Latest Posts:

Mostrando las entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas

22 de septiembre de 2018

El proceso deductivo de Sherlock Holmes

Los ingleses dieron la bienvenida al siglo XX, la época del razonamiento y el despertar de la ciencia, de la mano de las aventuras de Sherlock Holmes. El investigador privado no sólo fue un personaje de ficción, sino que sirvió de vía para que Sir Arthur Connan Doyle diera a conocer sus técnicas de observación y de deducción, además de ser un gran entretenimiento para los lectores.


Doyle puso en duda los métodos de razonamiento, hasta entonces puestos en práctica, y así se adelantó veinte años en las técnicas de investigación utilizadas por la policía en Scotland Yard. Trasladado a la realidad, Holmes el personaje, habría sido un hombre espectacular.

La psicóloga Maria Konnikova explica “¿Cómo pensar como Sherlock Holmes?”, que pocas personas podrían emular los métodos que ponía en práctica el investigador y que, incluso el mismo Doyle, había incluso fallado en distintos episodios de su vida. Pero, a base de práctica y motivación (mindfulness), se puede poner en práctica la lógica deductiva del anfitrión del 221B de Baker Street.
La lógica de Holmes y la del Dr. Watson
El Dr. John H. Watson es la sombra de Holmes en todas sus aventuras. El uso de una tercera persona como el médico servía, además de recurso literario, para reflejar el contraste entre los dos métodos de deducción; el del aprendiz y el del maestro. El primero: rápido, basado en la lógica intuitiva y sin prestar atención en los detalles. El segundo: reflexivo, observador y creativo.

Konnikova etiqueta estos dos perfiles contrastados como el Sistema Watson y el Sistema Holmes.

Hay diferentes ramas de conocimiento que explican cómo el ser humano utiliza dos sistemas de pensamiento; uno rápido y otro de lento. Daniel Kahneman y Amos Tversky, los padres de la economía conductual, popularizaron esta teoría en su libro “Pensar rápido, pensar despacio” a partir de los resultados obtenidos en distintas investigaciones.
Llamados como “Sistema 1” y “Sistema 2”, el primero de estos sistemas tiene la necesidad de llegar a las conclusiones, pero se equivoca constantemente. Es engañado por diferentes sesgos que le distorsionan la realidad, pero es el que usamos con más frecuencia. En cambio, para nuestra mente le es complicado utilizar el “Sistema 2”, que se esfuerza para comprender las cosas tal como son y sigue todos los requisitos para convertirnos en “personas racionales”.


Lea el artículo completo en:

The Money Glory

18 de septiembre de 2018

10 libros para abordar la diversidad sexual con los niños

Esta selección de cuentos infantiles lo encontré en BB Mundo

1. Rey y Rey

Una reina, desesperada por la soltería de su hijo, convoca a todas las doncellas del reino para escoger a la próxima reina. El príncipe no se dice por ninguna y cuando llega la última candidata el príncipe queda flechado...



2. La princesa Li

Li es una princesa lesbiana que vive con su padre el rey, quien intenta desposarla con un joven; sin embargo Li confiesa su amor por Beatriz. El libro presenta bellas ilustraciones para que los niños tengan una mayor comprensión.



Puedes ver las primeras páginas del libro en NUBE OCHO

La lista completa de libros AQUÍ.

31 de agosto de 2018

Jo Boaler: "Nos han estado enseñando mal las matemáticas durante todo este tiempo"

¿Eres una de las muchas personas en el mundo cuyos recuerdos relacionados con las matemáticas son estresantes exámenes y angustiantes e interminables tareas?
De ser así, no tienes por qué sentirte culpable al respecto.

Investigaciones recientes realizadas en la Universidad de Stanford, en California, Estados Unidos, señalan que no todo es nuestra culpa.

De hecho, es todo lo contrario. 

Estudios de comportamiento efectuados en miles de niños y adolescentes estadounidenses, pero también británicos, indican que fueron precisamente esas extenuantes tareas y pruebas de varias horas las que condicionaron nuestras capacidades de desarrollar nuestras habilidades matemáticas.

Es posible que nuestras dificultades relacionadas con álgebra y trigonometría tuvieron su origen mucho tiempo atrás, cuando recién dábamos nuestros primeros pasos en la aritmética.

¿Qué tienen de malo los exámenes?

Jo Boaler, profesora de matemática de la Universidad de Stanford, sostiene que la actual enseñanza de esta rama tiene mucho de procedimientos y cálculos, pero muy poco de entendimiento.

Por ello, la investigadora tiene en la mira a dos de los grandes culpables de nuestros problemas actuales (y de nuestros tormentos pasados): los exámenes y las tareas.

Lea el artículo completo en:

BBC Mundo

5 de junio de 2018

Inteligencia artificial: "Saber eso" y "Saber cómo"

La semana pasada, la compañía Apple dio a conocer su nuevo modelo de teléfono llamado iPhone X. En la presentación del producto se anunció que, gracias al reconocimiento facial, el aparato empezará a funcionar apenas reconozca el rostro de su dueño. Para eso, dijeron los ingenieros, el chip electrónico del teléfono ha sido entrenado a reconocer mas de mil millones de rostros humanos usando un sistema electrónico llamado circuito neuronal artificial.

En los últimos años se ha venido usando ese tipo de circuitos neuronales en máquinas que ayuden en el diagnóstico en algunas especialidades de la medicina, especialmente en patología y radiología. La idea es que del mismo modo que ahora un teléfono celular es capaz de reconocer el rostro de una persona con una seguridad de uno en un millón, ¿será posible que una máquina pueda reconocer tan bien como un ser humano una neumonía en una placa de rayos X o un diagnóstico de cáncer de la próstata en una biopsia?.

El conocimiento humano

Tratando de entender como es que los radiólogos aprenden a interpretar sus radiografías, investigadores de la Universidad de Sao Paulo pusieron a 25 radiólogos en máquinas de MRI que estudiaban sus cerebros mientras se les enseñaban imágenes de rayos X, siluetas de animales o simplemente letras del alfabeto. Los resultados indicaron dos cosas, en primer lugar, que el reconocimiento de las imágenes era casi instantáneo (demora 1.33 segundos) y en segundo lugar, que a pesar de que el reconocimiento de todas las imágenes usa la misma zona cerebral (lóbulo parietal) el reconocimiento de diagnósticos médicos activa zonas cerebrales mas complejas. Eso indica que hay dos niveles de conocimiento, el de la imagen por si misma y el del significado de las imágenes.
Ese hallazgo refuerza la idea del filosofo británico Gilbert Ryle quien dijera en 1945 que el conocimiento existe en dos esferas, el del “saber eso” y el del “saber cómo”. Por ejemplo, el saber reconocer un carro es algo simple, pues implica saber que tiene cuatro ruedas, tiene una carrocería, tiene un parabrisas, tiene un timón, etc. Este nivel de conocimiento es el “saber eso”. Pero ya el saber diferenciar la marca del carro, el modelo o el año de fabricación exige ya un nivel mas sofisticado de conocimiento, el que según Ryle representa el “saber cómo”, en este caso, el saber como diferenciar los diferentes tipos y modelos de carro.

¿Pueden las máquinas aprender?

Desde hace varios años, se han venido desarrollando máquinas que han aprendido a reconocer imágenes, es decir el “saber eso” de Ryle. Así, se tienen máquinas que leen citologías vaginales (Papanicolaou), mamografías (sistema CAT por sus siglas en ingles), electrocardiogramas, etc. El problema con estos sistemas es que solo han llegado al primer nivel del conocimiento, es decir reconocer imágenes y patrones de un solo elemento (células, imágenes de rayos X) pero no han aprendido a diferenciar imágenes que sean diferentes de lo que se les ha enseñado. En otras palabras, solo diferencian carros de bicicletas y motocicletas, pero no han aprendido el “saber cómo” diferenciar las marcas o los modelos de los carros ni su año de fabricación.

Un interesante estudio del Dr. Sebastián Thrun de la Universidad de Stanford y publicado en la revista Nature en febrero de este año, revela que dependiendo del tipo de datos con que se alimenten a las máquinas, estas son capaces de aprender. En primer lugar, se le enseñó a la máquina a reconocer 130,000 imágenes de todo tipo de lesiones de la piel (incluyendo cáncer, acné, lunares, eczemas, etc.). En un segundo paso, los científicos alimentaron a la máquina con el nombre de las 2,000 enfermedades que esas imágenes representaban y las biopsias de 2,000 de esas lesiones. El resultado fue que la máquina no solo aprendió a reconocer las imágenes de las lesiones, sino que aprendió a relacionarlas con el nombre de las enfermedades y sus respectivas biopsias. En otras palabra, la máquina no solo aprendió el “saber eso”, sino que aprendió también el “saber cómo” de Ryle. En otras palabras, no solo aprendió a reconocer los carros, sino que aprendió a diferenciar las marcas y los modelos. A este tipo de conocimiento avanzado de las máquinas, se le ha bautizado como “conocimiento profundo”.
 
Validación del conocimiento profundo

Para probar el nivel de conocimiento adquirido de sus máquinas, Thrun la enfrentó primero a dos radiólogos entrenados en reconocer las mismas lesiones. Luego de mostrarle a ambos 14,000 imágenes, la máquina predijo con un 72% de certeza el diagnóstico de una imagen. Los radiólogos solo lo hicieron en el 66%.

En un segundo experimento, la máquina fue enfrentada con un grupo de 25 radiólogos para examinar 2,000 imágenes de cáncer de la piel de tipo melanoma y la máquina fue mucho mejor que los humanos, tanto en su sensibilidad, es decir casi no se le pasaban por alto las imágenes de verdaderos melanomas y en su especificidad, es decir, no llamaba melanoma a lo que no era.

Corolario

Si bien es cierto que al igual que los humanos, las máquinas (incluyendo la Watson de IBM o el DeepMind), pueden aprender el “saber eso” y en base a esa experiencia pueden desarrollar el “saber cómo” de Ryle, es importante entender que hasta ahora, las máquinas no pueden desarrollar el tercer tipo de conocimiento que postuló Ryle. Es el llamado “saber qué” o sea el saber para qué o porqué se hacen las cosas, es decir el razonamiento que permite relacionar el “saber eso” y el “saber cómo” con el medio ambiente y establecer el contexto de lo que realmente sucede en la vida.

Fuente:

El Comercio (Perú)

4 de marzo de 2018

Las leyes que sanaron a soldados en la guerra y pueden salvar la Tierra

El biólogo Sean B. Carroll narra en su libro 'Las leyes del Serengeti' la historia de los pioneros que descubrieron los códigos que regulan la salud humana y la de los ecosistemas naturales.
 
En mayo de 1917, el científico estadounidense Walter Cannon fue enviado a Europa para participar en la guerra más sangrienta de la historia. Allí pudo ver cómo muchos combatientes heridos morían al entrar en shock ante la impotencia de los médicos. Pero Cannon iba a cambiar la situación aplicando métodos de medición novedosos y un enfoque diferente. Entonces se empezaba a tomar la presión arterial de los soldados y la prueba mostró en los sanos presiones de entre 120 y 140 milímetros de mercurio, mientras los afectados por el shock no alcanzaban los 90. La bajada de presión dejaba sin combustible a órganos vitales que se volvían incapaces de eliminar los desechos. Tratando de comprender lo que sucedía, Cannon midió la concentración de iones de bicarbonato en la sangre de sus pacientes y observó que tenían unos niveles inferiores a los normales. Eso significaba que la sangre, que normalmente es ligeramente alcalina, se había vuelto ácida. Y cuanto más ácida era la sangre, menor era la presión arterial y más grave el shock. La solución del investigador fue sencilla: administrar bicarbonato. Así salvó la vida de miles de soldados,

La experiencia, relatada por el biólogo Sean B. Carroll en su libro Las leyes del Serengeti (Debate), convenció a Cannon del delicado equilibrio entre todos los elementos que componen la maquinaria humana y supo que conocer bien esos componentes ofrecería potentes herramientas para curar. Suya es la idea de la homeostasis, el concepto que se refiere a los procesos fisiológicos de regulación que mantienen el organismo dentro de unos márgenes apropiados. Ahora, buena parte de la población ha asimilado algunas de las cifras que delimitan estos márgenes, como los niveles de colesterol o las transaminasas, y muchos tratamientos para mantener esos niveles han salvado millones de vidas.

Cannon es solo uno de los protagonistas de la obra de Carroll, un libro en el que trata de explicar a través de las historias de los científicos que las descubrieron algunas de las reglas que gobiernan la vida, desde el nivel de los procesos fisiológicos hasta los grandes ecosistemas como el parque nacional del Serengueti, en Tanzania. El biólogo estadounidense alterna la narración de las hazañas de Charles Elton, uno de los padres de la ecología, con las de científicos como Joe Goldstein o Akira Endo, que diseñaron los tratamientos para controlar los niveles de colesterol y reducir los problemas cardiacos.

En todas estas historias, Carroll trata de mostrar la similitud entre el equilibrio que mantiene la salud de un cuerpo y la de un ecosistema, y la importancia de conocer a los protagonistas de cada sistema y el papel que desempeñan en su buen funcionamiento.

El artículo completo en:

El País (España)

22 de octubre de 2017

Argentina: Leer, pero en la red de redes

La encuesta realizada en todo el país por Adira señala que el ciento por ciento de los adolescentes lee. Prefieren el formato digital. Leen papel en libros de la escuela. Toman la primera página con la que se conectan.


Los adolescentes argentinos se informan, opinan y hacen su tarea a través de pantallas –en especial la del celular– y sólo dos de cada diez jóvenes compara la información que recogió de Internet. Al mismo tiempo, la escuela, uno de los principales encargados de impulsar la lectura en los chicos, fomenta casi exclusivamente el formato papel. Estos datos surgen de un estudio de la Asociación de Diarios del Interior de la República Argentina (Adira) que profundiza el modo de leer de los adolescentes y establece que el 65 por ciento de ellos realiza lecturas superpuestas, con varias ventanas a la vez. En diálogo con Páginai12, Roxana Morduchowicz, coordinadora de la investigación, aseguró que “es muy importante comprender los consumos de los adolescentes. Hoy en día, consultarle a un chico qué sitios visitó en Internet es tan importante como preguntarle cómo le fue en una prueba de Matemáticas”.

“Las últimas generaciones no se interesan por nada”, “los únicos amigos que tienen son la pantalla del celular y de la computadora”, “los jóvenes no leen el diario”. Los comentarios forman parte del lugar común del sentido más común. El punto de partida de la encuesta fue, precisamente, verificar si ocurre o no ese prejuicio creado sobre los adolescentes. Con una muestra nacional –1.800 jóvenes, entre los 15 y 18 años, respondieron el cuestionario–, la investigación realizada por Adira constató que todos los jóvenes leen, se informan y opinan cotidianamente. Pero sus usos distan de ser similares a los de los adultos: el ciento por ciento de los jóvenes encuestados indicó que prefiere el formato digital antes que el papel, dos tercios de ellos sólo lee libros impresos cuando se impone desde la escuela y más de la mitad (55 por ciento) no ojea los periódicos en papel. “En décadas anteriores buscábamos superar la brecha entre los adultos lectores y los jóvenes que no se acercaban a los diarios. Ahora la fractura mutó entre el papel y la pantalla. Quizás no se pueda cambiar, pero por lo menos no queremos ignorarla”, sostuvo Fernando Cuello, secretario de Adira.

Ahora bien, que los jóvenes no lean en papel no implica que no tengan intereses ni tampoco que no se informen. Según los datos relevados, el cien por ciento de los adolescentes encuestados ingresa cotidianamente a Internet, ya sea por medio de redes sociales, foros, blogs o sitios webs. Además, el 95 por ciento de los encuestados indicó leer el diario en Internet (un treinta por ciento visita los portales todos los días). Pero lo digital no sólo es el soporte: en un ochenta por ciento, la elección de los libros por parte de los jóvenes se da por recomendación de las propias páginas webs, redes y foros (los populares fanzines). Atrás quedaron las sugerencias de los amigos, los estantes en las librerías y la recomendación de un profesor. Internet es quién guía, hoy en día, las elecciones culturales.

Fuente:

Página 12 (Argentina)

27 de septiembre de 2017

Los mejores libros de divulgación científica de la historia

El origen de las especies – Charles Darwin (1859) 
 
 

El mono desnudo – Desmond Morris (1967)

10 de julio de 2017

¿En qué consistió el 'juicio del mono'?

Hace 75 años un maestro fue juzgado por enseñar la teoría de la evolución de Darwin. Esto iba en contra de una ley que establecía que el hombre fue creado por Dios, como dice la Biblia. Fue en los Estados Unidos y despertó la atención del mundo.

El Juicio del Mono: con este nombre se conoce el más sonado caso legal en la Historia de la batalla ideológica entre creacionismo y evolucionismo a cuenta de El origen de las especies, de Charles Darwin. También llamado Juicio de Scopes, tuvo lugar en Tennessee (Estados Unidos) en mayo de 1925. En él, el profesor de escuela secundaria John T. Scopes fue acusado de haber enseñado la teoría de la evolución darwinista en sus clases, lo cual era ilegal entonces en aquel Estado sureño en virtud de una disposición educativa denominada Butler Act.

Esta norma prohibía expresamente en Tennessee "la enseñanza de cualquier teoría que niegue la historia de la Divina Creación del hombre tal como se encuentra explicada en la Biblia, y reemplazarla por la enseñanza de que el hombre desciende de un orden de animales inferiores". En realidad, Darwin sostiene la ascendencia común del ser humano y de los restantes primates, no que descendamos del mono, pero la creencia popular en la época, convenientemente manipulada por la Iglesia y los sectores más conservadores, era que el evolucionismo afirmaba lo segundo.

El proceso atrajo una enorme atención de la prensa –que fue la que lo bautizó enseguida como "juicio del mono"– y de la opinión pública estadounidense, máxime cuando aceptó defender al acusado el famoso abogado Clarence Darrow. Pese al brillante alegato final de éste, Scopes fue condenado por el Tribunal, si bien sólo a una multa simbólica y no a pena de prisión como pedía el fiscal. El juicio inspiró una célebre obra de teatro, La herencia del viento, que fue llevada al cine en 1960 con Spencer Tracy, Fredric March y Gene Kelly en el reparto.


El diario El Clarín (de Argentina) escribibió, la respectol asiguiente crónica:

John Thomas Scopes, de 24 años, enseñaba biología en el secundario de Dayton, un pueblito de Tennessee. A principios de julio de 1925, mientras daba clase, dos policías entraron al aula y se pusieron contra la pared del fondo. Scopes, perturbado, despidió a sus alumnos y los policías lo invitaron a ir hasta la droguería del pueblo.

Allí estaba el metodista George Rappalyea, entre otros líderes locales.

—Estuvimos discutiendo y yo dije que nadie podía enseñar biología sin enseñar la evolución —comenzó Rappalyea.

—Así es —asintió Scopes.

Rappalyea sacó un libro de los estantes de la droguería, que también funcionaba como almacén de ramos generales. Era el tomo Biología Cívica, de Hunter.

—¿Les estuvo enseñando este libro? Scopes volvió a asentir.

—Entonces cometió un delito —le dijeron. Scopes se quedó atónito cuando los policías lo llevaron hasta la prisión local.

A principios de 1925, los parlamentarios de Tennessee sancionaron una ley que prohibía la enseñanza de la evolución natural, teoría desarrollada por Charles Darwin en su libro El origen de las especies.

En otras palabras, era delito decir que el hombre (varón y mujer) evolucionó de especies inferiores y que el chimpancé era su pariente más cercano en la escala zoológica. Esto, se decía, podía llevar a "perversiones morales". La enseñanza oficial debía ser que el hombre fue creado por Dios, como dice la Biblia.

John Scopes no podía entender su situación. Estaba preso por enseñar ciencia, que era su trabajo. Tampoco entendía que, con su arresto, los líderes locales buscaran atraer la atención sobre Dayton y tentar a algún empresario a invertir en un pueblo que cada vez tenía menos habitantes.

La Asociación de Libertades Civiles Norteamericanas (ACLU) ofreció pagar los honorarios del defensor y eligió a H.G. Wells, el escritor de ciencia ficción autor de La máquina del tiempo y otros relatos fascinantes. Pero a Wells no le interesó.

En realidad, el defensor surgió después de que se conociera quién iba a ser el fiscal. Las autoridades del pueblo consiguieron que William Jennings Bryan, un fundamentalista religioso, tres veces candida to a la presidencia de los Estados Unidos, asumiera la acusación a pesar de que no ejercía el derecho desde hacía 30 años.

Cuando se supo de que actuaría Bryan, hubo un abogado que se propuso para la defensa. Era Clarence Darrow, de 70 años, el abogado más famoso del país.

William Jennings Bryan calificó al juicio de una "contienda entre la evolución y la cristiandad", y a Darrow, como "el mayor ateo" del país. Darrow se unió a la mesa de la defensa, según dijo, porque quería demostrar que Bryan era un intolerante.

El 10 de julio por la mañana, una joven de unos 20 años estaba parada en la puerta de la Corte con un bebé en su brazo derecho y un cartel en el izquierdo que decía: "Scopes, arderás en el infierno". Había más carteles, algunos con la figura de un mono y la cara de Darrow. Uno de ellos permaneció siempre en la puerta del tribunal: "Lea su Biblia todos los días".

Una señora vestida con una camisa de volados blancos, abotonada hasta el cuello, y una pollera larga y negra, cantaba una canción religiosa al frente de otras 50 mujeres. Hacía un calor insufrible y casi todos se apantallaban con diarios, cartón o abanicos. Había puestos de limonada y comida y un olor envolvente a cebollas fritas.

Vinieron periodistas hasta de Hong Kong. Fue la prensa la que bautizó el caso con el nombre que lo identificaría para siempre: "El juicio del mono".

Durante la mañana, unas 1.000 personas fueron entrando a la sala del tribunal para ver cómo enjuciaban a Scopes. Alrededor de 300 se quedaron de pie.

El juez John Raulston golpeó con su martillo para acallar los murmullos. El calor era tan insoportable adentro que se permitió a los hombres estar en camisa. Los procedimientos empezaron con una oración, bajo la firme protesta de Darrow.

La presentación de Bryan, de inflamada aunque aburrida oratoria, era rubricada a cada pausa por un sonoro "amén" del público. Darrow volvió a protestar y el juez debió pedir mesura.

El caso para la fiscalía era muy claro. Con el testimonio de los alumnos probó que Scopes enseñaba la teoría de Charles Darwin, y que esto constituía una violación a la ley de Tennessee. En este tramo, Darrow sólo le preguntó a un alumno si le parecía que su profesor enseñaba cosas perversas o malas. El chico dijo que no.

Los científicos que la defensa propuso como testigos dirían que la ley era injusta pues no se podía tomar a la Biblia, que es un texto religioso, como si fuese un libro de ciencias. Pero Darrow tuvo serios problemas cuando el juez rechazó esos testimonios por impertinentes.

Darrow decidió entonces dar batalla en el terreno de sus oponentes y llamó como testigo al mayor experto en la Biblia que se encontraba presente, es decir al propio fiscal. Bryan, confiado, aceptó.

—¿Todo en la Biblia debe ser interpretado literalmente? —empezó Darrow.

—Así es.

Darrow le mostró una piedra.

—¿Qué edad cree que tiene esta piedra? La ciencia dice que millones de años.

—Tiene menos de 6.000 porque el obispo de Usher fijó la fecha de la Creación: el 23 de octubre del 4004 a.C., a las 9.

—¿Hora del este o del oeste? —Darrow sonrió y al ver la perplejidad de Bryan siguió:

—Déjelo, déjelo... Pero sí dígame, ¿el primer día tuvo 24 horas?

—La Biblia dice que fue un día.

—¿Un día de 24 horas, de 30 horas, de un mes, de un año, de millones de años?

—No lo sé... Mi impresión es que fueron períodos.

—Bueno, si los llama períodos, ¿podría haber abarcado mucho tiempo?

—Tal vez... Podría haber continuado millones de años —Bryan bajó los ojos y sus seguidores quedaron con la boca abierta.

Darrow pidió un veredicto inmediato. El final fue transmitido por radio a todo el país. En 8 minutos, el jurado declaró a Scopes culpable, lo multó con 100 dólares y quedó libre. Era el martes 25 de julio de 1925, hace 75 años.

Darrow apeló, pues buscaba que un tribunal superior dijera que la ley antievolución era inconstitucional.

Cinco días después, el fiscal Bryan se recostó a dormir una siesta de domingo y murió. La diabetes lo había vencido.

El 14 de enero de 1927, la Corte del estado redujo la multa a un dólar y evitó pensar el asunto en profundidad. Dijo: "No es conveniente prolongar este caso tan extraño". La ley no se aplicó más.

Es válido especular que tanto a Scopes como a Darrow les habría encantado saber lo que reveló el 21 de julio de 2000 el científico Craig Venter, del proyecto Genoma humano. Dijo que la evolución ya es una certeza porque probaron que en el hombre hay vestigios de estructuras genéticas de especies anteriores.

Darrow murió en 1938, a los 83 años. Scopes enseñó ciencia toda su vida. Murió en 1970 y fue enterrado en Louisiana según el rito católico por voluntad de su esposa y de sus dos hijos.


Fuente:

Clarín

Muy Interesante
google.com, pub-7451761037085740, DIRECT, f08c47fec0942fa0