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21 de febrero de 2014

El brillo de la estrella polar viene aumentando desde hace siglos

Movimiento aparente de las estrellas en torno a la Polar
Movimiento aparente de las estrellas en torno a la Polar LCGS Russ


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El astrónomo Rafael Bachiller nos descubre en esta serie los fenómenos más espectaculares del Cosmos. Temas de palpitante investigación, aventuras astronómicas y novedades científicas sobre el Universo analizadas en profundidad.


El eje terrestre y la Polar en nuestros días
 
Gracias a la comparación de medidas recientes con otras realizadas a lo largo de la historia, se ha descubierto que el brillo de la Estrella Polar viene aumentando desde hace siglos, quizás milenios. Aunque en la Polar se conocían pulsaciones de tipo Cefeida, que van acompañadas por variaciones periódicas de su brillo, las causas de este incremento continuado de su luminosidad son desconocidas.

La Polar y Julio César


Posición del polo Norte en diferentes épocas
"Soy constante como la Estrella Polar que por su estabilidad no tiene rival en el firmamento".... los astrónomos parecen empeñados en hacer extemporáneas estas palabras que Shakespeare puso en los labios de Julio César. Naturalmente la Polar actual, la estrella más brillante de la Osa Menor, no siempre estuvo en el polo Norte (y no lo estaba en tiempos de Julio César) pues la precesión del eje terrestre hace que el polo Norte describa una circunferencia en la bóveda celeste. Pero además, resulta que unos trabajos recientes vienen a demostrar que la posición aparente en el firmamento no es lo único que cambia en la actual Estrella Polar, también cambia su brillo.

La Polar es una estrella supergigante amarilla, 2.440 veces más luminosa y 90.000 veces más voluminosa que el Sol. Situada a menos de 440 años luz de distancia, en la cola de la Osa Menor, es la estrella más fácil de localizar en el Hemisferio Norte. No es la más brillante, ni la más cercana, pero (después del Sol) la Estrella Polar es la más observada de nuestro hemisferio. Gracias a su posición fija en la bóveda celeste, con todas las estrellas girando aparentemente a su alrededor (como reflejo de la rotación terrestre), la Polar ha sido la guía de navegantes durante siglos. También para los astrónomos ha servido de referencia a lo largo de la historia tanto para orientarse en el cielo como para construir telescopios de montura estable.

Lea el artìculo completo en:

El Mundo Ciencia

23 de noviembre de 2012

Los 10 dí­as que se perdieron en la Historia

El calendario romano (establecido en 753 a.J.C.) estaba compuesto por doce meses y 365 dí­as, pero la traslación de la Tierra alrededor del Sol duraba un poco más (365,25 dí­as). Este desfase habí­a producido un retraso de 90 dí­as, por lo que las estaciones – muy importantes para las cosechas – “bailaban”. Julio César trajo al sabio Sosí­genes de su retiro en Alejandrí­a, en el 44 a.J.C., para desfacer el entuerto. Se solucionó añadiendo un dí­a (“bis sextus” – bisiesto) cada cuatro años y se quitó un dí­a a febrero. En honor al emperador, se cambio el nombre del primer mes de verano, Quintilis, por el de Julius. Cuando Augusto se proclamó emperador, para no ser menos, cambio del nombre del mes Sextilis por el de Augustus y se quito otro dí­a a febrero, quedando con 28 dí­as. El nuevo calendario pasó a llamarse Juliano.

Este calendario funcionó correctamente hasta que en 1582 se descubrió que las apreciaciones de Sosí­genes también estaban un poco desfasadas (no eran 365,25 dí­as sino 365,2422 dí­as el periodo de traslación). Era poco pero al cabo de los siglos los desfases se habrí­an notado. Así­ que, el Papa Gregorio XIII organizó una comisión de sabios (entre los que estaba el español Pedro Chacón). Los medidas adoptadas por esta comisión fueron dos:
1.- No serí­an bisiestos los años terminados en dos cuyas primeras cifras no fueran múltiplos de 4. Lo fueron 1600 y 2000, no lo fueron 1700, 1800, 1900. Caso curioso es 4000 que, siendo múltiplo de 4, la comisión determinó que no sea bisiesto (¿?). Este último dato, personalmente, no me importa mucho.
2.- Saltar dí­ez dí­as en el calendario. Se pasó del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre. En el transcurso de la Historia se perdieron estos 10 dí­as.
Este calendario, llamado Gregoriano, está vigente a fecha de hoy y fue adoptado poco a poco por todos los paí­ses; primero los paí­ses católicos, en 1700 los luteranos (con 11 dí­as de retraso respecto al nuevo calendario), en 1752 los ingleses… y los últimos, los griegos en 1927 (con 13 dí­as de retraso)..

Como curiosidad, los fallecidos el 4 de octubre no fueron enterrados hasta el 15 de octubre.

Fuente:

Historias de la Historia

11 de octubre de 2012

El CSIC afirma haber hallado el lugar donde apuñalaron a Julio César

El general fue asesinado en la Curia de Pompeyo según los investigadores.
El proyecto se desarrolla en colaboración con la Superintendencia Cultural del Ayuntamiento de Roma, que tutela los restos y concedió el permiso de estudio.


El yacimiento de Torre Argentina, en Roma. El círculo muestra el lugar donde se ha encontrado la losa que señala donde fue asesinado Julio César. / CSIC
 
El cine, el teatro y la pintura historicista del siglo XIX han contado en sobradas ocasiones el asesinato de Julio César, el noble y militar romano y uno de los miembros del primer triunvirato —los otros eran Pompeyo y Craso— que gobernó Roma en siglo I a.C. Veinte siglos después, un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas liderado por el historiador Antonio Monterroso ha hallado el lugar exacto donde el general que sometió a la Galia fue apuñalado y muerto el 15 de marzo del año 44 a.C por un grupo de senadores que conspiraron contra él.

El sitio de ese magnicidio está justo en el centro al fondo de la Curia de Pompeyo de Roma, el edificio que se utilizaba ocasionalmente para reuniones de los senadores. Julio César dejó este mundo mientras presidía, sentado en una silla, una reunión del Senado en la Curia. De aquel asesinato surgió el segundo triunvirato, integrado por Marco Antonio, Lepido y Octavio Augusto y después estallaron las guerras civiles que dieron paso al imperio.

"Lo que hemos encontrado es una losa de hormigón de tres metros de ancho por dos de alto, una estructura que selló el lugar donde estaba sentado Julio César en aquella reunión", afirma en conversación telefónica Monterroso, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, que lleva desde el año 2002 en la investigación de esta zona. "Esa estructura no es original del edificio, que es del 55 a.C., sino que se colocó en torno al año 20 a.C. por orden de Augusto, su hijo adoptivo y sucesor para clausurar la zona y condenar el asesinato de su padre". A esta conclusión han llegado gracias a los datos proporcionados por un escáner láser tridimensional.

Centro de Roma

Los restos de la Curia de Pompeyo están actualmente en el área arqueológica de Torre Argentina, en pleno centro histórico de la capital italiana. Por las fuentes clásicas sí se sabía que este espacio fue clausurado y se convirtió en una capilla-memoria a Julio César. "Lo que aún desconocemos es si este cierre supuso también que el edificio dejara de ser completamente accesible", aclara el científico. Monterroso explica que estos restos fueron descubiertos "en la época de Mussolini, en 1929, cuando se tiró parte del casco histórico y apareció la Curia".

En Torre Argentina, además de la Curia de Pompeyo, hay otros restos, como los del Pórtico de las Cien Columnas (Hecatostylon). Los dos edificios forman parte del complejo monumental de unos 54.000 metros cuadrados que Pompeyo Magno, uno de los más grandes militares de la historia de Roma, construyó en la capital para conmemorar sus triunfos militares en Oriente hacia el año 55 a. C. "Es muy atractivo, en sentido cívico y ciudadano, que miles de personas tomen hoy el autobús y el tranvía justo al lado de donde hace 2.056 años fue apuñalado Julio César, o que incluso vayan al teatro, pues el principal de la capital, el Teatro Argentina, se encuentra muy cerca".

El proyecto, con una duración de tres años, cuenta con la tutela de la Sovraintendenza ai Beni Culturali del Ayuntamiento de Roma, con el apoyo financiero del Plan Nacional de I+D+I 2008-2011 del Ministerio de Economía y Compettividad y con el respaldo de la Escuela Española de Historia y Arqueología del CSIC en Roma.

Fuente:

El País Ciencia

14 de diciembre de 2011

La historia del calendario Gregoriano


La decisión de cambiar el calendario "Gregoriano" por parte del Imperio Romano es sin dudas uno de los grandes hechos que cambiaron la existencia del mundo tal como lo conocemos.
El mundo occidental en gran parte es hijo de lo que en algún momento fue este imperio y muchas de sus costumbres y decisiones perduran aún en nuestra vida.
El calendario Juliano
Julio César fue el precursor de un calendario (el Juliano, claro está), ya que tomó control sobre el caótico calendario romano. El tradicional calendario romano estaba siendo manipulado por varias personas (como políticos y comerciantes con mucho poder) que añadían días o meses al azar. Este era un calendario muy desincronizado con las estaciones de la Tierra (las que, como sabemos, son el resultado del movimiento de nuestro planeta alrededor del sol).
El César desarrolló un nuevo calendario de 364 días y un cuarto, el que se aproximaba mucho más que el anterior sistema a la duración del año tropical (en otras palabras, al tiempo que le toma a la Tierra dar la vuelta alrededor del sol desde el comienzo de la primavera hasta el próximo comienzo de primavera).
Este calendario tenía normalmente 365 días pero incluía un día adicional cada cuatro años (o sea, la suma de ese cuarto de día cada cuatro años). Este día era añadido antes del 25 de Febrero cada año.
Aunque el calendario desarrollado por Julio César había sido el más preciso hasta el momento, no era lo suficientemente preciso porque el año tropical no dura 365 días y 6 horas, sino que dura aproximadamente 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. Por lo tanto, el calendario de Julio César difería por 11 minutos y 14 segundos. Lo que parece ser una diferencia mínima no lo era, ya que cada 128 años estos minutos se convertían en un día completo.
El Papa Gregorio XIII
En el año 1572, Ugo Boncompagni se convirtió en el Papa Gregorio XIII. Este nuevo Papa mostró su desconformidad con el calendario de aquella época, ya que una de las fechas más importantes para la Iglesia Católica no estaba correspondiendo con las estaciones del año.
La pascua, fecha basada en el día del equinoccio vernal (o sea, el primer día de la primavera del hemisferio norte) se estaba celebrando en los primeros días del mes de Marzo.
La razón de este desorden se debía que por los últimos 1.600 años, la civilización se había regido por el calendario juliano, este último se basaba en el movimiento del sol para medir el tiempo.
Reforma
Una vez que el Papa Gregorio XIII decidió arreglar el calendario para que sea más preciso, buscó ayuda de astrónomos para poder desarrollar un nuevo calendario mejorado. La solución que encontraron fue casi perfecta.
El nuevo calendario Gregoriano seguiría teniendo 365 días con un día adicional cada cuatro años (que fue movido luego del 28 de Febrero para que sea más fácil agregarlo) pero no habría años bisiesto en los años terminando en “00”, a menos que estos años fueran divisibles por 400.
Por lo tanto, los años 1700, 1800, 1900 y 2100 no serían años bisiestos, pero el año 1600 y 2000 sí serían años bisiestos.
Este cambio fue tan preciso que los científicos al día de hoy simplemente tienen que agregar algunos segundos al reloj para que el calendario siga coincidiendo con el año tropical.
Repercusiones
El Papa Gregorio XIII hizo público un documento el 24 de Febrero de 1582 que establecía el calendario Gregoriano como el nuevo calendario oficial del mundo Católico. Ya que el calendario Juliano tenía 10 días de diferencia, el Papa decidió que el 4 de Octubre de 1582 sería seguido por el 15 de Octubre de 1582.
La noticia de este cambio se diseminó a través de Europa: no solo se utilizaría el nuevo calendario, sino que esos diez días se perderían para siempre, el año nuevo comenzaría el primer día de Enero en vez del 25 de Marzo, y habría un nuevo método de determinar la fecha de pascuas.
Solo algunos países estaban listos para cambiar al nuevo calendario en 1582. En este año fue adoptado por Italia, Luxemburgo, Portugal, España y Francia. El Papa tuvo que enviar un recordatorio a todas las naciones el 7 de Noviembre para que cambien los calendarios, pero por supuesto, muchos hicieron caso omiso a este recordatorio.
Otros países se fueron uniendo de a poco en los siglos siguientes: la Alemania Católica Romana, Belgia y los Países Bajos cambiaron a este nuevo calendario en 1584; Hungría en 1587; Dinamarca y la Alemania Protestante en 1704; el Reino Unido y sus colonias en 1752; Suecia en 1753; Japón en 1873; Egipto en 1875; Albania, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Turquía cambiaron entre 1912 y 1917; la URSS en 1919; Grecia en 1928 y finalmente China cambió luego de la revolución de 1949.
Los problemas del cambio de calendario
Por ejemplo, tanto en Frankfurt como en Londres, la gente causó muchísimo desorden en las calles por la pérdida de días en sus vidas. Con cada cambio de calendario alrededor del mundo, las leyes establecían que el estado no podía cobrar impuestos por aquellos días perdidos, sin embargo, los trabajadores tampoco podrían cobrar sus sueldos correspondientes a esos días.
Un problema también era que los estados elegían que cualquier vencimiento seguía teniendo lugar en los días previstos antes de cambiar el calendario.
En definitiva, ahí lo tienen, la interesantísima historia de los cambios en el calendario en nuestra corta historia como civilización.
Si te interesa saber un poco más de cómo funciona este calendario, entonces quizás te interese saber qué es el equinoccio, y la diferencia que tiene este con el solsticio.
Fuente:
Ojo Científico

31 de diciembre de 2008

Las vueltas que da la Tierra (un año con un día y un segundo de más)

29 de diciembre de 2008.- 2008 ha sido año bisiesto. Desde la época de Julio César, cada cuatro años se doblaba el sexto día previo a las calendas de marzo (bis sextus, el sexto repetido se le llamó) para dar cuenta de que una revolución terrestre alrededor del Sol no es un número exacto de rotaciones terrestres. Es decir, que el año dura un número no exacto de días. La reforma gregoriana vino a corregir un problema de mayor exactitud, quitando tres años bisiestos cada 400 años. La historia de los calendarios es apasionante, porque no solemos darnos cuenta de que la astronomía está detrás de esas aparentemente extrañas normas.
Lo mismo nos pasa con la medida de las horas. Cuando se intentaron ordenar e internacionalizar los sistemas de medida con el sistema métrico decimal (una verdadera revolución que tuvo que nacer con la Revolución Francesa) la unidad de tiempo fue el segundo, definido a partir de la duración del día terrestre, es decir, de su rotación: 1 segundo es 1/86400 del día. O bien: en un día hay 86.400 segundos.
La coordinación de la medida del tiempo, de la hora, fue más complicada y tuvo que esperar a 1912, cuando se estableció, en el Observatorio de París la Oficina Internacional de la Hora (BIH), encargada de establecer una medida común para tomar tiempos que pudieran coordinarse. Se mantuvo esa duración del segundo y se estableció el Tiempo Universal que se medía desde 1884 en el Observatorio de Greenwich, como la base para todo el mundo. Correspondía además con la hora solar media de Londres, lo que permitía mantener la costumbre de los relojes de Sol.

La coordinación de las medidas de tiempo se hacía en París, a partir de observaciones astronómicas y cálculos que permitían una gran precisión. Pero a mediados de los 50 se inventaron los relojes atómicos: sistemas en los que la oscilación de un átomo (habitualmente Cesio) marca la frecuencia que, multiplicada miles de millones de veces, permite contar segundos. La definición en el Sistema Internacional del segundo cambió porque esa medida resultaba muy precisa y se podía reproducir rápidamente, sin tener que esperar a las observaciones astronómicas y los cálculos posteriores.
Pero se comprobó así, con la mayor precisión del Tiempo Atómico, que la rotación de la Tierra era un proceso demasiado variable como para mantener una buena cuenta del tiempo. Debido a los movimientos de la corteza tras la glaciación y, sobre todo, debido al frenado que producen las mareas lunares en nuestro planeta, el día se hace poco a poco más largo. En promedio, en el último siglo ese aumento ha sido de 1,7 milisegundos (por día).
Es una cantidad nimia, pero suficiente para que ese tiempo de los relojes atómicos difiera del tiempo derivado de la medición de la rotación terrestre, en una cantidad que puede llegar a 2 segundos algunos años... Por eso, desde 1972 en el TUC, el tiempo universal coordinado que es un consenso proporcionado por relojes que los responsables de la medida de la hora, actualmente el IERS (Servicio de Sistemas de Referencia y de la Rotación Terrestre, un organismo dependiente de la Unión Astronómica Internacional y la Unión Internacional de Gerodesia y Geofísica se introduce de vez en cuando un segundo de más, una discontinuidad en la hora oficial que permite que los relojes atómicos (continuos, base del sistemas) mantengan una cuenta que siga siendo parecida a la de siempre, la que antes daban los relojes solares y luego los relojes puestos en hora por los observatorios astronómicos.
En los últimos años no ha sido preciso introducir muchos de estos segundos intercalares, no porque la Luna nos frene menos, sino por otros movimientos y cambios en la rotación de la Tierra, complejos de modelizar, pero que se miden cada vez con mayor precisión gracias a los satélites, que han evitado que esa rotación se frene al ritmo habitual. Fue en 2005 la última vez que se introdujo un segundo extra entre el final del segundo 23:59:59 del día 31 de diciembre y el 00:00:00 del 1 de enero.
Para quienes quieren ver en todo posibles catástrofes, teniendo en cuenta que en los últimos 20 años se han introducido 11 segundos de estos y ni se cayeron los ordenadores, ni hubo accidentes aéreos, ni tampoco los cacos pudieron emplear el segundo del ajuste para robar los principales bancos internacionales, lo cierto es que podemos estar razonablemente tranquilos. Eso sí, podemos también entender que la Unión Internacional de Telecomunicaciones haya recomendado que sería más sencillo mantener el tiempo oficial como un tiempo atómico sin correcciones ni saltos discontinuos. Eso llevaría a corregir algo los trabajos astronómicos y, para mantener una relación más cercana con las mediciones clásicas del tiempo (eso de que al mediodía el Sol quede al Sur... aunque con los cambios de hora de por aquí y el tiempo central europeo eso no pase nunca en España) sería conveniente introducir no un segundo de vez en cuando, sino ya puestos 3.600 de golpe: una hora intercalar cada tres siglos, aproximadamente.
Fuente:
El Mundo - Blog Cosmos
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