Noruega implementó en los últimos años un sistema para reciclar botellas de plástico que está resultando muy exitoso.
El planteo es muy simple: cada vez que una persona compra un refresco, paga una corona más por el recipiente. Si
deposita luego el envase vacío en una máquina especialmente diseñada
para ello que se encuentra en numerosas tiendas de la ciudad, recupera el dinero. ¿Puede ser esta la solución al problema de la contaminación por plástico en los océanos? Noruega asegura que este método es el más eficiente en términos económicos para resolver la situación.
Saúl Lliuya ante la laguna Palcacocha. Su batalla
comenzó en 2015 y espera convertir su causa en un precedente.
Créditos: AFP
Mientras científicos, políticos y periodistas discuten sobre la
existencia del calentamiento global y la posible influencia de la
industria humana en la aceleración del fenómeno, un tribunal de Hamm le
ha dado la razón a Saúl Luciano Lliuya, un modesto campesino peruano que ha demandado a la poderosa multinacional energética alemana Rheinisch-Westfälisches Elektrizitätswerk (RWE) por su responsabilidad en los deshielos de los glaciares de la Cordillera Blanca que amenazan con desbordar la laguna de Palcacocha.
En
este enclave de Huaraz (Perú) hubo un hotel hasta que el 13 de
diciembre de 1941 una avalancha de piedra, hielo y barro lo destruyó.Getty
En 1941 un terremoto provocó la caída de un glaciar en la laguna de Palcacocha,
generando una ola que desbordó otros lagos y arrastró toneladas de
piedra, hielo y barro que arrasaron la ciudad de Huaraz. Murieron 1.800
personas, los heridos fueron 400 y 1.500 familias perdieron sus
viviendas. Casi ochenta años después, Palcacocha podría desbordarse de
nuevo por el derretimiento de las glaciares y así la ONG ecologista
alemana Germanwatch ha
financiado la demanda de Saúl Luciano Lliuya, basada en un estudio
científico de 2013 que demuestra que RWE es responsable del 0,5% de las
emisiones globales ‟desde el comienzo de la industrialización” y por lo
tanto le exige que asuma su porcentaje de responsabilidad, estimado en
17 mil euros. Pastor y guía de montaña de 38 años, Saúl Luciano Lliuya no reclama
ese dinero para sí mismo, sino para la construcción de canales y
estructuras de contención que impidan una tragedia como la de 1941, por
no hablar del terrible impacto que la desaparición de los glaciales
generaría sobre la fauna, la flora, los manantiales naturales y la
agricultura tradicional. Sin embargo, la multinacional RWE considera que
las emisiones son responsabilidad de múltiples empresas y que ellos no
deberían ser los únicos paganos de los estropicios causados por el
calentamiento global. En realidad, los jueces que han considerado coherentes y razonables
los argumentos de Saúl Luciano Lliuya, han sentado un precedente que
abre una caja de Pandora cuyas consecuencias deberían llamar la atención
de otras empresas que degradan y contaminan el medio ambiente. Por
ejemplo, solamente en España el 25% de las emisiones contaminantes es
producido por diez empresas (Endesa, Gas Natural Fenosa, Repsol, EDP,
Arcelomittal, Cepsa, Iberdrola, Viesgo, Cementos Portland y Cemex).
¿Cuál sería su cuota de responsabilidad en los estragos que afectan
exclusivamente a sus áreas y poblaciones de influencia? La sentencia contra RWE es histórica, porque el tribunal alemán ha
dejado muy claro que ‟los grandes emisores como RWEtenían
fundamentalmente la obligación de ayudar a las víctimas del cambio
climático en los países pobres”, concluye Germanwatch en un comunicado.
Como se puede apreciar, ya no hace falta una evidencia antropogénica del
calentamiento global, porque gracias a un campesino andino y a una ONG
alemana, el tribunal de Hamm ha sentado jurisprudencia al respecto.
En las próximas instancias del juicio se tomarán en cuenta los
informes científicos de geólogos y astrofísicos que se desplazarán hasta
Huaraz para evaluar el impacto de las emisiones industriales y toda la
humanidad saldrá beneficiada de las conclusiones de la demanda de Saúl
Luciano Lliuya.
Promover cultura no es tarea fácil. Sin embargo, Pablo Correa
apostó por un proyecto autosustentable e innovador: Domos Art. Una
propuesta que busca la habilitación de espacios en desuso para su
aprovechamiento en actividades culturales, educativas y de
entretenimiento familiar. Los Domos, unas estructuras geodésicas, se
encuentran en la Costa Verde.
¿Le fue difícil apostar por esta propuesta al inicio? Creo que la falta de visión política y de gestión cultural fue el
principal problema. Al principio fue catastrófico, casi toda la
inversión la estábamos perdiendo; necesitábamos patrocinadores, empresas
privadas que compren el proyecto, pero no ocurrió así. Tuvimos que
salir de Magdalena, donde iniciamos, y cerramos casi un año (2016).
Un momento de crisis, pero lograron salir de ello… Sí, los bancos se nos vinieron encima, tocamos puertas a otros
distritos. Se hizo un replanteamiento del proyecto y luego San Miguel
nos acogió y llevó adelante la propuesta de revertir que la Costa Verde
esté en desuso y utilizarla para algo positivo.
¿Cómo nació Domos Art? Es un concepto de un grupo de empresas que buscan recuperar espacios en desuso y aprovecharlos para actividades culturales.
¿En qué otros distritos es viable llevar esta propuesta? En La Molina y Surco no va por la carencia de espacios, en estos
distritos irían otros formatos más express que implementaremos pronto.
Otros distritos que están más hacia el sur y norte nos llaman mucho la
atención.
¿Y en el interior del país? Tenemos muchas ganas. El primer punto debería ser Trujillo, luego
Arequipa y, por último, Cusco. Estamos desarrollando una propuesta para
tener un modelo de crecimiento tipo franquicia.
¿Cree que hay poca intervención del Estado en propuestas culturales? Hoy solo vemos presente al Estado en grandes megapropuestas
culturales pero no en una propuesta urbana a escala que permita ser
replicada en 20 o 50 distritos a la vez. Nos estamos preocupando de lo
macro y no de lo micro.
¿La gestión cultural puede generar sostenibilidad? La cultura como gestión puede aportar al PBI del país. Hoy en día se
espera mucho de los ingresos de la minería o construcción pero creo que
la cultura también puede ser un agente de gestión y de ingresos porque
permite puestos de trabajo. Acá en los domingos en familia deben
trabajar unas 400 o 500 personas y eso está demostrando que esta
propuesta es sostenible, que la cultura es sostenible.
La violencia es la expresión trágica de necesidades no satisfechas.
En ocasiones los conflictos se enquistan porque no hemos sabido ver lo que la otra persona necesita.
Cuando esto ocurre, el otro se enfada o llega a tener comportamientos
agresivos aunque no sepa el por qué. Sencillamente, deja de hablarnos,
nos grita o actúa con cualquier otra respuesta que tenga en su catálogo
habitual. En esos momentos, si decimos “no te enfades” conseguimos lo
contrario, que el otro aún se cabree más. Por tanto, reconducir un
conflicto requiere un modo diferente de comunicación. Así lo comprobó Marshall B. Rosenberg
después de trabajar en situaciones realmente complicadas durante los
años 60 en el sur de Estados Unidos. Allí reinaba la segregación racial y
los actos de violencia estaban a la orden del día. Este psicólogo
desarrolló una metodología denominada Comunicación No Violenta (CNV),
que le permitió acercar posiciones y reducir la agresividad de ambos
bandos. Y dicha metodología podemos aplicarla en nuestro día a día
cuando nos enfrentamos a una discusión o a un conflicto. La CNV parte del supuesto de que el enfado, la agresividad o
la violencia, en último extremo, son expresiones de la desesperación o
de la impotencia de alguien ante una necesidad no atendida. Por
ello, una comunicación efectiva ha de ver más allá de las palabras, de
los hechos o de las emociones (aunque algunas nos saquen de quicio). Ha
de reparar en las necesidades de fondo que existen y que no están
satisfechas, para conseguir una conexión sincera con el otro y con uno
mismo. Y eso es lo que propone la CNV, a través de cuatro fases. La primera fase consiste en observar la situación sin juicio, tanto lo que ocurre fuera como lo que se nos mueve dentro.
Una conversación reparadora comenzaría con una exposición sin
valoración. No consiste en frases que le hagan al otro sacar el escudo
defensivo como, por ejemplo: “trabajas demasiado”, “eres un desastre” o
“te enfadas con cualquier tontería”. La idea es comenzar con algo que no
se puede cuestionar, como: “cuando te hablo de algo importante para mí y
coges el móvil para consultar tu correo…”. Si ha pasado, no se puede
negar. Lea el artículo completo en: El País (España)