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3 de junio de 2019

Epigenética: Por qué los hijos hereden los traumas de los padres


En 1864, cerca del final de la Guerra Civil de Estados Unidos, las condiciones en los campos de prisioneros de guerra de la Confederación estaban en su peor momento.

Hubo tal hacinamiento en algunos campamentos que los prisioneros, soldados del Ejército de la Unión del norte, tenían el espacio en metros cuadrados equivalente a una tumba. La cifra de muertes de los presos se disparó.

Para muchos de los que sobrevivieron, la desgarradora experiencia los marcó de por vida.

Cuando la guerra acabó, volvieron con problemas de salud, peores perspectivas laborales y menor esperanza de vida.

Pero el impacto de todos estos problemas no se limitó únicamente a quienes los sufrieron en primera persona.

Los efectos se extendieron a los hijos y los nietos de los prisioneros, en una herencia que parecían pasar a través de la línea masculina de las familias.

Si bien los hijos y nietos no estuvieron en ningún campo de prisioneros de guerra, y pese a que no les faltó de nada durante su infancia, sufrieron tasas de mortalidad más altas que el resto de la población en general.

Al parecer, los prisioneros transmitieron parte de su trauma a sus descendientes.
Pero a diferencia de la mayoría de las enfermedades hereditarias, esto no se produjo como consecuencia de mutaciones en el código genético.

Herencia oscura

Los investigadores analizaron un tipo de herencia mucho más oscura: cómo las cosas que le pasan a alguien a lo largo de su vida pueden cambiar la forma en que se expresa su ADN, y cómo ese cambio puede transmitirse a la próxima generación.

Este es el proceso llamado científicamente epigenética, donde la legibilidad o expresión de los genes se modifica sin que se produzca un cambio en el código del ADN.

Es decir, existen pequeñas etiquetas químicas que se agregan o eliminan de nuestro ADN en respuesta a los cambios en el entorno en el que vivimos.

Estas etiquetas activan o desactivan los genes, posibilitando la adaptación a las condiciones del entorno sin causar un cambio más permanente en nuestros genomas.

El hecho de que estos cambios epigenéticos puedan transmitirse a las generaciones posteriores tendría unas implicaciones enormes.

Supone que las experiencias vividas por una persona, especialmente las traumáticas, tendrían un impacto muy real en su árbol genealógico.

Existe un número creciente de estudios que apoyan la idea de que los efectos de un trauma pueden transmitirse a las siguientes generaciones a través de la epigenética.

En los campamentos de la Confederación, estos cambios epigenéticos fueron el resultado del hacinamiento extremo, el deficiente saneamiento y la desnutrición.

Los hombres tuvieron que sobrevivir con pequeñas raciones de maíz, y muchos murieron de diarrea y escorbuto.

"En este período de inanición intensa, los hombres se volvieron esqueletos andantes", dice la autora del estudio Dora Costa, economista de la Universidad de California, en Los Ángeles.

Costa y sus colegas estudiaron los expedientes médicos de casi 4.600 niños cuyos padres habían sido prisioneros de guerra y los compararon con los de más de 15.300 niños de veteranos de guerra que no habían sido capturados.

Los hijos de los primeros tenían una tasa de mortalidad un 11% más alta que los hijos de veteranos que no fueron prisioneros.

Los investigadores hallaron que otros factores, como el estado socioeconómico del padre y el trabajo y el estado civil del hijo, no podrían explicar esa mayor tasa de mortalidad.

Lea el artículo completo en: BBC Mundo

11 de junio de 2015

El ADN borra su "disco duro" en cada generación

Los genes están regulados por la epigenética, que indica cómo deben leerse. Ahora han descubierto cómo se borran algunas de estas instrucciones para originar nuevas células en el embrión.


No hay dos personas que saquen las mismas conclusiones al leer un mismo libro. Aunque las palabras sean objetivamente las mismas, cada una interpreta esas frases de acuerdo con sus recuerdos y su forma de pensar. Pues con los genes pasa algo parecido. Y es que, aunque casi todas las células de una persona compartan las mismas instrucciones genéticas, hay una enorme variedad de tipos celulares (desde las células musculares a las células del hígado) que se diferencian precisamente en el modo de leer las secuencias de los genes.
En realidad, en vez de recuerdos y opiniones, las células leen una cosa u otra en función de la epigenética, un conjunto de etiquetas del ADN y de mecanismos de regulación que encienden y apagan genes. Así por ejemplo, las células del riñón no leen la información necesaria para las células de los huesos. Esto es especialmente importante y complejo durante el desarrollo embrionario, un proceso en el que se pasa de una célula (el zigoto), que está «poco regulada», a un organismo compuesto por muchos tipos celulares y por ello mucho más jerarquizado y regulado. Este martes, un grupo de investigadores de laUniversidad de Cambridge ha dado un paso más en la comprensión de este proceso, al haber descrito con exactitud cómo en un momento dado algunas células del embrión se resetean y pierden sus marcas epigenéticas. El estudio, publicado en la revista «Cell», describe cómo se reprograman las células germinales primordiales del embrión, que son aquellas que en adulto permitirán generar espermatozoides y óvulos, y además sugiere que algunas zonas del ADN no se resetean para evitar que algunas secuencias dañen al organismo y produzcan enfermedades.
«La información epigenética es importante para regular los genes, pero cualquier metilación incorrecta (este es uno de los mecanismos de control) puede ser perjudicial si pasa a la descendencia. Por eso, la información debe ser reseteada en cada generación antes de que se desarrolle el zigoto. Es como borrar el disco duro antes de añadir nuevos datos», ha explicado Azim Surani, uno de los participantes en el estudio.
En este sentido, los investigadores creen que las células germinales primordiales (las que luego originan los gametos en los adultos) son reprogramadas entre las semanas dos y nueve del desarrollo embrionario. Según han descrito, durante ese proceso una red de genes actúa para resetear los patrones de metilación del ADN. Esto es importante, porque permite entender cómo funciona un proceso crucial en la regulación de los genes y por lo tanto en el funcionamiento de las células.

El ADN olvida

Esto se sabía desde hace tiempo, pero ahora se ha propuesto un mecanismo que podría permitir entender el panorama global. Así,cuando se produce la fecundación, la célula resulsante sufre unreseteo de su epigenoma y adquiere la capacidad de convertirse en cualquier otra célula. A medida que se desarrolla, «el desarrollo es por definición epigenética», tal como se afirma en este artículo de revisiónsobre el tema, las células van diferenciándose y adquiriendo su propio código epigenético. Pero a partir de un momento dado, algunas de ellas se vuelven a resetear para en el futuro permitir que el nuevo individuo produzca espermatozoides y óvulos. Y todo ello tratando de silenciar algunos genes que podrían ser perjudiciales.

Esposas para evitar peligros

Pero ahora, los investigadores han encontrado que el cinco por ciento del ADN de las células primordiales no se reseteaba y que permanecían con sus esposas epigenéticas, como si fuera importante que pasaran de una generación a otra sin sufrir cambios: «Nuestro estudio nos ha dado una fuente de regiones candidatas donde la información epigenética no solo se pasa a la siguiente generación, sino también a las siguientes», ha explicado Walfred Tang, el director de la investigación. Curiosamente, al analizarlas, encontraron que estas secuencias de ADN estaban asociadas a importantes genes neuronales y a fenómenos como la esquizofrenia, los desórdenes metabólicos y la obesidad.
Los investigadores sospechan que si una pequeña parte de los genes de las células germinales primordiales no sufren su reseteo epigenético es por algún motivo. Opinan que quizás ocurra porque estén silenciando a secuencias de ADN que al liberarse de sus esposas podrían tener efectos negativos sobre el organismo.

ADN basura

De hecho, después de secuenciar el genoma y analizar sus metilaciones en embriones humanos, los investigadores encontraron que una buena parte de estas regiones que no se resetean se corresponden con el ADN más misterioso: se le suele llamar ADN basura o estructural, y proviene del ataque de virus que en el pasado infectaron al ser humano y que consiguieron introducir sus genes en nuestro genoma.
Este mal llamado ADN basura comprende la mitad de todo el genoma humano y tiene un importante papel en la epigenética y en el patrón de regulación de los genes. Puede actuar como un motor de la evolución y tener efectos beneficiosos (algunos de los genes que activan el desarrollo de la placenta provienen de invasores microbianos), pero también negativos, ya que este ADN basura puede interferir en el funcionamiento de los genes. Por ello mismo, resulta crucial seguir investigándolo.
Fuente:

10 de junio de 2015

El ADN transmite la memoria de una generación a otra


Una nueva investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad Emory, en Atlanta, ha demostrado que es posible que alguna información pueda ser heredada biológicamente a través de cambios químicos que ocurren en el ADN. Durante las pruebas se descubrió que que los ratones pueden transmitir información aprendida acerca de experiencias traumáticas o estresantes -en este caso, miedo al olor de la flor de cerezo- a las generaciones siguientes.
Según The Telegraph, el Dr. Brian Dias, del departamento de psiquiatría de la Universidad de Emory, dijo:
Desde una perspectiva traslacional, nuestros resultados nos permiten apreciar cómo las experiencias de uno de los padres, antes de siquiera concebir descendencia, influyen notablemente tanto en la estructura como en la función del sistema nervioso de las generaciones posteriores.
Un fenómeno de este tipo puede contribuir a la etiología y al potencial de la transmisión intergeneracional del riesgo de trastornos neuropsiquiátricos, como las fobias, la ansiedad y el trastorno de estrés post-traumático.
Esto sugiere que las experiencias se transmiten de alguna manera desde el cerebro hacia del genoma, lo que les permite ser transmitidas a las generaciones posteriores. Los investigadores esperan ahora llevar a cabo más trabajo para comprender cómo llega la información a ser almacenada en el ADN en el primer lugar.
Los investigadores también quieren explorar si efectos similares se pueden ver en los genes de los seres humanos.
El profesor Marcus Pembrey, genetista pediátrico en el University College de Londres, dijo que el trabajo proporciona “evidencias convincentes” de la transmisión biológica de la memoria. Y agregó: “Se ocupa del temor constitucional que es muy relevante para las fobias, la ansiedad y la trastornos de estrés post-traumático, además de la controvertida cuestión de la transmisión de la “memoria” de la experiencia ancestral de generación en generación.”
Ya es hora de que investigadores de salud pública se tomaran en serio las respuestas transgeneracionales en humanos.
Sospecho que no vamos a entender el aumento en los trastornos neuropsiquiátricos o la obesidad, la diabetes y los trastornos metabólicos en general sin tener un enfoque multigeneracional
dice el profesor Wolf Reik, jefe de epigenética en el Instituto Babraham en Cambridge, Sin embargo, advirtió Reik, es necesario seguir trabajando antes de que estos resultados puedan aplicarse a los seres humanos.
“Este tipo de resultados son alentadores ya que sugieren que existe la herencia transgeneracional y está mediada por la epigenética, pero se necesitan estudios mecanicistas más cuidadosos de los modelos animales antes de extrapolar estos hallazgos a los seres humanos. “
Fuentes:

23 de abril de 2014

Las señales químicas que nos hacen humanos (el epigenoma de un neandertal)


Las nuevas técnicas de secuenciación de ADN antiguo están aportando algunos datos clave para comenzar a entender cómo evolucionaron las especies humanas hasta llegar a dar forma a la única especie viva en la actualidad: el ser humano moderno, 'Homo sapiens'. En los últimos años hallazgos como el genoma completo y con gran detalle del neandertal o la secuencia de otra de las especies hermanas, el denisovano, han dado luz a una época crucial para la evolución humana.

Pero los genes, el ADN, no lo es todo. La información contenida en nuestras células, en las de cualquier especie, requiere de una compleja maquinaria química que controla el funcionamiento de los genes y asd qué gen funciona y cuál no en cada momento. Es lo que se conoce como epigenética. De alguna forma se podría hacer la analogía con una obra literaria: las letras serían el código genético y los signos de puntuación serían la epligenética que permite que el texto sea legible y tenga sentido. Entre las señales que permiten a la epigenética desempeñar esta función se encuentran algunas modificaciones químicas, como la metilación del ADN, que controla cuándo y cómo son activados y desactivados los genes que controlan el desarrollo de nuestro organismo. Y esas son precisamente las alteraciones que han estudiado en el trabajo.

Un algoritmo matemático

Los investigadores llevan tiempo preguntándose si ahora que tenemos la genética, ¿podemos tener también la epigenética? "La respuesta hasta ahora era no", responde Mario Fernández Fraga, director del Laboratorio de Epigenética del Cáncer de la Universidad de Oviedo e investigador del CSIC. Pero eso ha cambiado. Una investigación liderada por investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalem y del Instituto Max Planck y en la que ha participado el equipo de Fernández Fraga acaba de reconstruir el epigenoma tanto del neandertal como del denisovano. 

Los autores del trabajo, recién publicado en la revista 'Science', han diseñado un algoritmo matemático que permite reconstruir cómo se ha deteriorado el epigenoma de ambas especies con el tiempo, lo que ha permitido a los científicos 'dar marcha atrás' con las muestras de las que disponen en la actualidad hasta saber cómo sería ese epigenoma hace 70.000 años.

"La mejor prueba de que el nuevo método funciona es que las conclusiones son muy coherentes con lo que vemos cuando comparamos las especies antiguas con los humanos modernos", explica Fernández Fraga. "A pesar de que hay parte que es muy similar, es cierto que hay diferencias y están en los genes que regulan la formació de los huesos", asegura.

Según la discusión del trabajo científico, esto es consistente con una evolución diferenciada de las estructuras óseas de especies como el neadertal y el humano moderno. Otras afectan a genes relacionados con el sistema cardiovascular o el sistema nervioso, los cuales se han asociado con enfermedades como el Alzheimer o la esquizofrenia. Aunque se desconocen los factores que han dado lugar a esas diferencias, dado que los patrones epigenéticos están influidos tanto por las propias características genéticas como por las condiciones ambientales. "Pero no podemos saber si se deben a una condición inherente del ser humano moderno o se han desencadenado debido al modo de vida que llevamos", asegura Fernández Fraga. "Además, hay que tener en cuenta que ellos vivían muchos menos años que nosotros".
Fuente:

19 de enero de 2013

La búsqueda del ADN de los líderes

Molécula de ADN

El liderazgo para puestos de poder podría transmitirse de generación en generación.

El liderazgo podría transmitirse de generación en generación.

Así lo asegura un nuevo estudio del University College de Londres (UCL), que incluyó investigación interdisciplinaria con académicos de las universidades estadounidenses de Harvard, NYU y California. Éste dice que las diferencias genéticas se asocian significativamente con la probabilidad de que las personas asuman responsabilidades de gestión.
Publicada por Leadership Quarterly, la investigación es la primera en identificar una secuencia específica de ADN asociada a la tendencia de ciertas personas a ocupar una posición de liderazgo. 

Utilizando una amplia muestra gemela se determinó que una cuarta parte de la variación observada en el comportamiento de liderazgo puede ser explicada por la herencia genética.

"Hemos identificado un genotipo, llamado rs4950, que parece estar asociado con el traspaso de la capacidad de liderazgo de generación en generación", dijo el doctor Jan-Emmanuel De Neve, autor principal del estudio.

No quiere decir que el liderazgo no tenga un componente de habilidad, pero el estudio "nos muestra que es también, en parte, un rasgo genético", aseguró el doctor.
"Hemos identificado un genotipo, llamado rs4950, que parece estar asociado con el traspaso de la capacidad de liderazgo de generación en generación"
Doctor Jan-Emmanuel De Neve

Para encontrar el genotipo, los investigadores analizaron los datos de dos grandes muestras en los Estados Unidos, disponible a través del Estudio Nacional Longitudinal de Salud Adolescente (Add Health) y el estudio Framingham Heart.

Los investigadores compararon las muestras genéticas de aproximadamente 4.000 individuos con información sobre puestos de trabajo y relaciones. En ambos estudios se observó una asociación significativa entre el rs4950 y el liderazgo.

El gen de los jefes

El comportamiento de liderazgo se midió mediante la determinación de si las personas ocupan o no puestos de supervisión en el lugar de trabajo.

El equipo encontró que, si bien la adquisición de una posición de liderazgo en su mayoría depende del desarrollo de habilidades, la herencia de dicho rasgo también puede jugar un papel importante.

Pero ¿existe un gen específico de liderazgo?

"Este estudio nos permite responder sí - hasta cierto punto. Aunque el liderazgo todavía debe pensarse como una habilidad a desarrollar, la genética - en particular, el genotipo rs4950 - también pueden desempeñar un papel importante en la predicción de quién tiene más probabilidades de ocupar puestos de liderazgo", explicó De Neve.

Sin embargo, el autor aseguró que se necesita más investigación para entender las formas en que el rs4950 interactua con otros factores, como el entorno de aprendizaje de un niño, en el surgimiento del liderazgo.
 
Fuente:
 
BBC Ciencia

5 de noviembre de 2012

La epigenética y el resurgir del lamarckismo (II)

























En un
artículo anterior iniciábamos nuestra aproximación a los diferentes mecanismos epigenéticos descritos actualmente y su posibles implicaciones para la validez del dogma central de la biología molecular y el resurgir de ciertas tesis lamarckistas. En él prestábamos especial atención a la metilación del ADN. En esta ocasión abordaremos el llamado código de histonas.


Las histonas son las proteínas responsables del alto grado de empaquetamiento del material genético en eucariotas y algunos procariotas. Junto con el ADN constituyen la cromatina, a partir de una unidad estructural fundamental denominada nucleosoma formada por cuatro pares de histonas (H2A, H2B, H3 y H4) en torno a las cuales se enrolla el filamento de ADN. Las proteínas que forman estas histonas son muy ricas en lisina y arginina, aminoácidos básicos que presentan gran afinidad por los grupos fosfato del ADN, lo que hace posible el empaquetamiento.

Esquema de cómo se empaqueta el ADN en torno a los nucleosomas formados por 4 pares de histonas (octámeros)

Pero además de esta función de soporte estructural,
las histonas participan en el control de la transcripción génica. Para que esta se produzca, es necesario que una serie de factores de transcripción se unan a secuencias específicas del ADN denominadas promotores, que permiten a la ARN polimerasa reconocer el lugar donde ha de comenzar la transcripción. Estos factores de transcripción modifican químicamente ciertos residuos presentes en las colas de las histonas haciendo que el nucleosoma se distienda, dejando accesibles las secuencias reguladoras del ADN.
Existe una variedad de modificaciones químicas diferentes que afectan a las histonas, tales como la metilación, ribosilación, fosforilación, acetilación, desaminación etc.

Pues bien, se ha postulado que las diferentes combinaciones de estas modificaciones
podrían constituir un código epigenético al que se ha denominado código de histonas. Este código sería capaz de almacenar información de forma independiente a la secuencia de nucleótidos del ADN, lo que pondría en cuestión el dogma central de la biología molecular que establece la existencia de una unidireccionalidad en la expresión de la información contenida en los genes de una célula: de ADN a ARN mensajero y de éste a las proteínas, que finalmente realizan la acción celular.

Por otro lado,
si el código de histonas fuese heredable, se heredaría también la modulación de la transcripción génica adquirida por los progenitores como respuesta a factores ambientales, lo que podría ser interpretado como una forma de lamarckismo.
Ejemplo de código de histonas en el que se representan las disntintas modificaciones químicas epigenéticas en los aminoácidos de cada una de las histonas (letras mayúsculas en negrita).

No cabe duda de que el potencial teórico de almancenamiento de información del código de histonas es enorme. Cada histona del tipo H3 contiene 19 lisinas susceptibles de ser (mono, di o tri) metiladas, lo que suponen 274.877.906.944 combinaciones distintas. Teniendo en cuenta que en un genoma humano altamente empaquetado hay unos 44 millones de histonas, es evidente que la capacidad de codificación de este sistema sería enorme. Todo ello sin tener en cuenta las otras posibles modificaciones químicas de la lisina y la arginina mencionadas anteriormente.

Sin embargo, una
cosa es que las histonas posean un gran potencial para el almacenamiento de información y otra cosa muy distinta es que constituyan un código epigenético heredable. 
Toda molécula biológica almacena información en su estructura. Las proteínas sufren numerosas modificaciones postraduccionales: son plegadas, cortadas y pegadas de multiples maneras diferentes antes de adquirir su forma y actividad biológica definitivas. Los aminoácidos que las forman también son alterados químicamente mediante procesos similares a los que afectan las histonas. Y a pesar de ello no se propone la existencia de un código epigenético proteico presente, por ejemplo, en los factores de transcripción. De la misma forma, la actividad de algunos enzimas que participan en el control de la expresión génica esta modulada por factores ambientales, pero nadie habla de una epigenética enzimática lamarckista, sino simplemente de activación enzimática dependiente del ambiente.

 Los factores de transcripción unidos al ADN y a las histonas regulan la transcripción génica.

Pero entonces ¿Hay algo que haga diferentes a las histonas de otras proteínas?
Como hemos visto, las histonas estan ligadas químicamente a los grupos fosfato del ADN, haciendo posible el empaquetamiento del mismo y modulando la transcripción. Pero el simple hecho de estar unidas al material genético de forma casi permanente no las hace distintas de los factores de transcripción. Para el tema que nos ocupa, lo importante no es el lugar en el que se encuentran las histonas, sino si su actividad contradice el dogma de la biología molecular o no lo hace. Y puesto que esta actividad
no implica en ningún caso la modificación de la secuencia de nucleótidos del ADN, la cadena de transmisión que llevaría la información desde el ambiente hasta el material genético no se completa, por lo que no se rompe la unidireccionalidad en la expresión de la información contemplada en el dogma.

Por otro lado, para que el código de histonas pudiese ser considerado como una forma de lamarckismo  sería necesario que fuese heredable, transmitiendo a la descendencia la modulación de la transcripción génica adquirida por los progenitores como respuesta a factores ambientales. Para que esto fuese posible en mamíferos, la pauta de modificación del código de histonas
debería estar presente en los gametos concretos que participan en la fecundación, lo cual a su vez implica que esté presente tanto en la espermatogonia como en la ovogonia que dan lugar al espermatozoide y óvulo afortunados respectivamente. Sin embargo, tanto espermatogonias como ovogonias son células madre indiferenciadas, por lo que no experimentan los mismos cambios epigenéticos que otras células del organismo. Tampoco cabe pensar en un mecanismo de transducción de la pauta de modificación de las histonas desde las células diferenciadas a las células madre de los gametos. Un mecanismo así sería de tal complejidad e involucraría a tal número de intermediarios bioquímicos que necesariamente habría sido descrito hace ya décadas.

Además de esto, durante la replicación de la fase S de la
meiosis las histonas se separan del ADN, para volver a unirse posteriormente de forma inespecífica, es decir, sin llevar a cabo un reconocimiento de una secuencia concreta de nucleótidos y semiconservativa, es decir, mezclando histonas antiguas con otras recién sintetizadas. Por ello cabe pensar que la información contenida en el código de histonas se pierde.

Esquema del reensamblado de las histonas al ADN tras la replicación.

Así pues  la modulación de la transcripción ejercida por la modificación de las histonas es un mecanismo epigenético, pero 
solo en el sentido de la definición de epigenética utilizada por la biología del desarrollo, esto es, entendida como un mecanismo bioquímico que afecta al desarrollo del individuo, pero que carece de implicaciones evolutivas.

Esto, que para muchos lectores familiarizados con la biología podría resultar hasta cierto punto evidente, parece no serlo tanto para algunos redactores y medios de comunicación especializados en divulgación científica, a juzgar por el tratamiento que con frecuencia se le da a las noticias relacionadas con la epigenética. Como ejemplo sirva el siguiente 
artículo de la fundación Biocat, entidad que coordina y promueve la biotecnología, la biomedicina y las tecnologías médicas innovadoras en Cataluña.
Se trata de una entrevista en la que Manel Esteller, referente internacional en el ámbito de la epigenética, explica la relación entre ciertos procesos epigenéticos como la metilación del ADN o las modificaciones de las histonas y el desarrollo del cáncer. Pues bien, en el pie de foto que acompaña a la noticia podemos leer lo siguiente:

"Si analizamos el cáncer en cuanto a evolución celular, la epigenética parece tener un papel central. Los tumores humanos sufren grandes cambios en su evolución natural."

Como es lógico Manuel Esteller no se refiere en ningún momento a la evolución natural darwinista, sino a la transformación de las células cancerosas y al desarrollo de los tumores, esto es, a los cambios epigenéticos que se producen en ellos. Sin embargo, el redactor del titular emplea el término evolución en dos ocasiones, sugiriendo una relación de la epigenética con la evolución darwinista, que no es planteada en ningún momento por el autor a lo largo del artículo.

Fuente:

La epigenética y el resurgir del lamarckismo (I)


La epigenética, en sentido general, hace referencia al estudio de todos aquellos factores no genéticos que intervienen en el desarrollo de un organismo, desde la fertilización del óvulo hasta la senescencia. Se trata de un campo de estudio emergente cuyas implicaciones podrían cuestionar la validez del dogma central de la biología molecular y la teoría sintética de la evolución, haciendo necesaria una revisión de las ideas lamarckistas. A lo largo de las próximas entradas nos proponemos realizar una aproximación a los diferentes mecanismos epigenéticos y su posible trascendencia para el paradigma neodarwinista.


El término epigenética fue acuñado por C. H. Waddington en 1942 para referirse al estudio de las interacciones entre los genes y el ambiente que se producen en los organismos. Sin embargo, en la actualidad ha ido adquiriendo diferentes significados dependiendo de la disciplina biológica en la que se emplee.

Así, mientras en biología del desarrollo el término epigenética hace referencia a la influencia del ambiente en el desarrollo embriológico, en genética comprende el estudio de los cambios heredables en la expresión génica y el fenotipo celular que no implican cambios en la secuencia de ADN (ver artículo). Para otros genetistas, la epigenética se refiere a las modificaciones químicas dinámicas que se producen en el ADN y la posterior asociación con proteínas reguladoras (Berdasco y Esteller, 2010). Como vemos, algunas definiciones aportan un enfoque evolutivo, mientras otras hacen referencia exclusivamente a procesos bioquimicos o fisiológicos. Esta multiplicidad de acepciones puede conducir a una interpretación errónea de los distintos procesos a los que hace referencia el término, especialmente en el ámbito de la divulgación científica.

De igual forma, existe cierta confusión entre los términos herencia epigenética y epigenética transgeneracional. La herencia epigenética se refiere a la transmisión de información entre dos generaciones de organismos, ya sean unicelulares o pluricelulares; o bien entre dos células pertenecientes a un organismo pluricelular. Como vemos, se trata de un concepto general que engloba procesos muy diferentes. Sin embargo el término epigenética transgeneracional se emplea para describir la transmisión intergeneracional de información epigenética en los organismos pluricelulares exclusivamente. Esta distinción es muy importante, puesto que la transmisión de información entre dos generaciones de células somáticas pertenecientes a un organismo no tiene implicaciones evolutivas, mientras que si las puede tener cuando se produce entre dos generaciones de organismos completos (Ver artículo).

Se ha propuesto que algunos mecanismos epigenéticos podrían cuestionar la validez del dogma central de la biología molecular y la teoría sintética de la evolución. Autores como Alex Badyaev, Moczek o Tobías Uller, sostienen que la epigenética puede ser fuente de novedades evolutivas y suponer un mecanismo diferente de adaptación frente a ambientes muy variables. Debido a esto asistimos a un cierto resurgir de las tesis lamarckistas, que se presentan ahora bajo un enfoque complementario al neodarwinismo. En palabras de Lynn Margulis:




"... una sugerencia principal para el nuevo siglo en biología es que el difamado eslogan del lamarckismo, la herencia de los caracteres adquiridos no debe ser todavía abandonado: tan sólo debe ser refinado cuidadosamente."

Sin embargo, una cosa es que el paradigma neodarwinista deba ser revisado para incorporar los nuevos conocimientos sobre epigenética y otra muy distinta es que deba incluir aspectos lamarckistas. Por ello se hace imprescindible definir claramente qué concepto de epigenética estamos manejando en cada caso y en qué consisten la sintesis moderna y el lamarkismo.

El dogma central de la biología molecular establece que existe una unidireccionalidad en la expresión de la información contenida en los genes de una célula: el ADN es transcrito a ARN mensajero y éste es traducido a proteína, que finalmente realiza la acción celular. La teoría sintética de la evolución incorpora este esquema fundamental a las ideas del darwinismo, para afirmar que el cambio evolutivo esta motivado por la variación genética de las poblaciones y la selección natural. La variación surge por azar mediante procesos como la mutación, los errores en la replicación del ADN, la recombinación de los cromosomas homólogos durante la meiosis y la transferencia horizontal de genes. Fruto de la interacción de los diversos fenotipos resultantes con el ambiente, se produce una reproducción diferencial de los distintos genotipos en una población que conduce a un cambio de las frecuencias alélicas en la siguiente generación. Como hemos dicho, este proceso conserva la unidireccionalidad establecida por el dogma central de la biología molecular en el flujo de información desde los ácidos nucleicos a las proteínas.


Charles Darwin en 1881

Por su parte, el larmarckismo sostiene que los organismos son capaces de trasladar a su descendencia las características adquiridas a lo largo de su vida. Esta herencia de los caracteres adquiridos invierte el sentido del flujo de información que establece el dogma central de la biología, otorgando a los organismos el papel fundamental en el cambio evolutivo:

"... el uso frecuente y sostenido de un órgano cualquiera lo fortifica poco a poco, dándole una potencia proporcional a la duración de este uso, mientras que el desuso constante de tal órgano lo debilita y hasta le hace desaparecer (...) y consecuentemente por la influencia del empleo predominante de tal órgano, o por la de su desuso, la Naturaleza lo conserva por la generación en los nuevos individuos." Lamarck, Filosofía Zoológica, pp. 175-176.

Lamarck afirmaba que el principal motor de la evolución no era otro que la propia voluntad de los organismos por realizar nuevas acciones (negando curiosamente dicha capacidad a las plantas, por carecer de sistema nervioso). Por tanto, el lamarckismo en su formulación clásica es una teoría de la evolución dirigida, siendo este el principal criterio de demarcación con el darwinismo, cuyo núcleo conceptual lo constituyen la variación al azar y la selección natural.

Lamarck

Metilación y lamarckismo

Uno de los procesos epigenéticos más importantes es la Metilación del ADN. Esta consiste en la transferencia de grupos metilo por parte de la enzima ADN metiltransferasa a algunas de las bases citosinas (C) presentes en el citado ácido nucléico. En concreto se pueden transferir grupos metilo a las citosinas que van seguidas de una guanina (G) unidas por un enlace fosfórico, en lo que constituyen los llamados sitios CpG. Entre un 80% y un 90% de los sitios CpG del ADN humano se encuentran metilados, característica que se asocia con el silenciamiento de genes asociados a dichas secuencias. Así mismo, existen algunas áreas del genoma denominadas islas CpG que no están metiladas y se relacionan con el 56% de los genes que se expresan en mamíferos. Por lo tanto, la metilación es un mecanismo fundamental de regulación de la transcripción génica.



Representación de una doble hebra de ADN metilada

Pero ¿De qué forma podría justificar una vuelta a las tesis lamarckistas?

Por un lado, algunos autores afirman que puesto que la pauta de metilación es una información que no afecta a la secuencia de bases del ADN, puede hablarse de la existencia de un código epigenético situado a un nivel superior al que establece el dogma de la biología molecular.

Además, las críticas al paradigma imperante se fundamentan en la existencia de evidencias experimentales que apuntan a que distintos factores ambientales podrían inducir cambios en los patrones de metilación de las regiones promotoras de algunos genes.

En este estudio se pone el ejemplo de ratas cuyo patrón de metilación se ve afectado por diferencias en los cuidados maternales en los primeros 6 días de vida.


Ratones clonados muestran diferencias en cuanto a la forma de la cola debido a cambio epigenéticos.

De igual forma, hay indicios de que la exposición en humanos a altos niveles de estrés durante la infancia podría alterar los procesos de metilación del ADN de ciertos tipos celulares presentes en el cerebro, silenciando la expresión de genes involucrados en una adecuada respuesta al estrés, lo que favorecería el desarrollo de enfermedades crónicas como la depresión, obesidad, diabetes, hipertensión o los problemas coronarios.





Otro ejemplo de herencia epigenética es el estudio Överkalix, realizado en Suecia, en el que se observó que los nietos de aquellos hombres que en su preadolescencia habían estado expuestos a la hambruna, tenían menos probabilidad de morir de una enfermedad cardiovascular mientras que las descendientes femeninas tenían una esperanza de vida más corta (Ver artículo).

Por otro lado, en bacterias la metilación del genoma del hospedador permite la detección y eliminación del ADN extraño proveniente de virus mediante el sistema de restricción. Así mismo otros trabajos sugieren que la resistencia de bacterias a antibióticos también podrían deberse a la herencia de cambios epigenéticos.(Johannes et al., 2008; Helantera & Uller, 2010; Tal et al., 2010).
Estos mecanismos implican una modulación de la expresión génica por parte de factores ambientales, lo que sin duda supone una inversión del sentido del flujo de información establecido por el dogma central de la biología molecular.

Sin embargo, la existencia de una pauta de metilación modulada por el ambiente no supone en sí misma una objeción al neodarwinismo. La clave consiste en determinar si los patrones de metilación adquiridos por un individuo a lo largo de su desarrollo se trasmiten a la descendencia.
De no ser así, la metilación podría considerarse simplemente como uno de los múltiples mecanismos de regulación de la expresión génica que están descritos, al igual que la modificación de histonas y proteínas asociadas al ADN, las delecciónes y amplificaciónes de algunas regiones del genoma, o las modificaciones postranscripcionales y postraduccionales.

Si no es heredable, la pauta de metilación sería otro de los procesos que hacen posible la plasticidad fenotípica. De hecho, existen cientos de ejemplos de modificaciones epigenéticas fenotípicas (Ver artículo). Pero aquí estaríamos hablando de epigenética en la acepción utilizada por la biología del desarrollo, esto es, entendida como un mecanismo bioquímico que afecta al desarrollo ontogénico pero que carece de implicaciones evolutivas.

En el caso de organismos pluricelulares con reproducción sexual, para que la pauta de metilación adquirida a lo largo del desarrollo de un individuo pueda ser trasmitida a su descendencia tiene necesariamente que afectar a las células germinales que darán lugar a los gametos que participarán en la fecundación. Sin embargo, durante el proceso de la gametogénesis, se borran por completo los patrones de metilación de las células germinales primordiales restaurando únicamente los correspondientes a la impronta materna y paterna, en virtud de un proceso llamado reprogramación. Únicamente parecen ser resistentes a la desmetilación algunas secuencias satélites centroméricas asociadas a histonas cuya función sería estructural. (Ver estudio).

Además de la desmetilación que se produce durante la reprogramación, tanto el genoma materno como el paterno son desmetilados nuevamente tras la fertilización, restableciendo una vez más la metilación de los genes de la impronta. No obstante, estudios recientes apuntan a que se trataría de una hidroxilación de los grupos metilo, mas que de una eliminación completa.

Este doble proceso de desmetilación y remetilación es necesario para asegurar la totipotencia de las células del embrión recién formado, borrando de esta forma cualquier caracter epigenético adquirido que afecte a la expresión génica.

Así pues, aunque el patrón de metilación del ADN pueda modificarse a lo largo del desarrollo en funcion de las condiciones ambientales y eventualmente afectar a las células germinales que participan en la fecundación, el doble proceso de desmetilación impide la transmisión hereditaria de esta información epigenética. Este hecho desacredita en el caso de mamíferos tanto el concepto lamarckista de evolución dirigida como la hipótesis de la herencia de los caracteres adquiridos, al menos en lo que se refiere a la metilación del ADN.



Esquema de un nucleosoma, unidad de empaquetamiento del ADN. Los cambios epigenéticos de las histonas que lo forman serán tratados en posteriores entradas.

Sin embargo, en organismos con reproducción asexual la metilación si podría hacer necesaria la inclusión de aspectos lamarckistas en la teoría neodarwinista, al igual que en el caso de algunas plantas y hongos, cuyas células somáticas son susceptibles de incorporarse a la línea germinal y por tanto de transmitir su pauta de metilación adquirida a la siguiente generación.

Concretamente en bacterias, la metilación, en este caso de adenina, regula procesos tan importantes como la replicación del DNA, la transcripción y expresión génica, la virulencia de las cepas, o el empaquetamiento de los virus bacteriófagos. Durante la replicación, la cadena complementaria recién sintetizada es remetilada nuevamente de dos a cuatro segundos después de su síntesis, tiempo durante el cual se reparan los posibles errores.

Así pues, no existe un mecanismo de desmetilación activa, por lo que cada nueva generación hereda el patrón de metilación de la generación anterior. Y puesto que este patrón puede modificarse en función de las condiciones ambientales, podría considerarse este proceso como un ejemplo de herencia de los caracteres adquiridos.

No obstante, como hemos dicho, el principal criterio de demarcación del lamarckismo es el concepto de evolución dirigida, por lo que para afirmar que la evolución bacteriana incluye aspectos lamarckistas sería necesario demostrar que efectivamente se produce una modificación de la pauta de metilación como respuesta específica frente a un agente ambiental determinado y no como resultado de un proceso de selección natural que actúa sobre un conjunto de diferentes pautas de metlilación generadas aleatoriamente. La pregunta clave es ¿Existe algún proceso bioquímico en virtud del cual un determinado factor ambiental induce a la enzima ADN metiltransferasa a metilar una secuencia genética específica con el fin de generar una adaptación a ese factor?

Si no es así, la metilación epigenética, incluso en el caso de bacterias, debería considerarse, o bien otro ejemplo de plasticidad fenotípica o simplemente otra fuente de variabilidad complementaria a la mutación, como puede ser la incorporación de plásmidos o fragmentos de ADN y en general cualquier proceso de transferencia horizontal de genes. Procesos conocidos desde hace tiempo y que de ningún modo comprometen el paradigma neodarwinista.

Tomado de:

16 de octubre de 2012

El epigenoma de la leucemia permitirá predecir la evolución de la enfermedad

El trabajo es complementario del primer genoma de la enfermedad que consiguieron investigadores españoles



Tener el genoma no bastaba, así que el Consorcio Español del Genoma de la Leucemia Linfática Crónica (LLC), formado por el equipo de la Universidad de Oviedo que dirige por Carlos López-Otín dirigido esta vez por José Ignacio Martín-Subero, ha identificado los factores epigenéticos que permiten predecir la evolución de este tipo de tumor, que afecta a unas mil personas cada año en España.

El trabajo fue publicado el domingo en Nature Genetics, y ayer se presentó en la sede del Ministerio de Economía y Competitividad. En resumen, lo que han conseguido los investigadores es describir las regiones del ADN de 139 pacientes que se activan o no para dar lugar a los tumores. "Es como el 'software' que activa los genes", ha explicado Martín-Subero, perteneciente al Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer de la Universidad de Barcelona.

En concreto, los autores se han centrado en uno de los tipos de señalización más frecuentes de los genes, el proceso llamado de metilación porque se trata de incorporar un grupo metilo (CH3-) al gen. La presencia o no de esta molécula sirve para que un gen se exprese o no.
 
Se trata de un proceso tan complejo que entre las primeras conclusiones está que hay hasta tres subgrupos de pacientes con LLC, y que cada uno evolucionará de una manera o de otra. Ello permitirá adecuar los tratamientos, desde los dirigidos a casos más leves a los más graves (algo que tendrá que afinarse cuando un mayor arsenal terapéutico).

El sistema consiste en que de los genes implicados en la leucemia (y el grupo ha identificado más de 60), unos se activan y otros no, y el metilo viene a actuar como una bandera que señaliza los genes (las instrucciones biológicas) que hay que leer o las que no. Podría darse el caso de que personas con leucemia tuvieran una variante tan leve que lo mejor fuera no tratar y simplemente controlar su evolución, ha dicho López-Otín. Con ello se evitarán efectos secundarios a los pacientes, y se ahorrará también.

Este trabajo es un ejemplo de dónde está actualmente la investigación biomédica en general, y, sobre todo, en cáncer. El conocimiento del genoma humano, que permite ya hacer una secuenciación completa en apenas dos días. Pero conocer los genes implicados en una enfermedad puede ser inútil si no sabemos cómo tratarla o si todos ellos van a intervenir. La epigenética, que estudia las condiciones para que estas partes del ADN se manifiesten o no, es un abordaje más completo. Claro que ello solo aumenta la complejidad de los estudios.

Fuente:

El País Ciencia

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3 de agosto de 2011

¿Por qué los gemelos idénticos no tienen las mismas huellas digitales?

En la formación de las huellas no sólo interviene la herencia genética, sino que son el resultado de la interacción de la información genética con el medio ambiente.

Las diferentes huellas dactilares, como la diferente distribución de las manchas en la piel de animales clonados, son dos ejemplos claros de que la información codificada en nuestros genes no es inalterable. Es como la partitura de una sinfonía, la música está escrita, pero existe un margen de interpretación que puede dar lugar a un concierto mediocre o simplemente inolvidable. De la misma forma, la información de los genes puede ser interpretada de diferentes maneras.

En el desarrollo de las huellas dactilares en el embarazo influyen factores como la presión sanguínea

Los gemelos idénticos comparten exactamente la misma herencia genética, es decir, los mismos genes, porque proceden de un único embrión que por diversas causas se divide dando lugar a dos individuos. Sin embargo, desde el mismo momento de la división, pasan a ser dos seres diferentes y cada uno interacciona de forma distinta con el medio que le rodea, es decir, pueden tener experiencias muy distintas. En el desarrollo de las huellas dactilares durante el embarazo influye de forma determinante la presión, tanto del líquido amniótico como la propia sanguínea del feto o el contacto con otras partes del cuerpo. Simplemente una diferente posición en el útero da lugar a diferentes presiones. Eso hace que la disposición de las crestas papilares adopte una distribución distinta que determina la aparición de huellas diferentes. Es por esta misma razón por la que no tenemos las mismas huellas en todos los dedos.

De la misma forma, las manchas de color en los animales no vienen determinadas exclusivamente por la herencia genética. La migración de los melanocitos, las células responsables de la pigmentación, se produce durante la gestación y en cada individuo los diferentes factores que controlan esta migración inter-accionan de forma distinta. Por esa razón los animales clonados, aunque comparten una misma información genética, presentan una piel en la que la distribución de las manchas puede ser muy diferente.

Nuestro fenotipo, es decir, la apariencia que tenemos y manifestamos, es el resultado de la traducción de nuestra herencia genética o genotipo. Pero esta traducción no es inamovible. La manifestación de los genes puede estar condicionada por diferentes circunstancias medioambientales. Cuando hablamos de factores medioambientales no debemos pensar exclusivamente en factores climáticos, hay que entenderlo desde una perspectiva mucho más amplia. No sólo son factores externos como la luz, la temperatura o la presión; también influyen de manera muy directa factores determinados por el ambiente interno del propio individuo. El sexo es posiblemente uno de los más relevantes y que actúa dando lugar a diferentes factores hormonales. También los niveles de nutrientes o elementos químicos pueden modular la expresión de los genes. Todos estos factores, de forma independiente o interactuando ente ellos, dan lugar a que un determinado gen entre o no en funcionamiento, y en caso de que se active, que lo haga a diferentes niveles haciendo que la información genética se desvíe en una u otra dirección. Por eso, en temas de salud, se habla tanto de enfermedades relacionadas con el estilo de vida.

La manifestación de los genes puede estar condicionada por circunstancias medioambientales

La epigenética es el término que se creó para referirse a todos los mecanismos que relacionan la herencia genética con el medio ambiente y que, sin modificar la secuencia de los genes, influyen en su expresión.

Los mecanismos de actuación de la epigenética aún no se conocen plenamente. El más frecuente funciona creando marcas en los genes de tal forma que un gen marcado de una forma determinada sufre un proceso llamado de silenciamiento. Este mecanismo tiene lugar durante el desarrollo embrionario y en muchos casos sigue una pauta concreta. Así, un determinado gen se silencia en un tejido y no en otro, con lo que se logra que un mismo gen tenga diferentes manifestaciones. Este mecanismo perfectamente establecido es heredable, pero también puede ser alterado por una condición ambiental, que de alguna forma modula la información genética dando lugar a los distintos fenotipos.

Fuente

Público

13 de julio de 2011

"Somos lo que comemos" (y tus hijos "serán lo que comiste")

Hay una mesa llena de platos: huevos, cordero, patatas, algo de embutido. Un joven dice: deberías cuidarte. Otro contesta: déjame, es mi vida, no hago daño a nadie. La conversación acaba y la comida continúa, pero no saben que quizá sus hijos acaben sufriendo por ello.

Hace unos meses publicamos en el blog un artículo de largo título; lo llamamos “Las jirafas de Lamarck, los gemelos, el cáncer y la guerra en Holanda”, y explicábamos que había algo en común en todos estos conceptos: la epigenética. La epigenética incluye todos los cambios que se producen en el ADN que no alteran su secuencia pero que también pueden pasar a los hijos. Serían algo así como las marcas que se van depositando a lo largo de la vida. Darwin pensaba que esos cambios no se transmitían, pero en eso estaba un poco equivocado. Una prueba nos la dan un tipo de ratones, llamados ´agouti´. Estos ratones son de color amarillo, pero si comen muchas proteínas pueden cambiar y volverse marrones. Tal cual. Lo más curioso es que sus hijos también serán marrones: el ADN de los padres cambia, pero sin necesidad de que se produzca ninguna mutación. ¿Y esto nos afecta a nosotros? Parece que sí. Desde hace tiempo se ha visto que los descendientes de personas que siguen dietas ricas en grasas tienen más posibilidades de ser diabéticos. Lo malo de estos estudios es que pueden confundirse: podría ser que los niños también comieran mal, tuvieran hábitos como los de sus padres, etc… Pero parece que no es sólo eso.

Uno de los comentarios en el blog nos avisó de la publicación de un artículo en la revista Nature: en ese estudio se usaron dos grupos de ratas, todas ellas machos. A uno le dieron una dieta sana y a otro una rica en grasas. Cuando vieron cómo eran sus hijas descubrieron lo que Darwin no esperaría: aunque al nacer eran todas iguales, con el tiempo las hijas de los que comieron mal comenzaron a ser diabéticas, y además estaban peor a cada semana que pasaba. No hubo ninguna mutación, no hubo diferencias durante el ´embarazo´ -las madres eran similares-, y sin embargo algo erróneo habían recibido.

Una vez aceptado que ´somos lo que comemos´, quizás habría que pensar que también ´serán lo que comemos´. La vida está llena de responsabilidades.

Fuente:

De Cero a Ciencia

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