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24 de junio de 2016

Hallan una momia de 4.500 años perteneciente a la civilización Caral en Perú


El cuerpo, que corresponde a una mujer de unos 40 años y de alto estatus social, fue encontrado en posición flexionada con el dorso hacia abajo y colocado en un hoyo cavado en un depósito de ceniza y material orgánico.


Un grupo de arqueólogos ha descubierto en Áspero, al norte de Lima, una momia de unos 4.500 años de antigüedad, que corresponde a una mujer de alto estatus social de la civilización Caral, la más antigua de América, informaron los investigadores.

El hallazgo, liderado por la arqueóloga Ruth Shady, se recuperó de un edificio dedicado a ídolos y el cuerpo fue encontrado en posición flexionada con el dorso hacia abajo y colocado en un hoyo cavado en un depósito de ceniza y material orgánico, indicaron los expertos en un comunicado.

Un análisis determinó que se trata de una mujer de aproximadamente 40 años que, al parecer, tenía un alto estatus social por su ritual de enterramiento, que consistió en una ofrenda con semillas de vegetales y en el ajuar objetos «muy apreciados» de esta sociedad como collares con cuentas y broches (tupus).

Estos hallazgos «ayudan a conocer aspectos de la organización social y del sistema religioso de la sociedad de Áspero», la ciudad pesquera de la civilización Caral, agregó la información.

Los expertos también encontraron ocho flautas traveseras elaboradas con huesos de animales, que estaban depositadas como ofrendas en esta misma ciudad y que determinan la interacción de Áspero con otros pueblos de la cultura Caral.

Caral, ubicada a doscientos kilómetros de Lima y declarada en 2009 Patrimonio Mundial de la Unesco, fue una compleja sociedad que se desarrolló entre los años 3.000 y 1.800 a. C., en el período denominado Precerámico, coetánea a la época de las pirámides de Egipto.

Tomado de:

ABC (España)


28 de julio de 2015

Tu nivel socioeconómico interviene en el tipo de cáncer que puedes desarrollar

A pesar de que el nivel socioeconómico de las personas no tiene ninguna relación con el riesgo de cáncer, sí que lo tiene respecto a qué tipos de cáncer pueden sufrir, según un nuevo estudio publicado en la revista Cancer.

El trabajo, realizado por un equipo de investigadores del Registro del Cáncer del Estado de Nueva York (EEUU) liderado por Francis Boscoe, realizó una comparativa de las personas que viven en las zonas de más pobreza con las que vivían en otras áreas más favorecidas, obteniendo que casi 3 millones de cánceres fueron diagnosticados entre los años 2005 y 2009 en 16 estados, incluyendo entre otros Colorado, Florida, Iowa o Los Ángeles. Todos los individuos fueron divididos en cuatro grupos en función de su nivel de pobreza - de acuerdo con la American Community Survey 2005-2009 - en el momento del diagnóstico.

De los 39 tipos de cáncer detectados, 32 de ellos mostraron una relación significativa con la pobreza (tanto a nivel bajo como medio), determinando que el cáncer de laringe, el de cuello uterino, el de pene y el de hígado eran más probables en los barrios más desfavorecidos o pobres; sin embargo, otros tipos de cáncer como el melanoma, el cáncer de tiroides, el de piel no epitelial y el de testículos, eran más posibles en los barrios más ricos.

“Los tipos de cáncer más asociados con la pobreza tienen menor incidencia y mortalidad más alta y los relacionados con la riqueza tienen una mayor incidencia y mortalidad más baja; cuando se trata del cáncer, los pobres tienen más probabilidades de morir de la enfermedad mientras que los ricos son más propensos a fallecer con la enfermedad”, afirma Francis Boscoe, líder del estudio.


Tomado de: Muy Interesante

13 de septiembre de 2012

Perú: ¿Cómo se mide la pobreza?



Uno de los indicadores más usados para medir la evolución del bienestar es el nivel de pobreza de un país. De acuerdo con cifras oficiales, el porcentaje de pobres en el Perú ascendió a 27.8% en 2011, luego de ubicarse en 42.8% en el 2007. La meta para el 2016 es 15%. ¿Qué significan estos números y cómo se llegó a ellos, es decir, cómo se mide la pobreza?


Si queremos medir la pobreza antes debemos definirla, asunto que constituye una tarea compleja (intente conversar con amigos, pregunte qué es pobreza y notará la falta de un acuerdo). Suponiendo que ya la definió, medirla es aún más difícil. El problema es que al no existir una única definición de "qué es ser pobre", tampoco habrá solo un método para calcularla. Entonces, ¿qué método se utiliza para calcular la pobreza 'oficial' en el Perú?

En el Perú se usa el método de "líneas de la pobreza monetaria". El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) define la pobreza monetaria (también llamada por ingresos) como la insuficiencia de recursos monetarios para adquirir una canasta de consumo mínima aceptable socialmente. En términos simples, pobre es aquel que no tiene el dinero para comprar la canasta mencionada. 

Una línea de la pobreza es un límite o umbral, que indica el costo (expresado en unidades monetarias) de una canasta básica. Aquellos cuya capacidad de gasto es menor que la línea son considerados pobres. Por el contrario, los que pueden gastar un monto mayor al indicado por la línea son considerados no pobres. En otras palabras, la línea de la pobreza divide a la población en dos grupos: pobres y no pobres. 

Dicho de otro modo, la pobreza se mide en función de una variable: la capacidad de gasto de la persona, con lo cual se asume que si tiene el dinero, entonces lo gastará en aquellos bienes y servicios que eleven al máximo su bienestar. Por lo tanto, si todas las personas recibieran una transferencia de dinero que les permitiera gastar por encima del costo de la canasta mínima, entonces no habría pobres. La pobreza monetaria mide la posesión del medio para lograr el fin.

No obstante, la pobreza es un fenómeno multidimensional, que no depende solo de la capacidad de gasto de una persona, más allá de los problemas que tiene la definición de la canasta de consumo mínima socialmente aceptable. Por ejemplo, una familia puede tener el ingreso para comprar la canasta que lo clasifica como no pobre, pero vive en condiciones de hacinamiento, sin agua ni desagüe, sin energía eléctrica y en una vivienda precaria. A todas luces, también sería pobre, a pesar de que con el método descrito aparecería como no pobre. Esa observación nos lleva a otro método, conocido como el de las necesidades básicas insatisfechas (NBI). A través de este segundo método, se listan cuáles son las necesidades básicas y luego se procede a clasificar como pobre a una persona que no satisfaga dos o más de esas necesidades.
Ambos métodos recogen información de las Encuestas Nacionales de Hogares (ENAHO) y presentan subjetividades. Con el método de la pobreza monetaria, ¿cómo determinar los bienes y servicios que conforman la canasta básica? Del mismo modo, de acuerdo con el método de las NBI, ¿cómo determinar las necesidades básicas? ¿Por qué a partir de dos de ellas insatisfechas el individuo se considera pobre y no a partir de tres?   

Más aún, los dos métodos parten de información obtenida de encuestas, de ahí que se ubiquen dentro de un grupo denominado "línea de pobreza objetiva". Sin embargo, en los últimos años se ha avanzado en el cálculo de una línea subjetiva que depende de la autopercepción de cada persona. Bajo esta última definición, es pobre quien se considera como tal, independientemente del nivel de ingresos y otros aspectos relacionados con el bienestar.

Por lo tanto, las líneas de pobreza objetivas dependen de criterios establecidos por especialistas para llevar una vida decente. Por ejemplo, las necesidades biológicas de alimentación en términos de requerimientos nutricionales mínimos. Las líneas subjetivas dependen más de la idea que cada persona tiene sobre el nivel mínimo de ingreso o consumo necesarios para ni ser pobre. 

Existen varios métodos más para calcular la pobreza, de ahí que surjan dos conclusiones: en primer lugar, es necesario complementar los resultados de la pobreza con otros indicadores relacionados con el bienestar y, en segundo lugar, el diseño de las políticas sociales se hace a partir de la caracterización de la pobreza, la que a su vez depende del método usado.

Fuente:

23 de junio de 2012

Un estudio científico muestra que los ricos presentan un comportamiento social menos ético que los pobres


Un reciente y polémico estudio de la prestigiosa revista PNAS, de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, compara mediante 7 experimentos el comportamiento ético de individuos de clases sociales altas y bajas, ante determinadas circunstancias comunes en la vida diarias. El resultado de esos experimentos mostró que las personas de clase alta son más propensas a quebrantar la ley mientras conducen, a tomar decisiones poco éticas, a apropiarse de objetos de valor que pertenecen a otras personas, a mentir en negociaciones, a hacer trampas para ganar un premio y a mostrar comportamientos poco éticos en el trabajo, que personas de clase baja sometidas a las mismas pruebas. Así que si se os sienta un rico a vuestro lado, ojito con donde ponéis la cartera.

22 de junio de 2012

Mejor padres inteligentes que ricos

Aunque es cierto que los hijos de personas con rentas altas suelen acabar teniendo también importantes ingresos económicos, un estudio publicado en Journal of Political Economy indica que el dinero no lo es todo. Otros factores como la inteligencia, los buenos consejos, la ética en el trabajo o el nivel educativo de los progenitores son más importantes a la hora de determinar el éxito de los hijos.

"Sabemos que hay relación entre los ingresos de los padres y los de los hijos", ha explicado David Sims, autor del estudio y profesor de la Universidad de Brigham Young (EEUU). "Pero se ha prestado menos atención al mecanismo. Queríamos analizar si la relación está asociada al dinero en sí, es decir, a lo que podemos comprar a nuestros hijos, o a otros valores intangibles que se transmiten de padres a hijos".

Para separar estos dos factores, los investigadores seleccionaron padres con similares valores de `capital humano´: inteligencia, nivel educativo, formación profesional especializada, etc. Sin embargo, algunos residían en zonas con alto desarrollo económico y tenían ingresos más altos, mientras que otros eran menos afortunados y vivían en zonas con menos posibilidades por lo que, a pesar del gran potencial en términos de capital humano, tenían rentas más bajas. Si el dinero es lo único que determina el éxito de los hijos, entonces las personas con padres de mayores ingresos deberían cobrar más también.

Sin embargo, los resultados mostraron que no había diferencias entre unos y otros, es decir, que a pesar de las diferencias económicas, los hijos de padres inteligentes, con alto nivel educativo y demás atributos intangibles tenían rentas altas. "Para los hombres de nuestra base de datos, el capital humano transmitido de padres a hijos tiene una gran importancia en la relación intergeneracional de ingresos globales", ha indicado Sims.


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10 de abril de 2012

¿Gran descubrimiento?: A mayor igualdad social, más felicidad

"Las sociedades con un mayor nivel de bienestar son aquellas en las que hay un mayor nivel de igualdad social. La felicidad no es un asunto solamente individual, sino que depende de un entorno más justo, en el que se respeten los derechos humanos, se cuide el medio ambiente y exista el apoyo social". Así lo demuestran las investigaciones que ha presentado catedrático Carmelo Vázquez (Universidad Complutense) en el II Cogreso Internacional de la Felicidad que ha organizado Coca-Cola en España.

Vázquez fue el último de los ponentes en una jornada que ha contado, además de con él, con otros tres conocidos divulgadores e investigadores españoles: Eduardo Punset, Luis Rojas Marcos y Juan Luis Arsuaga, reunidos todos ellos para hablar de ese fenómeno intangible que es la felicidad.

Ante un auditorio en el que no quedaba una plaza vacía, Punset, que es uno de los organizadores, ha asegurado que, pese a la crisis, "cualquier tiempo pasado fue peor porque hemos salido del imperio del dogma y, además, la vida aumenta 2,5 años cada década, algo grandioso".

El psiquiatra Luis Rojas Marcos, que trabaja en Nueva York, donde ha dirigido las instituciones de salud pública de esta ciudad, ha centrado su ponencia en los factores que facilitan lo que él llama "satisfacción con la vida". Así, ha destacado la importancia de comunicarse "porque el hablar las emociones pierden intensidad". Tras preguntar a la audiciencia si se sentía feliz y ante un abrumador 90% afirmativo, el psiquiatra ha apuntado que "es un sentimiento que está en los genes porque lo ha favorecido la selección natural".

Como muchos de los presentes esperaban, Rojas Marcos ha mencionado algunos factores "protectores" de esa felicidad, como son las relaciones afectivas, la resilencia (que es la capacidad de ser flexible y resistente a situaciones adversas) o la sensación de que se tiene el control de la propia vida.

Por su parte, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector del proyecto de Atapuerca, ha hecho un repaso de la evolución humana para explicar cómo hace un millón de años la especie "dejó de ser presa para convertirse en la mayor depredadora". Fue entonces, ha asegurado, cuando comenzó la competencia con los otros grupos humanos y la solidaridad dentro del propio.

Vivir en armonía

Sin embargo, el investigador ha asegurado que las recetas para ser feliz las encuentra, precisamente, en "tratar de no dejar el mundo peor de lo que lo encontramos" y en "vivir en armonía con otras especies y mi felicidad se va con el expolio y la avaricia sin sentido".

La conferencia de Arsuaga ha tenido mucho en común con las investigaciones del catedrático de la Universidad Complutense. Vázquez ha recordado cómo en el pasado, y aún muchos lo creen así, los índices de bienestar humano se midieron por el Producto Interior Bruto o por el índice de desarrollo de Naciones Unidas (basado en la esperanza de vida, la escolarización, etc.). Ahora se analizan otros baremos, como el desarrollo de los derechos humanos o la participación ciudadana.

Otros estudios revelan, asimismo, que la felicidad defiende de las infecciones (los felices enferman menos). También se ha demostrado, con los datos de un estudio de Estados Unidos, que entre los 18 y los 50 años el nivel de satisfacción personal baja, pero vuelve a subir a partir de esa edad.

Fuente:

El Mundo Ciencia

29 de febrero de 2012

La gente de clase alta es más propensa a violar las normas

El tío Gilito de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

El tío Gilito (Tío Rico o Rico McPato) de Disney caracterizado como el avaricioso míster Scrooge de Dickens.

Los individuos de clase alta pueden ser más propensos a comportarse de forma poco ética que los de clase baja, según sugiere un estudio recién publicado en la revista científica 'Proceedings of The National Academy of Sciences' (PNAS).

El trabajo ha sido dirigido por Paul K. Piff, del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley. Él y sus colegas llegaron a esta conclusión tras realizar siete experimentos, tanto de campo como de laboratorio, sobre el comportamiento de diversas personas en las mismas circustancias y teniendo en cuenta su estatus social.

Para su estudio, los psicólogos entendieron como individuos de clase alta a aquellos con más riqueza, prestigio profesional y nivel educativo.

En los dos primeros estudios, realizados con observaciones al aire libre, los individuos de clase alta demostraron que tenían más facilidad para saltarse las normas de tráfico en comparación con los individudos observados y que pertenecían a estratos sociales menos elevados.

Después, el equipo de psicólogos de Berkeley desarrolló una serie de experimentos de laboratorio que sirvieron para demostrar, según afirman en su artículo, que las personas de rango social alto fueron más proclives a tomar decisiones poco éticas, coger objetos que no les pertenecían, mentir en una negociación, engañar para aumentar sus posibilidades de llevarse un premio y aprobar comportamientos incorrectos en el trabajo.

Los autores de esta investigación defienden que la avaricia es uno de los motores que llevan a este tipo de conductas asociales. Así, según afirma Paul K. Piff en el artículo publicado en PNAS , uno de los elementos que explica esta tendencia de la gente de rango alto a tener comportamientos menos éticos se debe a que tienen, por el contrario, una actitud más favorable hacia la avaricia.

En sus dos primeros experimentos, realizados en al aire libre el área de San Francisco, las personas consideradas por los investigadores como de rango elevado fueron las que más veces llevaron a cabo dos prácticas poco éticas: cortar el paso a otros conductores en un cruce complicado de cuatro carriles y no ceder el paso a los peatones. Los autores hicieron observaciones reales de lo que ocurría en la ciudad, de modo que estimaron el rango social de los infractores de las normas de tráfico en función del modelo de coche, la vestimenta y la edad del conductor.

En los siguientes estudios de laboratorio sí tomaron como muestra individuos elegidos para el caso, entre estudiantes de la Universidad de Berkeley y adultos seleccionados de todas las partes de Estados Unidos. Los investigadores descubrió que los individuos con posición social alta eran más propensos a engañar, robar, mentir y tomar decisiones poco éticas. Según los psicólogos de Berkeley, esta actitud poco ética ligada a la clase alta es independiente de la edad, el género, la etnia, las creencias religiosas y la orientación política.

Fuente:

El Mundo Ciencia

15 de febrero de 2012

Siria: Hallan indicios de clases sociales hace 13.000 años

Cabaña Circular De Entre 4 Y 5 M De Diámetro. En El Poblado Se Encuentras Las Pr
Foto: JUANJO IBAÑEZ Y XAVIER TERRADAS

MADRID, 15 Feb. (EUROPA PRESS) -

Hace 13.000 años las comunidades humanas que habitaban el sur de Siria comenzaban a exhibir una diferenciación social, según los análisis de un yacimiento en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

El estudio se ha llevado a cabo a través del análisis de un poblado completo, denominado Qarassa 3, que se compone de 12 cabañas, dos de las cuales muestran un nivel de complejidad superior al resto. Según el investigador de la Institución Milá y Fontanals, Juan José Ibáñez, "ésta característica podría indicar una diferencia en el rol social de sus habitantes".

De las cabañas, se conserva la base de los muros, erigidos con piedras basálticas. Gracias a ellas, se sabe que las estancias eran circulares, de entre cuatro y cinco metros de diámetro. La existencia de agujeros de poste sugiere que la cubierta y el alzado de las paredes eran de materia vegetal.

Las dos viviendas con un mayor nivel de complejidad son las que están situadas en la zona más meridional del poblado. Una de ellas presenta divisiones internas y una pequeña plataforma interior sobreelevada, y la otra consta de una fosa y dos plataformas exteriores asociadas a la puerta de entrada. Para el responsable de la excavación, el investigador del CSIC Xavier Terradas, "la estructuración del espacio interior es un hallazgo clave en la historia de la arquitectura".

Concretamente, las estancias tienen entre 12 y 16 metros cuadrados de superficie, por lo que Terradas interpreta que el poblado debía componerse de entre 40 y 60 individuos. En este sentido, el investigador ha explicado que "la distribución de todas ellas, adyacentes entre sí, pero no superpuestas y organizadas en forma de arco orientado hacia un antiguo lago, demuestra que todas formaban parte de un mismo poblado".

Las características del yacimiento lo incluyen dentro de la cultura natufiense, que habitó esta región hace entre 14.000 años y 9.000 años aproximadamente. El hallazgo, por tanto, asienta los rasgos de esta cultura, asociada al principio de la sedentarización. Ibáñez ha detallado que "no se puede saber con seguridad si vivían todo el año en esas cabañas o sólo durante largos periodos, pero supone un gran asentamiento frente a las comunidades nómadas".

La sedentarización trajo consigo la aparición de la ganadería y la agricultura, y el abandono de la caza y la recolección. Según el investigador del CSIC, "no se han encontrado indicios de agricultura en el poblado, pero sí se ha comprobado una mayor explotación de los cereales ya que han aparecido más de 80 morteros excavados en la roca de los alrededores y útiles para el segado".

Para dilucidar la importancia de la agricultura dentro de esta comunidad el equipo planea una nueva expedición para analizar los sedimentos del lago seco. Según Ibáñez, "este proyecto podría revelar indicios de cultivos cerca de la orilla".

Fuente:

Europa Press

3 de agosto de 2011

Clases sociales, Inteligencia y Evolución (primera parte)

Sthepen Jay Gould escribió “La Falsa Medida del Hombre” en 1981,donde realiza un amplio estudio sobre las diferencias entre las jerarquías sociales y como las clases superiores han buscado, a lo largo del tiempo, excusas para perpetuarse en los peldaños superiores de la jerarquía, son los inteligentes.

Sthephen Jay Gould se doctorò en paleontología en 1967 en la Universidad de Columbia, estudiando los fósiles de caracol de la época del Pleistoceno. Su contribución al conocimiento de la teoría de la evolución es una de las más importantes y polémicas. A lo largo de su vida escribió más de 20 libros, 100 comentarios a publicaciones, cerca de 500 trabajos científicos y 300 artículos en Natural History, revista mensual en la que publicó ininterrumpidamente durante más de veinticinco años. Recibió más de cuarenta grados honoríficos, además de haber sido presidente de la AAAS, de la Paleontologicac Society.

Alineación al centro

Gould puede considerarse como un intelectual, pues su campo de conocimiento no solo incluía la paleontología y la biología evolutiva sino también la historia de la ciencia, el arte, la ciencia política e incluso beisbol. Una de sus pasiones era difundir el conocimiento científico al público no especializado. Varios de sus libros como El pulgar del Panda, La falsa medida del hombre, La vida maravillosa fueron premiados.

Fue un científico polémico, sus trabajos de investigación podían ser apreciados o criticados, pero nunca fueron ignorados. Podría considerarse a Gould como el sucesor de Darwin. Amplió, junto con su colega Niles Eldredge el concepto de evolución, con su teoría del equilibrio punteado.

La teoría del equilibrio punteado cuestiona el concepto de evolución como un proceso gradual y continuo, tal como puede esperarse de la teoría de Darwin. Gould y Eldredge proponen un modelo en que la evolución puede producirse a saltos. Llegan a esta conclusión después de analizar los registros fósiles que muestran a menudo unas sustituciones bruscas de especies o explosiones evolutivas en periodos concretos, como la conocida explosión cámbrica.

La explicación es sencilla. Por alguna circunstancia se produce una pequeña variación genética que afecte al organismo, pero no a su capacidad de reproducción, al cabo del tiempo la población permanece estable hasta otro cambio. De esta manera la selección natural queda en un segundo plano y es la modificación del genoma la clave de la evolución. Es la teoría del equilibrio punteado, la evolución es la adaptación a los ambientes cambiantes, no significa progreso.

Resumiendo, la evolución no es lineal y progresiva, sino abrupta. Existen grandes períodos de equilibrio donde evolutivamente no sucede nada, las especies no cambian. Pero de repente (a escala geológica millones de años) se producen cambios rápidos y sustanciales, las puntas del cambio evolutivo.

Esta manera de considerar la evolución como un cambio a saltos y no como un proceso gradual le hizo enemistarse con los representantes de la sociobiologia, el creacionismo y la teoría del diseño inteligente. Y es que Gould era consciente que cualquier actividad humana ocurre dentro de un contexto social y por tanto las influencias culturales repercuten en el trabajo científico.

Para comprender los misterios del mundo en que vivimos es necesario que la investigación científica se adentre en el campo de la historia de la ciencia. Pues evaluar las causas que permitieron que la historia siguiera un camino y no otro nos ayuda a comprender que preguntas tenemos que hacer y que respuestas buscamos.

Stephen Jay Gould escribió por primera vez “La falsa medida del hombre” en 1981 como respuesta al auge del determinismo biológico. Gould analiza y critica las distintas formas que a lo largo del tiempo se han utilizado para medir la inteligencia. Y como estas medidas se han utilizado para justificar de forma científica los derechos de la clase dirigente para perpetuarse en su escala social dominante.

S.J.Gould a lo largo de todo el libro muestra una gran preocupación por los desastres a que han conducido las falsedades argumentadas en clave científica. Se propone desenmascarar estas falacias de la ciencia utilizada con propósitos injustos, dice textualmente hablando del determinismo biológico:

“Pasamos una sola vez por este mundo. Pocas tragedias pueden ser más vastas que la atrofia de la vida; pocas injusticias, más profundas que la de negar una oportunidad de competir, o incluso de esperar, mediante la imposición de un límite externo, que se intenta hacer pasar por interno”

Desde muy antiguo se ha intentado mantener una sociedad jerarquizada, los justos y sabios formando la clase dominante y dirigente. Los mendigos e ignorantes en la clase más baja. Gould empieza contando como Sócrates propone una sociedad construida artificialmente y ex profeso según la condición impuesta a sus ciudadanos por la clase gobernante. Esta sociedad se dividiría en tres clases: clase mandataria, clase ayudante y clase obrera. La condición de pertenencia a cada clase será debida a la educación y cada clase recibirá una educación diferente desde la infancia.

Platón en “La República”, escrito en forma de dialogo entre Sócrates y otros personajes, discute la organización del Estado ideal. Sócrates aconseja que se diga a los ciudadanos que Dios ha dado a cada uno una forma diferente, a los que tienen la capacidad de mandar, les ha puesto oro; a los ayudantes plata; a los obreros bronce y hierro. Gould considera que no hay mucha diferencia entre este cuento sobre metales al cuento actual del determinismo biológico sobre genes.

“Los metales han sido reemplazados por los genes (aunque conservemos algún vestigio etimológico del cuento de Platón en el uso de la palabra “temple” para designar la dignidad de la persona. Pero la argumentación básica sigue siendo la misma: los papeles sociales y económicos de las personas son un reflejo fiel de su constitución innata. Sin embargo, un aspecto de la estrategia intelectual ha variado. Sócrates sabía que estaba mintiendo.”

Gould, consciente de la importancia de la historia cultural, quiere desmitificar a la ciencia como una empresa objetiva.

“Lo que pienso es, más bien, que la ciencia debe entenderse como un fenómeno social, como una empresa valiente, humana, y no como la obra de unos robots programados para recoger información pura.”

En este aspecto, el científico se encuentra influenciado por su cultura. Dentro de un contexto cultural, el científico hace preguntas y encuentra respuestas. Las condiciones culturales impondrán inconscientemente la forma de hacer las preguntas y esta condiciona la forma de obtener las respuestas. De esta manera Gould exculpa a los científicos que se han equivocado, lo han hecho con la mejor voluntad científica, pero desconociendo sus propios intereses que han sido condicionados por su educación cultural.

Según Gould se comenten dos graves errores o mentiras, la reificación y la gradación.

Reificación: tendencia a convertir los conceptos abstractos en entidades reales.

Gradación: tendencia a ordenar la variación compleja en una escala gradual lineal ascendente.

La aplicación de estas mentiras ha conducido al extremo de aplicar un único criterio para medir uno de los parámetros más difundidos de nuestra especie, la inteligencia. Se mide utilizando el denominado test o coeficiente de inteligencia (CI). Así pues, la inteligencia deja de ser una laboriosa complejidad cerebral y pasa a ser solamente lo que mide el test de inteligencia. Gould lo considera un reduccionismo absurdo.

Estas falacias han sido propagadas por diferentes científicos que creían firmemente en ellas como verdades empíricas. Incluso le dieron nombre, poligenia. Consideran que las diferentes razas humanas han sido creadas por separado.

Louis Agassiz (1807-1873) consideraba que los negros deben ser adiestrados para el trabajo manual y los blancos para el intelectual. Samuel George Morton (1799-1851) quería demostrar la jerarquía entre las razas basándose en la característica física del cerebro, sobretodo en su tamaño. Para ello midió el tamaño del cráneo de diferentes tipos, como caucásicos, americanos, judíos, asiáticos y africano. Curiosamente obtuvo un valor alto para el caucásico respecto todos los demás.

Stephen Jay Gould demuestra que estos resultados son fruto de errores de medición y cálculos estadísticos. Gould lo disculpa parcialmente, diciendo que Morton estaba culturalmente condicionado a obtener y creer en este resultado. La subjetividad cultural del científico falsea el resultado objetivamente científico.

En la segunda mitad del siglo XIX el afán científico por obtener resultados numéricos a partir de la experimentación condujo a creer que los resultados obtenidos a partir de mediciones rigurosas eran incuestionables. Uno de los primeros en realizar extensas mediadas fue Francis Galton (1822-1911), primo de Darwin, padre de la eugenesia y precursor de la estadística moderna. Creía firmemente que con suficiente empeño e inventiva, todo podía medirse y cuantificarse para un fin científico. Aprovechando la Exposición Internacional de 1884, instalo un laboratorio en la exposición donde por poco dinero se efectuaban mediciones del cráneo y tests a las personas que pasaban por allí. El laboratorio se hizo famoso y atrajo a muchas personas. Naciendo de esta manera lo que podríamos considerar una fiebre científica en la medida del cráneo. Llegando hasta nuestros días como determinismo biológico. Así defienden que las jerarquías sociales existentes entre los grupos más y menos favorecidos obedecen a los dictados de la naturaleza; la estratificación social constituye un reflejo de la evolución biológica.

Una o mentiras más difundidas es el de la relación de la inteligencia con el tamaño del cerebro. Su impulsor fue el cranometrista Paul Broca (1824-1880), profesor de cirugía clínica en la facultad de medicina. En 1859 fundó la Sociedad Antropológica de París, dando una gran importancia al tamaño del cerebro en el estudio de la antropología, decía:

“En general, el cerebro es más grande en los adultos que en los ancianos, en los hombres que en las mujeres, en los hombres eminentes que en los de talento mediocre, en las razas superiores que en las razas inferiores…A igualdad de condiciones, existe una relación significativa entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro.”

Mucho tiempo ha pasado desde entonces y con el auge del determinismo los argumentos craneométricos perdieron gran parte de su prestigio en el siglo XX. Pero fue solamente para pasar a otro argumento igualmente peligroso, las pruebas de inteligencia.

En 1970 el antropólogo surafricano P.V.Tobias denunciaba el mito según el cual el tamaño del cerebro tenía alguna relación con la inteligencia. Y por tanto la clasificación de los grupos humanos en este sentido carecía de sentido. En definitiva nunca se ha demostrado la existencia de tales diferencias independientemente del tamaño del cuerpo y de otros factores distorsionantes.

El concepto de evolución transformo el pensamiento humano a lo largo del siglo XIX, se usó y se abuso de la teoría de la evolución. Los creacionistas como Agassiz y Morton y los evolucionistas como Broca y Galton encontraron datos en el tamaño del cerebro para establecer distinciones entre los grupos humanos. Para finalmente darles una apariencia científica utilizando o mejor dicho mal utilizando la evolución darwinista.

Gould cita otros dos argumentos en la utilización indebida de la teoría de la evolución. El primero es el de la recapitulación, a menudo resumido en la frase poco inteligible de “la ontogenia recapitula la filogenia”. El segundo es la hipótesis acerca del carácter biológico de la conducta criminal. Ambas teorías buscan signos morfológicos que caractericen a diferentes grupos humanos para obtener la justificación científica para la discriminación de los marginados e indeseables. La clase dominante adquiere otra vez un mecanismo para su perpetuación en lo alto de la pirámide social.

El zoólogo alemán Ernst Haeckel utilizando la teoría biológica creacionista sugirió que el desarrollo embrionario de las formas superiores podía servir de guía para deducir el árbol de la vida. Creía que a lo largo de su formación embriológica cada individuo pasa por todos los estadios evolutivos de sus antepasados. Es decir, cada individuo en su creación embriológica escala su propio árbol genealógico. Así, las hendiduras branquiales que se observan en el embrión humano al comienzo de su desarrollo, representan el estadio adulto de un pez, en un estadio superior la aparición de una cola revela la existencia de un antepasado reptil o mamífero.

Esta idea se propago hacia otras disciplinas, ejerciendo una influencia decisiva. Tanto es así, que Sigmund Freud la utilizo en su teoría del psicoanálisis. El concepto parricida de Edipo en los niños pequeños debía corresponder a un episodio real protagonizado por unos antepasados adultos.

Pero donde más se aplico la recapitulación fue en la distinción entre negros y blancos. Los negros adultos, las mujeres y los blancos de las clases inferiores eran como los niños blancos varones de las clases superiores. La recapitulación se convirtió en una idea fundamental para la teoría del determinismo biológico. Tesis que permitía justificar el imperialismo.

El segundo argumento fue ampliamente desarrollado por Lombroso en su teoría del hombre criminal. Como medico que era, desarrollo la antropología criminal a partir de observar las diferencias anatómicas que podrían distinguir a los criminales de los locos. Creyó ver que los cráneos de los criminales se parecían a los de los simios, así pues, los criminales eran seres humanos que aun poseían caracteres ancestrales hereditarios que los hacían comportarse como un mono o un salvaje y en nuestra civilización moderna su conducta se considera criminal.

Según este concepto el crimen tiene raíces biológicas, los criminales pertenecen a un estadio evolutivo inferior al hombre blanco respetable. Incluso se llegó a relacionar la epilepsia con la criminalidad. Causando una gran consternación entre los epilépticos, al ser considerados gente moralmente reprochable.

Fuente:

Abcienciade

10 de febrero de 2011

Comer mal, pensar más lento



Dos niños toman refrescos y patatas fritas.


  • Asocian la mala dieta a los tres años con un menor rendimiento en la infancia
  • Estudios con ratas muestran cambios neuronales debidos al exceso de grasas
Una mala dieta durante los primeros años de vida, con demasiadas grasas y azúcares, podría estar vinculada, según ha mostrado un nuevo estudio estadístico, con un descenso en el rendimiento intelectual del niño cuando se encuentre en edad escolar. Por el contrario, quienes se alimentan en su más tierna infancia de abundantes vitaminas y nutrientes obtienen, como media, mejores resultados en los tests de inteligencia que realizan durante la educación Primaria, siempre según la citada investigación.

El estudio, dirigido desde la Universidad de Leeds (Reino Unido) y publicado en 'Journal of Epidemiology and Community Health', ha mostrado una leve asociación entre la mejor alimentación recibida a los tres años y la puntuación obtenida en las pruebas de destreza. Esta relación, según admiten los propios autores, ofrece una evidencia aún "modesta" sobre los efectos de la nutrición en la inteligencia.

Sin embargo, los resultados son coherentes con anteriores investigaciones, que ya sugerían un peor rendimiento escolar a causa de la mala dieta, así como con otros estudios que han mostrado -por el momento en ratas de laboratorio- que el aumento de grasas puede causar desórdenes neuronales. Los autores atribuyen este efecto a que hasta los tres años el cerebro se está formando a gran rapidez, por lo que cualquier cambio en las condiciones alimentarias amplifica sus efectos a esa edad.

El presente estudio ha utilizado datos de unos 4.000 niños obtenidos durante los años 90 en el Reino Unido, y que ya habían sido usados para diversas investigaciones. Los padres rellenaron formularios con las bebidas, comidas y cantidades de cada producto que les daban a sus hijos, desde los tres años hasta los ocho y medio, que es la edad a las que se les somete a las 'pruebas de inteligencia Weschler', que tienen en cuenta tanto destrezas verbales como manuales.

Partiendo de estos datos, se distinguieron tres clases de dietas: 'procesada', alta en grasas y azúcares; 'tradicional', rica en carnes y vegetales; y 'preocupada por la salud', dominada por ensaladas, pasta y arroz. A partir de esta clasificación, se pudo comprobar una asociación entre la comida 'procesada' y bajas puntuaciones en el 'test Weschler', al mismo tiempo que la dieta 'preocupada por la salud' se relacionaba con mejores resultados en las pruebas.

Clase social y educación

Cabe destacar, sin embargo, que la estadística dejaba de ser significativa cuando se tenían en cuenta el resto de factores sociales y ambientales que pueden influir negativamente en la inteligencia, tales como la clase social, la educación de los progenitores, la edad de la madre y otros. Del mismo modo, no se pudo relacionar la dieta entre los cuatro y los siete años con la puntuación recibida a los ocho.

Con todo, los autores concluyen que "en la población de niños británicos contemporáneos, una dieta pobre, asociada con una gran ingesta de comidas procesadas, grasas y azúcar en la infancia temprana podría estar asociada con un menor cociente intelectual a la edad de 8,5 años".

"No existen evidencias al respecto", comenta sobre estos resultados el doctor Jesús Argente, catedrático de Pediatría en la Universidad Autónoma de Madrid. "Yo cogería las conclusiones con pinzas hasta que no hubiera resultados más concluyentes", añade.

En todo caso, este experto recuerda que "la mala nutrición desde la infancia no sólo genera obesidad", de manera que "parece presumible que provoque algún tipo de deterioro en la inteligencia". "Pero el tema es lo bastante serio como para no decir que está comprobado hasta que no lo esté realmente", resume.

Argente, que es también director del Laboratorio de Investigación del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús y miembro de la red Ciber de Nutrición, formó parte de un grupo internacional que publicó el pasado mes de agosto, en 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS), un experimento con ratas que también relacionaba la mala alimentación con un deterioro cerebral.

"Las ratas que se habían sometido desde época neonatal a dietas altas en grasa presentaban claramente una alteración neuronal", explica el pediatra.

Fuente:

El Mundo Salud

21 de septiembre de 2009

La alimentación como medio de dominación


Martes, 22 de septiembre de 2009

La alimentación como medio de dominación

Es muy probable que a todos nosotros nos enseñaron a rezar el Pdre Nuestro y a implorar "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". Es decir nos enseñaron a pensar que los alimentos que necesitamos para subsistir dependen d ela voluntad divina; esta concepción no tiene asidero científico.

El proceso que permite a un alimento llegar hasta la mesa de quien lo come es arduo y complicado. El mismo depende de una serie de procesos, pero también de muchos intereses. La alimentación de la Humanidad se debe enfocar desde un análisis filosófico-político, sociológico, e incluso moral.

Miguel Ángel Pérez Pirela nos regala este sabroso, y nutritivo, artículo:


Plantea Bourdieu “Eso que me gusta y eso que encuentro bueno es, de hecho, eso a lo que estoy acostumbrado a comer; eso que consume mi clase social de origen”. La gastronomía es entonces reenviada a un proceso de distinción, a partir del cual las élites afirman su diferencia con relación a las otras clases”.

Es innegable que uno de los signos de diferenciación entre las clases está determinado no solamente por eso que se come, sino también por cómo y dónde se come. Es erróneo por ello pensar que se pueden realizar elecciones culinarias y dietéticas sólo a partir de una supuesta autonomía contemporánea. Eso que comemos depende de fuertes determinaciones sociales, no sólo a nivel cultural, sino también a nivel económico y social: “En los años de 1940, en Estados Unidos, Lewin mostró que la consumición de un producto, y de forma más general las elecciones alimentarias, no dependen de decisiones individuales, sino del resultado de una serie de interacciones sociales. Para que un alimento sea consumido por un individuo, es necesario que el mismo llegue a él”.

Ese punto es esencial para el análisis filosófico-político, sociológico o incluso moral de la alimentación. El proceso que permite a un alimento llegar hasta la mesa de quien lo come es arduo y complicado. El mismo depende de una serie pasos, pero también de muchos intereses.

Según Poulain “Los análisis de los movimientos que atraviesan el espacio social alimentario (deslocalización y relocalización, de la alimentación, transformación de las prácticas, desarrollo de la obesidad, exacerbación de los sentimientos de crisis…) muestran cómo la necesidad biológica de comer y la expresión del hambre son socialmente modeladas” […] La alimentación… es siempre a la vez socialmente construida y biológicamente determinada. Los modelos alimentarios aparecen como el resultado de una larga serie de interacciones entre lo social y lo biológico, como la agregación compleja de conocimientos empíricos.

Desde la siembra, cosecha o producción de un alimento, pasando por su distribución y, más tarde su venta, servir un plato de arroz en una mesa cualquiera implica un sistema que no puede ser pasado por alto. Sistema a partir del cual pueden, por una parte satisfacerse las necesidades de un pueblo o sociedad o, por otra, hacerlo dependiente de normas de producción y distribución impuestas. De hecho, es innegable que fenómenos alimentarios acaso inexplicables, a nivel de desigualdad de la distribución de los alimentos y de la calidad de los mismos, son en ocasiones producto de dicho sistema.

A la luz de lo antedicho, cómo explicar, por ejemplo, el hambre en ciertas regiones del planeta. El hambre es, claro está, un hecho biológico, pero también un fenómeno social, político y sobre todo moral. Audrey Richards “considera que el hambre es el principal factor determinante en las relaciones humanas, primero que todo en el seno de la familia, y más tarde en los grupos sociales más amplios, el pueblo, un grupo de edad o estados políticos”.

Todo ello nos permite entonces comprender la importancia y el rol que posee la alimentación en las relaciones humanas. La misma estructura al individuo en ámbitos tan trascendentales que tocan, por ejemplo, la alimentación que la madre ofrenda al hijo que –de hecho educa y forma en él una identidad– hasta la utilización de la misma como un arma mortal de guerra en conflictos entre pueblos.

Hoy día nos encontramos delante de una postura capitalista y neoliberal que reduce el alimento a mera mercancía.
De hecho, notamos una actividad alimentaria que, cada vez más, es acaparada por la industria agroalimentaria y que coloca la sociedad en una posición de pasividad en relación a las modalidades que han de ponerse en práctica y vivirse en el mundo de la alimentación.

Como afirma Poulain, en su obra "Sociologies de l’alimentation", las cada vez más grandes cadenas de alimentación con sus enormes ciclos de distribución, aunados a una concentración y monopolización de las actividades que realizan, “separan los consumidores del origen natural de los productos, los cortan de su ambiente social tradicional”.

A partir de 1930 a nivel planetario cambios sociológicos sin precedentes modificaron los modos de vida y sobre todo trastocaron fundamentalmente los lazos que unían los consumidores a los alimentos: producción, transformación y comercialización alimentaria organizaron definitivamente, estructuraron y dieron ritmo a la sociedad rural; los paisajes mismos de los países se transformaron a lo largo de los ciclos de producción; el alimento se convirtió poco a poco en simple mercancía, y la gran distribución dio nacimiento al consumidor; al inicio de los años 1960, los supermercados hacen su aparición y toman, en una generación, una posición dominante.

Como consecuencia de la pérdida de contacto con la filial de producción, el alimento se transforma en un simple objeto de consumo sobre el cual reinan los ‘jefes de productos’ y los ‘especialistas en marketing’.

De todo ello surge un fenómeno tan sintomático como el de el hambre: “Comida en abundancia, pero de menos en menos identificada, conocida y sobre todo de más en más angustiante".

Se deja de un lado el hecho que comer es también un acto que une al hombre con la naturaleza, con lo real. La cocina y las costumbres de mesa de una sociedad son una manera original de organizar las relaciones entre la naturaleza y la cultura. Industrializada, la comida suscita interrogantes, que pueden rápidamente transformarse en angustias. ¿De dónde proviene ésta? ¿De cuáles transformaciones fue objeto? ¿Por quién fue manipulada?

Estamos hablando entonces de una separación cada vez más neta entre el hombre y su alimento que se ve reflejada en un desconocimiento de eso que se está comiendo. Dicho desconocimiento afecta de forma directa la percepción del consumidor en relación con eso que come, dando como resultado natural una desconfianza en los productos alimentarios.

Ello se radicaliza a la luz de los escándalos que a partir de los años setenta se han ido dando: en 1968, los movimientos ecologistas ya criticaban la “comida industrial”; en 1970 el ternero y el pollo con hormonas están en el tapete; en 1996 la crisis de la vaca loca y en 2006 los temores de la gripe aviar.

En fin, Como comenta Fischler en su libro El omnívoro, “Si no sabemos eso que comemos, no sabremos en qué nos transformaremos y no sabremos quiénes somos”.

Plantea Bourdieu “Eso que me gusta y eso que encuentro bueno es, de hecho, eso a lo que estoy acostumbrado a comer; eso que consume mi clase social de origen”. La gastronomía es entonces reenviada a un proceso de distinción, a partir del cual las élites afirman su diferencia con relación a las otras clases”.

Es innegable que uno de los signos de diferenciación entre las clases está determinado no solamente por eso que se come, sino también por cómo y dónde se come. Es erróneo por ello pensar que se pueden realizar elecciones culinarias y dietéticas sólo a partir de una supuesta autonomía contemporánea. Eso que comemos depende de fuertes determinaciones sociales, no sólo a nivel cultural, sino también a nivel económico y social: “En los años de 1940, en Estados Unidos, Lewin mostró que la consumición de un producto, y de forma más general las elecciones alimentarias, no dependen de decisiones individuales, sino del resultado de una serie de interacciones sociales. Para que un alimento sea consumido por un individuo, es necesario que el mismo llegue a él”.

Ese punto es esencial para el análisis filosófico-político, sociológico o incluso moral de la alimentación. El proceso que permite a un alimento llegar hasta la mesa de quien lo come es arduo y complicado. El mismo depende de una serie pasos, pero también de muchos intereses.

Según Poulain “Los análisis de los movimientos que atraviesan el espacio social alimentario (deslocalización y relocalización, de la alimentación, transformación de las prácticas, desarrollo de la obesidad, exacerbación de los sentimientos de crisis…) muestran cómo la necesidad biológica de comer y la expresión del hambre son socialmente modeladas” […] La alimentación… es siempre a la vez socialmente construida y biológicamente determinada. Los modelos alimentarios aparecen como el resultado de una larga serie de interacciones entre lo social y lo biológico, como la agregación compleja de conocimientos empíricos.

Desde la siembra, cosecha o producción de un alimento, pasando por su distribución y, más tarde su venta, servir un plato de arroz en una mesa cualquiera implica un sistema que no puede ser pasado por alto. Sistema a partir del cual pueden, por una parte satisfacerse las necesidades de un pueblo o sociedad o, por otra, hacerlo dependiente de normas de producción y distribución impuestas. De hecho, es innegable que fenómenos alimentarios acaso inexplicables, a nivel de desigualdad de la distribución de los alimentos y de la calidad de los mismos, son en ocasiones producto de dicho sistema.

A la luz de lo antedicho, cómo explicar, por ejemplo, el hambre en ciertas regiones del planeta. El hambre es, claro está, un hecho biológico, pero también un fenómeno social, político y sobre todo moral. Audrey Richards “considera que el hambre es el principal factor determinante en las relaciones humanas, primero que todo en el seno de la familia, y más tarde en los grupos sociales más amplios, el pueblo, un grupo de edad o estados políticos”.

Todo ello nos permite entonces comprender la importancia y el rol que posee la alimentación en las relaciones humanas. La misma estructura al individuo en ámbitos tan trascendentales que tocan, por ejemplo, la alimentación que la madre ofrenda al hijo que –de hecho educa y forma en él una identidad– hasta la utilización de la misma como un arma mortal de guerra en conflictos entre pueblos.

Hoy día nos encontramos delante de una postura capitalista y neoliberal que reduce el alimento a mera mercancía.
De hecho, notamos una actividad alimentaria que, cada vez más, es acaparada por la industria agroalimentaria y que coloca la sociedad en una posición de pasividad en relación a las modalidades que han de ponerse en práctica y vivirse en el mundo de la alimentación.

Como afirma Poulain, en su obra "Sociologies de l’alimentation", las cada vez más grandes cadenas de alimentación con sus enormes ciclos de distribución, aunados a una concentración y monopolización de las actividades que realizan, “separan los consumidores del origen natural de los productos, los cortan de su ambiente social tradicional”.

A partir de 1930 a nivel planetario cambios sociológicos sin precedentes modificaron los modos de vida y sobre todo trastocaron fundamentalmente los lazos que unían los consumidores a los alimentos: producción, transformación y comercialización alimentaria organizaron definitivamente, estructuraron y dieron ritmo a la sociedad rural; los paisajes mismos de los países se transformaron a lo largo de los ciclos de producción; el alimento se convirtió poco a poco en simple mercancía, y la gran distribución dio nacimiento al consumidor; al inicio de los años 1960, los supermercados hacen su aparición y toman, en una generación, una posición dominante.

Como consecuencia de la pérdida de contacto con la filial de producción, el alimento se transforma en un simple objeto de consumo sobre el cual reinan los ‘jefes de productos’ y los ‘especialistas en marketing’.

De todo ello surge un fenómeno tan sintomático como el de el hambre: “Comida en abundancia, pero de menos en menos identificada, conocida y sobre todo de más en más angustiante".

Se deja de un lado el hecho que comer es también un acto que une al hombre con la naturaleza, con lo real. La cocina y las costumbres de mesa de una sociedad son una manera original de organizar las relaciones entre la naturaleza y la cultura. Industrializada, la comida suscita interrogantes, que pueden rápidamente transformarse en angustias. ¿De dónde proviene ésta? ¿De cuáles transformaciones fue objeto? ¿Por quién fue manipulada?

Estamos hablando entonces de una separación cada vez más neta entre el hombre y su alimento que se ve reflejada en un desconocimiento de eso que se está comiendo. Dicho desconocimiento afecta de forma directa la percepción del consumidor en relación con eso que come, dando como resultado natural una desconfianza en los productos alimentarios.

Ello se radicaliza a la luz de los escándalos que a partir de los años setenta se han ido dando: en 1968, los movimientos ecologistas ya criticaban la “comida industrial”; en 1970 el ternero y el pollo con hormonas están en el tapete; en 1996 la crisis de la vaca loca y en 2006 los temores de la gripe aviar.

En fin, Como comenta Fischler en su libro El omnívoro, “Si no sabemos eso que comemos, no sabremos en qué nos transformaremos y no sabremos quiénes somos”.

Fuente:

Rebelion.org

13 de abril de 2007

Todos somos Robin Hood
Un estudio muestra que las personas tienden de forma natural a quitar al que más tiene y dar al que menos posee

E. DE B. - Madrid - 12/04/2007

Dar y quitar. Es el juego más tonto del mundo. Tanto, que ni siquiera se sabe cuándo se gana. Pero ahí está la gracia: dar un dinero ficticio a los jugadores, y ver qué hacen con él y con el de los demás. El resultado, cuando no hay otros intereses, es que los participantes tienden a igualar las cantidades: le quitan al que más tiene, y le dan al que menos. En este ficticio bosque de Sherwood, Robin Hood no hubiera necesitado de los abusos de los normandos para actuar.

El ensayo ha sido realizado en la Universidad de San Diego en California. Su objetivo era buscar cuáles son las motivaciones que mueven a las personas cuando no hay un interés particular. Para probarlo, los investigadores reclutaron a 120 estudiantes de distintas facultades que no se conocían entre sí. Y les asignaron, por azar, una cantidad variable de dinero falso -lo que los antropólogos llamaron unidades monetarias-.

Luego comenzaba el juego: un proceso sin normas en los que cada uno podía decidir qué hacía con lo suyo y con lo de los demás, pero sin verse la cara y cambiando de grupo cada vez, para que no influyeran manías o simpatías. El resultado fue el siguiente: los que más tenían recibieron una media de 8,9 ataques de otros participantes que querían reducir sus posesiones, frente a 1,6 acciones para reducir el dinero que sufrieron los que tenían una cantidad por debajo de la media. Por el contrario, los más pobres recibían 11,1 regalos de media por partida; mientras que los más ricos sólo se beneficiaban de cuatro ofertas.

Los científicos ya habían descrito comportamientos similares, pero en situaciones en las que tener más era bueno y tener menos era malo. Además, en esos casos muchas veces interviene un concepto de falsa solidaridad: se tiende a dar al que menos tiene porque así, juntando pocas cantidades, se puede conseguir una presencia fuerte y ser tenido en cuenta.

Pero en este caso no hay factores externos. Es la pura voluntad de los jugadores la que tiende a igualar las cantidades. Aun cuando no saquen ningún beneficio ni causen ningún perjuicio. La justicia retributiva está, de alguna manera, inscrita en nuestro funcionamiento.

Para asegurar las conclusiones, los científicos hicieron varias rondas del juego. Repartieron cantidades distintas en grupos diferentes aunque formados por los mismos participantes. Ni siquiera el hecho de saber que el juego no llevaba a ninguna parte hizo que cambiaran los patrones de conducta. Al final, la tendencia era siempre la misma: quitar a los ricos y dar a los pobres.

La única variable recogida en el estudio, que ha publicado Nature, depende de lo que cada jugador tiene en cada momento y la diferencia con las cantidades que se asignan a los demás: a menos unidades monetarias, más agresivo será su comportamiento para quitar dinero a los ricos, y viceversa: si uno sabe que forma parte del grupo con más dinero, se vuelve más generoso con los menos favorecidos.

Los autores del trabajo sólo encuentran una explicación para la conducta de los jugadores. En otros experimentos había factores, como la rabia o las manías personales, que podían justificar esta necesidad de dañar a los que más tienen. Este factor se mantiene en este juego. Aun sin conocer a los que más tienen, los jugadores manifestaron que sentían cierto enfado con los más favorecidos.

En una escala del 1 al 7 (1 sería me da igual, y 7 me cae fatal), el 46% de los participantes afirmaban que, de alguna manera, se sentían molestos por la injusticia del reparto. Cuando la diferencia entre los que más tenían y los que menos era mayor (lo que los científicos definen como un escenario de gran injusticia), esta rabia aumenta, y un 75% se sentía molesto.

Este enfado hacia los que más tienen ha sido el único motivo que se ha podido justificar para el resultado del experimento. Los jugadores que afirmaban estar más enfadados tenían una mayor tendencia a quitarle dinero a los más ricos. Pero también eran los que más frecuentemente favorecían a los que habían recibido menos.

Al final, el sentido de justicia no era más que una reacción egoísta ante la rabia experimentada. Lo mismo que si hubiera habido algo que ganar.

Fuente:

Diario El País

14 de febrero de 2007

Amamantar mejora estatus social
Miércoles, 14 de febrero de 2007 - 14:18 GMT

Los bebés que son amamantados tienen más probabilidades de ascender en la escala social cuando llegan a la edad adulta, sugiere un estudio llevado a cabo en el Reino Unido.

El equipo de la Universidad de Bristol monitoreó el progreso de 1.400 bebés nacidos entre 1937 y 1939 durante 60 años y descubrió que aquellos que fueron amamantados, tuvieron un 41% más de posibilidades de subir en la escala social que los bebés alimentados con biberón.

Según los expertos, el estudio de los Archivos de Enfermedades en la Infancia respalda la idea de que el contacto físico íntimo entre madre y criatura tiene resultados positivos a largo plazo para los niños.

Las personas que participaron en la investigación lo hicieron originalmente para un estudio sobre dieta y salud que se llevó a cabo durante la época de la pre-guerra en Gran Bretaña.

Los expertos siguieron el progreso de estos bebés hasta que cumplieron un promedio de 73 años.

Amamantar y clase social

En ese entonces, el amamantamiento estaba menos relacionado con la clase social como lo está ahora, donde la práctica está mayormente establecida en las familias de clase media.

De hecho, es probable que en esa época las familias más ricas alimentasen a sus bebés con biberón, ya que disponían de dinero suficiente como para comprar leche de fórmula o pagarle un sueldo a una niñera.

La investigación llegó a la conclusión de que no había diferencias en los índices de amamantamiento según los ingresos familiares o la clase social.

Cuanto más tiempo la madre le dio de mamar a su hijo, mayores fueron las posibilidades de ascenso en la escala social, demostró el estudio.

Y en las familias donde sólo uno de los hijos fue amamantado mientras que el otro tomó biberón también se vieron diferencias en cuanto a sus posibilidades de progresar socialmente, con un 16% más a favor del niño amamantado.

Ascenso

El doctor Richard Martin, director del equipo de investigación, dijo que "nosotros pensamos que si el amamantamiento aumenta el coeficiente intelectual y la salud en el largo plazo, también podría tener algún impacto en el estatus social".

Pero agregó que "la pregunta es si esto es un efecto del amamantamiento, como por ejemplo el fortalecimiento de la relación con la madre, o si los niños que recibieron la leche materna fueron educados en un mejor medio social".

Según la doctora Mary Fewtrell, experta en nutrición del Instituto para la Salud Infantil, "hay bastante evidencia que sugiere que el amamantamiento tiene beneficios a largo plazo en cosas como la altura, las funciones cognitivas y la salud en general".

"El ascenso en la escala social puede entonces ser producto de cualquiera de estas mejoras. Esto significa que el amamantamiento le permitiría a un individuo ascender de clase social al aumentar su altura, su salud o directamente su coeficiente intelectual".

Fuentes:

BBC en español

Terra - Sociedad

Madres chilenas podrán amamantar en el trabajo
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