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31 de diciembre de 2008

Las vueltas que da la Tierra (un año con un día y un segundo de más)

29 de diciembre de 2008.- 2008 ha sido año bisiesto. Desde la época de Julio César, cada cuatro años se doblaba el sexto día previo a las calendas de marzo (bis sextus, el sexto repetido se le llamó) para dar cuenta de que una revolución terrestre alrededor del Sol no es un número exacto de rotaciones terrestres. Es decir, que el año dura un número no exacto de días. La reforma gregoriana vino a corregir un problema de mayor exactitud, quitando tres años bisiestos cada 400 años. La historia de los calendarios es apasionante, porque no solemos darnos cuenta de que la astronomía está detrás de esas aparentemente extrañas normas.
Lo mismo nos pasa con la medida de las horas. Cuando se intentaron ordenar e internacionalizar los sistemas de medida con el sistema métrico decimal (una verdadera revolución que tuvo que nacer con la Revolución Francesa) la unidad de tiempo fue el segundo, definido a partir de la duración del día terrestre, es decir, de su rotación: 1 segundo es 1/86400 del día. O bien: en un día hay 86.400 segundos.
La coordinación de la medida del tiempo, de la hora, fue más complicada y tuvo que esperar a 1912, cuando se estableció, en el Observatorio de París la Oficina Internacional de la Hora (BIH), encargada de establecer una medida común para tomar tiempos que pudieran coordinarse. Se mantuvo esa duración del segundo y se estableció el Tiempo Universal que se medía desde 1884 en el Observatorio de Greenwich, como la base para todo el mundo. Correspondía además con la hora solar media de Londres, lo que permitía mantener la costumbre de los relojes de Sol.

La coordinación de las medidas de tiempo se hacía en París, a partir de observaciones astronómicas y cálculos que permitían una gran precisión. Pero a mediados de los 50 se inventaron los relojes atómicos: sistemas en los que la oscilación de un átomo (habitualmente Cesio) marca la frecuencia que, multiplicada miles de millones de veces, permite contar segundos. La definición en el Sistema Internacional del segundo cambió porque esa medida resultaba muy precisa y se podía reproducir rápidamente, sin tener que esperar a las observaciones astronómicas y los cálculos posteriores.
Pero se comprobó así, con la mayor precisión del Tiempo Atómico, que la rotación de la Tierra era un proceso demasiado variable como para mantener una buena cuenta del tiempo. Debido a los movimientos de la corteza tras la glaciación y, sobre todo, debido al frenado que producen las mareas lunares en nuestro planeta, el día se hace poco a poco más largo. En promedio, en el último siglo ese aumento ha sido de 1,7 milisegundos (por día).
Es una cantidad nimia, pero suficiente para que ese tiempo de los relojes atómicos difiera del tiempo derivado de la medición de la rotación terrestre, en una cantidad que puede llegar a 2 segundos algunos años... Por eso, desde 1972 en el TUC, el tiempo universal coordinado que es un consenso proporcionado por relojes que los responsables de la medida de la hora, actualmente el IERS (Servicio de Sistemas de Referencia y de la Rotación Terrestre, un organismo dependiente de la Unión Astronómica Internacional y la Unión Internacional de Gerodesia y Geofísica se introduce de vez en cuando un segundo de más, una discontinuidad en la hora oficial que permite que los relojes atómicos (continuos, base del sistemas) mantengan una cuenta que siga siendo parecida a la de siempre, la que antes daban los relojes solares y luego los relojes puestos en hora por los observatorios astronómicos.
En los últimos años no ha sido preciso introducir muchos de estos segundos intercalares, no porque la Luna nos frene menos, sino por otros movimientos y cambios en la rotación de la Tierra, complejos de modelizar, pero que se miden cada vez con mayor precisión gracias a los satélites, que han evitado que esa rotación se frene al ritmo habitual. Fue en 2005 la última vez que se introdujo un segundo extra entre el final del segundo 23:59:59 del día 31 de diciembre y el 00:00:00 del 1 de enero.
Para quienes quieren ver en todo posibles catástrofes, teniendo en cuenta que en los últimos 20 años se han introducido 11 segundos de estos y ni se cayeron los ordenadores, ni hubo accidentes aéreos, ni tampoco los cacos pudieron emplear el segundo del ajuste para robar los principales bancos internacionales, lo cierto es que podemos estar razonablemente tranquilos. Eso sí, podemos también entender que la Unión Internacional de Telecomunicaciones haya recomendado que sería más sencillo mantener el tiempo oficial como un tiempo atómico sin correcciones ni saltos discontinuos. Eso llevaría a corregir algo los trabajos astronómicos y, para mantener una relación más cercana con las mediciones clásicas del tiempo (eso de que al mediodía el Sol quede al Sur... aunque con los cambios de hora de por aquí y el tiempo central europeo eso no pase nunca en España) sería conveniente introducir no un segundo de vez en cuando, sino ya puestos 3.600 de golpe: una hora intercalar cada tres siglos, aproximadamente.
Fuente:
El Mundo - Blog Cosmos

22 de diciembre de 2008

La Estrella de Belén: Nueve Hipótesis

La Estrella de Belén: Nueve Hipótesis

Nos despedimos del 2008, ante todo quiero agradecer a todos por sus preferencias ya que seguimos en el Top 10 de PerúBlogs, en la categoría de ciencias. Esto nos motiva seguir en nuestra tarea de difundir la ciencia a través de Internet y en la televisión local de Barranca, canal 23 de EconoCable Plus.


Para despedir este año les dejo este Power Point que Conocer Ciencia ha creado para un programa especial de Navidad, trata sobre la estrella de Belén, aquella mítica estrella que señalara el lugar de nacimiento del Mesías. Y el astro que guió a los reyes magos. Isaac Asimov nos explica, a través de nueve hipótesis, este hecho relacionado, obviamente, con la astronomía.

Es un libro interesante que se puede descargar desde
aquí.bdigital.binal.ac.pa/.../ASIMOV.../I.%20A.%20-LA%20ESTRELLA%20... Y esta es la presentación, para el programa de Navidad:




Personalmente agregaría una décima hipótesis, me parece raro que se le haya escapado a Isaac Asimov: la hipótesis de que la estrella de Belén era en realidad un OVNI (objeto volador no identificado). Bien, naturalmente no sostengo esta hipótesis, pero se debió de incluir, tal vez en una futura edición lo haga.

Aprovechen los feriados para reunirse con la familia y/o generar, o retroalimentar, nuevas proyecciones para el corto, mediano y largo plazo. Y no se olviden de generar un espacio especial para la conservación del medio ambiente y el servicio social (o ayuda al prójimo). Es vital.

Hasta el 2009:

Leonardo Sánchez Coello
Profesor de Educación Primaria

21 de diciembre de 2008

Los diez avances científicos del año


Recopilación de Andrea Naranjo, de diversas fuentes: Barrapunto Por la boca muere el pez y Time. Tenía que publicarlo en este blog. Amantes de la Ciencia ¡disfrútenlo!


Top Ten de Science

1. Reprogramación celular

2. Planetas extrasolares o Exoplanetas

3. El libro gordo del gen cancerígeno

4. Nuevos superconductores a altas temperaturas

5. Atención: proteínas trabajando

6. Quemar agua

7. El vídeo embrionario

8. Grasas buenas, malas y de colores

9. La predicción de la masa del protón

10. Secuenciación de genoma en oferta: más rápida y más barata



Top Ten Time

1. El Gran Colisionador de Hadrones - Large Hadron Collider

Conocer Ciencia dedicó varios artículos: LHC 1 - LHC 2 - LHC 3

2. El polo Norte… de Marte

3. Genoma articial

4. China al Espacio

5. El caso de los gorilas en el Congo

6. Los explanetas (y sus primeras imágenes)

7. El poder de la invisibilidad en Berkeley

8. La reconstrucción del 80% del genoma del mamut

9. La alfabetización científica de la población en Estados Unidos ¿Hacia dónde va? Universidad de Michigan

10. La primera familia (Descubrimiento comentado ya en La revolución naturalista en El mito de la familia



Fuentes:

Luna Antágonica de Andrea Naranjo

Diario El Mundo - Ciencia

ABC - España

Time Top 1O

Por la boca muere el pez

15 de diciembre de 2008

Arqueología: Descubren una ciudadela Wari en Lambayeque

Arqueología:

Descubren una ciudadela Wari en Lambayeque (Perú)



Chiclayo, dic. 14 (ANDINA).- Una ciudadela de la cultura Wari, que se constituiría en un "eslabón perdido" del desarrollo cultural del departamento de Lambayeque (Perú), donde se erigen grandes fortificaciones de piedra de carácter militar y religioso, fue descubierto en el Complejo Arqueológico de Cerro Pátapo, ubicado a 22 kilómetros de esta ciudad.

Estos importantes hallazgos fueron descubiertos tras los trabajos de mantenimiento que está realizando la Unidad Ejecutora Naylamp:111- Lambayeque en la zona.




Cesar Soriano Ríos, arqueólogo de la Unidad Ejecutora Naylamp, refirió que en ese lugar se desarrolló un estado aristocrático que administraba todo el valle, cuya presencia militar fue imponente.

En este lugar se puede evidenciar celdas y lugares de sacrificios humanos, cuyos restos eran lanzados al precipicio.

Soriano Ríos indicó que en la etapa de introspección se ha observado osamentas en las partes bajas de la zona, que eran de las posibles víctimas lanzadas al abismo.

Agregó, que éstas fortificaciones son de gran importancia para conocer el eslabón del desarrollo cultural luego de la extinción de la cultura Moche, en los años 700 d.C., donde se habría desarrollado la presencia de la cultura Wari en esta zona en los años 700 a 1200 d.C.



“Es la primera vez que se determina la presencia de esta cultura que se expandió desde el sur de nuestro país”, acotó.

Por su parte, Celso Sialer Távara, director de la Unidad Ejecutora Naylamp- Lambayeque, señaló que en las labores de mantenimiento y prevención se han invertido 40 mil nuevos soles, ante las denuncias de huaqueo y destrucción de este importante patrimonio arqueológico.

“Se contrató a 43 obreros de la zona de Pátapo y Pósope Alto y luego de concluidos estos trabajos quedará un vigilante en la zona con el fin de cuidar este importante legado cultural, hasta que se inicie la etapa de investigación arqueológica”, concluyó.

Fuentes:

Agencia Andina - Perú


Terra - España


La República - Perú


El Comercio - Perú (incluye video)

Arqueología: Hallan una ciudadela preinca en el corazón de la Amazonia peruana

Arqueología:

Hallan una ciudadela preinca en el corazón de la Amazonía (Perú)


Un grupo de escolares ha descubierto al norte del país una ciudadela que podría pertenecer a la civilización Chachapoyas, que tuvo su época de esplendor hace mil años. Ésta se desarrolló en la provincia de Utcubamba, departamento de Amazonas (Perú), donde se ubican, además de los restos encontrados, la fortaleza de Kuélap, un importante sitio arqueológico peruano de esta cultura.

Con este hallazgo, se confirman los rumores que hablaban de la existencia de restos preincas escondidos en la selva.

El lugar está situado a unos 800 kilómetros al noreste de Lima, en un cerro de una altitud de unos 2.200 metros, con abundante flora y fauna, y al borde de una catarata de 500 metros. Entre los restos, semiocultos por la maleza, se han encontrado algunas fortificaciones, viviendas circulares de piedra en una extensión de unas cinco hectáreas, en las que había bateas de piedra que se presume se utilizaron para moler semillas o plantas silvestres.

La construcción llega hasta un abismo, utilizado, supuestamente, por los antiguos habitantes como mirador y para divisar a sus posibles enemigos.

En la zona también se han hallado pinturas rupestres, hecho que permiten apuntar a que se trata de una civilización preinca, y dos cavernas con restos de cerámica, actualmente protegidas por rondas campesinas del lugar para evitar su saqueo y desaparición.

Se espera que expertos del Instituto Nacional de Cultura peruano viajen a Utcubamba para establecer más detalles y confirmar la época de que puede datar la construcción. Agentes municipales han solicitado al gobierno regional de Amazonas la creación de un circuito turístico en el lugar, ya que también alberga la catarata Lejía con 672 metros de altura.

Fuentes:

AFP Noticias

Diario La Primera - Perú

HostelTut

Libros: Eutanasia

Libros:

Eutanasia


Con auditorios a favor y en contra de la eutanasia, el cierre de la vida, ese instante en el que la muerte acecha ha sido (y es actualmente), materia de arduas discusiones en la sociedad. Para conocer una mirada médica y ética sobre el asunto, Futuro, que no teme en lo más mínimo a las controversias, presenta Ayudar a morir (Katz Editores).

Por Iona Heath
LA NEGACION CONTEMPORANEA DE LA MUERTE IMPONE AGOBIOS ADICIONALES TANTO A MEDICOS COMO A PACIENTES.
“Triunfo de la muerte”, Brueghel (Landesmuseum Joanneum)

“La sociedad, el arte, la cultura, toda la civilización humana no es sino evasión, un gran autoengaño colectivo cuya intención es hacernos olvidar que incesantemente caemos por el aire, que a cada instante estamos más cerca de la muerte.”
Sven Lindqvist, Exterminate All The Brutes

INTRODUCCION: UNA HISTORIA

Por John Berger

F. tenía 95 años y, si bien caminaba tan encorvado como una navaja a medio abrir, se preparaba las comidas, leía el periódico y seguía lo que sucedía en Medio Oriente. Desde la muerte de su esposa, ninguna mujer había vivido en la granja. Sus hijos, que sí lo hacían, habían aumentado el número de vacas lecheras de tres (cuando iban a la escuela) hasta las más de cien actuales. A medida que F envejecía, sus hijos, que creían en el trabajo, lo aceptaron tal como era y no trataron de cambiarlo. Era un hombre que pensaba, rezaba y no trabajaba mucho. Era anarquista por temperamento. Respetuoso y obstinado al mismo tiempo.

Hace poco los hijos reconstruyeron toda la casa, pero dejaron intacta su habitación, ubicada junto a la cocina, para que pudiera seguir dando exactamente los mismos pasos, seguir con su rutina de cortar verduras para la sopa, rezar, encender la pipa y tratar de contestar sus propias preguntas. F. murió hace dos martes. Por la tarde, apenas antes de la hora de ordeñe, los hijos lo hallaron en el suelo junto a su cama. Le costaba respirar. Telefonearon a todos los lugares posibles. Sólo los bomberos locales contestaron.

Alrededor de las diez de la noche los bomberos trasladaron a F. al hospital de la ciudad más cercana, donde murió a las cinco de la mañana. Retirado con precipitación de su casa, pasó las últimas horas de su larga vida con escasa atención médica. En tales circunstancias, de las que ninguno de los involucrados tuvo la culpa, murió separado arbitrariamente de toda la experiencia humana, aprendida en el transcurso de siglos, relacionada con la tarea de estar con -y acompañar- a los moribundos.

En su juventud había pocos médicos en esta región alpina, y las personas estaban acostumbradas a manejar la enfermedad (y la muerte) entre ellas. Para el momento en que nacieron los hijos había un servicio médico nacional: los médicos recibían llamados en plena noche y acudían a las casas; los hospitales se ampliaron. Poco a poco la población empezó a depender de un consultorio médico profesional y a tomar pocas decisiones por sí misma. Hace diez años, con la privatización y la desregulación, las cosas volvieron a cambiar. En la actualidad, la atención médica en un caso de emergencia quedó reducida a un servicio de transporte compulsivo. F. no murió en lugar alguno.

CAPITULO I: LA NEGACION DE LA MUERTE

Hace unos años, una de mis pacientes fue hospitalizada cuando perdió el conocimiento. El director de la institución geriátrica en la que vivía pidió una ambulancia. La mujer, una viuda de 80 y tantos años, estaba muy débil. En ese momento la preocupación por la discriminación a los ancianos estaba en su apogeo y, tal vez como consecuencia de ello, la paciente fue internada en una unidad coronaria donde se le brindó la mejor atención posible.

La mujer se recuperó y, dado que parecía encontrarse bien, se la dio de alta una semana después. Cuando la visité me dijo que estaba muy agradecida por cómo la habían atendido, pero manifestó su profundo disgusto por un tratamiento que consideraba completamente inapropiado. Me explicó que tanto su esposo como casi todos sus amigos y conocidos ya habían muerto, que su fragilidad física le impedía hacer prácticamente todas las cosas que le gustaban y que no tenía deseos de seguir viviendo.

Nadie le había preguntado nada al respecto ni se había tratado de determinar si el tratamiento -eficaz y por lo tanto recomendado- resultaba apropiado en su caso específico. Murió tres semanas después, mientras dormía. El elevado costo del tratamiento anterior había resultado inútil, perturbador y antieconómico. Como médico generalista, soy consciente de que no hago lo mejor para muchos de mis pacientes, sobre todo en el caso de los que agonizan. ¿Por qué son tan pocos los pacientes que tienen lo que se calificaría como una buena muerte? ¿Qué es una buena muerte? ¿Qué forma de morir queremos para nosotros y para nuestros seres queridos?

Hablando con amigos y colegas, compruebo que muchos pueden describir su participación en una muerte especial, aquella en la que el moribundo parece poder controlar y orquestar el proceso y morir con tal dignidad y calma que todos los que lo rodean, entre ellos el médico, se sienten privilegiados por la vivencia de esa situación y, en cierta forma extraña, enriquecidos por ella. Sin embargo, es sorprendente qué poco comunes son esas muertes. Muchos más son objeto de manoseo y falta de respeto, y quedan sumidos en el pánico, el sufrimiento o ambas cosas, circunstancias que llevan a que quienes permanecen entre los vivos, incluido el médico, abriguen sentimientos de rabia, culpa y tristeza.

CUANDO LA MUERTE SE HACE FAMILIAR

En Un hombre afortunado, John Berger destacó el importante papel que desempeña el médico generalista en relación con la muerte: “El médico es el familiar de la muerte. Cuando llamamos a un médico, le pedimos que nos cure y que alivie nuestro sufrimiento, pero si no puede curarnos también le pedimos que sea testigo de nuestra muerte. El valor del testigo es que ya vio morir a muchos otros [...]. Es el intermediario viviente entre nosotros y los innumerables muertos. Está con nosotros y estuvo con ellos, y el consuelo difícil pero real que los muertos ofrecen por su intermedio es el de la fraternidad”.

En los últimos cien años, sin embargo, el éxito espectacular de la medicina científica permitió que los médicos abandonaran ese papel tradicional de “compañeros de la muerte”. Poco a poco, el desafío tecnológico de prolongar la vida fue adquiriendo prioridad sobre la calidad de vida. Como consecuencia de procesos peligrosos e insidiosos, perdimos de vista en qué grado la forma en que vivimos tiene más importancia que cuándo morimos. De manera perversa, eso se hace más evidente en la atención de los moribundos.

La soberbia de la medicina científica alimenta cada vez más expectativas de salud perfecta y de longevidad. Periodistas y políticos, y sobre todo la industria farmacéutica, aprovechan esos procesos con entusiasmo. En buena medida, el objetivo de la atención médica y el límite respecto del cual se la evalúa pasó a ser la simple prolongación de la vida. Hablamos constantemente de muertes evitables, como si la muerte pudiera prevenirse en lugar de posponerse. Nos imponemos actividades y limitaciones que, suponemos, permitirán que vivamos más tiempo, y al parecer nunca se piensa en lo oportunas que son muchas muertes.

Los lineamientos de la atención médica parecen cada vez más producto de protocolos empíricos cuya naturaleza hace que se considere a los pacientes como unidades estandarizadas de enfermedad. Esos protocolos no tienen manera de dar cabida al relato de cada individuo, a los valores, las aspiraciones y las prioridades de cada persona diferente y a las formas en que los mismos van cambiando con el tiempo. El resultado es que una intervención empírica racional de eficacia comprobada puede terminar por ser inapropiada, antieconómica e inútil.

EL COSTO DE MIRAR PARA OTRO LADO

Las sociedades occidentales coinciden en lo que Philip Larkin calificó como “el costoso apartar la vista de la muerte”. El costo es monetario, pero también tiene un profundo efecto en la experiencia de la vida y de la muerte. A pesar de las onerosas pretensiones de la medicina, la muerte sigue siendo el final inevitable de la vida, y a menudo es impredecible, arbitraria e injusta, si bien cada vez más se la considera un simple fracaso de la medicina y de los médicos. La medicina no puede prometer el alivio de todo el dolor y el malestar corporal, pero cada vez los toleramos menos y nos mostramos más convencidos de que tenemos derecho a una salud perfecta.

El constante énfasis en los factores de riesgo de enfermedad ocasionados por el estilo de vida genera un clima de responsabilización de la víctima, que agrega un sentimiento de culpa a la angustia y el terror que sufren aquellos que, azarosamente, padecen una enfermedad grave. Susan Sontag destaca que en las películas de Ingmar Bergman la justicia –la idea de que los personajes tienen lo que se “merecen”– está rigurosamente excluida. Eso puede explicar el carácter sombrío de algunas de sus películas, pero también destaca su fuerza y su autenticidad.

Todos tratamos de darle sentido a la vida mediante la construcción de un relato coherente fundado en relaciones de causa y efecto. Nos decimos, y les decimos a los demás, que algo sucedió porque hicimos esto o porque se nos hizo aquello, pero el vínculo entre causa y efecto suele ser mucho más tenue de lo que nos gusta pensar. La actual ola de afirmaciones exageradas sobre el poder de la medicina preventiva forma parte del mismo fenómeno. Queremos creer que si nos comportamos bien, si comemos los alimentos adecuados y con moderación, si hacemos ejercicio de manera habitual, etc., se nos recompensará con una vida larga y saludable. Sin embargo, como nos muestra Ingmar Bergman, no necesariamente es así. Arthur Kleinman señala: “El cáncer es un recordatorio perturbador del núcleo inexorable de azar, incertidumbre e injusticia –todos ellos cuestiones de valor– de la condición humana. La negación contemporánea de la muerte impone agobios adicionales tanto a médicos como a pacientes”.

MORIR CON DIGNIDAD

Cuando sienten que se los responsabiliza de toda muerte, la culpa y la incomodidad impulsan a los médicos a luchar cada vez más por la prolongación de la vida, a menudo en detrimento de su calidad. Un estudio sobre la atención a pacientes con cáncer o demencia en estado avanzado, que agonizaban en un hospital de agudos de los Estados Unidos, reveló que se había intentado una resucitación cardiopulmonar en el 24 % de ambos grupos y que el 55 % de las personas que padecían demencia senil murieron con los tubos de alimentación forzada todavía puestos. La consecuencia es que “en los Estados Unidos hoy es casi imposible morir con dignidad a menos que se trate de una persona pobre”.

Uno de los encuentros más desafortunados de la medicina moderna es el de un anciano débil e indefenso, que se acerca al final de su vida, con un médico joven y dinámico que comienza su carrera. En un estudio llevado a cabo por S. A. Murray, éste y sus colegas utilizaron técnicas de investigación cualitativa para comparar la experiencia de la muerte en países ricos y pobres. Descubrieron que mientras los pacientes de Kenia manifiestan el deseo de morir para verse libres del dolor, los pacientes escoceses afirman que quieren morir debido a los efectos colaterales del tratamiento médico. Eso parece una condena terrible a la atención médica moderna.

Christopher Ricks describió a Samuel Beckett como el gran escritor de una época que ha creado nuevas posibilidades e imposibilidades, incluso en lo que respecta a la muerte, una época que ha prolongado la longevidad hasta hacer de aquélla tanto una pesadilla como una bendición.

Por lo que parece, la gente común toma cada vez mayor conciencia de la pesadilla, sobre todo cuando envejece. Y manifiesta esa conciencia a través de la adopción entusiasta de instrucciones por adelantado en materia de autodeterminación y testamentos vitales, mediante los cuales manifiesta su voluntad anticipada para el caso de carecer de facultades en el momento de decidir acerca de su tratamiento médico.

He afirmado que en la sociedad contemporánea la soberbia y la ambición de la ciencia biomédica son las principales responsables de la negación peligrosa y nociva de la muerte. Sin embargo, cuando visité el nuevo edificio de Daniel Libeskind para el Museo Judío de Berlín y estuve en la oscuridad helada de la Torre del Holocausto, comencé a preguntarme si la atrocidad genocida de tanta muerte en el siglo que acaba de finalizar no ha sido, por lo menos en parte, responsable de nuestra aversión, si las causas de nuestro rechazo no serían tanto culturales como científicas.

Fuente:

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