwick, Reino Unido, ha estudiado la felicidad en los seres humanos durante más de 20 años.

Chimpancé

Los expertos evaluaron el bienestar y la felicidad de los simios.

"Una de las razones por las que decidí echarle un vistazo a los datos de los simios es porque, cuando estudias a los humanos, la curva en forma de U es exactamente la misma cuando la ajustas estadísticamente a cosas como la educación, los ingresos y el matrimonio".

Para Oswald fue "bastante sorprendente encontrarlo en los simios".

"La crisis de los 40 es real y existe en nuestros parientes biológicos mas cercanos, y todo ello puede explicar a través de la biología y las fisiología".

Más estudios

El psicólogo Dr. Weiss dice que el estudio ha abierto muchas puertas, ya que durante mucho tiempo esta crisis fue considerada algo específico de la sociedad humana.

Sin embargo, aclara: "Lo que esta investigación aporta es una parte de la foto, pero claramente no presenta la imagen completa".

"Tenemos que indagar más profundamente nuestro pasado evolutivo y en el de los ancestros que compartimos con los chimpancés, los orangutanes y otros simios"

Fuente:

BBC Ciencia

16 de septiembre de 2012

Los gibones tienen habilidades de sopranos

Es improbable que los simios se vuelvan virtuosos en las salas de ópera, pero los gibones han dominado naturalmente algunas de las técnicas vocales en las que se basan las sopranos humanas, informan científicos de Japón.

Los gibones tienen un llamado distintivo y entonado que puede penetrar dos kilómetros en sus hábitats de densos bosques. Takeshi Nishimura, del Instituto de Investigación de Primates de la Universidad de Kioto, en Inuyama, y sus colegas se valieron de un ambiente improbable para investigar las vocalizaciones que hacían las criaturas: pusieron un gibón de manos blancas (Hylobates lar) en una caja grande con 50% de gas helio.


La investigación, publicada en la Revista Estadounidense de Antropología Física, muestra que, al igual que los humanos, los gibones usan un modo de generación de sonido con “filtro de fuente”. El sonido se origina en las cuerdas vocales de las criaturas como mezcla de distintas armonías, que son múltiplos de la frecuencia con la que vibran las cuerdas vocales.


Las frecuencias resonantes del tracto vocal determinan entonces cuáles de esas armonías son proyectadas. Al alterar la posición de la boca, labios y dientes, los humanos varían esas frecuencias resonantes para producir los diferentes sonidos requeridos para el habla.


Al grabar a los gibones en una atmósfera rica en helio, los científicos pudieron separar las distintas contribuciones de las cuerdas y tracto vocal a sus llamados. El helio no altera cómo vibran las cuerdas vocales pero cambia las frecuencias resonantes del tracto vocal, por lo que las voces humanas suenan como la del Pato Donald.


El melodioso llamado de los gibones se asemeja mucho a las técnicas de los cantantes humanos. Como sopranos profesionales, los gibones entonan la frecuencia resonante en su tracto vocal a la altura de frecuencia generada por las cuerdas vocales para amplificar el sonido.


Joe Wolfe, físico acústico de la Universidad de New South Wales, en Sidney, Australia, dice que este tipo de “entonación de resonancia” es algo que se les da bastante fácil a los cantantes humanos y es clave para su capacidad de proyectar la voz sobre una orquesta estridente.


A Tecumseh Fitch, biólogo cognitivo de la Universidad de Viena, le sorprende que se haya hecho un experimento así con algo tan grande como un gibón. “¡Una cosa que es audaz es el hecho de que lo hayan hecho!”, considera. Fitch cree que este trabajo demuestra que “la ciencia está convergiendo en un modelo sobre cómo hacen sonidos todos los animales”.

El hallazgo apoya la visión de que el habla humana depende menos de lo que se pensaba de modificaciones únicas en la anatomía y fisiología del aparato vocal, sugiere Nishimura.


Pareciera que los humanos no son para nada tan especiales en la forma en que hacemos sonidos, sólo en la forma que los ordenamos en un lenguaje. 

Fuente:

3 de septiembre de 2012

Experimento con títeres revela que nacimos para ser justos


¿Cuán distintos somos de nuestros primos primates?

Chimpancé

Muchos científicos pensaban que los chimpancés comparten basándose en el mérito. Pero un estudio publicado en la revista Science en 2007 muestra que los chimpancés aceptan cualquier premio, sin importar si es justo o no.

Mientras que los niños parecen dispuestos a compartir con nuevos amigos, los otros primates parecen limitar su altruismo a la familia y amigos.

No obstante, un reciente estudio publicado en PNAS reveló que los capuchinos y los callithrix están entre los primates más generosos, a menudo ofreciéndole comida incluso a miembros de otros grupos.

Lo que sí parece diferenciar a los humanos de los primates es la capacidad de ser rencorosos. Un estudio publicado en PNAS en 2007 encontró que los chimpancés, a diferencia de los humanos, no se vengan de quienes los han herido.

Titere en experimento

Títeres y niños de tres años juegan, mientras los investigadores los observan.

Parece un juego de una feria de diversiones: una niña y un títere están jugando a pescar unos cubos miniatura llenos de moneditas. No obstante, se trata de un experimento psicológico.

Su meta es medir un concepto humano muy complejo: la justicia.

El juego es así: el títere (con la ayuda de un titiritero adulto) y el participante de tres años de edad acumulan los pequeños cubos. Luego, el equipo niña/títere recibe premios, uno por cada moneda que recolectaron.

Es entonces cuando el niño debe decidir cómo compartir su premio con su socio, el títere.

Este simple juego reveló que, a la edad de tres años, los niños escogen premiar a sus pares de acuerdo al mérito.

Los niños le dieron a los títeres más premios si se habían "esforzado más" en recolectar monedas.

Los resultados asombraron a Patricia Kanngiesser de la Universidad de Bristol, Inglaterra, la directora del estudio, que fue publicado la semana pasada en la revista PLoS One.

"Nos sorprendió encontrar esta conducta tan sofisticada presente en chicos de tres años de edad. Estudios previos indicaban que los niños no empiezan realmente a compartir según el mérito hasta que tienen seis años o más", dijo Kanngiesser.

Usar títeres hizo posible que los investigadores pudieran llevar a cabo un experimento controlado pero en el que en todo caso se revelara precisamente cómo los niños se comportarían con sus coetáneos en la vida real.

Justicia innata

Si niños pequeños con muy poca experiencia social entregaron más premios a un compañero que los merecía, ¿significa que los humanos están hechos para ser justos con los demás?

Establecer si el concepto de justicia es aprendido o innato es "la cuestión más difícil de todas", para el coautor de este estudio, el profesor Felix Warneken de la Universidad de Harvard, EE.UU., quien ha estado estudiando la conducta cooperativa en niños y chimpancés durante casi una década.

"Lo único que podemos hacer es descartar posibilidades con nuestros experimentos", explica. "Podemos descartar que requiere de educación formal o un razonamiento sofisticado sobre incentivos".

"(La justicia) es algo que emerge en las más tempranas actividades de los niños con sus pares", señala su colega, Kanngiesser, y asegura que "hay una predisposición natural en los humanos" a tratar a los otros justamente.

"Parece ser intuitivo", dice la experta. "Hay gente que ha observado que incluso a los 18 meses de edad, los niños tienen expectativas respecto a cómo se deben compartir las cosas de una manera justa".

Y hay razones lógicas y humanas para que exista una tendencia hacia la equidad, dado que es indispensable para mantener relaciones estables, señala la especialista en conducta social en primates Susanne Shultz, de la Universidad de Manchester, Inglaterra.

Este estudio y otros similares, señala, demuestran que "la cooperación y justicia son aspectos fundamentales de la conducta humana. Pero éste además replantea a la inteligencia social en términos de cooperación más que de decepción".

La decepción

El engaño ha jugado un papel muy importante en los estudios científicos sobre justicia.

Mientras que este experimento le pedía a los niños que compartieran sus premios con un compañero tras completar una tarea juntos, muchos estudios se enfocan en si los humanos y otros primates engañan o castigan a quienes les ha tratado injustamente.

Un ejemplo clásico es el juego del ultimátum.

Un participante tiene que hacer una oferta para compartir algo de valor -como dinero- con el otro.

Su compañero tiene la oportunidad de aceptarla o rechazarla. Es entonces cuando llega el castigo.

Si la oferta es rechazada porque parece injusta, nadie recibe nada.

"Este nuevo estudio es un cambio bienvenido pues no examina a la inteligencia social desde una perspectiva puramente maquiavélica", opina Shultz.

Fuente:

BBC Ciencia

13 de junio de 2012

¡Hey, el tamaño (de los testículos) si importa!



¿Sabías que según Helen Fisher, autora de “The anatomy of love“, las especies promiscuas necesitan más espermatozoides– y por tanto, testículos más grandes – para garantizar que sean los suyos los que fecundan? Eso explica que los orangutanes tengan pequeños testículos, ya que en su harén ellos son los únicos que copulan. Entre los bonobos, las hembras se lo “montan” sin distinciones, lo que ha llevado a los machos de esa especie a tener unos testículos enormes. Los hombres gozamos de un tamaño intermedio. 

¿Veis como el tamaño si importa?

Esta es solo una de las curiosidades sobre los espermatozoides que podréis descubrir en la Revista Quo leyendo el ameno e instructivo artículo titulado: Cómo ser un espermatozoide campeón.

Fuente:

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