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27 de febrero de 2012

¿En qué parte del cerebro se sitúa la motivación para hacer deporte o estudiar?


estudiarNeurocientíficos franceses han descubierto cuál es la parte del cerebro implicada en la motivación que necesitamos tanto para llevar a cabo acciones que implican esfuerzo físico como en el desempeño de aquellas que suponen un "reto mental".

En un estudio que publica la revista PLoS Biology, Marhias Pessiglione y sus colegas de la Universidad Pierre y Marie Curie/CNRS aseguran que los resultados de una actividad dependen del esfuerzo que invirtamos, que a su vez depende de la motivación. Los deportistas entrenan con más intensidad si los resultados les deparan prestigio social o recompensas económicas. Lo mismo les ocurre a los estudiantes que preparan un examen, o a los profesionales que preparan una presentación para intervenir en un congreso. A través de una serie de experimentos con resonancia magnética, los científicos franceses han demostrado que para decidir cuánto esfuerzo invertimos en tareas cognitivas como motoras existe un "centro universal de la motivación" situado en una zona del cerebro conocida como estriado ventral. Y que se activa más cuanto mayor es la motivación de un individuo, por ejemplo porque se le ofrece una recompensa más alta si tiene éxito.

Fuente:

Muy Interesante

21 de febrero de 2012

"No diga: 'Soy rico, quiéreme'; diga: 'Te haré rica', y le querrán"

Patrick Renvoise aplica la neurociencia en la toma de decisiones; colabora con Iese.

Tengo 51 años, que he invertido en aprender que no eres lo que prometes, sino lo que demuestras. Eso ahora puedo demostrarlo en una hora. Nací en París, pero hoy soy estadounidense. Soy budista. Soy asesor en neuromarketing del equipo de campaña del presidente Obama.


Foto: Kim Manresa

Preguntaron a un grupo de adolescentes cuáles de una lista de nuevas canciones iban a triunfar.

¿Acertaron?

Pero no con sus palabras...

¿...?

... Sino con su cerebro reptil, que se expresa con los latidos de su corazón; se ve en su resonancia magnética cerebral; en la transpiración: señales no verbales. Erraron con las palabras, pero acertaron con su instinto.

¿Por qué no acertaron con la razón?

La razón elegía la canción que creían que les hacía quedar mejor, pero su cerebro reptil escogía la que de verdad les gustaba. ¡Y esa elección sí que era la buena: esas canciones elegidas por instinto triunfaron!

¿Elegimos con las entrañas?

Aun sin reconocerlo. Pregunte a un fumador por qué fuma: no hablará de adicción y dependencia, sino de la libertad de fumar.

El instinto, decide, la razón excusa.

El 99 por ciento de nuestras decisiones no las toma nuestra razón, sino el instinto. Luego la razón busca excusas para justificar lo que ha elegido nuestro cerebro reptil, primario: el que heredamos de los dinosaurios.

Preferimos creer que nos guía la razón.

Somos seres evolutivos. Y en esa evolución hemos ido acumulando capas de cerebro. El más antiguo, el núcleo, es el mismo que teníamos cuando éramos reptiles y sigue siendo el más influyente; sobre él se superpusieron capas de cerebro medio, emocional, y, encima, las más recientes circunvoluciones cerebrales: el neocórtex racional.

¿Es teoría o experimentos?

Damásio, en 1995, ya demostró que la razón es menos eficaz que el cerebro reptil: en un juego de apuestas dio a elegir entre barajas. Una estaba trucada y el cerebro reptil de los apostadores detectaba el truco muchas jugadas antes que su razón. Y lo denunciaba emitiendo señales no verbales.

¿La razón sólo es un adorno?

Yo trato de aplicar a la toma de decisiones lo investigado por Damásio, Kahneman, Ledoux... Y, para resumir, le digo, con Damásio, que "no somos máquinas pensantes que a veces sienten, sino seres instintivos que a veces piensan". A menudo, demasiado tarde.

Se acaba de cargar la economía clásica y su teoría de las opciones racionales.

Porque es falsa. Los seres humanos, entre dos opciones, no elegimos siempre la más racional, sino la que prefiere nuestro cerebro reptil. Y no siempre es la obvia.

¿Qué prefiere nuestro cerebro reptil?

Es un enorme yo. Sin él ya nos habríamos extinguido. El reptil no tiene compasión ni empatía. Sólo entiende los grandes contrastes: blanco o negro. No tiene tiempo de más.

Si te paras a discernir, se te comen.

En milésimas de segundo. El reptil reduce opciones a lo binario para sobrevivir, aunque la realidad es más compleja y comprenderla a fondo requeriría una lógica difusa.

La evolución es lo posible, no lo mejor.

Y nuestro cerebro reptil sólo entiende lo tangible. Nada de abstracciones. Es emocional y visual: los reptiles son todo ojos. Por eso, nuestros ojos están conectados directamente a ese núcleo del cerebro primario.

Si no has visto al león, ya te ha comido.

La adquisición del habla es mucho más reciente en nuestra evolución. Por eso, si grito: "¡León!", tarda usted 500 milisegundos en huir. Si ve al león, tarda dos. El ochenta por ciento de la información que procesamos es visual. Por eso soñamos en imágenes.

¿Consecuencias de ser tan reptil?

Si quiere convencer a los demás, olvídese de su yo y empiece a trabajar el tú (o sea, el yo de los otros). Nadie más bobo que quien intenta ligar luciendo su músculo o su Ferrari. No diga: "Yo soy rico, quiéreme"; diga: "Te haré rica". Y le querrán.

¿Cómo persuadir?

Lo primero es diagnosticar el dolor. Somos criaturas dolientes siempre temiendo por nuestra supervivencia. Y sobrevivir son las cuatro efes: food, fight, fly... y f... (el sexo).

Por ejemplo.

¿Qué le duele cuando pide una pizza por teléfono? ¿Hambre? Eso es necesidad. Diagnostique el auténtico dolor: es la terrible ansiedad de no saber cuándo va a comer.

Es peor la espera que el hambre.

Una pequeña pizzería lo localizó: "Si tardamos más de 30 minutos en servirle la pizza, le devolvemos el dinero". Y se forraron.

Rascarse el bolsillo también duele.

¡Porque el dinero es nuestra supervivencia! Y soltarlo es ponerla en peligro. Además, la pizzería Domino's supo diferenciarse del resto (recuerde que el cerebro reptil sólo aprecia grandes contrastes: blanco o negro).

Madrid-Barça; los nuestros y ellos.

El reptil en nosotros sólo entiende de buenos y malos; después la razón ya encontrará las excusas ideológicas para embellecer ese instinto básico. ¡Ah, y cuando argumente, lo mejor dígalo siempre al principio!

¿Lo mejor no se guarda para el final?

El reptil economiza energía: cuando se le acercan despierta cinco minutos por si hay amenaza; después pasa, como cualquier ordenador, al modo stand by, y, si luego no lo estimulas, lo agredes o le das –al menos ofreces– comida, sexo o poder... se duerme.

Sólo hay que ver las caras en clase...

O en los cines: Hollywood domina las claves de nuestro cerebro reptil. Si quiere hacer mucha taquilla, no lea a los críticos, sino las señales no verbales del público.

¿El neuromarketing sirve en política?

Su esencia es que nuestras grandes decisiones se basan en el miedo.


Anexo: La masa miedica

La persuasión funciona si la persona no se da cuenta de que la están persuadiendo: nos manda el reptil en nuestro interior, pero uno prefiere pensar que piensa. Lo explicó aquí (11/XI/2009) el flamante presidente in péctore de Alemania, Joachim Gauck, resistente contra la Stasi: "La mayoría de los alemanes se acomodó a Hitler y a Stalin por cobardía". Y lo vivimos con Franco (la masa reptilínea hasta se sintió a gusto bajo sus botas). Ahora, Renvoise sistematiza esos grandes porqués de la conducta humana ya demostrados por los neurocientíficos: somos seres dolientes, miedosos y egoístas, que a veces piensan para excusar con ideologías lo que hacen por instinto.Salvo excepciones: ¡felicidades, Joachim!

Fuente:

La Vanguardia



9 de febrero de 2012

Mejoran la memoria con descargas eléctricas



recordarNeurocientíficos de la Universidad de California en los Ángeles han demostrado que pueden mejorar el funcionamiento de la memoria en pacientes humanos estimulando con electrodos una zona estratégica del cerebro. Se trata de la corteza entorrinal, considerada la “puerta” hacia el hipocampo, que es el área especializada en formar y almacenar recuerdos. Concretamente, las neuronas de la corteza entorrinal funcionan como una especie de llave que "decide" qué parte de los datos procedentes de la experiencia diaria se transforman en información almacenada de forma duradera en la memoria.

Para llevar a cabo sus experimentos, el neurocirujano Itzhak Fried y sus colegas trabajaron con siete pacientes epilépticos que ya tenían electrodos implantados en el cerebro para tratar los ataques propios de su enfermedad. Y los usuaron para, simultáneamente, registrar la actividad neuronal al formarse los recuerdos. A continuación comprobaron si la estimulación cerebral profunda con una descarga eléctrica mejoraba la capacidad de recordar. Y observaron que el método funcionaba si se estimulaba la corteza entorrinal mientras los sujetos trataban de aprender información importante.

En un artículo que publica la revista The New England Journal of Medicine, los investigadores sugieren que esta técnica podría ayudar a tratar a personas que sufren demencia o alzhéimer. “Perder la capacidad de recordar algo que acaba de ocurrir y de formar nuevos recuerdos es uno de los mayores males que puede sufrir un ser humano”, afirma Fried.

Fuente:

Muy Interesante

8 de febrero de 2012

Los soldados podrán manejar armas con la mente

Los avances en la neurociencia podrán ser aprovechados por las fuerzas armadas y en un futuro se podrán conectar armas directamente al cerebro de los soldados y crear fármacos que mejoren el rendimiento de las fuerzas amigas y que aplaquen el de las fuerzas enemigas.

Investigación de neurociencia

Uno de los usos más sofisticados son las tecnologías de interfaz neural.

Estas son algunas de las aplicaciones que según la Royal Society (la Sociedad Real, la Academia de Ciencias del Reino Unido), se esperan lograr gracias al entendimiento que ahora se tiene del cerebro humano.

El informe de la Royal Society sobre los usos de la neurociencia en las fuerzas armadas y el cumplimiento de la ley afirma que "hay dos objetivos principales en la investigación del cerebro: el mejoramiento del rendimiento de nuestras propias fuerzas y el aplacamiento del rendimiento de nuestros enemigos".

El documento, redactado por un grupo de expertos en neurociencia, seguridad, psicología y ética, anticipa, por ejemplo, someter a los individuos durante el proceso de reclutamiento a escáneres cerebrales para elegir a aquéllos con las mejores capacidades según lo requiera la tarea.

"Mientras una persona puede destacarse en la detección de objetivos en un ambiente abarrotado, otro podría sobresalir en la capacidad para tomar decisiones bajo presión", dice el informe.

Hoy en día, estas diferencias entre un individuo y otro pueden detectarse gracias a los avances en la neurociencia, con técnicas de estimulación e imágenes cerebrales.

Y los científicos esperan en el futuro utilizarlas durante el reclutamiento, selección y entrenamiento de los soldados.

Interfaz neural

Pero quizás una de las aplicaciones más sofisticadas de estas nuevas tecnologías será poder "conectar" directamente al cerebro de un soldado sus armas o drones (aviones no tripulados).

Son las llamadas tecnologías de interfaz neural o interfaz cerebro-computadora (BMI, por sus siglas en inglés).

"Debido a que el cerebro humano puede procesar imágenes -como objetivos- mucho más rápido de lo que el individuo puede tener conciencia, un arma conectada a un sistema de interfaz neural podría ofrecer ventajas significativas, en términos de rapidez y precisión, sobre otros métodos de control de sistemas"

Royal Society

Estas máquinas ya se están utilizando con individuos que sufren parálisis o amputación, las cuales permiten a la gente controlar una prótesis o el cursor de una computadora con las señales enviadas por el cerebro.

"Debido a que el cerebro humano puede procesar imágenes -como objetivos- mucho más rápido de lo que el individuo puede tener conciencia, un arma conectada a un sistema de interfaz neural podría ofrecer ventajas significativas, en términos de rapidez y precisión, sobre otros métodos de control de sistemas", afirma el informe.

Los expertos también anticipan el uso de la llamada estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS) para mejorar la toma de conciencia de un soldado cuando está en ambiente hostil.

Esta técnica, que utiliza corrientes de energía para estimular zonas específicas del cerebro, ya ha demostrado (en programas de entrenamiento virtuales para tropas estadounidenses) que puede mejorar la capacidad de un soldado para detectar bombas en los caminos, francotiradores y otras amenazas ocultas.

Y también está el uso de la farmacología y su impacto en las funciones del sistema nervioso, un nuevo campo de investigación llamado neurofarmacología.

Esta investigación ya se utiliza para mejorar la prognosis de individuos con trastorno de estrés postraumático (TEPT) y se están llevando a cabo estudios detallados sobre cómo los medicamentos pueden mejorar la alerta, atención y memoria del personal militar.

Se considera, por ejemplo, que la neurofarmacología podría conducir al desarrollo de fármacos que "incapaciten" de forma temporal al enemigo, por ejemplo, haciéndolo dormir.

Regulación

"El entendimiento del cerebro y la conducta humanas, combinados con el desarrollo de fármacos, también pone de manifiesto formas de degradar el rendimiento humano"

Prof. Rod Flower

Aunque la Convención de Armas Químicas prohibe el desarrollo, almacenamiento y uso de armas químicas, incluidas las que causan incapacidad temporal, "hay excepciones -dice la Royal Society- que permitirían la producción y uso de agentes tóxicos para el cumplimiento de la ley, por ejemplo, para controlar disturbios o motines domésticos".

Pero este desarrollo, agrega el documento, no será posible en un futuro inmediato.

Los científicos, sin embargo, están conscientes de que no todos recibirán con agrado los "usos hostiles" de la neurociencia y sus tecnologías.

Por eso, subrayan, junto con estos avances serán necesarias regulaciones claras y firmes y que los gobiernos sean "lo más transparentes posible" cuando investiguen y utilicen estas tecnologías.

"Sabemos que la investigación en neurociencia tiene el potencial de lograr enormes beneficios sociales" expresa el profesor Rod Flower, de la Universidad Queen Mary de Londres, quien dirigió el informe.

"Los investigadores se acercan cada día más al logro de tratamientos efectivos para enfermedades como Parkinson, depresión, esquizofrenia, epilepsia y adicción".

"Sin embargo, el entendimiento del cerebro y la conducta humanas, combinados con el desarrollo de fármacos, también pone de manifiesto formas de degradar el rendimiento humano".

Y agrega que "la aplicación de la investigación de la neurociencia en el desarrollo de tecnologías de mejora y degradación de rendimiento para las fuerzas armadas y la ley, presenta consideraciones éticas significativas".

"Es por eso que éste debe ser un proceso sujeto a revisiones éticas y que sea lo más transparente posible".

Fuente:

BBC Ciencia

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5 de febrero de 2012

La memoria a corto plazo se basa en oscilaciones sincronizadas del cerebro


Los científicos han descubierto cómo cooperan distintas regiones cerebrales durante la memoria a corto plazo.

Mantener la información en la memoria durante un periodo corto es una tarea aparentemente simple y cotidiana. Usamos la memoria a corto plazo para recordar un nuevo número de teléfono si no hay nada a mano para escribirlo, o para encontrar dentro de una tienda el maravilloso vestido que acabamos de admirar en el escaparate. Aun a pesar de la aparente simplicidad de estas acciones, la memoria a corto plazo es un acto cognitivo complejo que implica la participación de múltiples regiones cerebrales. Sin embargo, cómo cooperan, y si lo hacen, distintas regiones cerebrales durante la memoria a corto plazo, ha sido un tema esquivo. Un grupo de investigadores del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica en Tübingen, Alemania, ahora se acercan a responder esta pregunta. Descubrieron que las oscilaciones entre distintas regiones del cerebro son cruciales en el recuerdo visual de cosas a lo largo de breves periodos de tiempo.


Se ha sabido desde hace mucho que las regiones cerebrales de la parte frontal del cerebro están implicadas en la memoria a corto plazo, mientras que el procesamiento de información visual tiene lugar, principalmente, en la parte trasera del mismo. Sin embargo, para recordar con éxito información visual a lo largo de un periodo corto de tiempo, estas distantes regiones necesitan coordinarse e integrar información.

Para comprender mejor cómo ocurre esto, científicos del Instituto Max Planck para Cibernética Biológica del departamento de Nikos Logothetis registraron la actividad eléctrica tanto del área visual como de la parte frontal del cerebro de monos. Los científicos mostraron a los animales imágenes distintas o idénticas en intervalos de tiempo cortos mientras registraban su actividad cerebral. Los animales tenían que indicar si la segunda imagen era la misma que la primera.

Los científicos observaron que, en cada una de las dos regiones cerebrales, la actividad mostraba fuertes oscilaciones en un cierto conjunto de frecuencias, conocidas como banda theta. Es importante señalar que estas oscilaciones no tuvieron lugar de forma independiente entre ellas, sino que sincronizaron su actividad temporalmente: “Es como si tuvieses dos puertas giratorias en cada una de las dos áreas. Durante el funcionamiento de la memoria, se sincronizan, permitiendo de esta manera que la información pase a través de ellas de manera mucho más eficiente que si estuviesen desincronizadas”, explica Stefanie Liebe, primera autora del estudio llevado a cabo en el equipo de Gregor Rainer en cooperación con Gregor Hörzer de la Universidad Técnica de Graz. Cuanto más sincronizada estaba la actividad, mejor recordaban los animales la imagen inicial. De esta manera, los autores fueron capaces de establecer una relación directa entre lo que observaron en el cerebro y el resultado del animal.

El estudio destaca la importancia de las oscilaciones cerebrales para la comunicación e interacción de distintas regiones cerebrales. Casi todos los actos cognitivos polifacéticos, como el reconocimiento visual, surgen a partir de una compleja interconexión de redes neuronales especializadas y distribuidas. Cómo se establecen las relaciones entre tales zonas distribuidas y cómo contribuyen a representar y comunicar la información sobre eventos externos e internos para lograr una percepción coherente es algo que aún no se comprende bien.

Tomado de:Enlace

Ciencia Kanija

2 de enero de 2012

Los hombres tienen un 16% más de neuronas que las mujeres, según un estudio

Un informe de científicos españoles revela que los hombres tienen un 16% más neuronas y el cerebro un 10% más grande que las mujeres. ¿Para qué sirve? No para ser más inteligentes aunque sí para orientarse mejor en un espacio.














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El cerebro de ellos es más grande, tiene más neuronas y necesita más energía para que funcione la brújula que traen de serie. Ellas, en cambio, disponen de más conexiones neuronales que les permiten hacer varias cosas a la vez. Tienen el cerebro más pequeño pero es más eficaz, consume menos energía y sus conexiones de la materia blanca es más compacta.



Y todo esto es la evolución genética. Hay que remontarse a las primeras versiones del “homo” cuando salía a cazar, desarrollando parte de su cerebro para situarse en el entorno, no perderse e idear estrategias de ubicación. La densidad neuronal de las mujeres les facilita expresar sus emociones, entender la comunicación no verbal y potencia la empatía con los demás. Actitudes desarrolladas por las madres del Paleolítico.

Fuente:

Antena 3

29 de diciembre de 2011

Científicos demuestran que obesidad mata neuronas en área del cerebro

Zona afectada es el hipotálamo, crucial en el control del apetito y gasto energético.


Cuál es el origen de la obesidad y por qué cuesta tanto bajar de peso, son preguntas que hace tiempo busca responder la ciencia. Ahora dos estudios independientes muestran que la respuesta podría estar en el efecto que produce la ingesta de grasa en nuestro cerebro: no sólo inflama sus tejidos, sino que mata neuronas en el hipotálamo, zona que se encarga precisamente de regular el hambre, entre otras múltiples funciones.

En el primer estudio, encabezado por Michael Schwartz, director del Centro de Diabetes y Obesidad de la U. de Washington, los científicos suministraron a un grupo de ratones una dieta con un 60% más de calorías y grasas que una normal, durante 20 semanas. A tres días de iniciada la dieta -y antes que los animales evidenciaran un aumento de peso o daño hepático- los roedores ya mostraban una inflamación en el hipotálamo. A la semana, en tanto, sus cerebros ya manifestaban evidencia de lesión o daño neuronal: es decir, pérdida o muerte de neuronas. También observaron una cicatrización similar a la que ocurre en infartos cerebrales o después de un traumatismo.

Comprobado el daño en los ratones, los investigadores sometieron a resonancias funcionales magnéticas a un grupo de 34 personas obesas y otras con peso normal. En los primeros, también encontraron evidencias de cicatrización e inflamación en el hipotálamo, incluso, a mayor obesidad, más cicatrización, lo que revela que allí hubo pérdida de neuronas.

Schwartz explicó a La Tercera que la pérdida de neuronas en el hipotálamo no significa daño cognitivo, "pues afecta en el control del peso corporal, pero no las funciones superiores del cerebro".

Aunque no conocen los reales alcances del daño neuronal en el hipotálamo -es materia de su próximo estudio- el especialista dice que sí está claro que las neuronas perdidas son las que, se supone, protegen a nuestro organismo del aumento de peso. Tampoco está claro si en las personas la inflamación y muerte neuronal es causa o consecuencia de la obesidad. Sólo en los animales pudo demostrarse que era su origen.

Hormona leptina

No es el único problema. El daño en el hipotálamo también provoca que esta zona realice una lectura errada de la hormona leptina, que es la encargada de informarle al cerebro la cantidad de grasa acumulada que hay en el resto del cuerpo. Cuando el hipotálamo funciona bien, el cerebro emite señales para que se detenga la ingesta de alimentos y según esto, regula el gasto calórico. Cuando no funciona bien -como ocurre en este caso- la señal de saciedad nunca llega.

Eso fue precisamente lo que probó el estudio realizado por investigadores de la U. de Harvard: el hipotálamo de los ratones obesos tenía problemas para leer la información proveniente de la leptina. En términos sencillos, morían las neuronas encargadas de recepcionar esa información y los ratones comían sin control, tal como ocurre en las personas con este mal.

Impulsividad

Según la neuróloga de la Clínica Alemana, María Isabel Behrens, aun cuando las neuronas en el hipotálamo están diferenciadas, es probable que una inflamación en esa zona provoque daño también en otras neuronas, como las que controlan el frío, el calor o los impulsos.

De hecho, se sabe que los obesos tienen intolerancia al calor y que tienen problemas para tomar decisiones, pues se dejan llevar por sus impulsos.

La académica de la U. de Chile, Andrea Slachevsky, comparte esta tesis y dice que estos nuevos datos podrían explicar por qué cuando un paciente obeso debe escoger entre un plato de ensalada y un pollo asado con papas fritas, escoge el segundo, aunque sea el más dañino. "Si tienen problemas con sus impulsos, elegirá el que más les guste, aunque sepa que le hace mal".

Fuente:

Diario La Tercera

¿Qué es el dolor?

Conocer cómo funciona nuestro cerebro es sin duda un paso, quizá el más importante, para entender por qué sentimos dolor. Los dolores sin causa física son un enigma que los expertos empiezan a resolver.


dolor en el cuerpo

Los pacientes que sufren estas dolencias padecen un peregrinar por múltiples consultas de especialistas en busca de la causa de su dolor. Nunca la encuentran

Nuestro mundo, todo nuestro universo, toda nuestra realidad, exterior e interior, pasa y depende de un órgano vital. Un órgano que tamiza, filtra, escoge, decide, aprende, prevé, intuye, construye e incluso inventa nuestras sensaciones, nuestras percepciones y nuestras experiencias. Ese órgano es el cerebro, el más perfeccionado y evolucionado instrumento con el que contamos. Es un órgano que recibe datos, procesa información y toma decisiones; el alto mando de esa guerra diaria a la que llamamos vida, el comandante al cargo de lo que vemos, sentimos y experimentamos en cada momento. Una de sus funciones más importantes es la de interpretar las señales y estímulos que recibe y actuar en consecuencia. En plena era de Internet podríamos comparar al cerebro como un eficiente gestor al mando de toda una serie de redes de datos e información, a partir de las cuales realiza predicciones y toma decisiones.

¿Cómo surge el dolor?

Nos trasladamos hasta Álava para hablar con Arturo Goicoechea, Jefe de la Sección de Neurología del Hospital de Santiago en Vitoria y, de camino a su encuentro, tropiezo con uno de los escalones y caigo de bruces al suelo… al instante, mi rodilla golpeada contra el duro pavimento de la calzada, comienza a dolerme intensamente. La rodilla me duele, pero… ¿es ahí donde se produce el dolor? La respuesta es no. Uno de los errores básicos, desbancados actualmente por la ciencia pero aún instalados en la cultura popular, es creer que el dolor se genera en los tejidos donde se ha producido la amenaza o la agresión, como si hubiera unos receptores de dolor desperdigados por todo el cuerpo que segregaran mi dolor en la zona golpeada contra la acera.

En realidad el dolor surge del cerebro. Recibe las señales que le llegan en décimas de segundo, las interpreta y genera el dolor. Volvemos a encontrarnos con la computadora que analiza datos, el gestor que organiza la situación, el alto mando que ordena, que decide sensaciones, percepciones y experiencias.

Saltan las alarmas, pero es el cerebro quien decide si hay actuación. La alarma no decide si es un atraco ni qué hacer contra él… solo es una alarma.

Sistema de nocicepción: saltan las alarmas de nocividad

Fue el neurofisiólogo y premio Nobel en Medicina Sir Charles Scott Sherrington quien acuñó por primera vez el término de “nociceptores”, un concepto fundamental dentro de los mecanismos que llevan al cerebro a producir el dolor. La actividad comienza en los nociceptores que detectan cualquier variación física, térmica, o química capaz de producir destrucción violenta de tejido (necrosis). La alarma comienza a sonar, y el nociceptor envía una señal mediante la médula espinal hasta el cerebro, el órgano que decide, el que produce el dolor. Algo parecido ocurre con nuestro sentido de la vista. Nuestros ojos, a través de los fotorreceptores, no generan la visión, tan solo captan ondas electromagnéticas, recogen la luz, la convierten en información y la envían al cerebro que es quien, con esos datos y la experiencia acumulada, construye la visión, la realidad. El cerebro recoge esos estímulos bioeléctricos y los convierte en el mundo que vemos. Construye dimensiones, proporciones, distancias, colores…

El dolor funciona de manera similar. Al cerebro llegan datos de nocividad, de agresión violenta (presente o futura) y el gestor analiza, prevé, el alto mando decide. El cerebro construye el dolor en base al análisis de los datos que recibe, pero también de la experiencia, del aprendizaje, de la cultura adquirida. Gestiona esas variables y ordena… o ignora.

Golpes, desgarros, incisiones, quemaduras, falta de oxígeno, variaciones extremas de temperatura. Ataques a nuestra integridad que causan necrosis. La necrosis, esa muerte violenta de células, es un peligro para el organismo, en ella la membrana resulta dañada y se vierten moléculas que afectan a células vecinas, convirtiendo el ataque en una reacción en cadena. La necrosis debe ser evitada como sea y los nociceptores son capaces de detectar agentes y situaciones que provocan esa agresión. No generan el dolor, pero alertan de nocividad. Los datos llegan al cerebro que será quien ponga en marcha (o no) los mecanismos defensivos necesarios para hacer frente a esa agresión… inflamación, fiebre, dolor.

El cerebro equivocado

Que el cerebro sea nuestro órgano más evolucionado y perfeccionado no significa de ninguna manera que sea perfecto. La realidad que percibimos es construida a partir de los datos, análisis y decisiones de nuestro cerebro… y no siempre es exacta. Al igual que erramos nuestras percepciones visuales en las ilusiones ópticas, el cerebro puede equivocarse al tomar decisiones y poner en funcionamiento mecanismos de defensa de manera errónea. Pseudopatía es un nuevo término acuñado recientemente que describe la falta de coherencia entre la realidad y lo que se percibe. Nuestro cerebro se equivoca y puede convencerse de que existe una apariencia de salud habiendo enfermedad y viceversa, apariencia de enfermedad sin que exista agresión alguna a nuestro organismo.

Doctor: Tiene usted pseudopatía por omisión (falso negativo). Se encuentra usted bien, su aspecto es saludable y se siente usted sano… pero hemos detectado un cáncer.

Paciente: No puede ser, doctor. Usted se equivoca. Estoy estupendamente.

Y al contrario.

Doctor: Tiene usted pseudopatía por falsa alarma (falso positivo). La alarma no es real, está usted sano, las pruebas no muestran ningún peligro, su cuerpo no tiene nada.

Paciente: No puede ser, doctor. Me duele todo, me duele mucho. Usted se equivoca. Estoy fatal.

En estos casos nuestra idea del gestor eficiente, del analista impecable, del comandante organizado se viene abajo. El cerebro activa programas defensivos sin que exista justificación.Nuestro organismo es una máquina magnífica, la mayor parte de nuestra vida ofrece unas prestaciones inigualables. Sin embargo en ocasiones, nos demuestra que no es infalible, que no es perfecta, que se equivoca y que nos engaña. Una máquina que no siempre funciona como debe. Aprende, realiza y mantiene malos hábitos, actuaciones innecesarias o dañinas, tiene dificultades para predecir, administrar y construir la realidad. Lo sabemos cuando gestiona espacios, dimensiones, ilusiones visuales. El sistema inmunitario es capaz de equivocarse y atacar nuestros propios tejidos en las llamadas “enfermedades autoinmunes”. Vemos espejismos en el desierto. Sufrimos alergias por agentes inofensivos para otros, elementos que no deberían hacer saltar las alarmas.

Y por supuesto, también podemos sentir dolor en situaciones en las que no existe ningún daño. Nuestro gestor analiza mal los datos y activa el dolor, sin que exista justificación. Los misiles se activan, salen disparados de la rampa de lanzamiento sin que haya una amenaza de nocividad. El comandante se equivoca.

La pesadilla del dolor sin daño

Son conceptos diferentes. Daño y dolor suelen ir unidos pero no tienen por qué estarlo. Existen situaciones en las que nuestro cerebro responde de manera innecesaria, comete errores en el proceso de catalogación de las señales de peligro o amenaza y pone en marcha la máquina sin que exista justificación. Sin embargo hay algo que debemos tener claro: el dolor es real. No existe el dolor imaginario. Tanto si acierta como si se equivoca al procesar la información, el dolor que el cerebro gestiona es siempre el mismo: dolor. Con o sin daño, haya justificación o no, estemos amenazados o no… el dolor existe y es real. El comandante lanza los misiles, y estos son reales, exista o no justificación. Clara Grima es Profesora Titular del área de Matemática Aplicada de la Universidad de Sevilla y padece fibromialgia, una de las múltiples expresiones de nuestro cerebro equivocado. Su periplo de consulta en consulta, de especialista en especialista, de doctor en doctor, ha durado ya (y aún dura) más de 10 años. Hasta hace no mucho, situaciones como las que describimos no tenían un hueco en ninguna consulta: migrañas, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica… términos que nos conducen de nuevo al terreno de las pseudopatías. El cuerpo no sufre daño alguno y no obstante el cerebro genera dolor. Clara padece fuertes dolores en sus articulaciones. Sus días son inciertos. Hay momentos en los que no le duele nada y puede hacer una vida normal, y hay días en los que apenas puede levantar el más mínimo peso sin que le duela todo de los pies hasta la cabeza. Periodos en los que se siente terriblemente cansada y apenas puede mover los labios para hablar y etapas en las que todo va bien y desaparecen los dolores, las fatigas… Acude al traumatólogo y tras muchas pruebas, resonancias y radiografías no encuentran nada. Los músculos, las articulaciones, los huesos… todo está correcto, todo funciona bien: no existe daño ni amenaza que justifique la respuesta defensiva del dolor. Así comienza un peregrinaje que lleva a visitar la consulta de nuevos traumatólogos, psicólogos, neurólogos… comienzan las recetas, los analgésicos, los antiinflamatorios… nada parece funcionar. Sus articulaciones están correctas, todo está en su sitio… ¿todo? No hay daño, pero hay dolor… vuelta al principio: ¿Dónde se genera ese dolor?

El cerebro miedoso

Nuestros programas defensivos tienen dos componentes. Una base genética, heredada y lista para actuar desde que nacemos, y una parte adquirida que aprende a funcionar con el paso del tiempo y la experiencia. En el sistema inmunitario el componente congénito se complementa con los elementos aprendidos a golpe de experiencia propia, del contacto directo con la amenaza y con su posterior reacción. Durante ese aprendizaje nuestro organismo es cauteloso, desconfiado. Activa los mecanismos de defensa ante la más mínima alerta. Nacemos miedosos por instinto y al crecer, experimentamos, valoramos y dosificamos esos miedos, esas alarmas. Aprendemos y recordamos cómo detectar amenazas y las empezamos a diferenciarlas, a catalogarlas, a definir su peligrosidad. Los elementos inofensivos dejan de resultar amenazantes gracias al aprendizaje. Sin embargo, en un cerebro equivocado el aprendizaje puede ir en contra de nosotros. Puede retroalimentarse y alterar la correcta gestión de las señales generando dolor en situaciones innecesarias.

El doctor Goicoechea nos plantea un ejemplo muy gráfico: "Imagina un sistema de alerta en una ciudad que vigila la presencia de gases tóxicos letales... En un momento dado se activa la alarma ante la presencia de humo… suenan las sirenas, se movilizan los efectivos policiales, se evacua a todos los habitantes. Pero pasan unos días y se descubre que no ocurre nada. Se permite la vuelta de los ciudadanos a sus casas, el peligro ha pasado. Imagina ahora que la alarma vuelve a sonar cada cierto tiempo, de manera reiterada y obligando a desplegar nuevamente todo el sistema de evacuación una y otra vez… ¿qué ocurriría? Si el cerebro continúa equivocado y no aprende a evaluar eficazmente las alarmas, los ciudadanos podrían vivir con un temor derivado de cualquier señal amenazante… El miedo a la evacuación de la ciudad podría verse aumentado con el temor ante las propias señales. Los ciudadanos mirarían hacia el cielo y ahora cualquier vapor, cualquier inofensivo humo de una chimenea o incluso cualquier atisbo de niebla en el horizonte darían lugar a que comenzara su angustia."

Nuestro gestor, nuestro comandante se encuentra ahora en una difícil situación. El cerebro equivocado entra en un círculo de cautela innecesaria, de alarma injustificada y se encuentra predispuesto a hacer caso de todos los rumores sobre sucesos peligrosos. Acepta como real, sin apenas escrutinio, cualquier amenaza y pone en funcionamiento los programas de defensa… vuelve el dolor, un dolor cada vez más alimentado por el propio miedo al error.

El cerebro migrañoso

El cerebro es una estructura predictiva, interpretativa, continuamente está construyendo una teoría global sobre lo vivido y lo que se va a vivir a continuación. En esa construcción, el dolor es una de sus muchas predicciones y, como estamos comprobando, en ocasiones no es la acertada. Sentir sed, hambre o cansancio no quiere decir automáticamente que nuestro organismo necesite bebida, alimento o reposo. Con los datos, experiencia y cultura adquirida a lo largo de la vida, el cerebro interpreta la situación y actúa en consecuencia. Cuando a alguien aquejado de jaqueca, migrañas o fibromialgia le duele la cabeza, no existe un daño, una amenaza de nocividad que la justifique. No nos encontramos ante una enfermedad puesto que no hay nada “enfermo”, no hay necrosis, las pruebas dan negativo, en la consulta te dicen que no tienes nada… el dolor no debería estar ahí. Somos víctimas de una obstinación de nuestro cerebro equivocado y temeroso que además crece alimentándose de factores culturales, de malos hábitos adquiridos y del desconocimiento de nuestros propios mecanismos cerebrales.

Sin embargo hay que saber que un cerebro migrañoso no contiene ningún defecto. No le falta ni le sobra nada. Sus redes y circuitos son los mismos que los de un cerebro sin dolor. Lo que ocurre es que actua de manera equivocada. La persona migrañosa posee un cerebro normal que, a pesar de ello, está tomando decisiones erróneas alimentadas en el seno de una cultura y un ambiente alarmista.Conocer cómo funciona nuestro organismo, nuestro cerebro es sin duda un paso, quizá el más importante, para entender por qué sentimos dolor.

“Agradecemos la colaboración del doctor Arturo Goicoechea en este artículo poniendo a nuestra disposición sus ideas sobre el dolor mediante su blog, sus libros y sus explicaciones en la charla. Así mismo, gracias a Juan Ignacio Pérez, Titular de la Cátedra de Cultura Científica en la UPV/EHU y a la matemática Clara Grima por compartir sus experiencias y conocimientos”.

Fuente:

QUO

18 de diciembre de 2011

El cerebro no ghasta más cable del que necesita

La reconstrucción en 3D del cráneo de una mosca del vinagre demuestra una hipótesis de Ramón y Cajal.

El cerebro no gasta más cable del que necesita

Reconstrucción en 3-D de las neuronas del sistema visual de la mosca del vinagre./ CSIC

Se ha necesitado casi un siglo para confirmar una suposición de Santiago Ramón y Cajal. El Nobel de Medicina español afirmó que el sistema nervioso está conectado mediante la mínima cantidad de cable posible, para optimizar así el coste energético y ahorrar en espacio. Una reconstrucción en tres dimensiones de una parte del cerebro de la mosca del vinagre (Drasophila melanogaster), realizada por científicos españoles, ha demostrado este principio de economía de la estructura neuronal.

Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han elaborado un detallado mapa tridimensional de parte del sistema visual de esta mosca. "Hemos visto que cualquier otra forma de situar las neuronas provocaría el empleo de más cantidad de cable", explica Gonzalo García Polavieja, coordinador del estudio, que ha sido publicado en el último número de la revista estadounidense 'Current Biology'.

Tras obtener la reconstrucción virtual del cerebro de la mosca, el equipo del CSIC elaboró un modelo matemático para mover las neuronas y calcular dónde habría que poner cada neurona.

Fuente:

El Correo

7 de diciembre de 2011

No sólo pan y circo: los políticos están usando la neurociencia

Cerebro en el spotlight

Al descubrir cómo funciona, se puede manipular. Pero también se puede defender.

Los políticos y sus asesores están explotando los avances en la ciencia que estudia el sistema nervioso para conocernos mejor y entender la manera en la que tomamos decisiones.

Desde qué comprar en las tiendas hasta por cuál candidato votar en un día electoral, nuestras decisiones están tan fundamentadas en impulsos emocionales como en cálculos racionales.

El filósofo David Hume lo señaló cuando, a principios del siglo XVIII, escribió: "La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones".

Pero lo que está cambiando ahora, como resultado del desarrollo de la ciencia del cerebro y el comportamiento, es la precisión con la que pueden operar quienes quieren comunicarse directamente con nuestros impulsos.

Afortunadamente, esos nuevos conocimientos también están al alcance del público.

Comprendiendo nuestras vulnerabilidades y accesos cognitivos, quizás podamos resistir mejor algunos de los mensajes con los que nos bombardean, y además encontrar caminos para elevar nuestro bienestar.

Política emotiva

Los asesores políticos de la actualidad están muy conscientes de que el arte de la persuasión con fines políticos no se reduce a la manipulación cínica.

Es crucial entender no sólo cómo razona la gente y cuáles son sus preocupaciones explícitas, sino también cuáles son sus barreras emocionales más profundas.

Una agencia que asesoró a una candidato a una alcaldía de alguna de las ciudades de Surdamérica le contó a la BBC que midiendo las respuestas del cerebro, le habían podido señalar al político cuáles eran sus fortalezas y debilidades emocionales reales.

No extraña que la agencia no quisiera revelar el nombre de su cliente. Los votantes podrían reaccionar negativamente a una campaña dirigida a sus instintos y no a su razón.

Sin embargo, los consejeros políticos no están haciendo nada que el mundo comercial no haya estado haciendo desde hace mucho tiempo.

En la última década, la denominada "neuromercadotecnia" ha dejado de ser marginal y ahora es central en el mundo de la publicidad.

Quién decide

Anuncio de Coca-Cola

Parece que si nos gusta más Coca-Cola que Pepsi es gracias a la publicidad, no tanto al sabor.

Gemma Calvert, una de las expertas más influyentes en clic neuromercadotecnia, argumenta que si bien es cierto que los publicistas siempre han apelado a nuestras emociones, la gran diferencia ahora es que el escanear permite a los mercadotécnicos literalmente ver la respuesta del cerebro.

Hay escépticos que señalan que la mayoría de nuestras decisiones son racionales. Sin embargo, un famoso estudio del profesor Read Montague provee una confirmación poderosa a las aseveraciones de los neuromercadotécnicos.

Observando la actividad del cerebro y comparándola con las preferencias declaradas por los sujetos, Montague afirma que demostró que nuestras preferencias por Coca-Cola o Pepsi tienen mucho más que ver con mercadotecnia que con el gusto.

Montague se cuenta entre quienes piensan que la ciencia del cerebro tendrá un profundo impacto en la cultura y sociedad.

Al fin y al cabo, no son sólo los comerciantes los que la están usando.

Espada de doble filo

El gabinete británico, por ejemplo, tiene un equipo que utiliza conocimientos sobre los procesos cognoctivos automáticos para animar a los ciudadanos a que tomen lo que el gobierno considera son las decisiones correctas.

Escáner

Que los escáneres puedan ser un arma política sorprende, aunque quizás no extrañe.

Si la ciencia puede ser usada por quienes buscan moldear nuestras decisiones, ¿puede tambien ayudarnos a mantener el control en nuestras manos?

Otro intrigante estudio del profesor Montague indica que quizás sí.

Explorando la manera en la que la promoción de una exposición de arte por una firma comercial podía hacer que un producto gustara más, Montague descubrió a un grupo de sujetos que era sistemáticamente más inmune a ese efecto.

Se trataba que aquellos que habían recibido entrenamiento en una versión de meditación no espiritual que también está basada en la ciencia, conocida como Conciencia Plena, en la que se trata de aprovechar los principios orientales de aprender a observar sin juzgar.

Imitar a los virtuosos

Parece una carrera armamentista del saber.

En una esquina, los publicistas, estrategas políticos y gobiernos todos tratando de conectarse directamente con nuestro cerebro automático, usando la perspicacia extraída de las ciencias del cerebro y la conducta.

En la otra, la oportunidad de que todos nosotros usemos esos conocimientos para tener más criterio, exigir más, lograr más control y quizás hasta ser más felices.

Entre tanto, como somos animales sociales, más influidos por el contexto y menos por la elección consciente de lo que asumimos, hay consejos simples para quienes quieren ser personas más virtuosas.

No lea libros de superación personal: no hay ninguna evidencia de que funcionen. Sencillamente elija amigos más virtuosos y, poco después, lo más probable es que usted los empezará a imitar.

Fuente:

BBC Ciencia

14 de noviembre de 2011

"Nuestro cerebro es el órgano más caro que existe"


"Nuestro cerebro resulta excepcionalmente caro porque es excepcionalmente grande. Además, en comparación con otros tejidos, el tejido nervioso consume mucha energía. En recién nacidos, en los que el cerebro aún está en desarrollo, consume un 60%. En adultos, nuestro cerebro consume una quinta parte de la energía que producimos diariamente y, con ello, consume lo mismo que toda nuestra musculatura en estado de reposo. Es decir, 1,3 kilos de cerebro están consumiendo lo mismo que 27 kilos de músculo (en un hombre de 65 kilos). Para hacerse una idea de lo costoso que es el cerebro humano en comparación con cerebros de otras especies, en chimpancés “sólo” consume un 13%, en otros mamíferos más pequeños como el ratón doméstico un 8.5% y en el mamífero medio 5%. Podríamos decir sin mucho margen de errar que nuestro cerebro es el órgano más caro que existe".

Seguir leyendo en: "Nuestro cerebro es el órgano más caro que existe" (lainformacion.com)

Tomado de:

Fogonazos

10 de noviembre de 2011

Lo que el cerebro ve cuando los ojos dejan de mirar

Un estudio demuestra que la imagen de un objeto que permanece en nuestra retina cuando cerramos los ojos no se reconstruye por la impresión de la luz en los receptores sino que se produce en la corteza visual del cerebro. En una serie de experimentos, científicos japoneses han demostrado que las formas que vemos en un ojo alteran la imagen residual en el otro.


El japonés Hiroyuki Ito estudia la percepción visual. La primera pista para su investigación se la dio un sencillo experimento consistente en comparar las imágenes que permanecen en la retina durante unos instantes después de cerrar los ojos. Cualquiera que haya mirado al sol, o haya hecho un juego de ilusión óptica, habrá experimentado el efecto. Miramos fijamente un punto de luz y, cuando se apaga y miramos un fondo neutro, la imagen permanece impresa en nuestra retina, como una huella de luz que tarda un rato en desaparecer. ¿Dónde se queda esta impresión? ¿Acaso son las células receptoras las que se quedan estimuladas temporalmente y producen el efecto?

A Hiroyuki Ito le llamaba la atención un aspecto concreto de este fenómeno conocido como "imagen residual". Si hacemos la prueba con círculos y hexágonos se da una curiosa circunstancia. Si miramos fijamente los círculos, cuando nos ponen un fondo neutro la impresión posterior aparece en forma de polígonos, generalmente hexágonos. Y viceversa, cuando se mira a los hexágonos algunas personas ven círculos sobreimpresionados en un fondo neutro. Es más, cuando añadimos movimiento a la escena el efecto se intensifica. Para comprenderlo, nada mejor que hacer la prueba con una serie de tests diseñados en su laboratorio:




Para su siguiente investigación, Ito se propuso ir un poco más lejos y añadir nuevos estímulos. Para ello realizó tres experimentos. En los dos primeros mostró a los participantes una serie de círculos y hexágonos de colores durante intervalos de diez segundos y les pidió que indicaran podían apreciar en la imagen posterior sobre fondo neutro. Como suele suceder, y ya hemos visto, lo normal era que los sujetos viesen hexágonos cuando les ponían círculos y viceversa.

En el tercer experimento el equipo fue más atrevido y quiso comparar los resultados al estimular los dos ojos de forma independiente. De este modo, mediante un visor binocular, el ojo izquierdo de los participantes contemplaba círculos, hexágonos y asteriscos rotando y el ojo derecho era expuesto a círculos estáticos. Cuando las imágenes desaparecían, al ojo derecho se le colocaba un fondo negro, para suprimir la formación de imágenes posteriores, y al ojo izquierdo se le ofrecía un fondo blanco, para potenciarlas. ¿Qué sucedía en el ojo derecho al apagar a pesar de no haber recibido estímulos de formas angulares? El resultado fue que producía hexágonos muy marcados cuando se proyectaban círculos en el otro ojo, formas redondeadas cuando se proyectaban hexágonos y una forma sin determinar cuando eran asteriscos.

El experimento, según sus autores, descarta que las imágenes posteriores aparezcan como consecuencia de un estímulo en la retina y sitúan el proceso en el cerebro. Si así fuera, no se entendería que se produzcan cambios en el ojo que no ha recibido el estímulo como sucedía en el experimento 3. Por decirlo de otra forma, la retina del ojo izquierdo no puede transferir información a la retina del ojo derecho sobre lo que tiene que ver, de modo que “el único sitio donde puede suceder esto es el cerebro”.

"Que la información que recibe un ojo es compartida con el otro a través del cerebro es un efecto bien conocido", asegura Ito a lainformacion.com. "Mis experimentos muestran que la imagen residual se forma en el cerebro donde la información de ambos ojos está disponible". "Después de ver la forma con un ojo", resume, "la información sobre la silueta se refleja en la imagen residual del otro ojo. A esto lo hemos llamado "trasnferencia interocular", un término técnico para entender el fenómeno".

La investigación, publicada en Psychological Science, pretende contribuir a comprender mejor el papel del cerebro en la visión y el papel determinante de la corteza visual en nuestra percepción. "Estas imágenes residuales podrían ser una herramienta para estudiar funciones cerebrales", nos dice el investigador japonés. "En el presente estudio sugiero que la detección de curvatura y bordes rivalizan en el sistema visual. Esto podría estimular a otros neurocientíficos a encontrar un paralelismo con la actividad de otras neuronas. También estamos buscando aplicaciones para la investigación médica".

Sobre el fenómeno de imagen residual ("afterimages") ya tenían bastante información los neurocientíficos. "Sabíamos que era debida al procesamiento que tiene lugar después de la retina, en el cerebro", nos explica Luis Martínez Otero, director del laboratorio de Neurociencias Visuales."Lo sabemos por ejemplo por la modulación en tamaño, por cómo cambia el tamaño percibido de la imagen residual de un punto luminoso cuando la enfocamos en paredes que se encuentran a distinta distancia de nosotros", explica. Este curioso fenómeno podría explicar incluso la conocida "ilusión de la luna", que hace que nuestro satélite parezca más grande cuando está cerca del horizonte.

Pero la novedad en este trabajo, explica Martínez Otero, está en "cómo cambia la percepción geométrica de las imágenes residuales, que contribuye todavía más a demostrar que el cerebro modifica la información que le envía la retina”. El hecho de que el cerebro transforme círculos en polígonos y viceversa puede tener que ver con la estructura de los mosaicos retinianos, lo que implica que, aunque el cerebro cambia la información que recibe de la retina, podría hacerlo basándose en un conocimiento implícito que tiene de la estructura de ésta. Es decir, el cerebro interpreta, pero las estructuras físicas influyen decisivamente en la información final.

* Vídeo: Diez ilusiones visuales explicadas y una sin explicación (lainformacion.com)

Tomado de:

La Informaciòn

26 de septiembre de 2011

¿Qué % del cerebro humano se usa?

Cerebro

¡Todo! Cada neurona en el cerebro está continuamente activa, así esté funcionando despacio.

Las neuronas que dejan de responder, mueren.

Sin embargo, mucha gente parece creer que sólo usamos una parte de nuestro cerebro.

Es extraordinario que ese mito persista cuando ha sido refutado tantas veces.

Hay muchas historias sobre el origen de ese mito: que los primeros electroencefalogramas sólo podían detectar un pequeño porcentaje de la actividad del cerebro, o que los investigadores de principios del siglo XX sólo podían encontrar funciones para un 10% del cerebro.

Alternativamente, podría haber salido de una especulación más sensata de que sólo usamos parte del potencial del cerebro.

Potencial es algo difícil de medir, o siquiera conceptualizar.

¿Qué podría cada uno de nosotros hacer potencialmente dados todos los posibles estímulos, entrenamientos, superalimentos, etc.?

Todo lo que podemos decir con seguridad es que todos probablemente "podríamos hacerlo mejor", pero no porque necesitemos encontrar pedazos de nuestro cerebro en desuso.

Esos no existen.

Fuente:

BBC CienciaEnlace

19 de septiembre de 2011

Oda al cerebro, el mejor video sobre este órgano


¿Cómo explicar qué es el cerebro? ¿La mente? ¿La imaginación? ¿Cómo funciona esa perfecta máquina de la que sabemos tan poco?

Cómo elegir las palabras adecuadas para hacerlo, sin parecer pedante, cómo transmitir de dónde sale esa magia, la chispa de nuestro pensamiento. Y más difícil todavía, ¿cómo hacerlo en menos de cuatro minutos y de forma amena?

Ode to the brain (Oda al cerebro) es quizás una de las mejores formas de hacerlo. Este vídeo, consigue en 3,42 minutos transmitir el misterio y la belleza de este órgano, sorprendentemente pequeño para la información que acumula y las posibilidades que nos ofrece.

Con la voz musicalizada de relevantes neurocientíficos intentamos comprender cómo esa masa gelatinosa y arrugada, abarcable con una sola mano, es capaz de los más elevados pensamientos y complejas teorías. Saber que todo lo que nos rodea llega a nuestro cerebro en forma de energía y que nuestros miles de neuronas, ese “telar encantado”, nos hacen conscientes de la realidad y de nosotros mismos. Y cómo nos permite llegar a ver más allá de la realidad tangible, construyendo nuevos caminos, nuevas historias, ofreciéndonos la posibilidad de elegir quién somos y qué hacemos.



En el vídeo: Carl Sagan, Robert Winston, Vilayanur Ramachandran, Jill Bolte Taylor, Bill Nye y Oliver Sacks. Material obtenido de Cosmos, TED Talk, The Human Body, Human Body: Pushing the Limits, y más fuentes.

Ode to the brain surge del proyecto de divulgación científica Symphony of science. Este curioso proyecto pretende acercar al gran público la ciencia desde la música y arrancó de forma casual en 2009 de manos de John Boswell.


Boswell es un economista y compositor que se confiesa apasionado de la ciencia. Después de ver el documental Cosmos de Carl Sagan se le ocurrió seleccionar algunas citas que le parecieron interesantes, las extrajo digitalmente y montó un vídeo que tituló A glorious dawn (Un glorioso amanecer) y posteó en YouTube. En apenas dos semanas el vídeo se convirtió en un auténtico éxito recibiendo 800.000 visitas, y en menos de un mes llegó al millón.

A A glorious dawn le siguió We are all connected (Todos estamos conectados), que repitió el mismo éxito que su antecesor. Y a partir de ese momento, lo que había empezado como un entretenimiento continuó como un gran proyecto.

Actualmente Symphony of Science suma un total de once videos, él último publicado a principios de septiembre. Todos pueden verse tanto en YouTube como en la web del proyecto, de donde se pueden descargar de forma gratuita. Además cuenta con una activa comunidad de foros y planea novedades próximamente.

Fotografía: John Boswell, imagen extraída de la web del proyecto.

Artículo publicado para el máster de la UNED de Periodismo Científico y Comunicación Científica

Tomado de:

e Ciencia

22 de agosto de 2011

"Estudiar un idioma a partir de los 50 años es clave para mantener joven el cerebro"

Personajes

Entrevista a Franciso Mora, doctor en Neurociencias

Sus consejos para mantener una mente brillante: comer bien, hacer ejercicio, no vivir solo, viajar mucho y aprender un idioma, entre otros tips. Lea:



El científico Francisco Mora, durante la entrevista. // Ricardo Solís

MYRIAM MANCISIDOR Francisco Mora (Elche, 1951) es doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford, catedrático de Fisiología Humana en la Universidad Complutense de Madrid y catedrático adscrito de Fisiología y Biofísica de la Universidad de Iowa. Casado y padre de dos hijos, Mora es además un escritor inquieto que ha publicado numerosos libros divulgativos sobre el cerebro y la memoria como, por ejemplo, "El Dios de cada uno", "Genios locos y perversos", "El sueño de la inmortalidad" o "¿Enferman las mariposas del alma?".
Este científico es capaz de explicar la complejidad cerebral en pocas líneas. Inició su carrera profesional en la Universidad de Granada, donde estudió Medicina. Entonces ya le llamó la atención todo lo relacionado con el cerebro, es decir, la neurología y la psiquiatría. "Sin estar loco, pasé cuatro años en un hospital psiquiátrico porque quise sumergirme realmente en esa incógnita de lo que significa no solo tener los procesos mentales sino cómo se pierden", explica. Mora aparcó su trayectoria médica y durante más de 30 años se encerró en un laboratorio con ratas y monos rhesus. "Éstos han sido mis pacientes", asegura con humor.
–¿Se considera un científico curioso?

–Lo he sido siempre y, de hecho, la curiosidad es el ingrediente elemental e innato de cualquier científico: no se puede ser científico si no quieres escudriñar todo aquello que no se conoce. Hubo un gran neurocientífico que fue premio Nobel, Charles Sherrington, que llamaba a la investigación científica la curiosidad sagrada. Los científicos tenemos el único instrumento, el único, que nos puede aproximar a eso que nunca alcanzaremos y que se llama verdad. No es la fe, no es el yo pienso: nosotros contrastamos primero con una observación, luego experimentamos, creamos hipótesis... Solo así se alcanza el verdadero conocimiento.

–Usted ha escrito sobre el placer, ¿por qué nadie se ríe cuando hace el amor?

–El fenómeno del acto sexual es muy interesante fisiológicamente hablando porque es el único, posiblemente, en el que en muy breve espacio de minutos se puede pasar de un estado del sistema nervioso a otro opuesto. Cuando uno juega al amor, está en lo que se llama una descarga del sistema nervioso autónomo o vegetativo parasimpático (uno está bien, relajado) y en esa situación unos tienen erección y otros secreción. Lo extraordinario es que después del juego viene la eyaculación en el hombre y el orgasmo en la mujer. En ese momento ninguno de los dos ríe, particularmente el hombre, porque se produce una descarga de otro sistema nervioso autónomo vegetativo que es el sistema simpático, y éste es el que únicamente se pone en marcha cuando hay algo muy importante para la supervivencia. Esto se ha mantenido porque es importante para tener la seguridad de la procreación. Hay que hacerlo rápido, fugaz y eficiente, es un diseño de la Naturaleza. Y esto es lo que en el ser humano, que pasa mucho tiempo haciendo estas cosas, no ha cambiado. Por eso no se ríe el ser humano.

–¿Cómo percibe el cerebro la belleza?

–Todo tiene una explicación biológica. Cuando se han hecho estudios, los participantes coincidían a la hora de definir a la mujer más hermosa la que presentaba una perfecta simetría entre el lado derecho y el lado izquierdo del rostro. Hay estudios que a mayor asimetría, menor aceptación de belleza en el rostro de una mujer. Es muy curioso. ¿Y qué fundamento tiene que sea simétrico? Pues mire si es crudo y real: a través de la evolución se ha sacado la conclusión de que la asimetría se corresponde con infecciones e infertilidad. Lo que los seres humanos hemos embellecido y hemos sacado en las filosofías a un nivel de excelsitud está extraído todo de nuestro proceso biológico de la evolución, todo.

–¿Qué diferencias hay entre el cerebro humano y el de un chimpancé?

–Somos muy distintos. Primero, nos llevamos una diferencia de seis millones de años en el proceso evolutivo; y segundo, y fundamentalmente, el chimpancé tiene 400 gramos de peso de cerebro, en tanto que nosotros tenemos 1.400.

–Pero el peso no tiene importancia, ¿verdad?

–Cuando hablamos de peso, estamos hablando de los circuitos neuronales que se codifican para las funciones específicas. Un cerebro grande, en nuestro caso, es una caja cilíndrica que alberga circuitos que el cerebro de un chimpancé no tiene. Las diferencias son tan grandes que no pueden ni aproximarse de lejos a lo que el ser humano percibe; ni los sentimientos, que son la sensación consciente de una emoción. La capacidad que tiene el chimpancé de reconocerse es lo que se llama autoquinética, pero de eso a tener un mundo interior hay un abismo. Como decía el gran antropólogo Povinelli, no nos equivoquemos: los chimpancés no son niños con pelo.

–¿Actuamos más consciente o inconscientemente?

–Infinitamente inconscientemente, la conciencia es un algo pequeñito al lado de lo que realmente sostiene la conducta humana, que está elaborada por mecanismos inconscientes. Los mecanismos de la construcción de la conducta, incluso de la conducta consciente, los hace nuestro cerebro inconsciente.
–¿El saber ocupa lugar?

–Sin duda. El cerebro ocupa lugar. Tanto lugar, que aprender y memorizar es cambiar físicamente el cerebro. No se puede aprender y no se puede memorizar lo aprendido a menos que cambiemos el cableado físico y químico del cerebro. Un ejemplo: el hipocampo de los conductores de taxis de Londres, el de aquellos conductores que se saben todas las callejuelas de los miles de kilómetros de la ciudad, es mucho mayor que el nuestro. En definitiva, haciéndolo simple: el saber sí ocupa espacio y lugar.

–¿Cuáles son las claves para mantener joven el cerebro?

–La primera y más importante es comer menos de lo que comemos, hay una larga historia detrás de esto, pero está demostrado. El segundo es practicar ejercicio físico aeróbico porque produce un aumento en las neuronas nuevas que crecen en el cerebro, en las áreas que codifican para aprender y memorizar. La tercera es tener una vida intelectual muy activa. Junto a estas tres claves, las nueve que nos quedan son: no vivir solo, dormir siempre sin luz porque se segrega una hormona que es antioxidante y nos repara de los daños celulares que existen, viajar mucho porque significa constantemente estar cambiando el panorama perceptivo y estudiar algo nuevo cada día. En este campo recomiendo aprender un idioma independientemente de cuántos se conozcan a partir de los 50 años porque es una exigencia para el cerebro. El cerebro no entiende de leer una novelita ni de mirar la televisión pasivamente o charlitas relajadas; el cerebro entiende de exigencias. Aprender un idioma retrasa incluso la aparición de la enfermedad del alzheimer hasta seis años. Otra clave para retrasar el envejecimiento cerebral es no fumar porque, y hoy lo tenemos muy bien contrastado, el fumador adelanta catorce años las enfermedades que aparecen con el envejecimiento y muere siete años antes que la población que no fuma. Más aún, las capacidades cognitivas de aprender y memorizar descienden cinco veces a velocidad superior que el que no fuma. La otra y última clave es la denominada "reserva cognitiva", que es la capacidad de poder almacenar en la juventud lo que podemos utilizar durante el envejecimiento para retrasar la aparición del deterioro.

Fuente:

Faro de Vigo
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