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23 de septiembre de 2018

Las pseudociencias más famosas (y que debes evitar)

¿Qué es pseudociencia? ¿Es el feng shui una pseudociencia? ¿Y la hipnosis? ¿Distinguir entre ciencia y pseudociencia te resulta confuso? Hoy te ayudamos con esta clasificación.


Los negacionistas del cambio climático son acusados de practicar la pseudociencia, como lo son los creacionistas del diseño inteligente, los astrólogos, los ufólogos, los parapsicólogos, los practicantes de medicina alternativa y, a menudo, cualquiera que se aleje de la corriente científica principal. El problema reside en el límite entre la ciencia y la pseudociencia; pues, de hecho, está notoriamente cargado de desacuerdos definitorios porque las categorías son demasiado amplias y confusas, y el término "pseudociencia" está sujeto al abuso adjetivo contra cualquier afirmación que a uno le disguste por algún motivo.

Muchos científicos reconocen que los límites que separan ciencia y pseudociencia son mucho más difusos y permeables de lo que muchos quieren creer.

Fue el filósofo austríaco Karl Popper quien identificó lo que llamó "el problema de la demarcación" como objeto de encontrar un criterio para distinguir entre ciencia empírica, como la exitosa prueba de 1919 de la teoría general de la relatividad de Einstein y la pseudociencia, como las teorías de Sigmund Freud, cuyos seguidores solo buscaban confirmar la evidencia ignorando los casos que no se confirmaban. La teoría de Einstein podría haberse falsificado si los datos del eclipse solar no mostraran la desviación necesaria de la luz de las estrellas doblada por el campo gravitacional del sol. Las teorías de Freud, sin embargo, nunca podrían refutarse, porque no había ninguna hipótesis comprobable abierta a la refutabilidad. Por lo tanto, Popper declaró que la "falsabilidad" es el último criterio de demarcación. Las teorías científicas no son falsables.

El problema es que muchas ciencias no son infalsificables, como la teoría de cuerdas, la neurociencia que rodea la conciencia, los grandes modelos económicos y la hipótesis extraterrestre. Respecto a esto último, a falta de buscar en cada planeta alrededor de cada estrella en cada galaxia en el cosmos, ¿podríamos decir alguna vez con certeza que los extraterrestres no existen?

Según el historiador de la ciencia de la Universidad de Princeton Michael D. Gordin "Nadie en la historia del mundo se ha autoidentificado como pseudocientífico. No hay persona que se despierte por la mañana y piense a sí mismo: Me dirigiré a mi pseudolaboratorio y realizaré algunos pseudoexperimentos para tratar de confirmar mis pseudoteorías con pseudofactores".

Sin embargo,
la pseudociencia confunde al público sobre la naturaleza de la teoría evolutiva y cómo se desarrolla la ciencia.

Aquí, quizás, hay un criterio práctico para resolver el problema de la demarcación: la conducta de los científicos reflejada en la utilidad pragmática de una idea. Es decir, ¿la nueva idea genera interés por parte de los científicos que trabajan para su adopción en sus programas de investigación, produce nuevas líneas de investigación, conduce a nuevos descubrimientos o influye en las hipótesis, modelos, paradigmas o visiones del mundo existentes? Si la respuesta es no, es probable que sea una pseudociencia.

Así las cosas, la ciencia es un conjunto de métodos destinados a probar hipótesis y construir teorías. Si una comunidad de científicos adopta activamente una nueva idea y si esa idea se extiende a través de distintos campos y se incorpora a la investigación que produce conocimiento útil reflejado en presentaciones, publicaciones y especialmente nuevas líneas de investigación, lo más probable es que sea ciencia.

Determinar qué es pseudociencia no es discriminatorio, sino que no hacerlo es perjudicial para la sociedad.

Pero, ¿cómo identificar ciencia vs. pseudociencia?


18 de diciembre de 2017

No nacemos creyentes: un estudio concluye que la religión no tiene que ver con el pensamiento intuitivo o racional


Un nuevo estudio de la Universidad de Oxford acaba de descartar que el sentimiento religioso esté relacionado con el pensamiento intuitivo. La conclusión echa por tierra no solo una convención de la psicología. Además descarta que la religiosidad sea algo con lo que nacemos.

Hasta ahora la psicología cognitiva explicaba el desarrollo del sentimiento religioso en el cerebro como un resultado del pensamiento intuitivo. En otras palabras, que las creencias religiosas surgen de manera intuitiva, y que las diferentes religiones canalizan una conclusión a la que las personas llegan de antemano siguiendo un proceso natural. Según esta hipótesis ampliamente aceptada, las personas creyentes son más intuitivas que analíticas.

Un equipo combinado de neurocientíficos, psicólogos y filósofos del Centro de Avances en Ciencias del Comportamiento en las Universidades de Coventry y Oxford ha examinado esa asunción realizando un estudio sobre un grupo de peregrinos del Camino de Santiago.

El estudio comenzaba entrevistando a los vountarios para determinar su grado de creencias religiosas y sobrenaturales. Después se les sometió a una larga batería de pruebas de lógica, matemáticas y probabilidad destinadas a analizar su grado de pensamiento intuitivo. Finalmente, se les sometió a un experimento no invasivo de electroestimulación sobre el gyrus frontal inferior, una zona del cerebro que se suponía estaba asociada a la inhibición de creencias sobrenaturales en personas ateas.

Ni uno solo de los experimentos permitió probar de manera concluyente la relación que se suponía entre sentimiento religioso y pensamiento intuitivo. Según el principal autor del estudio: Miguel Farías:
Qué nos impulsa a creer en dioses? ¿La intuición o la razón, el cerebro o el corazón? Existe un largo debate en torno a esta cuestión, pero nuestras conclusiones desafían la teoría de que las creencias religiosas estén determinadas por un pensamiento intuitivo o analítico. No creemos que las personas nazcan creyentes del mismo modo en que todas acaban aprendiendo de manera inevitable algún tipo de lenguaje.
Si no es intuitivo ni de nacimiento, ¿de dónde provienen los sentimientos religiosos? Farías apunta a factores sociales:
Los datos sociológicos e históricos de los que disponemos muestran que nuestras creencias se basan fundamentalmente en factores sociales y educativos, y no en diferencias cognitivas como la dicotomía entre pensamiento intuitivo o analítico. El sentimiento religioso se basa muy probablemente en la cultura de cada uno, no en algún tipo de intuición primitiva o corazonada.

Fuente:

Gizmodo
 

24 de septiembre de 2013

Las ofensivas cartas marcadas de los creyentes a la hora de discutir sobre ciencia

religion genesis creacionismo ciencia evolucion biblia dios conflictoA lo largo de los años cualquier racionalista se habrá visto inmerso en multitud de discusiones sobre el eterno debate entre ciencia y religión con creyentes del más diverso pelaje, desde los fundamentalistas bíblicos hasta los más moderados y abiertos miembros de la grey religiosa. Pero sea cual sea el nivel de profundidad religiosa del interlocutor, queda siempre la sensación de haber sido estafado respecto a los términos de la discusión.

Y esto es así porque cuando un creyente al hablar sobre ciencia (ya sea en una charla de bar, en un foro de internet o dejando comentarios en una web) utiliza argumentos religiosos, digámoslo coloquialmente, está usando “cartas marcadas” ya que por supuesto él ya tiene una seguridad inamovible (puesto que es creyente) en su particular verdad revelada. Y esta verdad absoluta será puesta siempre por encima de cualquier evidencia que se le muestre en su contra por muy contundente que esta pueda llegar a ser. Y generalmente en este tipo de situaciones, no pasa mucho tiempo hasta llegar a un callejón sin salida por muy paciente y lógico que uno sea presentado argumentos racionales o pruebas experimentales en defensa de la tesis científica en cuestión. Y lo mismo ocurre cuando se muestran al creyente los evidentes errores que se derivan de pensar que, unos profetas básicamente iletrados de la más remota Antigüedad poseen algún tipo de conocimiento relevante para nuestra actual sociedad hipertecnológicamente desarrollada. Como comentó el famoso personaje del Dr House en una de sus lapidarias y ya célebres citas:
Si se pudiera razonar con la gente religiosa no habría gente religiosa.
Además todavía hay un detalle fundamental que a mí personalmente me indigna muchísimo en este tipo de situaciones. Los religiosos pueden tener formación científica o no, saber mucho o desconocer datos científicos particulares, pero lo que ellos siempre “saben” con total seguridad es que la ciencia en el fondo es errónea, porque muchas veces (si no todas) contradice de forma diametral aquello que sus libros sagrados (emanados de una divinidad omnisciente no lo olvidemos) les ha revelado. Y en este punto hay que entender que esta ignorante creencia es ofensivamente insultante para esos millones de personas que nos dedicamos con mayor o menor fortuna a la tan famosas pero ingratas labores científicas.

Porque estos individuos (desde la superioridad que les confieren sus púlpitos, imaginarios o reales) están pregonando a los cuatro vientos sin ningún pudor, que la más poderosa herramienta que ha ideado la mente humana para entender la realidad y quizás la única de la que disponemos en la actualidad para nuestra propia supervivencia como especie: el método científico, es errónea.

Así en una situación equivalente ¿Cómo sería tratado un individuo incapaz de leer y escribir correctamente que dijera en un foro sobre literatura que Cortázar o Cervantes son basura mientras se vanagloria de su analfabetismo? ¿O un personaje que escribiera un comentario en una web especializada en ingeniería (o ya puestos en el Aula Magna de la Universidad) que aunque no sabe nada de las matemáticas más elementales, él considera que el puente Golden Gate de San Francisco es una chapuza de diseño? ¿Alguien puede pensar que en esas condiciones hay que ser tolerante con las opiniones y respetar tamaños despropósitos? Entonces ¿porqué hay ser más condescendientes (y habitualmente sumisos) con la prepotente ignorancia anticientífica religiosa que con el resto de las ignorancias?

Fuente:

La Ciencia y sus Demonios

22 de diciembre de 2012

El 'pegamento social' de la Navidad

Comida solidaria de Navidad en un colegio de Valencia. | Benito Pajares

Comida solidaria de Navidad en un colegio de Valencia (España) | Benito Pajares
En los próximas dos semanas, millones de personas de todo el mundo compartirán mesa con familiares y amigos. Ya sea con motivo del solsticio, la despedida del año o la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, cumpliremos con algunos rituales y celebraciones que llevan celebrándose desde hace milenios. Lo que todos ellos tienen en común es su origen religioso.

Los antropólogos situamos el origen de la religión en los primeros 'Homo sapiens'. Pensamos que tuvo que ser en esa época por las pinturas halladas en las cuevas y algunos esqueletos de hace 30.000 años enterrados ritualmente con ocre, señal de que probablemente creían en la vida después de la muerte.

Aunque con formas y fondos muy diversos, la religión es un fenómeno universal entre los cazadores-recolectores y ha emergido en todas las sociedades modernas del mundo. Desde sus orígenes, entre otras funciones, la religión ha servido como instrumento de cohesión. Algo así como un pegamento social que favorece la unión de sus miembros y recuerda simbólicamente algunos de sus valores y necesidades más importantes. En las fiestas o rituales, es donde estos se hacen más visibles y evidentes.

Varios expertos creen que las raíces del ritual como modo de festejo pueden rastrearse en los animales. En el juego y en la celebración, por ejemplo, se dan comportamientos y emociones muy similares. Cuando los chimpancés ven a un compañero conseguir una comida que saben que compartirá con ellos, se excitan y dan saltos de alegría anticipándose a la recompensa.

También se ha observado que los chimpancés del Parque Nacional de Gombe (Tanzania), al aproximarse a las cataratas y rápidos del río, contagiados por el sonido que producen, comienzan a bailar y jugar solos. Después, suelen quedarse sentados, hipnotizados, mirando como van y vienen sus aguas.




Vídeo 1: La fascinación de los chimpancés ante las cataratas

Jane Goodall cree que los chimpancés también tiene algún tipo de espiritualidad, solo que no pueden hablar de ello como nosotros hacemos. Puede que en la contemplación de la naturaleza resida el origen de la religión.

Las fiestas y celebraciones son fundamentales para recordar los vínculos existentes y recordar las alianzas dentro y fuera de la tribu. A pesar de que no somos conscientes, los humanos usamos estos eventos con el mismo fin. Las bodas, bautizos y demás fiestas cumplen con este objetivo.

A nivel colectivo, la religión provee de un marco normativo a las acciones, en ausencia de tribunales y policías que aseguren las buenas prácticas. Es decir, son muy útiles para regular el comportamiento de las personas cuando interaccionan entre sí y no existen instituciones que vigilen o a las que se pueda acudir en caso de injusticia o agravio. En las fiestas se recuerda esta moral compartida.

Fuente:

YO Mono

Obviamente en una sociedad desarrollada ya no se necesita la religión. Pero siempre serán necesarias las convicciones y la fé. Un ser humano necesita fé para seguir por el camino; y sin conviciones profundamente arraigadas y que guíen nuestra conducta no somos personas sino individuos. Pero, ojo que al hablar de fé no estamos hablando de una fé metafísica, sino de una fé en que la Humanidad, con las herramientas (materiales y espirituales) que posee, puede transformar el mundo en un lugar de paz, justicia, libertad y solidaridad.

La fé no puede estar en un ser mítico que vive en el más allá, la fé tiene que estar puesta en el hombre y en la ciencia y las enseñanzas que podemos sacar de nuestra historia. Las sociedades actuales, bajo el signo de las políticas económicas neoliberales,  están en decadencia; y corresponde a los hombres de buena voluntad transformar estas sociedades. Las sociedades nuevas no llegarán gracias a la mano invisible de dios o a la mano invisible del libre mercado; las sociedades actuales necesitan ser destruidas, y de sus ruins emergerán las sociedades nuevas.

14 de diciembre de 2012

¿Por qué compartimos información en redes sociales?





Cada vez compartimos más información a través de redes sociales.


Internet y las redes sociales han explotado al máximo la era de la información.

Nunca en la historia de la humanidad había existido tanta información, en forma tan frecuente y a través de una cantidad tan grande de fuentes.

Y nunca había habido tantos receptores. Miles de millones de usuarios en todo el mundo consumiendo medios en diferentes idiomas.

Pero basta mirar de cerca la información que más se comparte para descubrir que ésta no necesariamente es la más exitosa, al menos en lo que a tráfico se refiere.

En BBC Mundo, por ejemplo, vemos las cifras todos los días. Nueve de cada diez veces los artículos que fueron más "populares" en las redes sociales (medidos por clics) no fueron los más compartidos y viceversa.

Las redes sociales han facilitado el compartir información con nuestros amigos o redes de influencia, pero curiosamente esta teoría indica que una cosa es lo que leemos y otra la que compartimos.

¿Por qué hacemos clic en un vínculo en Facebook o Twitter? ¿Por qué leemos cierta información?

La respuesta más sencilla es porque nos interesa. Pero es un poco más complejo que eso. Hacemos clic porque queremos saber algo que desconocemos.

También porque creemos que será útil o que nos beneficiará de alguna manera.

En resumen hacemos clic porque responde a una necesidad individual. Nos va a dar algo a nosotros.

¿Cuál es entonces la diferencia con compartir? ¿Por qué decidimos dar un retuit o compartir algo en Facebook o Google+? Porque nos hace relevantes.

El distribuir cierta información puede hacernos más interesantes frente a los ojos de familiares o seguidores.

Un estudio de The New York Times, por ejemplo, encontró que el 68% de usuarios en EE.UU. asegura que comparte información para "definirse" frente a los demás y mostrar qué tipo de información les interesa.

Poco más del 70% expresó que lo hace para conectarse con personas que comparten sus intereses, el famoso networking como se le llama en inglés.

La fórmula indica que en varias ocasiones la gente comparte un artículo sin haberlo leído, sólo porque el titular o sumario lo hacen verse más interesante.

Y no necesariamente comparte todo lo que lee por considerarlo íntimo o demasiado revelador de su conocimiento.

También, al compartir, entra en juego un componente emocional. Se distribuye un vínculo porque es divertido o se retuitea algo porque es cercano a nuestras pasiones (un equipo de fútbol, una comida).

Pero más allá de lo interesante que puede hacernos ver la información, los estudios también demuestran que compartimos noticias cuando éstas ponen las cosas en contexto, cuando nos explican el mundo.

Ante tanta neblina, el contexto ayuda a navegar.

Hace años leí un excelente libro de Luis Villoro llamado "Creer, saber y conocer". En él -a riesgo de simplificarlo demasiado- el autor distingue el creer (tener una idea sobre algo), del saber (disponer de información sobre el tema) y del conocer (tener autoridad sobre el tema). Para él los tres eran conceptos similares y a la vez, muy diferentes.

Lo mismo ocurre en la era digital. Una cosa es la que se lee, otra la que se visita y una más la que se comparte. Leer, hacer clic y compartir es similar, pero muy diferente.

Fuente:

BBC Ciencia

13 de diciembre de 2011

Un estudio afirma que la gente inteligente es menos propensa a creer en Dios

(cc) flickr robotskirts

La idea no es entrar en el debate ciencia-religión que lleva miles de años y será difícil de zanjar, pero este estudio de psicología sin dudas generará ruido en ambos bandos. Según el análisis del profesor Richard Lynn de la Universidad de Ulster, las personas con un coeficiente intelectual más alto son menos propensas a creer en Dios.

El profesr Lynn argumentó su conclusión en que la disminución de las creencias religiosas en el siglo XX ha ido de la mano del aumento de la inteligencia promedio, entre otras causas, por una mayor preparación de la sociedad en relación a la de otras épocas. También destacó que la disminución de la práctica religiosa durante el siglo pasado en 137 naciones desarrolladas estuvo directamente relacionada con el aumento de la inteligencia promedio.

Este estudio, publicado en la revista académica Intelligence, fue tildado de “simplista” por los críticos, y que no ofrece fundamentos más allá de una estadística básica como la del aumento de los estudiantes universitarios.

El profesor Gordon Lynch, director del Centro para la Religión y la Sociedad Contemporánea en el Birkbeck College de Londres, dijo que no tuvo en cuenta una compleja gama de factores sociales, económicos e históricos: “Vincular las creencias religiosas y la inteligencia de esta manera podría reflejar una tendencia peligrosa, el desarrollo de una caracterización simplista de la religión como algo primitivo, al mismo tiempo que estamos tratando de hacer frente a problemas muy complejos de pluralismo religioso y cultural, tal vez no sea la respuesta más útil”, aclaró.

También Alistair McFadyen, profesor de teología cristiana en la Universidad de Leeds, dijo que en la conclusión de Lynn había “un ligero matiz de imperialismo cultural de Occidente, así como un sentimiento anti-religioso”.

La profesora David Hardman, jefa de desarrollo del aprendizaje en la London Metropolitan University marcó una posición un poco más neutral y aclaró: “Es muy difícil llevar a cabo verdaderos experimentos para explicar una relación causal entre el CI y las creencias religiosas. Sin embargo, hay evidencia de que el dominio de mayores niveles de inteligencia estarían asociados a una mayor capacidad, o quizás voluntad, lo que permitiría cuestionar y derribar a las instituciones más fuertes”.

El profesor Lynn, que ha provocado controversia en el pasado con una investigación que relacionaba la inteligencia con la raza y el sexo, agregó que justamente, los profesores universitarios eran menos propensos a creer en Dios que ningún otro.

Fuente:

FayerWayer

19 de septiembre de 2011

Por qué creemos que nuestras supersticiones cambian la realidad

Muchos de nosotros seguimos rituales o cargamos amuletos para atraer la buena suerte, pero ¿por qué insistimos en que hay patrones o conexiones significativas en eventos aleatorios e insignificantes?

Pierna de futbolista con balón

Las únicas medias que quizás lleguen a influir en el resultado de un partido son las del futbolista.

En la televisión están pasando el resumen de los mejores momentos de un partido y usted está mirándolos con sus medias de la suerte.

Sí, esa escena sucede después de que sonó el silbato final, y sin embargo usted espera que sus medias van a cambiar la dirección de la causalidad (además de otras múltiples leyes de la física).

Yo sé que los únicos números que importan en ese momento son los resultados que muestran que su equipo ganó.

Le tienen sin cuidado los grandiosos principios estadísticos, pero le debo advertir que usted y sus medias de la suerte están cometiendo un grave error estadístico.

El error es tan fundamental que tiene nombre: "error tipo I". Aunque el "error tipo II" también es bastante fundamental.

No sólo eso. Usted puede incluso estar sufriendo de apofenia, pero de eso hablaremos más tarde.

Y un par de datos más mientras todavía me está prestando atención. Primero: según un descubrimiento hecho en 1947, su conducta es compartida por las palomas... en principio, pues las palomas no usan medias de la suerte. Segundo: el error que está cometiendo puede hasta ser bueno.

Asociación accidental

¿Qué tiene que ver con la estadística el que la gente tenga medias de la suerte u otras supersticiones para "asegurarse" de que les va bien en los deportes y otras cosas? Déjeme contarle primero sobre las palomas y luego le hablo de estadísticas.

Palomas volando

Las palomas también tienen sus supersticiones.

En 1947, el famoso psicólogo conductista B.F. Skinner metió a unas palomas hambrientas en una caja y les dio comida en intervalos inciertos. Las palomas, notó Skinner, empezaron a pensar que lo que sea que estuvieran haciendo cuando la comida aparecía de alguna manera causaba su llegada, así que lo hacían a menudo.

"Una paloma estaba condicionada a darle vueltas a la jaula en la dirección opuesta a las agujas del reloj y daba dos o tres vueltas entre las raciones", escribió. "Otra empujaba su cabeza repetidamente contra una de las esquinas superiores de la caja. Otra más sacudía bruscamente la cabeza".

"Se puede decir que el experimento demostró una suerte de superstición. El ave se comporta como si existiera una relación de causalidad entre su conducta y la aparición de la comida, a pesar de que no existe", señaló Skinner.

Lo llamó "reforzamiento adventicio": una asociación accidental entre un resultado y lo que sea que usted esté haciendo en ese momento se establece en su mente como una relación real.

Cabe anotar que hay quienes retan el análisis de Skinner y, teniendo en cuenta que él también desarrolló un misil guiado por una paloma durante la Segunda Guerra Mundial, es evidente que le gustaban las ideas provocativas, aunque no mucho las palomas.

En cualquier caso, esa tendencia a encontrar conexiones que no existen también se conoce como apofenia, que Wikipedia define como: la experiencia consistente en ver patrones, conexiones o ambos en sucesos aleatorios o datos sin sentido.

La ilusión de la conexión

Lo que nos lleva al vínculo con la estadística. En términos estadísticos, se trata de la sobreinterpretación del azar. La comida llegaba en cualquier momento pero las palomas no manejan bien lo fortuito, así que se inventan una causa.

Trébol de cuatro hojas

Las falsas conexiones llevan a conclusiones erradas... eso no siempre es malo.

Lo mismo con alguna gente: no nos gusta sentir que la relación entre nosotros y el resultado que obtiene nuestro equipo no existe, así que buscamos alguna asociación que esté a la mano: "¡Ah! Eso debió haber pasado porque...".

Una de las cosas más difíciles al examinar estadísticas es determinar si A realmente causa B, o si B sencillamente sucedió sin razón o por otra razón distinta.

El punto de partida para investigar estos problemas es asumir que no hay ninguna relación entre A y B, lo que es conocido como la hipótesis nula. Se puede rechazar esta hipótesis sólo si hay evidencia de que sus medias de la suerte realmente hacen que su equipo gane los partidos.

Si rechazamos esa hipótesis falsamente, y decidimos que sus medias sí marcan una diferencia cuando realmente no lo hacen, estaremos cometiendo un "error tipo I". Pensamos que algo que no está pasando, sucede.

El otro tipo, el "error tipo II", es pensar que no hay vínculo cuando sí lo hay. Sus medias, que no han influido para nada en el resultado de los partidos de su equipo preferido, sí han sido un factor determinante para el equipo de fútbol de Estonia, pero usted descartó esa posibilidad.

Así que, en realidad, sus medias representan el problema más fundamental de la ciencia de la estadística.

Bueno para todos

Y la última vuelta de la tuerca: todo esto puede haber sido muy beneficioso para nuestra supervivencia.

En un artículo de hace unos años, en la revista Scientific American, el historiador de las ciencias Michael Shemer escribió:

"Nuestro cerebro es una maquina de reconocimiento de patrones, que conecta puntos y encuentra significado en los patrones que cree ver en la naturaleza".

"A veces A realmente está conectada a B; a veces no. Cuando lo está, aprendemos algo valioso sobre el ambiente en el que hacemos las predicciones y eso ayuda a la supervivencia y a la reproducción... Desafortunadamente, lo que no desarrollamos fue un sistema de detección en el cerebro para distinguir entre los patrones reales y los falsos", agrega.

De manera que fue así como sobrevivimos y evolucionamos lo suficientemente bien para alcanzar este avanzado punto en la civilización en el que usted se pone las medias de la suerte para asegurarse de que su equipo ganará el partido (o carga cualquier otro amuleto, con cualquier otro fin).

Pero, así nuestros hiperactivos sistemas de reconocimiento de patrones creen sólo la ilusión de Enlaceque podemos controlar lo que no está en nuestras manos, ¿qué importa?

Quizás el pináculo de la evolución es tener la capacidad de inventar ilusiones esperanzadoras.

Fuente:

BBC Ciencia

¿Por qué los creyentes no quieren escuchar los argumentos que critican su creencia?

Como dice Michael Shermer, la gente lista cree en cosas raras porque está entrenada en defender creencias a las que ha llegado por razones poco inteligentes. Pero el siguiente experimento que os voy a referir trata más bien de personas normales que profesan algún tipo de fe y que no son especialmente duchas en defenderla. Entonces prefieren no escuchar. No escuchar para impedir la entrada en su mente de puntos de vista inconvenientes.



El experimento se llevó a cabo en la década de 1960 por los científicos cognitivos Timothy Brock y Joe Balloun. La mitad de los participantes en el experimento eran religiosos, y la otra mitad, ateos. A ambos grupos se les pasó un mensaje grabado que atacaba el cristianismo.

Pero había algo más. En la grabación se añadió un poco de molesta electricidad estática, una especie de chisporroteo de fondo que impedía entender bien todas las palabras. No obstante, el que escuchaba el mensaje tenía la posibilidad de reducir estas interferencias pulsando un botón: entonces el mensaje se entendía sin dificultad.

Los resultados fueron totalmente previsibles y bastante deprimentes: los no creyentes siempre intentaban eliminar las interferencias, mientras los individuos religiosos preferían que el mensaje fuera difícil de oír. En posteriores experimentos de Brock y Balloun en que unos fumadores escuchaban un discurso sobre la relación entre el tabaco y el cáncer se reveló un efecto parecido. Todos acallamos la disonancia cognitiva mediante la ignorancia autoimpuesta.

Naturalmente, esto ocurre en toda clase de personas: también entre científicos ateos frente a argumentos de creyentes. Aunque, en este caso, el hecho no es tan flagrante porque los científicos acostumbran a aducir pruebas (o se limitan a negar que no creen, y la carga de la prueba está en el que afirma, no en el que niega). Y raramente veremos que un científico se siente ofendido en sus creencias si un creyente critica sus ideas científicas: sólo es buen científico precisamente el que anhela encontrar errores en sus ideas a fin de armar ideas mejores. En el caso del creyente, incluso se aplaude la inmovilidad de las ideas aunque todo apunte a que están equivocados.

Por ello,
muchos creyentes se niegan a escuchar los argumentos esgrimidos por ateos, o por la misma ciencia, si éstos entran en conflicto con sus creencias. Y si los escuchan, es como si sólo oyeran el sonido de las palabras, pero el mensaje no les empapa la mente.

Algo parecido sucede en un artículo de ciencia donde se critique o cuestione la fe: enseguida se llenará de lectores que tratarán de defender con uñas y dientes sus creencias (en el mejor de los casos) o censurar el contenido de cualquier forma, por ejemplo aduciendo que el contenido les ofende profundamente (en el peor). (En ese sentido, resulta curioso lo de tener que respetar las creencias ajenas: si se respetaran todas las creencias, también debería respetarse el no respetar determinadas creencias. O incluso deberíamos respetar ideas como el nazismo, la esclavitud o la pederastia. Las ideas no merecen respeto, sino las personas; y las personas no deberían ser sus ideas, sino difícilmente progresarían y aprenderían de los errores de las mismas).

Dicho lo cual, si acaso debiéramos respetar un único mandamiento, el undécimo: aprenderás, dudarás de todo, sobre todo de quienes dicen saber la verdad, y también dudarás de ti mismo y del resto de los 10 Mandamientos. Y si alguien dice que lo que crees es falso o es peligroso, desearás con toda tu alma que te expliquen la razón, para no desperdiciar ni un minuto más en ello.

Podéis leer más sobre estos asuntos en ¿La religión es también una pseudociencia?, ¿Creer en Dios es como creer en Santa Claus? y La inmoralidad de profesar una fe.

Vía | Cómo decidimos de Jonah Leherer

Tomado de:Enlace

Xakata Ciencia

23 de marzo de 2011

La religión desaparecerá en nueve países, dice un estudio

Países analizados
  • Australia
  • Austria
  • Canadá
  • Finlandia
  • Irlanda
  • Nueva Zelanda
  • Países Bajos
  • República Checa
  • Suiza

Un estudio que utiliza datos de censos de nueve países muestra que la religión está por extinguirse en esas naciones.

La investigación encontró un aumento constante en el número de personas que afirman no tener fe alguna.

El modelo matemático utilizado por los científicos tuvo en cuenta la relación entre la cifra de entrevistados que eran religiosos y las motivaciones sociales que estos tenían.

El resultado, difundido durante la reunión de la American Physical Society (Sociedad Estadounidense de Física) en Dallas, Estados Unidos, indica que la religión va a morir por completo en esos países.

Para la investigación se recurrió a la dinámica no lineal, que se usa para explicar una amplia gama de fenómenos físicos en los que se interconectan una serie de factores.

Un miembro del equipo, Daniel Abrams, de la Universidad de Northwestern, propuso un modelo similar en 2003 para poner en números la declinación de los idiomas menos hablados del mundo.

El núcleo del estudio era observar la competencia entre los hablantes de lenguas diferentes y la "utilidad" de hablar una en lugar de otra.

"Simple"

"La idea es bastante simple", explica Richard Wiener, de la Corporación para la Investigación de Adelantos Científicos.

"El estudio sugiere que los grupos sociales que tienen más miembros resultan más atractivos para unirse y postula que las agrupaciones de este tipo poseen un estatus o utilidad social.

"Por ejemplo, en los idiomas puede resultar de mayor utilidad o estatus hablar español en lugar de quechua (con tendencia a desaparecer) en Perú. Del mismo modo hay algún tipo de estatus o utilidad en ser un miembro de una religión o no".

El equipo tomó datos de censos que se remontan hasta un siglo en los países en los que el censo consulta la afiliación religiosa: Australia, Austria, Canadá, la República Checa, Finlandia, Irlanda, Países Bajos, Nueva Zelanda y Suiza.

"En un gran número de democracias seculares modernas hay una tendencia popular a identificarse como no afiliados a ninguna fe. En los Países Bajos, el número fue de 40%, y la más alta que vimos fue en la República Checa, donde fue de 60%", explica Wiener.

El equipo entonces aplicó el modelo de dinámica no lineal, ajustando los parámetros de los méritos sociales y utilitarios de los miembros de la categoría de los "no religiosos".

Descubrieron, en su estudio publicado en internet, que los parámetros eran similares en todos los países estudiados, lo que sugiere -a través de la matemática- que el comportamiento era similar en todo ellos.

Y en todos los países, las indicaciones fueron que la religión se encaminaba a la extinción.

"Creo que es un resultado sugerente", explica Wiener.

"Es interesante que un modelo bastante simple captura los datos, y si esas ideas simples son correctas, arroja resultados de lo que podría estar pasando".

"Obviamente, cualquier individuo atraviesa situaciones más complejas, pero todo eso se promedia".

Fuente:

BBC Ciencia

26 de enero de 2011

¿Por qué creemos en cosas tan raras?

Todos los seres vivos estamos evolutivamente preparados para buscar y encontrar patrones. Observamos patrones en las nubes cuando creemos ver figuras conocidas. O realizamos actos que no tendrían ningún sentido de no ser porque nos transmiten seguridad o con anterioridad nos han reportado beneficios. Es más, todos hemos vivido casos similares: dejar de tomar algo porque en una ocasión nos salió mal, ponerse cierta prenda porque anteriormente nos dio “suerte”, etc. De hecho, la propia astrología está basada en un intento de encontrar en las estrellas patrones conocidos para los humanos.

Pero parece ser que esto no es algo únicamente humano. Existe documentación sobre el supuesto comportamiento supersticioso en animales. Está el ejemplo del experimento de la paloma de Skinner. Burrhus Frederick Skinner descubrió comportamientos semejantes a la superstición en aves enjauladas, cuya comida se les suministraba periódicamente. No obstante, las palomas realizaban diferentes acciones (dar vueltas sobre sí mismas, dar cierto número de picotazos en la jaula, etc.) como si hubiese una relación causal entre esas acciones y la presencia de comida. Las palomas “creían” que si repetían ciertas cosas, se les administraría la comida. Aunque esta les era administrada independientemente de lo que hiciesen. A pesar de todo, no quedó claro si era correcta la conclusión de la superstición en animales.

Pero decididamente estamos hechos para creer.

Lea el artìculo completo en:

Amazings

8 de diciembre de 2007

¿En qué cree el ser humano?: Vudú y Cristianismo en Haití

¿En qué cree el ser humano?

LUIS MIGUEL ARIZA 09/12/2007 -

A 150 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, la capital de Haití, existe una cascada que se precipita desde más de treinta metros de altura, y que funciona como un imán para miles de peregrinos cada 16 de julio. Se denomina Saut d’Eau (Salto de Agua), y allí acuden, generalmente vestidos de blanco, hombres, mujeres y niños para transformarse, de una manera literal, en el receptáculo de los dioses.



Para alcanzar la cascada deben atravesar varias escarpaduras de piedra caliza. El contacto con el agua representa el momento culminante, pero anteriormente a que esto suceda, los que aguardan pueden contemplar cómo algunos de sus amigos se mueven imitando el movimiento de las serpientes: han sido poseídos por la diosa africana Damballah-Wedo. El agua cae con una fuerza tremenda, de forma que no es raro advertir que algunos que se colocan debajo de la cascada dejan que su ropa sea arrancada literalmente a pedazos. El contacto “es lo que permite que el espíritu se meta en ellos”, explica la fotógrafa italiana Giorgia Fiorio, que ha viajado por todo el mundo recogiendo momentos así. Ese instante culminante permite la entrada en un trance tras el cual los peregrinos caen derrumbados sobre las aguas. Han venido a pedir a la diosa del amor, Erzulie Freda, que purifique sus cuerpos, en busca de fortuna o de fertilidad.

Se trata de uno de los más importantes ritos vudúes. Aunque quizá lo extraordinario es que muchos de esos peregrinos llevan cruces católicas colgando de sus cuellos, y que algunos también veneran a la Virgen del Carmen, un elemento sustancial del cristianismo en Haití, que tiene en Saut d’Eau su lugar de culto, precisamente el mismo 16 de julio. La leyenda cuenta que la Virgen se apareció a los haitianos en 1847 en este lugar, encima de una palmera, y que curó a muchos enfermos cerca de las cascadas sagradas.


Resulta fascinante comprobar cómo aquí la tradición católica se entremezcla con las religiones africanas que forman parte del vudú, plagadas de dioses –existen hasta 401– y, por supuesto, de magia. Cerca del 80% de los haitianos profesa el vudú, pero no reniega de su catolicismo. Muchos de sus antecesores llegaron aquí como esclavos, fueron bautizados en el cristianismo, pero conservaron en la clandestinidad sus rituales africanos.

El propio vudú tiene una leyenda negra –los zombis, muertos vivientes– que el cine de Hollywood ha sabido explotar de maravilla, lo que constituye probablemente el cú­¬mulo de mentiras más efectivo que ha distorsionado una creencia religiosa.

De acuerdo con el antropólogo norteamericano Wade Davis, la idea de que el vudú se basa en la práctica de la magia negra y que los zombis atacan a la gente es una invención de Estados Unidos, y en especial de la ocupación militar de Haití por parte de los marines entre 1915 y 1936. Sus mandos les proporcionaron novelas en las que se decía que los sacerdotes vudúes –los hougans– criaban niños para cocerlos en calderos, practicaban el canibalismo y decidían el destino de la gente atravesando mu¬¬ñecos con alfileres. Con estos contratos tan particulares, el cine encontró un filón para fabricar malas películas de terror.


Wade investigó lo que había de real detrás de los zombis, y logró identificar un compuesto tradicional –cuya existencia se reconocía incluso en el Código Penal del Gobierno haitiano– que lograba que una persona pareciese muerta. Se trataba de una tetrodotoxina presente en un pez, un anestésico 160.000 veces más potente que la cocaína, que bloquea los canales de sodio de los nervios (también un veneno mil veces mayor que el cianuro); el individuo siente una parálisis facial total mientras que su metabolismo se reduce al mínimo, hasta que fallece. De acuerdo con este antropólogo, la zombificación es un castigo social que algunas sociedades secretas de Haití imponen a ciertos individuos por transgredir las reglas, envenenándolos. Pero esto es algo extremadamente raro. Haití no es una fábrica de zombis, indica Davis, pero al ser la zombificación un castigo –los haitianos no tienen miedo a los zombis, sino a convertirse en uno de ellos– resulta aceptada como algo creíble… y posible.

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El País - Sociedad
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