Hace unos días el telescopio Hubble capturó la imagen de Abell 1689, uno de los mayores cúmulos de galaxias que se conoce.
Los físicos teóricos no les salen las cuentas. Según sus cálculos, 
el Universo debería tener más materia de la que han observado. La 
materia convencional, es decir, la que forma la pantalla del ordenador 
que estás usando, tu cuerpo, una montaña, las estrellas o los planetas, 
solo supone el 10% de la materia total del Universo. ¿Dónde está el 90% 
que falta?
La materia que falta es la denominada materia oscura. 
Se llama oscura porque no podemos verla. Los científicos han comprobado 
que, al contrario que con la materia ordinaria, la oscura 
no se puede detectar con los procesos asociados a la luz,
 es decir, porque no absorbe ni emite radiaciones electromagnéticas. Por
 eso, aunque hace más de 70 años los físicos teóricos calcularon su 
existencia aún no han logrado localizarla.
Los científicos saben 
que está ahí, aunque no puedan verla, por sus efectos sobre estructuras 
enormes, como las galaxias. Fue en los años treinta del siglo pasado 
cuando el astrónomo suizo 
Fritz Zwicky notó una anomalía: las galaxias del enorme cúmulo de Coma se movían como si tuviesen mucha más masa que la observable.
A
 grandes rasgos, las galaxias que forman un cúmulo están reunidas 
gracias a la atracción gravitatoria que se produce entre ellas. Sin 
embargo, la cantidad de materia convencional que hay en cúmulo de Coma 
no es suficiente para generar la atracción necesaria para mantener 
atrapadas a las galaxias. Zwicky concluyó que la masa que falta para 
agruparlas debía existir aunque no la viera.
En los setenta, la astrónoma estadounidense
 Vera Rubin
 volvió a toparse con el mismo dilema. En esta ocasión no podía explicar
 sin recurrir a la existencia de la materia invisible el movimiento de 
rotación de las estrellas de las galaxias espirales.
Hoy en día, 
detectar esa materia y averiguar de qué está hecha es uno de las grandes
 misiones de la comunidad científica. En un litro de aire se estima que 
hay tres partículas de materia oscura. Es una cifra tan baja que es 
extremadamente difícil localizarla.
Hay decenas de proyectos en 
marcha que intentan detectar materia oscura. Los más destacados están 
situados en laboratorios subterráneos para evitar que lleguen los rayos 
cósmicos que son fuente de neutrinos, partículas tan parecidas a las de 
materia oscura que podrían confundirse. Allí los científicos han 
colocado sensores enfriados a una temperatura cercana al cero absoluto, 
la más baja que existe, para que evitar que vibren.
Uno de ellos 
es el Experimento Criogénico de Búsqueda de la Materia Oscura (el CDMS, 
por sus siglas en inglés). Se lleva a cabo en la mina Soudan, en 
Minnesota (Estados Unidos). Otros se desarrollan en un laboratorio bajo 
una montaña Gran Sasso (Italia), a 1,5 kilómetros de profundidad.
Atraviesan todo lo que se les ponga delante
Los dos grupos buscan unas partículas hipotéticas llamadas Partículas Masivas de Interacción Débil (WIMPS
). No
 se puede asegurar que existan, pero por sus características, si 
existieran resolverían el misterio de la materia oscura. Precisamente 
también por sus características son muy difíciles de detectar. Son mucho
 más pequeñas que un átomo por lo que atraviesan todo aquello que se les
 ponga por delante. Se mueven tan despacio que si por algún casual 
chocan con el núcleo de un átomo del detector, la perturbación sería 
mínima. Por eso los detectores deben ser extremadamente sensibles.
Fuera
 de la Tierra también hay proyectos que buscan materia oscura, como el 
telescopio Fermi de la NASA que busca fuentes de rayos gamma, que pueden
 ser producto de la aniquilación de dos partículas de materia oscura. 
Otra misión es Euclides de la Agencia Espacial Europea, un telescopio 
aún en construcción que está previsto poner en órbita en 2020. 
Cartografiará la forma, el brillo y la distribución tridimensional de 
2000 millones de galaxias, que cubren más de un tercio del firmamento. 
Así, el telescopio se remontará hasta el primer cuarto de la historia 
del Universo. En su labor, espera encontrar pistas sobre el misterio de 
la materia oscura.
En España investiga la materia oscura desde el
 punto de vista teórico el proyecto MultiDark, Método de Multimensajeros
 para la Detección de la Materia Oscura, coordinado por la Universidad 
Autónoma de Madrid y el Instituto de Física Teórica IFT. Desarrollan 
tres líneas de investigación complementarias: 
buscan las partículas candidatas a constituir la materia oscura, estudian cómo éstas forman los halos galácticos y contribuyen al desarrollo de experimentos que puedan detectarlas.
Descubrir
 dónde se esconde esta materia invisible será un hito de la cosmología 
que tendrá más repercusión aún que el hallazgo del ya archiconocido 
bosón de Higgs. Quien la encuentre merecerá sin duda el Premio Nobel.
Otro ingrediente oscuro
La energía oscura es otro ingrediente 
enigmático del Universo. No se sabe cuál es su origen. Junto a la 
materia oscura suman el 96% del Universo. Esta energía es la fuerza que 
acelera la expansión del Universo. Su existencia se propuso en 1998 para
 justificar el hecho de que el Universo está acelerándose, en lugar de 
frenarse bajo la atracción gravitatoria de la enorme cantidad de materia
 que contiene. El descubrimiento de esta aceleración cósmica fue 
reconocido con el Premio Nobel de Física en el año 2011.
Tomado de:
RTVE Ciencia