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27 de octubre de 2011

La sobrepoblada São Paulo, la otra Manhattan

Especial: Demografía

«La vida en São Paulo es muy estresante». Lo sabe cualquiera que haya puesto un pie sobre este gigante de asfalto y lo ratifica Adriana, una funcionaria de 39 años que se cuenta entre los casi 21 millones de habitantes de la mayor ciudad brasileña y de su inmensa región metropolitana; 21 millones apiñados en un territorio equivalente a la Comunidad de Madrid.

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Panorámica de São Paulo. | L.T.

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Adriana, con su hija, de 16 años. | L.T.

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Al fondo, la torre del Banespa. | L.T.

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Sidney Faile Ucella tabaja como funcionario. | L.T.


Adriana dos Reis vive en Diadema, uno de los 39 municipios que forman el conglomerado de calles y rascacielos conocido como la Grande São Paulo. La teoría dice que puede llegar al centro de la capital paulista en menos de media hora; pero la práctica le aconseja calcular el doble —quizá más— para recorrer los 20 kilómetros que separan su barrio del emblemático edificio Copan, cuyas curvas diseñó Oscar Niemeyer a mediados del siglo pasado. O de la sede de la Secretaría de Agricultura y Abastecimiento, para la que trabaja.

São Paulo no es ni remotamente la ciudad de sus sueños. Tanto que Adriana preferiría mudarse a Vitória, la capital de Espírito Santo, una urbe minúscula al lado de aquella: 330.000 habitantes. «Muy bonita, con una infraestructura muy buena»... y playa. «Mejoraría mi calidad de vida...», reconoce.

Pero la realidad es que el sitio de Adriana continúa por ahora en São Paulo y allí su día a día resulta «bastante ajetreado». Divorciada, vive con su hija de 16 años en una casa familiar de Taboão, un barrio de clase media-baja 'fronterizo' con otra zona residencial más selecta. El inmueble está a la venta y, una vez consiga desprenderse del mismo, Adriana aspira a dar el salto al barrio de enfrente. «Ese lado es óptimo para vivir, en cuanto tenga el dinero pretendo comprarme allí un apartamento financiado...», suspira.

Igual que ocurre con su ciudad, tampoco Adriana parece entusiasmada con su empleo. «Mi profesión es oficial administrativo y soy sustituta de una directora de infraestructura. [...] No estoy satisfecha con lo que hago actualmente», admite. «Pero sé que mi situación va a mejorar», matiza de inmediato.

Ella confía en escalar laboralmente porque está a punto de concluir sus estudios como técnico de Gestión Financiera, un peldaño que debería ayudarle a multiplicar sus ingresos. En la actualidad cobra algo más de 700 euros, muy por encima de los 220 euros del salario mínimo, aunque al mismo tiempo muy por debajo de los alrededor de 1.400 que reciben sus compañeros ya licenciados.

A sus 29 años, Sidney Faile Ucell ha completado las carreras de Letras y Administración; sin embargo, cobra igual que otra compañera con sólo una carrera. Y tampoco en su caso se cumplen los informes según los cuales las mujeres brasileñas suelen verse obligadas a conformarse con sueldos inferiores a pesar de tener habitualmente un nivel de escolaridad superior. «No existe mucha diferencia de salarios cuando se trata de actividades administrativas, que pueden ejercer tanto hombres como mujeres», señala Adriana. «Yo no siento ninguna discriminación por ser mujer, me valoran igual que a mis colegas masculinos. Y creo que mis amigas que trabajan en empresas fuera del Gobierno tampoco pasan por esos trastornos».

Más allá de sus aspiraciones de prosperar y alejarse de la agotadora 'Manhattan brasileña', Adriana respira confianza y orgullo hacia su país. El mismo Brasil que escuchó a Lula da Silva y se atrevió a entregar por primera vez las llaves del Palacio de Planalto a una mujer, Dilma Rousseff, la ahijada política del carismático expresidente. «La voté y su desempeño está siendo bueno», elogia Adriana. «Estamos viendo que una mujer sabe administrar un país y muy bien, con competencia, capacidad y humanidad por encima de todo. Creo que Brasil está en buenas manos y tiene un brillante futuro por delante».

Dilma demuestra, en opinión de Adriana, el avance irrefrenable del poder femenino. «Cada día conquistamos nuevos espacios en la vida profesional. Hasta los servicios más pesados, como albañil, ya han sido conquistados por una mujer. ¡Santo Dios! ¿Ya has pensado en una mujer haciendo masa de cemento? ¿Eso es ser frágil?», se pregunta. «Podemos ser un sexo sentimental, pero frágil jamás», insiste. «Una mujer sola es mucho más fuerte que 10 hombres. No es fácil ser madre, esposa, amiga, compañera, amante y profesional y además ser una mujer moderna, todo eso en tiempo real. Nosotras somos muy, muy valerosas», defiende.

Y concluye con una queja: «Pocos hombres saben reconocer el valor de una mujer. Los que saben son hombres de honor, merecen medallas».

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Rascacielos en la Avenida Paulista. | L.T.

Fuente:

El Mundo (España)

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