Relieves hallados en la milenaria ciudadela de Huaura evidencian cómo el fenómeno de El Niño afectó a esta civilización.
Al descubrirlas, los arqueólogos pensaron que estas figuras representaban a unos danzantes. Hoy se sabe que, en realidad, eran niños famélicos debido a la falta de comida que azotó el valle hace miles de años, durante una sequía por el cambio en la temperatura del mar (Foto Juan Ponce / El Comercio)
Cada vez hay más pruebas de que el milenario pueblo de Vichamapadeció de hambre, por la llegada de un intenso fenómeno de El Niño ocurrido hace 3.800 años. El resultado fue que sus campos de cultivo dejaron de producir y sus pobladores comenzaron a morir.
La historia fue perennizada en uno de los murales del templo principal del sitio arqueológico de Vichama, en Végueta, en Huaura. El sitio fue uno de los últimos pueblos habitados de Caral –la civilización más antigua de América– y es el que mejor ilustra los efectos del cambio climático de hace casi cuatro milenios.
Las excavaciones permitieron desenterrar 34 relieves. De ellos, el año pasado solo se había encontrado una hilera de niños famélicos danzando con los estómagos vacíos. Para los arqueólogos, era una clara alusión a la escasez: no había qué comer.
Hoy se ha logrado desenterrar a otros personajes que aportan más pruebas. Esta vez se hallaron adultos en estado cadavérico: aparecían con los ojos hundidos y las costillas expuestas. Se retrata a la muerte.
Para Ruth Shady, la directora de la Zona Arqueológica de Caral (ZAC), la representación es “un mensaje para el mundo” de cómo un pueblo enfrentó y sobrevivió al cambio climático.
MAR BENDITO
A diferencia de Caral, Vichama supo sobreponerse a los tiempos difíciles. El arqueólogo Pedro Vargas, responsable de las excavaciones, afirma que, según los estudios, este pueblo siguió siendo ocupado después de que Caral quedara deshabitada. Lo lograron gracias a los recursos del mar. En las excavaciones se hallaron restos de peces y moluscos que los ayudaron a aplacar el hambre.
Para Vargas, la otra evidencia la encontraron en el último templo levantado sobre el edificio principal de Vichama. Se trata de un sapo con manos humanas y sobre este aparece un rayo. “En la ideología andina, el sapo simboliza la fertilidad, el agua, la humedad. Su presencia indica que llegó el tiempo de bonanza y que las lluvias volvieron”, sostiene Vargas.
Hay otros indicios de que se intentaba aplacar la furia de la naturaleza. Con el tiempo, los templos nuevos que eran construidos sobre los antiguos cambiaron de dirección. Antes los hacían con sus fachadas mirando hacia el norte, es decir, hacia la capital de Caral. Después, los construyeron mirando hacia el este, o sea, hacia el valle, hacia sus chacras. No está claro por qué, pero parece ser una respuesta de los pobladores de Vichama para menguar los días más difíciles que les tocó vivir.
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