Estás leyendo la cuarta parte del bloque introductorio [Electricidad I].
Por si no sabes de qué estoy hablando, se trata de una breve serie de
artículos que intentan dar una introducción sin fórmulas y con los
mínimos requisitos previos a los conceptos básicos de carga eléctrica,
corriente, potencial eléctrico y cosas por el estilo. Posteriormente
habrá otros bloques que irán “construyendo” conocimiento con estos
cimientos. Al tener ya listos cuatro artículos, hemos preparado una
página de descripción/índice del bloque para que sirva de referencia, a
la que iremos sumando artículos según se publiquen: [Electricidad I]
Como he dicho antes en el bloque, una cosa es que no supongamos que
tienes conocimientos previos de Física, pero otra distinta es que esto
sea coser y cantar. Estos artículos son a veces largos, a veces densos
–por mucho que intente que sean agradables de leer–, y requieren
concentración y cuidado al razonar. Mi recomendación es que en una
primera lectura te saltes los cuadros de colores diversos y luego, si
comprendes la base del artículo, amplies una segunda lectura con los
cuadros que te interesen o cuyos títulos te llamen la atención. Así que,
si estás listo para seguir aprendiendo las bases de la electricidad (si
te nos unes ahora, empieza por el principio), vamos con ello.
En el artículo anterior hablamos acerca del concepto de corriente eléctrica y su magnitud asociada, la intensidad de corriente.
Lo hicimos entonces en abstracto, con cargas libres que se movían en el
vacío, libres de cualquier injerencia por parte de cualquier otra cosa.
Pero, en la realidad, las cosas no son tan simples: las cargas forman
parte de átomos, y eso complica la situación. Hoy nos dedicaremos
precisamente a ver cómo es la corriente eléctrica, no en abstracto, sino
en el mundo real que nos rodea, destruyendo de paso alguna falsa idea
que mucha gente tiene en la cabeza sobre la corriente en los cables.
Pero, antes de nada, la solución al Desafío 2 que planteamos hace un par de semanas, que nos será útil para utilizar algunos números en el artículo de hoy.
Solución al Desafío 2 – ¿A qué velocidad se mueven los electrones en un cable?
Para obtener una respuesta aproximada a la pregunta, haremos
justamente lo que se indicaba en la pista final: calcular cuánto tiempo
hará falta para que toda la carga contenida en ese cable salga de él. De
ese modo tendremos la distancia que recorren los electrones que
empiezan en un extremo del cable hasta salir por el otro (que es la
longitud del cable) y el tiempo que tardan en hacerlo (el tiempo en
salir de él), es decir, la velocidad media de esos electrones en el
cable.
1. En primer lugar calculemos el volumen del cable: 10 mm2 de sección (es decir, 10-5 m2) y 1 m de longitud resultan en un volumen de 10-5 m3.
2. ¿Cuál es la masa de ese cable? Puesto que la densidad del cobre es 8940 kg/m3,
nuestro cable tiene una masa de 0,0894 kg, pero como no nos importa
redondear, porque esto es una estimación, digamos que es 0,09 kg.
3. ¿Cuántos electrones móviles hay allí? Dijimos que cada gramo de cobre contiene 9,5·1021 electrones móviles, con lo que nuestro cable (de 90 gramos) contiene unos 8,5·1023 electrones moviéndose por él: unos 136 000 culombios de electrones, ¡que se dice pronto!
4. La intensidad de corriente es 1 A, es decir, 1 culombio cada
segundo. Esto significa que, para que los 136 000 culombios de
electrones móviles del cable salgan de él, hacen falta 136 000 segundos
(porque cada segundo atraviesa el extremo del cable 1 culombio).
5. La velocidad media de los electrones en el cable es entonces de 1 metro (la longitud del cable) cada 136 000 segundos… 7,4·10-6 m/s.
Sí, lo lees bien. Pero analizaremos el resultado más en detalle al
final del texto principal, porque es muy relevante para el artículo.
Aislantes
Como recordarás, en el artículo anterior describimos cómo conseguir
mover cargas sin el menor problema utilizando la Ley de Coulomb:
colocando cargas de uno u otro signo en determinados lugares, podríamos
hacer que una carga libre empezase a moverse hacia donde nosotros
queremos. Y así es realmente como conseguimos, en la realidad, producir
corrientes eléctricas, pero con una complicación: en el mundo que nos
rodea, las cargas no están libres, sino “atrapadas” en las distintas substancias. Y esto hace mucho más difícil, en algunos casos, hacer que se muevan. Me explico. Recordemos el dibujo de entonces:
Establecimos el concepto de corriente eléctrica en el caso más
sencillo posible: un protón en el vacío, libre de cualquier influencia
más que la de las otras dos cargas del dibujo –un protón y un electrón
fijos–. Pero ¿dónde vas a encontrar esa situación en el mundo que te rodea, salvo que la prepares
cuidadosamente en un laboratorio? Casi en ninguna parte. La Ley de Coulomb es la clave para mover cargas, pero también es la culpable de que sea difícil moverlas:
al atraerse unas a otras, las cargas de distinto signo tienden a
agruparse en átomos, como vimos en la primera entrada del bloque, debido
a la propia Ley de Coulomb. Y, puesto que la atracción es tanto mayor
cuanto más cerca están unas cargas de otras, afectar a las cargas de un
átomo para que se muevan es difícil.
Imagina, por ejemplo, que tenemos un átomo de hidrógeno como el que
describimos en el artículo de la carga eléctrica. Al constar de un
protón y un electrón, nuestro átomo es neutro. Visto desde lejos,
“negro” y, si lo hacemos de cerca, un núcleo de carga positiva rodeado
de carga negativa:
Si hacemos lo mismo que hicimos en el ejemplo sencillo de arriba,
poniendo un par de cargas a los lados para producir un movimiento de
cargas…
Tenemos un problema. Si has comprendido la serie hasta el momento,
deberías ser capaz de comprender por qué rápidamente. Sí, el electrón
fijo de la derecha tiende a mover el protón del hidrógeno hacia la
derecha (porque lo atrae) y el electrón del hidrógeno hacia la izquierda
(porque lo repele), y el protón fijo de la izquierda hace lo propio:
tiende a mover el protón del hidrógeno hacia la derecha y el electrón
hacia la izquierda. Todo parece sumarse igual que antes, para que el
protón del hidrógeno vaya hacia la derecha y el electrón hacia la
izquierda, produciendo un movimiento de cargas — una corriente
eléctrica…
¡Pero el protón y el electrón del hidrógeno también se atraen el uno al otro!
En el ejemplo en el vacío, no había ninguna injerencia sobre la carga
libre que estaba flotando ella sola… pero ahora sí la hay. Ese protón y
ese electrón no sólo se atraen: como están mucho más cerca el uno del
otro de lo que lo están las otras dos cargas “externas”, se atraen con muchísima más intensidad de lo que los repelen o atraen las otras dos cargas.
Como consecuencia, no va a haber apenas movimiento de carga. Lo más que
va a suceder es que se produzca un ligerísimo desplazamiento, y que se
acabe con algo parecido a lo que sucedió con nuestros experimentos con
peines de plástico:
Es decir, que las cargas del átomo se desdoblen muy ligeramente, pero
no que se separen. Haría falta una cantidad de carga gigantesca fuera
del átomo de hidrógeno para que las fuerzas de Coulomb correspondientes
fueran más intensas que las que existen entre el protón y el electrón
dentro del átomo. Como consecuencia, aunque todo lo que explicamos en la
entrada anterior es cierto, conseguir que las cargas se muevan en ese
átomo de hidrógeno es dificilísimo.
Lo mismo sucede con cualquier otro átomo suelto, claro. Sin embargo,
cuando los átomos se unen unos a otros, pueden suceder cosas algo más
complejas que hagan más fácil que las cargas puedan moverse. Todo
depende básicamente de cómo se unen esos átomos, y las razones últimas
del comportamiento de las cargas en las sustancias se escapan con mucho
del alcance de este bloque. Dependiendo de qué átomos forman una
sustancia y cómo son las fuerzas de atracción entre ellos, y entre los
núcleos y los electrones que los rodean, existen una miríada de
comportamientos eléctricos diferentes, pero centrémonos en dos extremos.
Muchas sustancias, como todos los gases de la atmósfera, el agua, el
vidrio, el papel, la madera, etc., se comportan casi igual que el átomo
de hidrógeno que hemos utilizado antes como ejemplo. Las fuerzas que
mantienen unos átomos unidos a otros son mucho menos intensas que las de
atracción entre electrones y núcleos, con lo que es complicadísimo
hacer que las cargas se muevan. Son los materiales comúnmente llamados aislantes,
aunque la palabra es, como tantas otras cosas, relativa: hay distintos
grados, y una sustancia puede ser más aislante que otra y menos que una
tercera. De hecho, más adelante veremos cómo medir este carácter
cuantitativamente, pero por ahora lo que nos interesa es el concepto.
Plasma y corriente eléctrica
Si conseguimos romper los átomos del hidrógeno del ejemplo de arriba,
de modo que los protones y electrones estén sueltos, no habría problema
alguno para que condujese la corriente eléctrica. Lo que tendríamos
entonces, claro, ya no sería hidrógeno propiamente dicho, sino núcleos y
electrones sueltos, es decir, un plasma. Los plasmas sí
conducen muy bien la corriente, puesto que las cargas ya no están
atrapadas unas en el férreo puño de las otras.
Para conseguir eso, claro está, hace falta mucha energía. Una manera
de conseguirlo es calentar el hidrógeno tantísimo que la energía
cinética de los electrones y los núcleos sea tan grande que se separen
espontáneamente por sus violentas vibraciones, como sucede en las
estrellas. Otra manera sería utilizar, no un par de cargas como en el
ejemplo de ahí arriba, sino una cantidad tan gigantesca de carga externa
que superase las propias atracciones internas y el átomo se desgajase
en su núcleo positivo por un lado y su electrón por el otro. Esto es lo
que sucede, por ejemplo, en la descarga de un rayo.
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El Tamiz