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1 de septiembre de 2011

El fin de un mito: Las papas (patatas) no engordan

Varios científicos de la Universidad norteamericana de Stranton en Pensilvania han demostrado que el consumo moderado del tubérculo reduce la presión arterial y no produce aumento de peso.

Un patata. .PATATADECELLA.BLOGSPOT.COM

Un patata. .PATATADECELLA.BLOGSPOT.COM

La mala fama de las patatas como alimento que engorda debería ser revisada, según un estudio científico de la Universidad norteamericana de Stranton , en Pensilvania, que demuestra que el consumo moderado del tubérculo reduce la presión arterial y no produce aumento de peso.

El trabajo, dirigido por el doctor Joe Vinson de la Universidad de Stranton de Pensilvania, fue presentado hoy en el Encuentro Anual de la Sociedad Química de EEUU (ACS, en inglés) que se celebra en Denver, Colorado.

"La patata, más si cabe que cualquier otra verdura, tiene una inmerecida mala reputación que ha llevado a mucha gente que busca una alimentación sana a eliminarla de su dieta", explicó Vinson.

Vinson indicó que "en realidad, cuando se prepara sin freír y sin mantequilla, una patata sólo tiene 110 calorías y docenas de saludables fitoquímicos y vitaminas. Nuestro estudio espera ayudar a rehacer la imagen popular nutricional de la patata".

La investigación se realizó con tubérculos preparados en el microondas sin mayonesa ni ketchup, los aliños preferidos por los consumidores, sobre 18 pacientes con sobrepeso y alta presión arterial, quienes comieron entre seis y ocho patatas, dos veces al día, durante un mes.

Tras esta dieta, el equipo de Vinson halló que la presión arterial media diastólica se había reducido un 4,3 por ciento y la sistólica un 3,5 por ciento y ninguno de los sujetos del estudio había ganado peso.

El estudio explicó que las patatas fritas destruyen, debido a las altas temperaturas empleadas en su preparación, la mayor parte de las sustancias saludables.

Vinson aseguró que se según los resultados obtenidos, la manera más sana de preservar los nutrientes de la patata es "cocida simplemente en el microondas".

Fuente:

El Heraldo

El fin de un mito: Las plantas no asfixian


Seguro que alguna vez, siendo pequeños, os han dicho: no duermas con plantas, que te asfixian. ¿Por qué? ¿Acaso las plantas se vuelven asesinas a la luz de la luna? Nada de eso. Esta creencia popular se debe a un fenómeno fisiológico.

Las plantas realizan la fotosíntesis, por la que fabrican sus propios nutrientes; además, al igual que los animales, también respiran. A grandes rasgos son procesos contrarios: la fotosíntesis consume dióxido de carbono y produce oxígeno, y la respiración consume oxígeno y produce dióxido de carbono. La cuestión es que por la noche, al no haber luz, no ocurre la fotosíntesis pero sí la respiración vegetal.

Sabiendo esto, nuestras madres, abuelas e incluso el famoso Trivial Pursuit, nos dicen que si tenemos una planta junto a nuestra cama, podemos morir mientras dormimos, por falta de oxígeno. En algunas webs se desmiente esta afirmación, en otras se confirma (una de ellas es El Rincón del Vago). Por si no tenéis cerca a un experto en fisiología vegetal que os resuelva la duda, os voy a dar la clave de cómo podemos vencer a esas “asesinas nocturnas”: una calculadora.

Vamos a suponer que dormís en una habitación de 3 metros de ancho, 5 de largo y 3 de alto; imaginando que no hay nada más, tendríais 45000 litros de aire. Sabiendo que la proporción de oxígeno en la atmósfera es el 21%, en ese dormitorio habrá 9450 litros de oxígeno.

Una persona en reposo consume una media 3,5 mililitros de oxígeno por kilogramo en cada minuto; de modo que si pesais 70kg consumís 117,6 litros en 8 horas de sueño. Una planta del tamaño de una acelga, muy usada en estos experimentos, puede consumir 0,12 moles de oxígeno en el mismo tiempo… ¿y cuánto es eso? Nada más y nada menos que 2,69 litros de oxígeno.

Los números son claros, las conclusiones son las siguientes:

  1. No es peligroso dormir con una planta… ni con dos, ni con tres…
  2. Podéis dormir tranquilamente con vuestra pareja y, pasando calor, con otras 78 personas más.
  3. Cuidado con el Trivial Pursuit y El Rincón del Vago.


Tomado de:

Iguana Marina

24 de agosto de 2011

10 confusiones habituales al hablar de evolución

La televisión, el cine y esa habilidad que tiene el ser humano para hablar con propiedad de cosas de las que no tiene ni repajolera idea han fomentado la aparición de supuestos erróneos en muchos campos: genética, energía nuclear… la evolución no se salva al ser un recurso muy utilizado en la ciencia ficción. He aquí mi Top de Ideas Erróneas sobre la Evolución, en el cual dejo de lado ideas como es sólo una teoría, defiende la eugenesia, es una teoría capitalista, es inmoral… y demás absurdos. Pretendo hilar un poco más fino como veréis.

Preparados, listos... EVOLUCIONAD!

10. La evolución continúa aunque no se estén dando nuevas especies.

Esta puede parecer trivial, pero la evolución está teniendo lugar continuamente, aunque no se generen especies nuevas. Nuestra especie sigue evolucionando y lo hará hasta que se extinga, o una serie de cambios genéticos nos lleven a concluir que nos hemos alejado irreversiblemente del Homo sapiens “antiguo”. Además, en muchas películas se da a entender que una especie ha evolucionado cuando tiene descendencia radicalmente diferente (casi siempre con sangriento resultado), lo cual es una exageración de la realidad. Aunque las especies evolucionen continuamente, en una sóla generación sólo se puede apreciar la microevolución, no la macroevolución. Son cambios casi siempre minúsculos e imperceptibles. Si una ballena empieza a parir focas no es evolución, es un milagro.

9. La aparición de una nueva especie no implica necesariamente la extinción de la anterior.

Y es así por un motivo muy sencillo: si detenemos el momento hipotético exacto en el cual un individuo de la especie A da lugar a un individuo de la especie B esto no implica la automática desaparición de la especie A. La especie A puede continuar existiendo, o terminar extinguiéndose, o seguir evolucionando y alejarse cada vez más de la especie B. En cualquier caso, ambas especies pueden convivir perfectamente. Esto quizá sea más sencillo de ver con categorías taxonómicas inferiores como subespecies o razas.

8. La evolución no permite predicciones.

Esto es algo que de ser cierto sería muy bonito. De hecho nos encantan las noticias que hablan de cómo será el ser humano en el futuro: cabezón y sin meñique (un servidor apuesta más por la versión de Idiocracia). Incluso se hicieron unos documentales que teorizaban sobre los animales que se podrían dar en un futuro en base a los cambios geológicos y climáticos de la Tierra. Todo esto es divertido y da para hablar largo y tendido, pero la ciencia de la evolución no nos permite augurar nada. Demasiadas variables demasiado complejas, demasiadas incertidumbres. Sólo sirve para ver de dónde venimos, pero no hacia dónde vamos.

¿El Saltarol molará un montón dentro de 200 millones de años? No creo

7. El ser humano no ha dejado ni va a dejar de evolucionar.

Podemos pensar que somos los mejores pero oye, cuando les preguntas a los delfines, a las hormigas o a las bacterias no dicen lo mismo, así que igual no tenemos razón. El ser humano ha logrado hacer muchas cosas impresionantes (mucho más que impresionantes) pero detener la evolución no está entre ellas. Lo que sí que hemos hecho es cambiar la presión de selección de una manera que no se había hecho antes. Nos hemos vuelto dependientes de la tecnología hasta el punto de que no importa lo más mínimo ser diabético, miope o bajito a la hora de reproducirse. Pero eso no significa que los procesos evolutivos no se sigan dando.

6. Confusión de la evolución con sus mecanismos o con los factores que provocan la variabilidad genética.

La evolución biológica tiene lugar gracias a que existe variación genética. Esta variación se obtiene por procesos como las mutaciones o el flujo genético que se da entre poblaciones, pero la mutación no es evolución. Igualmente existen distintos mecanismos por los que la evolución tiene lugar, donde la selección natural es el más famoso pero no el único, y una vez más selección natural no es evolución. Gracias a que existen mutaciones y que se produce la selección natural tiene lugar la evolución, pero estas per se no son el proceso evolutivo, sino que forman parte de él.

5. La evolución no está dirigida ni implica mejora o superioridad.

Algunas personas, aunque acepten la evolución, parecen pensar que existe una dirección en ella. Que los millones de años de evolución tenían como objetivo crearte a ti, Antonio Rodríguez, como culminación absoluta del proceso. Obviamente esto no es así, el ser humano es exactamente igual que los trilobites y los dinosaurios y algún día pasará su gloria. Menos egocentrismo por favor, que no somos el ombligo de la Existencia.

Además se tiende a pensar que las especies actuales, puesto que están vivas, son mejores a las extinguidas. A veces esto se combina con lo anterior y se concluye que nosotros somos los mejores. El caso es que nada de eso tiene sentido. No existen especies mejores o peores evolutivamente hablando, sino poblaciones que logran adaptarse a los cambios y poblaciones que no. En un momento y lugar una especie puede estar perfectamente adaptada a su entorno, y en otra situación no durar ni un segundo.

4. El concepto de evolución como escala jerárquica.

En este caso la publicidad y las viñetas humorísticas tienen parte de culpa. Estamos tan acostumbrados a ver la evolución como una especie de progreso o escala jerárquica que ya nos parece normal. Parece que todo se reduce a una línea, desde la primera célula hasta, una vez más, Antonio Rodríguez. Pero esto no es así, la evolución no es una línea. Es un matorral, un tupido y frondoso bosque con un montón de extinciones y puntos muertos. En nuestro afán de definir la evolución como progreso olvidamos el aspecto real que tendría el árbol de la vida, el cual poco tiene que ver con una bonita escala de progreso. Esto tiene relación con el punto anterior, y podría pensarse que se puede pasar desde la primera célula hasta el ser humano atravesando todas las especies que han existido, desde lo más “primitivo” a lo más “evolucionado” pero eso es una soberana memez, una reminiscencia de antiguas ideas religiosas.

La escala evolutiva es una memez, y el Sr. Garrison lo sabe.

3. La evolución no se produce al azar.

Yo el fallo que le veo a la teoría de la evolución es que implica que todo se ha producido por azar, y eso es difícil de creer. Un clásico. La realidad es que aunque la evolución no esté dirigida, tampoco es como tirar una moneda. Una cosa es que en la producción de mutaciones tenga un importante papel el azar (aunque no tanto como se pueda pensar, no vale cualquier cambio) pero ya hemos dicho que mutación no es evolución. La evolución se produce gracias a mecanismos como la selección natural, la cual no actúa por azar. ¿Os suena lo de Dios no juega a los dados? pues la evolución tampoco. Los individuos que transmiten sus genes no son elegidos por azar, si no esto sería un cachondeo. Y precisamente porque la evolución no es a lo loco (y por los compromisos evolutivos, que es otra historia) el ser humano nunca desarrollará alas por mucho que lo intente, por poner un ejemplo.

2. Estructura antes que función y la “decisión” de evolucionar.

En este caso los científicos suelen ser los primeros culpables, al intentar explicar las cosas de una forma intuitiva y sencilla, o al hablar con otros científicos que entienden sus metáforas. A veces da la impresión de que los seres vivos deciden evolucionar, sin embargo esto es totalmente incorrecto. Los animales no dicen oye, aquí hace frío, hagamos fuerza a ver si nos crece un pelaje bien tupido. Primero aparece una estructura (pelaje denso) y luego puede aparecer una función (protección contra el frío). Y desde luego nadie decide nada, ya que, y aquí entra mi Top 1:

1. Los individuos no evolucionan.

Esta idea es un recurrente en las historias de ciencia ficción “está evolucionando” o “ha sufrido una evolución acelerada” son frases fáciles de oír en muchas películas. En cuanto un bicho empieza a cambiar es que está evolucionando. La realidad es que los individuos no son pokémons. No evolucionan. La evolución biológica actúa sobre las poblaciones, recordemos que una definición breve de evolución puede ser

Cambios en las frecuencias alélicas de las poblaciones a lo largo del tiempo.

Si engordo 20 kilos, o me pongo como Stallone a base de gimnasio o (si hablamos de ciencia ficción) me pongo a lanzar fuego por el culo, no estoy evolucionando. Son simplemente cambios en el fenotipo. Y recordemos que, a pesar de la epigenética, el lamarckismo es erróneo. Lo recuerdo porque es frecuente olvidarlo, al ser terriblemente intuitivo. Es como lo de La Ontogenia Recapitula La Filogenia: es tan bonito, tan intuitivo, y tiene tanto sentido que tiene que ser verdad. Pero no lo es.

De hecho esto tampoco es evolución, es metamorfosis.

Y hasta aquí mi Top de Ideas Erróneas sobre la Evolución. Sé que faltan muchos, como por ejemplo el típico “Los individuos actúan por el bien de la especie”, pero tenía que seleccionar unos cuantos. Sólo me queda preguntaros…

¿Cuáles son, en vuestra opinión, las confusiones y errores más frecuentes al hablar de evolución?

Fuente:

La muerte de un ácaro

10 de agosto de 2011

“La mitad de los europeos desciende de Tutankamón” ¿dónde está la noticia?


En una ocasión apareció esta noticia en Internet:



Entonces utilicé matemáticas básicas para argumentar que la noticia no era tal. Pues bien, recientemente ha salido en los medios una noticia que me ha traído aquella a la mente:



En el estudio sobre Gengis Khan, el de los “ímpetus sexuales”, se rastreaba el cromosoma Y, que se transmite solo de padre a hijo varón. En el caso actual, el del faraón egipcio, se hace seguimiento del haplogrupo (un haplogrupo es una serie de alelos en una zona concreta de un cromosoma) R1b1a2, situado también en el cromosoma Y. En ambos casos las conclusiones se refieren, por tanto, a la población masculina.

Hay que tener en cuenta que Tutankamón no tuvo hijos varones. Los investigadores de la empresa de análisis genéticos iGENEA señalan que además de sus genes, estudiaron los de su padre y su abuelo. Prescindiremos de este “nimio” detalle y usaremos las mismas matemáticas de primaria para comprobar que la noticia peca de sensacionalista. (¿Publicidad de iGENEA?)

Asumamos, de una forma muy conservadora, que un siglo abarca tres generaciones humanas, y que, como promedio, cada varón tiene dos hijos varones que alcanzan la edad reproductora; cada uno de éstos tiene otros dos a su vez, y así sucesivamente. Tutankamón nació hacia el año 1345 a.C., por lo que desde entonces han transcurrido 100 generaciones. Si en cada generación se duplica el número de varones descendientes del famoso faraón, debemos esperar que 299 hombres vivos sean descendientes suyos. Resulta que 299 = 6,3 • 1029, más de seiscientos mil cuatrillones, la población total actual multiplicada por un uno seguido de veinte ceros. Concluyendo, que la mitad de los europeos (incluso que más del 70% de los españoles) seamos “parientes” de Tutankamón no tiene nada de extraordinario.

Esto es lo que añadía tras el similar análisis que hice sobre la noticia relativa a Gengis Khan en Ciencia para Nicolás:

“La noticia me trae a la mente a esos tipos que presumen de ser descendientes directos de algún personaje famoso de la antigüedad. Si razonamos ahora en sentido inverso y nos fijamos en los antecesores masculinos cada uno de nosotros tiene un padre, dos abuelos, cuatro bisabuelos, ocho tatarabuelos… Retrocediendo unas pocas generaciones resulta que tenemos, en una época determinada, más antepasados que gente vivía entonces. La conclusión es triple, a saber: primero, que no es ningún mérito tener un antepasado de postín, ya que eso es de lo más vulgar; segundo, que muchos de nuestros antepasados lo son más de una vez, es decir uno de ellos puede aparecer en varias ramas de nuestro árbol genealógico; y tercero, que todos los humanos compartimos antepasados, lo que automáticamente nos convierte en parientes, por poco que esto le guste a racistas de todo pelo”.

Fuente:

Amazings


2 de agosto de 2011

Los errores científicos en la leyenda de la creación


A estas alturas del partido, para mucha gente debe resultar cansino repasar los errores científicos de la Biblia. Después de todo, para el grueso de la sociedad que se mueve entre el ateísmo radical y esa afable condición acomodaticia que es el "soy cristiano a mi manera", la Biblia no debe ser leída como una descripción minuciosa de la naturaleza, sino como un texto de enseñanzas morales. Sin embargo, de cara a quienes aún sostienen que la Biblia es un texto científico, hasta el extremo de preferir que sus seres queridos se mueran antes de recibir una salvadora transfusión de sangre, no sobra hacer un repaso de los errores científicos que comete. Sobre la creación, según el texto del capítulo 1 del Génesis, en lo que a este posteo se refiere.

Obviemos que la Biblia reduce la cronología de miles de millones de años a apenas seis días. Partamos con el tema de la luz: la luz fue creada en el primer día (Génesis 1:3). ¿De dónde salió, si no existieron estrellas hasta el cuarto día? Suponiendo que Dios haya inspirado el pasaje, podría referirse entonces a la radiación de fondo del universo, en el período de tiempo en que se enfrió hasta el punto de que su longitud de onda pasó por el espectro visible (en la actualidad su longitud de onda se ha corrido hasta llegar a la radiación de microondas, en donde la pueden captar los radiotelescopios). Sin embargo... el texto bíblico dice que Dios llamó "día" a la luz y "noche" a las tinieblas, lo que descarta esa teoría (en primera, en esa época no había Sol ni Tierra y por tanto no hay movimiento de rotación que pueda marcar la sucesión del día a la noche, y en segunda, en esa época no puede haber existido oscuridad porque el universo mismo debería haber sido literalmente pura luz). Descontemos claro está que cuando fueron creadas la luz y las tinieblas, la Tierra ya preexistía según la Biblia, cuando en realidad, la Tierra surgió DESPUÉS del nacimiento del Sol... lo que aconteció en el cuarto día según la Biblia. Y como última perla: el Sol y la Luna fueron creados de manera conjunta, cuando la ciencia modernamente aceptada señala que el Sol debió nacer primero, la Tierra después, y la Luna al último, producto de una fenomenal colisión cósmica.

La cosa se pone mejor en el segundo día, cuando Dios crea "el firmamento". Desde la óptica de la ciencia moderna, este paso sería innecesario porque el "firmamento" en realidad es el universo, y éste ya existe de antemano. Pero además, resulta que crea el firmamento... para separar las aguas superiores de las inferiores (Génesis 1:7). ¡De manera que la Biblia explica que el cielo es azul porque se trata de un océano celeste retenido por una cúpula transparente! Nótese que, capítulos más adelante, Dios desata el Diluvio Universal abriendo las compuertas del cielo y dejando por tanto ese océano celeste vaciarse en la Tierra (Génesis 7:11). Aparentemente, las estrellas están tachonadas contra la cúpula transparente, porque de otra manera no se explica que no se apaguen. Aunque en tiempos de los escritores bíblicos se suponía que las estrellas visibles eran todas las que existían: faltaba aún para que Galileo Galilei armado de un telescopio demostrara que existen muchas más estrellas, éstas invisibles a la mirada humana desnuda.

Volviéndose hacia la vida biológica, Dios realiza el sinsentido de crear la vegetación en el tercer día... cuando aún no había Sol que irradiara luz y permitiera hacer la fotosíntesis. Este pequeño desajuste en la tabla cronológica hizo que las plantas permanecieran por tanto un día entero pasando hambre, hasta el cuarto día en que por fin es creado el Sol. También respecto de la vida animal hay algunas incongruencias, ya que la vida de los océanos es creada en el quinto día, y la vida terrestre junto con el ser humano en el sexto, lo que es correcto a rasgos generales... salvo porque las ballenas fueron creadas ANTES que los insectos y presumiblemente que los reptiles, cuando en la historia paleontológica del planeta aparecieron exactamente al revés. Además, resulta que las plantas con flores (angiospermas) fueron creadas dos días ANTES de los animales terrestres, cuando en la realidad surgieron exactamente al revés (muchas plantas con flores no pueden sobrevivir sin insectos que efectúen la polinización cruzada, aunque por dos días...). Un rasgo del texto bíblico sí es interesante: le dedica un día entero a la creación de las bestias marinas, anticipo de lo extensos y mal conocidos que eran y siguen siendo los mares en su profundidad y variedad viviente, en comparación a la mucho más fácil de explorar tierra firme.

14 de julio de 2011

Diario español "La Razón" anuncia que los ángeles de la guarda existen

El diario ultraderechista español informa de la existencia del Ángel de la Guarda en base a un "estudio matemático" basado en novelistas de terror, personajes de ficción, y grupos de investigación inexistentes.



El titular no deja lugar a ambigüedades: «Los ángeles de la guarda existen, según un estudio matemático».

Con estas palabras presenta el diario La Razón los resultados de un estudio realizado por un supuesto grupo de matemáticos rusos, dirigidos por un tal Valeri Isákov.

El arte del copy-paste o para qué contrastar fuentes

Hay una norma que se aprende en primer curso de la carrera de periodismo, se repite durante todos los siguientes cursos, y al parecer se olvida apenas se entra a trabajar en según qué medios de "información": la necesidad de contrastar las fuentes.

La Razón en este caso se ha limitado prácticamente a copiar y pegar una nota emitida en castellano por el portal RT, que se identifica como “organización autónoma sin ánimo de lucro”, ilustrada con un sugerente montaje de un ángelito junto a un avión en vuelo.

Ningún medio de comunicación relevante se ha hecho eco de la noticia, que sin embargo se ha multiplicado velozmente en infinidad de blogs católicos. ¿Por qué no lo publicaron los medios "serios"? Quizá porque contrastaron las fuentes.

Total desconocimiento de la institución científica

El artículo en cuestión no menciona a qué universidad o centro de investigación pertenece el supuesto grupo de matemáticos que da por demostrada la existencia de los ángeles de la guarda en base a un único argumento: supuestamente en los aviones siniestrados habría un mayor promedio de pasajeros que devuelven su billete a última hora. Los supuestos matemáticos y periodistas científicos consideran que este dato demostraría científicamente la existencia de estos ángeles.

Estos pseudoperiodistas científicos a sueldo de la iglesia desconocen por completo que una demostración científica es una cosa mucho más seria de lo que ellos conciben: ocurre cuando se consigue relacionar sistemáticamente el fenómeno observable A con el fenómeno B, observable inmediatamente antes, y entonces se puede afirmar que existe relación causal. Si este grupo de matemáticos afirma haber observado sistemáticamente el fenómeno "ángel de la guarda" todos juntos, quiere decir posiblemente que el cocinero del comedor universitario (o de la parroquia) en que se nutren utiliza el mismo psicoactivo para todos sus platos, y este es el hecho que debería ser investigado, pues constituye un posible delito contra la salud pública.

Nada se comenta en esta "noticia científica" sobre la metodología de estudio, datos consultables, sistemas de muestreo y proceso de datos, margen de error, etc. El artículo, copiado casi literalmente por el diario derechista Español, se limita a citar al novelista Stephen King y a un supuesto sociólogo estadounidense llamado James Staunton como precursores de esta misma teoría.

Científicos inexistentes

La realidad es que el tal matemático director de investigaciones Valeri Isákov, caso de existir realmente, no tiene ninguna publicación científica, no figura en ningún congreso o universidad, no es citado en ningún otro estudio, ni mencionado en Wikipedia: no ha producido absolutamente nada relevante a lo largo de su carrera como director de investigaciones. Les invito a que busquen su currículum académico en la red y contrasten el resultado con lo que obtienen si buscan el de cualquier otro matemático ruso, no hace falta que dirija investigaciones de relevancia internacional ni descubra ángeles. Yo apostaría a que el profseor Isakov bien no existe, como el ángel de la guarda, bien sencillamente "se siente" matemático.

En cuanto al tal sociólogo estadounidense James Staunton que según La Razón "analizó en 1958 doscientas catástrofes ferroviarias" para llegar a la misma conclusión, sencillamente no existe. Si googlean ustedes su nombre, encontrarán que no tiene absolutamente ninguna publicación, y que únicamente aparece como personaje en la novela "The Stand", de Stephen King, el novelista que aparece citado en este artículo como tercer precursor de la teoría. Staunton es un sociólogo de ficción.

La responsabilidad social de la divulgación científica

No sé si el consejo de redacción del diario La Razón ha reflexionado suficientemente sobre las consecuencias de divulgar descubrimientos tan revelantes en base a científicos inexistentes, novelas de terror y personajes de ficción, pero como profesional de la divulgación científica me atrevo a pedir a la redacción una necesaria rectificación pública con respecto al hecho de haber publicado información falsa por no haber contrastado fuentes.

La obligación moral de rectificar viene a ser otra de las leyes doradas de la profesión que sus periodistas deberían haber aprendido en la facultad de ciencias de la información, si es que pasaron por ella y no se pasaron la juventud con Isákov, Staunton, el Ángel de la Guarda y otras alucinaciones metafísicas comentando novelas de Stephen King.

Fuente:

Divulga UNED

17 de mayo de 2011

Hawking: 'El cielo es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte'

El astrofísico Stephen Hawking. | El Mundo

El astrofísico Stephen Hawking. | El Mundo

El prestigioso científico británico Stephen Hawking, autor de 'Una breve historia del tiempo', cree que la idea del paraíso y de la vida después de la muerte es un "cuento de hadas" de gente que le tiene miedo a la muerte.

Así lo ha afirmado el científico más destacado del Reino Unido en una entrevista publicada este lunes en el periódico británico 'The Guardian', en la que vuelve a poner énfasis en su rechazo a las creencias religiosas y considera que no hay nada después del momento en que el cerebro deja de funcionar.

Hawking resalta que su enfermedad -la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA)- le ha llevado a disfrutar más de la vida a pesar de las dificultades que ello implica, ya que el mal que padece es neuro-degenerativo progresivo y le impide moverse y hablar.

"He vivido con la perspectiva de una muerte prematura durante los últimos 49 años. No tengo miedo de morir, pero no tengo prisa por morirme. Hay muchas cosas que quiero hacer antes", dijo el científico.

"Yo considero al cerebro como una computadora que dejará de funcionar cuando fallen sus componentes. No existe el cielo o vida después de la muerte para las computadoras que dejan de funcionar. Se trata de un cuento de hadas para la gente que le tiene miedo a la oscuridad", señaló el ex catedrático de Matemáticas Aplicadas y Física Teórica de la Universidad de Cambridge.

Disfrutar de la vida

En su entrevista, Hawking, de 69 años, resalta la importancia de disfrutar de la vida y hacer cosas buenas y se refiere también a las pequeñas fluctuaciones cuánticas, que en el comienzo del universo fueron las "semillas" que dieron paso a la formación de las galaxias, las estrellas y la vida humana.

"La ciencia predice que distintos tipos de universo serán creados de la nada y de manera espontánea", agregó.

El científico, que habla con la ayuda de un sintetizador de voz, sugiere que sería posible descifrar nuestros orígenes con instrumentos modernos, que podrían ayudar a detectar antiguas huellas en la luz espacial dejada en los primeros momentos de la formación del universo.

Hawking, a quien en 1989 le fue concedido el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, ha trabajado durante toda su vida para desentrañar las leyes que gobiernan el universo.

Junto a su colega Roger Penrose mostró que la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein implica que el espacio y el tiempo han de tener un principio, que denomina 'big bang', y un final dentro de los agujeros negros.

En su último libro, 'El Gran diseño', el astrofísico sostiene que Dios no es necesario para explicar el origen del Universo.

Fuente:

El Mundo Ciencia

1 de mayo de 2011

Benedicto XVI, como sus antecesores, rechaza la teoría científica de la evolución


Tiene su gracia que prácticamente el mismo día en que Martin Rees, último premio Templeton, regaña a los ateos y llama a una "convivencia pacífica" con las religiones, el papa reafirme urbi et orbi su rechazo de la teoría científica de la evolución. Durante su última homilía en el Vaticano, Benedicto XVI proclamó que "Si el hombre fuese solamente un producto casual de la evolución en algún lugar al margen del universo, su vida estaría privada de sentido o sería incluso una molestia de la naturaleza. Pero no es así: la Razón estaba en el principio, la Razón creadora, divina".

Dejando a un lado que la teoría de la evolución no dice realmente que el hombre sea "una casualidad" (lo que dice es que es una entidad natural, surgida por selección natural) estas declaraciones no aportan realmente ninguna novedad en la postura personal del papa actual, ni se desvían un milímetro de la doctrina tradicional de la iglesia con respecto a la evolución.

Los orígenes del conflicto

La teología católica siempre ha criticado severamente el evolucionismo y la teoría de la evolución, aunque, como explica Rafael A. Martínez en El Vaticano y la evolución. La recepción del darwinismo en el archivo del índice [PDF] "las autoridades de la Santa Sede mantuvieron una cierta prudencia, que evitó un encuentro frontal entre la evolución y la doctrina católica". Esta "prudencia" o sibilinismo, quizás a consecuencia del desastroso caso Galileo, sin embargo no apoya la idea de que la iglesia católica "acepta" la evolución o se ha reconciliado con la ciencia moderna. Nada podría estar más lejos de la realidad. Las interpretaciones "acomodacionistas" entre la teología católica y la evolución no están respaldadas por la iglesia jerárquica, sino por teólogos francamente heterodoxos o por científicos e intelectuales seculares, como Stephen Jay Gould o Francisco J. Ayala, cuyas interpretaciones se han hecho bastante populares.

La ausencia de una condena clamorosa del darwinismo (la única condena explícita data de un concilio provincial celebrado en Colonia en 1860, que carecía de autoridad como declaración de dogma de fe), similar a la condena del copernicanismo de 1616, en definitiva no debe llevar a la errónea conclusión de que la iglesia católica ha asumido la teoría científica de la evolución, ni hacer olvidar el fervor con el que ha combatido a los cristianos darwinistas.

Por el contrario, el evolucionismo se encontró desde la publicación de El origen de las especies de Darwin en 1858 con la más ferviente oposición eclesiástica. La opinión del teólogo y místico Matthias Joseph Scheeben (1835-1888) es perfectamente representativa y entonces alcanzaba tanto a la parte "física" como espiritual del evolucionismo:

Es una herejía pretender que el hombre, en cuanto a su cuerpo, desciende del mono como consecuencia de un cambio progresivo que ha sobrevenido en las formas, incluso en el caso de que se suponga que en la evolución completa de la forma Dios ha creado simultáneamente un alma.

La ausencia de una condena formal no impidió que la iglesia jerárquica persiguiera a los autores católicos (Leroy, Zahm, Bonomelli, Hedley &c) que sostuvieron ideas evolucionistas en la última mitad del siglo XIX. Las obras de estos autores fueron de hecho severamente reprendidas e incluidas en el índice de libros prohibidos, que advierte a los fieles sobre lecturas poco recomendables. Como explica Martínez en su trabajo, esta inclusión en el índice de libros "darwinistas" cristianos suponía una condena de facto del darwinismo, aunque nunca alcanzara un rango oficial. En general, la condena cultural y teológica se endureció progresivamente, alejando en la práctica cualquier tentativa de "acomodación" entre el dogma y la evolución.

Ni Pio XII ni Juan Pablo II "aceptaron" la evolución

Esta situación no cambia sustancialmente a lo largo del siglo XX. El primer papa en referirse explícitamente a la evolución es Pio XII, que en su Humani generis no prohibe la investigación evolucionista "en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente". Sin embargo, la encíclica se opone claramente a una indagación evolucionista del lado espiritual del ser humano, dado que "la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios".

En su famoso discurso ante la Academia Pontificia de las Ciencias de 1996, Juan Pablo II reiteró idéntica doctrina. Reconoció que la evolución era "más que una hipótesis", pero restringió su alcance legítimo a la evolución "física", prohibiendo expresamente la compatibilidad de una comprensión evolucionista del alma con el dogma católico:

Las teorías de la evolución que, en función de las filosofías en las que se inspiran, consideran que el espíritu surge de las fuerzas de la materia viva o que se trata de un simple epifenómeno de esta materia, son incompatibles con la verdad sobre el hombre. Por otra parte, esas teorías son incapaces de fundar la dignidad de la persona.

Benedicto XVI y el "diseño inteligente"

Quizás el episodio reciente mejor conocido sobre la difícil acomodación del darwinismo en el catolicismo sea el cese en 2006 del jesuita George Coyne como director del Observatorio Vaticano, tras la polémica con el cardenal Schönborn, que había publicado un artículo en el New York Times claramente favorable al llamado "diseño inteligente".

Aunque los científicos católicos más sofisticados -a veces auspiciados por el Vaticano- siguen rechazando la teoría del diseño inteligente, la visión de la evolución de Schönborn es probablemente la que más se asemeja a la del propio Ratzinger, tal y como se refleja en sus intervenciones públicas y aparece ya publicada en un libro de 2004, Fe, verdad y tolerancia. En este libro, Ratzinger considera que una ética basada en la evolución es una ética "sedienta de sangre" y califica como directamente "irracional" la pretensión evolucionista de explicar el mundo sin referencia a un creador.

Como sus antecesores, Benedicto XVI sólo asume una versión drásticamente mutilada de la evolución que se refiere a las cosas "físicas", pero que prohibe una investigación evolucionista de las cosas espirituales. Este dualismo es acientífico y un escrúpulo inaceptable para la inmensa mayoría de los científicos evolucionistas, que estudian de hecho la evolución de las cualidades llamadas "espirituales" justamente dentro del marco materialista rechazado por los teólogos católicos. La teoría de la evolución no trata sólo del "cuerpo", no se ocupa sólo de por qué evolucionaron el húmero, el cúbito, el radio y la mano de los vertebrados tetrápodos, pongamos por caso. Es una teoría global que explica por qué probablemente evolucionaron los instintos prosociales, los sentimientos morales e incluso las ideas religiosas. En consecuencia, "Aceptar" la teoría de la evolución, pero restringiéndola a la evolución "física", es una elección tan arbitraria como aceptar sólo la segunda ley de la termodinámica o sólo la mitad de los elementos químicos de la tabla periódica. Y es una arbitrariedad que no está más justificada por el hecho de que se fundamente en prejuicios religiosos.

El 3 de abril escribí en este blog:

Existen tres razones fundamentales por las que el público no "cree" en la evolución, y ninguna de ellas tiene que ver con el análisis de las evidencias. La primera de estas razones es la autoridad. Si -para poner sólo un ejemplo- el jefe de la iglesia católica escribe que una ética basada en la evolución es "una ética sedienta de sangre" o afirma categóricamente que el hecho de la evolución es "irracional", lo más probable es que las ideas evolucionistas no sean muy bien recibidas por los creyentes. La segunda razón está dentro de nuestros propios cerebros, escépticos o creyentes, que según nos cuentan los psicólogos cognitivos, habrían evolucionado sesgos favorables a ver "diseño inteligente" en la naturaleza (Kelemen y Rosset, 2009) [PDF]. La tercera razón, según un trabajo publicado en Public Library of Science, tendría que ver simplemente con el miedo a la muerte.

Seguramente estas tres razones están presentes en la negativa de la teología católica a aceptar la teoría de la evolución en su integridad. La última afirmación negacionista del papa, como autoridad influyente, no deja de ser un severo correctivo a quienes, como Martin Rees, sostienen que un diplomático acomodacionismo es la postura más sensata para defender la comprensión pública de la ciencia. No es verdad. La mejor y de hecho la única manera de enseñar ciencia al público es hacerlo de forma íntegra y sin cortapisas teológicas de ninguna clase.


"Los primeros padres fueron creados inmediatamente por Dios."

Muy interesante: Pope on evolution. More on the same teleological thinking

Fuente:

La Revolución Naturalista

Ilusionismo y Matrix: La magia y la pseudociencia

Supongamos que has decidido acudir a una conferencia y en la primera diapositiva aparece Laurence Fishburne ofreciéndote elegir entre dos pastillas, una roja y otra azul. Como seguramente ya sabrás, si eliges la pastilla azul seguirás habitando el mundo que ya conoces. Si en cambio eliges la pastilla roja entrarás en otra dimensión, en la verdadera realidad, y comprobarás que tu vida anterior era una ilusión. Así comenzaba la trilogía Matrix.

Y tú, ¿cuál escogerías?

En realidad no importa la pastilla que elijas, porque no hay pastilla. Y no porque, digamos, no exista Matrix, sino porque ya está aquí. Porque en realidad siempre lo ha estado.

La fundación Cosmocaixa de Barcelona organizó una exposición titulada Abracadabra que se acompañaba de una serie de conferencias sobre la relación entre la magia y la neurociencia. La primera de ellas tenía como título: Ilusión e ilusionismo: cómo engañar al cerebro con la magia y otros trucos. Los dos ponentes eran Susana Martínez-Conde, directora del Laboratorio de Neurociencia Visual del Barrow Neurological Institute, en Phoenix, y Miguel Ángel Gea, ilusionista madrileño.

(bonito nombre para una profesión: ilusionista)

Fue la doctora Martínez-Conde la que inició su charla con la imagen de Matrix. Y con ese fotograma se anunciaba ya una declaración de intenciones; en cierto modo se rehuía la charla meramente técnica para entrar en un terreno más divulgativo. Y su campo de trabajo es lo suficientemente visual y atractivo como para no abandonar ese plano. Éste es un resumen no exhaustivo y desordenado de lo que allí se dijo. Se renuncia a un hilo fijo. Se sucumbe a la fuerza de los ejemplos y la imagen. Supongo que en el fondo era algo así lo que se pretendía.

Existen tres posibilidades para generar una ilusión: ver lo que no hay, no ver lo que hay, o ver algo diferente a como es.

Yo pienso cuando de pequeño me explicaron el concepto de átomo. Que todo lo que vemos está formado por pequeñas partículas muy separadas unas de otras. Y no sé por qué la primera imagen que elegía era siempre una mesa. De madera. Y no entendía pero me asombraba pensar que esa mesa era en su mayor parte hueca. Hueca pero absolutamente sólida. Una barrera de huecos inexpugnables.

Me convenzo inmediatamente de que no hay pastilla roja o azul. Que no podemos elegir. A lo sumo pretender conocer.

Una de las ilusiones más famosas es la de los objetos imposibles. Éstos son construcciones que pueden representarse pero que, sin embargo, no pueden existir dentro de nuestras tres dimensiones. Uno de los artistas que más trabajó con ellos fue M.C. Escher, aunque el ejemplo más conocido quizás sea el triángulo de Penrose, creado por Oscar Reutersvärd, que ha sido construido en la realidad, y sobre el que se puede ver un vídeo explicativo pinchando aquí.

(La doctora Martínez-Conde sugiere que la ilusión es la base del arte. No me convenzo inmediatamente. Luego pienso que el arte depende de un extrañamiento que sin embargo no llegue a ser del todo ajeno. Acepto su parte de verdad.)

Un tipo de ilusión es lo que se conoce como ceguera. Se distinguen varios tipos: ceguera por el movimiento, ceguera al cambio, ceguera por atención y ceguera a la elección.

Un ejemplo de ceguera por el movimiento lo puedes ver aquí. Si miras fijamente al punto verde que parpadea comprobarás cómo los puntos amarillos fijos van desapareciendo alternativamente. Es un ejemplo claro de ilusión de invisibilidad.

La ceguera al cambio es, si cabe, más espectacular. Un trabajo especialmente conocido es el truco de la carta que cambia de color, diseñado por Richard Weisman, un neuropsicólogo que previamente se había dedicado a la magia. Puedes verlo pinchando aquí. Son tres minutos e incluye todo el proceso que permite llevarlo a cabo. Otro ejemplo de este tipo de ilusión proviene de un anuncio de la televisión inglesa con el que se pretendía aumentar la seguridad hacia los cicloturistas. En él se recrea la escena de un crímen y el espectador debe intentar contar todos los cambios que se suceden en el decorado durante el escaso minuto que dura la escena. Con él pretendían hacer llegar el mensaje de que a pesar de prestar una gran atención, existen multitud de cambios alrededor que nos pasan desapercibidos, por lo que deben extremarse las precauciones. Puedes verlo pinchando aquí e intentar captar todas las variaciones que tienen lugar. Verás que es toda una sinfonía.

El caso opuesto a este último lo representa la llamada ceguera por atención. En el siguiente vídeo verás dos equipos de baloncesto de cuatro personas, unos con camisetas blancas y otros con camisetas negras. Durante treinta segundos escasos debes concentrarte en contar los pases que hacen entre sí los miembros del equipo de blanco. Pero debes prestar especial atención y no descuidarte en ningún momento, porque los movimientos se entrecruzan y es difícil no perder la cuenta.





No, apenas nadie ve al oso. Hay quien incluso conociendo el juego, si presta la suficiente atención, consigue no volver a verlo.

(Al Pacino, en una entrevista hace unos años, decía que la felicidad estaba en la concentración.)

(Mientras avanza la charla me pregunto, tibiamente, para qué servirán todas estas investigaciones, todos estos experimentos. Cuál puede ser su utilidad. Me fascino por el conocimiento, por la extrañeza que suponen, pero no puedo dejar de buscar una aplicación. Me avergüenzo al momento de la falta de perspectiva. La atribuyo a la hora, al cansancio. Me preocupo.)

El último caso de ceguera del que se habló fue el de la ceguera a la elección. La base de este experimento la desarrolló el equipo de Petter Johansson, -puedes ver un vídeo aquí- y su diseño, en esencia, es bastante sencillo. Uno de los experimentadores enseña a los voluntarios dos fotos de personas diferentes aunque con cierto parecido y les pide que escojan aquella que les resulta más atractiva. El proceso se repite con varias parejas de fotografías y, después, se les pide que expliquen los motivos de sus distintas elecciones. Los voluntarios se quedan con las fotografías que eligieron, pero el experimentador está entrenado para cambiar algunas de ellas por las que desecharon sin que se den cuenta. En la mayoría de las ocasiones, cuando los voluntarios explican las razones de su elección, no reconocen el cambio, y lo que hacen es confabular para justificar la elección que en realidad no han hecho. Uno de ellos, por ejemplo, al serle mostrada una mujer rubia, aseguró que la escogió debido a que él prefería a las mujeres rubias, cuando en el momento de la elección había escogido a una mujer morena apuntando precisamente que prefería a las mujeres de pelo más oscuro.

Y ésto es lo que sucede en la superficie, en la ausencia de patología. Aún más fascinante es lo que ocurre al profundizar. Oliver Sacks es un famoso neurólogo que ha escrito numerosos libros sobre casos clínicos, alguno de ellos llevado al cine como en la película Despertares, con Robert de Niro. Su obra más conocida, sin embargo, sea seguramente “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero“. Este título corresponde a un ejemplo real, que fue aprovechado incluso en la serie Ally McBeal para ilustrar un caso en el que un hombre golpeaba a su mujer porque confundía su cabeza con un balón. Es un ejemplo extremo de lo que se conoce como prosopagnosia, o incapacidad para reconocer las caras. Otro ejemplo aún más raro es el llamado Síndrome de Antón, o anosognosia, en el que una lesión cerebral da lugar a lo que se conoce como ceguera cortical. En este caso los pacientes están imposibilitados para ver, pero son incapaces de reconocer su ceguera, tanto a otros como a sí mismos, y confabulan, inventando situaciones o imágenes que realmente no pueden captar pero con las que pretenden rellenar ese hueco sensorial.

Durante la charla alguien pregunta si, conociendo todo esto, podemos realmente fiarnos de los testimonios de un testigo en un juicio. Martínez-Conde responde tajantemente que seguramente no. Comenta que se hizo un estudio en el que se preguntaba a los voluntarios la velocidad a la que circulaban dos coches, uno rojo y otro verde, que sufrían un accidente. Pero las preguntas se podían formular de dos maneras diferentes. En la primera se les preguntaba simplemente por la velocidad que llevaban antes de chocar. En la segunda, sin embargo, se les consultaba sobre la velocidad que llevaban antes de que el coche rojo se estrellara contra el verde. En este segundo caso, el coche rojo parecía ir mucho más rápido que en el primero. (En El País, un artículo recoge que el 80% de las condenas a inocentes se debe a un error de identificación, aunque aquí se mezclan otras causas, más emocionales, más relacionadas con la memoria que con la propia percepción.)

Si hay una ciencia social, es la neurociencia.

Las palabras mágicas son: amor, humor y libertad.

¡Mezcla, mezcla, que tú has venido aquí a mezclar!

¿Has traído tu dedo índice?

Juan Tamariz.

En la segunda parte de la charla, el protagonista fue el mago Miguel Ángel Gea. La interdisciplinariedad enriquece la comunicación, no cabe duda. El mago comenzó su intervención agradeciendo a los científicos el estudio de su disciplina. Sus investigaciones les están permitiendo empezar a conocer por qué funcionan sus trucos. Unos trucos de los que durante años prácticamente lo único que sabían era precisamente que funcionaban.

Es un empirismo tan puro, y un agradecimiento tan creíble, que vuelvo a preocuparme y avergonzarme por mi transitoria falta de perspectiva. Por mi sesgo de inmediata utilidad.

Nos comenta que la magia se basa en tres pilares: elementos técnicos, habilidad e ingenio. Y que pueden mezclarse o usarse independientemente. Que pueden adaptarse. También que en muchas ocasiones los trucos se basan en un condicionamiento. Para hacer desaparecer una moneda que va de una mano a otra, primero hay que mostrar el movimiento varias veces. Después, sin modificar aparentemente nada en ese proceso, es cuando puede desarrollarse el truco. Si la moneda va de una mano a otra, de izquierda a derecha, y si siempre se muestra en una mano o en otra, el cerebro acaba rellenando la información que le falta y le otorga un lugar a dicha moneda. El condicionamiento previo permite que una ligera e imperceptible modificación provoque la sorpresa.

(Pienso en N., científica, que cree en los horóscopos pero que, paradójicamente, se niega a ver cualquier tipo de truco. Porque se escapa a su control, dice.)

También el uso del humor, como parte de un espectáculo, pero también como distracción. Alguien comenta que durante la risa baja notablemente la atención. Pienso en el concepto de la risa como ceguera. Y también en aquello que escuché una vez: los que se ríen son más felices, porque al achinar los ojos, sólo es una mitad del mundo la que ven.

Pero eso seguramente sea otro tema distinto. Para otra ocasión.

El de hoy es el convencimiento de que vivimos en Matrix. Y el primer paso es reconocerlo. El segundo, seguramente, seguir conociéndolo.

PD: En el turno de preguntas alguien comentó que los indígenas americanos no podían ver las carabelas españolas al llegar a sus costas. No porque consiguieran esconderse, sino porque nunca antes las habían visto, porque no las conocían. Martínez-Conde respondió que ya había oído esa historia otras veces, pero que científicamente era imposible, que no suponía más que una leyenda urbana. El responsable del museo dudó también de la historia, porque se sabe que los mayas, en aquellos tiempos, ya fabricaban barcos parecidos. Miguel Ángel Gea estuvo de acuerdo en que seguramente fuera una leyenda. Luego, sonriendo, añadió: pero qué bonita.

Fuente:

20000 caligrafías

Karl Popper: ¿Cuál es la diferencia entre ciencia y pseudociencia?

Diferenciar entre ciencia y pseudociencia es difícil. De hecho, una persona que no se ha formado y leído al respecto puede encontrarse con dificultades a la hora de determinar si una práctica es científica o pseudocientífica. Ambas cosas han coexistido durante milenios, y en muchos casos han estado ligadas a las mismas personas. En la Antigua Roma, Ptolomeo, que posiblemente sea el científico más influyente que dejó el imperio, explicó la reflexión y refracción de la luz e inventó el sistema de latitud y longitud para pintar mapas, pero también fue la persona que definió el horóscopo y los doce signos del zodiaco.

Con el paso de los siglos, ciencias y pseudociencias se fueron separando. Uno de los ejemplos más claros de esta escisión la encontramos en el siglo XVII, cuando después de la revolución en la química de Robert Boyle, la ciencia abandonó la alquimia. Pero aún así, la ciencia no se podía desmarcar por completo de la pseudociencia, ya que nadie había escrito claramente cuáles eran las reglas del juego.



I: Karl Popper

Karl Popper, uno de los filósofos por excelencia del siglo XX, escribió en 1934 Logik der Forschung (La lógica de la investigación científica), el primer libro que exponía una diferencia clara entre lo que es una ciencia y lo que es una pseudociencia. Para Popper, la clave está en la falsabilidad y en el hecho de que las teorías científicas nunca pueden ser verificadas completamente.

El falsacionismo había sido descrito por David Hume dos siglos antes junto al verificacionismo. El verificacionismo exponía que ante una hipótesis se van añadiendo hechos observables que corroboren la hipótesis, de tal modo que muchos hechos observables terminan consolidando la hipótesis como teoría verificada. En cambio el falsacionismo al que recurre Popper, ante una hipótesis, busca hechos observables que puedan refutar la hipótesis, de tal modo que si no puede encontrarse ninguno que la refute se mantiene como teoría válida.

No importa cuantos ejemplos de cisnes blancos hayamos podido observar, esto no justifica la conclusión de que todos los cisnes son blancos

– Karl Popper

Popper escribió su libro tras observar dos grandes ideas propuestas décadas antes. Por un lado está el psicoanálisis de Sigmund Freud y por otro la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Freud y todos sus seguidores, para sustentar el psicoanálisis habían recurrido al verificacionismo hasta extremos que cualquier comportamiento humano era una confirmación más que añadir a su teoría. Por la contra Einstein había recurrido al falsacionismo, prediciendo hechos que no eran contemplados por ninguna teoría anterior, como la desviación de la luz al verse sometida a un campo gravitatorio, y que de no haber sido comprobados en la primera observación su teoría habría sido refutada por completo.

La división establecida por Karl Popper no se puede considerar como definitiva, y de hecho aún a día de hoy no existe ningún criterio universal para establecer la diferenciación entre ciencias y pseudociencias, pero sí que supuso un comienzo para saber qué tenemos que pedir a una ciencia para poder llamarla así. Tras él, otros filósofos y científicos, como Richard Feynman, Mario Bunge, Ludwig Wittgenstein o Carl Sagan han escrito muchas otras pautas para determinar cómo identificar a las pseudociencias y ponerlas al otro lado de la línea divisiora entre lo científico y lo demás.

El juego de la ciencia no tiene final. Aquel que decida un día que las hipótesis científicas no necesitan ninguna prueba más y que pueden ser admitidas como definitivamente verificadas, que se retire del juego

– Karl Popper

Fuentes y más información:

25 de abril de 2011

La NASA nunca ha estudiado la sábana santa: viejas mentiras en defensa de la falsa reliquia

Si el otro día el médico José de Palacios Carvajal resucitaba en Intereconomía TV a Willard Libby para desacreditar los resultados de la prueba del carbono en el caso de la sábana santa; hoy es el ingeniero José Agustín Arregui quien lo hace en un artículo de opinión publicado en El Correo y El Diario Vasco. La fecha, Domingo de Resurrección, es, sin duda, la más apropiada para este nuevo milagro sindonológico.
"Las palabras de Willard Frank Libby, descubridor del método del carbono 14, son contundentes [respecto a la validez de su aplicación a esta reliquia]: «En la sábana existen fuentes radiactivas que han recargado el carbono y que hacen que este método no se le pueda aplicar»", sostiene Arregui en su artículo. Estaría bien saber dónde y cuándo dijo eso el químico y premio Nobel. En el contexto en el que el autor le cita, da la impresión de que el científico hizo esas declaraciones tras conocer los resultados del estudio de 1988 -que dató "el lino del sudario de Turín entre 1260 y 1390"-, algo imposible porque, para entonces, el científico estadounidense llevaba ocho años muerto.
No sé de dónde ha sacado Arregui esa cita, pero me da la impresión que del mismo lugar que de Palacios Carvajal la frase en la que el químico y premio Nobel decía que el análisis de 1988 estaba "mal hecho" y tenía "tres defectos gravísimos que lo inutilizan total y absolutamente": del baúl de las invenciones de los sindonólogos, que es como se denominan a sí mismo los estudiosos de la pieza. Lo que sí sé es que su artículo es un perfecto ejemplo de la pseudociencia que ha rodeado el análisis de la sábana santa desde el estudio realizado en 1978 por miembros del Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín (STURP), una organización vinculada a la Hermandad del Santo Sudario. Aquel estudio fue tan imparcial que cuando el microanalista forense Walter McCrone, el encargado de examinar las manchas de sangre, anunció que estaban hechas con pintura, fue invitado a abandonar el STURP, grupo que nunca ha publicado los resultados de su trabajo en ninguna revista científica.
McCrone, por cierto, auguró en 1980 que, si algún día se hacía, la prueba del carbono 14 fecharía la tela "el 14 de agosto de 1356, diez años más o menos". Vittorio Pesce, antropólogo de la Universidad de Bari, mantenía meses antes de la datación por radiocarbono que la sábana había sido confeccionada entre 1250 y 1350. Y es que los documentos históricos, la iconografía, los materiales y las técnicas empleadas bastaban y sobraban para situar la aparición de la sábana en Francia a mediados del siglo XIV.
Las monedas de los ojos

Algún lector de El Correo y El Diario Vasco podría llegar a pensar que la NASA estudio la reliquia en 1978. No es así. La agencia espacial estadounidense nunca ha mostrado el mínimo interés por el sudario de Turín. Dos miembros del STURP, John Jackson y Eric Jumper, habían trabajado para la NASA y eso sirvió, a finales de los años 70, a los sindonólogos y los periodistas del misterio para anunciar al mundo que la NASA había demostrado la Resurrección. Una trola más de las muchas que componen el corpus de la sindonología. Que, más de treinta años después, Arrregui siga diciendo que "en 1978 científicos de la NASA detectaron trazas de objetos sobre los ojos del hombre de la sábana" demuestra que sus fuentes de información no son fiables precisamente.
¡Ah!, respecto a las monedas romanas descubiertas en los ojos del hombre del sudario por el reverendo Francis Filas -¿por qué el articulista oculta a los lectores la condición de sacerdote del sindonólogo?-, David Sox, ex secretario de la Sociedad Británica del Sudario de Turín, recordaba en los años 80 que, "cuando se presentó [Filas] con las fotografías en las que se basaba para realizar estas afirmaciones, un científico, cuyo nombre no se citó, dijo: «Sí, y si miras desde un poco más cerca, en la esquina superior derecha, puedes ver al Pato Donald... y ahí, a la izquierda, a Mickey Mouse»".
Arregui sostiene que, además de la prueba del radiocarbono, se han hecho otros estudios científicos y se hace eco de una serie de trabajos sindonológicos que apoyan -¡cómo no!- la idea de que la tela envolvió el cuerpo de Jesús de Nazaret; pero hay un detalle crucial que pasa por alto. Mientras los resultados del análisis del carbono 14 se publicaron en la revista Nature sin que nadie los haya refutado en ninguna otra publicación científica, los que él esgrime en favor de la autenticidad de la reliquia se han hecho públicos en congresos de sindonología y publicaciones del ramo; nunca en una revista científica digna de tal calificativo.

Fuente:

Magonia

6 de abril de 2011

¿Tu letra indica algo de tu personalidad?


Lea primero esto:

En Conocer Ciencia estamos convencidos de que la grafología NO es una ciencia.

La grafología es una técnica proyectiva y descriptiva que pretende analizar la escritura con el fin de identificar o describir la personalidad de un individuo e intentar determinar características generales del carácter, acerca de su equilibrio mental (e incluso fisiológico), la naturaleza de sus emociones, su tipo de inteligencia y aptitudes profesionales y, según algunos grafólogos, serviría para diagnosticar el grado de salud o enfermedad física y mental.

Aunque sus defensores se apoyan evidencias anecdóticas, la mayoría de los estudios empíricos realizados no han sido capaces de confirmar la validez de sus afirmaciones. Por ello es generalmente considerada una pseudociencia (ver el apartado "juicio de la grafología").

No debe confundirse grafología con la caligrafía forense o, más apropiadamente, peritaje caligráfico, una disciplina utilizada en criminología con el propósito de comparar escritos y determinar, por ejemplo, si un documento fue firmado por la persona que se supone que lo hizo, de utilidad además de en criminología en derecho, como por ejemplo en los testamentos hológrafos o notas de suicidio. Entre las técnicas que utiliza están el análisis de tinta, papel o tipo de máquina de escribir. La caligrafía forense está aceptada judicialmente, con fines periciales de identificación de individuos.

Ahora, si los invito a leer el post de Papel en Blanco...


Cada uno de nosotros poseemos un cierto deje en nuestra forma de escribir, máxime en tiempos en que los ejercicios de caligrafía están arrumbados en el desván de las cosas que huelen a naftalina. Los hay que escriben diminuto, otros con grandes letras. También los hay que escriben como si dibujaran montañas redondeadas o jorobas de camello. Otros parece que imitan las volutas caligráficas de la gótica alemana.

Pero ¿la forma de nuestras letras manuscritos guarda alguna relación con la forma de nuestro cerebro y, en consecuencia, de cómo pensamos?

Algunos de los grandes pensadores de la historia han tratado de descifrar las complejidades de la personalidad humana mediante factores externos evidentes. Por ejemplo, Freud creía que se podía categorizar a las personas según el orificio corporal que les procuraba mayor placer. Francis Galton se fijaban en los bultos del cráneo, como quien estudia la orografía del terreno para comprender la personalidad de sus habitantes. Jung estaba convencido de que la personalidad la determinaba la posición de las estrellas en el momento del nacimiento.

Y de un tiempo a esta parte, junto con los polígrafos que dicen detectar si mentimos o decimos la verdad, ha aparecido un ejército de grafólogos que aseguran poder correlacionar el tipo de letra que tenemos y otros garabatos con algunos rasgos generales de nuestra personalidad, incluso nuestra inteligencia, nuestra salud e incluso nuestros instintos criminales.

Los grafólogos examinan lazos, las “i punteadas”, las “t cruzadas”, el espaciamiento de las letras, inclinaciones, alturas, movimientos de cierre, etc., pues creen que tales minucias de la escritura son manifestaciones físicas de funciones mentales inconscientes.

Muchos departamentos de personal se toman en serio estas afirmaciones: entre el 5 % y el 10 % de las empresas del Reino Unido y Estados Unidos usan de manera habitual la grafología para eliminar candidatos en sus procesos de contratación. (Me pregunto si luego les preguntan la fecha de nacimiento para confeccionarles la carta astral).

Los estudios sobre la utilidad de la grafología no son muy halagüeños. Por ejemplo, el investigador Geoffrey Dean recopiló 16 artículos académicos que estudiaban la grafología en el trabajo.

Comparó las predicciones de los grafólogos sobre el rendimiento de los empleados con las puntuaciones de los supervisores de dichos empleados durante el periodo de formación. Los resultados revelaron que había poca relación entre las predicciones de los grafólogos y el éxito laboral. De hecho, los grafólogos eran tan precisos como un grupo de control de profanos que no tenía ninguna experiencia en grafología.

Pero ¿y fuera del ámbito laboral? ¿Podría decirse, por ejemplo, que yo soy tímido porque mi letra es muy pequeña, casi minúscula? Dean comparó los intentos de los grafólogos para determinar el carácter de una persona con las puntuaciones de esa persona en tests de personalidad con validez científica. Tras revisar 53 artículos, la conclusión fue demoledora:

No sólo era escasa la precisión de los grafólogos, sino que obtenían la misma puntuación que los grupos de control con personas sin formación ni conocimientos para la evaluación de la personalidad a través de la escritura.

Esto me recuerda a aquella anécdota en la que se analizó el grado de aciertos de un adivino (del que omitiré el nombre, si bien es muy popular en España): una persona normal era capaz de alcanzar un grado de aciertos sobre el futuro mayor que el propio adivino.

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