18 de diciembre de 2018
Francis Crick, el detective de la vida
Claro que ahí acaban los parecidos. El líder de los raelianos se basa en su presunto encuentro personal con seres de otro mundo. Crick, por su parte, se preguntaba cómo era posible que la naturaleza hubiera inventado al mismo tiempo dos elementos mutuamente interdependientes para la vida: el material genético –ácidos nucleicos, como ADN o ARN– y el mecanismo necesario para perpetuarlo –las proteínas llamadas enzimas–. La síntesis de ácidos nucleicos depende de las proteínas, pero la síntesis de proteínas depende de los ácidos nucleicos. Con este problema del huevo y la gallina, Crick y su colaborador Leslie Orgel razonaban que la vida debería haber surgido en un lugar donde existiera un “mineral o compuesto” capaz de reemplazar la función de las enzimas, y que desde allí habría sido diseminada a otros planetas como la Tierra por “la actividad deliberada de una sociedad extraterrestre”.
Lo cierto es que la panspermia dirigida no desmerece en absoluto el pensamiento de Crick. Más bien al contrario, revela con qué potencia funcionaban los engranajes de una mente teórica, incisiva e inquieta, ávida de respuestas racionales, aunque no fueran convencionales. Para comprender cómo llegó Crick a la panspermia debemos remontarnos unos años atrás. Hijo de un fabricante de zapatos de Weston Favell (Northampton, Reino Unido), Francis Harry Compton Crick (8 de junio de 1916 – 28 de julio de 2004) llegó al final de su infancia con sus principales señas de identidad ya definidas: su inclinación por la ciencia y su convencido ateísmo. En cuanto a la primera, escogió la física.
Curiosamente, la biología molecular habría perdido uno de sus padres fundadores de no haber sido por la guerra. Crick comenzó su investigación en el University College de Londres trabajando en lo que él mismo describió como “el problema más aburrido imaginable”: medir la viscosidad del agua a alta presión y temperatura. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el ejército para el diseño de minas. Tras el fin del conflicto, descubrió que su aparato había sido destruido por una bomba (en su autobiografía él hablaba de una “mina de tierra”), lo que le permitió abandonar aquella tediosa investigación.
Crick debía entonces elegir un nuevo campo de investigación, y fue entonces cuando descubrió lo que llamó el test del chismorreo: “lo que realmente te interesa es aquello sobre lo que chismorreas”. En su caso, “la frontera entre lo vivo y lo no vivo, y el funcionamiento del cerebro”. En resumen, la biología. O como físico, la biofísica. Comenzó a trabajar en la estructura de las proteínas en el Laboratorio Cavendish de Cambridge, hasta que conoció a un estadounidense llamado James Watson, 12 años más joven que él pero ya con un doctorado que él aún no había conseguido.
Los dos investigadores descubrieron que ambos compartían una hipótesis. Por entonces se creía que la sede de la herencia eran las proteínas. Crick y Watson pensaban que los genes residían en aquella sustancia ignota de los cromosomas, el ácido desoxirribonucleico (ADN). Y aquel convencimiento, con la participación de Maurice Wilkins y Rosalind Franklin, alumbraría el 28 de febrero de 1953 uno de los mayores hallazgos de la ciencia del siglo XX, la doble hélice del ADN. El trabajo se publicó en Nature el 25 de abril de aquel año. Crick no obtendría su título de doctor hasta el año siguiente.
Lea el artículo completo en: Open Mind
20 de febrero de 2013
Revelan los secretos detrás del descubrimiento del primer púlsar
¿Qué ocurriría si un día entráramos en contacto con seres de otro planeta? ¿qué protocolo debería seguir la humanidad ante esta posibilidad? Quizá muchos no lo sepan, pero tras el acontecimiento que tuvo lugar en 1967 con el descubrimiento del primer púlsar, se desarrollaron unos protocolos para entrar en contacto con "extraterrestres". Tras más de 40 años y a través de los documentos del SETI, el investigador Alan Penny revela la historia detrás de este evento y cómo influyó en el desarrollo eventual de un código de conducta.
Y es que hasta ahora, el acontecimiento que tuvo lugar en 1967 nunca había sido contado con todos lujo de detalles. Pensemos que de darse el caso, estaríamos ante uno de los momentos más importantes para la humanidad, la detección de vida inteligente en otros lugares del Universo, un contacto que estaría destinado a tener un profundo impacto sobre nuestra cultura, en la sociedad o en la propia tecnología.
De llegar ese supuesto, la pregunta que nos haríamos es cómo manejarlo, un debate largamente discutido entre la comunidad internacional que tuvo sus orígenes en 1967, un primer paso para el acuerdo oficial (Detection Protocol) de 1990 que sentaba las bases de lo que un primer grupo de investigación debería hacer en el primer "encuentro". Alan Penny, de la Universidad de St Andrews en Escocia, narra ahora la historia de este primer incidente. Lo hace a través de la recopilación de documentos del SETI.
Este descubrimiento ocurrió en julio de 1967, momento en el que Jocelyn Bell y Antony Hewish detectaron señales de radio de corta duración que se producían regularmente. Se trataba del primer púlsar detectado y lo primero que pensaron ambos es que era algún tipo de fuente artificial, creían haber establecido contacto con algún tipo de vida extraterrestre a los que denominaron LGM (Little Green Men).
En diciembre, el equipo confirmó el descubrimiento utilizando un telescopio y Bell identificó la posición exacta de la fuente en el cielo. Poco después, se encontró con una segunda fuente de señales, y para mediados de enero, una tercera y una cuarta fuente. El equipo descartó entonces la posibilidad de que una fuente artificial pudiera ser la responsable y se instaló finalmente la explicación de una fuente natural. El trabajó de ambos acabó con el premio Nobel para Hewish por el descubrimiento.
En ese momento, en el amanecer de la radioastronomía, el descubrimiento de una fuente de pulsos regulares en el espacio fue una gran sorpresa. Según cuenta Penny, lo interesante de este proceso que llevaron a cabo ambos es que durante el estudio del mismo, el equipo investigó en paralelo las consecuencias de que esa primera señal pudiera llegar a ser una fuente artificial. Llevaron a cabo un proceso que pudiera verificar esta conclusión y cómo dar cuenta de ello. También discutieron si este descubrimiento podría llegar a ser peligroso para la humanidad.
Se trataba del primer proceso previo al Detection Protocol que estableció la comunidad internacional en 1990. Ambos examinaron diferentes posibilidades ante una posible respuesta humana en un encuentro eventual de este tipo.
Penny señala que la comunidad internacional todavía tiene que ponerse de acuerdo sobre un protocolo de respuesta, principalmente porque en la actualidad hay opiniones muy divergentes sobre uno u otro curso a seguir o sobre los beneficios o peligros que tendría para la humanidad:
El episodio de 1967 indica lo difícil que sería construir una política a seguir ante un "contacto".Mientras desde el SETI continúan la búsqueda centrada en exoplanetas habitables alrededor de otras estrellas, la pregunta sigue en el aire, ¿cómo deberíamos responder ante un contacto con seres de otro planeta?
Fuente:
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7 de noviembre de 2011
La luz de las ciudades podría revelar vida extraterrestre
A lo largo de estos años, en su afán de hallar inteligencia extraterrestre , los astrónomos han empleado la búsqueda de señales de radio, pulsaciones láser, etc. Sin embargo, en un nuevo artículo publicado por Avi Loeb (Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics) y Edwin Turner (Princeton University) sugieren un nuevo método: examinar la luz de sus ciudades.
Si una civilización extraterrestre construyese ciudades con mucha luz, las futuras generaciones de telescopios nos permitirían detectarlos. Esto ofrece un nuevo método de búsqueda de inteligencia extraterrestre en otras partes de nuestra galaxia.
“La búsqueda de ciudades exóticas sería una apuesta arriesgada, pero tiene la ventaja de no requerir recursos adicionales. Y si tenemos éxito, cambiaría nuestra percepción de nuestro luegar en el Universo”, afirma Loeb.
Al igual que con otros métodos SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence ó Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), esta nueva propuesta se basa en la suposición de que estas formas de vida extraterrestre utilizan tecnologías similares a la Tierra. Aunque en este caso es razonable, ya que cualquier vida inteligente que se desarrollara en la cercanía de una estrella, probablemente utilizaría iluminación artificial durante las horas de oscuridad.
¿Cómo de fácil sería detectar una ciudad en un planeta lejano? Claramente, esta luz tiene que poder distinguirse de la luz de su estrella madre. Loeb y Turner sugirieron mirar el cambio en la luz de un exoplaneta (planeta que orbita una estrella diferente al Sol) que se mueve alrededor de su estrella.
A medida que el planeta orbita, éste pasa por fases similares a las de la Luna. Si estamos en una fase oscura y si observáramos desde la Tierra, la luz artificial proveniente del lado de la noche tendría mayor visibilidad que la reflejada desde el lado diurno. Así, el flujo total de un planeta con iluminación artificial puede variar de una manera sensiblemente diferente a la de un planeta sin ella.
Detectar esta pequeña variación a grandes distancias requiere nuevas generaciones de telescopios. Sin embargo, esta técnica podría ser probada en planetas situados al borde de nuestro sistema solar.
Loeb y Turner han calculado que los mejores telescopios de hoy en día deberían ser capaces de detectar la luz generada por una metrópoli del tamaño de Tokio a la distancia del cinturón de Kuiper, la región ocupada por Plutón, Eris y diferentes cuerpos de cometa que orbitan el Sol a una distancia entre 30 y 100 ua (unidad astronómica)
Vía | Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics
Image Credit | David A. Aguilar (CfA)
Tomado de:
9 de agosto de 2011
Los meteoritos trajeron 'ladrillos' de ADN
El hallazgo apoya el origen extraterrestre de la bioquímica
El origen de la vida en la Tierra aún esconde secretos para la ciencia. Uno de los puntos de debate es si los bloques de la química de la vida se formaron in situ o si llegaron a bordo de meteoritos. De ser cierta esta segunda hipótesis, sería más fácil explicar cómo surgieron las enormes y complejas moléculas bioquímicas, ya que nuestro planeta se habría encontrado con parte del trabajo hecho, incluyendo componentes posiblemente escasos en la Tierra primitiva. Pero, además, esta siembra de semillas químicas pudo disparar la evolución de la vida no sólo aquí, sino en lugares como Marte, cuya primera infancia fue muy similar a la de la Tierra.
Un equipo de científicos de la NASA y de la Institución Carnegie de Washington ha allanado el camino a este posible origen extraterrestre de los ladrillos básicos de la vida. Analizando extractos de 12 meteoritos caídos en suelo terrestre, han hallado restos de nucleobases, los eslabones de la cadena del ADN. Hasta ahora había sido difícil determinar si la búsqueda de estos compuestos nitrogenados en los meteoritos podía dar con verdaderos ingredientes importados del espacio o con simples contaminantes terrestres, ya que tales elementos son omnipresentes en este planeta. Los investigadores creen haber establecido sin duda alguna que las nucleobases de las rocas espaciales son foráneas. Lo sustentan en dos pruebas: primero, tres de las moléculas encontradas son muy raras en la Tierra. Según el geofísico de Carnegie James Cleaves, uno de los autores del estudio que hoy publica PNAS, "encontrar compuestos de nucleobases que no son típicos en la bioquímica terrestre apoya fuertemente el origen extraterrestre". Segundo, estasnucleobases no se encontraron en muestras de los suelos y hielos donde se rescataron los meteoritos.
En paralelo, y para confirmar su hipótesis, los científicos simularon un entorno químico rico en cianuro de amonio, como el que debía de reinar cuando se formaron las moléculas espaciales, y el resultado fue un conjunto de nucleobases similar. En su estudio, los científicos señalan que, con este hallazgo, ya se ha confirmado la presencia en los meteoritos de ladrillos para construir proteínas, membranas celulares y, ahora, material genético. "Los meteoritos pueden haber servido como kits moleculares que suministraron ingredientes esenciales para el origen de la vida en la Tierra y posiblemente en otros lugares", concluyen los investigadores.
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2 de agosto de 2011
Un estudio ve probable que estemos solos en el universo
Dos astrofísicos dicen que nuestra existencia nos ha hecho sobreestimar las posibilidades de vida.
El sistema Gliese 581 es candidato a albergar vida.ESO
La idea más intuitiva tiende a hacernos creer que, si nosotros estamos aquí, la aparición de vida debe de ser algo común en el universo y probablemente habrá miles, incluso millones de especies inteligentes esparcidas por el cosmos. En esta premisa se basa la investigación dedicada a encontrar signos de esos otros mundos habitados, como los proyectos SETI (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre). Sin embargo, un nuevo modelo teórico viene a poner en duda estas optimistas previsiones y concluye que la probabilidad de que surja la vida puede ser tan baja que bien podríamos estar solos en el universo.
Al no disponer de ninguna prueba de vida extraterrestre, los científicos han especulado durante décadas tratando de basar sus hipótesis en premisas razonables. Muchas de estas discusiones se han centrado en la llamada ecuación de Drake, propuesta en 1961 por el astrofísico estadounidense Frank Drake, fundador del SETI, y que trataba de calcular el número de civilizaciones extraterrestres operando con los parámetros implicados y estimando un valor para cada uno de ellos. Aunque la ecuación de Drake es puramente especulativa, los expertos han estado generalmente de acuerdo en el valor de uno de los factores llamado fl, la probabilidad de que en un planeta habitable acabe surgiendo la vida. Su valor se estima en 1; o, hablando en porcentajes, un 100%.
Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si nos estuviéramos engañando? ¿Y si fl fuese, en realidad, tan extremadamente bajo que debiéramos considerarnos prácticamente solos en el universo y abandonar empeños como el SETI? Los que ejercen de abogados del diablo en esta ocasión son los astrofísicos David Spiegel, de la Universidad de Princeton (EEUU), y Edwin Turner, de la Universidad de Tokio.
Estimación sesgada
En su estudio publicado en arXiv.org y sometido a publicación en la revista PNAS, Spiegel y Turner aplican a este factor un método estadístico llamado inferencia bayesiana, consistente en corregir la probabilidad de una hipótesis a posteriori de los hechos. Los dos científicos notan que "la muy limitada información empírica [...] tiene una influencia muy dominante en el cálculo posterior de la probabilidad". En otras palabras, nuestra estimación de fl está sesgada por la sencilla razón de que estamos aquí. Y, si no estuviéramos, no habría estimación.
Para evitar este sesgo, los investigadores han planteado su modelo teórico con una probabilidad muy baja para fl. Y descubren que funciona: "Los datos son consistentes con el hecho de que la vida sea un fenómeno extremadamente raro", escriben. El hecho de que la vida haya surgido en la Tierra, concluyen, es coherente con que sólo haya ocurrido aquí.
Fuente:
23 de junio de 2011
'Es natural inventar dioses para explicar misterios de la ciencia'
El biólogo británico Richard Dawkins, en Tenerife.
- El biólogo británico Richard Dawkins participa en el Starmus Festival
- Se muestra convencido de que hay vida extraterrestre
- Sin embargo, cree que la probabilidad de contactar con ellos es muy baja
- También participaron el Nobel Jack Szostak y el astrónomo Robert Williams
El origen de la vida en la Tierra, la posibilidad de que exista fuera del planeta y los mecanismos evolutivos son las grandes preguntas pendientes de la ciencia. Así lo creen científicos de la talla del biólogo británico Richard Dawkins, el premio Nobel de Física Jack Szostak o el astrónomo Robert Williams, presidente de la Unión Astronómica Internacional.
Los tres participan en el Starmus Festival que se celebra estos días en Tenerife para conmemorar el aniversario del viaje de Yuri Gagarin.
Dawkins, que centra su intervención en este encuentro en las posibles alternativas de vida que pueden existir en otros planetas, es hoy uno de los divulgadores científicos más controvertidos del mundo por su férrea defensa de la evolución darwinista por la selección natural y sus duras críticas a la religión, que hoy tampoco ha obviado. "Es natural inventar dioses o espíritus para dar explicación a misterios que la ciencia ha ido desplazando", señalaba en respuesta a ELMUNDO.es.
Vida extraterrestre
En su opinión, no existe un gen que permita a los humanos creer en Dios, sino que "son varios genes en el cerebro y su expresión depende de las condiciones culturales, si esas condiciones cambian, la gente puede creer en otras cosas o no creer".
También se ha mostrado convencido de que existe vida extraterrestre porque "vivimos en un lugar muy normal, hay miles de millones de estrellas con planetas y todo apunta a que no somos la única forma de vida". En su opinión, incluso hay que buscar formas de vida con una química distinta a la basada en el ADN en la propia Tierra.
Eso si, la probabilidad de hallar y contactar con seres de otros sistemas planetarios reconoce que es "muy baja" y que sólo se podría conseguir en el futuro mediante radiaciones electromagnéticas.
Creación de vida artificial
Szostack, Nobel en 2009 por su trabajo sobre telómeros, y ahora centrado en la creación de vida artificial, reconocía que "aún no se conoce" como conseguirlo. "Nos falta saber cómo las membranas de las células se abren y se cierran, cómo se dividen. Los científicos nos afanamos en comprender esos procesos sencillos que llevan a la química y la biología planetaria, pero aún no lo hemos conseguido". Reconoce que cuando empezó con estos experimentos pensaba que tardarían 20 años en lograr generar un sistema biológico. "Ahora pienso lo mismo, que pasarán 20 años y puede que entonces conteste igual", afirma.
En todo caso, es un misterio en el que él tampoco ve la mano de Dios. "Si la gente entendiera que hay que buscar respuestas a lo que no sabemos, el mundo sería mejor", asegura.
Así lo cree también Williams, para quien los científicos tienen el deber "dar explicaciones contra las supersticiones". De hecho, aventuró que en 200 años, al ritmo de hallazgos actual, "podremos llegar a tener información de lo que había antes del Big Bang", uno de los grandes misterios actuales.
Sobre la vida en la Tierra, está convencido de que "el sistema es robusto" y aunque la especie humana no sobreviva, "alguna forma de vida si lo hará y puede que llegue a evolucionar hacia la inteligencia humana, aunque no sé si a tener nuestra conciencia".
Fuente:
1 de diciembre de 2010
Curar el cáncer y la longevidad, prioridades de la ciencia
Con motivo del 350 aniversario de la Royal Society británica se ha llevado a cabo una encuesta para conocer las cuestiones científicas que más preocupan a los ciudadanos británicos. Los resultados revelan que el 80% reclama un remedio para el cáncer y el 60% considera que el sida debería ser otra de las prioridades. Un 53% considera que la ciencia debería contribuir a aumentar la longevidad en los próximos años. Y una tercera parte de los encuestados afirmó que los científicos deberían llevar a cabo mayores esfuerzos en la búsqueda de vida extraterrestre. No obstante, sólo una de cada 10 personas considera que la exploración espacial debería ser una alta prioridad para la comunidad científica. Por otra parte, para la mitad de los jóvenes consultados, con edades comprendidas entre los 18 y 24 años, el cambio climático debería ser la prioridad de la comunidad científica."
No puede haber mejor forma de celebrar el aniversario número 350 de la Royal Society que mirando al futuro de la ciencia, sobre los fundamentos de la investigación de hoy", ha afirmado su presidente, Martin Rees.
La ciencia que viene
Coincidiendo con la celebración del aniversario de la Royal Society se ha presentado el informe Science sees further, en el que doce prestigiosos expertos hablan de las áreas más excitantes de la ciencia que viene: el envejecimiento, la biodiversidad, el conocimiento y la computación, la evolución cultural, la vida extraterrestre, la geoingeniería, la sostenibilidad, los gases de efecto invernadero, las nuevas vacunas, la biología de las células madre, la incertidumbre y la ciencia de la Web. En referencia a esta última Tim Berners-Lee, también miembro de la Royal Society, asegura en el informe que la gran ventaja de la Web es que se trata de “un sistema complejo pero, a diferencia de otros que estudiamos – la célula, el cerebro, el cosmos-, es un sistema que hemos diseñado nosotros y que podemos mejorar”.
3 de agosto de 2010
La verdad sobre el caso Roswell
A veces, cuando desconfías de un hecho científico, vale la pena saber cómo empezó, de dónde salió y el tipo de pruebas y experimentos que tuvo que superar para llegar a ser aceptado por la comunidad científica. Y cuando lo recuerdas, te das cuenta de la lógica, de la evidencia y de la rigurosa puesta a prueba. Bien, ¿por qué los científicos no han (hemos, si me permitís) aceptado la existencia de los OVNIs? Hoy día, en la era de Internet y la telefonía móvil, hay gente con un desconocimiento casi total de la ciencia pero que sabe perfectamente lo que son los OVNIs. Incluso serían capaces de dibujarnos uno. No fallaría: con forma de “platillo”. Y si queremos saber cuándo fue la primera vez que se habló de forma seria de platillos volantes hemos de ir al 14 de junio de 1947, cerca de Roswell, Nuevo México.
Aquel día, el capataz del Rancho Forrester, situado a unos 120 kilómetros al norte de Roswell, observó una amplia zona llena de escombros a unos 11 kilómetros de la vivienda del rancho. Eran tiras de neopreno, cinta, láminas metálicas, cartón y pedazos de madera. No le dio importancia, pero unas semanas después oyó hablar de los primeros informes sobre paltillos volantes y se preguntó si aquello podía guardar alguna relación.
Regresó al lugar acompañado de su esposa y recogió unas cuantas de aquellas piezas. Al día siguiente le dijo en tono confidencial al sheriff de Lincoln County que era posible que hubiera encontrado piezas de algunos de aquellos “discos voladores” de los que hablaba la gente. El sheriff, a su vez, lo comunicó a la base aérea de Roswell y enviaron a un oficial de inteligencia, llamado Jesse Marcel, para que lo comprobara. El oficial consideró que los escombros parecían piezas de un globo sonda o de un reflector de radar. Metió todo aquello dentro del maletero de su coche y se lo llevó.
El asunto podía haber acabado aquí, pero al día siguiente la oficina de relaciones públicas del Campo de Aviación del Ejército de Roswell envió un informe a la prensa diciendo que el ejército se había apoderado de un disco volante gracias a la cooperación de un ranchero local y la oficina del sheriff. Inmediatamente, publicaron una rectificación describiendo los escombros como pertenecientes a un receptor radar estándar. Demasiado tarde. La noticia se había publicado en el Roswell Daily Record. Había nacido el “incidente Roswell“. A medida que pasaron los años, aquella rectificación acabaría pareciendo una tapadera.
No fue hasta 1978, unos treinta años después, cuando en el relato del incidente empezaron a aparecer “cuerpos extraterrestres” con grandes cabezas. Incluso uno había sobrevivido y el gobierno lo había mantenido oculto. La historia del comandante Marcel, de poner las piezas en el maletero de su coche, se había convertido en una importante operación secreta de del ejército para recuperar la presunta nave. Además, no había habido un incidente, sino tres.
Varios “investigadores” sobre OVNIs juntaron informes de uno y otro lado para crear el mito de un encuentro con extraterrestres. Según ellos, la verdad era demasiado espantosa como para divulgarla. Si las historias no encajaban, se retocaban; y si no se podía, se omitían. Al final, la línea entre hecho y especulación desapareció, el negocio editorial se puso en marcha y empezaron a aparecer programas de TV que se emitían como documentales de diversas cadenas como la NBC, CBS, CNN, etc. Ya se sabe que la pseudociencia siempre vende más que la ciencia.
El punto culminante llegó en 1995, cuando la cadena Fox TV emitió una película en blanco y negro de lo que se suponía era la autopsia realizada por el gobierno a uno de los extraterrestres. A pesar de que fue denunciada inmediatamente por los expertos como un evidente montaje, se dispararon los niveles de audiencia. Sólo tres años después, cuando los niveles de audiencia empezaron a descender, la Fox anunció que habían contratado a unos expertos para que la examinaran. Utilizando sistemas de ampliación de vídeo, llegaron a una terrible conclusión: la película era una estafa. ¿Creéis que los de la Fox se disgustaron por haber sido engañados? ¡En absoluto! Se jactaron y vanagloriaron de haber descubierto “uno de los mayores montajes de todos los tiempos”.
Lo que de verdad sucedió...
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14 de junio de 2010
E.T.s: Cincuenta años de silencio ¿o no existen?
Lunes, 14 de junio de 2010
E.T.s: Cincuenta años de silencio ¿o no existen?
Muchos en este planeta estamos convencidos de dos cosas; si existen los extraterrestres con forma e inteligencia similar a la humana, deben de estar ubicados demasiado lejos (a millones o billones de años luz) para poder comunicarse con nosotros o viajar desde sus planetas hasta nuestro sistema solar; o bien, si dichos extraterrestres existen, aparte de su ubicación lejana, su forma corporal o la tecnología que han desarrollado nada debe tener de compatibilidad con la humana, y por lo tanto no podemos detectar su presencia o comunicación con la tecnología humana actual.
Ello podría explicar, en términos de eficiencia y productividad, que el Proyecto SETI hasta el momento haya sido un fracaso en su objetivo de lograr obtener señales de radio, que no sean ruido estelar, que tengan caracter informativo y que desde luego, provengan de otra civilización inteligente avanzada de alguna parte del universo que no sea la tierra.
Al respecto, Paul Davies en su nuevo libro The Eerie Silence plantea las razones de dicho fracaso y considera la necesidad de revaluar y reorientar el proyecto hacia caminos más lógicos en su aventura de localizar vida extraterreste.
David Schwartzman, biogeoquímico de la Universidad de Howard en Washington DC, explica por qué piensa que los extraterrestres están ahí fuera, a pesar de que la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI) sólo ha encontrado el silencio. También describe lo que tenemos que hacer para el planeta Tierra sea parte de el Club Galáctico. Enseguida su artículo:
El Gran Silencio, el fallo al detectar señales de inteligencias extraterrestres (ETI) mediante el programa observacional SETI durante los últimos 50 años, ha continuado y genera un gran ruido. No me refiero al ruido galáctico que puede ocultar una débil señal ETI, sino a todos los viejos argumentos que se reviven una y otra vez, ad infinitum. Más libros, más artículos, más silencio, más especulación. El último es la advertencia de Stephen Hawking a los terrícolas: mantén silencio o los alienígenas imperialistas nos devorarán cuando descubran que existimos. ¿Ha estado viendo Hawking demasiados DVDs de Star Wars? En lugar de esto, sospecho que el físico teórico más grande aún vivo está echándose unas risas a costa de nuestra ingenuidad.
A primera vista, Paul Davies en su nuevo libro The Eerie Silence propone algunas ideas nuevas. Sugiere que la aproximación del SETI observacional – que intenta detectar señales de banda estrecha dirigidas hacia la Tierra por una civilización extraterrestre – es probablemente inútil, dado que la existencia de una civilización comunicadora en la Tierra no será conocida por ninguna comunidad alienígena más allá de 100 años luz. En lugar de esto, defiende que “deberíamos buscar indicadores de inteligencia extraterrestre, usando toda la panoplia de instrumentos científicos, incluyendo trazas físicas de proyectos extraterrestres muy antiguos cerca o dentro del Sistema Solar. SETI de radio tiene que reorientarse a la búsqueda de balizas no dirigidas, mirando fijamente hacia el centro galáctico continuamente a lo largo de meses o años, y buscando eventos transitorios distintivos (‘pings’). Este “nuevo SETI” debería complementar, no reemplazar, al SETI tradicional de radio y óptico”.
Pero pensándolo de nuevo, tal vez estas ideas no son del todo nuevas. Ya he leído estas sugerencias antes en la literatura de SETI. Es más, encontré la mayor parte de ellas citadas en sus pies de página. No obstante, deberíamos agradecer a Davies que las recopilase en su estimulante y lúcido nuevo libro.
¿Cuáles son las posibles razones para este “Gran Silencio”? La siguiente lista, por supuesto, no es original:
1) Realmente estamos solos, o casi. No hay ETI, ni hay “Club Galáctico” – el nombre que dio el radioastrónomo Ronald Bracewell a la red de comunicación para civilizaciones avanzadas en nuestra galaxia (GC para abreviar).
2) El GC, o al menos las ETI existen, pero ignoran nuestra existencia (como Davies ha sugerido alguna vez).
3) No somos aptos para ingresar en el GC, por lo que el silencio es deliberado, con un protocolo muy estricto evidente: “¡Sin mensajes a las civilizaciones primitivas!” Sólo señales inadvertidas, esporádicas y no repetidas – por ejemplo la señal “Wow” – pueden ser detectadas por una civilización primitiva, con un contenido de la señal opaco no distinguible de señales naturales o ruido.
Universitam
8 de marzo de 2010
El apocalipsis que llegará del espacio
Lunes, 10 de marzo de 2010
El apocalipsis que llegará del espacio
Aterradores escenarios que demuestran que la Tierra se encuentra en un medio hostil
Recreación artística de un meteorito como el que cayó sobre nuestro planeta. | Science Photo Library
Si miran al cielo nocturno, verán el espacio infinito salpicado de pequeños puntos luminosos. Un remanso de paz en las alturas. Pero esa serena imagen es una gran mentira. La Tierra está inmersa en un entorno hostil, a merced de las grandes fuerzas cósmicas. A su alrededor explotan estrellas, colisionan galaxias enteras y agujeros negros devoran cuanto encuentran a su paso.
El libro La Muerte llega desde el cielo. 'Así terminará el mundo' (editorial Robinbook) explica que la destrucción de la Tierra es cuestión de tiempo. El volumen presenta una decena de aterradores escenarios y relata con lenguaje riguroso y divulgativo qué probabilidad hay de que se hagan realidad, cómo afectarían a la vida en la Tierra y si podemos hacer algo por evitarlos.
El autor es el astrónomo Philip Plait, que ha trabajado siete años en la NASA, y otros tantos como profesor. Es el creador del reconocido blog Bad Astronomy, cuyo propósito principal es refutar cuestiones como la astrología, el creacionismo o la conspiración lunar.
Meteoritos
El impacto de un meteorito de grandes dimensiones sobre la Tierra hace 65 millones de años acabó con los que eran los reyes y señores del planeta, los dinosaurios. La historia puede repetirse. Y en esta ocasión se extinguiría la raza humana.
Tal y como sentencia el libro, "la Tierra se halla situada en una galería de tiro cósmica y el Universo nos tiene en su punto de mira". El golpe de uno de estos proyectiles no sólo afectaría a la zona donde cayera. En ese punto nacería una gigantesca onda sonora que daría varias vueltas al planeta, llevándose por delante todo aquello que encontrara.
El asteroide Apofis, de 250 metros de diámetro, es una de las rocas extraterrestres que más posibilidades tiene de golpear la Tierra. La fecha de impacto: 13 de abril de 2029. La catástrofe podría evitarse lanzando una bomba a unos cientos de metros de distancia del asteroide. Esto desviaría su trayectoria.
Agujeros negros
Nacen de la muerte de una estrella, concentran muchísima masa en un volumen muy pequeño y su fuerza de atracción gravitatoria es gigantesca. Son, en definitiva, pozos sin fondo que devoran todo aquello que encuentran a su paso. En la Vía Láctea se estima que hay diez millones de agujeros negros. Si uno se aproximara la Tierra lo suficiente como para hacer daño, lo primero que notaríamos los ciudadanos de a pie serían alteraciones en las mareas por el efecto gravitatorio.
Al principio serían sutiles, pero terminarían siendo tan brutales que causarían inundaciones y tsunamis. En un momento dado, la gravedad del agujero y la de la Tierra se habrían igualado y empezaríamos a flotar. Es un respiro dentro de tanto caos, pero quizá el miedo no nos dejaría disfrutar de la extraña experiencia. Una hora más tarde, la gravedad del agujero negro superaría la de nuestro planeta con creces y lo engulliría. Este sería el fin de la humanidad. El fin del planeta Tierra.
Supernovas
El nacimiento de una supernova suele ser motivo de emoción y alegría entre los astrónomos. En cuanto notan su brillo especialmente intenso en el cielo nocturno, sacan presurosos los telescopios para observar a la recién llegada. Pero si este evento cósmico sucede demasiado cerca de la Tierra (a menos de 25 años luz), la alegría debe convertirse en seria preocupación.
La explosión estelar despide un chorro de rayos gamma. Si alcanzaran la atmósfera terrestre, destruirían los niveles de ozono hasta la mitad. Antes de llegar, atravesarían la Estación Espacial Internacional y matarían a los astronautas a bordo. Con la llegada del día, comenzaría la peor parte: los rayos ultravioleta atravesarían la atmósfera sin que nada les frenase. La luz nos quemaría. Nuestra piel no está preparada para soportar estos rayos.
Pero este sería el menor de los problemas en un planeta donde la base de la cadena alimentaria, el fitoplancton, está muerta. Comienza así, una extinción masiva. La estrella más cercana a la Tierra con posibilidades de convertirse en una supernova es Betelgeuse, una supergigante roja en Orión, a unos 430 años luz. No se sabe exactamente cuando explotará, pero lo hará.
La extinción del sol
El Sol morirá, pero no lo hará solo. Se llevará por delante la Tierra. La estrella aumenta poco a poco de tamaño. Un día será tan grande que su brillo será insoportable, el calor en la Tierra sofocante y tan extremo que la atmósfera se escapará hacia el cosmos. Así, hasta que el planeta esté tan caliente que, literalmente, se derrita. Pero falta mucho tiempo para que esto suceda, 6.000 millones de años. Hasta entonces y mientras tanto, el astro rey puede dar guerra lanzando llamaradas solares. Éstas liberan millones de partículas subatómicas. Suceden con frecuencia y suelen causar daños en los satélites artificiales que orbitan nuestro planeta.
Estas llamaradas pueden ser mucho más violentas, tanto que tengan consecuencias catastróficas. Podrían provocar el caos electromagnético y destrozar los satélites por completo por una sobredosis de calor. En tierra, los cables de transmisión sufrirían una sobrecarga repentina de corriente eléctrica, se romperían y caerían como látigos. Los transformadores explotarían. Cientos de millones de personas se quedarían sin luz y, en una sociedad donde el bienestar depende en gran medida de esta energía, muchos morirían de frío.
Ataque alienígena
La probabilidad de que esto suceda es desconocida porque aún no se conoce el número de civilizaciones avanzadas que pueden existir en una galaxia ni las probabilidades de que sean hostiles. Tampoco se sabe si siendo hostiles se desplazarían hasta la Tierra para aniquilarnos.
A pesar de ello, la posibilidad existe. Plait imagina a los alienígenas de este tipo con forma de araña y con una destreza envidiable en el manejo y construcción de ingenios tecnológicos y también para replicarse a sí mismos. "Un montón de arañas partieron en busca de materias primas. La Tierra sucumbió en cuestión de días. Las primeras aterrizaron en Australia y devoraron cuanto hallaron a su paso. Piedra, metal o gas, todo podía ser convertido en caso de necesidad. Agua, plantas, carne, todo se aprovechaba (...) Barrieron todo el planeta y en un par de semanas no quedaba prácticamente nada con vida en el planeta".
Otro posible tipo de ataque alienígena es el de bacterias o virus, pero hay que esperar a que los avances en el ámbito de la astrobiología arrojen luz sobre el asunto porque aún no está claro si son capaces de sobrevivir a un viaje espacial o traspasar nuestra atmósfera.
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