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11 de abril de 2015

Qué es peor... ¿Echar gasolina a un motor diésel o diésel a un gasolina?


Gasolina a un diésel es peor. Al menos en cuanto al coste que tendrá la reparación. Según Francisco Javier Martos, director del departamento de Máquinas y Motores Térmicos de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Málaga: “La gasolina es menos lubricante, por lo que al echarle gasolina a un motor diésel se romperá la bomba de alta presión y el sistema de inyección. Averías ambas muy costosas. Por su parte, si echamos diésel a un motor de gasolina, se ensuciará el sistema de alimentación e inyección, lo que solo conllevaría el coste de limpiar todos estos sistemas”.
Sin embargo, para Juan José Coble Castro, profesor de la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Nebrija: “Siempre depende de la cantidad de combustible equivocado que hayamos echado en el depósito y el tiempo que tengamos funcionando el motor sin darnos cuenta del error. Estas diferencias harán que hablemos de simple susto o de averías leves o graves según la situación”. Pero ¿qué notaremos al sufrir alguna de estas equivocaciones?
Al echar gasóil a un vehículo de gasolina, el ratio de compresión que el motor ejerce sobre la mezcla no conseguiría su inflamación tras la emisión de la chispa por la bujía. De manera que, si el depósito estuviera completamente lleno de gasóil, el motor no arrancaría  o arancaría e inmediatamente se pararía. Pero, como lo normal es que al repostar siempre quede algo de gasolina en el depósito, el motor arrancará y funcionará de forma aparentemente normal hasta que se pare. Para solucionarlo, será necesario drenar el depósito y limpiar todas las partes del motor y del circuito hasta que no quede ni rastro de gasóil. Además, en función del tiempo que haya estado funcionando con el combustible equivocado, también habrá que revisar el estado del catalizador y comprobar si se han saturado los compuestos parafínicos del gasóil, muy perniciosos para un motor de gasolina. De todas formas, es difícil que se produzca esta equivocación pues la boca de llenado en los coches de gasolina es más pequeña que la manguera de gasóil.
Por otra parte, si echáramos gasolina a un vehículo de gasóil los problemas que nos encontraremos dependerá de la cantidad de combustible equivocado que pongamos. Al llenar con gasolina un depósito de diésel el motor arrancará y funcionará con ciertas dificultades (tirones, petardeos) pero finalmente se parará. Si funciona mucho tiempo con gasolina, el motor diésel presentará varios fallos: se estropearán los inyectores, se producirán fallos en la bomba de inyección, etc. Será necesario parar cuanto antes, denar el depósito y limpiar todas las partes del motor donde quede gasolina. Sin embargo, si no se echa mucha cantidad de gasolina, no habrá mucho problema, ya que la mezcla se quemará sin más consecuencias. Incluso, el disolvente que lleva la gasolina ayudará a limpiar el motor diésel”, explica Coble Castro.
En definitiva, como dice Jesús Casanova, catedrático de motores térmicos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid: “En realidad es díficil decir cuál es peor de los dos ya que, en ambos casos, si se llena el depósito con el combustible equivocado, hay que vaciar el depósito y todos los conductos para poder volver a arrancar”.
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9 de abril de 2015

¿Internet es indestructible?


El Internet es inquebrantable. Al menos, pensamos que lo es. Pero, ¿se podría realmente, literalmente, romper esta red?

Edificios con antenas repartidos por todo el mundo son los proveedores de internet a todos los usuarios. Si se destruyeran de alguna manera natural o artificial “se podría ver realmente perturbaciones regionales en Internet", dice Matthew Prince, CEO de CloudFlare.

Sin embargo, este tipo de escenario del juicio final no es muy probable o posible. Este tipo de instalaciones importantes de Internet están muy bien protegidos. Hay incontables millas de cables envueltos en todo el mundo, y muchos de los más grandes están bajo el agua.

Pero los efectos de estas fallas en la infraestructura física de la red no son de tan largo alcance como se podría pensar, ya que se enfrentan a la resistencia diseñada original del sistema. Es por eso que cortar cables o tirar centros de datos sin conexión no daña la red en general. Incluso desconectar regiones enteras, como Siria, no restringirá necesariamente las comunicaciones internas dentro de las redes de Siria.

internet 2
Foto: BBC


Otra preocupación importante es el secuestro de la señal BGP, sinónimo de "border gateway protocol". Se trata de un sistema de claves que dirige el tráfico de Internet. Durante mucho tiempo se asmió que solo los routers BGP colocados en varios puntos a través de la red envían los paquetes en la dirección correcta. En los últimos años, sin embargo, se supo que el tráfico podría ser re-dirigido a escondidas si la información de destino conectado a los routers se conseguía manipular, tal vez por los piratas informáticos. Tal secuestro significaría que enormes extensiones de datos de internet pueden ser robados por terceros, como las agencias de inteligencia.

Sin embargo, aunque la mayoría de estos problemas han sido conocidos por causar "interrupción" (y algunos de ellos podrían, en teoría, destruir el Internet) nunca ha habido un caso que haya desactivado todo el Internet. Eso no quiere decir que no debemos pensar en esa posibilidad, dice Vicente Chan, profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts.

"Un ataque masivo para derribar todo el Internet es realmente posible". Chan señala que existen métodos de interrupción de internet que serían muy difíciles de detectar.
El artículo completo en:

Arte: Como hacer rascacielos con basura electrónica

El artista italiano Franco Recchia tiene un pasatiempo inusual, convierte la basura electrónica, viejos ordenadores y computadoras, en maravillosas maquetas de conocidas ciudades. Una idea de como reciclar estos deshechos tecnológicos.
En su tiempo, recorre la ciudad y las plantas de reciclaje buscando tecnología y ordenadores desechados, y luego los transforma en horizontes increíblemente detallados de ciudades. La Quinta Avenida, Boston o una metrópolis futurista, cada una de las esculturas de Franco es una compleja amalgama de tarjetas de circuitos impresos y unidades de disco duro que ha recogido a lo largo del camino.
“Siempre me han fascinado los objetos de uso común, porque eran, originalmente, hechos por una persona que puso la creatividad, inteligencia y pasión en su diseño” dice Recchia.
Ha conseguido llenar dos casas con estos objetos, para gran consternación de su familia. Franco recomienda este reciclaje para niños, para que aprendan a poner en valor lo que esta sociedad actual considera basura, y que con el tratamiento adecuado pueden convertirse en preciosos objetos.
Tomando las piezas de viejas computadores, Franco ha realizado rascacielos dandole una nueva vida a lo que ya no la tenía. Como ejemplo mostramos algunas de sus obras inspiradas en Boston, Manhattan, PittsburghCentral Park o Pechino:

Rascacielos con basura electronica1
Central Park
Rascacielos con basura electronica4
Metropolis
Rascacielos con basura electronica2
Manhattan 2
Rascacielos con basura electronica3
pechino district
Pechino District

Urano reciclando
Urano
Boston
Boston

Fuente:

¿Qué le pasa exactamente a nuestro cuerpo cuando nos morimos?

Algunos creen en la reencarnación, otros en la resurrección del alma y están los convencidos de que la vida se acaba aquí en la Tierra, con la última respiración.

Pero creencias a un lado, ¿sabes qué le pasa exactamente al cuerpo cuando nuestro corazón deja definitivamente de latir?
BBC Mundo te lo cuenta. Pero antes, una serie de indicaciones breves para comprobar que una persona ya ha fallecido.
Para certificar que alguien está muerto, hay que escuchar durante un minuto si su corazón está latiendo y tomarle el pulso también por un minuto, explica Clare Gerada, médica del Colegio Real de Médicos Generales de Reino Unido.
Hay que asegurarse de que no esté respirando y revisar las pupilas con una linterna para comprobar que no responden al estímulo de la luz.
"Si todavía tienes dudas", añade, "puedes frotarle el esternón. Éste es un procedimiento doloroso: si la persona no está muerta, reaccionará en seguida", a causa del dolor.

Rigor mortis

Como tu corazón deja de latir, tu sangre deja de circular, se espesa y se coagula. Al dejar de circular, comienza a acomodarse por el peso de la gravedad en un proceso conocido como livor mortis o lividez post mórtem.
Sin circulación, tu cuerpo comienza a perder temperatura y tus músculos se endurecen, en un proceso conocido como rigor mortis.
"Este proceso suele iniciarse después de 4 o 6 horas, primero en los músculos más pequeños como los de los párpados o la mandíbula, luego le sigue el cuello, y más tarde los músculos más grandes como los brazos o las piernas", le dice a BBC Mundo Carla Valentine, curadora técnica del Museo de Patología Barts de Londres.
"Esto dura entre 36 y 48 horas, dependiendo de una serie de circunstancias. El frío, por ejemplo, puede ralentizar el rigor mortis", explica Valentine.
"Pero si uno tiene fiebre cuando muere”, añade, "se acelera".
Al dejar de respirar, nuestras células ya no se nutren de oxígeno. Sin oxígeno, la mitocondria dentro de las células no puede producir adenosín trifosfato, conocido por sus siglas en inglés como ATP, una sustancia química que cumple una serie de funciones celulares, como explica un video educativo de la Sociedad Química de Estados Unidos.
Y, si tus células no pueden producir ATP, dejan de funcionar.
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8 de abril de 2015

El secreto de los juguetes: por qué son tan necesarios para los niños

La campaña navideña es una época de estrés para los padres, ilusión para los niños y fundadas esperanzas para el sector juguetero español, que concentra en las tres últimas semanas del año viejo y la primera del nuevo más del 40 % de sus ventas anuales. Y pese a la feroz competencia del ocio electrónico –videojuegos, aplicaciones para dispositivos móviles, gadgets adaptados al mercado infantil…–, el objeto tridimensional y manoseable de toda la vida sigue acaparando gran parte del espacio debajo del abeto. ¿De dónde surge la necesidad por acunar una muñeca, dar patadas a una pelota o vivir aventuras intergalácticas moviendo figuritas articuladas de plástico?

El filósofo holandés Johan Huizinga (1872-1945) definió al ser humano como Homo ludens por su capacidad única para jugar, pero en realidad no es un comportamiento exclusivo de nuestra especie, ni mucho menos. Numerosos animales lo practican: desde las arañas juveniles, que simulan la copulación para mejorar sus habilidades sexuales en la fase adulta, a las crías de delfines, que se divierten haciendo burbujas. Un caso especial entre los mamíferos es el de los perros, que siguen comportándose como cachorros cuando ya están en edad de procrear. Algunas personas hechas y derechas que todos conocemos comparten ese talante juguetón tardío.

Desde el punto de vista de la neurociencia, las actividades lúdicas fortalecen dos áreas de la masa gris: el cerebelo, que coordina los movimientos, y el lóbulo frontal, asociado a la toma de decisiones y el control de los impulsos. Y como se ha comprobado experimentalmente, el juguete cumple un papel clave en esos procesos de maduración, pues sirve para que los niños más pequeños aprendan la relación causa-efecto –“si empujo el cochecito, se mueve”– y ejerciten el cálculo de probabilidades mediante el ensayo-error.


Atención, abstracción, memoria y representación

Petra María Pérez Alonso-Geta, catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia y miembro del Observatorio del Juego Infantil, abre aún más el abanico de los beneficios de los juguetes:  “Son un vehículo para desarrollar habilidades como la atención, la abstracción, la memoria, la representación, la simbolización o la resolución de problemas. Por eso, en todas las culturas y en todos los tiempos, los niños juegan con ellos”.

En el ámbito de la psicopedagogía, todavía se sigue a pies juntillas la clasificación  elaborada hace décadas por Jean Piaget (1896-1980). Para este influyente teórico suizo, existen tres modalidades de juguetes, acorde con la evolución mental de los infantes: hasta los dos años, sonajeros, espejos y muñecos musicales estimulan los sentidos y la motricidad; de dos a seis años, aparecen los disfraces, las cocinitas o los juegos de construcción, que promueven la memoria, el autocontrol y la imaginación; y a partir de los seis, los niños se someten a los reglamentos complejos de los deportes, juegos de mesa o actividades como la comba y la rayuela. Así se inician en el despiadado mundo de la competitividad humana.

Dada la importancia que, como ya quedó sobradamente apuntado, tienen los juguetes en el desarrollo intelectual de los cerebros más tiernos, algunos padres llegan a obsesionarse con la etiqueta educativo. Según la socióloga francesa Sandrine Vincent, es sobre todo en las familias más acomodadas y las parejas con profesiones liberales donde se aprecia la preocupación por que los más pequeños aprendan jugando, mientras delegan en los abuelos los regalos más divertidos.

Sin embargo, muchos creen que semejante dicotomía carece de sentido.“Yo suelo decir que cualquier cosa que sirva al desarrollo de las capacidades cognitivas educa”, nos explica Pérez Alonso-Geta. Catherine Tamis-LeMonda, profesora de Psicología Aplicada en la Universidad de Nueva York y autora de varios estudios sobre el aprendizaje en la infancia, también lo ha expresado con rotundidad: “Son oportunidades para jugar, explorar y socializar. Si el juguete educativo lo consigue, perfecto, pero si un objeto corriente lo hace, producirá el mismo efecto”.

Porque a menudo triunfa lo más simple, como ponía humorísticamente de manifiesto aquel famoso anuncio televisivo en el que un chaval abría un paquete y gritaba alborozado: “¡¡¡Un palo...!!!”. Otra reconocida especialista en la materia, la psicóloga Kathy Hirsh-Pasek, autora del libro Einstein nunca memorizó, aprendió jugando, aboga por ese tipo de objetos sin estructura definida, que favorecen la libertad de acción, como la clásica caja de cartón.

Un experimento muchas veces citado en la literatura académica llamaba la atención sobre el potencial de los objetos más cotidianos. Los científicos dejaron a varios niños de entre tres y cuatro años trasteando con servilletas, destornilladores –¡eran los años setenta!–, palos y clips de oficina. En otro grupo, los pequeños se limitaban a ver cómo los manejaban los adultos. Luego, al preguntarles los posibles usos de esos útiles, los primeros se mostraron mucho más ingeniosos: el contacto físico, la experimentación con sus propias manos, había despertado su tierna imaginación.


¿Juguetes sexistas?

De todos modos, si hay un fenómeno que ha intrigado a padres, educadores e investigadores en los últimos años es el de losestereotipos sexuales. Porque da la impresión de que el encasillamiento no ha hecho más que acentuarse, a diferencia de lo que ocurre en la sociedad. Por ejemplo, la socióloga Elizabeth Sweet, de la Universidad de California en Davis, lo ha denunciado en el New York Times: “Hemos hecho grandes avances hacia la equidad de género en el último medio siglo, pero el mundo de los juguetes se parece mucho más a la década de los cincuenta”. Pero ¿hay razones innatas para que las niñas asuman papeles maternales, domésticos o sociales y los niños se decanten por el movimiento, la lucha y el deporte?  

Varios estudios parecen darles la razón a quienes creen que sí existe cierta predisposición biológica. Los primatólogos han comprobado que los machos de cercopitecos verdes y macacos rhesus prefieren jugar con camiones, mientras que las hembras de estos monos se decantan por las muñecas. En 2010, una investigación publicada en la revista Current Biology señalaba que las crías de chimpancé en el Parque Nacional Kibale (Uganda) adoptaban palos espontáneamente y los trataban como si fueran bebés.  

Según parece, hasta los tres o cuatro años, niños y niñas comparten a menudo los juguetes, pero a partir de esa edad empiezan a separarse. El fenómeno es más acusado con los chicos, que se enfrentan a la estigmatización cuando sus compañeros los pillan con algún objeto supuestamente femenino.

Pero la cultura está precisamente para emanciparnos del rígido reparto de papeles que fijó la evolución en los genes de nuestros antepasados. Por eso, en varios países están surgiendo iniciativas ciudadanas contra el sesgo sexista en los juguetes. Una de las más activas es la asociación británica Let Toys Be Toys, que convenció a doce grandes distribuidores –entre ellos, Toys ‘R’ Us y Marks & Spencer– para que ordenaran sus artículos por intereses o temas, no en las categorías niños/niñas.  

Antes, en 2011, la neurocientífica Laura Nelson consiguió que la célebre juguetería Hamleys, en Londres, aboliera la misma distinción por géneros en sus plantas. En España también hay ejemplos de movilizaciones en esta línea, como la Campaña del Juego y el Juguete No Sexista y No Violento, promovida anualmente por el Instituto Andaluz de la Mujer.

El caso es que, objetivamente, los estereotipos no han perdido vigencia en lo que llevamos de siglo XXI. Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, analizaron 595 anuncios televisivos entre las campañas navideñas de 2009 y 2011 y llegaron a la conclusión de que, predominantemente,inducían “al aprendizaje de valores como diversión y competición, riesgo y agresividad para el caso de los chicos, y de belleza y apariencia, el cuidado de los otros o la atención del hogar en el caso de las niñas”. 

Y es que, aparte de inculcar los valores igualitarios, el intercambio de roles acarrea indudables beneficios psicológicos: mientras que los juegos de construcción aumentan el interés de las chicas por la tecnología y la ingeniería, cocinar favorece la vena creativa de los chavales, por ejemplo.

Otro motivo de preocupación contemporánea es la eclosión de las pantallas táctiles. Dejando al margen la censurable práctica de algunos padres comodones, que dejan los smartphones a sus hijos como una especie de sonajero virtual para que los dejen tranquilos, los especialistas están divididos sobre sus ventajas o inconvenientes con respecto al juguete convencional.

Algunos, como el psicólogo uruguayo Roberto Balaguer, creen que los dispositivos móviles están “más cerca de la simulación” y que sus videojuegos ayudan a “manejar grandes flujos de información, a lidiar con el error y la equivocación de una manera más sana, a perder”. Otros, aunque reconocen que todavía es un campo incipiente de investigación, sospechan que no favorecen precisamente la dimensión social del individuo y pueden producir problemas de comportamiento, sobre todo en los menores de tres años. Rahil Briggs, psicóloga infantil en el Montefiore Medical Center de Nueva York, incluso ha llegado a plantear que retrasan la adquisición del lenguaje.

Es verdad que hay aplicaciones muy interactivas y gratificantes, pero a menudo tabletas y móviles se convierten en una suerte de teles portátiles para ver dibujos. De los padres depende fomentar un buen uso, porque no se puede –ni conviene– poner puertas a la tecnología.

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7 de abril de 2015

¿Cómo afecta el bilingüismo a nuestra inteligencia?

Resulta que, al utilizar un idioma, el segundo está también activo, por lo que el cerebro tiene que seleccionar entre uno y otro continuamente. Esto produce beneficiosos efectos en la inteligencia.



El lenguaje es el fundamento de la educación, porque nuestra inteligencia es estructuralmente lingüística: pensamos con palabras, transmitimos el conocimiento mediante palabras y organizamos nuestra acción mediante ellas. El lenguaje nos sirve para comunicarnos, y por eso es también el fundamento de nuestra vida social, pero, por si eso fuera poco, nos sirve también para comunicarnos con nosotros mismos. ¿Se han fijado en que continuamente nos estamos hablando, formulándonos preguntas, planteándonos alternativas, haciendo planes? Ni siquiera podemos conocer lo que pensamos o sabemos hasta que no lo hemos dicho. ¿Recuerdan cuando de niños pedíamos a alguien que nos tomara la lección “para ver si me la sé”? Hasta que no lo expresamos no sabemos nada de nosotros mismos. Como dijo E.M. Forster, el autor dePasaje a la India: "¿Cómo voy a saber lo que pienso sobre algo si aún no lo he dicho?".  

A la vista de este panorama, es lógico que todo lo que tenga que ver con el lenguaje sea fundamental para la educación. Hasta el aprendizaje de las matemáticas necesita del lenguaje natural. Como decía una niña de nueve años: “Estoy segura de que entendería las matemáticas si comprendiera las palabras con que me las explican”... Pero en el pasado siglo, el debate educativo se volvió confuso porque el lenguaje –genial herramienta comunicativa– se convirtió en factor identitario. Lo que era una función secundaria pasó a ser protagonista. La herramienta se sacralizó. El lenguaje –maravillosa vía de comunicación– se convirtió en acceso único para comprender el mundo. Excluyente, en vez de comunicativo. José Luis Alvarez Emparanza, 'Txillardegi', uno de los primeros ideólogos de ETA, se apoyaba en estas ideas para decir que el euskera era más que una herramienta de comunicación, era un modo de ver el mundo, insustituible e irrepetible. Algo así, decía Heidegger, que en su barullo espiritista, místico, transcendental y nazi escribía cosas como “La palabra es el acontecimiento de lo sagrado. Esta palabra aún no oída está conservada en la lengua de los alemanes”. Y mucha gente se dejó conmover por esta retórica. Era falso, porque la inteligencia humana, que ha creado todas las lenguas, está por encima de ellas, de la misma manera que la humanidad está por encima de las anecdóticas separaciones nacionales, culturales o religiosas.

Espero que el nuevo siglo haya puesto las cosas en su sitio. El lenguaje es la más prodigiosa invención del ser humano, y debemos valorarla, protegerla, comprenderla y usarla. En un mundo globalizado, saber hablar en varias lenguas va a ser un estupendo pasaporte para el futuro. Por eso, desde finales del siglo pasado, tanto la UNESCO como la Unión Europea han apostado por la enseñanza trilingüe, que puede tener dos modalidades: dos lenguas nacionales y una extranjera, o una lengua nacional y dos extranjeras.

Pero hoy quiero hablar de bilingüismo en sentido estricto. Es decir, de niños que crecen en un ambiente bilingüe y aprenden simultáneamente dos lenguas. Es una hazaña formidable. ¿Qué supone este esfuerzo para su cerebro? En España, es un tema de gran relevancia, porque una parte importante de su población vive en comunidades bilingües. Es curioso ver cómo han cambiado las ideas sobre este asunto. Hasta los años sesenta del siglo pasado, se suponía que los sujetos bilingües presentaban una ejecución inferior en una diversidad de pruebas intelectuales. Poco a poco empezó a imponerse la idea de que no sólo no era un impedimento, sino que se asociaba a puntuaciones más elevadas en tests de inteligencia, y correlaciones positivas entre rendimiento académico y bilingüismo. La capacidad infantil para el aprendizaje lingüístico es pasmosa. Los niños monolingües aprenden con lo que llamamos “principio de exclusividad”: cada objeto tiene una palabra. El perro se llama “perro”. Pero los niños bilingües desde muy temprano aprenden que tienen, al menos, dos. El perro se llama “perro” y se llama dog. Lo maravilloso es que el niño organiza cada palabra dentro de un idioma, y de acuerdo a la situación utiliza uno u otro sin mezclarlos.

La culminación de la inteligencia humana

¿Qué supone esto para la inteligencia? ¿Tal sobrecarga es buena o mala? Pues, en principio, es buena. Resulta que al utilizar un idioma, el segundo está también activo, por lo que el cerebro tiene que estar seleccionando entre uno y otro continuamente. Esto produce beneficiosos efectos en la inteligencia, porque refuerza las “funciones ejecutivas”. Como este es el tema que investigo desde mi cátedra en la Universidad Nebrija, permítanme que se lo explique en dos líneas. Las funciones ejecutivas son la culminación de la inteligencia humana, porque nos permiten dirigir voluntariamente nuestro comportamiento. Activan la memoria de trabajo, fijan la atención, eligen la respuesta, dirigen la acción hacia metas lejanas; y todo esto resulta beneficiado por el bilingüismo, como han mostrado Albert Costa y su equipo en la Universidad Pompeu Fabra.

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