Los dos hermanos chechenos, presuntos autores del atentado de Boston. | Reuters
En los atentados terroristas, como el ocurrido en Boston el martes pasado,
en el que varias bombas estallaron al paso de los corredores de una
maratón, se puede extraer mucha información a partir de la cual generar
debate sobre el simio bipolar que es el ser humano, como dice el primatólogo Frans de Waal.
Por un lado están los autores del atentado, los cuales, presuntamente han sido dos jóvenes estudiantes chechenos con permiso de residencia en los Estados Unidos. Sea cual sea el mantra que se repitieron a sí mismos para justificarlo, uno de los elementos esenciales es que estamos ante grupos de personas que utilizan el miedo como elemento de persuasión, debido a que apuestan por causas que no pueden ser defendidas mediante las palabras y el debate.
Los chimpancés carecen de lenguaje hablado y de afiliación religiosa, pero existen comunidades en los que un individuo o varios pueden llegar a comportarse como verdaderos terroristas. Algunos individuos muestran comportamientos xenofóbos, motivados una ansiedad que, tanto a ellos como a nosotros los humanos, nos genera "el otro" o "lo diferente". Por esta razón hay que tener mucho cuidado cuando se forman grupos de primates de manera artificial, ya que siempre es un momento de gran tensión.
De modo similar y sin ser en caso alguno una justificación para realizar tales atrocidades, muchos terroristas y asesinos en serie tienen en común un sentimiento de rechazo o expulsión, ya sea en su país de origen o destino.
En Sudáfrica, por ejemplo, se han producido más de cien muertes de rinocerontes por ataques de elefantes en tiempos recientes, una especie con la que no se tenía noticia de que entraran en conflicto. Cuando se estudió el historial de los agresores, todos tenían en común el que eran huérfanos macho que habían presenciado la muerte de sus madres, en la mayoría de los casos por armas de fuego, a manos de cazadores furtivos. La solución consistió en introducir individuos adultos de elefantes que controlaran la agresividad de los más jóvenes.
Hasta tiempos recientes, se pensaba que los terroristas eran psicópatas, pero en estudios de personalidad quedó reflejado que no poseen trastornos de la personalidad diferentes a los de las personas 'normales'. Posteriormente se hicieron estudios en barrios donde habían nacido y habitado tradicionalmente los terroristas. Tampoco se encontró una mayor tasa de este desorden.
Gente que se queda sosteniendo la mano de víctimas hasta que una ambulancia libre pueda atenderles, personas que comparten su poco o mucho conocimiento para afrontar este tipo de situaciones, grupos de vigilancia que se organizan de manera espontánea para vigilar los barrios y un largo etcétera.
Del mismo modo, entre primates no humanos es frecuente que se consuelen los unos a otros tras un suceso que ha generado angustia. Estos suelen abrazarse, lo que disminuye el estrés. Y es que la cohesión es una buena estrategia ante las consecuencias psicológicas del miedo.
Algunos expertos en psicología del terrorismo, como Clark McCauley, creen que debemos aceptar que todos podemos ser terroristas bajo determinadas circunstancias. Aceptemos o no esta hipótesis, esta ínfima minoría violenta representa lo peor del ser humano. El límite extremo negativo de lo que es capaz de hacer el simio bipolar que representa el ser humano.
Aún así, no podemos permitir que acontecimientos como el de Boston nos hagan centrar la atención en el lado más oscuro y eclipsen el hecho de que por cada gramo de metralla emergen miles de acciones altruistas, las cuales ponen al descubierto nuestro mejor lado como especie.
Fuente:
El Mundo Ciencia
Por un lado están los autores del atentado, los cuales, presuntamente han sido dos jóvenes estudiantes chechenos con permiso de residencia en los Estados Unidos. Sea cual sea el mantra que se repitieron a sí mismos para justificarlo, uno de los elementos esenciales es que estamos ante grupos de personas que utilizan el miedo como elemento de persuasión, debido a que apuestan por causas que no pueden ser defendidas mediante las palabras y el debate.
Los chimpancés carecen de lenguaje hablado y de afiliación religiosa, pero existen comunidades en los que un individuo o varios pueden llegar a comportarse como verdaderos terroristas. Algunos individuos muestran comportamientos xenofóbos, motivados una ansiedad que, tanto a ellos como a nosotros los humanos, nos genera "el otro" o "lo diferente". Por esta razón hay que tener mucho cuidado cuando se forman grupos de primates de manera artificial, ya que siempre es un momento de gran tensión.
El resentimiento del macho expulsado
Pero también hemos identificado otras causas. En varias especies de primates, algunos machos jóvenes son expulsados del grupo a la fuerza. Estos suelen aliarse con otros machos que están en su misma situación, creando así una tropa compuesta exclusivamente de machos expulsados o periféricos. Este tipo de alianzas pueden ser peligrosas.De modo similar y sin ser en caso alguno una justificación para realizar tales atrocidades, muchos terroristas y asesinos en serie tienen en común un sentimiento de rechazo o expulsión, ya sea en su país de origen o destino.
En Sudáfrica, por ejemplo, se han producido más de cien muertes de rinocerontes por ataques de elefantes en tiempos recientes, una especie con la que no se tenía noticia de que entraran en conflicto. Cuando se estudió el historial de los agresores, todos tenían en común el que eran huérfanos macho que habían presenciado la muerte de sus madres, en la mayoría de los casos por armas de fuego, a manos de cazadores furtivos. La solución consistió en introducir individuos adultos de elefantes que controlaran la agresividad de los más jóvenes.
Hasta tiempos recientes, se pensaba que los terroristas eran psicópatas, pero en estudios de personalidad quedó reflejado que no poseen trastornos de la personalidad diferentes a los de las personas 'normales'. Posteriormente se hicieron estudios en barrios donde habían nacido y habitado tradicionalmente los terroristas. Tampoco se encontró una mayor tasa de este desorden.
El lado positivo de nuestro instinto tribal
Pero por otro lado está la reacción de las víctimas y la sociedad a la que pertenecen. Tanto en el 11-S como el 11-M, la actitud de la ciudadanía fue ejemplar. Boston no ha sido una excepción. En estas circunstancias es cuando más comportamientos altruistas por segundo se producen. Es el momento en el que se activa el lado más positivo del instinto tribal que todos llevamos dentro, responsable de los actos más bellos de nuestra especie.Gente que se queda sosteniendo la mano de víctimas hasta que una ambulancia libre pueda atenderles, personas que comparten su poco o mucho conocimiento para afrontar este tipo de situaciones, grupos de vigilancia que se organizan de manera espontánea para vigilar los barrios y un largo etcétera.
Del mismo modo, entre primates no humanos es frecuente que se consuelen los unos a otros tras un suceso que ha generado angustia. Estos suelen abrazarse, lo que disminuye el estrés. Y es que la cohesión es una buena estrategia ante las consecuencias psicológicas del miedo.
Cohesión y unidad frente al dolor
Pero los humanos, además del uso del contacto físico, también somos capaces de contener la ansiedad del grupo mediante la palabra, lo que nos permite llegar a más gente de manera simultánea. El discurso pronunciado por Obama es un intento de aliviar el dolor psicológico en forma de estrés, tristeza o angustia que estos atentados terroristas han generado. La llamada a la cohesión, la unidad y la corresponsabilidad en superar estos sucesos es lo mismo que haría un líder de una tribu africana tras un asesinato de uno de sus miembros.Algunos expertos en psicología del terrorismo, como Clark McCauley, creen que debemos aceptar que todos podemos ser terroristas bajo determinadas circunstancias. Aceptemos o no esta hipótesis, esta ínfima minoría violenta representa lo peor del ser humano. El límite extremo negativo de lo que es capaz de hacer el simio bipolar que representa el ser humano.
Aún así, no podemos permitir que acontecimientos como el de Boston nos hagan centrar la atención en el lado más oscuro y eclipsen el hecho de que por cada gramo de metralla emergen miles de acciones altruistas, las cuales ponen al descubierto nuestro mejor lado como especie.
Fuente:
El Mundo Ciencia