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25 de mayo de 2012

Eco Héores: El poder de los alimentos


Foto: C.F.

Las manos enormes  de Will Allen están surcadas por infinitos surcos de tierra. El "oficio" le viene de familia, aunque su imponente altura -por encima de los dos metros- le llevó a triunfar antes como jugador de baloncesto y a descubrir la importancia de la autosuperación personal y del trabajo en equipo.
      
Cuando dejó los aros se pasó, todo hay que decirlo, a la cancha del "enemigo": Kentucky Fried Chicken. Después fue jefe de ventas de la multinacional Proctor and Gamble, y pudo muy bien haber ascendido en el escalafón corporativo, con su impactante presencia y sus dotes de comunicador.
      
Pero algo le dijo que tenía que volver a sus raíces y redescubrir el poder transformador de los buenos alimentos. Llevar la agricultura a los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades y embarcar en la faena a cientos de adolescentes. "Porque ellos son la auténtica semilla del cambio"...
      
 Cierto que en su infancia el campo, allá en Maryland, le parecía "una labor demasiado fatigosa". Acabó no sólo alejándose de ella, sino renegando y prometiendo que nunca más metería las manos en la tierra. Hasta que tiempo después, de gira con su equipo de baloncesto, conoció en Bélgica a un grupo de agricultores ecológicos que le hicieron cambiar radicalmente su visión y su propósito.
    
 "Mi misión ahora es que todo el mundo en la Tierra tenga acceso a buenos alimentos", asegura Will Allen a sus 64 años, al frente del equipo de más de 30 personas que trabajan en "Growing Power", la granja urbana en Milwaukee (Wisconsin) que rescató del abandono y el olvido hasta convertirla en modelo internacional del emergente movimiento de agricultura en los barrios, bajo el lema "Cultivar alimentos, cultivar mentes, cultivar comunidades"...
     
 "La comida es lo que más une a la gente", asevera Allen con su poderosa voz. "Y sin embargo en barrios marginales como el que estamos, Park Lawn, la gente no tenía la posibilidad de comprar verdura o fruta fresca en un radio de siete kilómetros a la redonda. Todo lo que había eran McDonald's y establecimientos de "fast food", o tiendas con comida ultraprocesada y llena aditivos. Y luego se preguntan por qué la obesidad se ceba de esa manera con los chavales negros e hispanos".
     
 "Growing Power" tiene una traducción de doble filo: el "poder" de cultivar o el poder "creciente". Instalado desde 1993 en la que llegó a ser la última granja en suelo urbano de Milwaukee, Allen ha convertido la hectárea larga de terreno en un impesionante centro experimental para cultivar en zonas frías. Los 15 invernaderos funcionan prácticamente durante todo el año y, en combinación con otra granja rural quince veces mayor al norte de la ciudad, producen el equivalente a 250.000 dólares al año.
        
Por el centro de vermicompostaje de "Growing Power" pasan todos los años hasta seis millones de toneladas de basura orgánica. Cada cuatro meses, se producen 50.000 kilos de compost... "La tierra es la base de todo", precisa Allen. "En las ciudades, los suelos son muy pobres y están contaminados. Por eso es muy útil cultivar en lotes o en camas de cultivo. Y tener bien cerca a las lombrices trabajando para cerrar el ciclo: lo que creció en la tierra, vuelve a la tierra".
     
Veinte cabras, cincuenta patos, seis pavos y 250 gallinas contribuyen también a  fertilizar la granja y a enriquecer su oferta con leche y huevos. Y por último están las percas y las tilapias, criadas en tanques de agua dulce en varios invernaderos donde se cultiva por hidroponía...
     
"La idea es reproducir la circulación del agua en un río... Abajo tenemos a los peces, el agua pasa luego por sistema de filtros naturales que rompen los componentes tóxicos de los excrementos y los transforman en nitrógeno que será usado como nutriente para las plantas. A este nivel usamos también nuestros populares berros como segundo sistema filtración. El agua es finalmente bombeada a las camas elevadas de cultivo, donde tenemos sobre todo tomateras, lechugas, espinacas y otras verduras".
      
Allen mete la red en el agua y captura un hermoso ejemplar de tilapia, cotizadísima por la decena larga de restaurantes a los que abastece en Milwaukee y Madison... "No sólo hemos creado cultura de comida local, sino que hemos enriquecido los horizontes y queremos seguir experimentando".
      
 La cosecha de Growing Power se vende en la propia tienda y llega a los mercados locales de granjeros, aunque el modo más popular y económico de distribución es sin duda la Cesta del Mercado, que por 16 dólares garantiza verdura y fruta durante toda una semana para dos o cuatro personas.
       
Pero tanto como alimentar a 10.000 bocas urbanas, a Will Allen le interesan esos 3.000 agricultores en potencia que pasan por aquí todos los años, para aprender las reglas básicas para cultivar en la ciudad, o especializarse en cultivos hipodropónicos, o sacar un "master" en vermicompostaje.
      
 "Digamos que Growing Power es el germen de muchas otras historias", palabra de Will. "Estamos asistiendo a un momento de cambio profundo y desde dentro en las ciudades. Al "boom" de movimientos como "slow food" o la comida local se une ahora la lucha contra el "racismo ambiental", que ha hecho que muchos jóvenes en nuestras comunidades se interesen por primera vez en cultivar la tierra como una herramienta de cambio social".
     
Will ha "pescado" para la faena a su propia hija, Erika Allen, que asus 44 años está al frente de la granja que Growing Power ha abierto en la periferia obrera de Chicago. "Me siento muy orgullosa de recoger la antorcha de mi padre y de toda mi familia, que lleva 400 años dedicada a la agricultura", asegura Erika. "Y siento también que nuestro trabajo es una gran contribución a la justicia social, para paliar las tremendas carencias que existen en nuestros barrios".
       
"Food From the Hood" en Los Angeles, "People's Grocery" en Oakland o "Just Food" en Nueva York son otros ejemplos de iniacitivas abanderan el movimiento de la "justicia alimentaria", que también ha echado raíces en la ciudad industrial y decadente por excelencia: Detroit. El renacer de la agricultura urbana en los solares vacíos de Detroit ha dado pie a un documental, "Urban Roots", que simboliza como ningún otro la nueva era de la autosuficiencia urbana.
       
En Milwaukee, entre tanto, Will Allen acaricia el sueño de hermanar agricultura, tecnología y justicia social con un proyecto que pondrá definitivamente a "Growing Power" en el mapa mundial: "Queremos construir un centro que sea una auténtica revolución en agricultura urbana, con granjas verticales de cinco pisos. Seríamos el primer centro en la nación, aunque no tardarían en imitarnos"...

Fuente:

Las luces urbanas afectan los ecosistemas


Luces urbanas

Las luces urbanas también afectan la ecología de los invertebrados durante el día. Foto: SPL

La presencia de luces en las calles altera sustancialmente el ecosistema para los invertebrados, según un nuevo estudio.

Científicos británicos atraparon cerca de 1.200 insectos que viven a nivel del suelo en torno a luces urbanas en la localidad de Helston, en Cornualles, en el oeste de Inglaterra. 

Los investigadores encontraron que las especies depredadoras son más comunes en torno a las luces, aún durante el día, y ello indica que la iluminación artificial impacta en la ecología local más de lo que se pensaba.

"Hemos venido utilizando luces artificiales en las calles durante mucho tiempo y es increíble que se hayan hecho hasta ahora muy pocos estudios sobre su impacto en el ecosistema", dijo a la BBC Thomas Davies, investigador de la Universidad de Exeter y uno de los autores del estudio.

Carroñeros y depredadores

En años recientes se ha venido investigando el impacto de luces urbanas en poblaciones transitorias de insectos voladores.

Pero se sabe muy poco sobre el efecto de la iluminación artificial en la vasta comunidad de invertebrados que viven a nivel del suelo.

Davies y sus colegas colocaron 28 trampas durante tres noches en Helston, algunas bajo las luces y otras en puntos intermedios.

El número de animales en general era mucho mayor cerca de las luces.

Pero al analizar la variedad de especies, los investigadores encontraron una presencia mucho mayor de insectos carroñeros como algunos escarabajos y depredadores como ciertas arañas.

La mayor proporción se mantenía incluso durante el día, cuando las luces estaban apagadas.

Crisis

"El estudio indicaría que los efectos nocturnos en el comportamiento de los animales se traduce en preferencias de hábitat también en condiciones diurnas", señaló Davies.

El investigador recalcó que su trabajo es limitado a una localidad y deben realizarse estudios más amplios sobre el impacto de las luces urbanas en los insectos.

"Los invertebrados, al menos en el Reino Unido, están enfrentando una verdadera crisis", dijo Davies.

"Y estos animales son cruciales porque proveen servicios vitales al ecosistema, como la polinización y la descomposición de materia orgánica".

Para el investigador británico, "el impacto de las luces urbanas en las comunidades de invertebrados podría ser muy, muy importante y problemática. Simplemente no sabemos lo suficiente por el momento y debemos investigar más".

El estudio fue publicado en la revista Biology Letters

Fuente:

BBC Ciencia


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6 de febrero de 2012

En una década podríamos vivir en nuevos países flotantes con gobierno propio

seasteading

Desde hace ya un par de años que viene gestándose en California un proyecto de países (o más bien ciudades) flotantes en medio de los océanos. Seasteading Institute es la organización detrás de la creación de estas urbes construidas mar adentro y las prevé completamente sustentables y con gobiernos propios, con énfasis en ser paraísos para la investigación y la innovación.

A priori suena bastante similar al Principado de Sealand o esa idea de reutilización de plataformas petroleras que vimos hace un tiempo. Pero, ¿cuál es la gran diferencia con ellas? Fácil: Que ellas no contaban con el patrocinio del multimillonario cofundador de PayPal, Peter Thiel, que ya aportó más de USD $1,5 millones al instituto, algo que ha motivado a varios otros importantes donantes.

El presidente de Seasteading, Michael Keenan, afirma que ya es momento de la irrupción de estas nuevas sociedades. “Si hubiera un nuevo espacio para iniciar gobiernos podríamos ver una sociedad ideal para todos (…) El Seasteading Institute está luchando por la creación de nuevos países flotando en aguas internacionales”, explica Keenan.

En tanto, el jefe de ingeniería del instituto, George Petrie, señala que gran parte de la tecnología para construir las ciudades ya existe y que seguirán el modelo de las plataformas petroleras semi sumergibles y que serán modulares, por lo que podrán ir creciendo en tamaño, como hechas con Lego. Su energía provendrá de turbinas eólicas, paneles solares y otras tecnologías de punta.

Keenan calcula que estas plataformas podrán comenzar a verse “en una década”, mientras que “en unas pocas décadas, ya se verán enormes ciudades del tamaño de Hong Kong, con millones de personas viviendo en sociedades en el océano”.

¿Se imaginan este proyecto hecho realidad y con cada uno teniendo la opción de irse a vivir al “país” que más le acomoda?Enlace

Fuente:

FayerWayer

7 de noviembre de 2011

Lilypad: la ciudad flotante del futuro


Lejos de naves espaciales o monopatines voladores, los proyectos de ciencia ficción que los ingenieros están desarrollando en la actualidad tienen más que ver con la supervivencia en nuestro planeta. Un planeta amenazado por el cambio climático y el consiguiente aumento del nivel del mar.

Proyectos como la ecópolis flotante llamada Lilypad, que está en manos del arquitecto belga Vincent Callebaut.

Lilypad tendrá un aspecto agradable y en sintonía con la naturaleza, una forma de loto gigante, y podrá albergar a cientos de miles de ciudadanos que se hayan visto obligados a abandonar zonas inundadas por la crecida del mar, como las islas Kiribati y las Maldivas, que serán las primeras en sucumbir.

A juicio de Callebaut, las inversiones en frenar el mar, como los diques de los Países Bajos, son estériles, temporales parches para un fenómeno que tarde o temprano será imparable. Lilypad pretende ser una solución a largo plazo.

Aunque todavía no se ha estimado su coste y los detalles técnicos brillan por su ausencia (parece que a Callebaut sólo le importa el aspecto estético del proyecto), se sabe que el prototipo contará con tres cadenas montañosas y un área de paredes de vidrio bajo el agua en forma de tazón para ser empleado para instalaciones comerciales y recreativas. Además, usando diversas formas de energías renovables, recogiendo el agua de lluvia en un lago central y gracias a su piel de dióxido de titanio, que podría absorber el dióxido de carbono de la atmósfera, Lilypad será autosustentable.

Los que se oponen a esta clase de proyecto arguyen que finalmente estas construcciones serán reductos flotantes para una elite social de un mundo cada vez más contaminado. Como si se mudaran a una estación espacial, fuera de los confines del mundo.

Personalmente, dudo de la eficacia de esta clase de medidas. Porque, tarde o temprano, las estaciones espaciales, así como las islas, artificiales o no, siempre acaban siendo claustrofóbicas y profundamente aburridas.

Sitio Oficial | Vicent Callebaut

Tomado de:

Xakata Ciencia

La luz de las ciudades podría revelar vida extraterrestre


A lo largo de estos años, en su afán de hallar inteligencia extraterrestre , los astrónomos han empleado la búsqueda de señales de radio, pulsaciones láser, etc. Sin embargo, en un nuevo artículo publicado por Avi Loeb (Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics) y Edwin Turner (Princeton University) sugieren un nuevo método: examinar la luz de sus ciudades.

Si una civilización extraterrestre construyese ciudades con mucha luz, las futuras generaciones de telescopios nos permitirían detectarlos. Esto ofrece un nuevo método de búsqueda de inteligencia extraterrestre en otras partes de nuestra galaxia.

“La búsqueda de ciudades exóticas sería una apuesta arriesgada, pero tiene la ventaja de no requerir recursos adicionales. Y si tenemos éxito, cambiaría nuestra percepción de nuestro luegar en el Universo”, afirma Loeb.

Al igual que con otros métodos SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence ó Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), esta nueva propuesta se basa en la suposición de que estas formas de vida extraterrestre utilizan tecnologías similares a la Tierra. Aunque en este caso es razonable, ya que cualquier vida inteligente que se desarrollara en la cercanía de una estrella, probablemente utilizaría iluminación artificial durante las horas de oscuridad.

¿Cómo de fácil sería detectar una ciudad en un planeta lejano? Claramente, esta luz tiene que poder distinguirse de la luz de su estrella madre. Loeb y Turner sugirieron mirar el cambio en la luz de un exoplaneta (planeta que orbita una estrella diferente al Sol) que se mueve alrededor de su estrella.

A medida que el planeta orbita, éste pasa por fases similares a las de la Luna. Si estamos en una fase oscura y si observáramos desde la Tierra, la luz artificial proveniente del lado de la noche tendría mayor visibilidad que la reflejada desde el lado diurno. Así, el flujo total de un planeta con iluminación artificial puede variar de una manera sensiblemente diferente a la de un planeta sin ella.

Detectar esta pequeña variación a grandes distancias requiere nuevas generaciones de telescopios. Sin embargo, esta técnica podría ser probada en planetas situados al borde de nuestro sistema solar.

Loeb y Turner han calculado que los mejores telescopios de hoy en día deberían ser capaces de detectar la luz generada por una metrópoli del tamaño de Tokio a la distancia del cinturón de Kuiper, la región ocupada por Plutón, Eris y diferentes cuerpos de cometa que orbitan el Sol a una distancia entre 30 y 100 ua (unidad astronómica)

Vía | Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics
Image Credit | David A. Aguilar (CfA)

Tomado de:

Xakata Ciencia

27 de octubre de 2011

La batalla diaria en la sobrepoplabada Paris

Especial: Demografía

El día a día en la ciudad más poblada —y una de las más caras— de Europa no es fácil. Julie y Alan viven en el distrito número 11. Son de los pocos que aún no se han exiliado a la cada vez más concurrida periferia. Los precios desorbitados de los alquileres y el ritmo de vida en el corazón de la 'ville' han empujado a los parisinos al exilio campestre.


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Cada mañana Julie, parisina de 30 años, enciende su portátil aún con las huellas de las sábanas marcadas sobre su rostro. Tiene suerte. Su 'puesta a punto' antes de afrontar la batalla diaria dura exactamente lo que tarda en saltar de la cama a la mesa y prepararse un té. Al contrario que la mayoría de los vecinos de París, ella no tiene que meterse en el pozo suburbano para llegar a su trabajo. Desde que creó su propia agencia de comunicación se ahorra las horas de atascos, empujones y apretones matutinos. «Lo mejor que tiene trabajar por tu cuenta es poder coger el metro a horas fuera de las punta», explica.

Julie Mayer es un punto en la enrevesada madeja de más de dos millones de cabezas que habitan la corona de la capital francesa, una cifra que se eleva a más de 10 millones si en el cálculo se incluye la región. París es la ciudad más densa de Europa. Sus calles son un hervidero de abrigos ajetreados que van de casa al trabajo, del trabajo a casa.

Alan, compañero de Julie desde hace tres años, sí padece la marabunta diaria, aunque siempre que el tiempo acompaña huye del metro y va a pie a trabajar porque así puede disfrutar de la arquitectura parisina, una de las cosas que más le gusta de la ciudad. «Lo peor es la mala educación. La gente que no respecta las reglas, como los ciclistas que van por las zonas de peatones o los que se salta las colas», se lamenta, resignado, este escocés de 32 años.

Vivir en la ciudad más poblada de Europa no es fácil. Julie lo resume en una frase: «París es una batalla diaria». Hace poco más que un año que la pareja se mudó a un apartamento de dos habitaciones en el distrito número 11 para poder tener un poco más de espacio. Un lujo al alcance de pocos en una ciudad donde la opción para la mayoría no pasa de los 40 metros cuadrados.

Ellos son de los pocos que aún no se han exiliado a la cada vez más concurrida periferia. Los precios desorbitados de los alquileres y el ritmo de vida en el corazón de la 'ville' han empujado a los parisinos al exilio campestre. Todavía ligados a la urbe, Julie y Alan no tardarán en unirse a sus compatriotas. «No me imagino criando a mis hijos en una ciudad tan caótica», explica la joven.

Durante la semana, desplazamientos y obligaciones consumen las horas de vida. Es durante el fin de semana cuando parisina y escocés pueden disfrutar de sus aficiones y casi siempre este paréntesis pasa por huir de París, rumbo a Escocia, donde vive la familia de Alan. En la capital francesa, donde la temperatura media ronda los 10 grados y apenas asoma el sol, sus opciones de ocio se limitan a ir al cine o a ver una exposición. Si Julie es más callejera, Alan prefiere refugiarse en la intimidad de casa para leer. Su pequeño placer es pasarse la tarde entera del domingo devorando novelas. «Es lo que no puedo hacer durante la semana», explica el joven.

Además de ser la más poblada, París cuenta con el dudoso honor de ser también una de las ciudades más caras de Europa. Por eso, la vida social se hace a menudo de puertas para dentro. La cocina es un valor importante en la cultura francesa y también en este reducto francés que comparte la pareja en el barrio de Oberkampf. Amantes de la cocina, las veladas domésticas con amigos son un clásico en casa de Julie y Alan.

«Cuando el tiempo lo permite salimos al patio común. Los parisinos buscamos salidas al estrés de la ciudad, una bocanada de aire fresco», dice Julie, que apunta que esto explica el afán de nuestros vecinos por el universo bio. «El francés siente que ha perdido todo el contacto con la naturaleza, con el origen de lo que come. En ese tipo de alimentación encontramos esta conexión con la tierra que ya no tenemos», explica Mayer.

Sabe de lo que habla, pues desde hace años esta periodista trabaja como asesora en temas de salud y alimentación. Con la creación de su agencia de comunicación hace un año su sueño está casi cumplido. Ahora sólo le queda volar. «Me gustaría trabajar en el extranjero, aplicar todo lo que sé en otros países», explica. Más conservador, Alan asegura que sólo se irá si le garantizan un puesto similar en el banco donde trabaja. «¡Vivir en Asia con el sueldo de expatriado es un auténtico lujo», le advierte su pareja.

Hace dos meses que a su familia se ha unido Cooper, un 'cachorro' de año y medio, y acaban de saber que pronto serán uno más. Francia es uno de los países europeos con la tasa de natalidad más elevada y cada año 830.000 nuevos ciudadanos ayudan a colmar el casi desbordado vaso francés. Según datos del Instituto de Estadística, la mujer francesa se convierte en madre a los 30 años y tiene una media de 2 hijos.

Julie no es una excepción al perfil. A sus 31 años afronta el reto «feliz». «Siempre he pensado que un hijo no tiene por qué impedirte hacer tus proyectos, así que sigo con mi idea de vivir en Asia». Alan ve el momento para salir de la urbe y «tener por fin un jardín». La llegada de un nuevo miembro al clan Mayer-Guetier les da aún más alas para volar de esta ciudad, «maravillosa pero asfixiante a la vez».

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El Mundo (España)

Sobrepoblación: Un pisito en El Cairo

Especial: Demografía

Uno de cada cinco egipcios vive bajo el umbral de la pobreza. Um Mohamed relata cómo es su vida en un pequeño piso de Al Qarafa ('la ciudad de los muertos') una árida llanura sita en el este de la capital egipcia, la megalópolis que habitan más de 20 millones de almas. «Vivimos felices. Tenemos parabólica, teléfono, internet…», dice, desde un patio con vistas a decenas de tumbas.



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Um Mohamed, en la azotea de su casa en 'la ciudad de los muertos' de El Cairo. | F.C.

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Ali Husein, en la cocina habilitada en el panteón donde vive y mostrando el salón de su vivienda. | F.C.

Las cuatro paredes que guardan los sueños de Um Mohamed custodian también el descanso eterno de Ibrahim Pasha, el hijo del comandante albanés que emancipó a Egipto de la tutela otomana. Ajenos a las hazañas bélicas de su inquilino decimonónico, la joven de 30 años y su marido han convertido el panteón en el hogar que soporta las batallas cotidianas de sus hijos: los seis y tres años de Mohamed y Sef y los 10 meses de la pequeña Yumena.

«Vivimos felices. Tenemos parabólica, teléfono, internet…», enumera la mujer desde un patio con vistas a decenas de tumbas. Su vivienda se levanta en Al Qarafa ('la ciudad de los muertos', en árabe coloquial egipcio), una árida llanura sita en el este de El Cairo, la megalópolis que habitan más de 20 millones de almas. Entre lápidas y viviendas funerarias, unos cinco millones de vivos mantienen tiendas de comestibles, talleres mecánicos y lavanderías o sencillamente sobreviven.

Las estadísticas indican que uno de cada cinco egipcios vive bajo el umbral de la pobreza. Pero el salvaje crecimiento económico y el aumento de la inflación condenan a muchos otros descendientes de la tierra de los faraones a una vida mísera. A unos kilómetros de lujosas urbanizaciones y guetos para ricos, los panteones de un cementerio son los únicos metros hábiles para miles de familias como la de Um Mohamed.

«Existen muchas diferencias entre clases aunque algunos ricos son buenos», puntualiza la joven que, antes de casarse a los 23 años, sirvió en la vivienda de «unos señores pudientes» por un jornal de 20 libras (poco más de 2 euros). Desde el primer embarazo, es su marido quien para traer ingresos a casa completa su sueldo de funcionario —apenas 50 euros hasta hace unos meses— recorriendo las tardes cairotas a bordo de un taxi. Aunque Um Mohamed maldice a «la crisis económica» por su precaria existencia, jamás ha gozado de los beneficios de los tiempos de bonanza.

Impermeable a las penurias y su desaliento, la treintañera se despereza al amanecer. «Me levanto a las seis de la mañana. Visto a mi hijo mayor y tomamos un autobús hasta el colegio. Durante la mañana cocino y luego vuelvo a recogerle», relata mientras sus ojos grandes y expresivos miran el reloj. «En un rato debo ir a la escuela», agrega quien presume de ser «buena cocinera», especializada en macarrones al horno o ‘sambusek’ (una especie de empanadilla).

Como el cubículo de techos altos y escasa ventilación y luz en el que viven, el menú familiar desconoce el lujo. Contadas veces al mes compran carne —el kilo está a 10 euros, justifica la mujer— y la dieta es una sucesión de verduras, arroz, pasta, pan y queso. Um Mohamed, enfundada en una larga túnica negra, es una romántica aficionada a las películas de viejas emperatrices y a los cuentos de hadas. «Pero también a las series y películas de acción extranjeras», matiza y esboza una sonrisa pícara que ilumina un rostro envuelto en un ‘hiyab’ (pañuelo islámico). Sin embargo, el rey de sus pasiones catódicas son las ‘musalsalat’, los culebrones que suelen acaparar la parrilla egipcia durante el Ramadán, un mes de ayuno, perdón y reconciliación interior para los musulmanes.

«Las egipcias trabajamos más que ellos pero estamos en casa. Somos respetables. No vamos por ahí buscando…», explica sentada en un sillón harapiento que comparte con su padre Ali Husein, un hombre de 60 años cuya figura dócil y callada parece confundirse con la realidad funeraria que le rodea. «Es mi hija mayor. Tengo otra chica y un varón de 23 años. Ella es buena y fiel. Está en las buenas y las malas», confiesa Ali. Entre bromas, su primogénita le recuerda las trabas que puso a su matrimonio. «Es que él no había hecho el servicio militar y tú solo estabas empezando la vida», le replica un débil hilo de voz.

Ali recibe al periodista arrastrando su cuerpo por las estancias del panteón. En cuestión de segundos, abre y cierra puertas; agasaja al invitado con un vaso de té; vierte unas cucharadas de azúcar en el cuenco; guarda la ropa apilada sobre uno de los camastros y ofrece unas chancletas ajadas para recorrer el interior. Ningún lugar permanece sin desvelar. Orgulloso de un lugar que habitaron sus antepasados, el hombre ataviado con una galabiya (una tradicional y holgada túnica) ejercita también la hospitalidad pulsando el interruptor que acciona las aspas de un ventilador colgado en el techo.

«Lo único que deseo es que el futuro de mis hijos y nietos sea mejor», declara el padre. Y Um Mohamed, que sólo completó la educación obligatoria, asiente. «Yo me privo de muchas cosas para que mis hijos lleguen a ser alguien en la vida», afirma antes de describir sus renuncias. «Míreme. Mis vestidos no son de buena calidad. Y ver el mar una vez al año son nuestras únicas vacaciones. Vamos al amanecer y regresamos por la tarde en minibús», responde. Las furgonetas que la familia suele usar para alcanzar la playa o desplazarse por la enloquecida jungla cairota son conocidas entre los egipcios como «los diablos del asfalto».

La madre de Mohamed, Sef y Yumena confía en el fruto lento de sus sacrificios: «Quiero que mis hijos sean ingenieros, oficiales de las Fuerzas Armadas o policías… pero no abogados porque son unos buitres y carecen de misericordia». Puestos a fantasear, el otro sueño de quien ha transitado sin éxito por los irritantes pasillos de la burocracia es un techo nuevo y luminoso: «Con un salón, un comedor espacioso, un dormitorio individual para la niña y otra pieza para los dos varones…»

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Panorámica de Al Qarafa. | F.C.

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Dos niños juegan en 'la ciudad de los muertos'. | F.C.

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El Mundo (España)

La sobrepoblada NY: Una habitación por 800 $

Especial: Demografía


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Wendy y Roger, en el campus de Columbia. | E.S

Nueva York no es sólo Manhattan, por mucho que se empeñen las películas. El núcleo urbano que integran Nueva York y Newark 'engulle' a cerca de 20 millones de personas. Esta ciudad, cara y abrasiva, recibe cada año cientos de miles de extranjeros. Pisos caros, muchas horas de trabajo, pocas vacaciones... Y casi todo el que llega se quiere quedar.

No es el nombre que aparece en su pasaporte, pero aquí todos la llaman Wendy. Es china y acaba de llegar a Nueva York para estudiar ingeniería electrónica en la Universidad de Columbia. «Me encanta este lugar», explica sonriente, «siempre hay muchas cosas que hacer y muchos parques. Y me gusta tener las últimas novedades tecnológicas al alcance de la mano».

Wendy nació en una localidad de la provincia china de Sichuan y acaba de cumplir 23 años. Su padre forma parte de la burocracia gubernamental y su madre tiene un empleo en una firma financiera. «Aquí vivo con otros seis estudiantes en un piso alquilado», explica, «llevo aquí sólo unas semanas pero ya he hecho muchos amigos. Muchos son americanos pero también algunos turcos».

Wendy es un ejemplo de la ductilidad de esta ciudad, que cada año recibe a cientos de miles de estudiantes extranjeros. Columbia es la universidad más prestigiosa de Nueva York y sus responsables presumen de acoger a jóvenes de 140 países distintos. Algunos llegan con una beca Fulbright bajo el brazo. Otros como Wendy están aquí gracias al esfuerzo de sus padres y a la generosidad de la universidad. «Columbia es una escuela muy conocida y por eso quería estudiar aquí», explica Wendy, «todos los profesores son excelentes y el entorno es magnífico para estudiar».

Wendy está en el campus porque tiene una reunión. Le acompaña su novio Roger. Un chino que también es natural de la provincia de Sichuan pero al que ha conocido aquí estudiando ingeniería electrónica. Roger tiene 23 años y tiene un perfil muy similar. Su padre trabaja para el Gobierno chino y su madre para una aseguradora. Él también aspira a terminar sus estudios en Nueva York y a trabajar quizá después en una firma estadounidense. «Siempre sentí la llamada del sueño americano», explica Roger, «Nueva York es mi ciudad favorita y me encantaría trabajar aquí cuando termine la carrera. No tengo prisa por volver a China».

A Roger le encanta la ciudad por sus conciertos y porque siempre hay algo que hacer. Pero responde con recelo a las preguntas y se asegura de la identidad del reportero. Quizá por el reflejo de una persona que ha vivido en un país sometido al control dictatorial. Él y Wendy llevan gafas con monturas caras y sendas sudaderas de Abercrombie. A priori no parece que tengan problemas de dinero. En estos dos meses han tenido tiempo de salir de compras por la ciudad.

Nueva York es una ciudad atractiva pero poco propicia para los estudiantes. Una habitación en un piso compartido roza los 800 dólares sin incluir el gas, la conexión a Internet y la televisión por cable. El espacio es muy reducido. Los pisos casi nunca tienen lavadora y sus inquilinos se someten a la tortura de hacer la colada en las máquinas comunitarias de los sótanos del edificio. Quienes viven en Manhattan no suelen tener coche, pero el transporte no es muy de fiar. Sobre todo los fines de semana. El abono semanal cuesta 29 dólares: unos 20 euros al cambio actual. Los taxis son más accesibles que en ciudades como París o Londres. Pero al precio hay que añadirle siempre los impuestos y la propina.

Nueva York es una ciudad abrasiva cuyos habitantes trabajan muchas horas y casi nunca tienen vacaciones. Un detalle que compensan su intensa vida cultural y sus espacios verdes. Los supermercados exponen fuera sus frutas y verduras. Los letreros están en inglés y en español. El metro está lleno de Kindles y en los Starbucks es difícil ver un ordenador que no sea de Apple.

Ni Roger ni Wendy tienen hermanos. Al fin y al cabo, los dos nacieron en 1988. Nueve años después de que el Gobierno chino instaurara su política de un solo hijo, que ha ayudado a contener el crecimiento de la población. Según estudios independientes, el Gobierno ha aplicado la política con mano de hierro en las zonas urbanas y ha logrado que un 87% de las mujeres casadas usen métodos anticonceptivos. Y no uno cualquiera sino aquél que les recomiendan los responsables de natalidad. «Por ahora me gustaría quedarme aquí en Estados Unidos», dice Wendy sobre el futuro, «trabajar en una firma informática aquí o en California y quizá luego volver a mi país».

La sobrepoblada São Paulo, la otra Manhattan

Especial: Demografía

«La vida en São Paulo es muy estresante». Lo sabe cualquiera que haya puesto un pie sobre este gigante de asfalto y lo ratifica Adriana, una funcionaria de 39 años que se cuenta entre los casi 21 millones de habitantes de la mayor ciudad brasileña y de su inmensa región metropolitana; 21 millones apiñados en un territorio equivalente a la Comunidad de Madrid.

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Panorámica de São Paulo. | L.T.

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Adriana, con su hija, de 16 años. | L.T.

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Al fondo, la torre del Banespa. | L.T.

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Sidney Faile Ucella tabaja como funcionario. | L.T.


Adriana dos Reis vive en Diadema, uno de los 39 municipios que forman el conglomerado de calles y rascacielos conocido como la Grande São Paulo. La teoría dice que puede llegar al centro de la capital paulista en menos de media hora; pero la práctica le aconseja calcular el doble —quizá más— para recorrer los 20 kilómetros que separan su barrio del emblemático edificio Copan, cuyas curvas diseñó Oscar Niemeyer a mediados del siglo pasado. O de la sede de la Secretaría de Agricultura y Abastecimiento, para la que trabaja.

São Paulo no es ni remotamente la ciudad de sus sueños. Tanto que Adriana preferiría mudarse a Vitória, la capital de Espírito Santo, una urbe minúscula al lado de aquella: 330.000 habitantes. «Muy bonita, con una infraestructura muy buena»... y playa. «Mejoraría mi calidad de vida...», reconoce.

Pero la realidad es que el sitio de Adriana continúa por ahora en São Paulo y allí su día a día resulta «bastante ajetreado». Divorciada, vive con su hija de 16 años en una casa familiar de Taboão, un barrio de clase media-baja 'fronterizo' con otra zona residencial más selecta. El inmueble está a la venta y, una vez consiga desprenderse del mismo, Adriana aspira a dar el salto al barrio de enfrente. «Ese lado es óptimo para vivir, en cuanto tenga el dinero pretendo comprarme allí un apartamento financiado...», suspira.

Igual que ocurre con su ciudad, tampoco Adriana parece entusiasmada con su empleo. «Mi profesión es oficial administrativo y soy sustituta de una directora de infraestructura. [...] No estoy satisfecha con lo que hago actualmente», admite. «Pero sé que mi situación va a mejorar», matiza de inmediato.

Ella confía en escalar laboralmente porque está a punto de concluir sus estudios como técnico de Gestión Financiera, un peldaño que debería ayudarle a multiplicar sus ingresos. En la actualidad cobra algo más de 700 euros, muy por encima de los 220 euros del salario mínimo, aunque al mismo tiempo muy por debajo de los alrededor de 1.400 que reciben sus compañeros ya licenciados.

A sus 29 años, Sidney Faile Ucell ha completado las carreras de Letras y Administración; sin embargo, cobra igual que otra compañera con sólo una carrera. Y tampoco en su caso se cumplen los informes según los cuales las mujeres brasileñas suelen verse obligadas a conformarse con sueldos inferiores a pesar de tener habitualmente un nivel de escolaridad superior. «No existe mucha diferencia de salarios cuando se trata de actividades administrativas, que pueden ejercer tanto hombres como mujeres», señala Adriana. «Yo no siento ninguna discriminación por ser mujer, me valoran igual que a mis colegas masculinos. Y creo que mis amigas que trabajan en empresas fuera del Gobierno tampoco pasan por esos trastornos».

Más allá de sus aspiraciones de prosperar y alejarse de la agotadora 'Manhattan brasileña', Adriana respira confianza y orgullo hacia su país. El mismo Brasil que escuchó a Lula da Silva y se atrevió a entregar por primera vez las llaves del Palacio de Planalto a una mujer, Dilma Rousseff, la ahijada política del carismático expresidente. «La voté y su desempeño está siendo bueno», elogia Adriana. «Estamos viendo que una mujer sabe administrar un país y muy bien, con competencia, capacidad y humanidad por encima de todo. Creo que Brasil está en buenas manos y tiene un brillante futuro por delante».

Dilma demuestra, en opinión de Adriana, el avance irrefrenable del poder femenino. «Cada día conquistamos nuevos espacios en la vida profesional. Hasta los servicios más pesados, como albañil, ya han sido conquistados por una mujer. ¡Santo Dios! ¿Ya has pensado en una mujer haciendo masa de cemento? ¿Eso es ser frágil?», se pregunta. «Podemos ser un sexo sentimental, pero frágil jamás», insiste. «Una mujer sola es mucho más fuerte que 10 hombres. No es fácil ser madre, esposa, amiga, compañera, amante y profesional y además ser una mujer moderna, todo eso en tiempo real. Nosotras somos muy, muy valerosas», defiende.

Y concluye con una queja: «Pocos hombres saben reconocer el valor de una mujer. Los que saben son hombres de honor, merecen medallas».

Foto

Rascacielos en la Avenida Paulista. | L.T.

Fuente:

El Mundo (España)

18 de octubre de 2011

Las impactantes imágenes del crecimiento humano sobre nuestro planeta

Edificios en Hong Kong. | Michael Wolf / Prix Pictet

Edificios en Hong Kong. | Michael Wolf / Prix Pictet

  • El Jardín Botánico exhibe las mejores imágenes del certamen Prix Pictet
  • El galardón internacional versaba en su tercera edición sobre el crecimiento

Impactantes fotografías sobre la huella que deja el crecimiento humano en el mundo y los contrastes que genera pueden contemplarse en el Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC) hasta finales de año.

Hasta el 8 de enero de 2012 estarán expuestas en el céntrico parque madrileño algunas de las mejores imágenes presentadas al premio Prix Pictet. Este es un certamen internacional dedicado a Fotografía y Sostenibilidad y que cada año busca como tema un asunto ambiental de relevancia global.

Domicilio junto a una central térmica en Raymond City, Virgina (EEUU). | Mitch Epstein / Prix Pictet

Domicilio junto a una central térmica en Raymond City, Virgina (EEUU). | Mitch Epstein / Prix Pictet

Una de las fotografías expuestas en la muestra del premio Prix Pictet en el Jardín Botánico

En esta tercera edición, el tema elegido fue el Crecimiento (Growth) y y contó con 12 finalistas.

Entre ellos, el fotógrafo norteamericano Mitch Epstein, que obtuvo el Prix Pictet por su serie de fotografías American Power (Energía americana). Por su parte, Chris Jordan obtuvo La Comisión del Prix Pictet, a través de la cual uno de los fotógrafos finalistas es invitado por los socios del banco Pictet & Cie. a documentar los trabajos que se realicen en alguna región del mundo, donde la entidad apoya algún proyecto relacionado con la sostenibilidad. En este caso, se trataba de la Tusk Trust, en el norte de Kenia.

Desde que se presentó por primera vez en París, en mayo pasado, la muestra se ha exhibido en varias ciudades de todo el mundo.

Como tema, el crecimiento ha demostrado ser una rica fuente de inspiración para el grupo de seleccionadores de todo el mundo que ha presentado al tercer Prix Pictet porfolios de más de 450 artistas de los cinco continentes. El jurado independiente nominó a un total de 12, procedentes de ocho países diferentes.

Fotografía y medio ambiente

El Prix Pictet, instaurado en 2008 por el banco suizo Pictet & Cie, especializado en banca privada, es el primer premio en constituir una plataforma global para la aplicación del arte a un tema de gran actualidad, como es el de la sostenibilidad, a nivel global.

Su presidente honorario es Kofi Annan, antiguo secretario General de las Naciones Unidas. "Es difícil contemplar estas fotografías sin sentirse emocionado e incluso indignado. Y sin embargo, a pesar de su duro mensaje, la creatividad y el espíritu de estos artistas también nos ofrecen la esperanza de que nosotros, la raza humana, tenemos la capacidad de descubrir, unirnos y responder juntos a estos retos", afirmó Kofi Annan en la gala de entrega de los galardones.

El premio principal, dotado con 100.000 francos suizos (83.000 euros) para el ganador de cada edición, es decidido por un jurado compuesto por expertos de las artes visuales y el medio ambiente, y presidido por el profesor sir David King, ex director del consejo científico asesor del Gobierno de Reino Unido).

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El Mundo Ciencia

7 datos sobre las ciudades y el cambio climático

El 3 de octubre se celebró en todo el mundo el Día Mundial del Hábitat. En esta edición, el tema fue «Las ciudades y cambio climático». Además, la celebración se produce justamente en el mes en el que se prevé alcanzar los siete mil millones de habitantes en el planeta. Las proyecciones indican que esa cifra aumentará a dos tercios en poco más de una generación, señala un mensaje de Joan Clos, director ejecutivo de ONU-Hábitat. “Debemos tener presente que las repercusiones más importantes de los desastres climáticos empiezan y terminan en las ciudades”, alerta Clos.

Recopilamos siete datos que te pueden interesar sobre la relación entre el cambio climático y las ciudades.

1. Un estudio de la Red de Investigación en Cambio Climático Urbano (UCCR) calcula que para el 2050 la cantidad de habitantes urbanos casi se duplicará, pasando de los 3.400 millones que hay actualmente a 6.300 millones.

2. La proporción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provocadas por el hombre (o antropogénicas) procedentes de las ciudades podrían estar entre un 40 y un 70 por ciento, según el reciente informe Ciudades y Cambio Climático: Informe Mundial sobre los Asentamientos Humanos, 2011.

3. El efecto isla de calor que provoca el hormigón en las zonas urbanas hace que, en verano, las ya de por sí elevadas temperaturas suban más en las ciudades que en las zonas rurales. Las islas de calor pueden aumentar la demanda de energía para poner en marcha aparatos de aire acondicionado, que liberan más aire caliente al aire y gases efecto invernadero, lo que caldea aún más el ambiente urbano.

4. Según un estudio publicado en la revista Current Opinion in Environmental Sustainability, las principales amenazas que se ciernen sobre las ciudades en relación con el cambio climático incluyen el aumento de las tormentas y lluvias torrenciales, que pueden inundar áreas costeras, y las olas de calor prolongadas, que calientan las ciudades más que las áreas que las rodean.

5. Los impactos del cambio climático serán especialmente duros en las zonas costeras bajas donde se encuentran algunas de las ciudades más grandes del mundo. Aunque representan solo el 2 por ciento del área terrestre total, aproximadamente el 13 por ciento de la población urbana mundial vive en estas zonas, y la mayor concentración está en Asia.

6. Una encuesta sobre los planes del cambio climático llevada a cabo recientemente en 30 ciudades de todo el mundo indicó que las acciones de mitigación del cambio climático más que mejor se están aplicando en transporte son las relativas a la creación de transporte público.

7. Más de la mitad de las personas de todo el mundo viven ahora en áreas urbanas, una proporción que crece rápido. Solo las 50 ciudades más grandes del mundo tienen más población (500 millones de personas) que todo EE UU.

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Muy Interesante

Del rascacielos al rascasuelos

La firma mexicana BNKR Arquitectura ha encontrado la solución para aumentar el espacio destinado a viviendas en las ciudades sin afectar al paisaje urbano: una pirámide invertida de 300 metros de profundidad llamada earthscraper, que se podría traducir al castellano como “rascasuelos”. “Es el antagonista de los rascacielos”, aseguran desde BNKR, y añaden que este tipo de construcciones permitiría conservar las plazas de las ciudades y los edificios históricos a la vez que proporciona nuevos espacios para viviendas y oficinas. Para que la iluminación no sea un problema, el edificio estaría cubierto por un techo de cristal transparente, que dejaría entrar la luz a un “patio central”, con jardines y árboles, hacia donde asomarían las ventanas de los locales y viviendas.

Los arquitectos han propuesto emplazar el primer rascasuelos, con 65 pisos y espacio para miles de personas, bajo el Zócalo del Distrito Federal de México, una de las plazas más grandes del mundo. Los primeros diez pisos estarán destinados un museo y centro cultural dedicado a las culturas maya y azteca.

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Muy Interesante

4 de octubre de 2011

Urban OS y las ciudades inteligentes que cuidan de sus habitantes


Una ciudad de noche

Ciudades inteligentes con dispositivos que se comuniquen con otras partes del planeta podrían formar parte del futuro cercano.

Las ciudades podrían pronto cuidar a sus ciudadanos por medio de un sistema operativo diseñado para las metrópolis.

Urban OS funciona como el sistema operativo de una computadora personal, pero a gran escala: mantiene los edificios, el tráfico y los servicios públicos funcionando correctamente.

El software recibe la información de sensores que han sido conectados en toda la ciudad para mantener "un ojo" en lo que está pasando alrededor.

De presentarse un incendio, Urban OS puede controlar los semáforos para que los bomberos puedan llegar al lugar afectado.

Los sensores que alimentarán al sistema operativo monitorearán todo, desde acontecimientos generales hasta incidentes locales.

Por ejemplo, estos sensores pueden medir la temperatura de una habitación en particular.

Sistema nervioso

Una cama de hospital

El nuevo sistema operativo podría ayudar a monitorear pacientes en los hospitales.

El sistema operativo evita por completo que las personas controlen la comunicación entre los sensores y los dispositivos, como semáforos, los equipos de aire acondicionado o las tuberías de agua, infraestructura que influye en la calidad de vida de los habitantes.

De acuerdo con Steve Lewis, director de la compañía Living PlanIT, que está detrás de Urban OS, canalizar toda la información que proviene de los sensores y de los servicios en un sistema de control trae muchos beneficios.

"Si hiciéramos una analogía con la anatomía, la ciudad es una red parecida al sistema nervioso. Se trata de un conjunto de sensores que recolectan y transmiten información y generan acciones", indicó Lewis.

"Nosotros distribuimos el sistema nervioso en las diferentes partes del cuerpo: los edificios, las calles y otras instalaciones".

Contar con una plataforma que controle todo el paisaje urbano representa un significativo ahorro de recursos y un desafío organizacional.

"La infraestructura computacional local le permite a los edificios y a las plataformas automatizadas manejar la energía, el agua, el transporte, los desperdicios".

Aplicaciones urbanas

La tecnología subyacente en Urban OS ha sido desarrollada por McLaren Electronic Systems, la misma compañía que crea sensores para los automóviles de Fórmula Uno.

El Urban OS fue dado a conocer en la conferencia Machina-2-Machine que se llevó a cabo en Rotterdam.

Bomberos apagan un incendio

Urban OS podría ser clave para evitar muertes por incendios.

Para apoyar la gran cantidad de diferentes dispositivos que puede haber en una sola ciudad, la empresa ha desarrollado un conjunto de aplicaciones que permitirán que Urban OS funcione. Se trata de PlaceApps, la versión urbana de las aplicaciones para teléfonos celulares inteligentes.

Programadores independientes también serán capaces de elaborar sus propias aplicaciones para suministrar servicios en la ciudad.

Lewis indicó que las aplicaciones de los teléfonos celulares eventualmente se enlazarán con el Urban OS para controlar -a distancia- sistemas en los hogares, por ejemplo, la electricidad o los aparatos que permiten monitorear a los adultos de la tercera edad.

Podría ser útil ante un incendio en un edificio, indicó el experto.

Los sensores percibirán el incendio y el edificio usará su sistema "inteligente" para orientar a las personas hacia las escaleras de emergencia, quizás encendiendo luces por el camino que conduce a la salida o haciendo sonar las alarmas con mayor intensidad en la ruta que conduce a la salida.

"Eso tiene que ver con el edificio en sí mismo. Los dispositivos instalados 'hablarán' entre sí para determinar cuál es la mejor solución ante un dilema, ofrecerán instrucciones y se organizarán ellos mismos", señaló Lewis.

"Acciones mágicas"

Living PlanIT está trabajando con Cisco y Deutsche Telekom en diferentes partes del sistema operativo.

Markus Breitbach de Deutsche Telekom dijo que su empresa está ayudando a unir todas las partes que componen el Urban OS.

"Se trata de alrededor 50 mil millones de dispositivos conectados, lo que en términos prácticos significa que grandes cantidades de información deben ser recolectadas. Pero nadie en realidad está manejándolas y contextualizándolas. Urban OS puede hacerlo", señaló Breitbach.

"Si hay una alarma de incendio en el quinto piso, el ascensor irá al siguiente piso y la luz de la alarma de incendios se encenderá. Pero adicionalmente, los semáforos funcionarán de tal manera que le faciliten la llegada, al lugar, al cuerpo de bomberos", explicó el experto.

"Y eso es lo que Urban OS está ofreciendo, un tipo de solución para analizar información cuantiosa, contextualizarla y ejecutar acciones mágicas".

Urbe SO todavía no se ha implementado formalmente en ninguna ciudad y se encuentra en etapa de experimentación.

Living PlanIt está desarrollando un modelo de este nuevo paradigma urbano cerca de la ciudad de Paredes, en Portugal. "PlanIt Valley se convertirá en un ejemplo para mostrar en el mundo de cómo estas tecnologías se pueden usar a escala urbana", señala la empresa en su página web.

Debido a su trabajo para el desarrollo de ciudades inteligentes, Living PlanIT fue seleccionada como una de las pioneras tecnológicas del Foro Económico Mundial de 2012.

Fuente:

BBC Teconología

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13 de julio de 2011

El estrés de vivir en la ciudad

[Adaptado de un artículo original de Daniel P. Kennedy & Ralph Adolphs publicado en Nature ]

El paisaje de la sociedad humana está cambiando drásticamente. En 1950, sólo el 30% de la población mundial vivía en zonas urbanas, mientras que hoy, más del 50% de nosotros lo hacemos y para el año 2050 se espera que esta cifra haya subido a casi el 70%1. Y, así como el aislamiento social es bien sabido provoca que efectos perjudiciales2, también extremo opuesto los tiene: el hacinamiento puede provocar estrés y enfermedades en las especies que van desde los insectos o roedores3, hasta los primates, incluyendo humanos4. En particular, en los seres humanos, las enfermedades mentales están significativamente relacionadas con el medio ambiente urbano: vivir en una ciudad aumenta el riesgo de depresión y ansiedad, y la tasa de la esquizofrenia es mucho mayor en las personas nacidas y criadas en ciudades5. Lederbogen et al.6 han publicado un estudio de resonancia magnética funcional para investigar por primera vez las estructuras específicas del cerebro humano que se ven afectados por la vida urbana.

Los participantes en el estudio vivían o habían vivido en lugares que van desde zonas rurales hasta grandes ciudades (Fig. 1). Los autores midieron la actividad cerebral regional, mientras los participantes realizaban una prueba sometidos a estrés social -la resolución de problemas aritméticos difíciles bajo presión de tiempo y con la retroalimentación negativa del experimentador. Esta tarea no sólo aumentó la frecuencia cardiaca de los participantes, su presión arterial y los niveles salivales de cortisol, la hormona del estrés, sino que también dio lugar a una importante actividad en las estructuras cerebrales que están involucradas en las emociones y el estrés.


Figura 1. Las condiciones de vida fueron clasificadas como zonas rurales (a), ciudades con más de 10.000 habitantes (b) y ciudades con más de 100.000 habitantes (c). Los resultados obtenidos sugieren que la vida en la ciudad afecta a la respuesta del cerebro al estrés.

De las regiones del cerebro que se activaron, dos fueron de particular interés: la activación de la amígdala, que se correlacionó con el tamaño de la ciudad en la que una persona actualmente reside; y la activación de la corteza cingulada anterior perigenual (PACC), que se correlacionó con el tiempo que los participantes habían vivido en una gran ciudad durante su infancia. La educación urbana también afectaba a la fuerza de la correlación funcional entre la amígdala y la PACC: los que habían pasado más tiempo durante su crecimiento en grandes ciudades mostraban una reducción de la conectividad funcional entre estas dos regiones.

Estas dos regiones y sus interacciones son importantes porque ya habían sido encontrados en otros estudios: un patrón similar de reducción del acoplamiento amígdala-PACC ha sido previamente asociado con el riesgo genético a sufrir trastornos psiquiátricos7, y la activación de la amígdala ha sido recientemente vinculada tanto al tamaño de las redes sociales8 como a la percepción de violación del espacio personal9. En conjunto, estos hallazgos y los del presente trabajo sugieren que el circuito corteza cingulada-amígdala es donde podrían converger la predisposición genética y ambiental a las enfermedades mentales.

En este estudio también se encontraron grandes variaciones en las preferencias individuales para vivir en la ciudad, y en la capacidad de las personas para hacer frente a este tipo de vida: algunos son felices en Nueva York, mientras que otros lo cambiarían inmediatamente por vivir en una isla desierta. Los psicólogos han encontrado que un factor que explica bastante esta variabilidad es el grado de control percibido que la gente tiene sobre su vida diaria10. La amenaza social, la falta de control y la subordinación, son todos posibles candidatos para provocar los efectos estresantes de la vida en la ciudad, y probablemente expliquen gran parte de las diferencias individuales observadas.

Pero a pesar de que los aspectos negativos de la vida en la ciudad se han destacado mucho, la vida en la ciudad no es siempre mala. En muchos países, por ejemplo, los estudios sobre la compleja relación entre la urbanidad y el suicidio muestran tasas más altas de suicidio en las zonas rurales que en ciudades11. Aunque hay varias posibles explicaciones para este caso, lo más probable es que esté relacionado con que en las ciudades existe un entorno social más rico, más estimulante y más interactivo, una red más amplia de apoyo social y un acceso más fácil a la atención médica.

Hacen falta nuevos estudios que complementen el trabajo de Lederbogen y su equipo y que podrían dirigirse a investigar los efectos positivos de la vida de la ciudad con más detalle y comenzar a hacer recomendaciones para la planificación urbana –espacios verdes, zonas peatonales, regulación del tráfico,…- y la arquitectura –pisos más amplios, mejor situados… Dada la creciente población mundial (estimada en 7000 millones para el próximo otoño), el hecho de que viviremos principalmente en las ciudades parece ineludible, por lo que es de vital importancia el comprender los efectos que estas condiciones de vida tienen en la salud mental humana y como se pueden mejorar.

Fuente:

La Bitácora del Beagle

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